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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Ceremonias, sacramentos y sepultura de los muertos Parte X

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c. Sepultura de los muertos

I. ¿Entierro o cremación?

La muerte siempre ha sido aceptada como un acontecimiento negativo. Fue impuesta sobre la especie humana a consecuencia del pecado. Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios en el antiguo paraíso del Edén, inmediatamente recibieron la sanción divina: la separación de Dios (Rom. 5:12). Esta separación, aunque inicialmente fue espiritual, afectó el cuerpo, el alma, y el espíritu. Espiritualmente, el hombre perdió el derecho de tener comunión con Dios; estaba muerto espiritualmente. Pero el cuerpo también sufrió, en el sentido de que adquirió las propiedades de la corrupción, comenzó a deteriorarse y experimentó la muerte.

A través de los años, muchos factores han afectado la decisión del hombre acerca de qué hacer con el cuerpo después de la muerte. Estos factores incluyen la posición económica de la familia, el estatus del individuo, el clima del país, la salud, las medidas sanitarias, la estética, y las creencias religiosas. Aquí surge el antiguo debate entre entierro y cremación. Los factores mencionados anteriormente contribuyen a las decisiones que cada individuo y cada familia tomarán al respecto.

La Biblia, sin embargo, no contesta en ninguna parte la pregunta relativa al método para disponer del cadáver. Preguntas de tipo moral y religioso surgen en relación al derecho de destruir el cadáver mediante la incineración de los restos. Estas preguntas, en última instancia, solo pueden ser contestadas por la conciencia del individuo o de la familia. La Biblia permanece en silencio en cuanto a la técnica correcta.

La Biblia es clara con respecto a la muerte del cuerpo: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gn. 3:19).

En los tiempos bíblicos, se mencionan las sepulturas en tumbas, cuevas, o en la tierra, que eran las formas comunes de disponer de un cuerpo humano (Gn. 23:19; 35:4; 2 Crón. 16:14; Mt. 27:60-66). Mientras que los entierros eran una práctica común, en ninguna parte la Biblia ordena que éste sea el único método permitido para disponer de un cuerpo.

¿Qué dice la Biblia acerca de la cremación?
En realidad, la Biblia no da una enseñanza específica acerca de la cremación. Hay menciones en el AT de personas que fueron quemadas al morir (1 Rey. 16:18; 2 Rey. 21:6), y de huesos humanos siendo quemados (2 Rey. 23:16-20), pero ninguno de éstos son ejemplos de cremación. Es interesante notar en 2 Rey. 23:16-20, que al quemar los huesos humanos sobre un altar, éste era profanado. Al mismo tiempo, en ninguna parte la Ley del AT condena el que un cuerpo humano sea quemado y tampoco confiere ninguna maldición o juicio sobre alguien que es cremado.

La cremación fue practicada en los tiempos bíblicos, pero no era comúnmente practicada por los israelitas o por los creyentes en el NT.

La práctica de quemar el cuerpo del muerto viene del paganismo (contexto fuera de la cosmovisión judeocristiana) y esto puede generar muchas dudas en quienes leen la Biblia pero debemos saber que no todo lo que proviene de ese trasfondo es pecaminoso ante los ojos de Dios si lo comparamos con los principios bíblicos.

Según las culturas antiguas, el cuerpo era visto como malo y lo espiritual solamente era lo bueno; por eso quemaban la “jaula” donde estaba el espíritu y que fuese libre por fin de esa agonía carnal. Por otro lado, el judío y el cristiano afirman ambos la resurrección al final de los tiempos que es cuando Dios glorifica a aquel que confió en él. Por esto era que sepultaban a las personas, guardaban sus huesos en osarios, y nosotros hoy día enterramos los muertos. Esta es una tradición de origen judeocristiano. Dios tomará esos restos y resucitará a esa persona en cuerpo glorificado, como hizo con Jesús.

A pesar de estos antecedentes históricos y culturales, no existe un mandamiento en las Escrituras en contra de la cremación.

