III. PRINCIPALES CREENCIAS
DEL BUDISMO
A. El concepto de Dios
El Budismo no está interesado en la cuestión de Dios y su existencia le
es indiferente. Ni lo afirma ni lo niega, por lo que, al no reconocer ningún
Dios eterno, su principio es ateo. Así pues, el budismo es una filosofía atea… de
hecho, es más filosófica que religiosa y surgió de las tendencias ateas del Hinduismo;
por tanto, no cree en un Dios que hizo el universo. En este sentido, la meta inicial
de Buda era eliminar la fuente del sufrimiento, pero al final, quería ser libre
del ciclo de la muerte y el renacimiento (la creencia hinduista de la reencarnación).
No le importaba la idea de la existencia de Dios, ya que, como él consideraba, Dios
no tuvo influencia sobre el asunto de eliminar el sufrimiento; por otro lado,
Buda tampoco se proclamó un mensajero de Dios ni él se declaró un dios. Más
bien, la atención de Buda se centró en la manera de eliminar el deseo mediante el
esfuerzo propio, para así lograr el nirvana, un espacio libre de todo, donde el
yo se extingue; entonces, el nirvana es lo más cercano a la idea de Dios, según
el Budismo.
En general, en el
Budismo no se promueve la adoración a Buda; más bien, se fomenta la admiración,
el respeto y la gratitud hacia este personaje. Sin embargo, muchos budistas se
postran ante las estatuas de Buda, le prenden incienso y sahumerios, y traen
ofrendas. Además, miles de budistas hacen oraciones a Buda, dan gracias, cantan,
repiten mantras y recuerdan historias de los eventos del Buda cuando él medita
o cuando viaja, hacen meditación, buscan iluminación y un estado de calma, etc.
En otras palabras, muchos de los seguidores de Buda sí le adoran (aunque no
todos) y confían en sus enseñanzas para alcanzar sus ideales.
CRISTIANISMO BÍBLICO
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- En la Biblia se
enseña hay un solo Dios expresado en tres personas: el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo (Dt. 6:4; 2 Cor. 13:14); estas tres personas tienen la capacidad de pensar, sentir, crear, decidir, hablar y
revelarse a sí mismas y la Biblia lo confirma. El Dios único y verdadero se dio a conocer mediante la revelación
natural de su creación y mediante la revelación escrita de la Biblia, a fin
de tener una relación personal con el ser humano; por tanto, no existe otro
dios a quien invocar o adorar (Is 43:10; 44:8) y la Biblia rechaza claramente la adoración a otros
dioses aparte del Dios vivo porque son invenciones del corazón humano.
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- La Biblia no
acepta la adoración de imágenes, de animales, de objetos, de hombres o de
cualquier cosa aparte de la adoración al Dios único y verdadero.
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- La Biblia no da
lugar al sincretismo religioso y presenta mandamientos y enseñanzas
unificadas sobre Dios, su voluntad, la forma correcta de adoración y todo lo
que se exige a quienes profesan identificarse con el camino de la justicia de
Dios.
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- La Biblia
determina la verdad divina y no da pie a la relatividad de conceptos,
creencias y prácticas porque fue inspirada por Dios, cuyas virtudes son la
sabiduría, la justicia, el orden y el amor, entre otras.
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B. El concepto del hombre
Para el Budismo, el hombre
es una colección de cinco agregados (conocido como skandas): el cuerpo físico, las
emociones, la percepción, la voluntad y la conciencia. En la muerte, estos cinco
son separados, y cuando el ciclo Samsara (la reencarnación) continúa, no son re-ensamblados
en la misma forma. Por lo tanto, a diferencia del Hinduismo, el Budismo enseña que
la identidad individual no se mantiene a través de los ciclos del Samsara.
Buda sugiere que no hay yo. Una de las dos vertientes principales del
budismo, el Mahayana, enseña que el hombre ya está “extinguido”… solo tiene que
darse cuenta de ello. De lo que en el Budismo se llama el no-saber surgen las
fuerzas matrices que llevan al karma. A partir de ellas surge una conciencia y
de ella un nombre y una forma corporal -el individuo-. Así nacen los sentidos y
con ellos el contacto (percepción sensorial) con el mundo exterior. La
sensación genera la sed -avaricia- y con ella el apego a la vida. De esto
resulta el devenir kármico y con ello un nuevo nacimiento seguido de la vejez y
la muerte. Es un ciclo que puede ser infinito.
