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Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

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lunes, 31 de agosto de 2015

Evangelismo Bíblico Parte II


II. El contenido del evangelio
Ya se ha planteado de forma general qué es el evangelismo, quién puede ser llamado evangelista, qué es el evangelio y cuáles son las razones primordiales que deben mover a los verdaderos discípulos de Cristo a predicar el evangelio; sin embargo, hay algo que muchas veces se descuida en la práctica del evangelismo de la mayoría de las iglesias y de los creyentes y es definir y entender el contenido exacto del evangelio bíblico. Así pues, enfoquémonos en lo que es esencial en el evangelio, en lo que implica el evangelio y lo que no es el evangelio.

a. Lo que es esencial en el Evangelio
1. Si bien se puede decir que muchos pasajes del N.T. hablan acerca del evangelio, hay un pasaje que resume todo el evangelio y que habla acerca de la resurrección de Cristo: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce” (1 Cor. 15:1-5).

2. Según el entendimiento de Pablo por la revelación del Espíritu Santo que recibió, podemos corroborar que el evangelio de Cristo se centra en lo siguiente: el evangelio viene de Dios, brinda la seguridad de la salvación en Cristo por la fe en lo que las Escrituras presentan y no se basa en conceptos y opiniones personales porque entonces la fe sería inútil.

3. Notemos cuál el contenido del Evangelio que Pablo proclama en este pasaje bíblico:
* Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras.
* Fue sepultado.
* Resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
* Se apareció a sus discípulos.

Eso es todo. No hay nada más que se le pueda agregar y no hay nada que se le pueda quitar.

¡ESTE  ES  EL  CONTENIDO  ESENCIAL DEL  EVANGELIO!
  
b. Ahora, aclaremos cada parte del Evangelio

Aquí hay dos hechos y una prueba para cada uno:

Hecho uno: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras.
Prueba: Fue sepultado; esa es una prueba de que murió.

Hecho dos: Resucitó de entre los muertos, conforme a las Escrituras
Prueba: Se apareció a sus discípulos (a Pedro, a los doce, a más de quinientos y a Pablo).

Examinemos estos puntos en profundidad…

Hecho uno: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras.

Esta afirmación incluye el siguiente contenido en el que debemos creer:
• Jesús es Dios manifestado en carne.
• Cristo murió para llevar sobre sí la culpa y el castigo por nuestros pecados (como el Cordero de Dios y como sustituto por los hombres).
• Todo esto estaba anunciado en las Escrituras (Is. 53:4-7).

Prueba: Fue sepultado; esa es una prueba de que murió.

Hecho dos: Resucitó de entre los muertos, conforme a las Escrituras

Algunos creen que la única parte del Evangelio que es importante es la muerte de Cristo, pero esto no era lo más importante para los apóstoles. Si ellos solamente hubieran insistido en que Cristo murió, no hubieran tenido ningún problema con los judíos o con los romanos porque ellos no creían en esto. Así pues, fue su insistencia en que Cristo resucitó de entre los muertos lo que los metió en problemas y fue por esta verdad que murieron. Esta verdad debe ser también igual de importante para nosotros porque es una parte esencial del Evangelio. Las Buenas Nuevas  (buenas noticias) consisten en proclamar el hecho de que Cristo murió por nuestros pecados pero está vivo y es nuestro abogado a la diestra del Padre y nos salvará de la ira venidera si ponemos toda nuestra confianza en él como Salvador (Rom. 5:9, 10).

Prueba: Se apareció a sus discípulos (a Pedro, a los doce, a más de quinientos y a Pablo). En otras palabras, cientos de testigos lo vieron vivo después de su muerte; esa es una prueba de que resucitó.

c. Ahora, hagamos un resumen del evangelio:

“El Mesías prometió en las Escrituras que vendría, que moriría y que pagaría por nuestros pecados, que luego resucitaría de entre los muertos y viviría con nosotros para siempre… y todo lo que dijo lo cumplió porque es Dios verdadero y fiel”

Esta es otra forma de definir todo el contenido del evangelio. Fue éste el evangelio que Pablo presentó a los otros apóstoles en Jerusalén y fue aprobado (Hch. 15). Es éste el evangelio que Pablo dice que no debe ser modificado de ninguna manera porque esta desviación trae el justo juicio de Dios (Gál. 1:8). Además, para poder ser salvos, cada uno debe creer en este evangelio bíblico.