La cremación, aunque sigue siendo una práctica polémica, sin embargo, es extensamente realizada a través del mundo. Para aquellos que están a favor de la cremación, ofrece los siguientes beneficios:
- Todo el proceso de cremación, ya sea que incluya un servicio religioso o solo la incineración del cadáver, es mucho más económico que un entierro, aunque se utilice un ataúd o una caja.
- Para aquellos dados a cavilar sobre la apariencia final, el proceso de cremación ofrece un proceso purificador y rápido. Esto ayuda a las personas a desterrar el pensamiento del cuerpo yaciendo por décadas en la tierra, sufriendo un lento proceso de descomposición.
- Las cenizas, como se le llama a los restos cremados, pueden permanecer en la casa, en un moderno receptáculo o urna, ofreciéndole así a la familia la oportunidad de recordar al ser querido diariamente.

Las personas que están a favor de los entierros enfatizan la importancia del cuerpo humano y valoran el hecho de que el entierro deja el cuerpo intacto. Para ellos, el entierro proporciona a los deudos la oportunidad de recordar a la persona en la tumba o en el nicho por más tiempo y los funerales proporcionan dignidad a aquellos que son enterrados, y los que promueven el proceso del entierro afirman que el cuerpo le pertenece a Dios y que ningún hombre lo destruya.

¿Cómo resucitará el cuerpo?
- La esperanza del creyente, ya sea que sometamos nuestros restos para ser sepultados o incinerados, es que el cuerpo que es sepultado o incinerado no es el cuerpo que finalmente morará con el Señor, sino que éste será resucitado en un cuerpo inmortal (1 Cor. 15:35, 37, 42-44).
- Nadie necesita preocuparse acerca de que el cuerpo será destruido y que por esto no podrá participar de la resurrección; de todas maneras, al morir, el cuerpo se deshace y se vuelve polvo. El cuerpo que esté sepultado se descompondrá lentamente y el que es cremado se quemará rápidamente, pero en ambos casos se vuelven polvo.
- Dios resucitará el cuerpo de todos sus hijos y será un cuerpo glorioso e incorruptible para morar con él por siempre (1 Cor. 15:26). En cuanto a los pecadores impenitentes, Dios también resucitará su cuerpo para presentarse ante el juicio final y luego serán lanzados al lago de fuego por toda la eternidad (Ap. 20:11-15). En ambos casos, habrá un cuerpo inmortal resucitado y no un cuerpo de carne y hueso.
- El hecho de que el cuerpo haya sido cremado no representa ninguna dificultad para que Dios lo resucite. Asimismo, los cuerpos de los cristianos que murieron hace miles de años ya se han convertido totalmente en polvo. Esto de ninguna manera evitará que Dios pueda resucitar sus cuerpos. Dios es igualmente capaz de levantar los restos de una persona que ha sido cremada, tanto como los restos de una persona que no lo fue.
- Si pensamos un poco sobre esta objeción, notaremos que le hemos puesto límites ilógicos al poder de Dios. ¿Qué pasaría con aquellas personas que fueron calcinadas por algún accidente? ¿Qué pasaría con los que fueron devorados por leones en el circo romano por afirmar que Jesucristo es el Señor? ¿Qué pasa con aquellos cuyos cuerpos ya se convirtieron en cenizas luego de muchos años de estar enterrados? ¿Acaso Dios no podrá levantarles a ellos en la resurrección? ¿Qué impide que Dios recoja cada molécula de cada cuerpo aunque haya sido regada por el planeta o por el cosmos? ¿No es Dios lo suficientemente poderoso para hacerlo?
- Dios resucitará a esa persona de la manera en que él lo hará… sea de los huesos o sea de las cenizas. Dios es poderoso para hacerlo y quiere hacerlo (Jn. 5:24, 29).

CONCLUSIONES
- Pon tu vida en manos del Señor y sabrás que tienes vida eterna junto a él (1 Jn. 5:11-13); los detalles minúsculos de lo que sucederá con tu cuerpo no vienen al caso, sino a quién decidiste creer y seguir mientras vivías.
- La pregunta sobre el entierro o cremación está dentro del terreno de la libertad cristiana. Una persona o familia que esté considerando esta decisión, debe orar por sabiduría de Dios (Stg. 1:5) y seguir la convicción que tenga según su conciencia.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Ceremonias, sacramentos y sepultura de los muertos Parte IX

