Visitas por países (actualizando)

Flag Counter

Bienvenida

Agradecemos su visita

Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

Le invitamos a participar con sus comentarios y opiniones

Mayor informes:

Barrio Robledo Parque - Medellín, Colombia

Alejandro Ocampo -2646825 - 3122958775

Barrio El Playón - Medellín, Colombia

Juan Carlos Sánchez -4619040 - 3136619531

jueves, 27 de abril de 2017

Los Ministerios de Dios Parte V

Resultado de imagen para Cristo el ejemplo

g. Cristo es el modelo perfecto de servicio

Durante su ministerio terrenal, Cristo enseñó con su vida, con sus hechos y con su palabra en qué consistía ser un verdadero siervo. La verdadera grandeza está en el servicio, no en el rango. Su propia conducta es el argumento principal porque fue un siervo dispuesto aún a lavar los pies a sus discípulos (Jn. 13:4-17). La prueba de un ministerio no está en un papel certificado como válido, o una autorización a ejercer su ministerio, su carta de presentación es el SERVICIO.

Cristo aparece entre sus discípulos como ho diakonōn  “uno que sirve” (Lc. 22:27) y puede describírselo como diakonos de la circuncisión al servir a los judíos primeramente y luego a los gentiles (Rom. 15:8-12); siguiendo el ejemplo de este servicio humilde, el que pretenda ser mayor debe ser servidor de los demás (Mt. 20:26).

La vida de Cristo proporciona el modelo del ministerio del NT; él vino, no a ser servido, sino a servir (Mt. 20:28); en este contexto, el término que se usa para servir es diakonía y ya se ha explicado que su aplicación era “servir a la mesa”, pero va más allá porque Cristo mismo nos dio ejemplo al lavar los pies de los discípulos como lo haría un servidor.

Resulta significativo que en la primera ocasión en que se registra una ordenación al ministerio cristiano se declare que el propósito del oficio es el de “servir a las mesas” (Hch. 6:2); de igual manera, la misma palabra se emplea en el v. 4 de este capítulo para describir el servicio o ministerio de la palabra, ejercido hasta ese momento por los doce apóstoles.

h. ¿Qué ministerios puede ejercer la mujer en la Iglesia?

En el medio cristiano existe esta inquietud y la gente quiere saber si la mujer puede ejercer un ministerio pastoral donde tenga a cargo una iglesia o si puede ejercer como maestra de la palabra de Dios; quienes responden de forma negativa usan versículos fuera de contexto para argumentar; por ejemplo: 1 Tim. 2:11, 12;  1 Cor. 11:3; 14:34, 35.

Los que opinan que la mujer no debe ejercer un ministerio pastoral o de maestra de la palabra de Dios plantean que solo el hombre puede ejercer autoridad en una iglesia local o comunidad de creyentes porque según ellos (usando versículos similares a los anteriores) éste es el orden de Dios en la Biblia; sin embargo, estos versículos en sí no prueban un principio divino sino que reflejan las costumbres de la época y la perspectiva de Pablo con respecto al lugar que la mujer tenía en su tiempo.

Pablo era esencialmente un hombre criado bajo la mentalidad judía y esto no lo podemos ignorar; en el contexto histórico del NT, debemos tener en cuenta que la nación judía dio un lugar importante a las mujeres en el hogar y en la familia (en comparación con otras naciones de la época), pero oficialmente la posición de la mujer era muy inferior a la del hombre. Para la ley judía, la mujer no era una persona sino un objeto de propiedad y estaba totalmente a disposición de su padre o de su marido. Se le prohibía aprender la Ley; el instruir a una mujer en la Ley era considerado como echar perlas a los puercos. Las mujeres no tomaban parte en el culto de la sinagoga; estaban aparte en una sección de la sinagoga. Un hombre iba a la sinagoga para aprender, pero, como mucho, una mujer iba para oír. La lección de la Escritura la leían en la sinagoga los miembros de la congregación, pero nunca mujeres, porque según su mentalidad en ese tiempo, eso habría sido quitarle honor a la congregación. Estaba prohibido el que una mujer enseñara en una escuela; ni siquiera a los niños más pequeños. Una mujer estaba exenta de las demandas concretas de la Ley. No le era obligatorio asistir a las fiestas sagradas. Las mujeres, los esclavos y los niños eran de la misma clase. En la oración judía de la mañana, un varón daba gracias a Dios porque no le había hecho gentil, esclavo o mujer. En los Dichos de los Padres, Rabí Yosé Ben Yohanán se cita como diciendo: “Que tu casa esté siempre totalmente abierta, y que los pobres sean tu familia y no hables mucho con ninguna mujer”. De ahí que los judíos dijeran: “Cualquiera que habla mucho con una mujer trae desgracia sobre sí mismo, se aparta de las obras de la Ley y por último, hereda el infierno”. Un estricto rabino no saludaba nunca a una mujer en la calle, aunque fuera su esposa o hija o madre o hermana. Se decía de la mujer: “Su misión es enviar los niños a la sinagoga; atender a las cuestiones domésticas; dejar libre a su marido para que estudie en las escuelas; y mantener la casa para él hasta que vuelva”.

Los escritos de Pablo también fueron hechos a la luz del contexto griego porque en las iglesias del NT hubo muchos convertidos de este trasfondo y las congregaciones eran constituidas en medio de la sociedad de su tiempo. El trasfondo griego ponía las cosas doblemente difíciles porque el lugar de la mujer en la religión griega era bajo. Una mujer griega respetable llevaba una vida muy recluida; vivía en una parte de la casa a la que no accedía nada más que su marido; no estaba presente ni en las comidas. Generalmente, no se le veía sola en la calle ni asistía a reuniones públicas. El hecho es que, si en un pueblo griego las mujeres cristianas hubieran tomado una parte activa y hubieran hecho uso de la palabra, la iglesia habría ganado inevitablemente la reputación de ser una guarida de mujeres livianas. Estas referencias históricas pueden darnos una idea de lo que hubiera acontecido si las congregaciones del primer siglo a las que Pablo escribía hubieran tenido libertad de permitir abiertamente a las mujeres predicar, dar clases a los hombres o tomar parte en la administración: el descrédito del cristianismo hubiera sido casi total en muchos círculos, y hasta en pueblos a los que quería precisamente alcanzar con el evangelio.

