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jueves, 21 de septiembre de 2017

Ceremonias, sacramentos y sepultura de los muertos Parte III

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II. La presentación de niños

Nota: cuando se utilice el término “niños”, “hijos” o “menores” claramente se refiere a varones y mujeres al mismo tiempo.

Cada semana nacen millones de niños en el mundo entero pero muy pocos tienen la oportunidad de nacer en un hogar que practica los valores cristianos y vive de verdad para Dios; es más, muchos niños nacen en hogares cristianos pero sus padres no cumplen con todas las demandas bíblicas de criarlos en el camino del Señor, dedicarlos en oración, darles ejemplo y consejos basados en la palabra de Dios y guiarlos en su fe.

El valor de los hijos
- Desde el libro de Génesis fue el plan de Dios la reproducción y la multiplicación de la especie humana (capítulos 1 al 4). Obviamente, hay parejas que deciden no tener hijos o que por alguna situación de salud no pueden tener hijos. En estos casos, se puede orar a Dios, pedir su dirección, pedir un milagro, una sanidad, buscar un tratamiento médico especializado, tomar en adopción, etc.
- Los hijos son herencia de Jehová y son de gran valor ante los ojos de Dios (Sal. 127:3). Lamentablemente, hay niños que han sido rechazados por sus padres (desde el vientre o después de nacer), pero cuando la concepción toma lugar y la vida comienza, es una obra milagrosa de Dios; por tanto, los niños son un regalo de Dios y debemos amarlos, valorarlos, educarlos y cuidarlos como un tesoro precioso.
- Los hijos no son de nuestra posesión personal. Muchos padres y madres sentimos un amor muy grande por nuestros hijos porque tenemos un instinto natural de preservación que Dios pone en el corazón; es un afecto natural imprescindible para velar por su bienestar aunque no todos los padres lo desarrollan y lo usan; sin embargo, debemos recordar que no estamos criándolos para nosotros sino para Dios, para la sociedad y para una futura pareja con la cual formarán un hogar. Entonces, nuestros hijos no son nuestros, no nos pertenecen; ellos son puestos bajo nuestro cuidado y seguridad por un tiempo, aunque seguimos acompañándolos a través de los años.

Los hijos en el contexto de Israel
- En el AT, en el pueblo de Israel, el hogar era una institución divina donde los pequeños aprendían de sus padres la adoración a Dios, la ley, la conducta ética, además de sus fiestas y actividades como nación escogida por Dios. En este contexto, el Señor ordenó a su pueblo honrar a los padres porque ellos lo representaban en el hogar. El padre asumía el papel del sacerdote, transmitía la tradición histórica en la familia, además de contestar los interrogantes de sus hijos (Éx. 12:26); su respuesta era un reconocimiento de la acción salvadora de Dios para con su pueblo. Imitar a los padres hacía madurar a los hijos, más aún cuando al escucharles se mostraba obediencia. Los niños recibían las enseñanzas de sus padres, y se decía que los padres representaban la voz de Dios.
- Posteriormente, a través de los años, la educación pasó a ser más formal dentro de la sinagoga con un sistema más ordenado siendo la enseñanza religiosa en todos los aspectos; no obstante, la enseñanza empezaba por casa y al niño se le instruía para que aprendiera la Ley de Dios desde el hogar. La palabra exacta en la educación judía era “disciplina” a fin de que los niños en su educación formaran parte del pueblo santo de Dios (Pr. 13:24; 22:15).
- En el trasfondo judío, las escuelas no reemplazaban el hogar. La familia era la que educaba: la madre era la maestra de los hijos pequeños y de las niñas, y el padre debía enseñar a sus hijos varones la Ley, debía enseñarles un trabajo manual y traerlos al matrimonio. En este sentido, había una frase muy conocida en el medio judío que decía: “quienquiera que no enseñe a su hijo a comerciar, le enseña a robar”.
 -El gran mandamiento de la Biblia era la fuente de la enseñanza de los judíos: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt. 6:5; Mr. 12:30); además, Dios estableció el mandamiento del amor hacia los demás: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv. 19:18). Por otra parte, en los diez mandamientos estaba el amor, el respeto y la honra a los padres: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éx. 20:12), “maldito el que deshonrare a su padre o a su madre” (Dt. 27:16).
- Todos estos principios aplican para los creyentes del NT y son un ejemplo que la Biblia nos deja para que cultivemos todos los valores que enriquecen la vida y la familia porque vienen de parte de Dios para bendición del matrimonio y de los hijos.

