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Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

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viernes, 29 de agosto de 2014

El Verbo de Dios



En la Biblia, el término LOGOS o VERBO es usado 200 veces para indicar Palabra de Dios escrita y 7 veces para mostrar el carácter del Hijo de Dios (Jn. 1:1, 14; 1 Jn. 1:1, 5:7; Ap. 19:13)

CRISTO ES EL VERBO HECHO CARNE….

Cristo es el varón aprobado por Dios - Hch. 2:22
Cristo es el fundamento precioso y eterno de su pueblo - 1 Ped. 2:6, 7; 2 Ped. 1:3, 4
Cristo es la palabra divina que permanece para siempre - Sal. 119:89; 1 Ped. 1:23-25
Cristo es el Salvador - Heb. 7:25
Cristo es la verdad - Jn. 1:14; 14:6; Sal. 119:151
Cristo es la vida - Jn. 11:25; 14:6
Cristo es la luz - Jn. 1:4; 8:12; Pr. 6:23; Sal. 119:105
Cristo es admirable - Is. 9:6

ASÍ COMO LAS PALABRAS REVELAN EL PENSAMIENTO DE LOS HOMBRES, EL VERBO DIVINO ES LA EXPRESIÓN PERFECTA DE LA MENTE DE DIOS; POR TANTO…

Cristo es la palabra viva - Heb. 1:3
Cristo es la palabra escrita - Os. 8:12
Cristo es mensajero de Dios para bendecir - Hch. 3:26; Lc. 11:28
Cristo es la palabra fiel que nunca ha fallado ni fallará - 1 Jn. 3:5
El hombre que recibe la palabra de Cristo alcanza salvación - Jn. 1:12
El hombre que rechaza la palabra de Cristo será castigado por Dios - Jn. 3:18-21

LA BIBLIA ES…

Luz para nuestro entendimiento - Sal. 119:105
Espejo para nuestro conocimiento propio - Stg. 1:23
Espada para nuestro conflicto espiritual - Ef. 6:17
Miel para nuestro deleite - Sal. 19:10
Leche para nuestra nutrición - 1 Ped. 2:2
Alimento para nuestro fortalecimiento - Heb. 5:14
Martillo para nuestra obstinación - Jer. 23:29
Fuego para nuestra purificación - Jer. 23:29
Oro para nuestro enriquecimiento espiritual - Sal. 119:72
Semilla para nuestra siembra - Lc. 8:11


lunes, 25 de agosto de 2014

El mensaje de la Biblia - Parte II


La historia de la salvación
A pesar de que los libros de la Biblia fueron escritos por distintos hombres, en distintos sitios y en distintas épocas, sin embargo, todos los libros, ya sea en profecía, y en tipos o narraciones, unos en verso y otros en prosa, todos presentan un solo mensaje para el hombre: la salvación del hombre en la persona de Jesucristo.

La primera promesa del Salvador está en Gn. 3:15, donde se le llama "la simiente de la mujer". En el mismo capítulo se verifica el primer sacrificio, al sacrificar Dios animales para vestir con sus pieles a la primera pareja que había pecado. De ahí en adelante corre por toda la Biblia una vena de sangre… de sangre redentora. Los sacerdotes la anuncian con sus sacrificios, los profetas la proclaman con su mensaje y los salmistas la cantan con sus Salmos. Ese mensaje de redención que la Biblia proclama es anunciado en el A.T. por medio de las profecías y los tipos y en el N.T., por el relato del cumplimiento de esas profecías y tipos de la persona de nuestro Señor Jesucristo; es narrado en los Evangelios, predicado en los Hechos, explicado y analizado en las Epístolas y consumado en Apocalipsis.

CRISTO EN LA BIBLIA
Para que usted pueda tener una idea más clara en cuanto al lugar simbólico y profético que Cristo ocupa en cada libro de la Biblia, le damos a continuación la lista respectiva:

Génesis - La simiente de la mujer
Éxodo - El cordero pascual
Levítico - El sumo sacerdote
Números - La estrella de Jacob
Deuteronomio - Un profeta como Moisés
Josué - Un gran capitán
Jueces - Mensajero de Jehová
Ruth - El pariente más cercano
1 y 2 Samuel - Simiente de David
1 y 2 Reyes - Rey de Reyes
1 y 2 Crónicas - El verdadero Rey
Esdras - Libertador
Nehemías - Restaurador
Esther - Nuestro Mardoqueo
Job - Redentor resucitado
Salmos - El Ungido de Dios
Proverbios - La Sabiduría
Eclesiastés - El que está por encima del sol
Cantares - El Amado
Isaías - El profeta sufriente pero glorificado
Jeremías - Señor de justicia
Lamentaciones - Varón de dolores
Ezequiel - El sumo sacerdote
Daniel - El Rey eterno
Oseas - El esposo divino
Joel - El suministrador del Espíritu Santo
Amós - El Dios de Israel
Abdías - El Señor en Su Reino
Jonás - El profeta resucitado
Miqueas - El Mesías de Belén
Nahúm - Portador de buenas nuevas
Habacuc - El Señor en Su Santo Templo
Sofonías - El Señor en medio de Israel
Hageo - El deseado de las naciones
Zacarías - Profeta, Sacerdote y Rey
Malaquías - El sol de Justicia
Mateo - El Rey de los Judíos
Marcos - El Siervo
Lucas - El Hijo del Hombre
Juan - El Hijo de Dios
Hechos - Cristo en el cielo
Romanos - El Señor de Justicia
1 Corintios - El resucitado
2 Corintios - El todo suficiente
Gálatas - Nuestra libertad
Efesios - La Cabeza de la Iglesia
Filipenses - El Señor en el cielo
Colosenses - La plenitud de Dios
1 y 2 Tesalonicenses - El Rey que viene
1 y 2 Timoteo - El Poderoso
Tito - Dios nuestro Salvador
Filemón - El que paga nuestra deuda
Hebreos - Nuestro Sumo Sacerdote
Santiago - El Médico Divino
1 Pedro - El Cordero suficiente
2 Pedro - El Señor de la Gloria
1 Juan - El Hijo de Dios que viene
2 Juan - Hijo de Dios e Hijo del Hombre
3 Juan - La verdad divina
Judas - El Juez que viene
Apocalipsis - El que está sentado en el Trono

Se puede ver claramente que la Biblia es un libro Cristocéntrico porque Cristo es su plenitud, su eje principal, su interés y su finalidad.

