IV. Principios bíblicos
para el gobierno de la Iglesia
A continuación, se hará una
síntesis de los principios bíblicos que debemos tener presentes en la
administración de la Iglesia:
1. La autoridad máxima es Dios
- La Biblia enseña
claramente que Cristo es la cabeza y el cimiento de la Iglesia, que él la
compró con su sangre, que él es quien la habita por medio de su Santo Espíritu,
que él la protege y la nutre con sus promesas y su presencia (Ef. 1:21-23).
2. En la Biblia no hay una forma fija o exclusiva para la administración
del pueblo de Dios
- En la Escritura no hay
estructura fija para la administración de cada iglesia; ni siquiera los doce
apóstoles originales nos dan una estructura formal. Sin embargo, en el libro de
los Hechos y en las Epístolas de Pablo encontramos principios que nos dan una
idea y una base para guiarnos (y ya hemos revisado algunos de ellos).
- Dios, en su plan y
sabiduría, lo dejó así, para que la Iglesia se desarrollara en diferentes
países y culturas del mundo. El pueblo hispano es muy diferente al anglosajón;
el árabe es muy diferente al africano, etc. Pero en las culturas y costumbres
diferentes, la Biblia funciona perfectamente. La Iglesia del NT puede funcionar
muy bien en el entorno de una dictadura socialista como en una democracia
occidental. Además, puede florecer en medio de una cultura católico-romana,
como en una cultura hindú o musulmana. Cristo no cambia y su palabra es la
misma en todo lugar. Cuando la palabra divina es presentada y enseñada, el
Espíritu Santo la aplica de acuerdo a la cultura del pueblo. No es la cultura
la que determina y cambia la Biblia; es la Biblia la que influye y cambia la
cultura.
- Es difícil afirmar que en
el NT solo exista una forma de gobierno correcta para las iglesias que
surgieron en el tiempo de los apóstoles o que todas las iglesias siguieran el
mismo sistema de gobierno; mucho menos existen reglas definidas en la administración
para las iglesias que habrían de surgir después; lo que sí podemos hacer es
aplicar principios bíblicos útiles en la administración de la iglesia local y
establecer un orden en el manejo de la autoridad.
3. La Biblia promueve el establecimiento de iglesias interdependientes
- Según la Biblia en el NT,
una iglesia o congregación es un cuerpo organizado, local y visible que está
compuesto por creyentes convertidos a Cristo, que siguen sus enseñanzas de
forma integral, que se bautizan en las aguas, se reúnen regularmente, tienen
compañerismo en el evangelio y sirven al Señor a través de diversos dones en
beneficio de la extensión del reino de los cielos en diferentes lugares donde
Dios les guíe y les permita trabajar, predicando el evangelio y haciendo discípulos
verdaderos para Cristo (Mt. 28:18-20).
- Cada iglesia local está
sujeta directamente a Cristo; por tanto, no debe existir una jurisdicción de
una iglesia sobre otra sino que todas deben estar a un mismo nivel y son
interdependientes unas de otras.
- Lamentablemente, existen
denominaciones que se han vuelto imperios económicos liderados por unos cuantos
hombres (y mujeres también) codiciosos y astutos que solo buscan acumular
propiedades, adquirir más bienes materiales, cuentas bancarias con enormes
sumas de dinero, tener comodidades, lujos y una vida de millonarios, y un
reconocimiento a nivel regional, nacional e internacional. El ideal bíblico es
la unidad en la fe, la comunión como hermanos y el apoyo mutuo; por tanto, es
mejor constituir un lazo de amistad y compañerismo donde las iglesias se
asocien de forma adecuada pero sin generar una dependencia económica o
ministerial (sería mejor emplear el término iglesias interdependientes).
Podrían asociarse bajo una personería jurídica si así lo quieren (si tienen una
base doctrinal común) o trabajar juntas con personerías jurídicas
independientes. Así pues, la idea de una cúpula religiosa o una pirámide de
poder no tienen base bíblica porque somos hermanos en Cristo y él es la cabeza;
todos nosotros somos miembros del mismo cuerpo.
- Hay abundantes evidencias
de los fuertes lazos de comunión y de amor fraternal que unían las iglesias de
la edad apostólica (en el primer siglo) y aún después, pero no existe ninguna
mención de la subordinación de unas a otras que fuesen más poderosas y más
prestigiosas por su número o por su posición geográfica. Así pues, los asuntos
de importancia general se discutían para que hubiera mayor luz y guía para
todos, pero sin que se estableciera el dominio de ciertas iglesias sobre otras.
Por ejemplo, la cuestión de la circuncisión de los creyentes gentiles se trató
entre los ancianos de la iglesia en Jerusalén y los representantes de la
iglesia de Antioquía, pero no hay el menor indicio de que la iglesia de
Antioquía fuese subordinada a la de Jerusalén (Hch. 15).
4. La Biblia estimula el liderazgo compartido en las iglesias
- En el NT, en las iglesias
no hubo una jerarquía ministerial; más bien, se puede evidenciar un gobierno
plural, donde los ministerios trabajaban en equipo y el Señor los guiaba,
llamando a nuevos líderes y colaboradores para continuar en la labor que Dios
les encargó.
- El gobierno de la iglesia
no debe ser jerárquico. La Biblia desconoce cualquier sistema de jerarquía
eclesial humana como los que han creado los hombres a lo largo de la historia
de la iglesia y que han fracasado debido a las ansias de poder, los malos
manejos, los abusos de autoridad y las ambiciones económicas, las cuales
destruyen el corazón, el buen testimonio y la credibilidad.
- Cada iglesia debería
tener un liderazgo equilibrado, en donde no hay una figura de autoridad
incuestionable o que el poder se concentre en una sola persona. Ahora bien,
puede existir un pastor principal o un equipo de pastores con un llamamiento de
Dios pero sus frutos deben ser acordes con el evangelio.
- Un pastor puede llegar al
ministerio de diversas formas:
a) Dios lo llamó a fundar
una iglesia, trabajó, sembró la palabra, Dios llevó personas, se formó un grupo
base de creyentes y luego hubo un desarrollo de colaboradores y líderes que en
equipo con el pastor fundador vieron la gracia de Dios y el crecimiento.
b) Dios lo llamó y fue
delegado por otro ministro del evangelio para fundar una iglesia y Dios le dio
gracia y favor para que se constituyera una congregación de forma progresiva.
c) Dios lo llamó y fue
delegado por otro ministro del evangelio a ejercer el ministerio pastoral en
una congregación ya formada.
d) Dios lo llamó y fue
invitado por una iglesia ya formada a ejercer el ministerio pastoral.
- En la Biblia, la figura
del pastor está enfocada en administrar la iglesia, pero debe contar con un
equipo de líderes que trabaje junto a él. Este equipo de líderes es llamado a
velar por el funcionamiento de la iglesia y que el pastor cumpla con las funciones
por las cuales fue puesto por Dios al frente de la congregación; sin embargo,
el pastor nunca debe asumir que es la máxima autoridad sino que Cristo es la
cabeza y que él es parte de la iglesia porque es miembro del cuerpo de Cristo y
no un jefe de los creyentes ni el papá ni el dueño de la obra.
5. La Biblia señala la necesidad de permitir y promover la participación
de la congregación
En la Biblia, encontramos
que algunos asuntos se decidieron con la aprobación de la congregación, pero
esto no debe ser aplicado a todos los casos; lo que sí podemos decir es que la
Biblia y el Espíritu Santo deben guiar a la iglesia local y al liderazgo que
Dios ponga al frente, en cabeza del pastor principal, un equipo pastoral, un
equipo de líderes o una junta directiva.
Miremos algunos ejemplos de
cómo la congregación participó en la toma de decisiones:
* La iglesia en Jerusalén
- En Hch. 1:15-26 vemos 120
miembros en la iglesia y los 11 apóstoles (excepto Judas Iscariote); los
creyentes querían elegir a otro hermano idóneo para ocupar su oficio; ellos
determinaron las calificaciones y dos hombres fueron nominados por la
congregación; oraron y echaron suertes; no dependieron de sí mismos sino de
Dios. Pedro no actuó como el Papa de la iglesia, ni fue la decisión de los once
apóstoles que quedaron. La iglesia entera participó como un solo cuerpo. En
este caso se habla de echar suertes y la costumbre de la época era usar
tabletas de piedra, cada una con un nombre inscrito en ella, que se ponían en
una caja (o en una vasija) y se sacudían hasta que una de ellas saliera, la
cual indicaba la persona escogida por Dios. Obviamente, el Espíritu Santo guió
esta decisión pero no debemos desconocer la cultura y las costumbres de la
época que quedaron registradas en la Biblia. Resulta significativo que, tras el
derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés, esta práctica no se
vuelve a mencionar. Nótese que en esta ocasión los discípulos (y la
congregación) seleccionaron primero los dos hombres a quienes ellos consideraban
más dignos para llenar la vacante. La decisión final fue dejada al Señor en
oración. Para estar seguros de cuál era su voluntad echaron suertes. Después,
el Espíritu Santo proveyó la dirección necesaria.