Para el Budismo no hay ningún ser permanente, sino que todo se concibe
en el trance de nacer y perecer. El final es nada más que la extinción definitiva.
Buda predicó el carácter insostenible de la existencia y los medios para
escapar del sufrimiento: la no existencia es la única esperanza para escapar de
los dolores de la vida. No hay un alma substancial permanente y la nueva
esencia viviente que surge a partir de los actos de un ser anterior no es
idéntica a aquel ni en cuerpo ni en alma. Lo que perdura después de la muerte
es solamente la cadena causal de los actos (el karma) y eso es lo que conduce a
una nueva vida. La meta es la extinción final.
Para el Budismo, la meditación es principalmente, entrar en la propia
mente y despegarse de todo, sumergiéndose en el conocimiento de uno mismo. Esto
va creciendo en intensidad y profundidad pero el fin es el mismo.
El Budismo enseña (y esta es una preocupación central del budismo) que el
hombre debe escapar del sufrimiento.
CRISTIANISMO BÍBLICO
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- En la Biblia se describe al mundo como un lugar visible y real,
creado por Dios para colocar a sus criaturas. Tanto el mundo, como todo lo
que habita en él, fue creado en beneficio del hombre y por lo tanto, él debe
cuidarlo y administrarlo de forma sabia y moderada. Además, la Biblia plantea
que el propósito de la existencia humana es honrar al Creador, obedeciendo
sus leyes y principios, y disfrutando de las bendiciones por él otorgadas.
Por su parte, el Budismo niega la realidad existencial. Para ellos no existe
el mundo y nada, incluyendo el “yo”, se puede probar que existe. Para el Budismo
la totalidad del mundo es vacía y el vacío es el único principio, más allá
del ser y del no ser. Su filosofía es pasiva y sin aspiraciones para el
hombre; además, no tiene un sentido de responsabilidad individual.
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- En la Biblia, el hombre es el administrador de esta tierra y fue
hecho a imagen y semejanza de su Creador (Gn.1:26, 27; Sal. 8:5, 6), quien le
dotó de inteligencia y le regaló la libertad de elegir entre el bien y el
mal. Lamentablemente, Adán y Eva, y todo ser humano en general elige el mal y
se aleja de Dios por causa de su desobediencia a las leyes de Dios. Entonces,
el pecado es la desobediencia a Dios y a sus mandamientos; este pecado afecta
la creación de Dios y afrenta su carácter santo; por tanto, él está en contra
del pecado y éste nos aparta de la comunión con Dios; además, es la razón para
recibir el castigo de separación eterna que es la muerte eterna (Rom. 3:23; 6:23;
Is. 59:2).
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- Según la Biblia, en el plano físico, Dios le da al hombre una sola
vida y una sola muerte. El alma es inmortal y fue creada para la eternidad
pero ésta será salva o condenada si pone o no la confianza en Cristo como
Salvador (Jn. 3:16-20). Para aquellos que vivieron en épocas anteriores a
Cristo o que vivieron en cualquier periodo de la historia y nunca escucharon
el evangelio, Dios juzgará a cada hombre según su conciencia, sus
motivaciones y él será el único juez para determinar si el alma está en la
gloria de Dios, esperando la resurrección de los muertos o en el infierno,
esperando el día del juicio final.
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- En la Biblia, la contemplación y meditación es sumergirse en la
esencia de Dios, adorarlo, alabarlo, agradecerle sus beneficios, orar y dejar
que obre en nosotros. El verdadero protagonista es el Padre, es Cristo, es el
Espíritu Santo. El hombre alcanza la plenitud de la oración, no cuando se
expresa principalmente a sí mismo, sino cuando permite que en ella se haga
más plenamente presente el propio Dios. La unión con él no se realiza
solamente en la vía de la purificación en Cristo, sino también mediante el
amor de Cristo.
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- En la Biblia, el sufrimiento no es parte del plan perfecto de Dios,
pero nos ayuda a acercarnos a Cristo y a unirnos más íntimamente con nuestro
sufriente Salvador. El cristiano fiel acepta que el dolor es parte de la vida
y una forma de aprender y crecer como persona para servir mejor a los demás
porque se logra mayor sensibilidad y empatía. Por eso, el mayor ejemplo de
aceptación del sufrimiento fue Cristo mismo, quien asumió nuestro castigo y
nuestro dolor para darnos vida eterna.
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