c. ¿Cómo se desarrolló el
ministerio en el NT?
El término característico
en el NT es diakonía o diakonos que literalmente se traduce como “servir a la
mesa”; se refiere al servicio general, temporario o permanente, ya sea como
obligación o por libre decisión, pero tiene la connotación especial de servir a
la mesa (Lc. 10:40; 12:37; 17:8). No obstante, luego se aplicó como título de
un funcionario eclesiástico subalterno (1 Tim. 3:10).
En el NT se conserva la
palabra leitourgia para describir la labor del sacerdocio judaico (Lc. 1:23;
Heb. 9:21), y también se aplica al más excelente ministerio de Cristo (Heb.
8:6); por otra parte, puede aplicarse al servicio espiritual que prestaban los
predicadores del evangelio (Hch. 13:2; Rom. 15:16). El término leitourgos se
emplea en el NT en sentido cristiano. Originalmente se refería al servicio
público, como el que podían ofrecer los ciudadanos acaudalados al estado, y
posteriormente adquirió un sentido religioso característico, como en el uso de
la LXX. Por consiguiente, Cristo aparece como leitourgos del templo celestial
(He. 8:2), y los ángeles son leitourgos - espíritus ministradores (Heb. 1:14).
Se utiliza el verbo correspondiente cuando los profetas y maestros ministran al
Señor en Antioquía (Hch. 13:2); igualmente, Pablo se describe como el
leitourgos de Jesucristo que ministra (hierourgōn) en el servicio del evangelio
de Dios (Rom. 15:16). En general, podemos afirmar que el NT utiliza un lenguaje
sacerdotal solamente con referencia al cuerpo de creyentes en conjunto (Fil.
2:17; 1 Ped. 2:9). Este cambio en el lenguaje presupone, también, un cambio
doctrinal, ya que el ministerio en sentido neotestamentario no es privilegio
exclusivo de una casta sacerdotal.
A continuación revisemos
múltiples referencias al servicio en el NT:
- Los evangelios relatan el
orden de los ministerios según la Ley de Moisés en los tiempos de Jesús; por
ejemplo, los sacerdotes tenían turnos para servir y también tenían tiempos de
descanso para que otros tomaran su lugar (Lc. 1:23).
- Los evangelios hablan del
comienzo del ministerio de Jesús (Lc. 3:23).
- Cristo enseñó que aquel
que quiera ser grande (porque tiene ambiciones de poder y reconocimiento) debe
ser siervo de todos (Mt. 20:25-28; Mr. 9:33-37); en el reino de Dios realmente
no hay nadie grande, por lo cual todos somos iguales y quien ejerza algún
ministerio, su actitud debe ser siempre de servicio (sin importar los dones,
talentos o logros que tenga). Cristo pone como ejemplo a un niño que suele ser
dócil, manso, flexible, sensible, amoroso, sincero, soñador, creativo, innovador,
resuelto, aventurero e inocente en cuanto al mal (aunque en ocasiones un niño
también muestra su naturaleza humana caída cuando es insensato, desobediente,
testarudo, competitivo, celoso, envidioso… eso no debemos imitarlo).
- Se recalca aún más el carácter
humilde del servicio cristiano por el uso del término doulos (esclavo). Es la
forma de siervo que asumió Cristo (Fil. 2:7), y, siguiendo su ejemplo, se
designa a los apóstoles y sus compañeros de tareas como esclavos (siervos) de
Dios o de Cristo (Rom. 1:1; Gál. 1:10; Col. 4:12; Tito 1:1; Stg. 1:1; 2 Ped.
1:1).
- Otro término es hypēretēs
o huperetes, que en realidad tiene varios significados: remero asistente de las
galeras, cualquiera que sirve con las manos, un criado y cualquiera que ayuda a
otro en algún trabajo (un ayudante). Huperetes es un término militar que
designaba originalmente al remero que tripulaba una galera de guerra; luego
llegó a significar aquel que ejecutaba cualquier trabajo físico arduo y
difícil, y finalmente, vino a designar al oficial militar subordinado que
aguardaba y ejecutaba las ordenes de su superior. De manera que cuando hablamos
de ministerio estamos hablando de servicio y de subordinación. La idea de
dignidad o de importancia oficial, o de prerrogativa es completamente ajena a
la palabra usada en el griego original del NT. Por supuesto, hay dignidad en
todo servicio, hay privilegios inherentes al servicio y Dios honra a los que le
honran, pero todo esto resulta de la naturaleza del trabajo que tiene que ser
hecho y viene como consecuencia de la bendición de Dios y del reconocimiento de
los hombres. No debemos buscar el favor ni la gloria de los hombres; dejemos
que Dios se encargue de poner todo en su lugar.