¿Es bíblico bautizar a los niños?
Alguien quizás puede decir: “es que todos los niños deben bautizarse porque tienen el pecado que heredaron de sus padres y es necesario que sean bautizados por si acaso se mueren; de lo contrario, irán al limbo”
  
Objeción #1 - Nadie hereda el pecado de sus padres porque cada uno es responsable de sus propios pecados ante Dios (Ez. 18:20).

Objeción #2 - Según la Biblia, para bautizarse, la persona se debe arrepentir primero (Hch. 2:38; 8:37). En las Escrituras no encontramos una sola referencia a bautismo de bebés o niños, sino solamente personas que tenían la habilidad de entender el mensaje del evangelio. La Biblia muestra que las únicas personas que fueron bautizadas fueron aquellas que entendieron su condición espiritual (que eran pecadores y estaban muertos espiritualmente) y que confiaron en Jesucristo como su único Salvador (Hch. 2:41, 8:12 y 10:47, 48). Por ende, un niño no debe ser bautizado.

No se puede saber con certeza cuándo un niño llega a tomar conciencia de que es un pecador, que está condenado por el pecado y que necesita del Salvador. En algunos casos, este entendimiento se adquiere a temprana edad, pero esto depende de muchos factores: del lugar donde sea criado (cultura, costumbres, religión, patrones morales), de los padres y los familiares que le rodean, de la influencia de la sociedad, del acceso que tenga a medios de comunicación, etc. Es por esta razón que no se puede fijar con exactitud la edad cuando los niños toman conciencia de su necesidad de salvación o cuándo pueden ser bautizados, pero en general, la iglesia no debería bautizar niños sino esperar que ellos tengan madurez psicológica, emocional y espiritual para tomar esta decisión. Como regla general, en la IGLESIA CRISTIANA SIÓN hemos determinado que un creyente debe tener al menos 12 años de edad para ser bautizado, pero obviamente debe tener la madurez psicológica, emocional y espiritual que este acto requiere y debe contar con el consentimiento de sus padres.

Objeción #3 - Los niños son del Señor. Si ellos llegan a morir pequeños, van directo al cielo; en esto no debe de haber ninguna duda porque Jesús mismo dice que de ellos es el reino de los cielos (Mt. 19:14). Por otra parte, no existe el limbo porque la Biblia no menciona este lugar en ninguna parte y mucho menos afirma que los niños que no se bautizan reciban algún castigo en vida o después de la muerte.