En conclusión, las palabras citadas antes por Pablo con respecto a las mujeres fueron tomadas como reglas que aplicaron a las iglesias de su tiempo y en su contexto pero no tenían un carácter permanente y solo fueron necesarias en la situación en que se encontraban, pero no debemos aplicarlas como un principio divino o de autoridad bíblica para excluir a la mujer de algún ministerio porque la mujer puede ser tan útil y tan beneficiosa como el hombre en cualquier área donde se desempeñe. De hecho, mujeres fieles a Dios han tenido un testimonio admirable y digno de imitar en toda la Biblia; miremos algunos ejemplos del NT:

- La Biblia resalta el servicio de las mujeres al Señor Jesús cuando estuvo en la tierra (Mt. 27:55; Lc. 8:3).
- Priscila, con su marido Aquila, eran maestros apreciados en la Iglesia Primitiva, que condujeron a Apolos al conocimiento pleno de la verdad de Cristo (Hch. 18:24-26).
- Las mujeres de más edad tenían mucho que enseñar a mujeres más jóvenes (Tito 2:3-5).
- Pablo valoró y elogió la fe sincera que se demostró en Loida y en Eunice, quienes fueron la abuela y la madre de Timoteo (2 Tim. 1:5).
- Pablo hace mención de varias mujeres valiosas y útiles en el reino de Dios en su carta a los romanos (Rom. 16).

En síntesis, tanto el hombre como la mujer, son salvos por la gracia y tienen la oportunidad de servir al Señor, enseñar sus verdades, ministrar en cualquier ámbito, liderar a hombres y mujeres, siempre y cuando todo se haga decentemente y con orden, siguiendo el ejemplo del Maestro.

Si la mujer puede evangelizar (enseñando a otros el evangelio de Cristo y usando la Biblia para ello), si la mujer puede cantar y alabar al Señor en la congregación (usando el altar y dirigiendo a una congregación en la alabanza), entonces ¿por qué negarle el derecho a desarrollar otros ministerios si tiene el llamado, las capacidades, la gracia y el respaldo de Dios?

Pablo dice: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál. 3:28). La Biblia claramente evidencia que somos uno en Cristo y que todos somos miembros del mismo cuerpo que es la Iglesia; ninguno es mayor, ninguno es superior, todos somos hermanos y servidores los unos de los otros.

Tengamos presente que quien ejerce una función y Dios respalda su obra es quien recibe el nombre del ministerio que desempeña; por ejemplo, si una mujer es la esposa de un pastor o un maestro o un ministro de alabanza o un evangelista pero ella no ejerce dichas funciones, no debe ser llamada pastora o maestra o ministra de alabanza o evangelista; solo será llamada como tal si tiene frutos, evidencias, funciones y un trabajo reconocido por la iglesia y el liderazgo que sirve en la misma.

jueves, 20 de abril de 2017

Los Ministerios de Dios Parte IV

Resultado de imagen para dios nos llama a los preparados

f. ¿Cómo evidenciar el llamamiento de Dios a un ministerio?

El servicio definitivamente es un don de Dios y el ministerio se recibe del Señor como un don o regalo por gracia (Hch. 20:24) y se recibe en el Señor (Col. 4:17) porque cuando venimos a Cristo somos hechos su pueblo y sus servidores para cumplir su voluntad en la tierra; él es quien pone a cada uno en el ministerio que puede ser más útil a los demás y a la causa del evangelio (1 Tim. 1:12). Por tanto, quien sirve y ministra debe hacerlo conforme al poder que Dios da para que él sea glorificado (1 Ped. 4:11).

La capacidad de llevar a cabo cualquier tarea de servicio es un don de Dios; por ejemplo, en Rom. 12:7 el servicio es puesto dentro de una lista de dones espirituales. Por este motivo, el ministerio dentro de la Iglesia se establece en el NT sobre la base de los dones espirituales (1 Cor. 12:4-11). Cada creyente tiene la responsabilidad de ministrar o servir a sus hermanos conforme al don o a los dones que el Espíritu Santo le ha dado (1 Ped. 4:10). No hay cristiano que no tenga por lo menos un don espiritual (1 Cor. 12:7), pero es posible tener en poco el don que Dios nos ha concedido, ignorar cómo se desarrolla (1 Cor. 12:1), descuidarlo (1 Tim. 4:14) y no usarlo correctamente.

Como se ha planteado desde el AT y el NT, Dios es quien llama a los hombres a su servicio y todos tenemos dones, talentos y propósitos de parte de Dios para servir; lo que necesitamos es reconocer lo que hemos recibido, las habilidades e inclinaciones que tenemos en el corazón, lo que nos apasiona, las actividades en las cuales nos vemos y nos ven los demás que tenemos capacidad, resultados y respaldo de Dios. Del mismo modo, debemos pedir en oración y buscar su dirección y el Señor nos mostrará su propósito y confirmará su obra en nosotros.

Hay quienes dicen que si Dios te llamo, se evidenciará por tu bonanza económica, por los resultados o por la cantidad de personas que reconozcan o apoyen tu ministerio, es decir, si estás pasando crisis, si no tienes recursos, si no tienes el respaldo de muchas personas o de una organización, no tienes llamado, o te llamó el hombre, pero esto es falso porque Dios es especialista en procesos y necesitamos entender cuál es el molde en el cual nos pone para aprender lecciones, crecer y avanzar en su plan; no desmayemos porque el Señor es galardonador de los que le honran.

Aquí surge la pregunta: ¿pueden todas las personas aspirar a cualquier ministerio?

La Biblia dice que hay diversidad de ministerios (1 Cor. 12:5) pero obviamente no todos tenemos el mismo llamado; por tanto, no debemos nosotros escoger un ministerio si Dios no nos llamó ni debemos motivar a otros a un ministerio que Dios no les llamó.

