n. El ministerio del
profeta
La palabra hebrea usada
para profeta es nabi; su significado es incierto pero la Septuaginta emplea un
término equivalente que es prophetes (compuesto del verbo femi,
"decir", el prefijo pro y la terminación tes, que no se relaciona con
predecir el futuro, sino, hablar en lugar de otro). Este sentido se evidencia
en la resistencia de Moisés a hablar debido a su poca facilidad de palabra, por
lo cual se designa a Aarón, su hermano, quien hablaría en lugar de Moisés (Éx.
4:10-17).
El título de profeta es aplicado
a muchos personajes del AT: Enoc (Jud. 1:14, 15), Abraham (Gn. 20:7), Moisés
(Dt. 18:15; 34:10), Samuel (1 Sam. 3:20), Gad (1 Sam. 22:5), Natán (2 Sam.
7:2), Ahías (1 Rey. 11:29), Jehú (1 Rey. 16:7), Elías (1 Rey. 18:22), Eliseo (1
Rey. 19:16), Jonás (2 Rey. 14:25), Isaías (2 Rey. 19:2), Semaías (2 Crón.
12:5), Iddo (2 Crón. 13:22), Azarías (2 Crón. 15:8), Hageo (Esd. 6:14),
Zacarías (Esd. 6:14), Jeremías (Jer. 1:5), Ezequiel (2:5), Habacuc (Hab. 3:1) y
muchos otros. Además, se usa en mujeres que tuvieron este ministerio (Éx.
15:20; Jue. 4:4; 2 Rey. 22:14 Is. 8:3).
Los profetas no siempre
tuvieron la misión exclusiva de pronosticar el futuro, pero siempre su
prioridad fue proclamar la voluntad de Dios. Al proclamar la voluntad de Dios,
hasta cierto punto, tenían que anunciar cosas futuras, porque anunciaban las
consecuencias que traería el obedecer o desobedecer esa voluntad. Su mensaje no
era el resultado de su pensamiento o estudio, sino que les era revelado
directamente por el Espíritu Santo.
Cuando se menciona a un
profeta, muchos se imaginan a una persona más grande de lo normal, alguien con
una espiritualidad fuera de serie. Sin embargo, éste era el oficio de aquellos
que tenían la función de ser voceros de Dios:
- Manifestar pruebas
fehacientes del cuidado de Dios sobre los suyos.
- Demostrar de parte de
Dios con hechos que sus palabras se cumplirían; de lo contrario, su ministerio
sería rechazado.
- Actuar de acuerdo a los
estatutos y mandatos divinos.
- Dar a conocer el consejo
de Dios con la claridad, la energía y la autoridad que proceden de la
conciencia de estar hablando en nombre de Dios, y de haber recibido
directamente de él un mensaje que entregar (Dt. 18:18; Ez. 2).
- Promover la verdadera
adoración al Dios de Israel y oponerse radicalmente a toda forma de idolatría.
- Confrontar individuos,
comunidades, reyes y naciones que desviaban y corrompían a su pueblo.
- Llamar al pueblo al
arrepentimiento y a la conversión.
- Fortalecer al justo y
señalar el camino de la restauración a los descarriados.
- Interceder ante Dios a
favor del pueblo, de la nación o del rey.
Por otra parte, los
profetas dejaron por escrito en el AT la voluntad de Dios para su pueblo;
algunos de sus anuncios se cumplieron, otros se van a cumplir y especialmente, anunciaron
la venida del Mesías (1 Ped. 1:10-12; Hch. 3:18).
Todas estas actividades les
acarrearon oprobio, persecuciones, sufrimiento, maltrato físico y hasta la
muerte pero el verdadero profeta de Dios nunca profetizó con la finalidad de
satisfacer la curiosidad humana, o de promoverse vaticinando augurios de paz y
prosperidad. Su profecía estaba regida por la voluntad y el propósito divino
para una circunstancia o condición existente; lamentablemente, algunos
sucumbieron a la tentación de ser honrados por los hombres y desobedecieron,
apostatando y recibiendo el pago de sus pecados (Is. 28:7, Jer. 23).
Siempre se han levantado
falsos profetas pero Dios advierte a su pueblo que no les hagan caso, que los
rechace y que no les tema porque él ha decretado sobre ellos su juicio (Dt.
18:20-22).
Además, desde la antigüedad
han existido personas que practican la adivinación y el ocultismo en diferentes
culturas y lugares (1 Sam. 6:2), lo cual Dios abomina y prohíbe a su pueblo
(Dt. 18:9-14; Jer. 29:8, 9). De igual forma, sobre ellos viene el juicio de
Dios (Miq. 3:7).
Los profetas de Dios
manifestaron dones sobrenaturales como el discernimiento de espíritus, la
palabra de ciencia y la palabra de sabiduría para conocer cosas que solo Dios
podría saber; además, Dios hizo milagros y sanidades a través de algunos de
ellos (estos dones sobrenaturales serán explicados con mayor detalle en otro
capítulo).
