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sábado, 27 de mayo de 2017

Los Ministerios de Dios Parte XI


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p. El ministerio del pastor

El término pastor (aplicado al ministerio que Dios estableció en la Biblia) viene del griego poimen que es el mismo vocablo usado para designar a los pastores que cuidan las ovejas literalmente en el oficio pastoral.

La figura del pastor se halla indeleblemente retratada por Cristo en el NT. Era el que cuidaba del rebaño y guiaba a las ovejas a lugares seguros; era el que buscaba las ovejas descarriadas y, si era necesario, exponía su vida para salvarlas.

La figura del pastor al cuidado del rebaño ha sido muy utilizada en la Biblia debido al trasfondo cultural y social del medio oriente. El mismo Dios ha sido reconocido como el Pastor de su pueblo (Gn. 49:24; Sal. 23:1; Jn. 10:11), quien lo conoce de cerca, lo alimenta, lo cuida y lo defiende. Por este motivo, quizás este ministerio ha sido uno de los más comunes en la historia de la Iglesia de Cristo, ya que está íntimamente ligado al carácter y al corazón del pueblo. Sin embargo, los creyentes (comparados con ovejas) no le pertenecen a un pastor humano sino al Pastor divino (Jn. 10:27; Heb. 13:20; 1 Ped. 2:25). A pesar de que Cristo es el Pastor por excelencia, él llama a hombres y mujeres para este ministerio a fin de que las ovejas extraviadas que hayan de seguir al Señor tengan dirección, orientación, formación espiritual y cuidado en medio de congregaciones donde la Biblia sea el centro y Cristo sea la cabeza principal (Mr. 6:34).

Dios prometió levantar pastores según su corazón que apacienten a su pueblo con ciencia y con inteligencia (Jer. 3:14, 15).

En el AT no existía el ministerio pastoral como tal pero Dios comparó a los líderes de Israel con pastores y al pueblo con un rebaño; por tanto, cuando hubo carencia de un liderazgo adecuado y efectivo, Dios comparó al pueblo con ovejas que no tienen pastor (Núm. 27:17; 1 Rey. 22:17; Ez. 34:5).

¿Qué caracteriza a un verdadero pastor llamado por Dios?

- El pastor del rebaño de Dios es el hombre que lleva al pueblo de Dios en el corazón, que los alimenta con la verdad bíblica, los busca cuando se extravían y los defiende de todo lo que pueda dañar sus almas.
- Mantiene el rebaño unido; lo cuida y lo protege en oración y enseñándole todo el consejo de Dios para que no se aparte de su redil.
- Defiende del maligno a las ovejas, las orientan cuando se extravían y las buscan cuando están perdidas.
- Es escogido genuinamente por Cristo y de él espera el galardón, no de los hombres (1 Ped. 5:4).
- Apacienta, instruye y sirve a las ovejas de Cristo porque ama al Señor y ama su rebaño (Jn. 21:15-17).
- Tiene la capacidad y la autoridad de parte de Dios para velar por el rebaño. Por tanto, el pastor se mantiene atento y con una actitud de responsabilidad (1 Ped. 5:2).
- Da cobertura, protección y seguridad a los creyentes que Dios pone a su cuidado. La iglesia local debe ser un refugio para todos los creyentes porque el mundo brinda diversas ofertas de pecado, trae confusión, procura destruir la fe y la devoción de los cristianos. El deber del pastor es guiar el rebaño y mantenerlo enfocado en Cristo, en su palabra y en la obediencia a sus mandamientos (Hch. 20:28).
- Protege la iglesia contra el error moral o teológico (Tito 1:9).
- Mientras otros duermen y descansan, el pastor cuida, vela y guarda las ovejas (Lc. 2:8).
- Conoce las ovejas por nombre y se identifica con ellas.
- Debe ir delante de ellas (dándoles ejemplo).
- Enseña a las ovejas a identificar a los extraños para que no sean sacadas del redil.
- Está dispuesto a dar su vida por las ovejas con amor, entrega y dedicación.
- El Pastor debe tener una buena relación con sus hermanos en la fe, ser amable y cordial para con todos (1 Tim. 3:2, 3).
- El pastorado es un trabajo de mucha responsabilidad y se requiere amor, gracia, humildad y sabiduría para llevarse bien con la gente. Como pastor suple las necesidades espirituales de los miembros. Como ministro visita a los enfermos y socorre a los sufridos. Como administrador dirige el programa de la iglesia y está siempre informado de su situación económica.
- Está a cargo de una congregación de creyentes que sigue a Cristo; por ende, debe ser estable y permanecer un tiempo adecuado con la congregación para prestar un servicio integral.
- Debe buscar y desarrollar la sabiduría de Dios para enseñar a la congregación (Ecl. 12:11).
- Debe orientar y liderar a todo tipo de personas con orientaciones y gustos diversos (algunas son nobles y dóciles pero también hay otras difíciles, tercas y problemáticas). No es una tarea fácil; por eso, debe ser un llamado genuino de Dios (1 Cor. 3:1, 2).
- Pastor es el que tiene una oveja o tiene mil; la función no está supeditada a la cantidad. Sin embargo, Dios dará testimonio de su ministerio y la gente reconocerá cuál es su función sin necesidad de imponer un título y mostrarse ante los hombres como un pastor; los frutos y la gracia de Dios darán como resultado que la gente lo llame pastor o pastora sin ninguna imposición.
- Este ministerio prepara también a otros líderes para pastorear al rebaño de Cristo, entrenados en los aspectos y responsabilidades del ministerio pastoral. Por tal motivo, el futuro pastor (a) debe ser un hombre o una mujer de Dios con integridad, amor y preparación bíblica suficiente. 
- Debe capacitarse en organizar y administrar su tiempo en el pastorado.
- Debe coordinar y celebrar reuniones periódicas, ceremonias, sacramentos y funerales. Estos puntos serán ampliados en otro capítulo de este material.

