IV. Lenguas
- En la Biblia hay
varias referencias al idioma; por ejemplo, en Gn. 11:1 la Escritura dice “Había entonces en toda la tierra una sola
lengua y unas mismas palabras”. En el principio de la humanidad existía un
solo lenguaje, una sola lengua, un solo idioma, pero debido a la corrupción de
la raza humana y su intento de vivir lejos de los principios divinos, el Señor
trajo un juicio muy particular cuando confundió su lenguaje y de allí surgieron
tantos idiomas (Gn. 11:2-9). De Dios provino la variedad de idiomas y de
palabras; él tiene la capacidad para crear y enseñar idiomas, para facultar a
la gente para hablar en cualquier dialecto o lengua (conocido o desconocido).
- Cuando el Señor
quiso restaurar la raza humana mediante el evangelio, una de las señales que
usó fue traer lenguas de fuego sobre los discípulos que recibieron al Mesías y
predicaron el evangelio (Hch. 2).
- Cristo predijo la
manifestación de este don en los creyentes cuando declaró: “hablarán en nuevas lenguas” (Mr. 16:17).
- En el AT no existen
referencias al don de lenguas o de interpretación de lenguas en los creyentes
que vivieron en ese tiempo, pero en el NT sí se da testimonio de estos dones.
- Dios manifestó el
don de lenguas para hablar a personas que entienden un idioma conocido para el
oyente pero desconocido para el parlante; este caso lo vemos en el libro de los
Hechos cuando los creyentes hablaron en otras lenguas y muchas personas les oyeron
hablar de las maravillas de Dios en sus idiomas (Hch. 2:1-11). El don de
lenguas fue usado como una herramienta misionera o evangelística en el
cumplimiento de Is. 28:11 que dice: “porque
en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo”. En
este evento sobrenatural y por la soberanía de Dios, para los discípulos no
hubo necesidad de aprender otros idiomas antes de comunicar el evangelio porque
Dios derrumbó la barrera del idioma mediante el milagroso don de lenguas. En el
día de Pentecostés había “judíos, varones
piadosos, de todas las naciones bajo el cielo” (Hch. 2:5). Por tanto,
cuando los discípulos comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les daba que hablasen (Hch. 2:4), los oyentes respondieron con esta pregunta: “¿Cómo pues les oímos nosotros hablar cada
uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” (Hch. 2:8). Observe que eran
“judíos” de otros países que hablaban muchos idiomas y dialectos (un promedio
de 15 lugares: partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, habitantes
de Judea, habitantes de Capadocia, habitantes del Ponto, habitantes de Asia,
habitantes de Frigia, habitantes de Panfilia, egipcios, habitantes de regiones
de África más allá de Cirene, romanos residentes de Jerusalén, tanto judíos como
prosélitos, cretenses, árabes) y aún así cada uno escuchaba el evangelio en su
propia lengua. La profecía de Isaías se cumplía. Este suceso se repitió en la
casa de Cornelio, un gentil que reunió a muchas personas para escuchar el
evangelio por boca de Pedro. En este lugar el Espíritu Santo volvió a
manifestar el don de lenguas y quienes hablaron en lenguas magnificaron a Dios
ante los judíos que estaban presentes (Mt. 10:44-46).
Conceptos errados
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Respuesta bíblica
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Este don SOLO describe a alguien que tiene la facultad de parte de Dios para
hablar en idiomas ya establecidos en la tierra (pero desconocidos por el
parlante) y por medio de ellos comunicar un mensaje en un contexto netamente
evangelístico para los inconversos (1 Cor. 14:22).
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Las expresiones “lenguas extrañas o desconocidas” en relación al don de
lenguas solo aplican a lenguas que el parlante no conoce y que el Espíritu
Santo le da (idiomas ya existentes en el mundo); sin embargo, solo tuvo
vigencia para el tiempo en que fue escrito el NT.
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El apóstol Pablo habla del don como diversos géneros de lenguas (1 Cor.
12:10).
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Pablo enseña que el don de lenguas sirve como señal a los incrédulos de que
Dios está en medio de los creyentes pero éste no es su único fin (1 Cor.
14:22); notemos que en el mismo contexto se asocia con la interpretación de
lenguas y con la profecía para edificación de la iglesia, es decir, los
creyentes (1 Cor. 14:5, 26).
