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viernes, 23 de enero de 2015

La presencia de Dios Parte II


Considerando el tema de la majestad de la presencia de Dios, encontramos que Isaías también describe de forma poética su deseo de ver los efectos de la presencia divina en los cielos, en los montes, en las aguas, en medio de los enemigos y en las naciones, produciendo temblor físico aún en las personas para que su nombre fuera glorificado en medio de ellas: “¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes, como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia!” (Is. 64:1, 2).

El profeta Nahúm dijo: “Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies. El amenaza al mar, y lo hace secar, y agota todos los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue destruida. Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas. Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían” (Nah. 1:3-7). En esta escritura, Nahúm resalta cómo Dios es tardo para la ira en relación con el pecado del ser humano, pero acentúa que su poder es grande y que no tendrá por inocente al culpable. Luego hace una descripción poética de Dios, marchando, enfrentando al mar y secándolo, juntamente con todos los ríos. Así pues, los montes de Basán y Carmelo, y el territorio del Líbano (famoso por sus frondosos bosques), y todo lo que hay en ellos, sufren la ausencia del agua; además, tiemblan delante de Dios y los collados se derriten. La tierra se conmueve (tiembla, se estremece) a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. A pesar de esto, Dios es bueno, es fortaleza en el día de la angustia y conoce a los que en él confían.

En el libro de Daniel, leemos lo que hizo el rey Darío (rey de Media), después de percatarse de cómo Daniel fue librado por Dios de un suceso que inevitablemente causaría su muerte: “Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. De parte mía es puesta esta ordenanza: que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin. El salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones” (Dn. 6:25-27).

Fue la “presencia de Dios” la que libró a Daniel de los leones que se hallaban en el foso preparado para su muerte inevitable, ya que esa presencia divina (que todo lo llena) envío la ayuda efectiva en el momento preciso, en el cual Daniel no podía hacer nada para defenderse pues no había salida humana en medio de su situación; por eso, él mismo dijo: “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo” (Dn. 6:22).

Otro pasaje que complementa el tema está en Ezequiel; éste se asocia al Juicio de Dios sobre las naciones en el Reino Milenial de Cristo en la tierra. Gog es el príncipe de la tierra de Magog y algunos estudiosos lo definen como la cabeza política y militar de una confederación anticristiana final a nivel mundial, la cual será reducida por el fuego divino para testimonio a todas las naciones del justo juicio de Dios (Ap. 20:7-10).

Hay quienes ven en esta ilustración a la nación de Rusia por la ubicación al norte de Israel y por su fuerza política y militar.

Así pues, Dios expresa unas palabras muy firmes en contra de aquellos que no reconocen su autoridad y señorío, como en este suceso mundial: “En aquel tiempo, cuando venga Gog contra la tierra de Israel, dijo Jehová el Señor, subirá mi ira y mi enojo. Porque he hablado en mi celo, y en el fuego de mi ira: que en aquel tiempo habrá gran temblor sobre la tierra de Israel; que los peces del mar, las aves del cielo, las bestias del campo y toda serpiente que se arrastra sobre la tierra, y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra, temblarán ante mi presencia; y se desmoronarán los montes, y los vallados caerán, y todo muro caerá a tierra. Y en todos mis montes llamaré contra él la espada, dice Jehová el Señor; la espada de cada cual será contra su hermano. Y yo litigaré contra él con pestilencia y con sangre; y haré llover sobre él, sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él, impetuosa lluvia, y piedras de granizo, fuego y azufre. Y seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy Jehová” (Ez. 38:18-23).

Otra vez vemos que el motivo por el cual Dios manifiesta su majestad y su presencia es para que el hombre reconozca que él es Dios y para que su nombre sea magnificado sobre todo. Esta será probablemente una de las últimas manifestaciones universales de su presencia sobre la tierra, pues siendo el final del Milenio, los cielos y la tierra serán destruidos por el fuego y ningún lugar se encontrará ya más para este planeta: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos” (Ap. 20:11).

Con todos estos pasajes, hemos logrado tener una idea bíblica más clara de la grandeza indescriptible de la presencia de Dios; es algo tan glorioso que no podemos imaginarla en su totalidad. Por tanto, la respuesta más frecuente que muestran la naturaleza, los hombres y los ángeles en la Biblia, ante la presencia de un Dios vivo, es temblar, postrarse, hacer reverencia, alabar, etc.

¿Qué otra respuesta deberíamos tener cuando esta realidad divina nos sale al encuentro… cuando realmente sentimos la presencia, no como una mera emoción, sino como una experiencia profunda?

La grandeza y la presencia de Dios se extienden a todos lados, sin límites: todo fue creado por él y para él, y tiene dominio y autoridad absoluta sobre todas las cosas. Nada está fuera de su alcance, todo lo ve, todo lo conoce, en todos lados está. Al vislumbrar un poco de sus facultades infinitas, el corazón humano sensible tiene que rendirse admirado y con una actitud de respeto ante el Creador.


Estas descripciones gráficas de la presencia de Dios revelan a un Dios grande y sublime; por eso es tan importante escudriñar la palabra viva de Dios, porque ellas dan testimonio de lo que Dios es y de lo que somos nosotros ante este Dios indescriptible, indestructible e inmutable.

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