El trabajo del pastor y las demandas del Señor a su ministerio podrían aplicarse claramente de la parábola del siervo infiel. Valga decir que esta parábola se puede enmarcar en cualquier ministerio que el Señor nos conceda, en el cual tengamos personas a cargo.

“Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lc. 12:41-48).

El creyente que asuma esta tarea es puesto por su señor y es llamado siervo (v. 43); este siervo no se escoge a sí mismo ni es el dueño de la casa ni es el señor de los que la habitan; él es un simple mayordomo que administra lo que pertenece a su señor (v. 42); su carácter debe ser fiel y prudente (v. 42); su trabajo es darle alimento y provisión a tiempo a los que habitan en la casa de su señor (v. 42); es bienaventurado si hace todo lo que se le encomendó porque su señor volverá a pedir cuentas (v. 43); si es fiel, recibirá honra de parte de Dios (v. 44), pero si es infiel, maltratando a los demás, malgastando los bienes que le fueron confiados, haciendo lo que le dé la gana, abusando de su posición, entonces será castigado duramente y se le pondrá con los infieles porque no será salvo ni entrará al cielo (v. 45-47); este siervo desobediente será azotado conforme a la medida del conocimiento de la voluntad de su señor porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá (v. 47). 

¿Qué caracteriza a un pastor incompetente?

- Se apacienta a sí mismo, se ocupa solo de sus asuntos y es egoísta, porque su prioridad son sus propios intereses (Ez. 34:2).
- Solo busca beneficios económicos y humanos de parte del pueblo (Ez. 34:3).
- No fortalece la oveja débil ni cura la enferma, no venda a la perniquebrada, no vuelve al redil la descarriada, ni busca la perdida, sino que se enseñorea de ellas con dureza y con violencia (Ez. 34:4).
- Debido a su descuido, las ovejas andan errantes porque no tienen un pastor comprometido, firme, íntegro, fiel, de ejemplo y responsable en su labor; estas ovejas son presa de todas las fieras del campo y se dispersan (Ez. 34:5).
- Se vuelve fatuo (presumido y engreído) y no busca a Dios; por esto, no tiene prosperidad de parte del Señor en su labor y el ganado se esparce (Jer. 10:21).
- Destruye la viña del Señor (el pueblo llamado a fructificar), pisotea su heredad y la convierte en desierto y soledad (Jer. 12:10).