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Cuatro miradas del creyente que participa en la Santa Cena
- En primer lugar, en la Cena del Señor debemos "mirar adentro". Pablo nos exhorta a dar una mirada introspectiva hacia nosotros mismos cuando dice: “pruébese cada uno a sí mismo” (1 Cor. 11:28). Siempre debe haber un auto examen, y un auto juicio a fondo, que alcance lo íntimo de nuestra alma, antes de que participemos de la Cena. Si tenemos algún pecado sin confesar en nuestras vidas, debemos sacarlo a la luz delante de Dios, confesarlo, y arrepentirnos de ello. Cuando hayamos hecho esto, estaremos en el estado adecuado para recordar al Señor y adorarle. Este principio deberíamos aplicarlo cada vez que invocamos al Señor en oración (en lo personal y al congregarnos como hermanos).
- Segundo, debemos "mirar atrás", una mirada llena de adoración a Cristo por todo lo que ha hecho en su obra redentora en la cruz.
- Tercero, debemos "mirar arriba" donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, coronado de gloria y honra (Ef.1:20-23).
- Cuarto, debemos "mirar hacia delante" a la venida del Señor (1 Cor. 11:26). Así como la Cena del Señor señala hacia el hecho histórico de la primera venida de Cristo y su muerte en la cruz, debe también señalar hacia su segunda venida cuando la observancia de la Cena del Señor cesará.

¿Qué beneficios se reciben al tomar la Cena del Señor?
- El hecho de recordar la obra de Cristo y participar en la Cena nos lleva a reflexionar, agradecer todo lo que él ha hecho por nosotros, reconsiderar nuestros caminos, arrepentirnos, corregir todo lo malo, pedir perdón a otros y perdonar las ofensas, renovar nuestro compromiso de amarle, obedecerle y servirle de todo corazón, proclamar a otros el evangelio, servir a otros con amor y paciencia, aguardar su venida y prepararnos cada día más para el encuentro con él (sea que la muerte nos sorprenda o que el Señor venga por su Iglesia).
- Al tomar la Cena, el Señor está participando con nosotros en este acto.
- Quien toma del pan y del vino participa en el simbolismo que este acto refleja que es la comunión con Cristo pero esto no garantiza que dicha persona tenga comunión con Cristo. El solo hecho de creer en Cristo como Salvador y seguirle de verdad ya garantiza una comunión permanente con él; en la Cena, esta experiencia solo es simbolizada.
- Para participar de la Cena es indispensable ser miembro del cuerpo de Cristo que es la Iglesia… no una iglesia local sino el conjunto de todos los verdaderos creyentes que están dispersos por todo el mundo y que siguen a Cristo de corazón y conforme a su palabra. Sin embargo, la Cena no garantiza que la persona es miembro del cuerpo de Cristo. El solo hecho de creer en Cristo como Salvador y seguirle de verdad ya garantiza que somos parte del cuerpo de Cristo.

¿Con qué frecuencia se debe realizar la Cena del Señor?
- Aún cuando la Biblia no da una indicación clara de la frecuencia de este acto, parece probable que los cristianos primitivos lo practicaban con frecuencia (quizás una vez a la semana) cuando se reunían el primer día para celebrar la resurrección de Cristo. No hay duda que esto lo hicieron los cristianos en el primer siglo (Hch. 20:7). Los datos que encontramos en libros de historia en los primeros siglos confirman lo que las Escrituras del NT nos enseñan: los primeros discípulos participaban de la Cena del Señor cada domingo.
- Pablo habla de celebrar la Cena con cierta frecuencia (1 Cor. 11:17, 20, 25, 26, 34).
- “El partimiento del pan” por la iglesia es cierto que definitivamente se refiere a la observación de la Cena del Señor. Los cristianos en Corinto habían convertido la Cena del Señor en un banquete egoísta, pero cuando el apóstol Pablo explica cómo debe ser el verdadero partimiento del pan (1 Cor. 11:23-26), no habla de una simple “comida fraternal” sino de recordar la muerte del Señor en el pan partido y la copa. El partimiento del pan en 1 Cor. 10:16, 17 también se refiere a la comunión del cuerpo de Cristo o sea la Cena del Señor, y sabemos que los cristianos corintios se reunían cada primer día de la semana (1 Cor. 16:2).
- En Hch. 2:42 hay una clara distinción entre “el partimiento del pan” y “la comunión unos con otros”. “El partimiento del pan” era algo muy importante en la vida de los primeros cristianos. También lo era “la comunión unos con otros”. Pero eran dos actividades distintas. El único “partimiento del pan” que Cristo mandó fue el partimiento del pan en la Cena del Señor y los apóstoles de Cristo también mandaron observar este acto en la iglesia. Por otro lado, “la comunión unos con otros” es expresión del amor fraternal entre cristianos y puede incluir una “comida fraternal”.
- Es deber del cristiano conmemorar la muerte del Señor en la Santa Cena y la observancia de la Cena del Señor no debiera ser distante en el tiempo, sino en obediencia respetuosa y adecuada a su mandamiento de hacerlo hasta que él venga. Cada iglesia local puede programar con qué frecuencia lo va a realizar.
- No hay base bíblica para hacer la Cena del Señor otro día de la semana; esta ordenanza  debe hacerse el día domingo, el primer día de la semana. Podemos comparar esta información con el hecho de que Cristo resucitó en el primer día de la semana (Jn. 20:1), el Espíritu Santo vino en el primer día de la semana sobre los 120 discípulos en Jerusalén (Hch. 2:1; Lv. 23:15, 16), el evangelio fue predicado por Pedro ese mismo día y la iglesia comenzó un crecimiento especial en Jerusalén. El primer día de la semana también es llamado “el día del Señor” (Ap. 1:10). Todos estos elementos dan fuerza al principio bíblico de celebrar la Cena solo en este día.
- Aunque se ha relacionado la pascua judía (que se celebraba una vez al año) con la Cena del Señor, no podríamos decir que la frecuencia de la Cena deba ser una vez al año, porque la Cena del Señor no sustituyó a la Pascua. Miremos algunas razones:
* Es una celebración totalmente distinta con elementos diferentes (el elemento principal en la Pascua era un cordero, no el pan y el vino).
* La Pascua era una celebración de la liberación nacional de los judíos. En la Cena del Señor conmemoramos una muerte: la de Cristo Jesús.
* No encontramos una práctica constante en la iglesia del Señor del primer siglo participando de la Cena del Señor en el día de la Pascua.

CÓMO REALIZAR LA CENA DEL SEÑOR

Preparación:
- Todos los preparativos deben hacerse con tiempo y con detalle para que el evento se realice con excelencia para Dios.
- Conviene coordinar de antemano el orden del programa.

Oficiante:
- El ministro que oficia la Cena del Señor debe ser un pastor o líder consagrado al Señor, de buen testimonio, que lleve una vida ejemplar.
- El oficiante debe explicar las reglas básicas que tiene la iglesia local y sus motivos de forma sencilla y entendible a todos los asistentes (aunque esta información debe darse completa en el curso de discipulado de la iglesia local).
- Se debe excluir cualquier pensamiento que distrae la mente de la solemnidad de la ocasión. Por supuesto, no es el momento debido para hablar de la administración de la iglesia o de retar a la iglesia por sus faltas. Es el plan de Dios que, en esta reunión sagrada, cada mente esté fija en él.
- El oficiante debe advertir a los oyentes de las consecuencias que trae el comer y beber indignamente de la Cena del Señor (1 Cor. 11:27, 29). Debemos ser prudentes en el lenguaje que usamos y evitar confrontaciones en público en un momento así. No se trata de condenar a otros o crear un ambiente pesado y tenso.
- Es importante que los miembros entiendan que deben venir a la mesa del Señor con corazones limpios y sin pecado. Sin embargo, no es el momento de predicar un sermón reprochando a la gente por sus faltas. Si en la iglesia hay necesidad de una reconciliación, se puede usar el culto de la semana anterior para anunciar que viene la Cena, y con un buen espíritu animar a la gente a prepararse para la ocasión, recordándole cuán gran amor tuvo Cristo por nosotros, y cuánto amor debe reinar entre los hermanos.
- No se debe usar la Cena para hacer reprensiones públicas a la congregación o a creyentes en particular. Este es un momento especial en la presencia de Dios y con propósitos específicos. Ya vendrá el tiempo en otras reuniones cuando se requiera hablar con la iglesia en público o con hermanos en particular y corregir faltas de forma eficaz y bíblica.
- El oficiante pedirá que aquellos que no van a participar de la Cena se sienten y los que van a participar se queden de pie para repartir la Cena pero todos deben estar en una actitud de oración, agradecimiento y respeto ante Dios (niños, jóvenes, bautizados, no bautizados, miembros o no de la iglesia).

Ayudantes:
- Se deben seleccionar hermanos de buen testimonio, que su conducta sea digna del evangelio, que sean constantes en la congregación, que hayan sido discipulados en la Biblia y bautizados en las aguas para repartir la Cena del Señor.
- Los ayudantes deben ser sabios y considerar lo siguiente:
* Tener una actitud prudente y amorosa; sin emitir juicios o tener gestos de desprecio hacia nadie.
* Los niños no deben participar.
* Los inconversos no deben participar.
* Los no bautizados no deben participar.
* Los que son bautizados de otras congregaciones y asisten regularmente a la iglesia pero que todavía no son miembros en plena comunión, pueden participar.
* Si hay creyentes que nos visitan de otras congregaciones y no los conocemos pero son bautizados y consideran que están aptos para participar, lo pueden hacer.
* No repartir la bandeja a otros hermanos para pasarla por una hilera sino acercarse a cada creyente que va a participar y entregarle personalmente el pan y el vino.

Lugar:
- El acto puede realizarse en un templo o en un lugar acordado y adecuado.

Símbolos:
- Cuando Jesucristo dijo: “Yo soy la vid” (Jn. 15:1), sabemos que esto no significa que Cristo sea una vid material, sino una vid espiritual. Y esto es cierto en cuanto a muchas declaraciones de Cristo: “Yo soy la luz del mundo”, “Vosotros sois la sal de la tierra”, “Yo soy el camino” y muchas otras. No son declaraciones de realidades materiales sino espirituales, pero siempre enseñan verdades muy importantes. Es lo mismo en relación con el pan y el fruto de la vid en la Cena del Señor.
- El pan representa el cuerpo inmolado, partido, quebrantado por nuestros pecados y para nuestra salvación. El pan no es FISICAMENTE el cuerpo de Cristo. Obviamente, cuando Cristo dice “esto es mi cuerpo” se trata de una ilustración espiritual (no material).
- El vino representa la sangre de Cristo, derramada para nuestra salvación (1 Cor. 10:16). El fruto de la vid no es FISICAMENTE la sangre de Cristo. Asimismo, cuando Cristo dice “esto es mi sangre”, se trata de una ilustración espiritual (no material). La Biblia dice sencillamente “fruto de la vid” (Mt. 26:29; Mr. 14:25; Lc. 22:18). No dice “vino” en ningún texto (aunque se usa este término para hablar del fruto de la vid). Por tanto, definitivamente NO es vino fermentado. El jugo de la uva cumple el requisito.
- El sabor artificial de uva que llevan los refrescos NO es el “fruto de la vid” sino un producto netamente artificial. No debemos cambiar la posición bíblica y usar elementos extraños en la Cena del Señor. El jugo de uvas (“fruto de la vid”) y el pan sin levadura son los elementos autorizados en las Escrituras. ¿Por qué vamos a cambiar algo tan sencillo?
- El pan debe ser preparado sin levadura y puede partirse en pequeñas porciones para que sea consumido rápidamente.
- El vino debe ser nuevo y fresco; se prepara con uvas de buena calidad y se reparte en pequeñas copas.

Organización:
- Si van a darle participación a músicos y cantores, se recomienda un ensayo previo para verificar que hay una preparación adecuada; no sea que tengan sorpresas por personas sin experiencia o que la deficiencia musical arruine la solemnidad de esta ordenanza bíblica.
- El uso de cánticos alrededor de la Cena es una bendición y la Biblia señala que en la Última Cena, el Señor y sus discípulos cantaron (Mt. 26:30; Mr. 14:26). Según el Talmud (una recopilación de interpretaciones y tradiciones judías), los judíos acostumbraban cantar los Salmos del 113 hasta el 118 en conexión con “la pascua de Jehová, llamándolos “el gran Hallel”, es decir, la gran alabanza. Esto no se debe tomar como un mandamiento pero la Cena del Señor es un momento propicio para alabar al Señor (con cánticos o en oración). Esto lo deciden el pastor local y los líderes de la iglesia.
- No se recomienda recoger ofrenda después de la Cena; es mejor hacerlo antes porque así los creyentes van a estar todo el tiempo enfocados en la Cena hasta cuando termine el acto. En algunas iglesias se ha visto que cuando se recoge la ofrenda después de la Cena, muchos se distraen y se pierde la atención por estar buscando la ofrenda en la cartera o en el bolsillo.
Como regla general, se podría recoger la ofrenda antes o después de la predicación, la cual siempre debe estar antes de la Cena del Señor.