- “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos”
(Hch. 6:2). Notemos las palabras “convocaron” y “multitud”. Usualmente, se comete el error de “invitar”
(que implica algo opcional) a las reuniones para tratar los asuntos de la
iglesia. Los apóstoles convocaron (que implica una responsabilidad). También
hallamos que era un grupo de gente descrito como “multitud”, lo que revela que
era una iglesia congregacional en sus asuntos.
- “Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón
lleno de fe y del Espíritu Santo” (Hch. 6:5). Se mencionan dos palabras
claves: “Propuesta” y “eligieron”. Notemos que los líderes de la congregación
propusieron, la mayoría eligió y Dios les guió en todo lo que hicieron.
* La iglesia en Antioquía
- “Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no
os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. Como Pablo y
Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que
subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles
y los ancianos, para tratar esta cuestión” (Hch. 15:1, 2). Este pasaje usa
las palabras “discusión” y “contienda”.
No fue un simple intercambio de ideas, sino un debate abierto y claro.
Al final, se manifiesta la decisión de la asamblea: “Se dispuso que Pablo y Bernabé…” En otras palabras, la decisión
final fue respetada y Dios también les guió.
* El modelo del Concilio de
Jerusalén (Hch. 15:4-29).
- “Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los
apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con
ellos” (Hch. 15:4). Al llegar Pablo y Bernabé, fueron recibidos por los
apóstoles, los ancianos y la iglesia. Ante este grupo, iban a informar lo que
Dios había hecho con ellos. Oído este informe, se levantó la parte tradicional
del judaísmo, dando a conocer su posición.
- “Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este
asunto” (Hch. 15:6).
- “Después de mucha discusión” (Hch. 15:7). No se nos informa quiénes eran los líderes de
las diferentes ideas ni cuáles fueron las ponencias o los alegatos. Lo que
queda claro, es que hubo mucha discusión.
- “Pedro se levantó y les dijo” (Hch. 15:7). Pedro relata la manera en cómo Dios lo llevó
a predicar el evangelio a los gentiles, argumentando que no deberían poner
carga sobre ellos como recién convertidos.
- “Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo”
(Hch. 15:12). Esto indica una ratificación de lo antes informado.
- “Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió” (Hch. 15:13). Jacobo, guiado por el Espíritu Santo, hace un
resumen del relato de Pedro citando las profecías del AT (Hch. 15:13-18). Con
esto, hace una proposición de resolución que contiene los siguientes puntos:
que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios (Hch. 15:19) y que
se escriba en una carta con tal resolución, diciendo que se aparten de
contaminación de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre (Hch.
15:20). La culminación de este proceso fue: “Entonces
pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de
entre ellos…” (Hch. 15:22). Además, se nos dice: “Entonces les pareció bien… escribir por conducto de ellos” (Hch.
15:22-24). Lo que significa que llevaban ciertos registros y tenían algunas
normas escritas de funcionamiento.
- Los creyentes de las
primeras iglesias estaban seguros de que, aunque sus debates eran dinámicos y
en ocasiones fuertes, el Espíritu Santo los dirigía y, entre ambos, hacían
acuerdos e informaban las decisiones finales.
- “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros” (Hch. 15:28).
Por eso, para ser más precisos, hablamos de TEOCRACIA: Dios conduce su Iglesia
a través de lo que induce en el corazón de los miembros de ésta por medio del
Espíritu Santo.
- Sus decisiones eran entre
todos: Primero, el Espíritu Santo; segundo, la participación del liderazgo y
los ministerios que Dios llama; y, tercero, la iglesia en general.
- Las iglesias del primer
siglo debatieron con énfasis sobre su credo y disciplina porque se estableció
que todas las cosas deben ser hechas “decentemente
y con orden” (1 Cor. 14:40).
- Con el correr de los
siglos, algunos grupos se “empapizaron”. Fue entonces cuando muchos errores
doctrinales y comportamentales comenzaron a infiltrarse, poniendo en manos de
una sola persona las decisiones llamadas “infalibles”, olvidando que “en la
multitud de consejeros hay seguridad” (Pr. 11:14).