De la Biblia puede decirse: "Porque la gloria de Dios la ilumina y la lumbrera de ella es el Cordero"

domingo, 24 de agosto de 2014

El mensaje de la Biblia - Parte I


La Biblia ha representado, y sigue representando hoy, un papel notable en la historia de la civilización. Muchas lenguas tienen forma escrita gracias al hecho de que se les ha ideado un alfabeto a fin de que la Biblia, en su totalidad o en parte, pudiese ser traducida a dichas lenguas y publicada en forma escrita. Y esto no es más que una pequeña muestra de la misión civilizadora de la Biblia en el mundo. Esta labor es resultado directo del mensaje central de la Biblia. Aunque parece sorprendente que se pueda hablar de un mensaje central en una colección de escritos que refleja la historia de la civilización en el Cercano Oriente a lo largo de varios milenios, pero tiene una idea central en efecto, y es el reconocimiento de este hecho lo que ha llevado a considerar a la Biblia como un libro, y no simplemente una colección de libros, así como el plural griego biblia (“libros”) se convirtió en el singular latino biblia (“el libro”).

El mensaje central de la Biblia es la historia de la salvación, y a través de ambos testamentos tres hilos pueden distinguirse en el desenvolvimiento de dicha historia: el portador de la salvación, el camino de salvación, y los herederos de la salvación. Esto podría expresarse en función del concepto del pacto, diciendo que el mensaje central de la Biblia es el pacto de Dios con los hombres, y que los hilos lo constituyen el mediador del pacto, la base del pacto, y el pueblo del pacto. Dios mismo es el Salvador de su pueblo; es él quien confirma su misericordia para con ellos de conformidad con el pacto. El portador de la salvación, el mediador del pacto, es Jesucristo, el Hijo de Dios, el Verbo hecho carne. El camino de salvación, la base del pacto, es la gracia de Dios, que provoca en su pueblo una respuesta de fe y obediencia. Los herederos de la salvación, el pueblo del pacto, están constituidos por el Israel de Dios o la iglesia de Dios; en otras palabras, todos aquellos que creen en Jesucristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y le reciben como su Salvador, entregando sus vidas para seguirle y obedecerle.

La continuidad del pueblo del pacto (el pueblo de Dios) entre el A.T. y el N.T. no parece muy clara al leer la Biblia traducida a nuestro idioma actual porque “iglesia” es una palabra exclusivamente neotestamentaria y, naturalmente, el lector piensa que se trata de algo que comenzó en el período del N.T. pero el lector de la Biblia griega no se encontraba con ninguna palabra nueva cuando leía ekklēsia en el NT; ya la había visto en la Versión Septuaginta LXX como una de las palabras utilizadas para denotar a Israel como la “asamblea” de Jehová. Por cierto que en el N.T. tiene un significado nuevo y más completo. Además, Jesús dijo: “edificaré mi iglesia” (Mt. 16:18), porque el pueblo del pacto anterior tenía que morir (a sus propias ideas y conceptos personales) con él a fin de resucitar con él a nueva vida, en la que desaparecían las restricciones nacionales (como un pensamiento netamente judío) y venia el evangelio para formar su carácter en Cristo. Así pues, Cristo mismo provee la continuidad vital entre la vieja Israel y la nueva (que es la Iglesia de Cristo), y sus fieles seguidores eran tanto el remanente justo de la antigua como el núcleo de la nueva.

El mensaje de la Biblia es el mensaje de Dios al hombre, comunicado “muchas veces y de muchas maneras” (Heb. 1:1), y finalmente encarnado en Cristo. Así, “la autoridad de la Sagrada Escritura, por la que debe ser aceptada y obedecida, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino enteramente de Cristo (quien es la verdad misma y el autor de ella); y por lo tanto ha de ser recibida, porque es la palabra de Dios” (Confesión de fe de Westminster, 1. 4).

El Dios que se revela en la Biblia ha intervenido en la historia humana para hacer de ella una historia santa. Los acontecimientos del A.T. anunciaban, prefiguraban y realizaban parcialmente lo que en el N.T. llegaría a su pleno cumplimiento. Si la Pascua de Cristo trae al mundo la plenitud de la salvación, la pascua de Moisés fue la aurora (el anuncio inicial) de nuestra salvación. La liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto preanunciaba asimismo la liberación de toda la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte. Este mismo movimiento de la historia continúa, se prolonga y se expande en la vida de la Iglesia, que escucha, vive y anuncia la Palabra hasta los confines de la tierra (Hch 1:8).  

jueves, 21 de agosto de 2014

Los libros de la Biblia - Parte III


Se Escribe el Nuevo Testamento
a. Las Epístolas de Pablo. En su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé establecieron varias iglesias en la provincia romana de Galacia (en Asia Menor, la Turquía moderna). Algún tiempo después, llegó a los oídos de Pablo que algunos judaizantes habían confundido a sus nuevos convertidos entre los gentiles, enseñándoles que para ser salvos tendrían que circuncidarse y guardar la ley de Moisés. Así pues, el apóstol les envió a esas iglesias una carta escrita en lenguaje enérgico, advirtiéndoles del peligro de caer de la gracia de Cristo en el hoyo del judaísmo legalista. Si Gálatas fue escrita alrededor del tiempo del Primer Concilio de Jerusalén (48 d.C.), es probable que haya sido el primero de los libros del N.T. (en cuanto al orden en que fueron escritos). Muchos eruditos optan por una fecha unos pocos años más tarde.
  
