p. El ministerio del pastor
El término pastor (aplicado
al ministerio que Dios estableció en la Biblia) viene del griego poimen que es
el mismo vocablo usado para designar a los pastores que cuidan las ovejas
literalmente en el oficio pastoral.
La figura del pastor se
halla indeleblemente retratada por Cristo en el NT. Era el que cuidaba del
rebaño y guiaba a las ovejas a lugares seguros; era el que buscaba las ovejas
descarriadas y, si era necesario, exponía su vida para salvarlas.
La figura del pastor al
cuidado del rebaño ha sido muy utilizada en la Biblia debido al trasfondo
cultural y social del medio oriente. El mismo Dios ha sido reconocido como el
Pastor de su pueblo (Gn. 49:24; Sal. 23:1; Jn. 10:11), quien lo conoce de
cerca, lo alimenta, lo cuida y lo defiende. Por este motivo, quizás este
ministerio ha sido uno de los más comunes en la historia de la Iglesia de
Cristo, ya que está íntimamente ligado al carácter y al corazón del pueblo. Sin
embargo, los creyentes (comparados con ovejas) no le pertenecen a un pastor
humano sino al Pastor divino (Jn. 10:27; Heb. 13:20; 1 Ped. 2:25). A pesar de
que Cristo es el Pastor por excelencia, él llama a hombres y mujeres para este
ministerio a fin de que las ovejas extraviadas que hayan de seguir al Señor
tengan dirección, orientación, formación espiritual y cuidado en medio de
congregaciones donde la Biblia sea el centro y Cristo sea la cabeza principal
(Mr. 6:34).
Dios prometió levantar
pastores según su corazón que apacienten a su pueblo con ciencia y con
inteligencia (Jer. 3:14, 15).
En el AT no existía el
ministerio pastoral como tal pero Dios comparó a los líderes de Israel con
pastores y al pueblo con un rebaño; por tanto, cuando hubo carencia de un
liderazgo adecuado y efectivo, Dios comparó al pueblo con ovejas que no tienen
pastor (Núm. 27:17; 1 Rey. 22:17; Ez. 34:5).
¿Qué caracteriza a un verdadero pastor llamado por Dios?
- El pastor del rebaño de
Dios es el hombre que lleva al pueblo de Dios en el corazón, que los alimenta
con la verdad bíblica, los busca cuando se extravían y los defiende de todo lo
que pueda dañar sus almas.
- Mantiene el rebaño unido;
lo cuida y lo protege en oración y enseñándole todo el consejo de Dios para que
no se aparte de su redil.
- Defiende del maligno a
las ovejas, las orientan cuando se extravían y las buscan cuando están
perdidas.
- Es escogido genuinamente
por Cristo y de él espera el galardón, no de los hombres (1 Ped. 5:4).
- Apacienta, instruye y
sirve a las ovejas de Cristo porque ama al Señor y ama su rebaño (Jn.
21:15-17).
- Tiene la capacidad y la
autoridad de parte de Dios para velar por el rebaño. Por tanto, el pastor se
mantiene atento y con una actitud de responsabilidad (1 Ped. 5:2).
- Da cobertura, protección
y seguridad a los creyentes que Dios pone a su cuidado. La iglesia local debe
ser un refugio para todos los creyentes porque el mundo brinda diversas ofertas
de pecado, trae confusión, procura destruir la fe y la devoción de los
cristianos. El deber del pastor es guiar el rebaño y mantenerlo enfocado en
Cristo, en su palabra y en la obediencia a sus mandamientos (Hch. 20:28).
- Protege la iglesia contra
el error moral o teológico (Tito 1:9).
- Mientras otros duermen y
descansan, el pastor cuida, vela y guarda las ovejas (Lc. 2:8).
- Conoce las ovejas por
nombre y se identifica con ellas.
- Debe ir delante de ellas
(dándoles ejemplo).
- Enseña a las ovejas a
identificar a los extraños para que no sean sacadas del redil.
- Está dispuesto a dar su
vida por las ovejas con amor, entrega y dedicación.
- El Pastor debe tener una
buena relación con sus hermanos en la fe, ser amable y cordial para con todos
(1 Tim. 3:2, 3).