En el idioma griego, las palabras creencia y fe son lo mismo: pisteuo que significa poner todo el peso de uno sobre algo.

Miremos un ejemplo
Supongan que les pregunto si una silla podría sostenerlos. Ustedes dicen: Sí. Luego, les pido que se sienten en ella. En vez de sentarse en la silla, apoyan la mano poniendo un poco de peso, luego ponen más peso hasta que al final se sientan completamente. Lo que demostrarían no sería fe sino duda. Si tuvieran la clase de fe que salva, se sentarían y pondrían todo su peso sobre la silla.

Este el tipo de fe o creencia que salva: es una convicción que pone todo su peso sobre lo que Cristo hizo, y no confía de modo alguno en lo que nosotros hacemos para ser buenos delante de Dios. No se trata solo de saber que la muerte de Jesús es la paga por nuestros pecados… es confiar plenamente en esa verdad, dependiendo completamente de ella para nuestra salvación personal.

El N.T. está lleno de declaraciones de que el único medio de salvación es creer/depender personalmente del contenido del Evangelio. Por favor, mire los siguientes versos:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Jn. 6:40).

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8, 9).

“sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gál. 2:16).

domingo, 30 de agosto de 2015

Evangelismo Bíblico Parte I



Introducción
Como cristianos convertidos al Señor y fieles discípulos del Maestro somos celosos de la sana doctrina; por ende, debemos comprender las bases del Evangelismo en la Biblia, lo cual es esencial para enseñar a otros sobre este tema y proteger la integridad del Evangelio de Cristo.

Consideremos una ilustración clave para entrar en el asunto…

El presidente de una compañía de seguros decidió tomar un largo viaje de crucero como vacaciones. El presidente abordó la nave, pero antes de zarpar, comenzó a preocuparse por su empresa. Así que se sentó, escribió una carta con instrucciones específicas y la entregó al mensajero justo antes de que saliera el crucero. Varios meses después, el presidente regresó. Lo primero que hizo fue llamar a una reunión y la primera pregunta que hizo fue: ¿Recibieron mi carta? ¿Qué si recibimos tu carta? dijo el gerente a cargo, con una gran sonrisa en su rostro. ¡Solo mira esto! Gustavo, ¿qué dice la página 5, sección 2, párrafo 1? Gustavo se puso de pie y, para sorpresa del presidente, citó el párrafo al pie de la letra. Luego, el gerente dijo: Liliana, ¿qué dice la página 3, párrafo 5? Entonces Liliana citó todo el párrafo. Y luego, con énfasis, el gerente citó toda la última página sin omitir ni una palabra. El presidente quedó muy impresionado y dijo: Bueno, veo que recibieron mi carta. Ahora, en el primer párrafo de la primera página, les di la instrucción de contratar 10 nuevos prospectos para nuestra póliza de seguro… ¿cómo va eso? El gerente muy apenado, dijo: Bueno jefe, usted no entiende. ¡Verá, aún estamos estudiando la carta!

Del igual forma, cuando Jesús se fue de la tierra, él nos dejó instrucciones claras de cuál es su voluntad, la cual debemos cumplir hasta que él regrese. La declaración más importante de su voluntad fue la Gran Comisión (Mt. 28:19, 20). ¡En este mandato de hacer discípulos, el primer paso claramente es evangelizar! Con el fin de llevar a cabo la Gran Comisión, los miembros de la iglesia en todo el mundo deben ser capacitados y movilizados para compartir efectivamente el Evangelio. Para lograr esto, los pastores y colaboradores de cada iglesia local necesitan entrenar a su gente pero ellos mismos deben aprender estos principios, vivirlos y transmitirlos con el ejemplo y con la experiencia diaria.

“El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” (Lc. 6:40). Aquí se halla un importante principio que podemos aplicarlo en este entrenamiento y es que aquellos a quienes entrenemos, hagan lo mismo que nosotros. Supongamos que alguien te enseña a compartir tu fe pero que durante el entrenamiento descubres que esta persona casi nunca comparte su fe con otros. ¿Cuánto podrías aprender de este maestro? ¿Te ayudaría a ser efectivo con los ejemplos personales que demuestra? (¡No!) Por lo tanto, parte de nuestra preparación para entrenar a otros a evangelizar, es mejorar nuestra propia práctica como modelo para los demás.

