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miércoles, 31 de mayo de 2017

Los Ministerios de Dios Parte XII



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q. El ministerio del maestro

En el AT el término maestro puede referirse a menudo a un artesano, experto en su especialidad (Éx. 36:4; 2 Crón. 2:7) y en el NT implica un instructor. En las sinagogas los maestros eran frecuentemente escribas o doctores de la ley (Lc. 2:46, 47; Hch. 5:34).

Cinco distintas palabras se utilizan en el idioma griego para designar al maestro pero son muy similares:

- Didaskalos: significa maestro (Mt. 8:19; Mr. 4:38; Lc. 2:46; Jn. 1:38; 3:10; Hch. 13:1).
- Rabí: significa mi maestro (Mt. 23:7, 8; Mr. 9:5; Jn. 1:38).
- Epistata: significa comandante y maestro (Lc. 5:5; 8:24, 45; Lc. 9:33, 49; 17:13).
- Kathegetes: significa preceptor (cuidador y educador), guía y maestro (Mt. 23:8, 10).
- Paideutes: significa guía, maestro e instructor (Rom. 2:20).

En la iglesia primitiva del primer siglo había pocos libros. La imprenta no se había de inventar hasta mil cuatrocientos años después. Todos los libros tenían que escribirse a mano, y un libro del tamaño del NT costaría por lo menos el sueldo de todo un año de un obrero. Por esta razón, la historia de Jesús se tenía que transmitir de forma oral (con la voz); el evangelio y el testimonio de Cristo se fue contando oralmente antes de que se escribiera, y los predicadores y maestros tenían la tremenda responsabilidad de ser los mensajeros de la historia del evangelio. Era su función el conocer y el transmitir la historia de la vida de Jesús de forma genuina y detallada.

Cuando el evangelio salió de Jerusalén y de Israel, muchas personas que se incorporaban a la Iglesia procedían directamente del paganismo (porque no eran judíos). No sabían absolutamente nada del Cristianismo, excepto que Jesucristo había tomado posesión de sus corazones. Por tanto, estos maestros tenían que exponer la fe cristiana ante los conversos, explicando sus grandes doctrinas. Es a ellos a los que debemos el que la fe cristiana se mantuviera pura y no fuera distorsionada en su transmisión. Obviamente, fue el Espíritu Santo quien guió todo este proceso y el NT quedó escrito como testimonio humano y divino de la verdad de Cristo.

Por este motivo, tengamos cuidado con los falsos maestros porque siempre han existido desde el principio de la iglesia y existirán hasta el final de los tiempos (Mt. 15:14; 2 Ped. 2:1-3). Si alguien nos enseña la Escritura y tiene interpretaciones personales, conceptos anti bíblicos y conductas inmorales, entonces debemos discernir y pedir a Dios dirección para que él nos muestre a quién escuchar porque no todo el que habla de Dios es de Dios, ni todo el que sabe de la Biblia es un instrumento idóneo para enseñar a otros.
Cristo es el maestro por excelencia

- El título de maestro es usado en referencia a Jesús muchas veces en los evangelios; generalmente, fue llamado así por sus discípulos pues reconocían su autoridad y liderazgo.
- Cristo tenía autoridad divina y su respaldo venía del cielo; no era un simple expositor de verdades textuales; él era la autoridad que daba vida a sus palabras y no dependía de citar a maestros anteriores como los escribas.
- Enseñó con autoridad, con conocimiento preciso, con un ejemplo de vida y con seguridad; por eso, había un poder especial en sus palabras; sus frases calaban profundo en los corazones y se maravillaban no solo de lo que decía sino de la gracia que había en él (Mr. 1:21-28). La gente pudo comparar a los escribas con Cristo y hubo una enorme diferencia porque ellos no tenían la profundidad en la Escritura, la claridad en la verdad divina ni el carácter fiel y santo como Cristo. Además, Cristo demostró su autoridad sobre los espíritus inmundos al sacarlos fuera; con solo una palabra echó fuera los demonios y los hechos autenticaron la palabra. Así pues, como seguidores de Cristo debemos tener autoridad escritural, autoridad moral y autoridad espiritual en su nombre para ser más como Cristo.
- Jesucristo fue reconocido como el maestro más prominente (Jn. 3:2). Su objetivo era enseñar la verdad divina y los principios del reino de Dios sin mezclas, sin adulterar, sin acomodarse a los oyentes y sin intereses económicos o personales. Generalmente, Jesús enseñaba desde la barca, en el templo o igual en la hierba verde. Definitivamente, Cristo fue un regalo del Padre como testigo, jefe y maestro a las naciones (Is. 55:4).

¿Qué caracteriza a un verdadero maestro llamado por Dios?

Durante muchos siglos hubo un concepto errado sobre el entendimiento de la Biblia y muchos promovieron el pensamiento de que la palabra de Dios no puede ser entendida por cualquier creyente sino que su interpretación es tarea exclusiva de ciertos líderes espirituales (o de una iglesia en particular). Muchos decían que quien leía la Biblia se volvía loco y debido a esto, estaba prohibida su lectura y muchos no la leían por miedo. Obviamente, esta mentalidad es contraria al consejo que la Biblia misma nos da de leer, meditar, entender, obedecer y enseñar a otros la verdad divina (Sal. 119). Nadie tiene el derecho o la autoridad de imponer sobre otros una interpretación personal de la Biblia ni tiene la exclusividad de enseñar la Biblia como si fuera el dueño de la verdad. Esta actitud ha dado lugar al florecimiento de sectas y grupos donde se promueven herejías destructoras.

Gracias a Dios y gracias al estudio de las Escrituras, su traducción a diversas lenguas, los medios de comunicación, el internet, etc. hoy contamos con diccionarios bíblicos, concordancias, comentarios, estudios bíblicos serios y literatura muy variada para investigar y profundizar en la palabra de Dios. Sin embargo, tengamos cuidado porque también existen un sinnúmero de libros y estudio bíblicos pésimos con errores, falacias, engaños y apostasía.

Gracias a Dios, todavía tenemos en vigencia el ministerio del maestro y Dios sigue llamando hombres y mujeres que se preparan para enseñar las Escrituras. Todo pastor debería procurar ser un maestro idóneo en su congregación (Ecl. 12:7); sin embargo, el ministerio del maestro es específico en la Biblia y no tiene que estar ligado a un pastorado como algunos pretenden aplicar tomando la frase de Pablo: “pastores y maestros” (Ef. 4:11). Un creyente llamado por Dios podría desempeñar este ministerio sin ser pastor.

El ministerio de educación cristiana es de suma importancia para discipular a los creyentes, no solo en la fe, sino también en cómo vivir como verdaderos cristianos, con integridad con esperanza y alegría. La familia de Dios no debe vivir en ignorancia, tanto espiritual como humana, pues somos hijos del Dios omnisciente que lo sabe todo y de quien procede todo conocimiento y sabiduría.

Este ministerio debe darse dentro de la iglesia local y en otros ámbitos a donde Dios nos guíe y nos lleve a trabajar por la enseñanza bíblica.

A continuación, consideremos qué características tiene un verdadero maestro conforme a la palabra de Dios: 