- El pastorado es un
trabajo de mucha responsabilidad y se requiere amor, gracia, humildad y
sabiduría para llevarse bien con la gente. Como pastor suple las necesidades
espirituales de los miembros. Como ministro visita a los enfermos y socorre a
los sufridos. Como administrador dirige el programa de la iglesia y está
siempre informado de su situación económica.
- Está a cargo de una
congregación de creyentes que sigue a Cristo; por ende, debe ser estable y
permanecer un tiempo adecuado con la congregación para prestar un servicio
integral.
- Debe buscar y desarrollar
la sabiduría de Dios para enseñar a la congregación (Ecl. 12:11).
- Debe orientar y liderar a
todo tipo de personas con orientaciones y gustos diversos (algunas son nobles y
dóciles pero también hay otras difíciles, tercas y problemáticas). No es una
tarea fácil; por eso, debe ser un llamado genuino de Dios (1 Cor. 3:1, 2).
- Pastor es el que tiene
una oveja o tiene mil; la función no está supeditada a la cantidad. Sin
embargo, Dios dará testimonio de su ministerio y la gente reconocerá cuál es su
función sin necesidad de imponer un título y mostrarse ante los hombres como un
pastor; los frutos y la gracia de Dios darán como resultado que la gente lo
llame pastor o pastora sin ninguna imposición.
- Este ministerio prepara
también a otros líderes para pastorear al rebaño de Cristo, entrenados en los
aspectos y responsabilidades del ministerio pastoral. Por tal motivo, el futuro
pastor (a) debe ser un hombre o una mujer de Dios con integridad, amor y
preparación bíblica suficiente.
- Debe capacitarse en
organizar y administrar su tiempo en el pastorado.
- Debe coordinar y celebrar
reuniones periódicas, ceremonias, sacramentos y funerales. Estos puntos serán
ampliados en otro capítulo de este material.
El trabajo del pastor y las
demandas del Señor a su ministerio podrían aplicarse claramente de la parábola
del siervo infiel. Valga decir que esta parábola se puede enmarcar en cualquier
ministerio que el Señor nos conceda, en el cual tengamos personas a cargo.
“Y dijo el Señor: ¿Quién es
el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a
tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor
venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus
bienes. Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y
comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y
embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la
hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel
siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme
a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas
dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado
mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le
pedirá” (Lc. 12:41-48).
El creyente que asuma esta
tarea es puesto por su señor y es llamado siervo (v. 43); este siervo no se
escoge a sí mismo ni es el dueño de la casa ni es el señor de los que la
habitan; él es un simple mayordomo que administra lo que pertenece a su señor
(v. 42); su carácter debe ser fiel y prudente (v. 42); su trabajo es darle
alimento y provisión a tiempo a los que habitan en la casa de su señor (v. 42);
es bienaventurado si hace todo lo que se le encomendó porque su señor volverá a
pedir cuentas (v. 43); si es fiel, recibirá honra de parte de Dios (v. 44),
pero si es infiel, maltratando a los demás, malgastando los bienes que le
fueron confiados, haciendo lo que le dé la gana, abusando de su posición,
entonces será castigado duramente y se le pondrá con los infieles porque no
será salvo ni entrará al cielo (v. 45-47); este siervo desobediente será
azotado conforme a la medida del conocimiento de la voluntad de su señor porque
a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho
se le haya confiado, más se le pedirá (v. 47).
¿Qué caracteriza a un pastor incompetente?
- Se apacienta a sí mismo,
se ocupa solo de sus asuntos y es egoísta, porque su prioridad son sus propios
intereses (Ez. 34:2).
- Solo busca beneficios
económicos y humanos de parte del pueblo (Ez. 34:3).
- No fortalece la oveja
débil ni cura la enferma, no venda a la perniquebrada, no vuelve al redil la
descarriada, ni busca la perdida, sino que se enseñorea de ellas con dureza y
con violencia (Ez. 34:4).
- Debido a su descuido, las
ovejas andan errantes porque no tienen un pastor comprometido, firme, íntegro,
fiel, de ejemplo y responsable en su labor; estas ovejas son presa de todas las
fieras del campo y se dispersan (Ez. 34:5).
- Se vuelve fatuo
(presumido y engreído) y no busca a Dios; por esto, no tiene prosperidad de
parte del Señor en su labor y el ganado se esparce (Jer. 10:21).