Así pues, en este estudio, nuestros objetivos son:
* Construir una base teológica sólida para el Evangelismo.
* Mejorar nuestra habilidad personal para compartir el Evangelio.
* Aprender a entrenar a los miembros de nuestra iglesia a compartir su fe y prepararlos para hacer lo mismo. Personalmente, debes ganar al menos 4 conversos para Cristo y para tu iglesia en los siguientes 4 meses, para ser un buen modelo para aquellos a quienes enseñas.
* Comenzar a discipular a estos nuevos creyentes.
* Prepararte para entrenar a otros líderes a hacer todo esto.

En muchos países del mundo (e incluso en tu país) la gente y aún pastores, no son claros acerca del Evangelio. Ya sea accidental o intencionalmente, añaden o quitan algo del Evangelio. Ciertamente, nada es más importante en la formación de discípulos, que presentar un mensaje preciso del Evangelio. Por tanto, debemos lograr una comprensión profunda del Evangelismo.

I. Definiciones bíblicas importantes
Para empezar, necesitamos estar claros sobre las definiciones de varios términos claves:

a. Evangelismo
Evangelismo es el proceso de proclamar, predicar o llevar las Buenas Nuevas. Para hacerlo efectivamente, la Biblia enseña que hay varias responsabilidades de parte de la persona que lo proclama. Para completar la definición, aclararemos que el Evangelismo implica presentar el Evangelio verbalmente, en el poder del Espíritu Santo y dejándole a Dios los resultados. Para familiarizarse con esta palabra, busquen y lean los siguientes pasajes: Rom. 1:15; Hch. 5:42; 8:4, 12; 11:19-21.

b. Evangelista
Un evangelista es aquel que proclama las Buenas Nuevas: El Evangelio. Esta persona puede ser alguien a quien Dios le otorgó el don como lo menciona Ef. 4:11. Sin embargo, en muchos casos, es un cristiano común como se describe en Hch. 8:4.

La Biblia asume que todos los cristianos se involucrarán compartiendo el Evangelio con otros, incluso si es que no tienen el don espiritual del Evangelismo. Por favor, considera que Hch. 1:8 instruye a todos los discípulos de Jesús a evangelizar. Además, en Mt. 28:19, 20 les dice a los discípulos que enseñen a todos los demás a obedecer todo lo que Jesús les mandó (esto incluye evangelizar). Así pues, Hch. 11:19-21 muestra que la iglesia primitiva entendió y practicó este mandato. Sin embargo, algunos cristianos tratan de escapar de su responsabilidad de evangelizar porque dicen: “No tenemos el don de evangelizar”. Sin embargo, tengan en cuenta que el evangelismo no es solo un don espiritual… es también una responsabilidad personal, incluso para aquellos que no tienen el don. Así que, un Evangelista es aquel que presenta el Evangelio y todo cristiano debe ser Evangelista (2 Cor. 5:20). En otras palabras, los creyentes que no comparten el evangelio con otros son directamente desobedientes con Cristo.

c. Evangelio
Evangelio viene de la palabra griega euangelion, que deriva de dos palabras griegas: eu que significa bueno, y angelos, que significa mensaje. Juntos, significan Buenas Nuevas. Esta palabra es usada 77 veces en el N.T. Si bien Buenas Nuevas puede significar cualquier buena nueva, en la Biblia, estas buenas nuevas son siempre de Jesucristo. Posteriormente, discutiremos el contenido exacto del Evangelio.

d. Las bases bíblicas para el Evangelismo
En este estudio sobre Evangelismo podemos considerar CUATRO razones bíblicas que demuestran la importancia del Evangelismo. Aprendamos cada una de ellas para asegurarnos de que aplicamos el Evangelismo con la actitud correcta.

- El carácter de Dios
Dios es amor y compasión. Él cuida profundamente de todas las personas a quienes él creó. Como resultado de ese carácter, él desea que ninguna persona perezca, sino que todos sean salvos. Cuando practicamos el Evangelismo, expresamos esta naturaleza de Dios y esto le complace (Ez. 18:32; Jn. 3:16; 1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9).
           
