La oración esencialmente es
una de las llaves que abren puertas en el reino de Dios pero sobretodo, el
mayor beneficio es el privilegio de tener acceso a la presencia de Dios. Así
pues, cuando oremos, debemos hacerlo en la presencia de Dios, buscando su rostro,
con un corazón dispuesto que reconoce que necesita de Dios y que solo él es
digno de todo el honor, la honra, la gloria y la alabanza.
Como Dios está en todos
lados, él tiene la facultad de escuchar todas las oraciones de todas las
personas que invoquen su nombre. Sin embargo, hay una oración que Dios oye con
mucha atención y que produce resultados y es la oración eficaz del justo (Stg.
5:16). Es eficaz porque se hace de la manera correcta, con las intenciones
correctas y produce efectos en el poder de Dios, pero es una oración hecha por
un justo; es decir, una persona que ha venido a los pies de Cristo, le ha
reconocido como Salvador, ha recibido el perdón de sus pecados, es sincero en
su fe y procura obedecer al Señor en todo, aunque no es perfecto.
El salmista dijo: “Llegue
mi oración a tu presencia; inclina tu oído a mi clamor” (Sal. 88:2). En otras
palabras, que la oración se eleve hasta el cielo y llegue a la presencia de
Dios en su morada, que no tenga estorbos, que no tenga obstáculos: por ejemplo,
el apóstol Pedro habla sobre los estorbos en la oración de un esposo que no es
sabio con su esposa y que no le da el lugar que ella merece (1 Ped. 3:7). Si
Dios se fija en nuestra relación de pareja, entonces puede haber muchos
estorbos; además, puede haber otras áreas de nuestra vida que a veces las
tenemos en poco y que afectan nuestra oración delante de Dios.
Ahora bien, lo que hace que
la oración del justo sea eficaz es que Dios la recibe con agrado y la responde.
La oración por sí sola no hace nada; es el poder de Dios, que al escuchar
nuestras oraciones, las puede contestar, según el designio de su voluntad. Por
supuesto, la oración de un corazón que vive y permanece en la presencia de
Dios, que anda según las leyes de Dios, será atendida de forma efectiva.
En realidad, si queremos
desarrollar una oración que produzca efectos a favor de nosotros y de otras
personas, debemos tener en cuenta algunos ejemplos bíblicos que son
inspiradores para orar en la presencia de Dios:
a. Cuando reconocemos quién
es Dios, cuando conocemos su majestad, su poder, su gloria, su omnipresencia, y
lo que hace por nosotros y lo que somos nosotros ante él, nos acercaremos a su
presencia humillados, con respeto, arrepentidos, quebrantados y Dios no
desprecia a quienes se acercan así ante él: “los sacrificios de Dios son el
espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios” (Sal. 51:17).
b. Venir ante la presencia
de Dios con ruego y súplica: “Entonces respondiendo el rey, dijo al varón de
Dios: Te pido que ruegues ante la presencia de Jehová tu Dios, y ores por mí,
para que mi mano me sea restaurada. Y el varón de Dios oró a Jehová, y la mano
del rey se le restauró, y quedó como era antes” (1 Rey. 13:6).
c. Estar en la presencia de
Dios, nos dará fervor espiritual y nos iluminará para orar y hablar una palabra
de Dios en su nombre, buscando siempre su voluntad (1 Rey. 17:1; Stg. 5:17).
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