¿Qué referencias bíblicas se pueden usar acerca de la presentación de niños al Señor?
- Es importante aclarar que no hay un mandato bíblico que nos exija presentar a nuestros hijos en la iglesia; sin embargo, hay principios bíblicos que respaldan este acto como un reconocimiento a Dios y con el fin de consagrar a nuestros hijos para él. En esta ceremonia la motivación es glorificar a Dios y darle honra, poniendo en oración la vida de nuestros pequeños para que el Señor los reciba en sus manos y haga en ellos su perfecta voluntad.
- Dios pidió al pueblo de Israel que consagraran y dedicaran a todo primogénito o primer hijo (Éx. 13:2, 12). Este acto estaba basado en la ley de Moisés en la cual se presentaba al Señor a todo primogénito como una manera de reconocer a Dios como el dador de la vida.
- La madre de Samuel lo dedicó al Señor desde antes de que quedara en embarazo (1 Sam. 1:27, 28). Samuel fue usado por Dios de una manera maravillosa en comparación con otros hombres de su generación y en parte, la oración y la dedicación de su madre marcaron la diferencia. Ella le pidió a Dios que le diera un hijo, y ella hizo un voto a Dios de dedicarle su hijo a él para servirle. Dios usó al niño que le fue dedicado a él y la nación de Israel fue bendecida a través de la vida de Samuel. Que Dios nos ayude a dedicar nuestros hijos e hijas al Señor para su servicio y que él cumpla su propósito con ellos.
- José y María, la madre de nuestro Señor Jesucristo, cumplieron con la ley de Moisés, y trajeron a su hijo al templo en Jerusalén para presentarlo a Dios (Lc. 2:21-24).
- Cristo amaba mucho a los niños y en Mr. 10:13-16 leemos que le presentaban niños para que los tocase y él los bendecía. Si Jesús daba tanta atención a los niños, la Iglesia de Cristo también debe hacerlo y es por eso que en toda iglesia cristiana debe crearse un ministerio de enseñanza exclusivo para los niños.
- Presentar a un niño no es un sacramento, ni imparte gracia o salvación a un niño. La salvación viene solamente por la fe en Jesucristo, cuando la persona reconoce su pecado, recibe el perdón y la vida eterna a través de Cristo y su obra en la cruz; sin embargo, mientras el niño viva tiene acceso al reino de Dios si muere, pero cuando crezca, experimentará el pecado y necesitará arrepentirse y poner su fe en Cristo para salvación.
- En lugar de bautizar a los bebés o niños, debemos animar a los padres cristianos a presentar a sus hijos (no a todos los creyentes nuevos y simpatizantes que lleguen a la iglesia con sus hijos; es mejor que ellos primero afirmen su corazón en Cristo y den frutos, para luego asumir el compromiso de guiar a sus hijos en el evangelio). Cuando ellos decidan presentarlos, entonces harán un compromiso público para guiar a sus hijos según el plan de Dios.

Contexto histórico del NT
Era costumbre de los rabinos el bendecir a los niños y era algo muy natural que las madres judías quisieran que sus hijos fueran bendecidos por un rabí importante y renombrado. Los llevaban ante alguna personalidad, especialmente en el primer cumpleaños del niño. Así fue como los padres trajeron a los pequeños a Jesús para que los bendijera (a los padres y a los hijos).

Jesús presentó los niños ante el Padre, los sostuvo en sus brazos, oró por ellos pero no los bautizó ni dejó instrucciones para hacerlo. Jesús no bautizó ni siquiera adultos (Jn 4:1, 2), y los discípulos no hubieran estorbado a los candidatos al bautismo. Simplemente, los padres pedían su bendición especial para sus pequeños, y él estuvo gustoso de concederles su petición.

Estos niños fueron llevados por los padres o por algún adulto responsable hacía Jesús con la intención de que los tocase. Muchos han querido relacionar esta acción con el Bautismo, pero debemos saber que en la Edad Media y hasta el día de hoy se ha hecho uso del texto de Mr. 10:13-16 en muchas liturgias bautismales. Se cree que esta historia fue el motivo para dar paso al bautismo de niños en la Iglesia Católica.

Solo comprendemos en toda su plenitud este pasaje si analizamos cuándo sucedió: recordemos que Jesús marchaba hacia la cruz y él sabía todo lo que tendría que padecer. Fue en momentos como ese cuando encontró tiempo para dedicar a los niños al Padre. Aún con semejante tensión en su mente tuvo tiempo para alzarlos en brazos, para defenderlos y sonreírles y quizás también para jugar con ellos. Esa es justamente la razón por la cual los discípulos trataron de alejar a los niños. No es que fueran hombres antipáticos y groseros. Querían proteger a Jesús. No comprendían qué era exactamente lo que ocurría pero veían con toda claridad que tenían una tragedia por delante y percibían la tensión que embargaba a Jesús. No querían que nadie lo molestara. No podían concebir que Jesús quisiera tener a los niños cerca suyo en momentos como ese, pero hasta en esa circunstancia Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a mí”. Esto nos dice mucho acerca de Jesús: era la clase de persona que se interesaba por los niños y por la familia. No pudo haber sido una persona severa, melancólica y triste. Su persona ha de haber tenido un cálido resplandor. Debe haber sido un hombre de sonrisa fácil y de risa alegre.