- La condición del hombre
El ser humano fue creado originalmente a la imagen de Dios y todas las personas tienen un valor muy especial para él. Sin embargo, el ser humano pecó en el principio (Adán y Eva) y sigue pecando al desobedecer los mandamientos de Dios. Esta condición caída del ser humano es evidente desde temprana edad porque tiende a la rebeldía, la mentira y la insensatez. Esta situación ha hecho que el hombre viva distante de su Creador y Dios mismo juzgará todos sus pecados. Todo ser humano hace lo malo ante Dios y es consciente de la responsabilidad de sus actos (unos más y otros menos, pero todos tienen distintos grados de entendimiento del bien y del mal). Sus espíritus están muertos porque están separados de Dios por causa del pecado y nada de lo que hagan puede ganar la salvación. Son esclavos del pecado y están destinados al castigo eterno por su desobediencia a Dios. Debido a esto, solo Dios puede salvarlos y él hace esto a través Cristo, pero nosotros los cristianos somos los llamados a presentar el Evangelio. Cuando practicamos el Evangelismo, expresamos nuestra fe en esta verdad bíblica (Ef. 2:1-3; Rom. 5:12; 3:23; 6:23; 1 Cor. 1:21).

- El pacto de Dios
Sabiendo acerca de la necesidad del hombre de salvación, Dios hizo un pacto con Abraham, prometiendo salvación a aquellos que pusieran su fe en Dios. El N.T. revela a Jesucristo el que provee salvación a todos los que confíen en él como su Salvador. Cuando evangelizamos, somos parte de la fidelidad de Dios porque confirmamos su promesa (Gn. 12:1-3; Gál. 3:6-18; Heb. 8:8-12).

- El mandato de Cristo
Cristo nos dio a todos los creyentes el mandato de evangelizar; incluso si es que no queremos, tenemos el mandato de hacerlo por obediencia y cuando obedecemos, complacemos a Dios, expresamos su carácter, experimentamos su poder y recibimos bendiciones maravillosas (Mr. 16:15; 2 Cor. 5:14-21; Jn. 15:14).

domingo, 9 de agosto de 2015

El sostenimiento financiero de la iglesia local Parte XII


Definitivamente, un verdadero predicador que sigue al Maestro no predica por dinero.

“Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mt. 10:7, 8).

Jesús enseñó a sus discípulos una lección que jamás olvidaron: “Cristo les dio todo a ellos y nunca les cobró ni les exigió dinero; luego, los llamó a predicar gratuitamente el evangelio para que el dinero no sea la motivación de su ministerio”. De igual forma, si Cristo nos dio y nos da su amor, su perdón y su salvación de gracia (sin merecerlo y sin cobrarnos un solo peso), entonces también debemos predicar el evangelio de gracia (no por dinero ni buscando el favor económico de nadie); jamás debemos pedir o exigir dinero a cambio de un servicio espiritual.

Cristo jamás le cobró a nadie por predicar; él lo hizo por amor; sin embargo, la gente apoyó su ministerio con sus ofrendas y esto fue suficiente para viajar por Judea, Galilea y otros lugares, sustentando con todo a los 12 discípulos durante 3 años y medio aproximadamente.

El es el único modelo a seguir; aprendamos de su ejemplo e imitemos su fe y su desprendimiento de lo material.

Si en la soberanía de Dios, por un tiempo (corto o largo) él permitiera que nadie nos apoyara económicamente… gloria a Dios pero su bondad y generosidad son mucho más grandes que muchas personas que diezmen y ofrenden. Pronto Dios nos llevará de la prueba a la bendición.

Dios es más que suficiente, aún si no hubiese ni siquiera un solo creyente que entienda el principio de dar. El tiempo de Dios es perfecto y veremos su gloria.

Si alguien decide no dar nada… si alguien no desea aportar económicamente para el trabajo de una iglesia local… si alguien no ha comprendido o no quiere comprometerse con Dios en el apoyo financiero... Dios es más que suficiente y nunca dejará a sus hijos en vergüenza. Es más vergonzoso depender de los hombres cambiantes y limitados y no depender de un Dios inmutable y todopoderoso. Esto reflejaría que nuestra fe es muerta y que no tiene valor ante Dios.

¿Por qué poner nuestra confianza en los hombres mortales si tenemos un Dios que vive para siempre? ¿por qué depender de los recursos de los hombres limitados si tenemos un Dios que nunca se le acaban los recursos y que es el dueño del oro y de la plata y de todo el universo? ¿por qué poner la mirada en lo que los hombres puedan dar y no poner la mirada en la superabundante gracia de Dios? ¿por qué esperar en la contribución de los hombres si tenemos una provisión infinita y eterna en Dios? Los hombres empobrecen, se enferman, cambian, se mueven de un lugar a otro, toman decisiones de momento, a veces quieren y otras veces no, tienen un POCO de capital de forma temporal, pero Dios nunca empobrece sino que es INFINITAMENTE rico y dispone de TODO todo el tiempo para ayudarnos; Dios nunca se envejece ni se enferma, no cambia de opinión, se mantiene firme en su propósito, siempre quiere cumplir sus promesas y nunca falla.