- Tiene el don de la enseñanza (Rom. 12:7).
- Tiene la facilidad para ser predicador y maestro; por ejemplo, Pablo afirma haber sido constituido como maestro de los gentiles en fe y en verdad pero también se reconoce como predicador (1 Tim. 2:7, 2 Tim. 1:11). Predicar es exponer y aplicar las Escrituras de forma práctica, pero enseñar implica mayor profundidad en las Escrituras para entender mejor el sentido.
- Tiene la habilidad de transmitir el conocimiento espiritual a otros y hace que la doctrina sea clara y funcional.
- Equipa al pueblo de Dios para que ponga las Escrituras por obra, impartiendo un conocimiento práctico.
- Tiene la gracia, la unción y la iluminación del Espíritu Santo para exponer de una manera accesible, fresca y libre la verdad divina.
- Aplica un tema bíblico de manera edificante y creativa para transformar y restaurar vidas.
- No da lugar a interpretaciones privadas o personales de las Escrituras, ni asume actitudes desafiantes o de superioridad, mucho menos para causar divisiones y controversias, porque su fin es edificar la Iglesia del Señor.
- Promueve el crecimiento y el desarrollo de los creyentes para que permanezcan en Cristo y que él sea el Señor en sus vidas. De hecho, la enseñanza es la que forma el carácter de Cristo en nosotros para que reflejemos al Maestro divino y seamos llamados cristianos (Hch. 11:26).
- Sirve con humildad y excelencia junto a otros hermanos en la fe que tienen diversidad de dones; por ejemplo, en la iglesia de Antioquia hubo maestros y profetas sirviendo juntos; es importante aclarar que estos profetas tenían el don de profecía, no el ministerio de profetas (Hch. 13:1). Cuando estudiemos los dones este tema se ampliará mejor.
- El maestro debe ser humilde y sencillo porque la tendencia humana es envanecerse cuando se adquiere algún conocimiento o ser adulado por otros debido al conocimiento que se posee. En la iglesia debemos reconocer el ministerio del maestro pero no debemos engrandecer a los hombres ni poner en un pedestal a nadie porque todos somos iguales ante Dios. Así pues, no debemos pedir que nos llamen maestros (Stg. 3:1) ni los creyentes deben llamar maestros a otros porque Cristo es el Maestro por excelencia (Mt. 23:6-10); este ministerio de maestro no requiere de títulos porque sus frutos son evidentes y por sí mismos dan testimonio de quién posee este ministerio.
- Debe tener un corazón abierto para aprender siempre de otros, sin importar su educación o su experiencia; por ejemplo, Apolos fue enseñado y orientado por Priscila y Aquila, a pesar de que tenía elocuencia y conocimiento de la Ley de Dios (Hch. 18:24-28). Esta instrucción le fue de gran provecho y luego fue de mayor bendición a otros.
- Cada creyente tiene una manera particular de ejercer el don de la enseñanza, pues la gracia de Dios es multiforme pero jamás debemos enseñar lo que esté en contra de una sana interpretación bíblica y perder de vista que el centro de la enseñanza es la Biblia.
- Estimula en los oyentes el amor por las Escrituras para que lean, estudien y practiquen la palabra de Dios.
- Debe escudriñar y enseñar las Escrituras; no es tomar varios pasajes paralelos y traer mensajes novedosos; más bien, implica un equipamiento personal en oración con Dios y con la Biblia, una preparación sistemática, una responsabilidad y un compromiso con la verdad divina, una actitud reflexiva y seria, una evaluación consciente y una convicción firme de enseñar todo lo que esté de acuerdo con la sana doctrina (Tito 2:1). El verdadero maestro de la Biblia no toma pasajes de la Biblia por azar para enseñar, sin orientación divina y sin un carácter espiritual; él toma tiempo para pedir a Dios dirección y se prepara de forma responsable para servir y enseñar.
- El maestro debe ser una persona seria, preparada, estudiosa, analítica y entusiasta, con hábitos de lectura y una devoción ferviente.
- El maestro llamado por Dios no procura un reconocimiento ni busca impresionar con supuestas revelaciones de secretos o misterios, sino que es portador de un mensaje claro, sencillo y entendible de la palabra de Dios.
- Tiene la responsabilidad de instruir a otros sobre cómo enseñar efectivamente y cómo usar los materiales educativos que se adquieran o se elaboren para la formación de los creyentes. Para ello, el educador cristiano tiene que saber muchos métodos de enseñanza, cómo hablar en público, cómo dar una conferencia, un taller, una charla, una clase a un grupo (de diferentes edades), cómo facilitar el trabajo de un grupo pequeño en un tema, cómo contar una historia, cómo enseñar con retroproyector, pizarrón, el franelógrafo, etc.
- El educador cristiano puede juntarse con grupos pequeños para estudiar la Biblia en casas.
- Educar a mujeres es de gran provecho porque puede ser la educación de toda una familia. Las mujeres también se interesan en muchos temas que permiten tener clases bíblicas, más estudios sobre el matrimonio y la familia. Se puede hablar sobre la salud física y emocional de la mujer.
- Una herramienta muy útil y efectiva para el ministerio del maestro es la letra impresa mediante folletos, libros, revistas, periódicos y volantes; por otro lado, tenemos el internet, las redes sociales, las páginas web, etc. Usted debe orar a Dios y evaluar cuáles son las necesidades de la gente y Dios le dará el entendimiento para suplirlas.
- Debe examinar, escudriñar, distinguir y separar la doctrina que edifica de aquella que conduce al error. Por tanto, investiga el error para verlo a luz de la Escritura y luego lo expone para guiar a los creyentes en la voluntad de Dios.

sábado, 27 de mayo de 2017

Los Ministerios de Dios Parte XI


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p. El ministerio del pastor

El término pastor (aplicado al ministerio que Dios estableció en la Biblia) viene del griego poimen que es el mismo vocablo usado para designar a los pastores que cuidan las ovejas literalmente en el oficio pastoral.

La figura del pastor se halla indeleblemente retratada por Cristo en el NT. Era el que cuidaba del rebaño y guiaba a las ovejas a lugares seguros; era el que buscaba las ovejas descarriadas y, si era necesario, exponía su vida para salvarlas.

La figura del pastor al cuidado del rebaño ha sido muy utilizada en la Biblia debido al trasfondo cultural y social del medio oriente. El mismo Dios ha sido reconocido como el Pastor de su pueblo (Gn. 49:24; Sal. 23:1; Jn. 10:11), quien lo conoce de cerca, lo alimenta, lo cuida y lo defiende. Por este motivo, quizás este ministerio ha sido uno de los más comunes en la historia de la Iglesia de Cristo, ya que está íntimamente ligado al carácter y al corazón del pueblo. Sin embargo, los creyentes (comparados con ovejas) no le pertenecen a un pastor humano sino al Pastor divino (Jn. 10:27; Heb. 13:20; 1 Ped. 2:25). A pesar de que Cristo es el Pastor por excelencia, él llama a hombres y mujeres para este ministerio a fin de que las ovejas extraviadas que hayan de seguir al Señor tengan dirección, orientación, formación espiritual y cuidado en medio de congregaciones donde la Biblia sea el centro y Cristo sea la cabeza principal (Mr. 6:34).

Dios prometió levantar pastores según su corazón que apacienten a su pueblo con ciencia y con inteligencia (Jer. 3:14, 15).

En el AT no existía el ministerio pastoral como tal pero Dios comparó a los líderes de Israel con pastores y al pueblo con un rebaño; por tanto, cuando hubo carencia de un liderazgo adecuado y efectivo, Dios comparó al pueblo con ovejas que no tienen pastor (Núm. 27:17; 1 Rey. 22:17; Ez. 34:5).

¿Qué caracteriza a un verdadero pastor llamado por Dios?

- El pastor del rebaño de Dios es el hombre que lleva al pueblo de Dios en el corazón, que los alimenta con la verdad bíblica, los busca cuando se extravían y los defiende de todo lo que pueda dañar sus almas.
- Mantiene el rebaño unido; lo cuida y lo protege en oración y enseñándole todo el consejo de Dios para que no se aparte de su redil.
- Defiende del maligno a las ovejas, las orientan cuando se extravían y las buscan cuando están perdidas.
- Es escogido genuinamente por Cristo y de él espera el galardón, no de los hombres (1 Ped. 5:4).
- Apacienta, instruye y sirve a las ovejas de Cristo porque ama al Señor y ama su rebaño (Jn. 21:15-17).
- Tiene la capacidad y la autoridad de parte de Dios para velar por el rebaño. Por tanto, el pastor se mantiene atento y con una actitud de responsabilidad (1 Ped. 5:2).
- Da cobertura, protección y seguridad a los creyentes que Dios pone a su cuidado. La iglesia local debe ser un refugio para todos los creyentes porque el mundo brinda diversas ofertas de pecado, trae confusión, procura destruir la fe y la devoción de los cristianos. El deber del pastor es guiar el rebaño y mantenerlo enfocado en Cristo, en su palabra y en la obediencia a sus mandamientos (Hch. 20:28).
- Protege la iglesia contra el error moral o teológico (Tito 1:9).
- Mientras otros duermen y descansan, el pastor cuida, vela y guarda las ovejas (Lc. 2:8).
- Conoce las ovejas por nombre y se identifica con ellas.
- Debe ir delante de ellas (dándoles ejemplo).
- Enseña a las ovejas a identificar a los extraños para que no sean sacadas del redil.
- Está dispuesto a dar su vida por las ovejas con amor, entrega y dedicación.
- El Pastor debe tener una buena relación con sus hermanos en la fe, ser amable y cordial para con todos (1 Tim. 3:2, 3).
- El pastorado es un trabajo de mucha responsabilidad y se requiere amor, gracia, humildad y sabiduría para llevarse bien con la gente. Como pastor suple las necesidades espirituales de los miembros. Como ministro visita a los enfermos y socorre a los sufridos. Como administrador dirige el programa de la iglesia y está siempre informado de su situación económica.
- Está a cargo de una congregación de creyentes que sigue a Cristo; por ende, debe ser estable y permanecer un tiempo adecuado con la congregación para prestar un servicio integral.
- Debe buscar y desarrollar la sabiduría de Dios para enseñar a la congregación (Ecl. 12:11).
- Debe orientar y liderar a todo tipo de personas con orientaciones y gustos diversos (algunas son nobles y dóciles pero también hay otras difíciles, tercas y problemáticas). No es una tarea fácil; por eso, debe ser un llamado genuino de Dios (1 Cor. 3:1, 2).
- Pastor es el que tiene una oveja o tiene mil; la función no está supeditada a la cantidad. Sin embargo, Dios dará testimonio de su ministerio y la gente reconocerá cuál es su función sin necesidad de imponer un título y mostrarse ante los hombres como un pastor; los frutos y la gracia de Dios darán como resultado que la gente lo llame pastor o pastora sin ninguna imposición.
- Este ministerio prepara también a otros líderes para pastorear al rebaño de Cristo, entrenados en los aspectos y responsabilidades del ministerio pastoral. Por tal motivo, el futuro pastor (a) debe ser un hombre o una mujer de Dios con integridad, amor y preparación bíblica suficiente. 
- Debe capacitarse en organizar y administrar su tiempo en el pastorado.
- Debe coordinar y celebrar reuniones periódicas, ceremonias, sacramentos y funerales. Estos puntos serán ampliados en otro capítulo de este material.