En su segundo viaje misionero, Pablo estableció una iglesia en Tesalónica. Cuando llegó a Corinto, escribió 1 Tesalonicenses con su énfasis doble de la santificación y la segunda venida de Cristo. Esto fue en el año 50 d.C. Se ha sostenido generalmente que éste fue el primer libro del N.T. 2 Tesalonicenses, escrito unos cuantos meses después, trata de otras inquietudes que tuvieron los creyentes con respecto a la segunda venida de Cristo.

En su tercer viaje misionero, Pablo pasó tres años en Éfeso. Mientras estuvo allí, escribió 1 Corintios (54 o 55 d.C.). En esta epístola trata de tres problemas en la iglesia de los cuales había recibido noticias (caps. 1-6), y de seis problemas más sobre lo que le habían escrito. Todos estos eran asuntos prácticos, pero con implicaciones cruciales.

Después de salir de Éfeso, Pablo escribió 2 Corintios en Macedonia, probablemente en Filipos (55 d.C.). Lamentablemente, tuvo que defender tanto su ministerio espiritual como su integridad personal frente a las críticas crueles de sus adversarios en Corinto. Fue la iglesia de Corinto la que le dio a Pablo más dolores de cabeza y angustia de corazón, en comparación con otras.

Es de suma importancia advertir que los primeros libros del N.T. no eran compendios de teología sistemática. Mas bien, eran cartas escritas por un ministro del evangelio a las iglesias que había fundado en sus viajes. Son cartas prácticas que tratan con la vida común del pueblo de Dios.

El atareado apóstol dedicó tres meses a una visita a Corinto (Hh. 20:3). Quería seguir al oeste hasta Roma, pero había estado reuniendo entre las iglesias gentiles una ofrenda para los pobres entre los cristianos judíos en Jerusalén. Se sentía obligado a regresar a la iglesia madre allí, para asegurarse de que esta ofrenda fuese recibida en un buen espíritu. La preocupación principal de Pablo en este respecto era su deseo de fusionar las iglesias judías y gentiles en una sola iglesia de Jesucristo. Por lo tanto, escribió la Carta a los Romanos (56 d.C.). En ella dio la exposición más amplia que hasta la fecha hubiera dado él de las grandes doctrinas del pecado, la justificación y la santificación. Quería estar seguro de que esta iglesia, en la capital del imperio romano, estuviera bien establecida en las verdades centrales del cristianismo.

Durante los dos años de su encarcelamiento en Roma (59-61 d.C.) Pablo escribió las cuatro Cartas de la Prisión:
- Filemón es un breve recado personal escrito a un cristiano amigo, dueño de esclavos, acerca de su esclavo fugitivo, Onésimo.
- Colosenses fue enviada a la iglesia que se reunía en la casa del mismo Filemón. Trata de la naturaleza y la persona de Cristo, un asunto de importancia capital en aquella parte del mundo. - Efesios probablemente era una carta circular, ya que en los tres manuscritos de mayor antigüedad, se omiten las palabras en Éfeso del encabezamiento. La carta fue enviada primero a la iglesia madre en Éfeso, pero a la vez fue destinada para las otras congregaciones de la provincia de Asia.
- Filipenses fue enviada a la iglesia macedonia de Filipos, que Pablo había fundado en su segundo viaje misionero. Es una expresión espontánea de gozo y gratitud. Aún en la cárcel, Pablo mantenía contacto con las iglesias.

1 Timoteo y Tito fueron escritos por Pablo, probablemente alrededor del 62 al 64 d.C., poco después de que fuera librado de su primer encarcelamiento en Roma. Arrestado nuevamente y colocado en una mazmorra, el apóstol escribió su última carta 2 Timoteo, advirtiéndole de la apostasía de los postreros días. Estas tres cartas son llamadas las Epístolas Pastorales porque tratan de problemas relacionados con el cuidado de las iglesias.

b. Las Epístolas Generales. Así se clasifican siete de las cartas del N.T., porque no se dirigieron a ninguna iglesia o individuo en particular. Al contrario de lo que sucedió con las cartas de Pablo, llevan el nombre de sus autores y no de sus destinatarios:
- Santiago probablemente fue la primera de este grupo. Algunos eruditos asignarían a esta epístola una fecha tan temprana como 45 d.C., lo cual la haría el primer libro del N.T., pero es más probable que haya sido escrito en la primera parte de la década del 60 al 70 d.C. y que Hebreos se escribiera a mediados de esa década.
- La carta a los Hebreos es considerada más como un sermón de exhortación que invita a los cristianos a permanecer fieles en la fe de Jesucristo, en medio de una situación adversa y presenta a Jesucristo como Sumo Sacerdote.
- 1 Pedro es otra carta del mismo período, aparentemente escrita en Roma. El apóstol procuraba animar a los creyentes en tiempos de persecución.
- La autenticidad de 2 Pedro ha sido asunto de debates muy reñidos, pero si aceptamos que el apóstol es el autor, tendría que haber sido escrita antes del año 68 d.C., el año de la muerte de Nerón, pues la tradición de la iglesia primitiva declara enfáticamente que tanto Pedro como Pablo murieron bajo Nerón (2 Pedro es apocalíptica en su naturaleza).
- Las tres Epístolas de Juan serán discutidas después.
- La de Judas es muy parecida al segundo capítulo de 2 Pedro.

c. Los Evangelios Sinópticos y los Hechos. Es correcto que los cuatro evangelios aparezcan al principio del N.T. porque dan los cimientos de nuestra fe en la vida, muerte, y resurrección de Jesucristo, pero no fueron los primeros libros en ser escritos. De hecho, el evangelio de Juan fue uno de los últimos libros escritos.

