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viernes, 15 de agosto de 2014

Los libros de la Biblia - Parte I


Los primeros libros
En el libro de Éxodo se relata la revelación de Dios a su pueblo…
Amaneció un nuevo día sobre el campamento de Israel. De repente el trueno puso fin al silencio de la noche anterior. Con temor, la gente salió de sus tiendas de campaña, justamente a tiempo para ver una luz deslumbrante atravesar el cielo. Tronaba y relampagueaba con ímpetu. Desde la densa nube que cubría la cima del monte Sinaí resonaba una trompeta con fuerte estruendo. Según el registro bíblico, toda la gente estaba en las puertas de sus tiendas, temblando de miedo. Al contemplar el monte, vieron subir de su cima oleadas de humo como de una chimenea inmensa, porque Jehová había descendido sobre él en fuego (Éxodo 19:18). Ahora parecía que todo el cerro fuera un enorme horno ardiente. Asimismo, todo el monte se sacudía con violentos temblores. Pero un hombre no tuvo miedo, porque precisamente en ese lugar se había encontrado con Dios en la zarza ardiendo (Éxodo 3:2). Así que él habló y Dios le respondió (Éxodo 19:19) y le ordenó subir a la cima del monte Sinaí. Ese mismo Dios le dio los Diez Mandamientos (Éxodo 20).

Israel sería el pueblo del pacto, el pueblo del Libro. Y Moisés fue el escribiente de Dios para darles el Libro de la Ley. Tradicionalmente, se le atribuyen a Moisés los primeros cinco libros de la Biblia. Para escribir las historias del Génesis, Moisés necesariamente habrá tenido que depender de las tradiciones orales comunicadas de generación en generación y de la inspiración directa del Espíritu Santo. En cuanto al relato de la creación del mundo y de la vida humana, éste tuvo que haberle sido dado por revelación divina, porque ningún hombre estuvo presente para atestiguar de ello.

Con respecto a los sucesos de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, Moisés fue la persona que más participó en ellos. Nadie estaba mejor capacitado que él para escribirlo. Debe notarse, sin embargo, que el último capítulo de Deuteronomio obviamente no salió de su pluma, pues allí tenemos un relato de la muerte y el sepelio de Moisés, con la declaración adicional: “y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy” (Deuteronomio 34:6). Y se añade esta observación: “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, quien haya conocido a Jehová cara a cara”. Pretender que Moisés mismo escribiera estas palabras de antemano por inspiración divina -como algunos han insistido- no armoniza con el carácter de las Escrituras.

Los libros históricos de la Biblia
Josué fue el sucesor de Moisés, y el sexto libro de nuestro A.T. lleva su nombre. Relata sus grandes proezas al guiar a los israelitas a través del río Jordán, conquistando la tierra de Canaán y repartiendo a cada tribu su territorio. El libro se divide muy naturalmente en dos partes iguales. La primera parte (caps. 1-12) relata la conquista de Canaán, mientras la segunda parte (caps. 13-24) cuenta del reparto de la tierra.

En el último capítulo encontramos la narración de la muerte y el entierro de este guerrero de Dios (Josué 24:29-30). Luego sigue la declaración: “y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué” (v. 31). Es evidente que, a lo menos en su forma final, el libro de Josué fue escrito en una generación posterior. No sabemos quién lo escribió.

Lo mismo puede decirse con respecto al libro de Jueces que se ocupa del tiempo entre Josué y
Samuel. La nota clave del libro es: “En aquellos días no había rey en Israel: cada uno hacía lo que bien le parecía” (17:6; 21:25). Los israelitas, careciendo de un gobierno central, vivían demasiado a menudo en confusión y caos. La secuencia que se repite vez tras vez en Jueces es: desobediencia, opresión, arrepentimiento y liberación. Los hombres llamados “Jueces” en su mayoría fueron enviados por Dios para librar al pueblo de sus opresores.

La pequeña historia de amor y vida pastoril llamada Rut es un relato de la vida de ese tiempo (Rut 1:1). En parte, su propósito puede haber sido señalar una parte de la descendencia del rey David (Rut 4:17-22).

Los libros de Samuel comprenden el período de la vida de aquel gran profeta y también los reinados de Saúl y David, los dos primeros reyes de Israel; ambos fueron ungidos por Samuel. El relato comienza con el nacimiento de este hombre (cap. 1), y su llamamiento al ministerio profético (cap. 3). Samuel se dedicó en toda su larga vida a gobernar a Israel como juez. Desafortunadamente, sus propios hijos no siguieron el camino de Dios (1 Samuel 8:1-5). Además, el pueblo demandó un rey. En respuesta a esta petición, Dios instruyó a Samuel que ungiera a Saúl como el primer rey de Israel. Pero Saúl fue un hombre obstinado y desobediente, y su vida terminó en un desastre. La importancia del reinado de David puede apreciarse por el hecho de que todo el libro de 2 Samuel se dedica a él.

Los dos libros de Reyes relatan el reinado de Salomón sobre el reino unido de Israel (creado por su padre David) y también tratan del periodo cuando se dividió el reino. El reino del norte, Israel, fue gobernado por varias dinastías comenzando con la de Jeroboam. Este reino terminó en el año 722 a.C., cuando los asirios tomaron su capital, Samaria, y deportaron el pueblo a Mesopotamia (2 Reyes 17:6). Para llenar el vacío, el rey de Asiria trajo gente del oriente para repoblar las ciudades de Samaria (2 Reyes 17:24). Como resultado de esto tenemos el pueblo mestizo de los samaritanos que encontramos en las páginas del N.T.

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