La necesidad de un llamamiento divino se puede verificar en la Biblia al leer la historia de  hombres y mujeres llamados por Dios. Cada uno de ellos asumió su responsabilidad bajo la convicción de que Dios fue quien les llamó; por ejemplo: Moisés, Samuel, Isaías, Jeremías, Amós, Pedro, Pablo, Juan, Timoteo, entre muchos otros. Estos creyentes eran diferentes en formas de pensar, hablar y actuar, en su temperamento, en los conocimientos que tenían y en los talentos que recibieron de parte de Dios, pero tenían en común su valor para obedecer a Dios a pesar de cualquier adversidad y ésta fue una experiencia genuina de su llamamiento divino.
  
- Moisés lo experimentó en la zarza y Dios le habló (Éx. 3).
- Samuel escuchó la voz de Dios que le llamaba (1 Sam. 3).
- Isaías tuvo una visión de gloria de Dios y fue llamado (Is. 6).
- Amós dijo: “Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Vé y profetiza a mi pueblo Israel” (Am. 7:15).
- Pablo y Bernabé fueron llamados por el Espíritu Santo en medio de la iglesia de Antioquia (Hch. 13:1, 2).
- Los ministerios que Dios levantó en los tiempos de Pablo fueron escogidos por el Espíritu Santo (Hch. 20:28).

Si existe un llamamiento divino, entonces debe haber una manera de comprobarlo, unas evidencias bien definidas para confirmarlo. A continuación, revisemos algunos criterios para saber si tenemos la vocación divina en un ministerio en particular:

- Un deseo desinteresado y persistente de emprender dicha obra.
- Una valoración real de las oportunidades existentes.
- Una convicción del deber de servir en un área específica. No es solo sentir una preferencia personal sino estar convencido de tener el don de Dios para dicha tarea.
- Un sentido ineludible de obligación moral y existencial por el impulso del Espíritu Santo.
- Una formación continua bajo la guianza divina en oración, obediencia y comunión con Dios en armonía con las Escrituras.
- Una serie de circunstancias y acontecimientos que están desarrollado un carácter de servicio.
- Un autoreconocimento personal de las habilidades que se poseen para la tarea.
- Una visión y un propósito de servir.
- Una mentalidad creativa para lograr proyectos con Dios en el ministerio.
- Una actividad constante para enriquecer y ampliar el ministerio.
- Un sello de aprobación divino sobre el esfuerzo a cumplir con el llamado.
- Un celo genuino por ser hallado fiel y responsable de la vocación.
- Un testimonio limpio y una opinión favorable de hermanos en la fe que perciben el respaldo de Dios (aunque siempre habrá oposición en algún sentido y no todos estarán de acuerdo o a favor).

Es probable que no todos estos criterios estén presentes todo el tiempo pero si somos sinceros, constantes y fieles, Dios es bueno y nos guiará a cumplir su perfecta voluntad para que seamos todo lo que él ya diseñó para nuestra vida. Lo que precisamos es confirmar su plan cada día y caminar con él hasta el último instante de aliento que nos quede en esta tierra; en todo lo demás, el Señor es suficiente y generoso para ajustar y mover las fichas necesarias.

Muchas veces hay circunstancias que parecen estar en contra pero las dificultades no deben ser interpretadas como una indicación de que Dios no está llamando; siempre los conflictos que Dios permite sirven para enseñar lecciones, ablandar el corazón, quebrantar el ego, formar el carácter y preparar al creyente para la obra del ministerio. Dios está dispuesto a guiar a los que buscan su dirección y piden sabiduría (Sal. 37:23; Stg. 1:5). Para el creyente que pasa tiempo en oración, lee la Biblia y camina con él en comunión y obediencia, el llamado de Dios viene a través de diversos métodos para mostrarle el camino por el que debe andar.

Nadie debe entrar al ministerio sin estar consciente de haber tenido el llamado divino porque quien asume un ministerio sin la voluntad de Dios es culpable de presunción (soberbia, envanecimiento y orgullo). Dios no le ha enviado y él se va sin el respaldo divino. Sin el llamamiento, él carece de la convicción y de la gracia divina (que son tan naturales en quien está consciente de su llamamiento). La valentía en el ministerio exige el estar consciente de ser un instrumento de Dios. Desilusiones y desalientos vienen y el siervo del Señor tiene que apoyarse sobre la seguridad de haber sido llamado por Dios al ministerio. Si no tiene esta seguridad, él sigue en la obra con un espíritu quebrantado y probablemente, abandonará el ministerio.

En síntesis, los ministerios no son títulos otorgados por hombres sino que son funciones que se asumen por el llamado de Dios; el nombramiento y el reconocimiento de los hombres vendrá luego como una consecuencia de haber desarrollado las funciones correspondientes al ministerio que Dios da. Así pues, una persona no llega a ser pastor, evangelista, ministro de alabanza, etc., porque alguien le dé el nombre o el título o porque se autoproclama; se hace ministro cuando desarrolla la habilidad que Dios le ha dado de obrar como ministro y responde al llamado específico de Dios con un corazón dispuesto. Luego, la gente le dará el reconocimiento al ver su conducta, su dedicación y los frutos de su ministerio.  

martes, 18 de abril de 2017

Los Ministerios de Dios Parte III

Resultado de imagen para Los Ministerios de Dios

d. ¿Qué ministerios de la Biblia están vigentes para la Iglesia de Cristo en el NT?

Si queremos entender la voluntad de Dios con respecto a este tema, tengamos en cuenta que todo servicio a Dios que esté en armonía con las Escrituras siempre estará en acción y disposición para la Iglesia de Cristo pero no podemos asumir que un ministerio está vigente tomando pasajes aislados de la Biblia o haciendo interpretaciones personales.