-
Es verdad que las expresiones “lenguas extrañas o desconocidas” en relación
al don de lenguas aplican a lenguas que el parlante no conoce (idiomas ya
existentes en el mundo), pero también aplican a lenguas no existentes en el
mundo pero sí existentes en el ámbito espiritual; por ejemplo, ¿qué sentido
tendría hablar en lenguas ya existentes en el mundo a solas con Dios, en la
vida de oración personal del creyente? Pablo dice: “hable para sí mismo y para Dios” (1 Cor. 14:28). Realmente,
cuando Dios da lenguas ya existentes en el mundo, su propósito es dar un
mensaje a quien las entiende pero cuando Dios da lenguas existentes en el
ámbito espiritual, su propósito es edificar al creyente.
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Unos argumentan que las lenguas acabarían (1 Cor. 13:8) porque ya tendríamos
la palabra de Dios completa para entender la voluntad divina.
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Debemos entender el contexto en el que Pablo habla en 1 Cor. 13:8; si decimos
que las lenguas cesaron con base en este versículo, entonces también la
ciencia debió haber cesado, pero claramente se refiere a un futuro en la
eternidad cuando las manifestaciones sobrenaturales dadas en la gracia
terminarían para darle lugar a una revelación completa y eterna con Dios.
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Si leemos todo lo que Pablo escribió sobre las lenguas y cómo experimentó el
don, debemos deducir que sus palabras no demeritan el uso de las lenguas ni
apuntan a la clausura del don en tiempos posteriores.
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Este don es la señal del bautismo en el Espíritu Santo y quien no lo tenga, entonces no tiene este
bautismo.
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Este don opera enteramente de una manera sobrenatural y no todo creyente lo
recibe (1 Cor. 12:30). Además, todo creyente es bautizado en el Espíritu
Santo en el cuerpo de Cristo cuando recibe la salvación por la gracia por
medio de la fe (1 Cor. 12:13).
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Estas lenguas puede ser enseñadas por otros que ya tienen el mismo don del
Espíritu Santo.
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Este don no puede ser enseñado ni desarrollado por medios humanos; solo el
Espíritu Santo tiene la facultad sobrenatural de otorgarlo y desarrollarlo en
el creyente (1 Cor. 12:11).
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Este don se puede describir como un don de lenguas angélicas o angelicales ya
que es un idioma incomprensible, sobrenatural, para hablar secretos o
misterios de parte de Dios (1 Cor. 13:1).
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El don de lenguas no tiene ninguna relación en la Biblia con lenguas
angélicas o angelicales. Los ángeles, siendo superiores a los hombres,
podrían tener un lenguaje más sublime pero esto no se puede equiparar a las
lenguas como don del Espíritu Santo. Además, en la Biblia, cada vez que un
ángel hablaba a una persona (Abrahám, Jacob, Moisés, Daniel, María, entre
otros) lo hacía en la lengua del oyente. Por otro lado, la Biblia no registra
a un ángel hablando en un idioma celestial o espiritual, aunque tampoco
descarta o niega esta posibilidad en el ámbito espiritual o celestial.
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DEFINICIÓN BÍBLICA:
El don de lenguas es la facultad sobrenatural que Dios otorga a quien lo recibe
para pronunciar un idioma desconocido para quien lo habla (sea un idioma establecido
en el mundo o un idioma extraño o desconocido en el ámbito espiritual). En
ambos casos, los diversos géneros de lenguas están vigentes desde el tiempo del
primer siglo y en la actualidad; realmente, no existe ninguna cita bíblica que
evidencie su cesación.
En la manifestación
del don, opera la voluntad del hombre, su espíritu y sus órganos de expresión,
pero la mente que opera es la mente de Dios.
- Pablo es usado por
Dios para manifestar el poder del Espíritu Santo y él viene sobre ciertos
discípulos y otorga el don de lenguas y el don de profecía (Hch. 19:1-7).
- Pablo habla del don
de interpretación de lenguas y recomienda a los que tienen el don de lenguas
que hablen y otro interprete; si no hay intérprete, él da la recomendación de
callar en la iglesia y hablar en lenguas para sí y para Dios (1 Cor. 14:27,
28)… aunque también aconseja el no impedir el hablar en lenguas (1 Cor.
14:39). Estas encomiendas de Pablo
muestran que no siempre las lenguas se usaban para hablar en público o para
comunicar un mensaje en un idioma conocido que el oyente pudiera entender y que
el parlante desconociera; otro uso era la edificación espiritual del creyente
que tuviera el don y la comunión con Dios.