El evangelio de Marcos fue escrito por Marcos en Roma, bien hacia el final de la década del 50 al 60 d.C., o bien entre los años 65-70 d.C. (como generalmente se cree ahora).

Mateo fue escrito un poco después, quizá cerca del 60 d.C., o como la mayoría de los eruditos sostienen ahora, en la década del 70 al 80 d.C. Anteriormente, Lucas fue fechado entre 60-65 d.C. pero la opinión contemporánea le coloca alrededor del 80 d.C. Hechos apareció, o bien alrededor del 62 d.C. como antes se creía, o quizás alrededor del año 90 d.C.

d. Los Escritos Juaninos. Ahora se cree generalmente que el evangelio de Juan, las tres Epístolas de Juan y el Apocalipsis fueron todos escritos en la última década del primer siglo d.C. No sabemos si apareció primero el evangelio o las epístolas, pero el libro de Apocalipsis, con su cuadro del nuevo cielo y la nueva tierra, provee un clímax perfecto a toda la revelación divina encerrada en la Biblia.

El evangelio de Juan fue escrito para que sus lectores creyeran que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y como resultado de tal fe, para que tuvieran vida en él (20:31).

La primera epístola de Juan fue escrita a creyentes para que supieran que tenían la vida eterna (5:13).

El libro de Apocalipsis da una visión del Cristo glorificado en medio de su iglesia (cap. 1), seguido por mensajes a las siete iglesias de Asia (caps. 2-3), y una exhibición anticipada del futuro (caps. 4-22).

domingo, 17 de agosto de 2014

Los libros de la Biblia - Parte II


La historia de Israel continúa
Un rasgo interesante en la historia del reino de Israel es la aparición de dos singulares profetas, Elías y Eliseo. Ellos procuraron llamar a los idólatras israelitas a regresar a la adoración del Dios verdadero, pero su éxito fue limitado.

El reino del sur, o de Judá, fue gobernado por una sola dinastía, la de David. Terminó en el 586
a.C. con la caída de Jerusalén en las manos de los babilonios. Con la excepción de los 80 años de independencia bajo los macabeos (142-63 a.C.), no hubo una nación independiente de Israel desde el 586 a.C. hasta el 1948 d.C. cuando se estableció el nuevo estado de Israel.

Los dos libros de Crónicas abarcan un período mucho mayor que el de los libros de Reyes. De hecho, las tablas genealógicas de los primeros nueve capítulos comienzan con Adán. La narración histórica empieza con la muerte de Saúl. El resto de 1 Crónicas se ocupa del reinado de David. Por otro lado, 2 Crónicas narra el reinado de Salomón y nos lleva a través del período de reino dividido. Pero los últimos dos versículos (2 Crónicas 36:22, 23), dan cuenta del decreto de Ciro referente al regreso de los desterrados judíos a Judá (538 a.C.). Es obvio, pues que los libros de Crónicas no se escribieron sino hasta después del cautiverio babilónico. En verdad reflejan en sus primeros capítulos el interés intensificado en las genealogías que caracterizó al período del post-cautiverio, debido a que para ser recibidos, los desterrados que regresaban a su tierra, tenían que comprobar su linaje judío. Este mismo rasgo tiene prominencia en los dos libros siguientes, Esdras y Nehemías.

Esdras comienza en el punto en que termina 2 Crónicas que es el decreto de Ciro (Esdras 1:4), y fue seguido prontamente (536 a.C.) con el primer regreso del cautiverio babilónico bajo Zorobabel (cap. 2). El detalle principal de Esdras presentado aquí es la reedificación del templo
(caps. 3-6). El segundo grupo regresó (458 a.C.) también bajo el mismo Esdras (caps. 7-8). Su preocupación principal fue la restauración de la verdadera adoración a Dios (caps. 9-10).

El libro de Nehemías fue escrito en primera persona como sucede con algunos pasajes de Esdras (caps. 8-9). Nehemías viajó a Jerusalén (444 a.C.) con el propósito definido de reedificar los muros de la ciudad que todavía estaban en ruinas.

La personalidad de estos dos hombres es un estudio de contrastes. Cuando Esdras oyó que algunos de los desterrados que habían regresado eran desobedientes a los mandamientos de Dios, dijo él: “rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo” (Esdras 9:3). Pero cuando Nehemías se enfrentó con la misma situación, declaró: “Y reñí con ellos, y los maldije, y herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos” (Nehemías 13:25). Por supuesto, Nehemías era el gobernador nombrado por el rey, mientras Esdras era un sacerdote y escriba. Dios pudo emplear a los dos hombres tan diferentes entre sí, para hacer una obra magna en su reino.

El libro de Ester pertenece al período persa (post-exílico) en compañía de Esdras y Nehemías. Uno de sus propósitos tal vez fue explicar el origen de la fiesta judía de Purim (Ester 9:26).

No hay manera alguna de determinar con precisión cuando se escribió el libro de Job. Su ubicación era en tierra de Uz (Job 1:1), lo que probablemente significa el gran desierto sirio al este y noreste de la Palestina. En este libro de Job se trata del problema universal y eterno del sufrimiento humano. En su forma literaria es un drama majestuoso que discute el elevado tema del trato de Dios con los hombres.