- Huperetes también se
aplica al ḥazzān, especie de sacristán de la sinagoga judía, que tenía la
custodia de los libros sagrados (Lc. 4:20); también describe a Juan Marcos
(Hch. 13:5) cuando actuó como ayudante de Pablo y Bernabé. Pero Pablo mismo se
sintió privilegiado de emplear ese título para sí en relación con Cristo (Hch.
26:16; 1 Cor. 4:1); por otra parte, en Lc. 1:2 el escritor lo emplea como
término genérico para los siervos de la palabra.
- Todo oficio de los
hombres se constituye en un servicio a Dios en beneficio de los demás (Rom.
13:4). Por tanto, no menospreciemos el talento que tenemos o los conocimientos
que adquirimos (sean éstos aplicados en el hogar, en el estudio, en el trabajo,
en la iglesia o en nuestra profesión). No hay un ministerio o trabajo más
honroso o digno de admiración; siempre y cuando hagamos la voluntad de Dios,
sintámonos privilegiados de servirle y servir al prójimo con amor, alegría y
excelencia.
- Jesús estableció que
quien le sigue a él debe servirle y prometió que donde él estuviere, allí
también estará su servidor porque le honrará y le dará un lugar a su lado: en
la tierra tendrá comunión permanente con él en donde esté y en la eternidad
morará con él (Jn. 12:26). No obstante, recordemos que la salvación es por
gracia (Ef. 2:8-10) y no depende de un ministerio o de todo lo que hagamos en
el reino de Dios y por las personas a quienes prestemos un servicio. Estas
buenas obras hacen parte de nuestra fe y adornan nuestra vida pero no tienen
méritos para la salvación.
- En Hechos se habla de la
salida de Judas del ministerio apostólico, el cual era contado entre los doce y
tenía parte en este ministerio (Hch. 1:17). Además, se menciona la necesidad de
incorporar en su lugar a otro discípulo que fuese testigo del ministerio de
Jesús y así ser reconocido como un verdadero apóstol (Hch. 1:25).
- Los apóstoles
reconocieron su necesidad de orar y dedicarse al ministerio de la palabra a fin
de cumplir con el plan divino en la Iglesia de Cristo (Hch. 6:4).
- Pablo recibió del Señor
el ministerio que desarrolló para dar testimonio del evangelio (Hch. 20:24).
- El apóstol Pablo contó a
otros de las obras de Dios en la gente que recibió el evangelio mediante su
ministerio (Hch. 21:19). Esto motivó y facultó a otros para seguir a Jesús y
para servir mejor en los lugares donde Dios les permitiera estar.
- Pablo honró su ministerio
ante Dios y ante los hombres (Rom. 11:13); esto significa que él dio valor,
buen testimonio y credibilidad al ministerio que Dios le entregó porque se
guardó en santidad y obediencia, perseverando en la voluntad de Dios.
- Pablo cuidó su testimonio
para no ser ocasión de tropiezo a nadie o que su ministerio fuera vituperado,
descalificado, desacreditado, inhabilitado, reprobado o rechazado con justa
causa (2 Cor. 6:3).
- Quien desarrolla un
ministerio debe procurar que la gente reconozca que es un servidor de Cristo y
que administra los misterios de Dios (1 Cor. 4:1; Gál. 1:10).
- Dios llamó a Pablo y le
mostró su propósito para el ministerio de forma clara; asimismo, le capacitó
para tener las herramientas necesarias y ser un testigo eficaz en su reino
(Hch. 26:16).
- Pablo reconoce que él fue
hecho ministro de parte de Dios por su gracia y su poder divino y que él mismo
no se hizo ministro por su propia cuenta (Col. 1:23; Ef. 3:7).
- El compromiso de Pablo
con Dios, con su ministerio y con la gente era anunciar cumplidamente la
palabra de Dios (Col. 1:25).
- Pablo entendió cómo
desarrollar su ministerio, a quién iba dirigido y qué metas debía alcanzar
(Rom. 15:15, 16).
- Tíquico fue un hermano
amado, un fiel ministro y consiervo en el Señor (Ef. 6:21; Col. 4:7, 8). Pablo
le encargó dar un informe a los creyentes en Éfeso y en Colosas con respecto a
sus asuntos y actividades para que conocieran lo que él estaba haciendo y así
consolara sus corazones, ya que se encontraba en momentos de crisis,
persecución y prisiones a causa del evangelio (Ef. 6:20; Col. 4:10).
- Epafras fue un hombre de
ejemplo en la Iglesia del Señor y Pablo lo pone como modelo a seguir porque era
consiervo amado y fiel ministro de Cristo a favor de los creyentes (Col. 1:7).