- Cuando el creyente
tiene este don y habla en lenguas extrañas, él se edifica a sí mismo aunque no
entiende el significado de lo que dice ni le entienden los oyentes, aunque por
el Espíritu declara misterios y habla a Dios (1 Cor. 14:2-4).
- Al orar en lenguas
desconocidas, el espíritu ora pero el entendimiento queda sin fruto; por eso,
Pablo recomienda que quien hable en lenguas extrañas, debe orar a Dios para que
le de la facultad de interpretarlas (1 Cor. 14:13-17). Este punto se ampliará
al estudiar el don de interpretación de lenguas.
- Pablo hablaba en
lenguas de forma abundante pero él prefería hablar delante de los oyentes en un
idioma entendible (1 Cor. 14:18, 19).
- Existe ignorancia,
mal uso, abuso y manipulación con el don de lenguas; por ejemplo, una persona
podría hablar en lenguas de forma equivocada: a) ella misma las inventa o las
repite de lo que oye en otros; b) es inducida o enseñada por otras personas; c)
es inducida por la influencia de demonios. El problema es cuando alguien hace
un mal uso del don o cuando se atribuye al diablo lo que es realmente del
Espíritu Santo.
- En síntesis, el don
de las lenguas no tuvo un propósito temporal ni aplica solo a inconversos ni ha
perdido vigencia.
V. Interpretación de
lenguas
Este don está
íntimamente ligado al don de lenguas; por tanto, los conceptos errados y la
respuesta bíblica a los mismos pueden entenderse a partir de lo planteado en el
punto anterior.
DEFINICIÓN BÍBLICA:
El don de interpretación de lenguas es la facultad sobrenatural que Dios otorga
a quien lo recibe para comunicar el mensaje del que habla en lenguas (sea otra
persona o el mismo intérprete) a los oyentes, para que puedan comprenderlo (1
Cor. 14:27). Esto debe ser en orden y decentemente como Pablo lo recomienda (1
Cor. 14:40).
- El don sobrenatural
de interpretación de lenguas está ligado a las lenguas y no solo aplica a
idiomas conocidos en el mundo (los cuales pueden aprenderse e interpretarse con
estudio y tutores). Obviamente, Dios puede dar el don de interpretación de
cualquier idioma actual o antiguo, pero también puede dar la interpretación a
lenguas extrañas y no conocidas en el ámbito humano.
- Dios siempre ha
tenido el poder de facultar a quien él quiera para entender sueños, misterios y
enigmas de forma sobrenatural mediante los dones de palabra de sabiduría y
palabra de ciencia como se ha explicado antes y estos dones están vigentes
desde el AT, el NT y en la actualidad (Gn. 40:8; 41:8, 15, 24; Jue. 7:15; Dn.
2:16, 24-26, 30, 45; 4:6-9, 18-24; 5:7, 8, 12, 15-26). De igual forma, el don
de interpretación de lenguas está vigente desde el tiempo del primer siglo y en
la actualidad; realmente, no existe ninguna cita bíblica que evidencie la
cesación de ninguno de los dones sobrenaturales de Dios.
- El don de
interpretación de lenguas tiene como propósito edificar a la iglesia, es decir,
a los creyentes (1 Cor. 14:5, 26); aquí se nota que no solo fue usado para
llevar un mensaje a los inconversos como algunos quieren aplicarlo tomando solo
la cita de 1 Cor. 14:22.
- En verdad, un
creyente usado por Dios con este don de interpretación de lenguas no presta
atención a los términos hablados con la lengua desconocida que interpreta; él
simplemente depende de Dios para que le muestre el significado de lo que oye o
dice (porque él mismo podría hablar en lenguas y después interpretar).
- Debemos guardar este
don de todo intento de reducirlo a un nivel natural; el don de interpretación
de lenguas es sobrenatural y enteramente milagroso; por tanto, no tiene nada
que ver con el estudio humano de los idiomas y los significados que podría
tener en el plano terrenal.
VI. Profecía
- La palabra griega profétes es traducida como profetizar o
profecía y significa hablar, proferir o declarar la palabra divina, para
interpretar los propósitos de Dios, o para hacer saber la voluntad de Dios a
los oyentes. En otras palabras, el profeta es el que habla en lugar de otro (en
este caso, de Dios).
