La historia de Israel continúa
Un rasgo interesante en la
historia del reino de Israel es la aparición de dos singulares profetas, Elías
y Eliseo. Ellos procuraron llamar a los idólatras israelitas a regresar a la
adoración del Dios verdadero, pero su éxito fue limitado.
El reino del sur, o de
Judá, fue gobernado por una sola dinastía, la de David. Terminó en el 586
a.C. con la caída de
Jerusalén en las manos de los babilonios. Con la excepción de los 80 años de
independencia bajo los macabeos (142-63 a.C.), no hubo una nación independiente
de Israel desde el 586 a.C. hasta el 1948 d.C. cuando se estableció el nuevo
estado de Israel.
Los dos libros de Crónicas
abarcan un período mucho mayor que el de los libros de Reyes. De hecho, las
tablas genealógicas de los primeros nueve capítulos comienzan con Adán. La
narración histórica empieza con la muerte de Saúl. El resto de 1 Crónicas se
ocupa del reinado de David. Por otro lado, 2 Crónicas narra el reinado de
Salomón y nos lleva a través del período de reino dividido. Pero los últimos dos
versículos (2 Crónicas 36:22, 23), dan cuenta del decreto de Ciro referente al
regreso de los desterrados judíos a Judá (538 a.C.). Es obvio, pues que los
libros de Crónicas no se escribieron sino hasta después del cautiverio
babilónico. En verdad reflejan en sus primeros capítulos el interés
intensificado en las genealogías que caracterizó al período del
post-cautiverio, debido a que para ser recibidos, los desterrados que
regresaban a su tierra, tenían que comprobar su linaje judío. Este mismo rasgo
tiene prominencia en los dos libros siguientes, Esdras y Nehemías.
Esdras comienza en el punto
en que termina 2 Crónicas que es el decreto de Ciro (Esdras 1:4), y fue seguido
prontamente (536 a.C.) con el primer regreso del cautiverio babilónico bajo
Zorobabel (cap. 2). El detalle principal de Esdras presentado aquí es la
reedificación del templo
(caps. 3-6). El segundo
grupo regresó (458 a.C.) también bajo el mismo Esdras (caps. 7-8). Su
preocupación principal fue la restauración de la verdadera adoración a Dios
(caps. 9-10).
El libro de Nehemías fue
escrito en primera persona como sucede con algunos pasajes de Esdras (caps.
8-9). Nehemías viajó a Jerusalén (444 a.C.) con el propósito definido de
reedificar los muros de la ciudad que todavía estaban en ruinas.
La personalidad de estos
dos hombres es un estudio de contrastes. Cuando Esdras oyó que algunos de los
desterrados que habían regresado eran desobedientes a los mandamientos de Dios,
dijo él: “rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi
barba, y me senté angustiado en extremo” (Esdras 9:3). Pero cuando Nehemías se
enfrentó con la misma situación, declaró: “Y reñí con ellos, y los maldije, y
herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos” (Nehemías 13:25). Por
supuesto, Nehemías era el gobernador nombrado por el rey, mientras Esdras era
un sacerdote y escriba. Dios pudo emplear a los dos hombres tan diferentes
entre sí, para hacer una obra magna en su reino.
El libro de Ester pertenece
al período persa (post-exílico) en compañía de Esdras y Nehemías. Uno de sus
propósitos tal vez fue explicar el origen de la fiesta judía de Purim (Ester
9:26).
No hay manera alguna de
determinar con precisión cuando se escribió el libro de Job. Su ubicación era
en tierra de Uz (Job 1:1), lo que probablemente significa el gran desierto
sirio al este y noreste de la Palestina. En este libro de Job se trata del
problema universal y eterno del sufrimiento humano. En su forma literaria es un
drama majestuoso que discute el elevado tema del trato de Dios con los hombres.
Juntamente con Proverbios y
Eclesiastés, Job pertenece a los Libros de Sabiduría del A.T. Estos libros
tienen algunos puntos de semejanza bastante llamativos con la literatura
sapiencial del antiguo Egipto y de Babilonia.
Las Salmos constituyen el
himnario de los israelitas. Casi la mitad de los 150 salmos se atribuyen a
David, y la mayor parte de los demás son anónimos. Fueron compuestos
probablemente desde el tiempo de David hasta los tiempos del destierro.
El libro de Proverbios se
compone principalmente de los dichos sabios escritos por Salomón, 1:1; 10:1.
Los capítulos 25-29 fueron copiados por los escribas de Ezequías unos 200 años
más tarde (25:1). Los dos últimos capítulos se atribuyen a Agur y al rey Lemuel
respectivamente. Es obvio que los Proverbios son una antología de
recopilaciones de dichos sabios reunidos durante un período considerable de
tiempo.
Eclesiastés (o El
Predicador) se atribuye al hijo de David, rey de Jerusalén (1:1). Su tema
principal se declara desde el principio: “Vanidad de vanidades, dijo el
Predicador; vanidad de vanidades: todo es vanidad” (1:2). Esta es la vida sin
Dios debajo del sol (1:3); vanidad literalmente significa vacío.
El Cantar de los Cantares
también se atribuye a este rey (1:1). En lenguaje típico del oriente pinta los
goces del amor conyugal. Algunos consideran este libro como una alegoría de la
relación entre Dios y su pueblo.