¿Cuántos ministerios existen en la Biblia? La respuesta correcta a esta pregunta depende de una revisión amplia del AT y del NT, poniendo como fundamento a Cristo. Todo supuesto ministerio que no sea congruente con las enseñanzas de Cristo y de los escritores bíblicos, no está en vigencia para la Iglesia del Señor. Por ejemplo, miremos algunas observaciones:
- El sacerdocio levítico ya no está vigente porque Cristo vino a ser nuestro sumo sacerdote y todos los creyentes somos llamados sacerdotes y reyes para Dios (Ap. 1:6).
- El ministerio apostólico y el ministerio profético ya no están vigentes porque su ciclo terminó con el cierre del canon bíblico y con la era de los apóstoles que fueron testigos oculares de la muerte y resurrección de Cristo, y de los profetas que fueron inspirados para escribir el NT y dejar un fundamento sólido para la Iglesia (Ef. 2:20). Este punto será ampliado posteriormente.

Quienes argumentan que los cincos ministerio están vigentes los comparan con las cinco columnas que había en el lugar santo del tabernáculo de Moisés (Éx. 26:36, 37), los asocian con el aceite de la santa unción que estaba compuesto por cinco ingredientes (Éx. 30:22-25); ellos dicen que este aceite fue derramado sobre la cabeza de Aarón el cual cayó sobre sus vestiduras (Éx. 30:30) y que esto representa a los cinco ministerios cubriendo a todo el cuerpo de Cristo. Debido a estas alegorías sacadas de su propia imaginación y que la Biblia no respalda ni plantea, ellos dicen que cada congregación debe de ser ministrada por los cinco ministerios pero como veremos en este estudio, tal afirmación es falsa y antibíblica.

Para estudiar sobre los ministerios en el NT, muchos toman la cita de Ef. 4:11 para hablar de 5 ministerios y otros lo llaman el ministerio quíntuple. En esta cita, Pablo afirma que Cristo mismo “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”; aquí hay cinco nombres de ministerios pero no están enumerados en un orden de importancia ni tampoco se muestra una relación de autoridad ni se dice quiénes fueron más importantes ni se dice que son solo 5 ministerios (simplemente se nombran). Del mismo modo, en ningún pasaje de la Biblia se enumeran 5 ministerios ni se dice que hay 5 ministerios (mucho menos se clasifica a uno mayor que otro). Tristemente, muchos han caído en el colmo de atribuirse el título de apóstol o profeta, dando mayor relevancia a estos ministerios para su propio provecho ya que se encuentran de primeros en la lista pero esto no implica que sean superiores. Además, según esta interpretación moderna, se desconoce el contexto y se usan pretextos para manipular versículos con un interés propio.

Debemos tener la humildad y la sabiduría para reconocer cualidades ministeriales en nuestros hermanos en Cristo pero también debemos tener el discernimiento y el conocimiento bíblico porque precisamente uno de los propósitos de que existan ministerios sanos, bíblicos y de buen testimonio en la Iglesia del Señor es que no seamos llevados por cualquier viento de doctrina y estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error (Ef. 4:14) y esto incluye falsos ministros y falsas enseñanzas que tuercen las Escrituras, las cuales la mayoría de las veces están ligadas con el ego humano, el afán de renombre y la búsqueda de riquezas materiales, usando la fe, los asuntos espirituales y las necesidades de la gente como excusa, lo cual es vergonzoso y abominable ante los ojos de Dios. Con esa actitud ya podremos sacar conclusiones de cuál es el carácter de quienes se hacen a sí mismos grandes ante los demás.

e. ¿Qué relación tienen los ministerios en el NT?

Se ha debatido mucho la relación precisa entre la misión original y absoluta de los apóstoles y evangelistas, por un lado, y el ministerio permanente y local de los pastores, maestros, administradores y ayudantes, por el otro. Algunos creen que esta última clase era generalmente designada por la primera, pero si tomamos Hch. 6 como descriptivo de una ordenación típica, vemos que la elección colectiva ocupaba también un lugar en la selección de los candidatos. Presumiblemente, Rom. 12 y 1 Cor. 12 dan a entender que la Iglesia, como comunidad llena del Espíritu, produce sus propios órganos de ministerio; por otra parte, Ef. 4:11 asegura que el ministerio le es dado a la Iglesia por Cristo y no a unos individuos en particular. Podría sugerirse que, aunque Cristo es la fuente de toda autoridad, y el modelo de todos los tipos de servicio, la Iglesia en conjunto es la que recibe su comisión divina para administrar sus actividades, ministerios y propósitos. De todos modos, el NT no se ocupa de indicar los posibles canales de transmisión (quién escogió a quién, quién tenía mayor autoridad); su principal preocupación es, en este sentido, ofrecer una prueba doctrinal de la enseñanza ministerial. Por ende, debemos orar a Dios y pedir dirección para que él de testimonio de cada creyente y respalde los dones y ministerios que otorga a quienes él llama.

Vemos que a los apóstoles y sus ayudantes se los designa como ministros de Dios (2 Cor. 6:4; 1 Ts. 3:2), de Cristo (2 Cor. 11:23; Col. 1:7; 1 Tim. 4:6), del evangelio (Ef. 3:7; Col. 1:23), del nuevo pacto (2 Cor. 3:6), de la Iglesia (Col. 1:25) o como servidores en sí (1 Cor. 3:5; Ef. 6:21; Col. 4:7).

Es interesante anotar en el libro de los Hechos que en la iglesia primitiva se nombró a los siete para servir a las mesas (diakonein trapezais, Hch. 6:2); es poco probable que en este caso se haya usado el término para describir un cargo técnico, ya que inmediatamente después (v. 4) se lo contrasta con la diakonia de la palabra de los apóstoles, y en realidad Esteban y Felipe cumplieron más bien funciones de evangelistas que de diáconos; además, parecería que la ayuda a los pobres de Jerusalén estuvo a cargo de ancianos y no de diáconos (Hch. 11:30). Sin embargo, en cierto modo los siete pueden haber servido de prototipo para los posteriores ayudantes de los obispos mencionados en Fil. 1:1. Su deber primordial aparentemente no era la enseñanza, sino la de visitar casa por casa y ayudar a los pobres y los enfermos; en esa forma, los diáconos venían a ser los agentes principales por medio de los cuales la iglesia expresaba su confraternidad mutua en el servicio. Por otro lado, es posible que también ayudaran en el culto colectivo.