- La profecía en la
Biblia no tiene nada que ver con la idea pagana de adivinar la suerte o el
futuro porque está en contradicción con otros pasajes de la Escritura que
condenan la adivinación (Hch. 16:16-18). Además, la profecía en la Biblia
también tiene relación con el presente de los oyentes porque Dios descubre lo
que hay en su corazón y lo que hay en el corazón de los hombres mediante la
interpretación de lenguas. En este sentido, el medio de revelación es la
interpretación de lenguas y tiene relación con el don de palabra de sabiduría
(que revela lo que hay en el corazón de Dios) y con el don de palabra de
ciencia (que revela lo que hay en el corazón de los hombres), pero se vincula
con la facultad sobrenatural que Dios da para entender las lenguas; por eso, el
don de profecía es un don de inspiración y de revelación (1 Cor. 14:29, 30).
- En el AT se habla
de la profecía y de los profetas pero nunca se mencionan los dones de lenguas y
de interpretación de lenguas. Al hacer un estudio sistemático del AT nos damos
cuenta que los profetas de esa época recibían la palabra de parte de Dios de
múltiples formas: en visión o en sueños (Núm. 12:6), escuchando la voz de Dios
(Núm. 12:6), recibiendo un mensaje específico (2 Sam. 24:11-13),
- El don de profecía que
se menciona en el NT siempre está ligado al don de lenguas y al don de
interpretación de lenguas (Hch. 19:6) aunque no siempre se registran juntos de
forma literal (Hch. 11:27, 28; 21:9-11). Sin embargo, sí se describe la obra
del Espíritu en quien da una palabra profética a otros. Aquí vemos que el don
de profecía tiene una aplicación a una necesidad específica de un creyente o de
una comunidad de creyentes.
- Debemos diferenciar
el ministerio del profeta (AT y NT) y el don de profecía en el NT; en el AT, el
ministerio del profeta estuvo enfocado en darle palabra de Dios al pueblo y
mucha parte de ese mensaje quedó escrito en 39 libros inspirados por Dios; en
el NT, el ministerio del profeta estuvo enfocado en darle palabra de Dios al
pueblo y mucha parte de ese mensaje quedó escrito en 27 libros inspirados por
Dios. Sin embargo, el don de profecía en el NT no estuvo relacionado con la
revelación escrita sino con los dones de lenguas e interpretación de lenguas;
así pues, es un don nuevo y particular del NT dado a la iglesia para la
edificación de la misma y para beneficio de los no creyentes que Dios trate por
medio de este don.
- El NT les llama
profetas a quienes tienen el don de profecía (Hch. 11:27, 28; 15:32; 21:10, 11)
pero debemos entender que el ministerio del profeta ya cesó con el cierre del
canon del AT y NT. Lo que sí podemos confirmar en el NT es que Dios otorgó el
don de profecía a la iglesia y que sigue vigente en la actualidad.
- No debe confundirse
la predicación bíblica con el don de profecía, pues se le quita el carácter
sobrenatural al don; la predicación proclama y expone la Escritura pero la
profecía revela lo que Dios está diciendo en una situación concreta.
- El que tiene el don
de profecía puede hablar de parte de Dios tanto a creyentes (1 Cor. 14:22) como
a no creyentes (1 Cor. 14:23-25), según el Espíritu Santo le guíe. Aquí es
cuando algunos tergiversan el sentido de las palabras de Pablo, pero si leemos
con cuidado y atención, veremos que Pablo habla de múltiples propósitos de los
tres dones: lenguas, interpretación y profecía, los cuales operan juntos en
diversas formas, para edificación de los creyentes y para beneficio de los no
creyentes.
- El mismo apóstol
dice: “No menospreciéis las profecías”
(1 Ts. 5:20). Aquí el término profecías puede aplicarse a las profecías que
están en la Biblia como revelación escritural, pero también aplica a las
profecías que vienen mediante el don de profecía; de hecho, en el v. 19 solicita
no apagar al Espíritu y en el v. 21 recomienda examinar todo y retener lo
bueno. Es probable que en la iglesia de Tesalónica no hubiese una actitud
adecuada y bíblica frente a la obra y las manifestaciones del Espíritu Santo.
Además, Pablo le dice a Timoteo: “Este
mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se
hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia” (1 Tim.
