c. Sepultura de los muertos
I. ¿Entierro o cremación?
La muerte siempre ha sido
aceptada como un acontecimiento negativo. Fue impuesta sobre la especie humana
a consecuencia del pecado. Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios en el
antiguo paraíso del Edén, inmediatamente recibieron la sanción divina: la separación
de Dios (Rom. 5:12). Esta separación, aunque inicialmente fue espiritual,
afectó el cuerpo, el alma, y el espíritu. Espiritualmente, el hombre perdió el
derecho de tener comunión con Dios; estaba muerto espiritualmente. Pero el
cuerpo también sufrió, en el sentido de que adquirió las propiedades de la
corrupción, comenzó a deteriorarse y experimentó la muerte.
A través de los años,
muchos factores han afectado la decisión del hombre acerca de qué hacer con el
cuerpo después de la muerte. Estos factores incluyen la posición económica de
la familia, el estatus del individuo, el clima del país, la salud, las medidas
sanitarias, la estética, y las creencias religiosas. Aquí surge el antiguo
debate entre entierro y cremación. Los factores mencionados anteriormente
contribuyen a las decisiones que cada individuo y cada familia tomarán al
respecto.
La Biblia, sin embargo, no
contesta en ninguna parte la pregunta relativa al método para disponer del
cadáver. Preguntas de tipo moral y religioso surgen en relación al derecho de
destruir el cadáver mediante la incineración de los restos. Estas preguntas, en
última instancia, solo pueden ser contestadas por la conciencia del individuo o
de la familia. La Biblia permanece en silencio en cuanto a la técnica correcta.
La Biblia es clara con
respecto a la muerte del cuerpo: “Con el
sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella
fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gn. 3:19).
En los tiempos bíblicos, se
mencionan las sepulturas en tumbas, cuevas, o en la tierra, que eran las formas
comunes de disponer de un cuerpo humano (Gn. 23:19; 35:4; 2 Crón. 16:14; Mt.
27:60-66). Mientras que los entierros eran una práctica común, en ninguna parte
la Biblia ordena que éste sea el único método permitido para disponer de un
cuerpo.
¿Qué dice la Biblia acerca
de la cremación?
En realidad, la Biblia no
da una enseñanza específica acerca de la cremación. Hay menciones en el AT de
personas que fueron quemadas al morir (1 Rey. 16:18; 2 Rey. 21:6), y de huesos
humanos siendo quemados (2 Rey. 23:16-20), pero ninguno de éstos son ejemplos
de cremación. Es interesante notar en 2 Rey. 23:16-20, que al quemar los huesos
humanos sobre un altar, éste era profanado. Al mismo tiempo, en ninguna parte
la Ley del AT condena el que un cuerpo humano sea quemado y tampoco confiere
ninguna maldición o juicio sobre alguien que es cremado.
La cremación fue practicada
en los tiempos bíblicos, pero no era comúnmente practicada por los israelitas o
por los creyentes en el NT.
La práctica de quemar el
cuerpo del muerto viene del paganismo (contexto fuera de la cosmovisión
judeocristiana) y esto puede generar muchas dudas en quienes leen la Biblia
pero debemos saber que no todo lo que proviene de ese trasfondo es pecaminoso
ante los ojos de Dios si lo comparamos con los principios bíblicos.
Según las culturas
antiguas, el cuerpo era visto como malo y lo espiritual solamente era lo bueno;
por eso quemaban la “jaula” donde estaba el espíritu y que fuese libre por fin
de esa agonía carnal. Por otro lado, el judío y el cristiano afirman ambos la
resurrección al final de los tiempos que es cuando Dios glorifica a aquel que
confió en él. Por esto era que sepultaban a las personas, guardaban sus huesos
en osarios, y nosotros hoy día enterramos los muertos. Esta es una tradición de
origen judeocristiano. Dios tomará esos restos y resucitará a esa persona en
cuerpo glorificado, como hizo con Jesús.
A pesar de estos
antecedentes históricos y culturales, no existe un mandamiento en las
Escrituras en contra de la cremación.
La cremación, aunque sigue
siendo una práctica polémica, sin embargo, es extensamente realizada a través
del mundo. Para aquellos que están a favor de la cremación, ofrece los
siguientes beneficios:
- Todo el proceso de
cremación, ya sea que incluya un servicio religioso o solo la incineración del
cadáver, es mucho más económico que un entierro, aunque se utilice un ataúd o
una caja.