Dios está en contra de estos pastores incompetentes y traerá juicio sobre ellos para quitarlos de su oficio. Además, Dios mismo será pastor y guía de sus ovejas para darles todo lo que necesitan, poniendo pastores que las apacienten de verdad y conforme a su voluntad (Jer. 23:1-4; Ez. 34:8-31).

Las iglesias del NT en el primer siglo tuvieron una estructura administrativa básica compuesta por pastores y diáconos, pero existen otros términos relacionados con el ministerio pastoral y son:
 - Anciano: persona de más edad y experiencia, presbítero (Hch. 14:23; 20:17; Tito 1:5).
- Obispo: superintendente, director, supervisor, inspector y vigilante (Hch. 20:28).

Durante la historia del Cristianismo aparecieron otros títulos como Arzobispo (obispo gobernante o patriarca) y luego vino el papado, constituyendo una figura principal para todas las iglesias en el ámbito católico. No obstante, Cristo mismo dijo que a nadie llamemos padre ni maestro en la tierra y se refería a evitar el engrandecimiento de los hombres para su propia ruina y para perjuicio de las congregaciones (Mt. 23:8-12). Jesús recrimina el proceder fariseo que hace al hombre ambicioso de ser honrado por los demás, exigiendo reverencia y usando palabras con astucia y manipulación; esa actitud es la que Cristo condenaba.

No debemos caer en la idolatría de ministerios; la gloria siempre debe ser dada a Dios únicamente. Nadie es grande ni merece títulos de grandeza; no existen grandes siervos de Dios ni grandes hombres de Dios; solo existen siervos de un Dios grande. Todos somos iguales ante Dios: hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, líderes, colaboradores, predicadores, pastores, evangelistas, etc. No le hagamos más daño a quienes Dios quiere que se mantengan sencillos y humildes. No usemos términos de grandeza como reverendo, su reverencia, su eminencia, su santidad, etc ni aceptemos un trato semejante de parte de nadie. Todo esto promueve un engrandecimiento dañino y perverso. Sería suficiente un trato respetuoso y amable.

¿Cómo empezar un ministerio pastoral?

Por lo general hay varias maneras de llegar a este ministerio:
- Graduarse de un seminario bíblico de una denominación específica y recibir la invitación de una iglesia de la misma fe para este oficio.
- Recibir la invitación de una congregación que necesita un pastor. Si usted ha participado en actividades espirituales en un lugar específico y es conocido por su testimonio, sus dones y habilidades en el servicio, es muy posible que una iglesia, probablemente pequeña, le invite a ser su pastor.
- Ser nombrado por una denominación u otro ministro que delega esta responsabilidad.
- Empezar su propia iglesia. Si Dios le está dirigiendo, es tiempo de empezar una iglesia nueva. Es una tarea de paciencia y mucho trabajo porque es un compromiso de muchos años. Puede que siempre sea un pastor bi-vocacional, y a lo mejor así lo prefiera usted. Sin embargo, puede ser un reto en sus años maduros. Si es joven, quizá desea hacer del ministerio su profesión y dedicarse tiempo completo a esta labor.

