VII. Fe
- La palabra fe viene del
griego pístis que significa persuasión, credibilidad, convicción de verdad (de
la veracidad de Dios o de otro ser humano); específicamente confianza y constancia en tal profesión.
- Todas las personas tienen
alguna medida de fe, sean creyentes que siguen a Cristo o personas que no le
conocen. Sin embargo, existen varios tipos de fe en la Biblia: a) la fe humana
que nos lleva a creer en lo que no vemos (sea correcta o incorrecta); b) la fe
salvadora que nos lleva a creer en Cristo como Salvador (Hch. 17:31; 20:21;
26:18); c) la fe como fruto del Espíritu Santo que él produce en todos los que
siguen a Cristo (Gál. 5:22; Rom. 14:1); d) la fe sobrenatural como don del
Espíritu Santo (1 Cor. 12:9, 11).
Conceptos errados
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Respuesta bíblica
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Confundir el don de la fe sobrenatural del Espíritu Santo con otro tipo de
fe.
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La Biblia muestra que el don de fe tiene un carácter sobrenatural y es
otorgado por el Espíritu Santo a quien él quiere, por lo cual no todo
creyente lo posee ni lo desarrolla (1 Cor. 12:9, 11), mientras que la fe
humana, la fe salvadora y la fe como fruto del Espíritu Santo están al
alcance de toda persona que disponga su voluntad, tenga esperanza y confianza
en relación con Dios y con otros aspectos de la vida.
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DEFINICIÓN BÍBLICA: El don
de fe es la facultad sobrenatural que Dios otorga a quien lo recibe para tener
una fuerte e inquebrantable confianza en Dios, su palabra, sus promesas y el
poder de la oración (Heb. 11). Este don está completamente ligado al don de
sanidades y al don de milagros (que serán explicados a continuación) porque
sería imposible desarrollar tales dones de prodigios y cosas extraordinarias si
no se posee primero el don de fe (Mt. 8:26).
- En Hch. 6:8 dice “Y
Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el
pueblo”. En el original griego el término usado para gracia es fe (pistis); por
ende, dice “lleno de fe”. Esto demuestra que el don de fe primero estuvo
presente en Esteban para luego mostrar prodigios y señales (los otros dos dones
de poder que estudiaremos luego).
- Definitivamente, el don
de fe lleva al que lo posee a tener la facultad especial de confiar en Dios y
moverse como si el hecho que esperamos de Dios hubiese ocurrido ya, aún en
circunstancias cuando todo parece estar en contra (1 Rey. 18:20-46).
- El don de fe es una
confianza sobrenatural en Dios para todos aquellos problemas y necesidades que
requieran una solución sobrenatural (Hch. 28:1-6). Obviamente, la dirección de
Dios será la prioridad de todo creyente y su voluntad será hecha por encima de
nuestros buenos deseos.
VIII. Sanidades
Conceptos errados
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Respuesta bíblica
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Algunos creen que las sanidades fueron señales exclusivas para los tiempos
bíblicos a fin de confirmar el mensaje de Dios. Si algunos creyentes de hoy
tuvieran el don de sanidades, los hospitales y las morgues estarían llenos de
estas personas “dotadas” desocupando camas y féretros por todas partes.
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Dios siempre ha sanado enfermedades, en el pasado, en el presente y lo hará
en el futuro porque su poder no mengua, no cambia ni tampoco cesa. A veces,
él sana de forma directa y sin un instrumento (2 Rey. 20:5), él dice una
palabra de sanidad (Lc. 7:6-10), él es tocado por el enfermo (Mr. 3:10), él
tocó los enfermos (Lc. 4:40), él sana a través de medios materiales (2 Rey.
5:3; Is. 38:21; Jn. 9:1-12) pero también sana a través de su poder
manifestado en otro ser humano que ora, que cree y que tiene contacto con el
enfermo (Mr. 16:17, 18; Hch. 4:30).
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Cristo llevó (cargó, sufrió) nuestras enfermedades físicas al morir en la
cruz (Is. 53:4) y por eso, debemos creer que él tiene el poder para sanar
toda enfermedad en nosotros y a través de nosotros, en otras personas (Mt.
8:14-17).
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Confundir el hecho de que Dios haga sanidades de forma directa, por medio de
la fe de los creyentes y por medio del don de sanidades.