El trabajo del pastor y las demandas del Señor a su ministerio podrían aplicarse claramente de la parábola del siervo infiel. Valga decir que esta parábola se puede enmarcar en cualquier ministerio que el Señor nos conceda, en el cual tengamos personas a cargo.

“Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lc. 12:41-48).

El creyente que asuma esta tarea es puesto por su señor y es llamado siervo (v. 43); este siervo no se escoge a sí mismo ni es el dueño de la casa ni es el señor de los que la habitan; él es un simple mayordomo que administra lo que pertenece a su señor (v. 42); su carácter debe ser fiel y prudente (v. 42); su trabajo es darle alimento y provisión a tiempo a los que habitan en la casa de su señor (v. 42); es bienaventurado si hace todo lo que se le encomendó porque su señor volverá a pedir cuentas (v. 43); si es fiel, recibirá honra de parte de Dios (v. 44), pero si es infiel, maltratando a los demás, malgastando los bienes que le fueron confiados, haciendo lo que le dé la gana, abusando de su posición, entonces será castigado duramente y se le pondrá con los infieles porque no será salvo ni entrará al cielo (v. 45-47); este siervo desobediente será azotado conforme a la medida del conocimiento de la voluntad de su señor porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá (v. 47). 

¿Qué caracteriza a un pastor incompetente?

- Se apacienta a sí mismo, se ocupa solo de sus asuntos y es egoísta, porque su prioridad son sus propios intereses (Ez. 34:2).
- Solo busca beneficios económicos y humanos de parte del pueblo (Ez. 34:3).
- No fortalece la oveja débil ni cura la enferma, no venda a la perniquebrada, no vuelve al redil la descarriada, ni busca la perdida, sino que se enseñorea de ellas con dureza y con violencia (Ez. 34:4).
- Debido a su descuido, las ovejas andan errantes porque no tienen un pastor comprometido, firme, íntegro, fiel, de ejemplo y responsable en su labor; estas ovejas son presa de todas las fieras del campo y se dispersan (Ez. 34:5).
- Se vuelve fatuo (presumido y engreído) y no busca a Dios; por esto, no tiene prosperidad de parte del Señor en su labor y el ganado se esparce (Jer. 10:21).
- Destruye la viña del Señor (el pueblo llamado a fructificar), pisotea su heredad y la convierte en desierto y soledad (Jer. 12:10).

Dios está en contra de estos pastores incompetentes y traerá juicio sobre ellos para quitarlos de su oficio. Además, Dios mismo será pastor y guía de sus ovejas para darles todo lo que necesitan, poniendo pastores que las apacienten de verdad y conforme a su voluntad (Jer. 23:1-4; Ez. 34:8-31).

Las iglesias del NT en el primer siglo tuvieron una estructura administrativa básica compuesta por pastores y diáconos, pero existen otros términos relacionados con el ministerio pastoral y son:
 - Anciano: persona de más edad y experiencia, presbítero (Hch. 14:23; 20:17; Tito 1:5).
- Obispo: superintendente, director, supervisor, inspector y vigilante (Hch. 20:28).

Durante la historia del Cristianismo aparecieron otros títulos como Arzobispo (obispo gobernante o patriarca) y luego vino el papado, constituyendo una figura principal para todas las iglesias en el ámbito católico. No obstante, Cristo mismo dijo que a nadie llamemos padre ni maestro en la tierra y se refería a evitar el engrandecimiento de los hombres para su propia ruina y para perjuicio de las congregaciones (Mt. 23:8-12). Jesús recrimina el proceder fariseo que hace al hombre ambicioso de ser honrado por los demás, exigiendo reverencia y usando palabras con astucia y manipulación; esa actitud es la que Cristo condenaba.

No debemos caer en la idolatría de ministerios; la gloria siempre debe ser dada a Dios únicamente. Nadie es grande ni merece títulos de grandeza; no existen grandes siervos de Dios ni grandes hombres de Dios; solo existen siervos de un Dios grande. Todos somos iguales ante Dios: hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, líderes, colaboradores, predicadores, pastores, evangelistas, etc. No le hagamos más daño a quienes Dios quiere que se mantengan sencillos y humildes. No usemos términos de grandeza como reverendo, su reverencia, su eminencia, su santidad, etc ni aceptemos un trato semejante de parte de nadie. Todo esto promueve un engrandecimiento dañino y perverso. Sería suficiente un trato respetuoso y amable.

¿Cómo empezar un ministerio pastoral?

Por lo general hay varias maneras de llegar a este ministerio:
- Graduarse de un seminario bíblico de una denominación específica y recibir la invitación de una iglesia de la misma fe para este oficio.
- Recibir la invitación de una congregación que necesita un pastor. Si usted ha participado en actividades espirituales en un lugar específico y es conocido por su testimonio, sus dones y habilidades en el servicio, es muy posible que una iglesia, probablemente pequeña, le invite a ser su pastor.
- Ser nombrado por una denominación u otro ministro que delega esta responsabilidad.
- Empezar su propia iglesia. Si Dios le está dirigiendo, es tiempo de empezar una iglesia nueva. Es una tarea de paciencia y mucho trabajo porque es un compromiso de muchos años. Puede que siempre sea un pastor bi-vocacional, y a lo mejor así lo prefiera usted. Sin embargo, puede ser un reto en sus años maduros. Si es joven, quizá desea hacer del ministerio su profesión y dedicarse tiempo completo a esta labor.

Antes que todo, usted debe considerar honestamente si califica para empezar una iglesia, o aún para estar en el ministerio. Miremos algunas pautas para su reflexión:
- ¿Usted ha sido llamado? El ministerio pastoral no es un negocio; por lo tanto, no entre en este oficio por dinero. La gente puede poner a prueba su paciencia y ser muy ingrata. Si usted no está seguro de que Dios mismo le ha llamado a este trabajo, va a ser muy difícil mantenerse. Recuerde que usted puede servir a Dios en otras formas, con la conciencia limpia, y ser muy efectivo. Esté muy seguro de su llamamiento al ministerio pastoral.
- ¿Está usted sano emocionalmente? Es posible que usted haya sido lastimado por otros en la vida; sin embargo, hay que enfrentar estas malas experiencias y resolver los conflictos que puede haber en su alma. Un líder o hermano en la fe, un consejero cristiano o un psicólogo le pueden ayudar. Sin mucha estabilidad emocional le será difícil cargar con el estrés que lleva el ministerio y poder tratar de forma efectiva con las personas que vendrán a pedir orientación y buscarán una ayuda espiritual. El ministerio no es un lugar para gente difícil, contenciosa, autoritaria, egoísta, que quiere corregir a todo mundo en el nombre de Dios, ni para personas que piensan que siempre tienen la razón porque Dios les habla.
- ¿Tiene pureza de corazón? ¿Tiene usted buenas intenciones hacia los demás o guarda en su corazón rencores y venganza? ¿Desea cooperar o siempre quiere ganar? ¿Vive usted con integridad o esconde su verdadera personalidad? ¿Es usted moral e íntegro o añora todavía los vicios que tuvo antes? ¿Realmente desea la santidad? Cuando usted se ve en el espejo en la mañana, ¿le gusta la persona que ve? ¿Si Jesucristo regresara hoy, le podría recibir en su casa? Son conceptos simples, pero no podemos engañar a Dios. El conoce nuestro corazón.
- ¿Está sometido a Dios y a los hombres? Estamos hablando de la obediencia, primero ante Dios, y después ante las reglas de la sociedad. No es tan difícil "ser bueno", pero sin pensar mucho en ellas, las pequeñas corrupciones de este mundo pueden afectar las decisiones que hacemos y las acciones que tomamos. ¿Tiene su mente renovada en Cristo, con un estándar más alto de lo que es correcto en la vida? Sobre todo, ¿está usted dispuesto a obedecer a Dios y cambiar las áreas de su vida que él quiere transformar? Es una cuestión de ética.