Antes que todo, usted debe considerar honestamente si califica para empezar una iglesia, o aún para estar en el ministerio. Miremos algunas pautas para su reflexión:
- ¿Usted ha sido llamado? El ministerio pastoral no es un negocio; por lo tanto, no entre en este oficio por dinero. La gente puede poner a prueba su paciencia y ser muy ingrata. Si usted no está seguro de que Dios mismo le ha llamado a este trabajo, va a ser muy difícil mantenerse. Recuerde que usted puede servir a Dios en otras formas, con la conciencia limpia, y ser muy efectivo. Esté muy seguro de su llamamiento al ministerio pastoral.
- ¿Está usted sano emocionalmente? Es posible que usted haya sido lastimado por otros en la vida; sin embargo, hay que enfrentar estas malas experiencias y resolver los conflictos que puede haber en su alma. Un líder o hermano en la fe, un consejero cristiano o un psicólogo le pueden ayudar. Sin mucha estabilidad emocional le será difícil cargar con el estrés que lleva el ministerio y poder tratar de forma efectiva con las personas que vendrán a pedir orientación y buscarán una ayuda espiritual. El ministerio no es un lugar para gente difícil, contenciosa, autoritaria, egoísta, que quiere corregir a todo mundo en el nombre de Dios, ni para personas que piensan que siempre tienen la razón porque Dios les habla.
- ¿Tiene pureza de corazón? ¿Tiene usted buenas intenciones hacia los demás o guarda en su corazón rencores y venganza? ¿Desea cooperar o siempre quiere ganar? ¿Vive usted con integridad o esconde su verdadera personalidad? ¿Es usted moral e íntegro o añora todavía los vicios que tuvo antes? ¿Realmente desea la santidad? Cuando usted se ve en el espejo en la mañana, ¿le gusta la persona que ve? ¿Si Jesucristo regresara hoy, le podría recibir en su casa? Son conceptos simples, pero no podemos engañar a Dios. El conoce nuestro corazón.
- ¿Está sometido a Dios y a los hombres? Estamos hablando de la obediencia, primero ante Dios, y después ante las reglas de la sociedad. No es tan difícil "ser bueno", pero sin pensar mucho en ellas, las pequeñas corrupciones de este mundo pueden afectar las decisiones que hacemos y las acciones que tomamos. ¿Tiene su mente renovada en Cristo, con un estándar más alto de lo que es correcto en la vida? Sobre todo, ¿está usted dispuesto a obedecer a Dios y cambiar las áreas de su vida que él quiere transformar? Es una cuestión de ética.

Ahora consideremos algunos puntos prácticos de cómo empezar una iglesia nueva:
- Primero, hay que buscar el núcleo con qué empezar. Estas personas pueden ser sus familiares, amigos, personas que desean tener una iglesia nueva en su zona residencial, o simplemente un grupo de creyentes que comparten algo en común y desean formar una iglesia nueva. Prepárese para ganar nuevas almas para Cristo, pero en lo práctico, es de ventaja formar un grupo de creyentes para empezar.
- No es necesario al principio incurrir en gastos en la renta de un local. Se pueden reunir en casas y tener estudios bíblicos. Sin embargo, en un futuro cercano es beneficioso tener un lugar fijo en donde reunirse.
- La iglesia debe establecer un programa definido y programar cultos y actividades para que la gente vea su iglesia como una organización seria con futuro. Se puede empezar una iglesia con estudios bíblicos en hogares, pero es necesario superar la mentalidad de que “somos un grupo pequeño”. Las reuniones pequeñas son acogedoras, pero las reuniones formales fomentan el crecimiento.
- Usted como pastor necesita desarrollar un plan para hacer nuevos contactos, no perder contacto con las personas que visitan la iglesia, y llegar a los familiares de los congregantes. Mantenga un archivo de nombres y direcciones. Guarde las listas de llamadas que usted recibe y hace, siempre apuntando el número de teléfono. Aprenda a usar el teléfono para ahorrar tiempo y poder ministrar a más gente en su tiempo limitado. Asimismo, establezca un plan de visitación constante cada semana para atender a todas las personas de forma efectiva.
- Ninguno es perfecto, y no todos son grandes oradores, ni músicos, ni tienen gran carisma; pero Dios sabe por qué los llamó. La gente puede perdonar muchos defectos en sus pastores, con la excepción de uno: el no ser sincero. Si la gente ve que no le gusta orar con los enfermos, o ayudar a los necesitados, o preocuparse por la salvación de sus familiares, le van a tachar de no ser sincero. Si la gente piensa que usted solo quiere ser pastor para estar allá enfrente dirigiendo o por dinero, su ministerio no tendrá credibilidad ni futuro. Acuérdese que usted no puede desarrollar el ministerio sin la ayuda de los miembros; por lo tanto, sea siempre amistoso con todos, no mandando, sino apelando a las buenas intenciones de la gente, pidiendo a Dios que ellos también sean sinceros.
- No se aparte de Dios ni de la Biblia, y mucho menos de su familia. Guarde su salud mental recordando que hay vida fuera de la iglesia, y hay que darle tiempo a todo.
- Dependa del Espíritu Santo para obrar (acuérdese que la iglesia es de Dios, y no de nosotros).
- Usted no puede hacer todo en la iglesia; delegue también en creyentes fieles funciones que ellos puedan cumplir.