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Dios mismo puede hacer sanidades sin la oración o la intervención o de los
hombres, pero Cristo prometió que las sanidades serían parte de las señales
del creyente (Mr. 16:17, 18; Stg. 5:14, 15); así pues, todo creyente puede
orar y Dios respaldar su fe, pero no todo creyente tiene el don sobrenatural
de sanidades porque el Espíritu Santo lo da a quien quiere (1 Cor. 12:11), el
cual se manifiesta de diversas formas y Dios lo confirmará en el creyente que
lo ha recibido, haciendo sanidades de forma constante. Este don lo vemos
claramente en Cristo (Mt. 4:23, 24; Lc. 5:17; Hch. 10:38), en los apóstoles
(Hch. 2:43; 5:12-16), en Pablo (Hch. 19:11, 12; 28:8-10) y en Felipe (Hch.
8:5-13), por poner algunos ejemplos.
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Debemos entender que Satanás y los demonios tienen poder para hacer sanidades
y también otorgan ese poder a personas que les sirven para hacer sanidades y
Dios lo permite como castigo a los que le rechazan para que sean engañados.
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Muchos creen que si no hay sanidades, entonces el evangelio no tiene poder
para convencer a los hombres.
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-
Hay gente que no cree si no ve sanidades (Jn. 6:2), pero Dios usa muchos
métodos para tratar a los hombres y el más importante es el mensaje de su
palabra.
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Debemos creer a Dios y pedir sanidades pero no siempre él se moverá con
sanidades. Si estudiamos toda la Escritura, no todos los mensajeros de Dios
tuvieron un respaldo con sanidades (al menos según lo registrado en la
Biblia) pero ciertamente Dios los llamó y los aprobó, cumpliendo su propósito
en ellos.
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DEFINICIÓN BÍBLICA: El don
de sanidades es la facultad sobrenatural que Dios otorga a quien lo recibe para
sanar toda clase de enfermedad y restaurar la salud, aparte del uso de medios
naturales o de técnicas humanas. El don de sanidades precisamente hace
referencia a sanar todo tipo de enfermedades y con los métodos divinos más
diversos y creativos (Hch. 8:7; Lc. 7:20-23).
- Dios puede sanar al
instante (Jn. 5:9) pero no siempre lo hace ni siempre responde a la oración de
sanidad de forma positiva; él es soberano y tiene el derecho y la facultad para
hacer todo lo que quiera, según su sabio propósito. El no depende de la fe ni
de la oración de nadie para sanar.
- La persona que recibe el
don de sanidades no puede manipular a Dios y no tiene el poder en sí mismo para
producir sanidades; cuando la Biblia dice, por ejemplo, que un personaje sanó a
un enfermo (Hch. 28:8; 1 Cor. 12:28) realmente la intención es describir el
instrumento que Dios usó para sanar pero nunca la sanidad depende del
instrumento o es producida por un ser humano; siempre es el poder de Dios.
- Un creyente que recibe
este don puede ser usado por Dios en la sanidad de ciertas enfermedades pero no
siempre en todas (2 Tim. 4:20); aún en su propia vida (2 Cor. 12:7-9). Es más,
él mismo podría morir de una enfermedad según la voluntad soberana de Dios (2
Rey. 13:14).
- A veces, la enfermedad es
parte del plan de Dios (Jn. 9:3; 11:4; Gál. 4:13-15), puede ser enviada o
controlada por Dios mismo (Éx. 15:26) y él la permite para enseñar lecciones,
para tratar el corazón, para tratar con una familia o con un grupo de personas
(Dt. 7:15) y para tratar o castigar a creyentes desobedientes (Dt. 28:59, 61;
29:22; 2 Crón. 21:12-19). En otras ocasiones, la enfermedad proviene de los
demonios y Dios así lo permite con un propósito (Lc. 13:10-17) o es producto de
un descuido, una mala alimentación o un desgaste natural del cuerpo por la
actividad física o por la edad. Así pues, no siempre es la voluntad de Dios el
sanar a un enfermo ni siempre es la voluntad de Dios que estemos enfermos;
debemos analizar cada situación en oración y a través de las Escrituras.
- En otros casos, la falta
de fe y devoción hacia Dios de parte del enfermo o de quien ora por sanidad
(Mt. 17:14-21), o por un pecado (Jn. 5:14), no permiten recibir sanidad, pero
este factor no es una regla que siempre se cumpla porque Dios puede sanar aún
en medio de la incredulidad, del pecado y de toda circunstancia. Las sanidades
no cambian a nadie pero Dios es bueno y da testimonio a los hombres de su poder
y de su amor a pesar de sus iniquidades.
