i. ¿Cuál es el perfil
bíblico de un ministro de Dios?
- Los ministros que Dios
llama son servidores de Dios y de los hombres, y no deben tener intereses
personales ni económicos en su llamado porque esto afecta la credibilidad de su
ministerio.
- En la época de la iglesia
primitiva y cuando fue escrito el NT, el principio espiritual de los creyentes
era el servicio como muestra de gratitud a Dios con humildad, entrega, buen
testimonio y fidelidad pero lamentablemente, con el paso del tiempo, se ha
degenerado el concepto bíblico de servicio y se quiere proyectar una imagen del
ministerio como una dignidad que solo representa honra, reconocimiento humano,
aplausos, buscar seguidores, tener servidores, explotar a otros económicamente
y una larga lista de conductas semejantes, y lo que menos quieren muchos de esos
mal llamados “ministros de Dios” es servir a la gente porque les encanta ser
servidos, adulados, enaltecidos y puestos en un pedestal.
- Cada ministerio que Dios
otorga a la Iglesia es un regalo pero hay muchos que creen estar por encima de
los demás o se creen de una categoría superior debido a un ministerio.
Obviamente, Dios delega autoridad espiritual en la Iglesia para darle un orden
a cada congregación y es necesario que exista una organización y un liderazgo
definido que guíe a otros conforme a las Escrituras pero esto no representa que
un ministro es superior o que pueda hacer y decir todo lo que quiera en nombre
del Señor.
- El hecho de que Dios nos
escoja para un ministerio en particular debe ser motivo de alegría y gratitud
porque es un privilegio y una honra pero también implica respeto y compromiso
porque seremos evaluados por los hombres a quienes servimos y por el Señor que
nos llamó a desempeñar tal responsabilidad. Todos somos indignos de servir al
Señor, de trabajar en su reino y de cumplir su plan pero él ha tenido confianza
en nosotros y nos ha tenido por dignos al ponernos en un ministerio (1 Tim.
1:12), nos ha equipado para un propósito y debemos ser acordes con su designio.
Si él nos dio la oportunidad de servir en algún aspecto, entonces hagámoslo con
amor y humildad porque de seguro seremos recompensados abundantemente por su
gracia, pero si lo hacemos con arrogancia, prepotencia, codicia, malos tratos y
demás actitudes anticristianas, de seguro los hombres perderán la credibilidad
en nosotros y Dios mismo traerá juicio en su tiempo.
- Dios es quien capacita y
equipa a los creyentes y claramente utiliza a otros creyentes que faculta y
prepara para este fin, pero jamás debemos pretender ser dueños o señores de la
grey de Dios (1 Ped. 5:3).
- La Biblia nos enseña que
la naturaleza de la Iglesia de Cristo en el NT se basa en un vínculo de
hermandad que tenemos como el cuerpo de Cristo, donde él es la cabeza y todos
nosotros somos miembros cada uno en particular; no hay superioridad en ninguno,
sin importar el ministerio, las capacidades, los dones y los resultados que
Dios le permita desarrollar a un creyente.
- Los requisitos que Pablo
estableció bajo la dirección de Dios para ser diacono no difieren mucho de las
correspondientes al Obispado (1 Tim. 3:1-13), pues en ambos casos la posición
de responsabilidad demanda un perfil adecuado para ser útil al Señor, a una
congregación y a todo aquel que se encuentre alrededor (familiares, amigos,
conocidos y desconocidos).
En general, miremos algunas
características de un verdadero ministro de Dios (sin importar qué ministerio
tiene o qué reconocimiento alcanza):
- Está dedicado a Dios y
hace su voluntad (Sal. 103:21).
- Tiene buena voluntad para
servir (2 Co. 9:1).
- Sigue el ejemplo de
Cristo (Jn. 12:26).
- Es honrado por Dios (Jn.
12:26).
- Sirve de todo corazón
(Jos. 22:5).
- Sirve a Dios en espíritu:
de lo profundo y no superficialmente (Fil. 3:3).
- Es sincero, íntegro y
santo (2 Cor. 11:15).
- Reconoce a Dios y le
sirve con corazón perfecto (1 Crón. 28:9).
- No es infalible pero anda
en el camino de la perfección y la integridad (Sal. 101:6).
- Tiene temor reverente,
amor y obediencia hacia Dios (Dt. 10:12).
- Es fiel (Col. 4:7).
- Ora, intercede y gime en
el altar de Dios (Jl. 1:13).
- Está nutrido con la
Palabra de Dios (1 Tim. 4:6).
- Es capacitado y equipado
por Dios (Ef. 3:7).
- Es competente en su
servicio (2 Co. 3:6).
- Su servicio es una
ofrenda para Dios (Rom. 15:31).
- Sirve con amor a los
demás (Gál. 5:13).
- Agrada a Dios y es aprobado
por los hombres (Rom. 14:18).
- Su servicio es a favor de
los hombres pues no persigue intereses egoístas (Heb. 1:14).