Ahora consideremos algunos puntos prácticos de cómo empezar una iglesia nueva:
- Primero, hay que buscar el núcleo con qué empezar. Estas personas pueden ser sus familiares, amigos, personas que desean tener una iglesia nueva en su zona residencial, o simplemente un grupo de creyentes que comparten algo en común y desean formar una iglesia nueva. Prepárese para ganar nuevas almas para Cristo, pero en lo práctico, es de ventaja formar un grupo de creyentes para empezar.
- No es necesario al principio incurrir en gastos en la renta de un local. Se pueden reunir en casas y tener estudios bíblicos. Sin embargo, en un futuro cercano es beneficioso tener un lugar fijo en donde reunirse.
- La iglesia debe establecer un programa definido y programar cultos y actividades para que la gente vea su iglesia como una organización seria con futuro. Se puede empezar una iglesia con estudios bíblicos en hogares, pero es necesario superar la mentalidad de que “somos un grupo pequeño”. Las reuniones pequeñas son acogedoras, pero las reuniones formales fomentan el crecimiento.
- Usted como pastor necesita desarrollar un plan para hacer nuevos contactos, no perder contacto con las personas que visitan la iglesia, y llegar a los familiares de los congregantes. Mantenga un archivo de nombres y direcciones. Guarde las listas de llamadas que usted recibe y hace, siempre apuntando el número de teléfono. Aprenda a usar el teléfono para ahorrar tiempo y poder ministrar a más gente en su tiempo limitado. Asimismo, establezca un plan de visitación constante cada semana para atender a todas las personas de forma efectiva.
- Ninguno es perfecto, y no todos son grandes oradores, ni músicos, ni tienen gran carisma; pero Dios sabe por qué los llamó. La gente puede perdonar muchos defectos en sus pastores, con la excepción de uno: el no ser sincero. Si la gente ve que no le gusta orar con los enfermos, o ayudar a los necesitados, o preocuparse por la salvación de sus familiares, le van a tachar de no ser sincero. Si la gente piensa que usted solo quiere ser pastor para estar allá enfrente dirigiendo o por dinero, su ministerio no tendrá credibilidad ni futuro. Acuérdese que usted no puede desarrollar el ministerio sin la ayuda de los miembros; por lo tanto, sea siempre amistoso con todos, no mandando, sino apelando a las buenas intenciones de la gente, pidiendo a Dios que ellos también sean sinceros.
- No se aparte de Dios ni de la Biblia, y mucho menos de su familia. Guarde su salud mental recordando que hay vida fuera de la iglesia, y hay que darle tiempo a todo.
- Dependa del Espíritu Santo para obrar (acuérdese que la iglesia es de Dios, y no de nosotros).
- Usted no puede hacer todo en la iglesia; delegue también en creyentes fieles funciones que ellos puedan cumplir.

Es lógico esperar que el Dios soberano elija a quienes han de servirle. En el AT vemos que Dios llamó a hombres y mujeres a diversas tareas. Por eso, tenemos razón para esperar que en el NT y en la actualidad él haga lo mismo. Nadie tiene derecho a tomar un ministerio por sí mismo sin el llamado divino; más bien, los verdaderos creyentes reciben el llamado de parte de Dios (Hch. 13:2; 20:28; Col. 4:17).

El ministerio es un regalo de Dios, dado a la iglesia (Ef. 4:11, 12). Los dones para cada ministerio son otorgados por Dios y los hombres son enviados a su obra según las necesidades de la gente y según los propósitos divinos (Rom. 12:6-8). Por eso, el ministerio no es elegido como los hombres escogen un oficio, basado en su preferencia o interés personal; es algo que se acepta en obediencia a un llamamiento de Dios. El estar consciente de esto es imprescindible para ser aprobado en la obra.

Las Escrituras hacen distinción entre el llamamiento al ministerio y el elegir un oficio. Se puede expresar esta distinción de la siguiente manera:
- En cuanto al ministerio, quien es llamado tiene en su conciencia una responsabilidad con Dios y con los hombres que le mueve a obedecer a pesar de los sentimientos propios, las dificultades y las adversidades; el creyente llamado siente que es su deber hacerlo y, si no obedece a Dios, hay un vacío en el corazón y se siente culpable (1 Cor. 9:16).
- En cuanto a aquel que elige un oficio, es un asunto de talentos, preferencias, gustos e intereses; la persona siente y percibe capacidades para elegir dicho oficio pero no hay en él un sentido de responsabilidad ante Dios o de que sería culpable si no lo elige.

Hay dos extremos que se deben evitar en cuanto al llamamiento al ministerio:
- Por un lado están los que piensan que el llamamiento constituye una preferencia por tal ministerio, porque les gusta determinada actividad (sin ser llamados por Dios).
- Hay otros que piensan que nadie debe entrar al ministerio sin una manifestación sobrenatural, como una voz del cielo junto con una lucha mental en busca de dirección divina. Si no pasan por semejantes experiencias piensan que no son llamados por Dios.

En este sentido, muchos se equivocan y pierden la oportunidad de servir a Dios conforme a su llamado y dejan pasar el tiempo en vano porque no identifican una misión clara de parte Dios para su vida.

El llamamiento es confirmado por la oración, la experiencia personal y el estudio de la Palabra de Dios. Como hermanos y como líderes debemos animar a otros creyentes a meditar con cuidado y preguntarse si Dios les está llamando a un ministerio, pero debemos hacerlo con sabiduría y discernimiento porque muchos no encuentran el plan de Dios para su vida y tienden a desesperarse y tomar decisiones a la ligera.

El llamamiento divino se manifiesta de tres maneras: en el corazón, en la convicción de la iglesia y también en la providencia de Dios. Esto se confirma por los siguientes aspectos:

- Hay un deseo fijo y honesto por determinado ministerio (1 Tim. 3:1). Si la persona no tiene un gran entusiasmo en esta labor (la preparación, la capacitación, el servicio a los demás, etc.), lo más seguro es que fracase y deje el trabajo a medias. Puede ser que no siempre se sentirá el mismo anhelo por la obra pero siempre debe alimentarlo; cuanto más se acerca a Dios, tanto más va a sentir la pasión por hacer la voluntad de Dios. Por eso, para confirmar su misión en la vida, hace falta mucha oración y el testimonio del Espíritu de Dios de que estamos en su voluntad.
- Hay un gran amor por Cristo y por la obra de Dios. Pablo dijo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hch. 20:24).
- Hay un sentimiento de absoluta dependencia del poder de Dios para realizar la tarea y también hay un sentimiento de indignidad porque se reconoce que es un privilegio inmerecido servir a Dios y a los hombres (2 Cor. 3:4-6).
- La iglesia local conoce el testimonio del q      ue ha sido llamado por Dios, aprueba su vida y su trabajo, y acepta su labor ministerial. No hay dudas de su conversión a Cristo. Una iglesia jamás debe aprobar un hombre o una mujer para el ministerio si no está plenamente convencido de su conversión.
- El candidato para el ministerio también debe manifestar un grado superior de piedad. Debe ser un ejemplo en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Tim. 4:12). Debe ser un modelo a seguir y por eso, debe exceder a quienes sirve en su vida espiritual. Un buen intelecto y facilidad en hablar no es suficiente. Hace falta también un espíritu devocional y una vida ejemplar.
- El candidato debe tener convicción de la verdad divina y estar preparado en la doctrina bíblica (2 Tim. 1:13; Tito 2:1). Aquel que no está firme en cuanto a sus creencias o que se inclina hacia conceptos y prácticas anti bíblicas no puede tener lugar en el ministerio de la iglesia local porque será causa de tropiezo, divisiones y problemas para otros.
- El candidato debe tener un buen conocimiento de las Escrituras (2 Tim. 2:15). Si su ministerio se enfoca en predicar y enseñar la Biblia, debe tener capacidad y conocimiento adecuado de los temas que ha de tocar. No es suficiente tener calificaciones morales y espirituales. Él tiene que aclarar y proclamar la verdad espiritual en la iglesia, en el púlpito, por las casas y a donde vaya, pero también debe modelarla en su vida personal. Por eso, la piedad es importante, pero si no va acompañada por dones y disciplina, no alcanza para demostrar idoneidad para el ministerio. Algunos hombres y mujeres con piedad y buen testimonio se han equivocado al asumir la obra del ministerio cuando no tenían el conocimiento ni la capacidad para estudiar y formar al pueblo con las Escrituras.
- El candidato debe tener también el don de enseñar. Las Escrituras nos responsabilizan para aplicar lo que hemos recibido y para encargarlo a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Tim. 2:2). Leemos también en 2 Tim. 2:24, 25 que el obrero debe ser “apto para enseñar, sufrido, que con mansedumbre corrija a los que se oponen”. Gran habilidad y muchos estudios no son suficientes; hace falta también el don de enseñar con amor, humildad, ejemplo, paciencia, creatividad, elocuencia, entusiasmo, métodos diversos, gracia y pasión. Él tiene que saber captar y mantener la atención de sus oyentes. El mejor sermón falla a menos que la gente esté despierta y atenta. Pablo y Bernabé no solo predicaron el evangelio sino que también “hablaron de tal manera que creyó gran multitud de judíos, asimismo de griegos” (Hch. 14:1).
- El candidato también debe tener sabiduría y conocimiento en liderazgo. Estas calidades son de suma importancia para el pastor. Tiene que saber organizar y animar a la gente en la iglesia para trabajar y desarrollar al máximo sus dones. El éxito del pastor depende en gran parte en su habilidad para organizar y dirigir la obra de la iglesia. Por falta de esto, hombres piadosos, preparados teológicamente y consagrados han fracasado en el ministerio.
- El candidato debe tener un buen testimonio en el hogar, en el barrio y donde quiera que vaya (1 Tim. 3:7; 2 Cor. 4:2); si no es así, el diablo destruirá su vida espiritual y su ministerio porque perderá la credibilidad y la autoridad para enseñar la Palabra de Dios.
  
La aprobación de la iglesia debe estar basada sobre el hecho de que el candidato reúne estos requisitos. Puede ser que él los reúna, en parte, con una promesa, si no es maduro. Si él es maduro, debe reunirlos en todo sentido. Esta certeza en la mente de los hermanos de la iglesia sirve para confirmar el hecho de que el candidato mismo no puede juzgarse a sí mismo en cuanto a su llamamiento. Él debe buscar la aprobación de la iglesia y aceptar humildemente su criterio.

¿Cómo desarrollar el ministerio pastoral?

Junto con el llamamiento vendrá la dirección de Dios pero es indispensable ser prudente al elegir el campo de trabajo; especialmente, el primer campo… porque tiene mucha influencia sobre el desarrollo del nuevo pastor; por tanto, debe asegurarse en oración y comunión con Dios de que su decisión es guiada por el Señor.

Consideremos algunas sugerencias para elegir el lugar de trabajo:

- Cada obrero debe entregarse a Dios y estar dispuesto a ir a un campo de trabajo si es la voluntad de Dios. Nadie debe negarse a considerar esto porque su éxito y felicidad en la obra provienen en gran parte de estar plenamente convencido que está ubicado en el lugar elegido por Dios. Hay muchos campos abiertos al evangelio en el mundo, en nuestro país y en el territorio donde vivimos; aunque no lo sepamos, Dios siempre tiene reservadas a muchas personas que están esperando escuchar el evangelio. Es el plan de Dios que muchos de los llamados por él se ocupen del ministerio donde hay necesidad espiritual.
- No debemos estar prevenidos ante un lugar o una comunidad de personas debido a problemáticas sociales, prácticas pecaminosas más arraigadas, factores económicos y culturales, etc. Muchos de los ministerios que disfrutan de frutos y reconocimiento son los que se fueron a un campo donde lucharon con dificultades y pocos recursos. A través de sacrificios e incomodidades ellos desarrollaron la madurez y ganaron el respeto de los demás. Algunos de los más útiles y elocuentes obreros de Dios son los que empezaron en un campo donde experimentaron grandes obstáculos. En el ministerio, igual que en la vida, el que pierde su vida por causa de Cristo, la hallará (Mt. 10:39). Entreguemos todo a Cristo y él nos recompensará.
- Si un siervo del Señor tiene que elegir entre varios campos debe ser prudente en elegir aquel que ofrece la mayor posibilidad de crecimiento. Hay pocas cosas más desconcertantes para un pastor nuevo que el de encontrarse en una iglesia que no conduce al crecimiento. Muchas veces es así en comunidades donde ya hay muchas iglesias y poco aumento de la población. Lo ideal es una iglesia donde la mayoría anhelan ver crecimiento y donde la población va en aumento. Así fue el plan de los apóstoles en el NT; ellos fueron primero donde había mucha gente. De igual manera, es posible que Dios nos llame a un campo donde no hay estas ventajas. En tal caso no se preocupe porque cuando Dios llama, él mismo abre puertas grandes y eficaces.
- El pastor y la iglesia deben estar de acuerdo con la doctrina y la práctica que están dispuestos a enseñar y a defender. Por tanto, el deber del pastor es enseñar y obrar de acuerdo con la enseñanza bíblica. Si él no está convencido que la enseñanza y práctica de la iglesia está de acuerdo con la Biblia, él está fuera de lugar para ocupar el púlpito de aquella iglesia. Si él cambia sus creencias en cuanto a doctrina y práctica mientras está sirviendo a la iglesia, es su deber renunciar a su puesto porque no puede seguir cumpliendo con el compromiso que tenía con la iglesia al principio. Sería un acto deshonesto y reprochable el aceptar el cargo de ser pastor de una iglesia con la intención de cambiar la doctrina o práctica de la iglesia. De igual manera, es injusto quedarse en el cargo de la iglesia si no puede defender y enseñar la doctrina y práctica de la iglesia. Por este motivo, quien va a pastorear una iglesia debe conocer y aceptar los principios bíblicos que se han establecido en la declaración doctrinal de la iglesia; también debe leer y firmar un contrato de prestación de servicios donde se estipulen los valores, las reglas y las sanciones que la iglesia ha determinado para su funcionamiento. En caso de que el pastor, la iglesia o la denominación no cumplan con el acuerdo establecido, entonces se tomarán las medidas necesarias.
- El pastor debe encargarse del bienestar espiritual de los miembros de la iglesia y no deberá descuidar esta responsabilidad (en tiempos de abundancia o escasez, en tiempo de crecimiento o de crisis, en tiempo de paz o de angustia). No será un buen pastor aquel que abandona al rebaño cuando está en adversidad o peligro.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Los Ministerios de Dios Parte X

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o. Ministerio del evangelista

La Iglesia de Cristo es el cuerpo escogido de personas a quienes Dios ha llamado para que lleven el mensaje de salvación a todos los habitantes del mundo; delegarlo exclusivamente a los evangelistas, sería un fracaso en este propósito primordial. Así pues, si revisamos la vida de Cristo en la tierra, nos damos cuenta que él es el modelo más extraordinario para imitar que tiene todo creyente fiel que evangeliza y todo evangelista llamado para este ministerio.

Todo creyente que ha conocido a Cristo debe hacer la labor del evangelista y compartir con otras personas de su fe en el evangelio, dando buen testimonio y ejemplo en su casa, en su vecindario, en el trabajo, en el estudio y en todo lugar donde vaya pero no todo creyente tiene un ministerio de evangelista.

En el NT, el “evangelista” ejercía un ministerio enfocado en apoyar la Gran Comisión de Cristo; por ejemplo, Felipe (originalmente uno de los siete diáconos de Hch. 6), fue llamado por Dios a ser evangelista (Hch. 21:8).

Timoteo fue un creyente que se formó como un hijo espiritual al lado del apóstol Pablo (1 Tim. 1:2); Dios usó a Pablo para encargar a Timoteo de varias funciones pastorales como corregir a otros (1 Tim. 1:3, 4), equipar a otros para la enseñanza (2 Tim. 2:2); a pesar de que Timoteo claramente fue un pastor de una o varias congregaciones, el mismo Pablo le anima a hacer la obra del evangelista (2 Tim. 4:5). Definitivamente, un pastor que no trabaja en el área evangelística no tendrá autoridad para mover a los creyentes a ganar almas y mucho menos verá el crecimiento integral de la iglesia donde pastorea.

El evangelismo puede ser personal o colectivo:
- Es personal cuando se tiene una conversación con alguien acerca del destino de su alma y su relación con Dios. En este diálogo se debe confrontar a la persona con su condición perdida en pecado y enseñarle que el perdón que Dios le ofrece es por medio de Cristo y la obra que él efectuó en la cruz. Es dar a la persona una oportunidad de poner su fe en Jesucristo y recibir el perdón de pecados y la vida eterna.
- Es colectivo cuando congregamos varias personas o tenemos la oportunidad de compartir nuestra fe con un grupo.

La mayoría de la gente está demasiado ocupada para pensar en las cosas de Dios. Peor aún, tienen poca preocupación por su salvación. Es nuestro trabajo, al encontrar una persona sin preocupación por la salvación de su alma, producir en ella esa preocupación.

El ministerio de evangelismo tiene sus principios en el establecimiento de la iglesia primitiva y se desarrolló especialmente en los viajes misioneros del apóstol Pablo por Asia Menor y Europa. Todavía al mencionar a un evangelista nos llega a la mente una persona que viaja mucho y predica en diferentes iglesias. Aunque es cierto, el mismo caso de Pablo, es un ejemplo de un ministro de Dios que se detuvo en muchos lugares donde evangelizaba hasta poder establecer una iglesia. En Filipo duró unos escasos tres meses, mientras que en Éfeso estuvo dos años.

Hay quienes afirman que todo evangelista debe tener dones de sanidades y milagros para predicar el evangelio con poder y demostración de parte de Dios a fin de confirmar la palabra que predica; sin embargo, los dones no son exclusivos de un ministerio y las señales fueron prometidas a todo aquel que cree (Mr. 16:17, 18). Además, en ninguna parte de la Escritura se condiciona un ministerio a tener ciertas manifestaciones del Espíritu Santo porque él da a quien quiere, como quiere, cuando quiere y donde quiere (1 Cor. 12:11); lógicamente, todo creyente debe orar y recibir poder de Dios para servir mejor y ver su respaldo en toda labor que emprenda para la gloria de Dios (1 Ped. 4:11).

¿Cómo desarrollar el evangelismo en una iglesia local y en nuevos campos de trabajo?

Existen diversas estrategias para presentar el evangelio a la gente; miremos algunas de ellas:

- Folletos, volantes y tratados: no todas las personas están dispuestas a entrar en una iglesia y oír una predicación, ni toman tiempo para platicar con un predicador del evangelio (sea un creyente de la iglesia, un líder, un colaborador o un ministro ordenado); por ende, a bajo costo se puede comprar o diseñar una cantidad considerable de materiales impresos para distribuir en muchos lugares donde está la gente. No se preocupe usted si la gente lee o no el folleto porque en ese momento tuvieron la oportunidad de pensar en Dios, en su llamado al arrepentimiento o en la salvación; la obra la hace el Espíritu Santo; nosotros debemos orar y sembrar el evangelio. Existen muchos testimonios de personas que se entregaron a Cristo tiempo después de leer un folleto porque Dios los movió al arrepentimiento y encontraron bajo la guía del Espíritu Santo un lugar o una persona idónea para enseñarles mejor el camino del Señor. Si el creyente no es experto en la predicación, cada vez que entrega un folleto, es igual que si predicara porque hay un mensaje de parte de Dios para quien lo lee. Por otra parte, es importante poner en el folleto los datos de contacto de la iglesia, el lugar y los horarios de reuniones para invitar a la gente. Si alguien muestra interés en el evangelio, se pueden tomar sus datos para visitarle y compartir con más tiempo la palabra de Dios en un proceso de discipulado en una iglesia local; esta parte es fundamental para darle apoyo espiritual a los nuevos creyentes que quieran seguir a Cristo de verdad; sembremos la palabra de Dios y él dará el crecimiento en corazones fértiles (Mt. 13:1-23).
- Películas y videos evangelísticos: otra forma de presentar el evangelio es ver películas y videos evangelísticos en casas, locales y lugares públicos.
- Evangelismo en la calle: predicar en la calle es una tarea que requiere valor y dedicación, pero sobre todo se requiere de amor por el pecador y una convicción de que Cristo puede cambiar vidas. Por lo general se predica casa por casa, cuadra por cuadra, en lugares públicos o parques donde es permitido, pero debe hacerse con prudencia, respeto y consideración.
- Evangelismo al aire libre, en carpas o en salones rentados: se puede constituir un equipo de trabajo para hacer campañas evangelísticas en colaboración con una iglesia local o con varias iglesias en un sector más amplio. Con este equipo se requiere buena música, películas cristianas, actividades dinámicas y una predicación relacionada con el mensaje de salvación. El punto es que la iglesia o las iglesias que se unen den apoyo espiritual a las decisiones de fe y brinden un discipulado integral a los interesados en seguir a Cristo.
- Evangelismo en radio y televisión: Aunque la radio y la televisión son ministerios costosos de operar, alcanzan a mucha gente. Sin gastar dinero, usted puede aceptar invitaciones para estar en un programa religioso o secular y hablar de algún tema de interés, aportando una perspectiva espiritual y presentando el evangelio de forma efectiva. Oremos a Dios para que sea abran puertas grandes y eficaces.
- Evangelismo por internet y en redes sociales: Es una forma para alcanzar a mucha gente sin gastar mucho dinero. Para tener resultados es indispensable investigar bien, asesorarse y crear sitios web y cuentas en redes sociales que tengan visibilidad. En estos sitios se pueden desarrollar temas de interés general, presentar el evangelio de manera clara, montar videos, predicaciones, música cristiana, etc. Este es un recurso evangelístico tanto para predicadores como para escritores y tiene un gran potencial pero requiere creatividad, paciencia y tiempo para ver frutos, esperando en la gracia de Dios.
- La obra misionera: todo creyente puede ser un misionero en su barrio (o donde se encuentre) porque cumple la gran comisión del Señor de predicar el evangelio a muchas personas pero hay hombres y mujeres que Dios llama para abrir una obra en un lugar donde no hay un centro de predicación del evangelio; el misionero así llamado por Dios va a donde él lo envíe (sin importar la distancia, las costumbres, el tipo de comida, etc.); puede tener la vocación exclusiva de abrir una obra hasta que se ponga a un encargado de pastorear y luego va a otro lugar a abrir nuevas iglesias… o puede ser un llamado a abrir dicha obra y pastorearla. Ambos casos son comunes en el medio cristiano. Esta persona puede encontrar un trabajo o una actividad económica que le permita suplir para sus necesidades o puede contar con el apoyo temporal de una iglesia local que desee darle un impulso mientras logra estabilidad con un grupo de personas que se congreguen y apoyen esta labor.

¿Qué caracteriza a un verdadero evangelista llamado por Dios?