- Destruye la viña del
Señor (el pueblo llamado a fructificar), pisotea su heredad y la convierte en
desierto y soledad (Jer. 12:10).
Dios está en contra de
estos pastores incompetentes y traerá juicio sobre ellos para quitarlos de su
oficio. Además, Dios mismo será pastor y guía de sus ovejas para darles todo lo
que necesitan, poniendo pastores que las apacienten de verdad y conforme a su
voluntad (Jer. 23:1-4; Ez. 34:8-31).
Las iglesias del NT en el
primer siglo tuvieron una estructura administrativa básica compuesta por
pastores y diáconos, pero existen otros términos relacionados con el ministerio
pastoral y son:
- Anciano: persona de más
edad y experiencia, presbítero (Hch. 14:23; 20:17; Tito 1:5).
- Obispo: superintendente,
director, supervisor, inspector y vigilante (Hch. 20:28).
Durante la historia del
Cristianismo aparecieron otros títulos como Arzobispo (obispo gobernante o
patriarca) y luego vino el papado, constituyendo una figura principal para
todas las iglesias en el ámbito católico. No obstante, Cristo mismo dijo que a
nadie llamemos padre ni maestro en la tierra y se refería a evitar el
engrandecimiento de los hombres para su propia ruina y para perjuicio de las
congregaciones (Mt. 23:8-12). Jesús recrimina el proceder fariseo que hace al
hombre ambicioso de ser honrado por los demás, exigiendo reverencia y usando
palabras con astucia y manipulación; esa actitud es la que Cristo condenaba.
No debemos caer en la
idolatría de ministerios; la gloria siempre debe ser dada a Dios únicamente.
Nadie es grande ni merece títulos de grandeza; no existen grandes siervos de
Dios ni grandes hombres de Dios; solo existen siervos de un Dios grande. Todos
somos iguales ante Dios: hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, líderes,
colaboradores, predicadores, pastores, evangelistas, etc. No le hagamos más
daño a quienes Dios quiere que se mantengan sencillos y humildes. No usemos
términos de grandeza como reverendo, su reverencia, su eminencia, su santidad,
etc ni aceptemos un trato semejante de parte de nadie. Todo esto promueve un
engrandecimiento dañino y perverso. Sería suficiente un trato respetuoso y
amable.
¿Cómo empezar un ministerio pastoral?
Por lo general hay varias
maneras de llegar a este ministerio:
- Graduarse de un seminario
bíblico de una denominación específica y recibir la invitación de una iglesia
de la misma fe para este oficio.
- Recibir la invitación de
una congregación que necesita un pastor. Si usted ha participado en actividades
espirituales en un lugar específico y es conocido por su testimonio, sus dones
y habilidades en el servicio, es muy posible que una iglesia, probablemente
pequeña, le invite a ser su pastor.
- Ser nombrado por una
denominación u otro ministro que delega esta responsabilidad.
- Empezar su propia
iglesia. Si Dios le está dirigiendo, es tiempo de empezar una iglesia nueva. Es
una tarea de paciencia y mucho trabajo porque es un compromiso de muchos años.
Puede que siempre sea un pastor bi-vocacional, y a lo mejor así lo prefiera
usted. Sin embargo, puede ser un reto en sus años maduros. Si es joven, quizá
desea hacer del ministerio su profesión y dedicarse tiempo completo a esta
labor.
Antes que todo, usted debe
considerar honestamente si califica para empezar una iglesia, o aún para estar
en el ministerio. Miremos algunas pautas para su reflexión:
- ¿Usted ha sido llamado?
El ministerio pastoral no es un negocio; por lo tanto, no entre en este oficio
por dinero. La gente puede poner a prueba su paciencia y ser muy ingrata. Si
usted no está seguro de que Dios mismo le ha llamado a este trabajo, va a ser
muy difícil mantenerse. Recuerde que usted puede servir a Dios en otras formas,
con la conciencia limpia, y ser muy efectivo. Esté muy seguro de su llamamiento
al ministerio pastoral.