Es lógico esperar que el Dios soberano elija a quienes han de servirle. En el AT vemos que Dios llamó a hombres y mujeres a diversas tareas. Por eso, tenemos razón para esperar que en el NT y en la actualidad él haga lo mismo. Nadie tiene derecho a tomar un ministerio por sí mismo sin el llamado divino; más bien, los verdaderos creyentes reciben el llamado de parte de Dios (Hch. 13:2; 20:28; Col. 4:17).

El ministerio es un regalo de Dios, dado a la iglesia (Ef. 4:11, 12). Los dones para cada ministerio son otorgados por Dios y los hombres son enviados a su obra según las necesidades de la gente y según los propósitos divinos (Rom. 12:6-8). Por eso, el ministerio no es elegido como los hombres escogen un oficio, basado en su preferencia o interés personal; es algo que se acepta en obediencia a un llamamiento de Dios. El estar consciente de esto es imprescindible para ser aprobado en la obra.

Las Escrituras hacen distinción entre el llamamiento al ministerio y el elegir un oficio. Se puede expresar esta distinción de la siguiente manera:
- En cuanto al ministerio, quien es llamado tiene en su conciencia una responsabilidad con Dios y con los hombres que le mueve a obedecer a pesar de los sentimientos propios, las dificultades y las adversidades; el creyente llamado siente que es su deber hacerlo y, si no obedece a Dios, hay un vacío en el corazón y se siente culpable (1 Cor. 9:16).
- En cuanto a aquel que elige un oficio, es un asunto de talentos, preferencias, gustos e intereses; la persona siente y percibe capacidades para elegir dicho oficio pero no hay en él un sentido de responsabilidad ante Dios o de que sería culpable si no lo elige.

Hay dos extremos que se deben evitar en cuanto al llamamiento al ministerio:
- Por un lado están los que piensan que el llamamiento constituye una preferencia por tal ministerio, porque les gusta determinada actividad (sin ser llamados por Dios).
- Hay otros que piensan que nadie debe entrar al ministerio sin una manifestación sobrenatural, como una voz del cielo junto con una lucha mental en busca de dirección divina. Si no pasan por semejantes experiencias piensan que no son llamados por Dios.

En este sentido, muchos se equivocan y pierden la oportunidad de servir a Dios conforme a su llamado y dejan pasar el tiempo en vano porque no identifican una misión clara de parte Dios para su vida.

El llamamiento es confirmado por la oración, la experiencia personal y el estudio de la Palabra de Dios. Como hermanos y como líderes debemos animar a otros creyentes a meditar con cuidado y preguntarse si Dios les está llamando a un ministerio, pero debemos hacerlo con sabiduría y discernimiento porque muchos no encuentran el plan de Dios para su vida y tienden a desesperarse y tomar decisiones a la ligera.

El llamamiento divino se manifiesta de tres maneras: en el corazón, en la convicción de la iglesia y también en la providencia de Dios. Esto se confirma por los siguientes aspectos:

