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domingo, 13 de agosto de 2017

La administración de la iglesia local Parte VI

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IV. Principios bíblicos para el gobierno de la Iglesia

A continuación, se hará una síntesis de los principios bíblicos que debemos tener presentes en la administración de la Iglesia:

1. La autoridad máxima es Dios
- La Biblia enseña claramente que Cristo es la cabeza y el cimiento de la Iglesia, que él la compró con su sangre, que él es quien la habita por medio de su Santo Espíritu, que él la protege y la nutre con sus promesas y su presencia (Ef. 1:21-23).

2. En la Biblia no hay una forma fija o exclusiva para la administración del pueblo de Dios
- En la Escritura no hay estructura fija para la administración de cada iglesia; ni siquiera los doce apóstoles originales nos dan una estructura formal. Sin embargo, en el libro de los Hechos y en las Epístolas de Pablo encontramos principios que nos dan una idea y una base para guiarnos (y ya hemos revisado algunos de ellos).
- Dios, en su plan y sabiduría, lo dejó así, para que la Iglesia se desarrollara en diferentes países y culturas del mundo. El pueblo hispano es muy diferente al anglosajón; el árabe es muy diferente al africano, etc. Pero en las culturas y costumbres diferentes, la Biblia funciona perfectamente. La Iglesia del NT puede funcionar muy bien en el entorno de una dictadura socialista como en una democracia occidental. Además, puede florecer en medio de una cultura católico-romana, como en una cultura hindú o musulmana. Cristo no cambia y su palabra es la misma en todo lugar. Cuando la palabra divina es presentada y enseñada, el Espíritu Santo la aplica de acuerdo a la cultura del pueblo. No es la cultura la que determina y cambia la Biblia; es la Biblia la que influye y cambia la cultura.
- Es difícil afirmar que en el NT solo exista una forma de gobierno correcta para las iglesias que surgieron en el tiempo de los apóstoles o que todas las iglesias siguieran el mismo sistema de gobierno; mucho menos existen reglas definidas en la administración para las iglesias que habrían de surgir después; lo que sí podemos hacer es aplicar principios bíblicos útiles en la administración de la iglesia local y establecer un orden en el manejo de la autoridad.

3. La Biblia promueve el establecimiento de iglesias interdependientes
- Según la Biblia en el NT, una iglesia o congregación es un cuerpo organizado, local y visible que está compuesto por creyentes convertidos a Cristo, que siguen sus enseñanzas de forma integral, que se bautizan en las aguas, se reúnen regularmente, tienen compañerismo en el evangelio y sirven al Señor a través de diversos dones en beneficio de la extensión del reino de los cielos en diferentes lugares donde Dios les guíe y les permita trabajar, predicando el evangelio y haciendo discípulos verdaderos para Cristo (Mt. 28:18-20). 
- Cada iglesia local está sujeta directamente a Cristo; por tanto, no debe existir una jurisdicción de una iglesia sobre otra sino que todas deben estar a un mismo nivel y son interdependientes unas de otras.
- Lamentablemente, existen denominaciones que se han vuelto imperios económicos liderados por unos cuantos hombres (y mujeres también) codiciosos y astutos que solo buscan acumular propiedades, adquirir más bienes materiales, cuentas bancarias con enormes sumas de dinero, tener comodidades, lujos y una vida de millonarios, y un reconocimiento a nivel regional, nacional e internacional. El ideal bíblico es la unidad en la fe, la comunión como hermanos y el apoyo mutuo; por tanto, es mejor constituir un lazo de amistad y compañerismo donde las iglesias se asocien de forma adecuada pero sin generar una dependencia económica o ministerial (sería mejor emplear el término iglesias interdependientes). Podrían asociarse bajo una personería jurídica si así lo quieren (si tienen una base doctrinal común) o trabajar juntas con personerías jurídicas independientes. Así pues, la idea de una cúpula religiosa o una pirámide de poder no tienen base bíblica porque somos hermanos en Cristo y él es la cabeza; todos nosotros somos miembros del mismo cuerpo.
- Hay abundantes evidencias de los fuertes lazos de comunión y de amor fraternal que unían las iglesias de la edad apostólica (en el primer siglo) y aún después, pero no existe ninguna mención de la subordinación de unas a otras que fuesen más poderosas y más prestigiosas por su número o por su posición geográfica. Así pues, los asuntos de importancia general se discutían para que hubiera mayor luz y guía para todos, pero sin que se estableciera el dominio de ciertas iglesias sobre otras. Por ejemplo, la cuestión de la circuncisión de los creyentes gentiles se trató entre los ancianos de la iglesia en Jerusalén y los representantes de la iglesia de Antioquía, pero no hay el menor indicio de que la iglesia de Antioquía fuese subordinada a la de Jerusalén (Hch. 15).

4. La Biblia estimula el liderazgo compartido en las iglesias
- En el NT, en las iglesias no hubo una jerarquía ministerial; más bien, se puede evidenciar un gobierno plural, donde los ministerios trabajaban en equipo y el Señor los guiaba, llamando a nuevos líderes y colaboradores para continuar en la labor que Dios les encargó.
- El gobierno de la iglesia no debe ser jerárquico. La Biblia desconoce cualquier sistema de jerarquía eclesial humana como los que han creado los hombres a lo largo de la historia de la iglesia y que han fracasado debido a las ansias de poder, los malos manejos, los abusos de autoridad y las ambiciones económicas, las cuales destruyen el corazón, el buen testimonio y la credibilidad.
- Cada iglesia debería tener un liderazgo equilibrado, en donde no hay una figura de autoridad incuestionable o que el poder se concentre en una sola persona. Ahora bien, puede existir un pastor principal o un equipo de pastores con un llamamiento de Dios pero sus frutos deben ser acordes con el evangelio.
- Un pastor puede llegar al ministerio de diversas formas:
a) Dios lo llamó a fundar una iglesia, trabajó, sembró la palabra, Dios llevó personas, se formó un grupo base de creyentes y luego hubo un desarrollo de colaboradores y líderes que en equipo con el pastor fundador vieron la gracia de Dios y el crecimiento.
b) Dios lo llamó y fue delegado por otro ministro del evangelio para fundar una iglesia y Dios le dio gracia y favor para que se constituyera una congregación de forma progresiva.
c) Dios lo llamó y fue delegado por otro ministro del evangelio a ejercer el ministerio pastoral en una congregación ya formada.
d) Dios lo llamó y fue invitado por una iglesia ya formada a ejercer el ministerio pastoral.
- En la Biblia, la figura del pastor está enfocada en administrar la iglesia, pero debe contar con un equipo de líderes que trabaje junto a él. Este equipo de líderes es llamado a velar por el funcionamiento de la iglesia y que el pastor cumpla con las funciones por las cuales fue puesto por Dios al frente de la congregación; sin embargo, el pastor nunca debe asumir que es la máxima autoridad sino que Cristo es la cabeza y que él es parte de la iglesia porque es miembro del cuerpo de Cristo y no un jefe de los creyentes ni el papá ni el dueño de la obra.

5. La Biblia señala la necesidad de permitir y promover la participación de la congregación
En la Biblia, encontramos que algunos asuntos se decidieron con la aprobación de la congregación, pero esto no debe ser aplicado a todos los casos; lo que sí podemos decir es que la Biblia y el Espíritu Santo deben guiar a la iglesia local y al liderazgo que Dios ponga al frente, en cabeza del pastor principal, un equipo pastoral, un equipo de líderes o una junta directiva.

Miremos algunos ejemplos de cómo la congregación participó en la toma de decisiones:

* La iglesia en Jerusalén
- En Hch. 1:15-26 vemos 120 miembros en la iglesia y los 11 apóstoles (excepto Judas Iscariote); los creyentes querían elegir a otro hermano idóneo para ocupar su oficio; ellos determinaron las calificaciones y dos hombres fueron nominados por la congregación; oraron y echaron suertes; no dependieron de sí mismos sino de Dios. Pedro no actuó como el Papa de la iglesia, ni fue la decisión de los once apóstoles que quedaron. La iglesia entera participó como un solo cuerpo. En este caso se habla de echar suertes y la costumbre de la época era usar tabletas de piedra, cada una con un nombre inscrito en ella, que se ponían en una caja (o en una vasija) y se sacudían hasta que una de ellas saliera, la cual indicaba la persona escogida por Dios. Obviamente, el Espíritu Santo guió esta decisión pero no debemos desconocer la cultura y las costumbres de la época que quedaron registradas en la Biblia. Resulta significativo que, tras el derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés, esta práctica no se vuelve a mencionar. Nótese que en esta ocasión los discípulos (y la congregación) seleccionaron primero los dos hombres a quienes ellos consideraban más dignos para llenar la vacante. La decisión final fue dejada al Señor en oración. Para estar seguros de cuál era su voluntad echaron suertes. Después, el Espíritu Santo proveyó la dirección necesaria.
- “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos” (Hch. 6:2). Notemos las palabras “convocaron” y “multitud”.  Usualmente, se comete el error de “invitar” (que implica algo opcional) a las reuniones para tratar los asuntos de la iglesia. Los apóstoles convocaron (que implica una responsabilidad). También hallamos que era un grupo de gente descrito como “multitud”, lo que revela que era una iglesia congregacional en sus asuntos.
- “Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo” (Hch. 6:5). Se mencionan dos palabras claves: “Propuesta” y “eligieron”. Notemos que los líderes de la congregación propusieron, la mayoría eligió y Dios les guió en todo lo que hicieron.

* La iglesia en Antioquía
- “Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión” (Hch. 15:1, 2). Este pasaje usa las palabras “discusión” y “contienda”.  No fue un simple intercambio de ideas, sino un debate abierto y claro. Al final, se manifiesta la decisión de la asamblea: “Se dispuso que Pablo y Bernabé…” En otras palabras, la decisión final fue respetada y Dios también les guió.

* El modelo del Concilio de Jerusalén (Hch. 15:4-29).
- “Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos” (Hch. 15:4). Al llegar Pablo y Bernabé, fueron recibidos por los apóstoles, los ancianos y la iglesia. Ante este grupo, iban a informar lo que Dios había hecho con ellos. Oído este informe, se levantó la parte tradicional del judaísmo, dando a conocer su posición.
- “Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto” (Hch. 15:6).
- “Después de mucha discusión” (Hch. 15:7).  No se nos informa quiénes eran los líderes de las diferentes ideas ni cuáles fueron las ponencias o los alegatos. Lo que queda claro, es que hubo mucha discusión.
- “Pedro se levantó y les dijo” (Hch. 15:7).  Pedro relata la manera en cómo Dios lo llevó a predicar el evangelio a los gentiles, argumentando que no deberían poner carga sobre ellos como recién convertidos.
- “Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo” (Hch. 15:12). Esto indica una ratificación de lo antes informado.
- “Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió” (Hch. 15:13).  Jacobo, guiado por el Espíritu Santo, hace un resumen del relato de Pedro citando las profecías del AT (Hch. 15:13-18). Con esto, hace una proposición de resolución que contiene los siguientes puntos: que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios (Hch. 15:19) y que se escriba en una carta con tal resolución, diciendo que se aparten de contaminación de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre (Hch. 15:20). La culminación de este proceso fue: “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos…” (Hch. 15:22). Además, se nos dice: “Entonces les pareció bien… escribir por conducto de ellos” (Hch. 15:22-24). Lo que significa que llevaban ciertos registros y tenían algunas normas escritas de funcionamiento.
- Los creyentes de las primeras iglesias estaban seguros de que, aunque sus debates eran dinámicos y en ocasiones fuertes, el Espíritu Santo los dirigía y, entre ambos, hacían acuerdos e informaban las decisiones finales.
- “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros” (Hch. 15:28). Por eso, para ser más precisos, hablamos de TEOCRACIA: Dios conduce su Iglesia a través de lo que induce en el corazón de los miembros de ésta por medio del Espíritu Santo.
- Sus decisiones eran entre todos: Primero, el Espíritu Santo; segundo, la participación del liderazgo y los ministerios que Dios llama; y, tercero, la iglesia en general.
- Las iglesias del primer siglo debatieron con énfasis sobre su credo y disciplina porque se estableció que todas las cosas deben ser hechas “decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40).
- Con el correr de los siglos, algunos grupos se “empapizaron”. Fue entonces cuando muchos errores doctrinales y comportamentales comenzaron a infiltrarse, poniendo en manos de una sola persona las decisiones llamadas “infalibles”, olvidando que “en la multitud de consejeros hay seguridad” (Pr. 11:14).