El resto del A.T. consiste
en libros de profecía…
El ministerio de Isaías se
extendió desde aproximadamente 740 hasta 700 a.C. Isaías profetizó en el reino
del Sur o de Judá, y se piensa que
escribió este libro incomparable casi al final de este período. Hay que notar
que muchos eruditos insisten que los capítulos 40-66 fueron escritos por un
segundo autor durante el cautiverio en Babilonia, pero no hay en los
manuscritos ninguna evidencia para tal división. En el manuscrito de Isaías
descubierto entre los Rollos del Mar Muerto y cuya composición se fecha
aproximadamente en el año 125 a.C., todo el libro está presentado como una
unidad.
Oseas (750-736 a.C.) era un
contemporáneo de Isaías y profetizó en el reino septentrional de Israel. Hizo
un llamamiento dramático a Israel, cual esposa infiel de Jehová, para que
regrese a su verdadero esposo, renunciando a los dioses falsos.
Es posible que Amós haya
sido el primero de los profetas que escribieron sus mensajes. Su profecía fue
escrita más o menos en el año 760 a.C. Su énfasis mayor fue la justicia social.
El predicó en el reino norteño de Israel, especialmente en Betel, a solamente
18 kilómetros al norte de Jerusalén.
Las fechas entre las cuales
Miqueas ejercitó su ministerio profético fueron las mismas que las de Isaías
(740-700 a.C.). También profetizó en el reino de Judá, o del sur, juntamente con
Amós y atacó vigorosamente la opresión de los pobres.
Estos son los cuatro
profetas de la más grande edad profética, el siglo 8 a.C. Algunos incluyen a
Joel, Abdías y Jonás en este período.
Jeremías profetizó durante
los últimos 40 años del reino de Judá (626-586 a.C.). Suya fue la ingrata tarea
de advertir a la nación acerca del desastre inminente, y de verles hacer caso
omiso de su voz de alerta. Le han dado el apodo de profeta llorón. El libro de
Lamentaciones también se atribuye a Jeremías.
Ezequiel fue el profeta del
Señor a su pueblo en el cautiverio babilónico. Llevado en una de las primeras
deportaciones, ministró alrededor de unos 22 años (593-571 a.C.). Al igual que
Isaías y Jeremías, Ezequiel no solamente profetizó a sus compatriotas sino también
a las naciones extranjeras (estos son los tres libros proféticos más largos).
También presentó una descripción del estado futuro ideal de Israel. El libro es
apocalíptico en alto grado.
Del mismo modo que
Ezequiel, Daniel profetizó en Babilonia (606-536 a.C.). Los primeros seis
capítulos dan la historia de Daniel intercalada con visiones que tuvieron otras
personas. Los últimos seis capítulos dan las visiones que Daniel vio.
El libro de Daniel es el
apocalipsis del A.T., aunque hay elementos apocalípticos en otros libros, como
por ejemplo en Ezequiel.
Joel (del siglo 8 o quizás
del 4) describe vívidamente una espantosa plaga de langostas. Luego hace una
aplicación doble: al próximo castigo de Judá, y al día de Jehová, que es la
frase clave del libro.
Amós pertenece al siglo 8,
como probablemente sucedió con Abdías. Este libro de un solo capítulo tiene
como tema la destrucción de Edom, después de lo cual vendría la restauración de
Israel.
De acuerdo con 2 Reyes
14:25, el profeta Jonás ministró durante el reinado de Jeroboam II de Israel
(787-747 a.C.). Llamado por Dios para advertir a Nínive de su destrucción
inminente, trató de escaparse. Sin embargo, cuando Nínive se arrepintió, Jonás
se quejó. Así pues, el libro demuestra la insensatez del orgullo racial y a la
vez enseña el amor de Dios para toda la humanidad.
Después de Miqueas, el
defensor de los pobres, vino Nahum. La fecha de su ministerio se coloca
generalmente entre el 663 y el 612 a.C. Profetizó la destrucción de Nínive, la
cual aconteció en el 612 a.C. Después de mucho tiempo, Asiria, el antiguo
enemigo de Israel, fue castigado por sus pecados cuando cayó su ciudad capital.
Habacuc profetizó en el
mismo siglo 7 a.C., acerca de su fin (603). Anunció el próximo castigo de Judá
por los babilonios. El capítulo 3 de su libro es un himno de oración muy
parecido a los que se encuentran en el libro de los Salmos.
Sofonías (alrededor del 625
a.C.) tronó en contra de la idolatría de Judá. Pronunció juicios contra Judá y
las naciones extranjeras, pero presentó la esperanza de salvación para el
remanente que quedare fiel.
Hageo y Zacarías comenzaron
su ministerio en el mismo año (520 a.C.). En aquel año, Hageo dio cuatro
mensajes, todos relacionados con el mismo tema: la reconstrucción del templo.
Zacarías también se interesó en esto, como leemos en Esdras 6:14. Pero sus
profecías se extendieron de 520 a 518 a.C. Un aspecto notable de su libro
consiste en las ocho visiones que tuvo (1:7-6:15). Y como la mayoría de los
profetas, le dio énfasis a la justicia mas bien que al ritualismo.
Malaquías (alrededor de 450
a.C.) es el último libro del A.T. El nombre significa “mi mensajero”. Mirando
hacia adelante, cuatro siglos en el futuro, anunció el advenimiento del Mesías.
Los últimos 12 libros del
A.T. son llamados los Profetas Menores, no por carecer de importancia sino a
causa de su brevedad.