- Hay un deseo fijo y honesto por determinado ministerio (1 Tim. 3:1). Si la persona no tiene un gran entusiasmo en esta labor (la preparación, la capacitación, el servicio a los demás, etc.), lo más seguro es que fracase y deje el trabajo a medias. Puede ser que no siempre se sentirá el mismo anhelo por la obra pero siempre debe alimentarlo; cuanto más se acerca a Dios, tanto más va a sentir la pasión por hacer la voluntad de Dios. Por eso, para confirmar su misión en la vida, hace falta mucha oración y el testimonio del Espíritu de Dios de que estamos en su voluntad.
- Hay un gran amor por Cristo y por la obra de Dios. Pablo dijo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hch. 20:24).
- Hay un sentimiento de absoluta dependencia del poder de Dios para realizar la tarea y también hay un sentimiento de indignidad porque se reconoce que es un privilegio inmerecido servir a Dios y a los hombres (2 Cor. 3:4-6).
- La iglesia local conoce el testimonio del q      ue ha sido llamado por Dios, aprueba su vida y su trabajo, y acepta su labor ministerial. No hay dudas de su conversión a Cristo. Una iglesia jamás debe aprobar un hombre o una mujer para el ministerio si no está plenamente convencido de su conversión.
- El candidato para el ministerio también debe manifestar un grado superior de piedad. Debe ser un ejemplo en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Tim. 4:12). Debe ser un modelo a seguir y por eso, debe exceder a quienes sirve en su vida espiritual. Un buen intelecto y facilidad en hablar no es suficiente. Hace falta también un espíritu devocional y una vida ejemplar.
- El candidato debe tener convicción de la verdad divina y estar preparado en la doctrina bíblica (2 Tim. 1:13; Tito 2:1). Aquel que no está firme en cuanto a sus creencias o que se inclina hacia conceptos y prácticas anti bíblicas no puede tener lugar en el ministerio de la iglesia local porque será causa de tropiezo, divisiones y problemas para otros.
- El candidato debe tener un buen conocimiento de las Escrituras (2 Tim. 2:15). Si su ministerio se enfoca en predicar y enseñar la Biblia, debe tener capacidad y conocimiento adecuado de los temas que ha de tocar. No es suficiente tener calificaciones morales y espirituales. Él tiene que aclarar y proclamar la verdad espiritual en la iglesia, en el púlpito, por las casas y a donde vaya, pero también debe modelarla en su vida personal. Por eso, la piedad es importante, pero si no va acompañada por dones y disciplina, no alcanza para demostrar idoneidad para el ministerio. Algunos hombres y mujeres con piedad y buen testimonio se han equivocado al asumir la obra del ministerio cuando no tenían el conocimiento ni la capacidad para estudiar y formar al pueblo con las Escrituras.
- El candidato debe tener también el don de enseñar. Las Escrituras nos responsabilizan para aplicar lo que hemos recibido y para encargarlo a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Tim. 2:2). Leemos también en 2 Tim. 2:24, 25 que el obrero debe ser “apto para enseñar, sufrido, que con mansedumbre corrija a los que se oponen”. Gran habilidad y muchos estudios no son suficientes; hace falta también el don de enseñar con amor, humildad, ejemplo, paciencia, creatividad, elocuencia, entusiasmo, métodos diversos, gracia y pasión. Él tiene que saber captar y mantener la atención de sus oyentes. El mejor sermón falla a menos que la gente esté despierta y atenta. Pablo y Bernabé no solo predicaron el evangelio sino que también “hablaron de tal manera que creyó gran multitud de judíos, asimismo de griegos” (Hch. 14:1).
- El candidato también debe tener sabiduría y conocimiento en liderazgo. Estas calidades son de suma importancia para el pastor. Tiene que saber organizar y animar a la gente en la iglesia para trabajar y desarrollar al máximo sus dones. El éxito del pastor depende en gran parte en su habilidad para organizar y dirigir la obra de la iglesia. Por falta de esto, hombres piadosos, preparados teológicamente y consagrados han fracasado en el ministerio.
- El candidato debe tener un buen testimonio en el hogar, en el barrio y donde quiera que vaya (1 Tim. 3:7; 2 Cor. 4:2); si no es así, el diablo destruirá su vida espiritual y su ministerio porque perderá la credibilidad y la autoridad para enseñar la Palabra de Dios.
  
La aprobación de la iglesia debe estar basada sobre el hecho de que el candidato reúne estos requisitos. Puede ser que él los reúna, en parte, con una promesa, si no es maduro. Si él es maduro, debe reunirlos en todo sentido. Esta certeza en la mente de los hermanos de la iglesia sirve para confirmar el hecho de que el candidato mismo no puede juzgarse a sí mismo en cuanto a su llamamiento. Él debe buscar la aprobación de la iglesia y aceptar humildemente su criterio.

¿Cómo desarrollar el ministerio pastoral?