- ¿Está usted sano
emocionalmente? Es posible que usted haya sido lastimado por otros en la vida;
sin embargo, hay que enfrentar estas malas experiencias y resolver los
conflictos que puede haber en su alma. Un líder o hermano en la fe, un
consejero cristiano o un psicólogo le pueden ayudar. Sin mucha estabilidad emocional
le será difícil cargar con el estrés que lleva el ministerio y poder tratar de
forma efectiva con las personas que vendrán a pedir orientación y buscarán una
ayuda espiritual. El ministerio no es un lugar para gente difícil, contenciosa,
autoritaria, egoísta, que quiere corregir a todo mundo en el nombre de Dios, ni
para personas que piensan que siempre tienen la razón porque Dios les habla.
- ¿Tiene pureza de corazón?
¿Tiene usted buenas intenciones hacia los demás o guarda en su corazón rencores
y venganza? ¿Desea cooperar o siempre quiere ganar? ¿Vive usted con integridad
o esconde su verdadera personalidad? ¿Es usted moral e íntegro o añora todavía
los vicios que tuvo antes? ¿Realmente desea la santidad? Cuando usted se ve en
el espejo en la mañana, ¿le gusta la persona que ve? ¿Si Jesucristo regresara
hoy, le podría recibir en su casa? Son conceptos simples, pero no podemos
engañar a Dios. El conoce nuestro corazón.
- ¿Está sometido a Dios y a
los hombres? Estamos hablando de la obediencia, primero ante Dios, y después
ante las reglas de la sociedad. No es tan difícil "ser bueno", pero
sin pensar mucho en ellas, las pequeñas corrupciones de este mundo pueden
afectar las decisiones que hacemos y las acciones que tomamos. ¿Tiene su mente renovada
en Cristo, con un estándar más alto de lo que es correcto en la vida? Sobre
todo, ¿está usted dispuesto a obedecer a Dios y cambiar las áreas de su vida
que él quiere transformar? Es una cuestión de ética.
Ahora consideremos algunos
puntos prácticos de cómo empezar una iglesia nueva:
- Primero, hay que buscar
el núcleo con qué empezar. Estas personas pueden ser sus familiares, amigos,
personas que desean tener una iglesia nueva en su zona residencial, o
simplemente un grupo de creyentes que comparten algo en común y desean formar
una iglesia nueva. Prepárese para ganar nuevas almas para Cristo, pero en lo
práctico, es de ventaja formar un grupo de creyentes para empezar.
- No es necesario al
principio incurrir en gastos en la renta de un local. Se pueden reunir en casas
y tener estudios bíblicos. Sin embargo, en un futuro cercano es beneficioso
tener un lugar fijo en donde reunirse.
- La iglesia debe
establecer un programa definido y programar cultos y actividades para que la
gente vea su iglesia como una organización seria con futuro. Se puede empezar
una iglesia con estudios bíblicos en hogares, pero es necesario superar la
mentalidad de que “somos un grupo pequeño”. Las reuniones pequeñas son
acogedoras, pero las reuniones formales fomentan el crecimiento.
- Usted como pastor
necesita desarrollar un plan para hacer nuevos contactos, no perder contacto
con las personas que visitan la iglesia, y llegar a los familiares de los
congregantes. Mantenga un archivo de nombres y direcciones. Guarde las listas
de llamadas que usted recibe y hace, siempre apuntando el número de teléfono.
Aprenda a usar el teléfono para ahorrar tiempo y poder ministrar a más gente en
su tiempo limitado. Asimismo, establezca un plan de visitación constante cada
semana para atender a todas las personas de forma efectiva.
- Ninguno es perfecto, y no
todos son grandes oradores, ni músicos, ni tienen gran carisma; pero Dios sabe
por qué los llamó. La gente puede perdonar muchos defectos en sus pastores, con
la excepción de uno: el no ser sincero. Si la gente ve que no le gusta orar con
los enfermos, o ayudar a los necesitados, o preocuparse por la salvación de sus
familiares, le van a tachar de no ser sincero. Si la gente piensa que usted
solo quiere ser pastor para estar allá enfrente dirigiendo o por dinero, su
ministerio no tendrá credibilidad ni futuro. Acuérdese que usted no puede
desarrollar el ministerio sin la ayuda de los miembros; por lo tanto, sea
siempre amistoso con todos, no mandando, sino apelando a las buenas intenciones
de la gente, pidiendo a Dios que ellos también sean sinceros.
- No se aparte de Dios ni
de la Biblia, y mucho menos de su familia. Guarde su salud mental recordando
que hay vida fuera de la iglesia, y hay que darle tiempo a todo.
- Dependa del Espíritu
Santo para obrar (acuérdese que la iglesia es de Dios, y no de nosotros).
- Usted no puede hacer todo
en la iglesia; delegue también en creyentes fieles funciones que ellos puedan
cumplir.
Es lógico esperar que el
Dios soberano elija a quienes han de servirle. En el AT vemos que Dios llamó a
hombres y mujeres a diversas tareas. Por eso, tenemos razón para esperar que en
el NT y en la actualidad él haga lo mismo. Nadie tiene derecho a tomar un
ministerio por sí mismo sin el llamado divino; más bien, los verdaderos creyentes
reciben el llamado de parte de Dios (Hch. 13:2; 20:28; Col. 4:17).
El ministerio es un regalo
de Dios, dado a la iglesia (Ef. 4:11, 12). Los dones para cada ministerio son
otorgados por Dios y los hombres son enviados a su obra según las necesidades
de la gente y según los propósitos divinos (Rom. 12:6-8). Por eso, el ministerio
no es elegido como los hombres escogen un oficio, basado en su preferencia o
interés personal; es algo que se acepta en obediencia a un llamamiento de Dios.
El estar consciente de esto es imprescindible para ser aprobado en la obra.
Las Escrituras hacen
distinción entre el llamamiento al ministerio y el elegir un oficio. Se puede
expresar esta distinción de la siguiente manera:
- En cuanto al ministerio,
quien es llamado tiene en su conciencia una responsabilidad con Dios y con los
hombres que le mueve a obedecer a pesar de los sentimientos propios, las
dificultades y las adversidades; el creyente llamado siente que es su deber
hacerlo y, si no obedece a Dios, hay un vacío en el corazón y se siente
culpable (1 Cor. 9:16).
- En cuanto a aquel que elige
un oficio, es un asunto de talentos, preferencias, gustos e intereses; la
persona siente y percibe capacidades para elegir dicho oficio pero no hay en él
un sentido de responsabilidad ante Dios o de que sería culpable si no lo elige.
Hay dos extremos que se
deben evitar en cuanto al llamamiento al ministerio:
- Por un lado están los que
piensan que el llamamiento constituye una preferencia por tal ministerio,
porque les gusta determinada actividad (sin ser llamados por Dios).
- Hay otros que piensan que
nadie debe entrar al ministerio sin una manifestación sobrenatural, como una
voz del cielo junto con una lucha mental en busca de dirección divina. Si no
pasan por semejantes experiencias piensan que no son llamados por Dios.
En este sentido, muchos se
equivocan y pierden la oportunidad de servir a Dios conforme a su llamado y
dejan pasar el tiempo en vano porque no identifican una misión clara de parte
Dios para su vida.
El llamamiento es
confirmado por la oración, la experiencia personal y el estudio de la Palabra
de Dios. Como hermanos y como líderes debemos animar a otros creyentes a
meditar con cuidado y preguntarse si Dios les está llamando a un ministerio,
pero debemos hacerlo con sabiduría y discernimiento porque muchos no encuentran
el plan de Dios para su vida y tienden a desesperarse y tomar decisiones a la
ligera.
El llamamiento divino se
manifiesta de tres maneras: en el corazón, en la convicción de la iglesia y
también en la providencia de Dios. Esto se confirma por los siguientes aspectos:
- Hay un deseo fijo y
honesto por determinado ministerio (1 Tim. 3:1). Si la persona no tiene un gran
entusiasmo en esta labor (la preparación, la capacitación, el servicio a los
demás, etc.), lo más seguro es que fracase y deje el trabajo a medias. Puede
ser que no siempre se sentirá el mismo anhelo por la obra pero siempre debe
alimentarlo; cuanto más se acerca a Dios, tanto más va a sentir la pasión por
hacer la voluntad de Dios. Por eso, para confirmar su misión en la vida, hace
falta mucha oración y el testimonio del Espíritu de Dios de que estamos en su
voluntad.
- Hay un gran amor por
Cristo y por la obra de Dios. Pablo dijo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni
estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y
el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de
la gracia de Dios” (Hch. 20:24).
- Hay un sentimiento de
absoluta dependencia del poder de Dios para realizar la tarea y también hay un
sentimiento de indignidad porque se reconoce que es un privilegio inmerecido
servir a Dios y a los hombres (2 Cor. 3:4-6).
- La iglesia local conoce
el testimonio del q ue ha sido
llamado por Dios, aprueba su vida y su trabajo, y acepta su labor ministerial.
No hay dudas de su conversión a Cristo. Una iglesia jamás debe aprobar un
hombre o una mujer para el ministerio si no está plenamente convencido de su
conversión.
- El candidato para el
ministerio también debe manifestar un grado superior de piedad. Debe ser un
ejemplo en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Tim. 4:12). Debe
ser un modelo a seguir y por eso, debe exceder a quienes sirve en su vida
espiritual. Un buen intelecto y facilidad en hablar no es suficiente. Hace
falta también un espíritu devocional y una vida ejemplar.
- El candidato debe tener
convicción de la verdad divina y estar preparado en la doctrina bíblica (2 Tim.
1:13; Tito 2:1). Aquel que no está firme en cuanto a sus creencias o que se
inclina hacia conceptos y prácticas anti bíblicas no puede tener lugar en el ministerio
de la iglesia local porque será causa de tropiezo, divisiones y problemas para
otros.
- El candidato debe tener
un buen conocimiento de las Escrituras (2 Tim. 2:15). Si su ministerio se
enfoca en predicar y enseñar la Biblia, debe tener capacidad y conocimiento
adecuado de los temas que ha de tocar. No es suficiente tener calificaciones
morales y espirituales. Él tiene que aclarar y proclamar la verdad espiritual
en la iglesia, en el púlpito, por las casas y a donde vaya, pero también debe
modelarla en su vida personal. Por eso, la piedad es importante, pero si no va
acompañada por dones y disciplina, no alcanza para demostrar idoneidad para el
ministerio. Algunos hombres y mujeres con piedad y buen testimonio se han
equivocado al asumir la obra del ministerio cuando no tenían el conocimiento ni
la capacidad para estudiar y formar al pueblo con las Escrituras.
- El candidato debe tener
también el don de enseñar. Las Escrituras nos responsabilizan para aplicar lo
que hemos recibido y para encargarlo a hombres fieles que sean idóneos para
enseñar también a otros (2 Tim. 2:2). Leemos también en 2 Tim. 2:24, 25 que el
obrero debe ser “apto para enseñar, sufrido, que con mansedumbre corrija a los
que se oponen”. Gran habilidad y muchos estudios no son suficientes; hace falta
también el don de enseñar con amor, humildad, ejemplo, paciencia, creatividad,
elocuencia, entusiasmo, métodos diversos, gracia y pasión. Él tiene que saber
captar y mantener la atención de sus oyentes. El mejor sermón falla a menos que
la gente esté despierta y atenta. Pablo y Bernabé no solo predicaron el
evangelio sino que también “hablaron de tal manera que creyó gran multitud de
judíos, asimismo de griegos” (Hch. 14:1).
- El candidato también debe
tener sabiduría y conocimiento en liderazgo. Estas calidades son de suma
importancia para el pastor. Tiene que saber organizar y animar a la gente en la
iglesia para trabajar y desarrollar al máximo sus dones. El éxito del pastor
depende en gran parte en su habilidad para organizar y dirigir la obra de la
iglesia. Por falta de esto, hombres piadosos, preparados teológicamente y
consagrados han fracasado en el ministerio.
- El candidato debe tener
un buen testimonio en el hogar, en el barrio y donde quiera que vaya (1 Tim.
3:7; 2 Cor. 4:2); si no es así, el diablo destruirá su vida espiritual y su
ministerio porque perderá la credibilidad y la autoridad para enseñar la
Palabra de Dios.
La aprobación de la iglesia
debe estar basada sobre el hecho de que el candidato reúne estos requisitos.
Puede ser que él los reúna, en parte, con una promesa, si no es maduro. Si él
es maduro, debe reunirlos en todo sentido. Esta certeza en la mente de los
hermanos de la iglesia sirve para confirmar el hecho de que el candidato mismo
no puede juzgarse a sí mismo en cuanto a su llamamiento. Él debe buscar la
aprobación de la iglesia y aceptar humildemente su criterio.
¿Cómo desarrollar el ministerio pastoral?