Resulta difícil determinar si 1 Tim. 3:11 se refiere a las esposas de los diáconos o a diaconisas; sin embargo, en otros versículos bíblicos se describe a Febe (Rom. 16:1, 2) como diaconisa de la iglesia en Cencrea, lo cual podría significar que era ayudante de otro líder espiritual o que tenía algún cargo oficial; en este sentido, existen referencias históricas de dos ministras que menciona Plinio en su carta a Trajano las cuales pueden haber sido diaconisas, pero hasta el siglo III no estaba plenamente determinado este cargo.

Hay un principio de orden interesante en la Biblia y es que aquellos que se dedican al ministerio de la palabra, con un liderazgo comprobado, con un testimonio limpio y con el respaldo de Dios, deben asumir una autoridad delegada de parte del Señor, al guiar a los creyentes a través de la verdad divina y al tomar la iniciativa en la organización de cada congregación local. Este principio lo vemos en las siguientes situaciones que la Biblia relata:

- Moisés fue orientado por su suegro Jetro para delegar funciones en otras personas idóneas a fin de atender todas las necesidades del pueblo (Éx. 18:13-27).
- Los apóstoles estaban dedicados a la oración y al ministerio de la palabra, y delegaron a los siete (escogidos en acuerdo y aprobación por la comunidad de creyentes a los cuales ellos mismos lideraban) para cumplir funciones específicas de servicio (Hch. 6:1-7). Los ministros de la palabra tenían que dedicar mayor tiempo a la oración y a la Escritura a fin de ejercer su responsabilidad ante Dios y ante los creyentes, y no podían descuidar este trabajo espiritual. Ahora bien, esto no implica que un ministro de la palabra se limite solo a esta labor pues debe ser ejemplo en todo y sacar tiempo para todo lo que demanda el trabajo en la obra del Señor pero tampoco es un hombre orquesta y debe saber delegar y asignar a otros que tienen el llamado y las capacidades para ejercer diversos ministerios.
- En el NT se habla del término obispo (1 Tim. 3:1, 2) y significa vigilante, inspector o superintendente. Esta expresión se usaba en sentido secular muchos años antes de Cristo y se adoptó en el vocabulario cristiano. En el transcurso de los años llegó a significar el puesto de un alto jerarca eclesiástico… algo muy distinto del sentido del NT porque el obispo era un hombre llamado y dotado por Dios para cuidar de la iglesia local (Hch. 20:28). Ser obispo se consideraba como una buena obra (1 Tim. 3:1) pero demandaba tener cualidades de maestro, pastor y administrador (1 Tim. 3:2-7; Tito 1:5-9). Posteriormente, se ampliará este tema en el concepto del pastorado.

Este principio de orden y organización en el pueblo de Dios no tiene como fin establecer una jerarquía de poderes sino asignar responsabilidades y permitir que otros se capaciten para el servicio; una generación pasa y viene la siguiente para tomar su lugar; ningún ministerio es para siempre ni es indispensable. Por ende, cada iglesia local debe crear un semillero de ministerios en cada actividad que realiza, teniendo siempre un reemplazo y un suplente para cada persona, sea un líder, un ministro de alabanza, un evangelista, un pastor, un maestro, una secretaria, un tesorero, etc. Sea por motivos de enfermedad, por el carácter voluble del ser humano, por faltas que cometan los creyentes y los líderes, siempre debemos promover el desarrollo integral de cada ministerio para la edificación del cuerpo de Cristo que es la Iglesia, dando oportunidades a otros (hombres y mujeres) que tengan el llamado y el compromiso de amar, honrar y obedecer a Cristo.

Al leer el NT, podríamos afirmar que hubo ministerios muy diversos: hubo creyentes llamados por Dios que tuvieron un ministerio fijo en un lugar (lo que se asemeja al ministerio pastoral para el cuidado del rebaño) y hubo otros creyentes que Dios levantó para movilizarse a varios lugares; no obstante, en las Escrituras se promovió el orden, el sometimiento a la autoridad delegada por Dios, la armonía y la cooperación mutua entre los hermanos en la fe. 

sábado, 15 de abril de 2017

Los Ministerios de Dios Parte II

Resultado de imagen para ministerios en la biblia

c. ¿Cómo se desarrolló el ministerio en el NT?

El término característico en el NT es diakonía o diakonos que literalmente se traduce como “servir a la mesa”; se refiere al servicio general, temporario o permanente, ya sea como obligación o por libre decisión, pero tiene la connotación especial de servir a la mesa (Lc. 10:40; 12:37; 17:8). No obstante, luego se aplicó como título de un funcionario eclesiástico subalterno (1 Tim. 3:10).

En el NT se conserva la palabra leitourgia para describir la labor del sacerdocio judaico (Lc. 1:23; Heb. 9:21), y también se aplica al más excelente ministerio de Cristo (Heb. 8:6); por otra parte, puede aplicarse al servicio espiritual que prestaban los predicadores del evangelio (Hch. 13:2; Rom. 15:16). El término leitourgos se emplea en el NT en sentido cristiano. Originalmente se refería al servicio público, como el que podían ofrecer los ciudadanos acaudalados al estado, y posteriormente adquirió un sentido religioso característico, como en el uso de la LXX. Por consiguiente, Cristo aparece como leitourgos del templo celestial (He. 8:2), y los ángeles son leitourgos - espíritus ministradores (Heb. 1:14). Se utiliza el verbo correspondiente cuando los profetas y maestros ministran al Señor en Antioquía (Hch. 13:2); igualmente, Pablo se describe como el leitourgos de Jesucristo que ministra (hierourgōn) en el servicio del evangelio de Dios (Rom. 15:16). En general, podemos afirmar que el NT utiliza un lenguaje sacerdotal solamente con referencia al cuerpo de creyentes en conjunto (Fil. 2:17; 1 Ped. 2:9). Este cambio en el lenguaje presupone, también, un cambio doctrinal, ya que el ministerio en sentido neotestamentario no es privilegio exclusivo de una casta sacerdotal.