* Principios bíblicos del
gobierno congregacional
- En Rom.14:1 está escrito:
“Recibid al débil en la fe”. El
sentido de este versículo es: “Recibid en vuestra comunión y tratad como
hermano al que es débil en la fe”. Hay un mandamiento: Recibid. Este mandato
está dirigido a la iglesia, no a solo un grupo como obispos o ancianos
gobernantes, puesto que esta carta fue escrita a todos los que estaban en Roma,
amados de Dios, llamados a ser santos (Rom.1:7). Así pues, las iglesias del NT
tenían el derecho de excluir a los miembros indignos y lo ejercieron (el tema
de la disciplina bíblica se explicará en otro capítulo).
- Pablo, refiriéndose al
“incestuoso” de Corinto, dice a la iglesia: “En
el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el
poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para
destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor
Jesús” (1 Cor. 5:4, 5). Notemos que aunque Pablo “juzgó” que el culpable
debía excluirse de la iglesia, él no lo excluyó. No pretendió tener la
atribución de hacerlo. El mismo señaló: “Quitad,
pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:13). Es importante notar
a quienes estaba destinada esta carta: “A
la iglesia de Dios que está en Corinto” (1 Cor. 1:2). Este mismo derecho
aparece en Mt. 18:17; 2 Ts. 3:6, y en otros pasajes.
- Asimismo, tenían la
facultad de restaurar a su comunión a los miembros excluidos que dieran
evidencias satisfactorias de arrepentimiento. “Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos… por lo cual
os ruego que confirméis el amor para con él” (2 Cor.2:6-8). Este pasaje
posiblemente nos menciona el mismo caso del incestuoso de la primera carta.
Pablo no podía restaurarlo, así como primero tampoco pudo excluirlo, pero dice:
“os ruego”.
- Si las iglesias del NT
podían recibir, excluir y restaurar miembros, de seguro, también podían manejar
otros asuntos que se les presentaran. El derecho de la mayoría de los miembros
de una iglesia es necesario para gobernar de acuerdo con la ley de Cristo.
Expresándose la voluntad de la mayoría, la minoría debe someterse. “Le basta a tal persona esta reprensión
hecha por muchos” (2 Cor. 2:6). “Por muchos” sería “por los más”, es decir,
por la mayoría. Por tanto, la mayoría es la que debe gobernar.
- La iglesia de Corinto no
podía transferir su poder a la iglesia de Filipos ni la iglesia de Antioquía
traspasar su autoridad a la de Éfeso. Tampoco vemos que las iglesias delegaran
su autoridad a una asociación, sínodo o convención. La autoridad de una iglesia
es inalienable.
- Si la autoridad de una
iglesia no puede transferirse, la acción de la iglesia es final.
- Es evidente por Mt.
18:15-17 que no hay un tribunal más alto que la iglesia.
- Después de todo el
procedimiento que el mismo Cristo establece para el perdón de las ofensas, la
última instancia que establece es la propia iglesia. Ahora, si el ofensor no
quiere oír a la iglesia, Jesús dice que se le debe tener “por gentil y
publicano”. Pero, ¿no podrá apelarse a una asociación, o presbiterio, o
conferencia, o convención? No, no hay
apelación. ¿Podrá cualquiera de estas
entidades volver al ofensor a la comunión de la iglesia, cuando ésta por su
voto lo ha calificado como gentil y publicano? Este es un absurdo demasiado
grande. ¿Qué clase de comunión sería?
- La iglesia no es una
democracia pura; es una democracia teocrática porque es el gobierno de Cristo
por medio de su pueblo (Col. 1:18) y cada miembro es morada del Espíritu Santo
(1 Cor. 6:19, 20). Además, tenemos la Ley de Dios por medio del NT.
NOTAS:
- El gobierno de la iglesia
no debe ser siempre democrático; este sistema solo debe ser usado cuando se
requiera de un consenso, dependiendo de las circunstancias. Al estar compuesta
la iglesia de personas con distintos grados de entrega al Señor, de madurez
espiritual y de conocimiento bíblico, las decisiones finales, en lo que
respecta a la vida de la congregación, no pueden basarse en un principio
democrático en todos los casos. Por ejemplo, la opinión de un recién
convertido, o de un creyente voluble e inconstante, poco comprometido con el
Señor, no puede tener el mismo valor que el de una persona madura en Cristo, de
buen testimonio y frutos dignos del evangelio, sujeta a su voluntad. En 2 Crón.