Juntamente con Proverbios y Eclesiastés, Job pertenece a los Libros de Sabiduría del A.T. Estos libros tienen algunos puntos de semejanza bastante llamativos con la literatura sapiencial del antiguo Egipto y de Babilonia.

Las Salmos constituyen el himnario de los israelitas. Casi la mitad de los 150 salmos se atribuyen a David, y la mayor parte de los demás son anónimos. Fueron compuestos probablemente desde el tiempo de David hasta los tiempos del destierro.

El libro de Proverbios se compone principalmente de los dichos sabios escritos por Salomón, 1:1; 10:1. Los capítulos 25-29 fueron copiados por los escribas de Ezequías unos 200 años más tarde (25:1). Los dos últimos capítulos se atribuyen a Agur y al rey Lemuel respectivamente. Es obvio que los Proverbios son una antología de recopilaciones de dichos sabios reunidos durante un período considerable de tiempo.

Eclesiastés (o El Predicador) se atribuye al hijo de David, rey de Jerusalén (1:1). Su tema principal se declara desde el principio: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades: todo es vanidad” (1:2). Esta es la vida sin Dios debajo del sol (1:3); vanidad literalmente significa vacío.

El Cantar de los Cantares también se atribuye a este rey (1:1). En lenguaje típico del oriente pinta los goces del amor conyugal. Algunos consideran este libro como una alegoría de la relación entre Dios y su pueblo.

El resto del A.T. consiste en libros de profecía…

El ministerio de Isaías se extendió desde aproximadamente 740 hasta 700 a.C. Isaías profetizó en el reino del Sur  o de Judá, y se piensa que escribió este libro incomparable casi al final de este período. Hay que notar que muchos eruditos insisten que los capítulos 40-66 fueron escritos por un segundo autor durante el cautiverio en Babilonia, pero no hay en los manuscritos ninguna evidencia para tal división. En el manuscrito de Isaías descubierto entre los Rollos del Mar Muerto y cuya composición se fecha aproximadamente en el año 125 a.C., todo el libro está presentado como una unidad.

Oseas (750-736 a.C.) era un contemporáneo de Isaías y profetizó en el reino septentrional de Israel. Hizo un llamamiento dramático a Israel, cual esposa infiel de Jehová, para que regrese a su verdadero esposo, renunciando a los dioses falsos.

Es posible que Amós haya sido el primero de los profetas que escribieron sus mensajes. Su profecía fue escrita más o menos en el año 760 a.C. Su énfasis mayor fue la justicia social. El predicó en el reino norteño de Israel, especialmente en Betel, a solamente 18 kilómetros al norte de Jerusalén.

Las fechas entre las cuales Miqueas ejercitó su ministerio profético fueron las mismas que las de Isaías (740-700 a.C.). También profetizó en el reino de Judá, o del sur, juntamente con Amós y atacó vigorosamente la opresión de los pobres.
Estos son los cuatro profetas de la más grande edad profética, el siglo 8 a.C. Algunos incluyen a Joel, Abdías y Jonás en este período.

Jeremías profetizó durante los últimos 40 años del reino de Judá (626-586 a.C.). Suya fue la ingrata tarea de advertir a la nación acerca del desastre inminente, y de verles hacer caso omiso de su voz de alerta. Le han dado el apodo de profeta llorón. El libro de Lamentaciones también se atribuye a Jeremías.

Ezequiel fue el profeta del Señor a su pueblo en el cautiverio babilónico. Llevado en una de las primeras deportaciones, ministró alrededor de unos 22 años (593-571 a.C.). Al igual que Isaías y Jeremías, Ezequiel no solamente profetizó a sus compatriotas sino también a las naciones extranjeras (estos son los tres libros proféticos más largos). También presentó una descripción del estado futuro ideal de Israel. El libro es apocalíptico en alto grado.

Del mismo modo que Ezequiel, Daniel profetizó en Babilonia (606-536 a.C.). Los primeros seis capítulos dan la historia de Daniel intercalada con visiones que tuvieron otras personas. Los últimos seis capítulos dan las visiones que Daniel vio.

El libro de Daniel es el apocalipsis del A.T., aunque hay elementos apocalípticos en otros libros, como por ejemplo en Ezequiel.

Joel (del siglo 8 o quizás del 4) describe vívidamente una espantosa plaga de langostas. Luego hace una aplicación doble: al próximo castigo de Judá, y al día de Jehová, que es la frase clave del libro.

Amós pertenece al siglo 8, como probablemente sucedió con Abdías. Este libro de un solo capítulo tiene como tema la destrucción de Edom, después de lo cual vendría la restauración de Israel.

De acuerdo con 2 Reyes 14:25, el profeta Jonás ministró durante el reinado de Jeroboam II de Israel (787-747 a.C.). Llamado por Dios para advertir a Nínive de su destrucción inminente, trató de escaparse. Sin embargo, cuando Nínive se arrepintió, Jonás se quejó. Así pues, el libro demuestra la insensatez del orgullo racial y a la vez enseña el amor de Dios para toda la humanidad.

Después de Miqueas, el defensor de los pobres, vino Nahum. La fecha de su ministerio se coloca generalmente entre el 663 y el 612 a.C. Profetizó la destrucción de Nínive, la cual aconteció en el 612 a.C. Después de mucho tiempo, Asiria, el antiguo enemigo de Israel, fue castigado por sus pecados cuando cayó su ciudad capital.

Habacuc profetizó en el mismo siglo 7 a.C., acerca de su fin (603). Anunció el próximo castigo de Judá por los babilonios. El capítulo 3 de su libro es un himno de oración muy parecido a los que se encuentran en el libro de los Salmos.