Quienes tuvieron el don de
profecía en el NT también se les llamó profetas (Hch. 13:1; 21:9, 10; 1 Cor.
14:37) pero cuando se expliquen los dones espirituales se expondrá también el
don de profecía y en qué se diferencia del ministerio del profeta en el contexto
del NT.
La culminación de este
ministerio lo vemos en Cristo (Heb. 1:1-4), la máxima expresión del profeta y
el mayor profeta de todos, un hombre sin extravagancias ni fastuosidades, quien
tuvo en su humanidad todos los dones sobrenaturales como evidencia de su
carácter y propósito.
El ministerio del profeta
en el NT es vital para la iglesia, en su conjunto, con los otros ministerios
para perfeccionar a los santos y obviamente es una tarea que demandaba
dirección de Dios y valor para proclamar la verdad divina en medio de oposición
y persecución. En el NT, el ministerio de profeta giró en torno a dos aspectos:
- La aparición del Mesías:
se menciona a la profetisa Ana (Lc. 2:36), quien dio testimonio de Cristo
cuando era niño y al profeta Juan el Bautista (Mt. 11:9), quien preparó el
camino para que Cristo viniera.
- La inspiración escritural
que sentaría las bases para la edificación de la Iglesia de Cristo (Ef. 2:20).
En este caso, los escritores del NT cumplieron un ministerio profético.
Así pues, cuando se cerró
el canon del NT, el oficio del profeta también terminó.
¿Qué caracteriza a la
mayoría de los que pretenden ser profetas hoy?
Hoy en día, muchos se hacen
llamar profetas y argumentan que el ministerio del profeta sigue vigente; sin
embargo, debemos tener en cuenta que la mayoría de las sectas de error y
religiones apóstatas han surgido a partir de alguien que se autodenominó
profeta: por ejemplo, Mahoma (Islam), Joseph Smith (Mormones), Charles Russell
(Testigos de Jehová), William Branham (quien fundó una iglesia que sigue sus
enseñanzas heréticas), entre otros.
La verdad es que los que se
autoproclaman profetas…
- Buscan entronizar el
ministerio profético en menoscabo de otros ministerios porque se creen
superiores y que sin ellos la iglesia y los otros ministerios no funcionan
bien.
- Algunos mal llamados
profetas dicen que el canon y la revelación especial de Dios sobre los que la
iglesia se rige en materia de fe y conducta no están cerrados sino que hay
revelaciones nuevas a través de los supuestos profetas de hoy.
- Algunos mal llamados
profetas tienen en poco el testimonio profético de la Escritura como la palabra
profética más segura a la cual debemos estar atentos (2 Ped. 1:19).
CONCLUSIONES:
- A pesar de que por muchos
siglos el titulo de profeta estuvo ausente en la Iglesia de Cristo, hay quienes
en las últimas décadas lo han revivido (igual lo hacen con el título de
apóstol). Hay quienes se auto-proclaman profetas hoy. Lo peor es que al
reclamar hablar la Palabra misma de Dios, consecuentemente sus supuestas
“profecías” se toman con el mismo valor que la Biblia misma, pues reclama ser
un mensaje de Dios mismo. Si el profeta habla por Dios, ay de aquel que
desobedezca la Palabra del Señor. Muchos le llaman a las palabras proféticas de
supuestos profetas modernos “Palabras frescas de Dios” (como si las de la
Biblia estuvieran muertas o pasadas de moda). Muchos inclusive toman las
palabras de estos profetas por encima de la Biblia misma, cuando sus enseñanzas
son contrarias a la Escritura.
- Al igual que con los
apóstoles, tras la muerte del último apóstol, Juan, la historia de la Iglesia
por diecinueve siglos es muda en cuanto a la existencia de profetas como un
oficio continuo en la Iglesia de Cristo. A lo largo de dos mil años en la
historia de la iglesia sí han existido individuos que se autodenominaron a sí
mismos profetas, pero todos éstos han sido falsos profetas, individuos
sectarios o herejes, no verdaderos profetas.
- Los profetas del NT
fueron portavoces o voceros de Dios en relación con la manifestación del Mesías
y mediante la inspiración de las Escrituras; ellos recibieron revelaciones
directas del Señor y las transmitieron a los oyentes en el contexto del NT. Lo
que ellos dijeron o escribieron de parte del Espíritu Santo quedó registrado
como la palabra de Dios.
- En un sentido primario ya
no tenemos profetas; su ministerio finalizó cuando quedó puesto el fundamento
de la Iglesia y cuando se completó el canon del NT. Ya hemos enfatizado que en
Ef. 4:11 Pablo está refiriéndose a profetas del NT. Fueron dados por Cristo
después de su ascensión. Considerarlos como profetas del AT sería un error de
interpretación bíblica.
- En el caso de los
profetas, al ser completado el NT, su oficio dejó de existir como tal. Lo mismo
ocurrió con los profetas del AT, quienes desaparecieron con la culminación de
ese testamento unos 400 años antes de Cristo.
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