10 vemos que se tomó el consejo de personas con poca experiencia y por la
cercanía emocional y esto fue motivo de muchos problemas.
- La palabra de Dios da
abundantes muestras de cómo el criterio democrático de la multitud en ocasiones
puede conducir al desastre espiritual: todo el pueblo lloraba afligido porque
en el desierto no se les daba pescado como en Egipto (Núm. 11:4-6, 10); el
pueblo "vota" seguir a los diez espías en vez de a Caleb y Josué,
designando un líder para devolverles a la esclavitud de Egipto (Núm. 14:1-10).
Otra vez, toda la congregación se une a la rebelión de Coré contra Moisés (Núm.
16:19-21). Luego, todo el pueblo murmura contra Moisés porque el viaje parece
muy largo (Núm. 21:4, 5).
6. La Biblia promueve el gobierno plural de varios líderes en cada
congregación
Como ya se ha expresado
antes, aparte del concepto de pastor como administrador, en el NT también se
halla la figura de un cuerpo o consejo de ancianos (líderes), que es llamado
presbiterio.
Miremos algunos pasajes
bíblicos al respecto:
- “Y constituyeron ancianos en cada iglesia” (Hch. 14:23).
- “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la
iglesia” (Hch. 20:17).
- “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo
Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1).
- “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía
con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Tim. 4:14).
- “Por esta causa te deje en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y
establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5).
- “¿Está alguno enfermo
entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole
con aceite en el nombre del Señor” (Stg. 5:14).
Ahora consideremos algunos
aspectos sobre el gobierno plural:
- Para la administración
cotidiana de la iglesia local, un consejo de ancianos siempre será mejor. Por
ejemplo, la Biblia indica que “mejor son
dos que uno” (Ecl. 4:9), “en la
multitud de consejeros hay seguridad” (Pr 11:14), “en la multitud de consejeros está la victoria” (Pr 24:6).
- Es un hecho sumamente
significativo y con frecuencia descuidado que nuestro Señor no designó a un
único hombre para guiar su Iglesia. Personalmente, él señaló e instruyó a doce
hombres. Además, Cristo proveyó a la Iglesia de pluralidad en el liderazgo. Los
doce proveen un maravilloso ejemplo de unidad, humildad, amor fraternal y
estructura de liderazgo compartido.
- Cuando Dios llama a un
creyente con un ministerio para fundar una iglesia nueva (o es delegado por
otro ministro del evangelio) y está comenzando, generalmente es pequeña en
membrecía y dicha persona es el encargado (líder, colaborador o pastor) porque
es el fundador de la congregación; esa función no puede delegarla en otro. Como
está empezando la iglesia, los creyentes suelen ser personas recién convertidas
o hermanos que Dios lleva a la iglesia, pero todavía no hay un equipo de
líderes formado. Mientras tanto, el encargado va preparando a los creyentes en
diferentes áreas y el Señor va llamando a cada uno según su gracia y según los
dones que tenga. Posteriormente, en un futuro cercano, debe constituirse un
cuerpo de líderes porque es un principio bíblico presente en el NT y es sabio,
útil y resguarda a un líder de envanecerse, sentirse intocable, incuestionable,
tomarse atribuciones que no le corresponden, tomar medidas egoístas y que se
concentre el poder en un solo individuo; existe un refrán que dice “el poder
absoluto corrompe”; por eso, debemos prevenir estos males y organizar la
iglesia de forma equilibrada. Uno de estos males se podría llamar el
"síndrome de Diótrefes" (3 Jn. 1:9, 10). Notemos que Diótrefes tenía
la tendencia a buscar el primer lugar, el cual solo le corresponde a Dios. Los
líderes son servidores y no jefes; su tarea no es ser señores sino ejemplos de
la grey de Dios (1 Ped. 5:2, 3). Por tanto, el gobierno plural se constituye en
una medida preventiva contra la tentación de buscar el mando y el dominio en la
iglesia y de señorearse con arrogancia sobre los creyentes y otros ministerios.
- Este principio de
liderazgo compartido es muy usado en diferentes corporaciones y organizaciones
humanas; se nombra una junta directiva y se establecen normas claras a fin de
administrar todo con excelencia, trasparencia y justicia. Así pues, un cuerpo
de líderes en cada iglesia es deseable, sabio y bueno, pero ellos deben ser
personas calificadas en todo sentido para dicha responsabilidad.