Sofonías (alrededor del 625 a.C.) tronó en contra de la idolatría de Judá. Pronunció juicios contra Judá y las naciones extranjeras, pero presentó la esperanza de salvación para el remanente que quedare fiel.

Hageo y Zacarías comenzaron su ministerio en el mismo año (520 a.C.). En aquel año, Hageo dio cuatro mensajes, todos relacionados con el mismo tema: la reconstrucción del templo. Zacarías también se interesó en esto, como leemos en Esdras 6:14. Pero sus profecías se extendieron de 520 a 518 a.C. Un aspecto notable de su libro consiste en las ocho visiones que tuvo (1:7-6:15). Y como la mayoría de los profetas, le dio énfasis a la justicia mas bien que al ritualismo.

Malaquías (alrededor de 450 a.C.) es el último libro del A.T. El nombre significa “mi mensajero”. Mirando hacia adelante, cuatro siglos en el futuro, anunció el advenimiento del Mesías.


Los últimos 12 libros del A.T. son llamados los Profetas Menores, no por carecer de importancia sino a causa de su brevedad.

viernes, 15 de agosto de 2014

Los libros de la Biblia - Parte I


Los primeros libros
En el libro de Éxodo se relata la revelación de Dios a su pueblo…
Amaneció un nuevo día sobre el campamento de Israel. De repente el trueno puso fin al silencio de la noche anterior. Con temor, la gente salió de sus tiendas de campaña, justamente a tiempo para ver una luz deslumbrante atravesar el cielo. Tronaba y relampagueaba con ímpetu. Desde la densa nube que cubría la cima del monte Sinaí resonaba una trompeta con fuerte estruendo. Según el registro bíblico, toda la gente estaba en las puertas de sus tiendas, temblando de miedo. Al contemplar el monte, vieron subir de su cima oleadas de humo como de una chimenea inmensa, porque Jehová había descendido sobre él en fuego (Éxodo 19:18). Ahora parecía que todo el cerro fuera un enorme horno ardiente. Asimismo, todo el monte se sacudía con violentos temblores. Pero un hombre no tuvo miedo, porque precisamente en ese lugar se había encontrado con Dios en la zarza ardiendo (Éxodo 3:2). Así que él habló y Dios le respondió (Éxodo 19:19) y le ordenó subir a la cima del monte Sinaí. Ese mismo Dios le dio los Diez Mandamientos (Éxodo 20).

Israel sería el pueblo del pacto, el pueblo del Libro. Y Moisés fue el escribiente de Dios para darles el Libro de la Ley. Tradicionalmente, se le atribuyen a Moisés los primeros cinco libros de la Biblia. Para escribir las historias del Génesis, Moisés necesariamente habrá tenido que depender de las tradiciones orales comunicadas de generación en generación y de la inspiración directa del Espíritu Santo. En cuanto al relato de la creación del mundo y de la vida humana, éste tuvo que haberle sido dado por revelación divina, porque ningún hombre estuvo presente para atestiguar de ello.

Con respecto a los sucesos de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, Moisés fue la persona que más participó en ellos. Nadie estaba mejor capacitado que él para escribirlo. Debe notarse, sin embargo, que el último capítulo de Deuteronomio obviamente no salió de su pluma, pues allí tenemos un relato de la muerte y el sepelio de Moisés, con la declaración adicional: “y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy” (Deuteronomio 34:6). Y se añade esta observación: “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, quien haya conocido a Jehová cara a cara”. Pretender que Moisés mismo escribiera estas palabras de antemano por inspiración divina -como algunos han insistido- no armoniza con el carácter de las Escrituras.

Los libros históricos de la Biblia
Josué fue el sucesor de Moisés, y el sexto libro de nuestro A.T. lleva su nombre. Relata sus grandes proezas al guiar a los israelitas a través del río Jordán, conquistando la tierra de Canaán y repartiendo a cada tribu su territorio. El libro se divide muy naturalmente en dos partes iguales. La primera parte (caps. 1-12) relata la conquista de Canaán, mientras la segunda parte (caps. 13-24) cuenta del reparto de la tierra.

En el último capítulo encontramos la narración de la muerte y el entierro de este guerrero de Dios (Josué 24:29-30). Luego sigue la declaración: “y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué” (v. 31). Es evidente que, a lo menos en su forma final, el libro de Josué fue escrito en una generación posterior. No sabemos quién lo escribió.

Lo mismo puede decirse con respecto al libro de Jueces que se ocupa del tiempo entre Josué y
Samuel. La nota clave del libro es: “En aquellos días no había rey en Israel: cada uno hacía lo que bien le parecía” (17:6; 21:25). Los israelitas, careciendo de un gobierno central, vivían demasiado a menudo en confusión y caos. La secuencia que se repite vez tras vez en Jueces es: desobediencia, opresión, arrepentimiento y liberación. Los hombres llamados “Jueces” en su mayoría fueron enviados por Dios para librar al pueblo de sus opresores.

La pequeña historia de amor y vida pastoril llamada Rut es un relato de la vida de ese tiempo (Rut 1:1). En parte, su propósito puede haber sido señalar una parte de la descendencia del rey David (Rut 4:17-22).

Los libros de Samuel comprenden el período de la vida de aquel gran profeta y también los reinados de Saúl y David, los dos primeros reyes de Israel; ambos fueron ungidos por Samuel. El relato comienza con el nacimiento de este hombre (cap. 1), y su llamamiento al ministerio profético (cap. 3). Samuel se dedicó en toda su larga vida a gobernar a Israel como juez. Desafortunadamente, sus propios hijos no siguieron el camino de Dios (1 Samuel 8:1-5). Además, el pueblo demandó un rey. En respuesta a esta petición, Dios instruyó a Samuel que ungiera a Saúl como el primer rey de Israel. Pero Saúl fue un hombre obstinado y desobediente, y su vida terminó en un desastre. La importancia del reinado de David puede apreciarse por el hecho de que todo el libro de 2 Samuel se dedica a él.