* Principios bíblicos del gobierno congregacional
- En Rom.14:1 está escrito: “Recibid al débil en la fe”. El sentido de este versículo es: “Recibid en vuestra comunión y tratad como hermano al que es débil en la fe”. Hay un mandamiento: Recibid. Este mandato está dirigido a la iglesia, no a solo un grupo como obispos o ancianos gobernantes, puesto que esta carta fue escrita a todos los que estaban en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos (Rom.1:7). Así pues, las iglesias del NT tenían el derecho de excluir a los miembros indignos y lo ejercieron (el tema de la disciplina bíblica se explicará en otro capítulo).
- Pablo, refiriéndose al “incestuoso” de Corinto, dice a la iglesia: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (1 Cor. 5:4, 5). Notemos que aunque Pablo “juzgó” que el culpable debía excluirse de la iglesia, él no lo excluyó. No pretendió tener la atribución de hacerlo. El mismo señaló: “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:13). Es importante notar a quienes estaba destinada esta carta: “A la iglesia de Dios que está en Corinto” (1 Cor. 1:2). Este mismo derecho aparece en Mt. 18:17; 2 Ts. 3:6, y en otros pasajes.
- Asimismo, tenían la facultad de restaurar a su comunión a los miembros excluidos que dieran evidencias satisfactorias de arrepentimiento. “Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos… por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él” (2 Cor.2:6-8). Este pasaje posiblemente nos menciona el mismo caso del incestuoso de la primera carta. Pablo no podía restaurarlo, así como primero tampoco pudo excluirlo, pero dice: “os ruego”.
- Si las iglesias del NT podían recibir, excluir y restaurar miembros, de seguro, también podían manejar otros asuntos que se les presentaran. El derecho de la mayoría de los miembros de una iglesia es necesario para gobernar de acuerdo con la ley de Cristo. Expresándose la voluntad de la mayoría, la minoría debe someterse. “Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos” (2 Cor. 2:6). “Por muchos” sería “por los más”, es decir, por la mayoría. Por tanto, la mayoría es la que debe gobernar.
- La iglesia de Corinto no podía transferir su poder a la iglesia de Filipos ni la iglesia de Antioquía traspasar su autoridad a la de Éfeso. Tampoco vemos que las iglesias delegaran su autoridad a una asociación, sínodo o convención. La autoridad de una iglesia es inalienable.
- Si la autoridad de una iglesia no puede transferirse, la acción de la iglesia es final.
- Es evidente por Mt. 18:15-17 que no hay un tribunal más alto que la iglesia.
- Después de todo el procedimiento que el mismo Cristo establece para el perdón de las ofensas, la última instancia que establece es la propia iglesia. Ahora, si el ofensor no quiere oír a la iglesia, Jesús dice que se le debe tener “por gentil y publicano”. Pero, ¿no podrá apelarse a una asociación, o presbiterio, o conferencia, o convención?  No, no hay apelación.  ¿Podrá cualquiera de estas entidades volver al ofensor a la comunión de la iglesia, cuando ésta por su voto lo ha calificado como gentil y publicano? Este es un absurdo demasiado grande. ¿Qué clase de comunión sería?
- La iglesia no es una democracia pura; es una democracia teocrática porque es el gobierno de Cristo por medio de su pueblo (Col. 1:18) y cada miembro es morada del Espíritu Santo (1 Cor. 6:19, 20). Además, tenemos la Ley de Dios por medio del NT.