Protocolo:
- El ministro debe preparar sus palabras de forma anticipada y en este sentido, existen muchos manuales para celebrar la Cena del Señor que darán recomendaciones sobre las frases más indicadas para esta ocasión; sin embargo, todo debe hacerse con naturalidad, autenticidad y bajo la guianza del Señor. En estos casos siempre es recomendable orar a Dios por su gracia y favor para que todo salga muy bien y que la bendición del Señor sea sobre todos.
- La reunión se debe conducir de la siguiente manera:
* Citar referencias bíblicas sobre la Cena del Señor.
* Orar, dando gracias por su misericordia.
* El pastor principal, el oficiante o las personas encargadas entregarán los elementos a los ayudantes en bandejas con panes y los vasos con el vino a medida que se van repartiendo a la congregación.
* Primero se reparte el pan y luego se reparte el vino.
* Tomar el pan, dar gracias, pronunciar las palabras de la ordenanza, partir el pan y repartirlo a los asistentes que desean participar.
* Tomar la copa, dar gracias, repetir las palabras de la ordenanza y repartir las copas.
* Debemos dar gracias antes de comer el pan y también antes de tomar el vino como lo hizo Jesús (Lc. 22:19). Notemos que cada componente de la Cena tiene un significado particular. Cada uno merece que le demos la importancia especial que le corresponde. Entre las distintas formas de realzarlos individualmente figura el dar gracias por el pan, y luego, mediante otra oración, dar gracias por el vino. No tenemos afán… así honramos las Escrituras y a Cristo, siguiendo su ejemplo. Ese fue el modelo de Cristo. Asimismo, debemos de repartir el pan, luego de dar gracias y después repartir el vino, luego de dar gracias.
* Los participantes comen de pan y toman del vino en silencio mientras estamos en un momento de oración y agradecimiento al Señor por su obra en la cruz.
* Se pueden entonar cánticos asociados a esta ocasión.
- La oración debe ser dirigida por el oficiante, quien a su vez explica los símbolos y los principios bíblicos relacionados con la Cena del Señor.
- En las oraciones realizadas es importante que pidamos al Señor que nos santifique cada vez más por medio de su sangre, de su Espíritu y de su palabra que son los instrumentos que Dios usa para limpiarnos de todo pecado delante de él.
- No es conveniente hacer oraciones largas en este acto; sería suficiente realizar oraciones espirituales, acordes con el momento y de corazón. La idea no es llamar la atención de nadie sino honrar a Cristo y edificar a los oyentes.
- En estas oraciones públicas no se deben presentar otras peticiones que están fuera del propósito de la Cena (peticiones por enfermos, intercesiones por la obra evangelística de la iglesia, plegarias por situaciones problemáticas que aquejen a algunos de la congregación, oraciones personales, etc.); más bien, se pueden hacer en otra ocasión (y mejor antes del acto). Si algún creyente necesita una oración especial puede solicitarla antes de la reunión de la iglesia local y se presentará al Señor en su momento.
- Debemos tener cuidado en seguir el orden bíblico para no desviar la atención de la gente de la ordenanza. En la oración debemos tener cuidado de usar palabras que confundan la gente. No pida la bendición de Dios sobre la copa o el pan con palabras que dan la impresión de que los elementos serán cambiados milagrosamente. No debemos alimentar conceptos supersticiosos y errados sobre los elementos de la Cena.
- No tenemos que llenar cada momento con palabrería; es mejor dejar momentos de silencio para la gente reflexionar sobre el gran sacrificio de Cristo. Que calle el hombre mientras que Dios habla a través del símbolo. Esto llega a ser aún más obvio si recordamos que la ordenanza consiste de dos partes: la presentación de los símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo y el acto de comer y beber como la aplicación personal del participante. Administrada debidamente, la Cena del Señor es uno medio precioso que Dios usa para inspirar el corazón y elevar la vida de la iglesia. Dejemos que el Espíritu Santo guíe los corazones y nos fortalezca en fe, amor, unidad y fidelidad a Cristo.a