Los dos libros de Reyes relatan el reinado de Salomón sobre el reino unido de Israel (creado por su padre David) y también tratan del periodo cuando se dividió el reino. El reino del norte, Israel, fue gobernado por varias dinastías comenzando con la de Jeroboam. Este reino terminó en el año 722 a.C., cuando los asirios tomaron su capital, Samaria, y deportaron el pueblo a Mesopotamia (2 Reyes 17:6). Para llenar el vacío, el rey de Asiria trajo gente del oriente para repoblar las ciudades de Samaria (2 Reyes 17:24). Como resultado de esto tenemos el pueblo mestizo de los samaritanos que encontramos en las páginas del N.T.

martes, 12 de agosto de 2014

Un libro divino-humano



La Biblia es un libro divino-humano, tal como Cristo es la Persona divina-humana. Esta es la llave que abre la puerta a una comprensión de la verdadera naturaleza de las Escrituras.

Dios pudo haber enviado a su Hijo en la forma de un hombre adulto sin la necesidad de nacer como un niño. En tal caso el cuerpo de Jesús hubiera sido una simple corteza por así decirlo, encerrando la naturaleza divina. Pero en su sabiduría, Dios no escogió hacerlo de esa manera. Mas bien quiso que su Hijo naciera de una mujer. De esta forma, Jesús participó de las características de su madre tanto psicológica como físicamente. No solamente llevó la semejanza de ella en sus rasgos físicos, sino que también fue influenciado por la atmósfera intelectual y social del hogar. Fue el hijo de María tanto como el Hijo de Dios.

Sucedió lo mismo con la Biblia. Dios pudo habernos enviado su Libro directamente del cielo como una revelación completa, encuadernado en piel finísima, con perfecto acabado y tipografía de calidad sin igual, con bordes grandes para proteger sus hermosos textos dorados, con impecable impresión en papel de lujo, y hasta con una dedicatoria especial, pero él no quiso hacerlo de esa manera. En vez de eso, la luz de la revelación divina irrumpió en el alma de Moisés, David, Pablo, Juan y muchas otras personas. Como resultado tenemos la revelación de la verdad divina para los hombres, inspirada por Dios y escrita por los hombres que Dios escogió para este fin.

Ellos usaron pergaminos de pieles de ovejas y cabras y rollos de papiro (entre otros materiales). Allí escribieron los pensamientos de Dios con la ayuda del Espíritu Santo. Tal como la luz del sol al pasar por un prisma se divide en sus varios rayos, así la luz de la verdad divina, al filtrarse por los prismas de las personalidades humanas, refleja su parte humana. Eso se demuestra no solamente en el lenguaje que emplearon, sino también en el vocabulario, en el estilo y en las maneras de pensar, de aproximarse a un asunto, y en la diversidad de sus puntos de vista. El Espíritu Santo hizo uso de esta variedad de intereses y mentalidades de los diferentes escritores para comunicar la totalidad de la revelación divina en la Biblia.

Desafortunadamente, muy a menudo vemos un aspecto de la verdad, con el resultado de que en efecto tenemos la verdad a medias. Pregúntele a un creyente: ¿Fue Jesús divino o humano?" y él contestará enfáticamente: ¡Fue divino!. Pregunte la misma cosa a un humanista y su respuesta será: Fue humano. Los dos tienen razón y los dos están equivocados. La discusión entre la deidad y la humanidad de Jesús existe solamente en el pensamiento teológico falso.

Existe la misma situación en relación a las Escrituras. A veces los evangélicos recalcan la fuente divina de la Biblia hasta el punto de perder de vista el origen humano. Los de teología liberal en cambio dan demasiado énfasis al origen humano y descuidan el origen divino. La Biblia en verdad tiene una parte humana porque salió de las manos de los hombres que la escribieron, pero su fuente esencial fue divina. El Espíritu Santo inspiró a los escritores. Es este hecho lo que le da su autoridad como la Palabra de Dios.

Algunas personas solo se imaginan a un hombre, sentado y con una pluma en la mano, escribiendo las palabras de la Escritura, y por eso dicen: “La Biblia es un libro humano”. Otras personas solo piensan en el hecho de que el Espíritu Santo inspiró a los autores humanos y dicen: “La Biblia es divina”. Sin embargo, necesitamos ver el cuadro entero, no solamente una parte, y así entenderemos y diremos: “la Biblia es un libro divino-humano”.

martes, 5 de agosto de 2014

Origen e Inspiración de la Biblia



La Biblia es un libro, pero también está compuesto de muchos libros elaborados por no menos de cuarenta (40) diferentes escritores, a través de un período de 1,500 años aproximadamente, muchos de los cuales nunca se conocieron entre sí. Sin embargo, su unidad y continuidad son tan evidentes que es fácil pensar que tuvo un solo autor - y ese no es otro que Dios mismo.

De los 66 diferentes libros de la Biblia, los autores de cincuenta y cinco (55) son fácilmente identificados por tradición e historia. Los once (11) libros, de los cuales los autores son desconocidos son: Jueces, Rut, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, 1 y 2 de Crónicas, Ester, Job y Hebreos. Algunos libros, tales como Génesis, Jueces, 1 y 2 de Reyes, 1 y 2 de Crónicas, cubren períodos tan largos de la historia que es posible que sean colecciones de antiguos archivos que han sido reunidos y editados, hacia el final del período descrito en el libro, por algún individuo elegido por Dios. Los Salmos y Proverbios ambos tienen varios escritores.