- Para aquellos dados a
cavilar sobre la apariencia final, el proceso de cremación ofrece un proceso
purificador y rápido. Esto ayuda a las personas a desterrar el pensamiento del
cuerpo yaciendo por décadas en la tierra, sufriendo un lento proceso de
descomposición.
- Las cenizas, como se le
llama a los restos cremados, pueden permanecer en la casa, en un moderno
receptáculo o urna, ofreciéndole así a la familia la oportunidad de recordar al
ser querido diariamente.
Las personas que están a
favor de los entierros enfatizan la importancia del cuerpo humano y valoran el
hecho de que el entierro deja el cuerpo intacto. Para ellos, el entierro
proporciona a los deudos la oportunidad de recordar a la persona en la tumba o
en el nicho por más tiempo y los funerales proporcionan dignidad a aquellos que
son enterrados, y los que promueven el proceso del entierro afirman que el
cuerpo le pertenece a Dios y que ningún hombre lo destruya.
¿Cómo resucitará el cuerpo?
- La esperanza del
creyente, ya sea que sometamos nuestros restos para ser sepultados o
incinerados, es que el cuerpo que es sepultado o incinerado no es el cuerpo que
finalmente morará con el Señor, sino que éste será resucitado en un cuerpo
inmortal (1 Cor. 15:35, 37, 42-44).
- Nadie necesita
preocuparse acerca de que el cuerpo será destruido y que por esto no podrá
participar de la resurrección; de todas maneras, al morir, el cuerpo se deshace
y se vuelve polvo. El cuerpo que esté sepultado se descompondrá lentamente y el
que es cremado se quemará rápidamente, pero en ambos casos se vuelven polvo.
- Dios resucitará el cuerpo
de todos sus hijos y será un cuerpo glorioso e incorruptible para morar con él
por siempre (1 Cor. 15:26). En cuanto a los pecadores impenitentes, Dios
también resucitará su cuerpo para presentarse ante el juicio final y luego
serán lanzados al lago de fuego por toda la eternidad (Ap. 20:11-15). En ambos
casos, habrá un cuerpo inmortal resucitado y no un cuerpo de carne y hueso.
- El hecho de que el cuerpo
haya sido cremado no representa ninguna dificultad para que Dios lo resucite.
Asimismo, los cuerpos de los cristianos que murieron hace miles de años ya se
han convertido totalmente en polvo. Esto de ninguna manera evitará que Dios pueda
resucitar sus cuerpos. Dios es igualmente capaz de levantar los restos de una
persona que ha sido cremada, tanto como los restos de una persona que no lo
fue.
- Si pensamos un poco sobre
esta objeción, notaremos que le hemos puesto límites ilógicos al poder de Dios.
¿Qué pasaría con aquellas personas que fueron calcinadas por algún accidente?
¿Qué pasaría con los que fueron devorados por leones en el circo romano por
afirmar que Jesucristo es el Señor? ¿Qué pasa con aquellos cuyos cuerpos ya se
convirtieron en cenizas luego de muchos años de estar enterrados? ¿Acaso Dios
no podrá levantarles a ellos en la resurrección? ¿Qué impide que Dios recoja
cada molécula de cada cuerpo aunque haya sido regada por el planeta o por el
cosmos? ¿No es Dios lo suficientemente poderoso para hacerlo?
- Dios resucitará a esa
persona de la manera en que él lo hará… sea de los huesos o sea de las cenizas.
Dios es poderoso para hacerlo y quiere hacerlo (Jn. 5:24, 29).
CONCLUSIONES
- Pon tu vida en manos del
Señor y sabrás que tienes vida eterna junto a él (1 Jn. 5:11-13); los detalles
minúsculos de lo que sucederá con tu cuerpo no vienen al caso, sino a quién
decidiste creer y seguir mientras vivías.
- La pregunta sobre el
entierro o cremación está dentro del terreno de la libertad cristiana. Una
persona o familia que esté considerando esta decisión, debe orar por sabiduría
de Dios (Stg. 1:5) y seguir la convicción que tenga según su conciencia.
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