- En un consejo de líderes,
cada uno está bajo la autoridad espiritual de los demás miembros del consejo, y
sumiso a su dirección. Este control y equilibrio provisto por hombres con la
misma autoridad es muy saludable y ayuda a lograr la actitud que el NT enseña;
sin embargo, el pastor principal debe estar al frente de la junta.
- El liderazgo compartido
estimula el crecimiento personal en la madurez espiritual, al proporcionar
constantemente oportunidades de practicar el amor fraternal, la humildad, la
sumisión mutua, la disposición de servir y la búsqueda conjunta de la voluntad
del Señor en la oración para su pueblo (Fil 2:1-5).
- La pluralidad del
liderazgo permite compartir la carga de la dirección de la congregación, puesto
que los problemas que surgen en esta labor no recaen sobre un solo individuo,
sino que pueden ser resueltos por un trabajo en equipo (Gál. 6:2). Si las
largas horas, las pesadas responsabilidades y los problemas de pastorear una
congregación no son suficientes para abrumar a una persona, tratar con los
pecados de las personas y escuchar sus quejas aparentemente interminables y
amargos conflictos sí pueden cargar a un individuo. Incluso Moisés decayó casi
hasta la muerte bajo las presiones de conducir al pueblo de Israel (Núm. 11).
Con seguridad todo pastor (que trabaja sin un equipo de líderes) se ha sentido,
en algún momento u otro, como Moisés. El pastor que no comparte el liderazgo
con frecuencia llega a estar sobrecargado más allá de sus fuerzas y se siente
solo y aislado, mientras que los creyentes de la congregación hacen las veces
de críticos de primera fila (porque no hay participación en la toma de
decisiones y no son tenidos en cuenta para contribuir a la administración de la
iglesia). Esta es una de las razones por las que hay tantos pastores de
"corto plazo" en las iglesias. En otros casos, muchos pastores se
mantienen en la misma iglesia pero son ineficaces porque sufren de severo
agotamiento por la lucha, pero en un sistema de liderazgo conjunto, la
responsabilidad de la administración de la iglesia es compartida por varios
líderes calificados y activos que la congregación aprueba y apoya (al igual que
lo hace con su pastor). Este equipo provee de personas idóneas para cada necesidad,
hombres y mujeres de quienes se puede esperar pleno apoyo y ayuda (Ecl.
4:9-12).
- Un consejo de líderes
hace posible el equilibrio entre los aspectos fuertes y los débiles de cada
miembro del equipo, cada uno fortaleciendo a los demás en las áreas donde está
más capacitado, y recibiendo el apoyo de sus compañeros en las áreas donde sus
dones no destacan tanto. Por ejemplo, si un líder manifiesta un prejuicio o un
desagrado personal hacia alguna persona, dentro o fuera de la iglesia, los
demás pueden corregir eso e insistir en un trato justo.
- Un consejo de líderes
permite también que un mayor número de personas maduras, capaces y consagradas
se puedan involucrar en el ministerio de liderazgo dentro de la congregación, e
impide que un solo individuo llegue a acaparar en su persona muchos de los
dones que Dios ha repartido a los distintos individuos en la iglesia.
- La pluralidad en el
liderazgo también facilita que en esta tarea puedan participar tanto veteranos
como personas con menos experiencia, mayores y más jóvenes; esto crea, por un
lado, un ambiente muy enriquecedor de aprendizaje para los más jóvenes, como
también una diversidad de perspectivas que puede ser valioso para los hermanos
mayores.
- Los entrenadores saben
que los atletas que se entrenan juntos se estimulan unos a otros a mayores
logros. Cuando hay alguien al lado, el corredor hará un mayor esfuerzo y
aumentará la velocidad (Lc. 10:1).
- El liderazgo debe ser
constructivo, proactivo e integral para brindar espacios en la formación ministerial
de cada creyente; por ende, es esencial que tengamos un semillero de
capacitación para cada área de la iglesia local.
Cada iglesia tiene diversas
actividades, programas y áreas de trabajo; por tanto, se requieren personas
dispuestas a colaborar, servir y ayudar junto al pastor y al cuerpo de líderes;
el NT llama a estas personas los diáconos (Fil 1:1). En este caso, Pablo
escribió acerca de las cualidades necesarias para el diaconado (1 Tim. 3:8-13).
Los diáconos sirven al Señor pero también han de estar bajo la guía del pastor
y del cuerpo de líderes, por ser éstos responsables del testimonio total de la
iglesia.
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