Todos los escritores, exceptuando posiblemente a Lucas, fueron judíos y se enfocaron especialmente en el contexto de la cultura judía. Sin embargo, las palabras que ellos escribieron han causado más atracción e interés, a personas de todas las naciones, que todas las otras palabras jamás escritas.

Es sumamente interesante notar la variedad de antecedentes ocupacionales representados por los escritores conocidos:

Dos de los escritores eran reyes – David y Salomón
Dos eran sacerdotes – Jeremías y Ezequiel
Lucas era un médico
Dos eran pescadores – Pedro y Juan
Dos eran pastores – Moisés y Amós
Pablo era un fariseo y un teólogo
Daniel era un gobernador  
Mateo era un recaudador de impuestos
Josué era un soldado
Esdras era un escriba
Nehemías era un mayordomo

*Los antecedentes y las ocupaciones de los otros son en su mayoría desconocidos.

Hay dos pasajes en el NT que tratan específicamente con el tema de la inspiración. El primero es 2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. La frase -inspirada por Dios- es una sola palabra en el griego, teopneustos, y significa literalmente, respirado por Dios. Esto quiere decir que la Sagrada Escritura fue dada por Dios y recibida por los escritores a través de la obra del Espíritu Santo.

El segundo pasaje es 2 Pedro 1:21: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. La segunda mitad del versículo quiere decir literalmente, -sino que impulsados por el Espíritu Santo hablaron los hombres de parte de Dios-. Los escritores humanos de la Biblia fueron elevados por el Espíritu Santo a un nivel más alto de entendimiento espiritual, a fin de impartirles la verdad divina que para que pudieran comunicarla.

Santiago Arminio, un teólogo holandés que nació en 1560 y murió en 1609, escribió respecto a la Biblia: “Solamente en las Escrituras tenemos la infalible palabra de Dios, y en ningún otro lugar”. En seguida hace esta muy útil declaración: “La causa primaria de estos libros es Dios, en su Hijo, a través del Espíritu Santo. Las causas instrumentales son los santos hombres de Dios, quienes no por su propia voluntad, ni para agradarse a sí mismos, sino movidos e inspirados por el Espíritu Santo, escribieron estos libros, sea que las palabras fueron inspiradas en ellos, o dictadas a ellos, o administradas a ellos bajo la dirección divina”.

Así pues, existen tres grados de inspiración para las diferentes partes de la Biblia:

1) Primero está la verdad eterna que el intelecto humano no podría llegar a conocer por ninguna otra manera (inspirado en); es decir, exhalada por Dios e inhalada por los corazones y mentes de los escritores.
2) En segundo lugar, algunas porciones de las Escrituras evidentemente fueron dictadas palabra por palabra, como sucedió con la ley dada a Moisés en el Sinaí.
3) En tercer lugar, otras partes de la Biblia fueron solamente administradas a ellos bajo la dirección divina.

En el siglo XVIII Juan Wesley echó mano a la teología de Santiago Arminio y la convirtió en una fuerza poderosa para empezar el más grande avivamiento espiritual que jamás ha presenciado Inglaterra. En el prefacio a sus Notas Explicativas Sobre el NT, dice de las Sagradas Escrituras: “Cada parte de ellas es digna de Dios, y todas en conjunto son un cuerpo entero en el cual no hay ningún defecto ni ninguna parte superflua”.

Tratando del mismo asunto escribe: “El lenguaje de sus mensajeros además es exacto en el más alto grado, porque las palabras que fueron dadas a ellos correspondieron con precisión a las impresiones hechas en sus mentes”.

Con referencia a 2 Timoteo 3:16, Wesley escribe: “El Espíritu de Dios no solamente inspiró una vez a los que escribieron (las Escrituras), sino que continuamente inspira y ayuda sobrenaturalmente a los que las leen con ferviente oración”.

El más eminente teólogo wesleyano del siglo pasado fue W. B. Pope. En su Compendio de la Teología Cristiana en tres tomos, publicada por primera vez en 1875-76, dedica 37 páginas al tema de la inspiración de la Biblia. Con respecto a la Biblia escribe Pope: “La inspiración plenaria de las Sagradas Escrituras la convierten en autoridad absoluta y final, la norma suprema de la fe, el manual de la moralidad, y la Carta Magna de los privilegios de Dios”.

Naturalmente, no cabe en el Libro de Revelaciones Divinas ninguna cosa que no sea la verdad. Pero su infabilidad se relaciona especialmente con la verdad espiritual. Después de todo, es un conjunto de documentos humanos y divinos a la vez; la relación exacta entre lo humano y lo divino en la Biblia ha llamado mucho la atención, y aunque no se ha resuelto del todo la naturaleza de tal relación, puede que se resuelva de una manera adecuada en el futuro. Pero en el campo de la verdad espiritual y el reino de Dios entre los hombres, su reclamo de autoridad y suficiencia es absoluto.

La teología arminiana más sobresaliente del siglo XX fue escrita por el finado Dr. H. Orton Wiley. El define así la inspiración: “Por la inspiración queremos decir la energía del Espíritu Santo mediante la cual hombres santos fueron citados para recibir la verdad espiritual y comunicarla a otros sin error”.

El Dr. Wiley sostiene que la Biblia fue inspirada plenamente. Declara que las Escrituras fueron dadas por inspiración plenaria, de tal manera y en grado suficiente que la Biblia llega a ser la palabra infalible de Dios y la regla autoritativa de fe y práctica en la Iglesia.


Esta es una buena descripción de lo que queremos decir cuando hablamos de la inspiración plenaria dinámica.