- El consejo para el
creyente es que primero ponga su mirada en Dios para que le sane (2 Cron.
16:12, 13); sin embargo, esto no descarta el uso y la ayuda de elementos
naturales, recetas caseras adecuadas, medicamentos y personas idóneas para el
tratamiento de enfermedades (1 Tim. 5:23).
- El don de sanidades tiene
que ir acompañado del don de fe (Hch. 3:1-10). Notemos la fe sobrenatural que
tenía Pedro para expresar las palabras que dijo y para levantar al paralítico
de la mano. Lo mismo ocurrió con Pablo (Hch. 14:8, 9).
- Las sanidades que Dios
produce son genuinas y comprobables para testimonio a los creyentes y a los no
creyentes (Hch. 4:14); lamentablemente, muchos predicadores sin vergüenza
mueven emociones, sugestionan con palabras de humana sabiduría, hacen un
espectáculo, empujan personas al piso, los golpean con el saco o la corbata, y
llegan al colmo de comprar a personas para que simulen una sanidad y cuenten un
testimonio falso que atraiga a
multitudes (indiscutiblemente, la motivación es ser reconocidos y exaltados por
los hombres y aprovecharse de la ingenuidad de otros para sacar un provecho
económico). Cuando Dios produce sanidades no necesitamos hacer propaganda ni
montar un show para mostrar las obras de Dios; dejemos que la gente misma sea
impactada por el poder de Dios, que ellos mismos vengan a contar su testimonio
de sanidad, sin exaltar a los hombres, sin falsas promesas de sanidades a todos
los que vengan a una reunión; dejemos que Dios sea glorificado y que nosotros
mengüemos (Jn. 3:30).
IX. Milagros
Este don es muy similar al
don de sanidades debido a su carácter extraordinario, creativo y variado para
diferentes prodigios y señales.
Conceptos errados
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Respuesta bíblica
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Algunos creen que los milagros (al igual que las sanidades) fueron señales
exclusivas para los tiempos bíblicos a fin de confirmar el mensaje de Dios.
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Dios siempre ha hecho milagros, en el pasado, en el presente y los hará en el
futuro porque su poder no mengua, no cambia ni tampoco cesa (Job 5:9; Éx.
15:11; Sal. 72:18; 86:10; 111:4). A veces, él hace milagros de forma directa
y sin un instrumento (Dt. 4:34; 6:22; Dn. 4:2, 3; 6:27), él hace milagros a
través de medios materiales (Éx. 4:17; 7:9) pero también hace milagros a
través de su poder manifestado en otro ser humano que ora, que cree o que
tiene contacto con otras personas (Éx. 11:10; Hch. 4:30; 5:12).
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Confundir el hecho de que Dios haga milagros de forma directa, por medio de
la fe de los creyentes y por medio del don de milagros.
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-
Dios mismo puede hacer milagros sin la oración o la intervención o de los
hombres, pero Cristo prometió que los milagros serían parte de las señales
del creyente (Mr. 16:17-20); así pues, todo creyente puede orar y Dios
respaldar su fe, pero no todo creyente tiene el don sobrenatural de milagros
porque el Espíritu Santo lo da a quien quiere (1 Cor. 12:11), el cual se
manifiesta de diversas formas y Dios lo confirmará en el creyente que lo ha
recibido, haciendo milagros de forma constante. Este don lo vemos claramente
en Moisés (Dt. 34:10-12), en algunos profetas del AT (1 Rey. 17; 2 Rey. 8:4),
en Cristo (Jn. 2:11, 23; 3:2; 7:31; 11:47; 12:37; 20:30; Mt. 13:54; 21:15;
Lc. 19:37; Hch. 2:22), en los apóstoles (Hch. 2:43; 2 Cor. 12:12; Heb. 2:4),
en Pablo y Bernabé (Hch. 14:3; 15:12), en Pablo (Hch. 19:11; Rom. 15:18, 19),
en medio de las iglesias del NT (Gál. 3:5), en Esteban (Hch. 6:8) y en Felipe
(Hch. 8:5-13), por poner algunos ejemplos.
-
Debemos entender que Satanás y los demonios tienen poder para hacer milagros
y también otorgan ese poder a personas que les sirven para hacer milagros y
Dios lo permite como castigo a los que le rechazan para que sean engañados
(Is. 44:25; Mt. 24:24; 2 Ts. 2:9; Ap. 13:13, 14; 16:14; 19:20).