- Debe aprender cómo guiar a una persona a Cristo. Si usted no lo puede hacer, su ministerio no tiene futuro porque usted no tiene nada que ofrecerle a la gente. Usted, como ministro, no puede hacer nada por la gente, pero Cristo ya ha hecho todo en la cruz del Calvario, y sigue transformando las vidas de “todo aquel que en él cree” (Jn. 3:16). Usted, como ministro del evangelio, necesita saber cómo orientar a una persona para que entienda que está perdida en pecado, antes de que pueda ser salvo en Cristo. Si una persona no se ve a sí misma como perdida en su pecado jamás va a pedir ser salva. Enfrentar a la persona con su realidad espiritual no es un tema de mal gusto ni de incomodar o atacar a la gente… es llegar a su conciencia a través de la Ley de Dios (expresada en los 10 mandamientos), es hacerles conscientes de que son pecadores y necesitan reconciliarse con Dios, es contarles que Cristo es la solución al pecado y es el único que puede salvarnos y perdonarnos, es contarles la historia de amor más grande del mundo: que aun siendo pecadores Cristo murió por nosotros (Rom. 5:8).
- Debe demostrar que la falta de fe en Cristo es ofensiva a Dios y que no hay pecado más grande que rechazar la obra de Cristo porque es la medicina de Dios para nuestros pecados (Jn. 3:18, 19; Hch. 2:36, 37). Sin fe es imposible acercarse a Dios y agradarle (Heb. 11:6). Si el pecador no se acerca con fe a Dios, entonces nunca tendrá esperanza de recibir perdón (Jn. 8:21, 24).
- Debe traer luz donde hay oscuridad por falta de conocimiento del amor de Dios. Debe ofrecer una esperanza de una nueva vida, presentándole a Cristo a la gente, quien es la luz del mundo.
- Debe enseñar a la gente que no han puesto a Dios en primer lugar en sus vidas y que algún día tendrán que rendir cuentas a Dios por sus acciones (Mt. 22:37, 38; Rom. 14:12).
- Debe demostrar por las Escrituras las horribles consecuencias del pecado y explicar claramente el significado literal, espiritual y eterno de la muerte (Is. 57:21; Rom. 6:23).
- Debe demostrar a la gente que lo único que se tiene que hacer para estar perdido es rechazar la salvación que Dios ofrece (Heb. 2:3; 1 Ped. 2:25) y enseñarle que no solo quien está hundido en vicios o en delitos escandalosos se encuentra separado de Dios (Jn. 3:36; Rom. 2:4).
- Debe enseñar a otros creyentes que ya siguen a Jesús a compartir también su fe con otros.
- El trabajo del evangelista es vital para el ánimo y el crecimiento espiritual y numérico de la iglesia.
- El ministerio de evangelismo requiere de una persona versátil y creativa que esté dispuesta a aprender y a desarrollar diversas actividades y herramientas para llevar el evangelio a muchas personas.
- Necesita estar atento a la dirección de Dios para sembrar el evangelio y debe tener claro el tiempo y el lugar donde Dios lo quiere usar; por tanto, sería recomendable que esté asociado a una iglesia o a varias iglesias que apoyen su ministerio o que haga parte de una congregación y apoyar el trabajo ministerial de la iglesia, enfocado en el don que ha recibido. Otra opción, es que él abra una obra con el apoyo de hermanos en la fe, y luego se delegue a una persona idónea para atender la nueva congregación. Según el dicho, “el que mucho abarca, poco aprieta”; por eso, es importante orar a Dios y pedir su guía en este ministerio evangelístico porque hay muchos que van de iglesia en iglesia, sin estabilidad espiritual, sin una autoridad delegada por Dios que los guíe, sin un liderazgo bíblico que los oriente, no dan frutos ni tienen un testimonio limpio, sino que muestran ambición por el dinero, afán de ser reconocidos y búsqueda de fama, lo cual trae descrédito al ministerio del evangelista que debe ser honorable y conforme a las Escrituras. No obstante, aunque el evangelista no tenga que dar cuentas por su trabajo ante una congregación, como lo hace un pastor, de todas maneras es responsable delante de Dios por su ministerio y sus logros, y debería tener una congregación y un pastor que lo orienten.
- Hay casos en los que Dios llama a un creyente con este ministerio de evangelista para abrir una obra, una iglesia y no cuenta con el apoyo de ninguna iglesia, pero en su vida hay pasión por Cristo, obediencia a la Biblia, buen testimonio, amor por las almas y motivaciones correctas. Dios mostrará su propósito y se levantará una congregación; Dios llamará a otros ministerios y habrá un orden bíblico, frutos y la gracia del Señor sobreabundará. Recordemos que toda iglesia tiene un principio: a veces comienza con una familia, otras veces empieza un creyente solo, en otras ocasiones hay un grupo de personas en una comunidad, y Dios da el crecimiento y la consolidación a su obra. Todo es cuestión de tiempo, trabajo, perseverancia y fidelidad a Dios.

¿Cuál es el mensaje del evangelio?

- Enseñar a la gente que Jesús llevó nuestros pecados en su cuerpo en la cruz (2 Cor. 5:21) y nos puede dar el perdón de nuestros pecados (Is. 53:6); todos somos pecadores y no hay un solo justo (Rom. 3:9-26; Jn. 3:16).
- Demostrar que Jesús es el Salvador que murió y resucitó; solo él nos puede salvar completamente y nos puede hacer verdaderos hijos de Dios (Jn. 14:6; Hch. 4:12; Jn. 1:12).
- Invitar a la gente a confesar a Cristo de forma personal, recibirle como Salvador y pedirle perdón por sus pecados de forma clara en una oración sincera (Rom. 10:9, 10).
- Instruir a la gente en la gracia y la facultad de Cristo, no solo para darnos perdón de pecados, sino también para librarnos del poder del pecado a fin de que vivamos en victoria sobre la tentación y en santidad, obedeciendo los principios de la palabra de Dios (Heb. 7:25; Jud.1:24).
- Presentar a Jesús como el Señor (Hch. 2:36). Aunque somos salvos por gracia y no por obras (Ef. 2:8, 9), él preparó buenas obras para que andemos en ellas y seamos luz en el mundo y ejemplo para todos los que nos observan; por esto, no es suficiente conocer a Cristo como nuestro Salvador… él debe ser también Señor de nuestra vida para que le glorifiquemos en todo mientras vivimos sobre la tierra.
- Estimular en el oyente que cree de verdad la seguridad de su salvación en Cristo (Jn. 3:36; Mt. 10:32).
- Llevar a la gente a un proceso de discipulado cristiano donde pueda aprender a caminar con Dios en una nueva vida. No es suficiente que la persona reciba a Cristo; hay que enseñarle a dar pasos de maduración en la fe (1 Ped. 2:2; Is. 40:31). En este discipulado debe aprender a orar (1 Ts. 5:17), a estudiar la Biblia, memorizarla y practicarla (Sal. 119:11).

¿Cómo empezar un ministerio de evangelismo?

El creyente que es llamado a ser evangelista muestra pasión por predicar el evangelio, amor por los perdidos, compromiso de servir a Dios y a los hermanos en la fe, preparación bíblica
adecuada para enseñar una sana doctrina, humildad y espíritu de mansedumbre, y sometimiento a las autoridades que Dios ponga en cada congregación.

- La formación del evangelista comienza en el evangelismo personal porque comparte su fe con la gente de forma espontánea y constante; busca oportunidades para hablar de Cristo y es prudente para presentar el mensaje de salvación.
- El evangelista también puede ser invitado a una actividad de evangelismo casa por casa, en un parque o en un lugar público; además, puede ser invitado a visitar junto a otros hermanos en la fe a personas que están interesadas en el evangelio.
- A medida que Dios va capacitando al evangelista, puede ser invitado para predicar en una iglesia o en un evento de evangelismo masivo; su mensaje obviamente se enfoca en la salvación de aquellos que no conocen al Señor pero Dios también le usa para edificar, estimular y enriquecer al liderazgo espiritual de la iglesia y a todos los hermanos en la fe que asistan a esta actividad.
- En síntesis, el evangelista tiene que saber cómo guiar a una persona o a varias personas a Cristo, según las circunstancias que se presenten.

domingo, 21 de mayo de 2017

Los Ministerios de Dios Parte IX

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n. El ministerio del profeta

La palabra hebrea usada para profeta es nabi; su significado es incierto pero la Septuaginta emplea un término equivalente que es prophetes (compuesto del verbo femi, "decir", el prefijo pro y la terminación tes, que no se relaciona con predecir el futuro, sino, hablar en lugar de otro). Este sentido se evidencia en la resistencia de Moisés a hablar debido a su poca facilidad de palabra, por lo cual se designa a Aarón, su hermano, quien hablaría en lugar de Moisés (Éx. 4:10-17).

El título de profeta es aplicado a muchos personajes del AT: Enoc (Jud. 1:14, 15), Abraham (Gn. 20:7), Moisés (Dt. 18:15; 34:10), Samuel (1 Sam. 3:20), Gad (1 Sam. 22:5), Natán (2 Sam. 7:2), Ahías (1 Rey. 11:29), Jehú (1 Rey. 16:7), Elías (1 Rey. 18:22), Eliseo (1 Rey. 19:16), Jonás (2 Rey. 14:25), Isaías (2 Rey. 19:2), Semaías (2 Crón. 12:5), Iddo (2 Crón. 13:22), Azarías (2 Crón. 15:8), Hageo (Esd. 6:14), Zacarías (Esd. 6:14), Jeremías (Jer. 1:5), Ezequiel (2:5), Habacuc (Hab. 3:1) y muchos otros. Además, se usa en mujeres que tuvieron este ministerio (Éx. 15:20; Jue. 4:4; 2 Rey. 22:14 Is. 8:3).