A continuación revisemos múltiples referencias al servicio en el NT:

- Los evangelios relatan el orden de los ministerios según la Ley de Moisés en los tiempos de Jesús; por ejemplo, los sacerdotes tenían turnos para servir y también tenían tiempos de descanso para que otros tomaran su lugar (Lc. 1:23).
- Los evangelios hablan del comienzo del ministerio de Jesús (Lc. 3:23).
- Cristo enseñó que aquel que quiera ser grande (porque tiene ambiciones de poder y reconocimiento) debe ser siervo de todos (Mt. 20:25-28; Mr. 9:33-37); en el reino de Dios realmente no hay nadie grande, por lo cual todos somos iguales y quien ejerza algún ministerio, su actitud debe ser siempre de servicio (sin importar los dones, talentos o logros que tenga). Cristo pone como ejemplo a un niño que suele ser dócil, manso, flexible, sensible, amoroso, sincero, soñador, creativo, innovador, resuelto, aventurero e inocente en cuanto al mal (aunque en ocasiones un niño también muestra su naturaleza humana caída cuando es insensato, desobediente, testarudo, competitivo, celoso, envidioso… eso no debemos imitarlo).
- Se recalca aún más el carácter humilde del servicio cristiano por el uso del término doulos (esclavo). Es la forma de siervo que asumió Cristo (Fil. 2:7), y, siguiendo su ejemplo, se designa a los apóstoles y sus compañeros de tareas como esclavos (siervos) de Dios o de Cristo (Rom. 1:1; Gál. 1:10; Col. 4:12; Tito 1:1; Stg. 1:1; 2 Ped. 1:1).
- Otro término es hypēretēs o huperetes, que en realidad tiene varios significados: remero asistente de las galeras, cualquiera que sirve con las manos, un criado y cualquiera que ayuda a otro en algún trabajo (un ayudante). Huperetes es un término militar que designaba originalmente al remero que tripulaba una galera de guerra; luego llegó a significar aquel que ejecutaba cualquier trabajo físico arduo y difícil, y finalmente, vino a designar al oficial militar subordinado que aguardaba y ejecutaba las ordenes de su superior. De manera que cuando hablamos de ministerio estamos hablando de servicio y de subordinación. La idea de dignidad o de importancia oficial, o de prerrogativa es completamente ajena a la palabra usada en el griego original del NT. Por supuesto, hay dignidad en todo servicio, hay privilegios inherentes al servicio y Dios honra a los que le honran, pero todo esto resulta de la naturaleza del trabajo que tiene que ser hecho y viene como consecuencia de la bendición de Dios y del reconocimiento de los hombres. No debemos buscar el favor ni la gloria de los hombres; dejemos que Dios se encargue de poner todo en su lugar.
- Huperetes también se aplica al ḥazzān, especie de sacristán de la sinagoga judía, que tenía la custodia de los libros sagrados (Lc. 4:20); también describe a Juan Marcos (Hch. 13:5) cuando actuó como ayudante de Pablo y Bernabé. Pero Pablo mismo se sintió privilegiado de emplear ese título para sí en relación con Cristo (Hch. 26:16; 1 Cor. 4:1); por otra parte, en Lc. 1:2 el escritor lo emplea como término genérico para los siervos de la palabra.
- Todo oficio de los hombres se constituye en un servicio a Dios en beneficio de los demás (Rom. 13:4). Por tanto, no menospreciemos el talento que tenemos o los conocimientos que adquirimos (sean éstos aplicados en el hogar, en el estudio, en el trabajo, en la iglesia o en nuestra profesión). No hay un ministerio o trabajo más honroso o digno de admiración; siempre y cuando hagamos la voluntad de Dios, sintámonos privilegiados de servirle y servir al prójimo con amor, alegría y excelencia.
- Jesús estableció que quien le sigue a él debe servirle y prometió que donde él estuviere, allí también estará su servidor porque le honrará y le dará un lugar a su lado: en la tierra tendrá comunión permanente con él en donde esté y en la eternidad morará con él (Jn. 12:26). No obstante, recordemos que la salvación es por gracia (Ef. 2:8-10) y no depende de un ministerio o de todo lo que hagamos en el reino de Dios y por las personas a quienes prestemos un servicio. Estas buenas obras hacen parte de nuestra fe y adornan nuestra vida pero no tienen méritos para la salvación.
- En Hechos se habla de la salida de Judas del ministerio apostólico, el cual era contado entre los doce y tenía parte en este ministerio (Hch. 1:17). Además, se menciona la necesidad de incorporar en su lugar a otro discípulo que fuese testigo del ministerio de Jesús y así ser reconocido como un verdadero apóstol (Hch. 1:25).        
- Los apóstoles reconocieron su necesidad de orar y dedicarse al ministerio de la palabra a fin de cumplir con el plan divino en la Iglesia de Cristo (Hch. 6:4).
- Pablo recibió del Señor el ministerio que desarrolló para dar testimonio del evangelio (Hch. 20:24).
- El apóstol Pablo contó a otros de las obras de Dios en la gente que recibió el evangelio mediante su ministerio (Hch. 21:19). Esto motivó y facultó a otros para seguir a Jesús y para servir mejor en los lugares donde Dios les permitiera estar.
- Pablo honró su ministerio ante Dios y ante los hombres (Rom. 11:13); esto significa que él dio valor, buen testimonio y credibilidad al ministerio que Dios le entregó porque se guardó en santidad y obediencia, perseverando en la voluntad de Dios.
- Pablo cuidó su testimonio para no ser ocasión de tropiezo a nadie o que su ministerio fuera vituperado, descalificado, desacreditado, inhabilitado, reprobado o rechazado con justa causa (2 Cor. 6:3).