NOTAS:
- El gobierno de la iglesia no debe ser siempre democrático; este sistema solo debe ser usado cuando se requiera de un consenso, dependiendo de las circunstancias. Al estar compuesta la iglesia de personas con distintos grados de entrega al Señor, de madurez espiritual y de conocimiento bíblico, las decisiones finales, en lo que respecta a la vida de la congregación, no pueden basarse en un principio democrático en todos los casos. Por ejemplo, la opinión de un recién convertido, o de un creyente voluble e inconstante, poco comprometido con el Señor, no puede tener el mismo valor que el de una persona madura en Cristo, de buen testimonio y frutos dignos del evangelio, sujeta a su voluntad. En 2 Crón. 10 vemos que se tomó el consejo de personas con poca experiencia y por la cercanía emocional y esto fue motivo de muchos problemas.  
- La palabra de Dios da abundantes muestras de cómo el criterio democrático de la multitud en ocasiones puede conducir al desastre espiritual: todo el pueblo lloraba afligido porque en el desierto no se les daba pescado como en Egipto (Núm. 11:4-6, 10); el pueblo "vota" seguir a los diez espías en vez de a Caleb y Josué, designando un líder para devolverles a la esclavitud de Egipto (Núm. 14:1-10). Otra vez, toda la congregación se une a la rebelión de Coré contra Moisés (Núm. 16:19-21). Luego, todo el pueblo murmura contra Moisés porque el viaje parece muy largo (Núm. 21:4, 5).
  
6. La Biblia promueve el gobierno plural de varios líderes en cada congregación
Como ya se ha expresado antes, aparte del concepto de pastor como administrador, en el NT también se halla la figura de un cuerpo o consejo de ancianos (líderes), que es llamado presbiterio.

Miremos algunos pasajes bíblicos al respecto:
- “Y constituyeron ancianos en cada iglesia” (Hch. 14:23).
- “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (Hch. 20:17).
- “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1).
- “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Tim. 4:14).
- “Por esta causa te deje en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5).
- “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor” (Stg. 5:14).