Los profetas no siempre tuvieron la misión exclusiva de pronosticar el futuro, pero siempre su prioridad fue proclamar la voluntad de Dios. Al proclamar la voluntad de Dios, hasta cierto punto, tenían que anunciar cosas futuras, porque anunciaban las consecuencias que traería el obedecer o desobedecer esa voluntad. Su mensaje no era el resultado de su pensamiento o estudio, sino que les era revelado directamente por el Espíritu Santo.

Cuando se menciona a un profeta, muchos se imaginan a una persona más grande de lo normal, alguien con una espiritualidad fuera de serie. Sin embargo, éste era el oficio de aquellos que tenían la función de ser voceros de Dios:

- Manifestar pruebas fehacientes del cuidado de Dios sobre los suyos.
- Demostrar de parte de Dios con hechos que sus palabras se cumplirían; de lo contrario, su ministerio sería rechazado.
- Actuar de acuerdo a los estatutos y mandatos divinos.
- Dar a conocer el consejo de Dios con la claridad, la energía y la autoridad que proceden de la conciencia de estar hablando en nombre de Dios, y de haber recibido directamente de él un mensaje que entregar (Dt. 18:18; Ez. 2).
- Promover la verdadera adoración al Dios de Israel y oponerse radicalmente a toda forma de idolatría.
- Confrontar individuos, comunidades, reyes y naciones que desviaban y corrompían a su pueblo.
- Llamar al pueblo al arrepentimiento y a la conversión.
- Fortalecer al justo y señalar el camino de la restauración a los descarriados.
- Interceder ante Dios a favor del pueblo, de la nación o del rey.

Por otra parte, los profetas dejaron por escrito en el AT la voluntad de Dios para su pueblo; algunos de sus anuncios se cumplieron, otros se van a cumplir y especialmente, anunciaron la venida del Mesías (1 Ped. 1:10-12; Hch. 3:18).

Todas estas actividades les acarrearon oprobio, persecuciones, sufrimiento, maltrato físico y hasta la muerte pero el verdadero profeta de Dios nunca profetizó con la finalidad de satisfacer la curiosidad humana, o de promoverse vaticinando augurios de paz y prosperidad. Su profecía estaba regida por la voluntad y el propósito divino para una circunstancia o condición existente; lamentablemente, algunos sucumbieron a la tentación de ser honrados por los hombres y desobedecieron, apostatando y recibiendo el pago de sus pecados (Is. 28:7, Jer. 23).

Siempre se han levantado falsos profetas pero Dios advierte a su pueblo que no les hagan caso, que los rechace y que no les tema porque él ha decretado sobre ellos su juicio (Dt. 18:20-22).

Además, desde la antigüedad han existido personas que practican la adivinación y el ocultismo en diferentes culturas y lugares (1 Sam. 6:2), lo cual Dios abomina y prohíbe a su pueblo (Dt. 18:9-14; Jer. 29:8, 9). De igual forma, sobre ellos viene el juicio de Dios (Miq. 3:7).

Los profetas de Dios manifestaron dones sobrenaturales como el discernimiento de espíritus, la palabra de ciencia y la palabra de sabiduría para conocer cosas que solo Dios podría saber; además, Dios hizo milagros y sanidades a través de algunos de ellos (estos dones sobrenaturales serán explicados con mayor detalle en otro capítulo).

Quienes tuvieron el don de profecía en el NT también se les llamó profetas (Hch. 13:1; 21:9, 10; 1 Cor. 14:37) pero cuando se expliquen los dones espirituales se expondrá también el don de profecía y en qué se diferencia del ministerio del profeta en el contexto del NT.

La culminación de este ministerio lo vemos en Cristo (Heb. 1:1-4), la máxima expresión del profeta y el mayor profeta de todos, un hombre sin extravagancias ni fastuosidades, quien tuvo en su humanidad todos los dones sobrenaturales como evidencia de su carácter y propósito.

El ministerio del profeta en el NT es vital para la iglesia, en su conjunto, con los otros ministerios para perfeccionar a los santos y obviamente es una tarea que demandaba dirección de Dios y valor para proclamar la verdad divina en medio de oposición y persecución. En el NT, el ministerio de profeta giró en torno a dos aspectos:
- La aparición del Mesías: se menciona a la profetisa Ana (Lc. 2:36), quien dio testimonio de Cristo cuando era niño y al profeta Juan el Bautista (Mt. 11:9), quien preparó el camino para que Cristo viniera.
- La inspiración escritural que sentaría las bases para la edificación de la Iglesia de Cristo (Ef. 2:20). En este caso, los escritores del NT cumplieron un ministerio profético.

Así pues, cuando se cerró el canon del NT, el oficio del profeta también terminó.

¿Qué caracteriza a la mayoría de los que pretenden ser profetas hoy?

Hoy en día, muchos se hacen llamar profetas y argumentan que el ministerio del profeta sigue vigente; sin embargo, debemos tener en cuenta que la mayoría de las sectas de error y religiones apóstatas han surgido a partir de alguien que se autodenominó profeta: por ejemplo, Mahoma (Islam), Joseph Smith (Mormones), Charles Russell (Testigos de Jehová), William Branham (quien fundó una iglesia que sigue sus enseñanzas heréticas), entre otros.

La verdad es que los que se autoproclaman profetas…
- Buscan entronizar el ministerio profético en menoscabo de otros ministerios porque se creen superiores y que sin ellos la iglesia y los otros ministerios no funcionan bien.
- Algunos mal llamados profetas dicen que el canon y la revelación especial de Dios sobre los que la iglesia se rige en materia de fe y conducta no están cerrados sino que hay revelaciones nuevas a través de los supuestos profetas de hoy.
- Algunos mal llamados profetas tienen en poco el testimonio profético de la Escritura como la palabra profética más segura a la cual debemos estar atentos (2 Ped. 1:19).

CONCLUSIONES:
- A pesar de que por muchos siglos el titulo de profeta estuvo ausente en la Iglesia de Cristo, hay quienes en las últimas décadas lo han revivido (igual lo hacen con el título de apóstol). Hay quienes se auto-proclaman profetas hoy. Lo peor es que al reclamar hablar la Palabra misma de Dios, consecuentemente sus supuestas “profecías” se toman con el mismo valor que la Biblia misma, pues reclama ser un mensaje de Dios mismo. Si el profeta habla por Dios, ay de aquel que desobedezca la Palabra del Señor. Muchos le llaman a las palabras proféticas de supuestos profetas modernos “Palabras frescas de Dios” (como si las de la Biblia estuvieran muertas o pasadas de moda). Muchos inclusive toman las palabras de estos profetas por encima de la Biblia misma, cuando sus enseñanzas son contrarias a la Escritura.
- Al igual que con los apóstoles, tras la muerte del último apóstol, Juan, la historia de la Iglesia por diecinueve siglos es muda en cuanto a la existencia de profetas como un oficio continuo en la Iglesia de Cristo. A lo largo de dos mil años en la historia de la iglesia sí han existido individuos que se autodenominaron a sí mismos profetas, pero todos éstos han sido falsos profetas, individuos sectarios o herejes, no verdaderos profetas.
- Los profetas del NT fueron portavoces o voceros de Dios en relación con la manifestación del Mesías y mediante la inspiración de las Escrituras; ellos recibieron revelaciones directas del Señor y las transmitieron a los oyentes en el contexto del NT. Lo que ellos dijeron o escribieron de parte del Espíritu Santo quedó registrado como la palabra de Dios.
- En un sentido primario ya no tenemos profetas; su ministerio finalizó cuando quedó puesto el fundamento de la Iglesia y cuando se completó el canon del NT. Ya hemos enfatizado que en Ef. 4:11 Pablo está refiriéndose a profetas del NT. Fueron dados por Cristo después de su ascensión. Considerarlos como profetas del AT sería un error de interpretación bíblica.
- En el caso de los profetas, al ser completado el NT, su oficio dejó de existir como tal. Lo mismo ocurrió con los profetas del AT, quienes desaparecieron con la culminación de ese testamento unos 400 años antes de Cristo.