- Quien desarrolla un ministerio debe procurar que la gente reconozca que es un servidor de Cristo y que administra los misterios de Dios (1 Cor. 4:1; Gál. 1:10).
- Dios llamó a Pablo y le mostró su propósito para el ministerio de forma clara; asimismo, le capacitó para tener las herramientas necesarias y ser un testigo eficaz en su reino (Hch. 26:16).
- Pablo reconoce que él fue hecho ministro de parte de Dios por su gracia y su poder divino y que él mismo no se hizo ministro por su propia cuenta (Col. 1:23; Ef. 3:7).
- El compromiso de Pablo con Dios, con su ministerio y con la gente era anunciar cumplidamente la palabra de Dios (Col. 1:25).
- Pablo entendió cómo desarrollar su ministerio, a quién iba dirigido y qué metas debía alcanzar (Rom. 15:15, 16).
- Tíquico fue un hermano amado, un fiel ministro y consiervo en el Señor (Ef. 6:21; Col. 4:7, 8). Pablo le encargó dar un informe a los creyentes en Éfeso y en Colosas con respecto a sus asuntos y actividades para que conocieran lo que él estaba haciendo y así consolara sus corazones, ya que se encontraba en momentos de crisis, persecución y prisiones a causa del evangelio (Ef. 6:20; Col. 4:10).
- Epafras fue un hombre de ejemplo en la Iglesia del Señor y Pablo lo pone como modelo a seguir porque era consiervo amado y fiel ministro de Cristo a favor de los creyentes (Col. 1:7).
- Pablo enseñó y dio ejemplo de cuáles son los requisitos que debe cumplir un buen ministro de Jesucristo, los cuales se encuentran en muchos de sus escritos inspirados por Dios en el NT (1 Tim. 4:6).
- Pablo envió a Timoteo en beneficio de los creyentes de la iglesia en Tesalónica para cumplir una encomienda y reconoció en Timoteo a un hermano, servidor de Dios y colaborador en el evangelio de Cristo que tenía la gracia y el respaldo de Dios para confirmar y animar en la fe a otros (1 Ts. 3:2).
- Pablo aconseja a Arquipo a través de la carta a los colosenses: “Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor” (Col. 4:17).
- Pablo aconseja a Timoteo: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (      2 Tim. 4:5).
- Pablo tuvo el apoyo y la compañía de Lucas en su ministerio; además, solicitó que Marcos viniera con Timoteo porque era útil para el ministerio (2 Tim. 4:11).
- El ministerio se recibe por la misericordia de Dios y no debemos desmayar en hacer siempre lo que agrada al Señor (2 Cor. 4:1). Realmente, ninguno de nosotros merece la honra de servir a Dios y a los hombres porque el Señor nos da la confianza de que desempeñemos un oficio en el mundo a favor de otros y de su reino, y él es quien nos pone en un ministerio específico (1 Tim. 1:12).
- Debemos notar que también Satanás puede tener sus ministros (2 Cor. 11:15).
- Puede considerarse al poder secular como ministro de Dios porque se constituye en instrumento para cumplir sus planes, estableciendo orden y justicia, sancionando las malas acciones, entre otras situaciones relacionadas (Rom. 13:4). Estas personas prestan un servicio a la sociedad en la administración del sistema de justicia, el educativo, los servicios de salud, en la construcción de carreteras, etc. Lamentablemente, muchos de ellos incurren en faltas éticas, morales y de corrupción pero Dios hará justicia en su debido tiempo.
- El ministro de Cristo, al seguir el ejemplo de su Maestro, presta un humilde pero amoroso servicio a las necesidades de la humanidad en general, en el mismo espíritu en que los ángeles lo hacen con Cristo y con los hombres (Mt. 4:11; Heb. 1:14).
- El NT enseña que el servicio también se presta a Cristo en la persona de los necesitados (Mt. 25:34-46).
- El servicio también se presta a los santos (Gál. 6:10; Rom. 15:25; 1 Cor. 16:15; 2 Cor. 8:4; 9:1; Heb. 6:10), pero es un servicio mutuo en el cuerpo de Cristo (que es su Iglesia) mediante los dones que Dios suministra a cada uno por su gracia (1 Ped. 4:10). El tema de los dones será ampliado posteriormente en otro capítulo.
- La Biblia habla del evangelismo como un ministerio de reconciliación para el mundo (2 Cor. 5:18-20), el cual se constituye en el deber de todo cristiano. La reconciliación del NT es vertical, entre el hombre pecador y un Dios de justicia que «hizo pecado» a Cristo (2 Cor. 5:21) para que el hombre pudiera ser reconciliado y ésta es la mayor demostración del amor de Dios en servicio a nosotros los hombres, indignos de su misericordia. Por este motivo, debemos servir a Dios, a los creyentes y a los que no conocen al Señor, en gratitud, amor y compromiso incondicional para hacer siempre la voluntad de Dios conforme a las Escrituras.
- Por otro lado, vemos en 1 Tim. 3:8-10 que el diaconado se ha convertido en una función eclesiástica reconocida, pero el diácono, hombre o mujer, debe cumplir con requisitos espirituales y bíblicos antes de ejercer el servicio en la Iglesia del Señor; por ejemplo, debe ser discipulado y enseñado en principios y doctrinas bíblicas, debe dar frutos de un verdadero arrepentimiento, debe tener evidencias de haber nacido de nuevo en el Señor, debe tener un testimonio limpio ante Dios, ante los hombres, en el hogar, en la iglesia local y fuera de ella, debe ser bautizado en las aguas y congregarse en una iglesia local con constancia, etc. Así pues, antes de servir, los candidatos al diaconado (el servicio en la iglesia local) deben ser puestos a prueba, preparados y entrenados para servir a Dios con amor, alegría, excelencia, idoneidad y santidad en toda su manera de vivir (1 Ped. 1:15).