Marcos resalta tres actitudes de Jesús en su trato hacía los pequeños:
- “tomándolos en los brazos”… sobresale la ternura de Jesús hacia los pequeños.
- “poniendo las manos sobre ellos”… refleja su cuidado y protección.
- “y los bendecía”… demuestra su interés y su amor por ellos.

El texto no dice nada acerca de las palabras que Jesús manifestaba al momento de colocar sus manos sobre ellos, pero de seguro eran palabras de amor, afecto y esperanza para estos niños.

¿Qué era lo que valoraba Jesús en los niños que era de tanta importancia?
- La HUMILDAD. Hay niños exhibicionistas pero son los menos y casi siempre esto se asocia a un trato equivocado por parte de los adultos. Por lo general, el niño se siente confundido por la prominencia y la publicidad. Aún no ha aprendido a pensar en términos de posición, orgullo y prestigio, y si lo hace, es estimulado por lo que ve a su alrededor (la conducta de padres, familiares y personas cercanas, los medios de comunicación, etc.). Aún no se preocupa tanto por su propia importancia (estos elementos los aprende con el tiempo y en la sociedad).
- La OBEDIENCIA. Es cierto que con frecuencia el niño es desobediente pero, por más paradójico que parezca, en él hay mayor inclinación a dejarse llevar por la autoridad y las normas porque su carácter es modelable, sensible y abierto; aún no ha aprendido el orgullo y la falsa independencia que separan al hombre de su prójimo y de Dios.
- La CONFIANZA. En una etapa de su vida, el niño cree que su padre lo sabe todo y que siempre tiene razón. El niño percibe instintivamente su propia ignorancia y desamparo y confía en aquel que, según su opinión, sabe más que él. Por ende, el niño deposita confianza en la gente que le rodea. Es algo que caracteriza de manera exclusiva al niño: no piensa que alguien puede ser una mala persona (hasta cierta edad que ya va conociendo la maldad y el engaño), pero puede hacerse amigo de un desconocido rápidamente. Un niño puede acercarse a un desconocido y pedirle que le ate el cordón del zapato (sin pensar que pueda hacerle daño). El niño no ha aprendido a sospechar del mundo; sigue pensando lo mejor posible sobre los demás. A veces, esa confianza lo conduce al peligro porque hay personas que no la merecen en absoluto y que abusan de ella, pero eso no impide que la confianza del niño sea algo muy hermoso.
- El niño tiene una memoria de corto alcance. Aún no ha aprendido a experimentar sentimientos de venganza y rencor. Inclusive cuando se le trata sin justicia. ¿Y quién de nosotros no es injusto con sus hijos a veces? El niño olvida fácilmente las ofensas y lo hace tan rápido que ni siquiera necesita perdonar.
- En el pasaje de Marcos, vemos a Jesús corrigiendo la idea errónea que existía en ese contexto de que los niños no eran útiles para la sociedad porque no tenían nada que ofrecer; además, en esos tiempos, como fue hasta años muy recientes, los niños no eran considerados como parte de la sociedad. Es de anotar que, hasta principios del siglo XIX, los niños eran marginados en todos los países del mundo, la pedofilia no era condenada por la ley de los hombres, y a los huérfanos, el único refugio que les otorgaba la sociedad, era las cárceles junto a los delincuentes. Por tanto, Jesús, siendo su Creador (Col. 1:15-17), muestra que ellos han sido creados a su imagen y los usa como ejemplo de con qué actitud debemos de venir a él porque ellos son modelos ideales para todos los que pertenecen a Jesús: son humildes, receptivos, dependientes de otros y llenos de vitalidad.

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