- Pablo enseñó y dio
ejemplo de cuáles son los requisitos que debe cumplir un buen ministro de
Jesucristo, los cuales se encuentran en muchos de sus escritos inspirados por
Dios en el NT (1 Tim. 4:6).
- Pablo envió a Timoteo en
beneficio de los creyentes de la iglesia en Tesalónica para cumplir una
encomienda y reconoció en Timoteo a un hermano, servidor de Dios y colaborador
en el evangelio de Cristo que tenía la gracia y el respaldo de Dios para confirmar
y animar en la fe a otros (1 Ts. 3:2).
- Pablo aconseja a Arquipo
a través de la carta a los colosenses: “Mira que cumplas el ministerio que
recibiste en el Señor” (Col. 4:17).
- Pablo aconseja a Timoteo:
“Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista,
cumple tu ministerio” ( 2 Tim. 4:5).
- Pablo tuvo el apoyo y la
compañía de Lucas en su ministerio; además, solicitó que Marcos viniera con
Timoteo porque era útil para el ministerio (2 Tim. 4:11).
- El ministerio se recibe
por la misericordia de Dios y no debemos desmayar en hacer siempre lo que
agrada al Señor (2 Cor. 4:1). Realmente, ninguno de nosotros merece la honra de
servir a Dios y a los hombres porque el Señor nos da la confianza de que
desempeñemos un oficio en el mundo a favor de otros y de su reino, y él es
quien nos pone en un ministerio específico (1 Tim. 1:12).
- Debemos notar que también
Satanás puede tener sus ministros (2 Cor. 11:15).
- Puede considerarse al
poder secular como ministro de Dios porque se constituye en instrumento para
cumplir sus planes, estableciendo orden y justicia, sancionando las malas
acciones, entre otras situaciones relacionadas (Rom. 13:4). Estas personas
prestan un servicio a la sociedad en la administración del sistema de justicia,
el educativo, los servicios de salud, en la construcción de carreteras, etc.
Lamentablemente, muchos de ellos incurren en faltas éticas, morales y de
corrupción pero Dios hará justicia en su debido tiempo.
- El ministro de Cristo, al
seguir el ejemplo de su Maestro, presta un humilde pero amoroso servicio a las
necesidades de la humanidad en general, en el mismo espíritu en que los ángeles
lo hacen con Cristo y con los hombres (Mt. 4:11; Heb. 1:14).
- El NT enseña que el
servicio también se presta a Cristo en la persona de los necesitados (Mt.
25:34-46).
- El servicio también se
presta a los santos (Gál. 6:10; Rom. 15:25; 1 Cor. 16:15; 2 Cor. 8:4; 9:1; Heb.
6:10), pero es un servicio mutuo en el cuerpo de Cristo (que es su Iglesia)
mediante los dones que Dios suministra a cada uno por su gracia (1 Ped. 4:10).
El tema de los dones será ampliado posteriormente en otro capítulo.
- La Biblia habla del
evangelismo como un ministerio de reconciliación para el mundo (2 Cor.
5:18-20), el cual se constituye en el deber de todo cristiano. La
reconciliación del NT es vertical, entre el hombre pecador y un Dios de
justicia que «hizo pecado» a Cristo (2 Cor. 5:21) para que el hombre pudiera
ser reconciliado y ésta es la mayor demostración del amor de Dios en servicio a
nosotros los hombres, indignos de su misericordia. Por este motivo, debemos
servir a Dios, a los creyentes y a los que no conocen al Señor, en gratitud,
amor y compromiso incondicional para hacer siempre la voluntad de Dios conforme
a las Escrituras.
- Por otro lado, vemos en 1
Tim. 3:8-10 que el diaconado se ha convertido en una función eclesiástica
reconocida, pero el diácono, hombre o mujer, debe cumplir con requisitos
espirituales y bíblicos antes de ejercer el servicio en la Iglesia del Señor;
por ejemplo, debe ser discipulado y enseñado en principios y doctrinas
bíblicas, debe dar frutos de un verdadero arrepentimiento, debe tener
evidencias de haber nacido de nuevo en el Señor, debe tener un testimonio
limpio ante Dios, ante los hombres, en el hogar, en la iglesia local y fuera de
ella, debe ser bautizado en las aguas y congregarse en una iglesia local con
constancia, etc. Así pues, antes de servir, los candidatos al diaconado (el
servicio en la iglesia local) deben ser puestos a prueba, preparados y entrenados
para servir a Dios con amor, alegría, excelencia, idoneidad y santidad en toda
su manera de vivir (1 Ped. 1:15).
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