- Su grandeza es el
servicio, no una posición o un título (Gn. 25:23).
- Se pone por debajo de los
demás para servirles (Lc. 22:27).
- Sirve al Señor con toda
humildad, afrontando menosprecios y dificultades (Hch. 20:19).
- Sirve a Dios
continuamente y sin desmayar (Ap. 7:15).
j. ¿Qué propósitos tiene
Dios con cada ministerio?
La Biblia muestra que Dios
siempre ha levantado ministerios, tanto en el AT como en el NT, y su prioridad
ha sido beneficiar a su pueblo a través de los mismos. Revisemos qué propósitos
tiene el Señor en este sentido:
- Edificar o construir el
cuerpo de Cristo (Ef. 4:12). Este es el mayor objetivo y se aplica a todas las
formas de ministerio en la Iglesia.
- Perfeccionar a los
creyentes para la obra del ministerio (diakonia). El objetivo de cada
ministerio es que los miembros de la iglesia estén debidamente perfeccionados y
equipados. La palabra que usa Pablo para perfeccionar es katartizein. Esta
palabra se usaba en cirugía con el sentido de colocar un miembro roto, o poner
en la debida posición una articulación. En el gobierno se usaba con el sentido
de acercar o unir posiciones opuestas para que éste pudiera proseguir su labor.
En el NT se usa para remendar las redes (Mr. 1:19), y para disciplinar a un
ofensor para que vuelva a ocupar su puesto en la comunión de la iglesia (Gál.
6:1). La idea básica de la palabra es la de poner algo en las condiciones
debidas. Por tanto, la función de cada ministerio en la iglesia es asegurarse
de que los miembros sean instruidos, guiados, cuidados, buscados cuando se
desvían, para que lleguen a ser como Dios quiere. En otras palabras, su
finalidad es comprobar que el cuerpo de Cristo es edificado y no debe promover
confusión, caos, desorden o discordia, sino velar por el bienestar espiritual
de los creyentes en el reino de Dios.
- Fomentar la madurez de
los creyentes (Ef. 4:13). Los miembros de la Iglesia deben alcanzar la estatura
de la plenitud de Cristo, que su carácter sea formado en cada creyente; en
otras palabras, se deben formar hombres y mujeres que sean un claro reflejo de
Jesucristo mismo en donde quiera que estén (dentro y fuera del contexto de la
iglesia).
- Estimular la unidad en la
fe y el conocimiento pleno. Cada ministerio debe cuidar la iglesia de
divisiones; mediante el ejemplo, la enseñanza, la ayuda mutua y el amor de
Dios, debe fomentar una unidad entre los miembros cada vez más sólida.
- Brindar estabilidad espiritual y doctrinal a
la Iglesia de Cristo (Ef. 4:14). Los miembros de la iglesia deben lograr un
pleno desarrollo. La iglesia no se debe contentar nunca con una condición
mediocre; por eso, cada ministerio debe ser un modelo a seguir en cada área de
la vida.
- Proveer una enseñanza
fiel de la verdad divina.
- Movilizar la actividad de
cada miembro del cuerpo de Cristo. El ministerio cristiano es carismático, pues
es un don espiritual y sobrenatural, cuyo ejercicio da testimonio de la
presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Si reina la armonía el crecimiento
es seguro, en la actividad propia de cada miembro.
En las epístolas paulinas
aparecen diferentes formas que puede adoptar este ministerio, y es notable que
cada lista incluya funciones administrativas al lado de otras más evidentemente
espirituales. En Rom. 12:6-8 tenemos profecía, servicio (diakonia), enseñanza,
exhortación, reparto (limosnas), el presidir (administrar, liderar, coordinar)
y la realización de actos de misericordia (visitar los pobres y los enfermos).
En 1 Cor. 12:28, 29 Pablo habla de apóstoles, profetas, y maestros junto a los
dotados con poder para obrar milagros, curar enfermos, ayudar, administrar o
hablar en lenguas. El mismo Pablo menciona en Ef. 4:7-16 apóstoles, profetas,
evangelistas, pastores y maestros, todos los cuales trabajan para perfeccionar
a los santos en su servicio cristiano, de modo que toda la Iglesia pueda crecer
en relación orgánica con su divina Cabeza que es Cristo.
Los diferentes dones que
aparecen en los pasajes mencionados son más bien funciones o maneras de servir,
antes que cargos regulares y estereotipados; una misma persona podía actuar en
diferentes capacidades, pero su posibilidad de cumplir cualquiera de ellas
dependía de la guía del Espíritu Santo. En realidad, todos los cristianos han
sido llamados a ministrar, en sus diversas capacidades (Rom. 15:27; Flm. 13; 1
Ped. 2:16), y es para dicho ministerio que los preparan los ministros de la
palabra (Ef. 4:11-14). Aquí vemos que se pone el acento en el ministerio de la
palabra (porque la Biblia es el centro de todo), pero el fruto de tal
ministerio es el servicio mutuo en amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario