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domingo, 25 de enero de 2015

La presencia de Dios Parte III


Sigamos estudiando otros puntos para ampliar más la comprensión de la majestad de la presencia de Dios…

2. La omnipresencia de Dios
 
La presencia de Dios está en todas partes al mismo tiempo, aunque no se manifiesta de igual forma en todo lugar. Dios está presente en todos los tiempos (pasado, presente y futuro) y en todas las dimensiones (norte, sur, oriente y occidente, dentro y fuera del planeta tierra y al infinito).
 
Dios habló a través del profeta Jeremías y dijo: “¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” (Jer. 23:23). Dios tiene la facultad de estar muy cerca y a la vez muy lejos; es algo maravilloso. Así pues, los sentidos divinos: la audición, la visión, el tacto, el gusto, el olfato, la percepción… en fin, la sensibilidad de Dios se hace presente en todo lugar, al mismo tiempo y cubre toda criatura viviente (material y espiritual). Por este motivo, el rey Salomón dijo: “…he aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado?” (2 Crón. 6:18). Dios llena el cielo y la tierra con su presencia y aún los cielos de los cielos no lo pueden contener, no lo pueden limitar porque su presencia sobrepasa todo el universo creado.

Otra vez, Dios usa al profeta Jeremías y dice: “Porque mis ojos están sobre todos sus caminos, los cuales no se me ocultaron, ni su maldad se esconde de la presencia de mis ojos” (Jer. 16:17). No hay secreto humano que él no conozca, no hay pecado que él ser humano pretenda ocultar y que Dios ignore o pase por alto.

Del mismo modo, el escritor de Hebreos dice: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb. 4:13). Aquí encontramos que todo lo que existe se encuentra abierto, desnudo y manifiesto ante la presencia de Dios al mismo tiempo y en todo lugar. En otras palabras, si le preguntáramos a Dios cualquier dato de la creación, de la historia, del pasado, del presente o del futuro, la ubicación exacta de un objeto o una persona, el color, el tamaño, el peso, todo lo que piensa, dice o hace cualquier persona, en cuestión de segundos tendríamos la respuesta inmediata y precisa de Dios, sin titubear. Esta es la inmensidad de la omnipresencia de Dios y por eso, debemos tener un temor reverente para amar, obedecer y respetar a Dios y sus leyes, porque todo lo que hagamos en contra de su voluntad será demandado, aquí en la tierra o en el día del juicio. Seamos humildes y sinceros, reconozcamos nuestros pecados, procedamos al arrepentimiento y convirtámonos de nuestros malos caminos; de lo contrario, no pensemos que Dios va a tolerar nuestra maldad, porque ciertamente nos llamará a cuentas y nadie podrá librarnos. Hoy es el día de oportunidad, Cristo es nuestro abogado y con él hallamos misericordia: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 2:1). Si no reconocemos la obra de Cristo, no podremos escapar o escondernos de la presencia de Dios y todos le tendremos que rendir cuentas a aquel que todo lo sabe y todo lo ve. Lamentablemente, ésta fue la actitud de Caín cuando cometió pecado, aún cuando Dios le había advertido del peligro de darle lugar al pecado. En vez de arrepentirse por su maldad, esto fue lo que dijo Caín: “Grande es mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará” (Gn. 4:13, 14).

David dijo: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz. Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre” (Sal. 139:7-13). En otras palabras, lo que David quería decir era: la presencia de Dios es tan real que a donde yo vaya, allí está él; a la velocidad que yo viaje, allí lo encontraré; en la oscuridad que me esconda, allí resplandecerá la oscuridad alrededor de mí. Si él me vio cuando estaba en el vientre de mi madre, ¿podré esconderme en un lugar más profundo que él no vea?

Debemos comprender que para Dios no hay límites porque su presencia traspasa todas las barreras de la materia, del tiempo, del espacio y de la mente humana.

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