Ahora consideremos algunos aspectos sobre el gobierno plural:
- Para la administración cotidiana de la iglesia local, un consejo de ancianos siempre será mejor. Por ejemplo, la Biblia indica que “mejor son dos que uno” (Ecl. 4:9), “en la multitud de consejeros hay seguridad” (Pr 11:14), “en la multitud de consejeros está la victoria” (Pr 24:6).
- Es un hecho sumamente significativo y con frecuencia descuidado que nuestro Señor no designó a un único hombre para guiar su Iglesia. Personalmente, él señaló e instruyó a doce hombres. Además, Cristo proveyó a la Iglesia de pluralidad en el liderazgo. Los doce proveen un maravilloso ejemplo de unidad, humildad, amor fraternal y estructura de liderazgo compartido.
- Cuando Dios llama a un creyente con un ministerio para fundar una iglesia nueva (o es delegado por otro ministro del evangelio) y está comenzando, generalmente es pequeña en membrecía y dicha persona es el encargado (líder, colaborador o pastor) porque es el fundador de la congregación; esa función no puede delegarla en otro. Como está empezando la iglesia, los creyentes suelen ser personas recién convertidas o hermanos que Dios lleva a la iglesia, pero todavía no hay un equipo de líderes formado. Mientras tanto, el encargado va preparando a los creyentes en diferentes áreas y el Señor va llamando a cada uno según su gracia y según los dones que tenga. Posteriormente, en un futuro cercano, debe constituirse un cuerpo de líderes porque es un principio bíblico presente en el NT y es sabio, útil y resguarda a un líder de envanecerse, sentirse intocable, incuestionable, tomarse atribuciones que no le corresponden, tomar medidas egoístas y que se concentre el poder en un solo individuo; existe un refrán que dice “el poder absoluto corrompe”; por eso, debemos prevenir estos males y organizar la iglesia de forma equilibrada. Uno de estos males se podría llamar el "síndrome de Diótrefes" (3 Jn. 1:9, 10). Notemos que Diótrefes tenía la tendencia a buscar el primer lugar, el cual solo le corresponde a Dios. Los líderes son servidores y no jefes; su tarea no es ser señores sino ejemplos de la grey de Dios (1 Ped. 5:2, 3). Por tanto, el gobierno plural se constituye en una medida preventiva contra la tentación de buscar el mando y el dominio en la iglesia y de señorearse con arrogancia sobre los creyentes y otros ministerios.
- Este principio de liderazgo compartido es muy usado en diferentes corporaciones y organizaciones humanas; se nombra una junta directiva y se establecen normas claras a fin de administrar todo con excelencia, trasparencia y justicia. Así pues, un cuerpo de líderes en cada iglesia es deseable, sabio y bueno, pero ellos deben ser personas calificadas en todo sentido para dicha responsabilidad.
- En un consejo de líderes, cada uno está bajo la autoridad espiritual de los demás miembros del consejo, y sumiso a su dirección. Este control y equilibrio provisto por hombres con la misma autoridad es muy saludable y ayuda a lograr la actitud que el NT enseña; sin embargo, el pastor principal debe estar al frente de la junta.
- El liderazgo compartido estimula el crecimiento personal en la madurez espiritual, al proporcionar constantemente oportunidades de practicar el amor fraternal, la humildad, la sumisión mutua, la disposición de servir y la búsqueda conjunta de la voluntad del Señor en la oración para su pueblo (Fil 2:1-5).
- La pluralidad del liderazgo permite compartir la carga de la dirección de la congregación, puesto que los problemas que surgen en esta labor no recaen sobre un solo individuo, sino que pueden ser resueltos por un trabajo en equipo (Gál. 6:2). Si las largas horas, las pesadas responsabilidades y los problemas de pastorear una congregación no son suficientes para abrumar a una persona, tratar con los pecados de las personas y escuchar sus quejas aparentemente interminables y amargos conflictos sí pueden cargar a un individuo. Incluso Moisés decayó casi hasta la muerte bajo las presiones de conducir al pueblo de Israel (Núm. 11). Con seguridad todo pastor (que trabaja sin un equipo de líderes) se ha sentido, en algún momento u otro, como Moisés. El pastor que no comparte el liderazgo con frecuencia llega a estar sobrecargado más allá de sus fuerzas y se siente solo y aislado, mientras que los creyentes de la congregación hacen las veces de críticos de primera fila (porque no hay participación en la toma de decisiones y no son tenidos en cuenta para contribuir a la administración de la iglesia). Esta es una de las razones por las que hay tantos pastores de "corto plazo" en las iglesias. En otros casos, muchos pastores se mantienen en la misma iglesia pero son ineficaces porque sufren de severo agotamiento por la lucha, pero en un sistema de liderazgo conjunto, la responsabilidad de la administración de la iglesia es compartida por varios líderes calificados y activos que la congregación aprueba y apoya (al igual que lo hace con su pastor). Este equipo provee de personas idóneas para cada necesidad, hombres y mujeres de quienes se puede esperar pleno apoyo y ayuda (Ecl. 4:9-12).
- Un consejo de líderes hace posible el equilibrio entre los aspectos fuertes y los débiles de cada miembro del equipo, cada uno fortaleciendo a los demás en las áreas donde está más capacitado, y recibiendo el apoyo de sus compañeros en las áreas donde sus dones no destacan tanto. Por ejemplo, si un líder manifiesta un prejuicio o un desagrado personal hacia alguna persona, dentro o fuera de la iglesia, los demás pueden corregir eso e insistir en un trato justo.
- Un consejo de líderes permite también que un mayor número de personas maduras, capaces y consagradas se puedan involucrar en el ministerio de liderazgo dentro de la congregación, e impide que un solo individuo llegue a acaparar en su persona muchos de los dones que Dios ha repartido a los distintos individuos en la iglesia.
- La pluralidad en el liderazgo también facilita que en esta tarea puedan participar tanto veteranos como personas con menos experiencia, mayores y más jóvenes; esto crea, por un lado, un ambiente muy enriquecedor de aprendizaje para los más jóvenes, como también una diversidad de perspectivas que puede ser valioso para los hermanos mayores.
- Los entrenadores saben que los atletas que se entrenan juntos se estimulan unos a otros a mayores logros. Cuando hay alguien al lado, el corredor hará un mayor esfuerzo y aumentará la velocidad (Lc. 10:1).
- El liderazgo debe ser constructivo, proactivo e integral para brindar espacios en la formación ministerial de cada creyente; por ende, es esencial que tengamos un semillero de capacitación para cada área de la iglesia local.

Cada iglesia tiene diversas actividades, programas y áreas de trabajo; por tanto, se requieren personas dispuestas a colaborar, servir y ayudar junto al pastor y al cuerpo de líderes; el NT llama a estas personas los diáconos (Fil 1:1). En este caso, Pablo escribió acerca de las cualidades necesarias para el diaconado (1 Tim. 3:8-13). Los diáconos sirven al Señor pero también han de estar bajo la guía del pastor y del cuerpo de líderes, por ser éstos responsables del testimonio total de la iglesia.

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