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lunes, 1 de mayo de 2017

Los Ministerios de Dios Parte VI



i. ¿Cuál es el perfil bíblico de un ministro de Dios?

- Los ministros que Dios llama son servidores de Dios y de los hombres, y no deben tener intereses personales ni económicos en su llamado porque esto afecta la credibilidad de su ministerio.
- En la época de la iglesia primitiva y cuando fue escrito el NT, el principio espiritual de los creyentes era el servicio como muestra de gratitud a Dios con humildad, entrega, buen testimonio y fidelidad pero lamentablemente, con el paso del tiempo, se ha degenerado el concepto bíblico de servicio y se quiere proyectar una imagen del ministerio como una dignidad que solo representa honra, reconocimiento humano, aplausos, buscar seguidores, tener servidores, explotar a otros económicamente y una larga lista de conductas semejantes, y lo que menos quieren muchos de esos mal llamados “ministros de Dios” es servir a la gente porque les encanta ser servidos, adulados, enaltecidos y puestos en un pedestal.
- Cada ministerio que Dios otorga a la Iglesia es un regalo pero hay muchos que creen estar por encima de los demás o se creen de una categoría superior debido a un ministerio. Obviamente, Dios delega autoridad espiritual en la Iglesia para darle un orden a cada congregación y es necesario que exista una organización y un liderazgo definido que guíe a otros conforme a las Escrituras pero esto no representa que un ministro es superior o que pueda hacer y decir todo lo que quiera en nombre del Señor.
- El hecho de que Dios nos escoja para un ministerio en particular debe ser motivo de alegría y gratitud porque es un privilegio y una honra pero también implica respeto y compromiso porque seremos evaluados por los hombres a quienes servimos y por el Señor que nos llamó a desempeñar tal responsabilidad. Todos somos indignos de servir al Señor, de trabajar en su reino y de cumplir su plan pero él ha tenido confianza en nosotros y nos ha tenido por dignos al ponernos en un ministerio (1 Tim. 1:12), nos ha equipado para un propósito y debemos ser acordes con su designio. Si él nos dio la oportunidad de servir en algún aspecto, entonces hagámoslo con amor y humildad porque de seguro seremos recompensados abundantemente por su gracia, pero si lo hacemos con arrogancia, prepotencia, codicia, malos tratos y demás actitudes anticristianas, de seguro los hombres perderán la credibilidad en nosotros y Dios mismo traerá juicio en su tiempo.
- Dios es quien capacita y equipa a los creyentes y claramente utiliza a otros creyentes que faculta y prepara para este fin, pero jamás debemos pretender ser dueños o señores de la grey de Dios (1 Ped. 5:3).
- La Biblia nos enseña que la naturaleza de la Iglesia de Cristo en el NT se basa en un vínculo de hermandad que tenemos como el cuerpo de Cristo, donde él es la cabeza y todos nosotros somos miembros cada uno en particular; no hay superioridad en ninguno, sin importar el ministerio, las capacidades, los dones y los resultados que Dios le permita desarrollar a un creyente.
- Los requisitos que Pablo estableció bajo la dirección de Dios para ser diacono no difieren mucho de las correspondientes al Obispado (1 Tim. 3:1-13), pues en ambos casos la posición de responsabilidad demanda un perfil adecuado para ser útil al Señor, a una congregación y a todo aquel que se encuentre alrededor (familiares, amigos, conocidos y desconocidos).
 
En general, miremos algunas características de un verdadero ministro de Dios (sin importar qué ministerio tiene o qué reconocimiento alcanza):

- Está dedicado a Dios y hace su voluntad (Sal. 103:21).
- Tiene buena voluntad para servir (2 Co. 9:1).
- Sigue el ejemplo de Cristo (Jn. 12:26).
- Es honrado por Dios (Jn. 12:26).
- Sirve de todo corazón (Jos. 22:5).
- Sirve a Dios en espíritu: de lo profundo y no superficialmente (Fil. 3:3).
- Es sincero, íntegro y santo (2 Cor. 11:15).
- Reconoce a Dios y le sirve con corazón perfecto (1 Crón. 28:9).
- No es infalible pero anda en el camino de la perfección y la integridad (Sal. 101:6).
- Tiene temor reverente, amor y obediencia hacia Dios (Dt. 10:12).
- Es fiel (Col. 4:7).
- Ora, intercede y gime en el altar de Dios (Jl. 1:13).
- Está nutrido con la Palabra de Dios (1 Tim. 4:6).
- Es capacitado y equipado por Dios (Ef. 3:7).
- Es competente en su servicio (2 Co. 3:6).
- Su servicio es una ofrenda para Dios (Rom. 15:31).
- Sirve con amor a los demás (Gál. 5:13).
- Agrada a Dios y es aprobado por los hombres (Rom. 14:18).
- Su servicio es a favor de los hombres pues no persigue intereses egoístas (Heb. 1:14).
- Su grandeza es el servicio, no una posición o un título (Gn. 25:23).
- Se pone por debajo de los demás para servirles (Lc. 22:27).
- Sirve al Señor con toda humildad, afrontando menosprecios y dificultades (Hch. 20:19).
- Sirve a Dios continuamente y sin desmayar (Ap. 7:15).

j. ¿Qué propósitos tiene Dios con cada ministerio?