1:18). Entonces, le está aconsejando que recuerde las profecías que el Espíritu
Santo le dio y que ellas sean una herramienta eficaz para la batalla
espiritual.
- Pablo dice a
Timoteo en la misma carta: “No descuides
el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de
las manos del presbiterio” (1 Tim. 4:14). Dios usó el don de profecía para
otorgar a Timoteo un don en particular; no sabemos cuál fue pero
definitivamente Dios usó el don de profecía en varias ocasiones para tratar con
Timoteo en su vida espiritual y en el ministerio. El presbiterio hace
referencia a un cuerpo o grupo de ancianos que cumplían funciones ministeriales
en las iglesias (líderes, colaboradores, servidores, etc.).
- Los dos textos
anteriores no se pueden aplicar a profecías escriturales porque claramente son
profecías que Dios trajo de forma personal a través de un instrumento que tenía
el don de profecía, como fue evidente en las iglesias del NT (Hch. 11:28; 13:1;
15:32; 19:6; 21:9-11; 1 Cor. 14:26).
Conceptos errados
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Respuesta bíblica
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-
Algunos argumentan que las profecías acabarían y que no están vigentes
después del primer siglo ni en este tiempo actual (1 Cor. 13:8).
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-
Debemos entender el contexto en el que Pablo habla; si decimos que las
profecías cesaron con base en este versículo, entonces también la ciencia
debió haber cesado, pero claramente se refiere a un futuro en la eternidad
cuando las manifestaciones sobrenaturales dadas en la gracia terminarían para
darle lugar a una revelación completa y eterna con Dios.
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DEFINICIÓN BÍBLICA: El
don de profecía es la facultad sobrenatural que Dios otorga a quien lo recibe
para expresar en el idioma conocido por los oyentes lo que ha sido dicho en un idioma
desconocido por medio del don de lenguas, por lo cual ha sido interpretado. En
otras palabras, la profecía es la sumatoria del don de lenguas y el don de
interpretación de lenguas (1 Cor. 12:10; 14:1-13, 26).
- Es muy fácil
profetizar palabras a otros usando situaciones de su vida, tratando de apuntar
a necesidades humanas, sueños comunes de la gente, problemas de la vida diaria
que son similares, etc. Por tanto, quien dice tener el don de profecía debe
tener el don de lenguas y de interpretación de lenguas; debe ser de buen
testimonio y oración; debe ser una persona seria, madura, sabia y prudente;
debe ser genuina en su fe; debe tener un conocimiento bíblico y doctrinal
suficiente para servir; debe hablar de parte de Dios y su palabra tiene que
ajustarse a la Biblia; debe edificar, exhortar y consolar; debe ser fiel ante
Dios y ante toda la congregación (1 Sam. 3:20); solo debe hablar lo que recibe
de parte de Dios… no debe haber lugar para especulaciones o sentimientos.
- Tanto los que
tuvieron el ministerio de profetas como los que reciben el don de profecía son
instrumentos que Dios usa para poner su palabra en sus bocas (Dt. 18:18; Jue.
6:8; 2 Rey. 20:12-19; 2 Crón. 12:5; 21:12), pero se debe tener sumo cuidado con
este don porque muchos lo usan de forma errónea, hablando lo que Dios nos les
mandó, sea por emociones propias, por presunción (Dt. 18:22), por engaño (1
Rey. 13:18) o por inspiración de demonios. Así pues, la iglesia, los creyentes
y el liderazgo que Dios ponga en una congregación tienen la responsabilidad y
la capacidad para juzgar las palabras que emitan los que tienen el don de
profecía para que se ajusten a la Escritura de forma clara y para que su
mensaje se cumpla (Dt. 18:20; 1 Rey. 13:20-26).
- El que tiene el don
de profecía tiene la facultad de ejercer control sobre lo que dice y hace; por
tanto, se hará responsable del uso que haga del don que recibió (1 Cor. 14:32,
33).
- El don de profecía
podía transmitir un mandato específico (Hch. 13:1, 2) o en algunas ocasiones
anunciar el futuro de parte de Dios en un caso concreto (Hch. 11:28). Lamentablemente
(tanto en ese tiempo como hoy) el don era especialmente vulnerable al peligro
de ser utilizado por impostores, y aunque debía ser controlado únicamente por
los que lo poseían, su contenido tenía que concordar con la enseñanza
fundamental del evangelio; de lo contrario, debía rechazarse de forma
contundente.