Junto con el llamamiento
vendrá la dirección de Dios pero es indispensable ser prudente al elegir el
campo de trabajo; especialmente, el primer campo… porque tiene mucha influencia
sobre el desarrollo del nuevo pastor; por tanto, debe asegurarse en oración y
comunión con Dios de que su decisión es guiada por el Señor.
Consideremos algunas
sugerencias para elegir el lugar de trabajo:
- Cada obrero debe
entregarse a Dios y estar dispuesto a ir a un campo de trabajo si es la
voluntad de Dios. Nadie debe negarse a considerar esto porque su éxito y
felicidad en la obra provienen en gran parte de estar plenamente convencido que
está ubicado en el lugar elegido por Dios. Hay muchos campos abiertos al
evangelio en el mundo, en nuestro país y en el territorio donde vivimos; aunque
no lo sepamos, Dios siempre tiene reservadas a muchas personas que están
esperando escuchar el evangelio. Es el plan de Dios que muchos de los llamados
por él se ocupen del ministerio donde hay necesidad espiritual.
- No debemos estar
prevenidos ante un lugar o una comunidad de personas debido a problemáticas
sociales, prácticas pecaminosas más arraigadas, factores económicos y
culturales, etc. Muchos de los ministerios que disfrutan de frutos y
reconocimiento son los que se fueron a un campo donde lucharon con dificultades
y pocos recursos. A través de sacrificios e incomodidades ellos desarrollaron
la madurez y ganaron el respeto de los demás. Algunos de los más útiles y
elocuentes obreros de Dios son los que empezaron en un campo donde
experimentaron grandes obstáculos. En el ministerio, igual que en la vida, el
que pierde su vida por causa de Cristo, la hallará (Mt. 10:39). Entreguemos
todo a Cristo y él nos recompensará.
- Si un siervo del Señor
tiene que elegir entre varios campos debe ser prudente en elegir aquel que
ofrece la mayor posibilidad de crecimiento. Hay pocas cosas más desconcertantes
para un pastor nuevo que el de encontrarse en una iglesia que no conduce al
crecimiento. Muchas veces es así en comunidades donde ya hay muchas iglesias y
poco aumento de la población. Lo ideal es una iglesia donde la mayoría anhelan
ver crecimiento y donde la población va en aumento. Así fue el plan de los
apóstoles en el NT; ellos fueron primero donde había mucha gente. De igual
manera, es posible que Dios nos llame a un campo donde no hay estas ventajas.
En tal caso no se preocupe porque cuando Dios llama, él mismo abre puertas
grandes y eficaces.
- El pastor y la iglesia
deben estar de acuerdo con la doctrina y la práctica que están dispuestos a
enseñar y a defender. Por tanto, el deber del pastor es enseñar y obrar de
acuerdo con la enseñanza bíblica. Si él no está convencido que la enseñanza y
práctica de la iglesia está de acuerdo con la Biblia, él está fuera de lugar
para ocupar el púlpito de aquella iglesia. Si él cambia sus creencias en cuanto
a doctrina y práctica mientras está sirviendo a la iglesia, es su deber
renunciar a su puesto porque no puede seguir cumpliendo con el compromiso que
tenía con la iglesia al principio. Sería un acto deshonesto y reprochable el
aceptar el cargo de ser pastor de una iglesia con la intención de cambiar la
doctrina o práctica de la iglesia. De igual manera, es injusto quedarse en el
cargo de la iglesia si no puede defender y enseñar la doctrina y práctica de la
iglesia. Por este motivo, quien va a pastorear una iglesia debe conocer y
aceptar los principios bíblicos que se han establecido en la declaración
doctrinal de la iglesia; también debe leer y firmar un contrato de prestación
de servicios donde se estipulen los valores, las reglas y las sanciones que la
iglesia ha determinado para su funcionamiento. En caso de que el pastor, la
iglesia o la denominación no cumplan con el acuerdo establecido, entonces se
tomarán las medidas necesarias.
- El pastor debe encargarse
del bienestar espiritual de los miembros de la iglesia y no deberá descuidar
esta responsabilidad (en tiempos de abundancia o escasez, en tiempo de
crecimiento o de crisis, en tiempo de paz o de angustia). No será un buen
pastor aquel que abandona al rebaño cuando está en adversidad o peligro.