La Biblia muestra que Dios siempre ha levantado ministerios, tanto en el AT como en el NT, y su prioridad ha sido beneficiar a su pueblo a través de los mismos. Revisemos qué propósitos tiene el Señor en este sentido:

- Edificar o construir el cuerpo de Cristo (Ef. 4:12). Este es el mayor objetivo y se aplica a todas las formas de ministerio en la Iglesia.
- Perfeccionar a los creyentes para la obra del ministerio (diakonia). El objetivo de cada ministerio es que los miembros de la iglesia estén debidamente perfeccionados y equipados. La palabra que usa Pablo para perfeccionar es katartizein. Esta palabra se usaba en cirugía con el sentido de colocar un miembro roto, o poner en la debida posición una articulación. En el gobierno se usaba con el sentido de acercar o unir posiciones opuestas para que éste pudiera proseguir su labor. En el NT se usa para remendar las redes (Mr. 1:19), y para disciplinar a un ofensor para que vuelva a ocupar su puesto en la comunión de la iglesia (Gál. 6:1). La idea básica de la palabra es la de poner algo en las condiciones debidas. Por tanto, la función de cada ministerio en la iglesia es asegurarse de que los miembros sean instruidos, guiados, cuidados, buscados cuando se desvían, para que lleguen a ser como Dios quiere. En otras palabras, su finalidad es comprobar que el cuerpo de Cristo es edificado y no debe promover confusión, caos, desorden o discordia, sino velar por el bienestar espiritual de los creyentes en el reino de Dios.
- Fomentar la madurez de los creyentes (Ef. 4:13). Los miembros de la Iglesia deben alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo, que su carácter sea formado en cada creyente; en otras palabras, se deben formar hombres y mujeres que sean un claro reflejo de Jesucristo mismo en donde quiera que estén (dentro y fuera del contexto de la iglesia).
- Estimular la unidad en la fe y el conocimiento pleno. Cada ministerio debe cuidar la iglesia de divisiones; mediante el ejemplo, la enseñanza, la ayuda mutua y el amor de Dios, debe fomentar una unidad entre los miembros cada vez más sólida.
 - Brindar estabilidad espiritual y doctrinal a la Iglesia de Cristo (Ef. 4:14). Los miembros de la iglesia deben lograr un pleno desarrollo. La iglesia no se debe contentar nunca con una condición mediocre; por eso, cada ministerio debe ser un modelo a seguir en cada área de la vida.
- Proveer una enseñanza fiel de la verdad divina.
- Movilizar la actividad de cada miembro del cuerpo de Cristo. El ministerio cristiano es carismático, pues es un don espiritual y sobrenatural, cuyo ejercicio da testimonio de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Si reina la armonía el crecimiento es seguro, en la actividad propia de cada miembro.

En las epístolas paulinas aparecen diferentes formas que puede adoptar este ministerio, y es notable que cada lista incluya funciones administrativas al lado de otras más evidentemente espirituales. En Rom. 12:6-8 tenemos profecía, servicio (diakonia), enseñanza, exhortación, reparto (limosnas), el presidir (administrar, liderar, coordinar) y la realización de actos de misericordia (visitar los pobres y los enfermos). En 1 Cor. 12:28, 29 Pablo habla de apóstoles, profetas, y maestros junto a los dotados con poder para obrar milagros, curar enfermos, ayudar, administrar o hablar en lenguas. El mismo Pablo menciona en Ef. 4:7-16 apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, todos los cuales trabajan para perfeccionar a los santos en su servicio cristiano, de modo que toda la Iglesia pueda crecer en relación orgánica con su divina Cabeza que es Cristo.

Los diferentes dones que aparecen en los pasajes mencionados son más bien funciones o maneras de servir, antes que cargos regulares y estereotipados; una misma persona podía actuar en diferentes capacidades, pero su posibilidad de cumplir cualquiera de ellas dependía de la guía del Espíritu Santo. En realidad, todos los cristianos han sido llamados a ministrar, en sus diversas capacidades (Rom. 15:27; Flm. 13; 1 Ped. 2:16), y es para dicho ministerio que los preparan los ministros de la palabra (Ef. 4:11-14). Aquí vemos que se pone el acento en el ministerio de la palabra (porque la Biblia es el centro de todo), pero el fruto de tal ministerio es el servicio mutuo en amor.

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