Junto con el llamamiento vendrá la dirección de Dios pero es indispensable ser prudente al elegir el campo de trabajo; especialmente, el primer campo… porque tiene mucha influencia sobre el desarrollo del nuevo pastor; por tanto, debe asegurarse en oración y comunión con Dios de que su decisión es guiada por el Señor.

Consideremos algunas sugerencias para elegir el lugar de trabajo:

- Cada obrero debe entregarse a Dios y estar dispuesto a ir a un campo de trabajo si es la voluntad de Dios. Nadie debe negarse a considerar esto porque su éxito y felicidad en la obra provienen en gran parte de estar plenamente convencido que está ubicado en el lugar elegido por Dios. Hay muchos campos abiertos al evangelio en el mundo, en nuestro país y en el territorio donde vivimos; aunque no lo sepamos, Dios siempre tiene reservadas a muchas personas que están esperando escuchar el evangelio. Es el plan de Dios que muchos de los llamados por él se ocupen del ministerio donde hay necesidad espiritual.
- No debemos estar prevenidos ante un lugar o una comunidad de personas debido a problemáticas sociales, prácticas pecaminosas más arraigadas, factores económicos y culturales, etc. Muchos de los ministerios que disfrutan de frutos y reconocimiento son los que se fueron a un campo donde lucharon con dificultades y pocos recursos. A través de sacrificios e incomodidades ellos desarrollaron la madurez y ganaron el respeto de los demás. Algunos de los más útiles y elocuentes obreros de Dios son los que empezaron en un campo donde experimentaron grandes obstáculos. En el ministerio, igual que en la vida, el que pierde su vida por causa de Cristo, la hallará (Mt. 10:39). Entreguemos todo a Cristo y él nos recompensará.
- Si un siervo del Señor tiene que elegir entre varios campos debe ser prudente en elegir aquel que ofrece la mayor posibilidad de crecimiento. Hay pocas cosas más desconcertantes para un pastor nuevo que el de encontrarse en una iglesia que no conduce al crecimiento. Muchas veces es así en comunidades donde ya hay muchas iglesias y poco aumento de la población. Lo ideal es una iglesia donde la mayoría anhelan ver crecimiento y donde la población va en aumento. Así fue el plan de los apóstoles en el NT; ellos fueron primero donde había mucha gente. De igual manera, es posible que Dios nos llame a un campo donde no hay estas ventajas. En tal caso no se preocupe porque cuando Dios llama, él mismo abre puertas grandes y eficaces.
- El pastor y la iglesia deben estar de acuerdo con la doctrina y la práctica que están dispuestos a enseñar y a defender. Por tanto, el deber del pastor es enseñar y obrar de acuerdo con la enseñanza bíblica. Si él no está convencido que la enseñanza y práctica de la iglesia está de acuerdo con la Biblia, él está fuera de lugar para ocupar el púlpito de aquella iglesia. Si él cambia sus creencias en cuanto a doctrina y práctica mientras está sirviendo a la iglesia, es su deber renunciar a su puesto porque no puede seguir cumpliendo con el compromiso que tenía con la iglesia al principio. Sería un acto deshonesto y reprochable el aceptar el cargo de ser pastor de una iglesia con la intención de cambiar la doctrina o práctica de la iglesia. De igual manera, es injusto quedarse en el cargo de la iglesia si no puede defender y enseñar la doctrina y práctica de la iglesia. Por este motivo, quien va a pastorear una iglesia debe conocer y aceptar los principios bíblicos que se han establecido en la declaración doctrinal de la iglesia; también debe leer y firmar un contrato de prestación de servicios donde se estipulen los valores, las reglas y las sanciones que la iglesia ha determinado para su funcionamiento. En caso de que el pastor, la iglesia o la denominación no cumplan con el acuerdo establecido, entonces se tomarán las medidas necesarias.
- El pastor debe encargarse del bienestar espiritual de los miembros de la iglesia y no deberá descuidar esta responsabilidad (en tiempos de abundancia o escasez, en tiempo de crecimiento o de crisis, en tiempo de paz o de angustia). No será un buen pastor aquel que abandona al rebaño cuando está en adversidad o peligro.

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