jueves, 13 de abril de 2017

Los Ministerios de Dios Parte I


Dios nos ha dejado en la Biblia suficiente información y revelación para comprender acerca del ministerio que debe desarrollarse en la Iglesia del NT conforme a una sana interpretación; lamentablemente, muchos que se hacen llamar ministros o servidores de Dios han tergiversado muchos pasajes de la Escritura para enseñar conceptos erróneos que han estado ligados a prácticas contrarias a la voluntad de Dios y que han traído descrédito al Cristianismo pues salen a la luz las verdaderas motivaciones de quienes dicen seguir a Jesús y predicar el evangelio. Por ende, se hace indispensable conocer, entender y enseñar de forma integral acerca de este tema, a los creyentes en general, a quienes aspiran servir a Dios según su llamamiento y a quienes ya están sirviendo en la actualidad para que todos hablemos un mismo idioma y nos pongamos de acuerdo (1 Cor. 1:10).

a. ¿Qué es el ministerio?

La palabra MINISTERIO siempre se ha asociado al servicio de Dios y de los hombres; de igual forma, todo trabajo y servicio realizado por una persona, lo convierte en un siervo o servidor en relación con otros. En la actualidad, este término se relaciona también con las actividades que realiza un funcionario público en un gobierno por el bien de una comunidad en particular. Sin embargo, a continuación veremos cómo se presenta este concepto en el AT y NT.

b. ¿Cómo se desarrolló el ministerio en el AT?

Al estudiar el AT, encontramos la palabra ministerio en diferentes contextos; por ejemplo, para expresar la idea de ministerio sacerdotal o profesional, el AT normalmente emplea el verbo šāraṯ y el término leitourgein, mientras que ˓āḇaḏ o latreuein se refiere más bien al servicio de toda la congregación o de un individuo. Ya en el AT se ve que Dios llama a la nación de Israel a ser un reino de sacerdotes y gente santa, consagrada al servicio suyo (Éx. 19:6).

En general, el ministerio es el servicio que rinde una persona a otras y a Dios, que en sentido bíblico usualmente es relación personal, y no un simple trabajo manual. Por este motivo, vemos múltiples referencias al servicio:
- Dios escogió al sumo sacerdote y a los sacerdotes para el ministerio (Éx. 39:1).
- Dios escogió a los levitas como siervos suyos en el trabajo diario del tabernáculo (Núm. 3:7; 8:15).
- Dios es el dueño de cada ministerio y quien otorga al pueblo de Israel las personas que han de servir; ellos son un don de Dios (Núm. 18:6).
- Dios diseñó un orden en el ministerio del AT (Núm. 4:27).
- Cada ministerio tenía un oficio y pertenecía a un grupo específico donde se desempeñaban las actividades correspondientes (2 Crón. 31:16; Neh. 12:9).
- En el ministerio, cada servidor tenía participación por turnos (1 Crón. 6:32; 24:3).
- Dios estableció el diezmo y la ofrenda como un sistema de remuneración y mantenimiento del ministerio (Núm. 18:21, 31). Aunque en el NT solo se aplica la ofrenda.
- Dios estableció el principio de autoridad para el ministerio y hubo personas encargadas de guiar y dirigir a la congregación y a cada servidor (Núm. 4:33; 7:5; 1 Crón. 6:48; 23:28; Esd. 8:20).
- El Señor preparó hombres muy eficaces en la obra del ministerio en la casa de Dios (1 Crón. 9:13). En el hebreo, el término eficaz es guibbor que significa poderoso, esforzado, guerrero, de gran vigor y valiente.
- Dios dio a cada ministerio un encargo, una actividad, unas tareas específicas y unos recursos para cumplirlas (Núm. 7:7, 8).
- Cada ministerio estaba a cargo de los utensilios que usaban; los contaban, los cuidaban, los guardaban en lugares adecuados y pertenecían al pueblo de Dios, pero todo se guardaba bajo principios de autoridad y orden de acuerdo a lo establecido por Dios en su palabra (1 Crón. 9:28; 23:32; 24:19; 28:21; 2 Crón. 35:15).
- El liderazgo del ministerio se encargaba de ordenar y establecer a cada servidor (Núm. 8:11, 19, 22).
- Dios puso reglas en cuanto a la edad para empezar y terminar el ministerio (Núm. 8:24, 25).
- La música fue parte del ministerio en el AT y los líderes del pueblo (David y los jefes del ejército) apartaron para el ministerio a hombres idóneos para este fin (1 Crón. 25:1).
- En el ministerio de la alabanza hubo un orden específico para todo; por ejemplo, hubo directores que guiaban a músicos y cantores, y estos directores estaban bajo autoridad en el ministerio del templo de Dios (1 Crón. 25:6).
- La música usada en el ministerio de la alabanza tenía un carácter espiritual, bíblico y glorificaba a Jehová (2 Crón. 7:6).
- Hubo hombres impíos que excluyeron del ministerio a quienes Dios había establecido (2 Crón. 11:14).
- Hubo líderes que Dios levantó para poner y confirmar los ministerios que el Señor había llamado (2 Crón. 35:2).
- Moisés fue un servidor de Dios pero el Señor puso a su lado personas que también le apoyaran y le sirvieran como es el caso de Josué, un joven que estuvo cerca y aprendió principios y lecciones que formaron su carácter para luego tomar el lugar de Moisés (Jos. 1:1-9). Notemos que Josué estuvo con Moisés cerca del monte Sinaí cuando él recibió las tablas de la Ley de Dios (Éx. 24:13) y estuvo siempre en medio del tabernáculo (Éx. 33:11).
- Eliseo «servía» a Elías (1 Rey. 19:21).
- Los reyes y los príncipes tenían servidores, aunque solamente algunos servían a la mesa real (1 Rey. 4:5; 10:5).
- “La benevolencia del rey es para con el servidor entendido; mas su enojo contra el que lo avergüenza” (Pr. 14:35). Aquel que sirve a un líder con entendimiento y responsabilidad recibe su favor y confianza pero el que procede de forma negligente y lo hace quedar mal, verá que el líder reaccionará de acuerdo a sus actos, lo corregirá y quizás perderá su credibilidad; esto aplica al ámbito humano porque los hombres ven las buenas acciones y las premian, o ven las malas acciones y las sancionan; igualmente, esto aplica al ámbito espiritual porque Dios es justo y recompensa a cada uno según sea su obra, buena o mala, excelente o mediocre.
- Los ángeles son ministros de Jehová (Sal. 103:21).