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Muchos creen que si no hay milagros, entonces el evangelio no tiene poder
para convencer a los hombres.
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-
Hay gente que no cree si no ve milagros (Jn. 4:48; 1 Cor. 1:22), pero Dios
usa muchos métodos para tratar a los hombres y el más importante es el
mensaje de su palabra. No obstante, busquemos en oración y fe la gracia de
Dios para que los milagros estén activos en la iglesia.
-
Debemos creer a Dios y pedir milagros pero no siempre él se moverá con
milagros. Si estudiamos toda la Escritura, no todos los mensajeros de Dios
tuvieron un respaldo con milagros registrado en la Biblia, pero ciertamente
Dios los llamó y los aprobó, cumpliendo su propósito en ellos e hizo diversos
milagros en sus vidas y en su ministerio, así no estén registrados de forma
literal.
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Dios no necesita hacer milagros hoy en día; el milagro más importante es el
nuevo nacimiento obrado por el Espíritu Santo en la vida del creyente en
Cristo.
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Es verdad que el milagro más hermoso y más asombroso que Dios hace es el
nuevo nacimiento pero en la Biblia hemos visto que nuestro Dios es hacedor de
prodigios y maravillas y él no ha cambiado (Éx. 15:11; Sal. 86:10).
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DEFINICIÓN BÍBLICA: El don
de milagros es la facultad sobrenatural que Dios otorga a quien lo recibe para
realizar eventos sobrenaturales que son atribuidos al poder de Dios porque las
leyes naturales son controladas, alteradas o suspendidas (Jos. 10:12-14; 2 Rey.
6:1-7; Mt. 14:25; Jn. 2:9; Hch. 8:39, 40; 9:40, 41).
- Debemos creer que él
tiene el poder para hacer cualquier milagro en nosotros y a través de nosotros,
en otras personas.
- Dios puede hacer un
milagro al instante pero no siempre lo hace ni siempre responde a la oración de
forma positiva; él es soberano y tiene el derecho y la facultad para hacer todo
lo que quiera, según su sabio propósito. El no depende de la fe ni de la
oración de nadie para operar milagros.
- La persona que recibe el
don de milagros no puede manipular a Dios y no tiene el poder en sí mismo para
producir milagros; cuando la Biblia dice, por ejemplo, que un personaje hizo un
milagro (Mt. 7:22; 1 Cor. 12:28) realmente la intención es describir el
instrumento que Dios usó para obrar de forma extraordinaria pero nunca el
milagro depende del instrumento o es producido por un ser humano; siempre es el
poder de Dios.
- Un creyente que recibe
este don puede ser usado por Dios en la realización de ciertos milagros pero no
siempre en todos los casos (aún en su propia vida).
- A veces, Dios no hace un
milagro porque tiene un plan mejor (Éx. 11:9), él puede controlar las circunstancias
y permite muchas cosas en contra para enseñar lecciones, para tratar el
corazón, para tratar con una familia o con un grupo de personas (Éx. 3:20;
34:10; Dt. 29:3) y para tratar o castigar a creyentes desobedientes (como
Jonás). En otras ocasiones, la adversidad proviene de los demonios y Dios así
lo permite con un propósito o es producto de un descuido, una conducta
irresponsable o un desgaste natural en el plano físico. Así pues, no siempre es
la voluntad de Dios el hacer un milagro ni siempre es la voluntad de Dios que
estemos en adversidad; oremos a Dios, leamos la Biblia y pidamos dirección.
- En otros casos, la falta
de fe y devoción hacia Dios (Mr. 6:1-6), o un pecado, no permiten recibir un
milagro, pero este factor no es una regla que siempre se cumpla porque Dios
puede obrar aún en medio de la incredulidad, del pecado y de toda situación
(Núm. 14:11; Mt. 11:20-24; Sal. 78:32). Los milagros no cambian a nadie pero
Dios es bueno y da testimonio a los hombres de su poder y de su amor a pesar de
sus iniquidades.
- El consejo para el
creyente es que primero ponga su mirada en Dios para que obre a su favor en
momentos donde requiere de un milagro divino; sin embargo, esto no descarta
nuestro esfuerzo personal, nuestra creatividad para enfrentar problemas y
situaciones, el uso y la ayuda de elementos naturales, medios humanos y
personas idóneas.
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