Decidamos en quién vamos a confiar pero en definitiva, sería más sensato depender única y exclusivamente de Dios.

La FE es poner todo el peso sobre algo; si ponemos toda nuestra vida sobre lo efímero de los hombres, siempre seremos defraudados y avergonzados, pero si ponemos toda nuestra vida sobre Cristo, siempre seremos honrados, bienaventurados y felices.

Dios es poderoso para salvar vidas, para cambiar corazones, para transformar familias, para libertar a los cautivos por el pecado y las tinieblas, para limpiar conciencias y para renovar la mente a través de su palabra; ¿será que Dios no puede formar en los creyentes el carácter de Cristo en el área financiera y en el principio del dar? Dejemos que Cristo sea formado en cada persona según la gracia de Dios y entonces veremos la entrega del corazón y el compromiso de aquellos que Dios mismo trata y guía a cumplir con su perfecta voluntad.

En realidad, no debemos ni necesitamos exigir a nadie que diezme o que aporte dinero para la obra que Dios nos encomendó, sino que debemos y necesitamos confiar en que la gracia divina es suficiente para sustentar al ministro que ha sido llamado y que es suficiente para terminar la obra que empezó y para llevarnos a donde él desee.

Aquí podemos recordar cientos de personajes de la Biblia… fue la fe la clave de la bendición de Dios y su poder siempre honró a quienes decidieron creer y nadar en contra de la corriente. Aunque millones de predicadores enseñen diezmos a las iglesias, la Biblia nos enseña algo superior: la generosidad que Dios pone en un corazón agradecido y guiado por el Señor.

La Gracia siempre ha sido y será superior a la Ley; vivamos bajo la Gracia en Cristo y experimentemos el multiforme favor de Dios.

El patrón más importante del principio de dar

Este patrón lo encontramos en las siguientes palabras de Pablo: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:7). 

¿Quién puede imponer sobre otro cuánto debe dar? El que enseña, pide o exige diezmos está poniendo una medida para dar pero el N.T. ratifica que el dar es voluntario en el propósito de cada corazón. Además, Dios quiere que el creyente dé con alegría, con consciencia de que hay necesidad y que su apoyo es útil.

Pablo dice que Dios ama al dador alegre… es decir, él se agrada de quien lo hace de verdad y de corazón; no con tristeza ni pensando en que Dios va a devolverle más para suplir su necesidad. La clave aquí es la alegría de dar, la satisfacción de servir a los demás, el gozo de hacer bien y el contentamiento de compartir con otros de la bendición que Dios nos da.

Mientras que en la Ley de Moisés Dios estableció el diezmo como una obligación nacional o como un impuesto necesario para la equidad social en Israel, en el N.T. Dios estableció que el  principio de dar solo es voluntario y no proviene de una exigencia; así lo entendió Pablo:

“Cuanto a la ministración para los santos, es por demás que yo os escriba; pues conozco vuestra buena voluntad, de la cual yo me glorío entre los de Macedonia, que Acaya está preparada desde el año pasado; y vuestro celo ha estimulado a la mayoría. Pero he enviado a los hermanos, para que nuestro gloriarnos de vosotros no sea vano en esta parte; para que como lo he dicho, estéis preparados; no sea que si vinieren conmigo algunos macedonios, y os hallaren desprevenidos, nos avergoncemos nosotros, por no decir vosotros, de esta nuestra confianza. Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra” (2 Cor. 9:1-5). 

Los libros del N.T. hablan de dar para servir a los demás:

“Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hch. 4:32-37).

Este pasaje debemos entenderlo en el contexto y es que hubo tal unidad entre los creyentes que ellos tenían todo en común; sin embargo, hay que tener cuidado en cómo interpretamos estos versículos. Sencillamente, en este relato de Hechos vemos la manifestación del amor y la unidad de la iglesia en ese momento de su historia pero si estudiamos todo el N.T. no hay evidencias para decir que esta forma de dar se siguió aplicando luego en todas las iglesias que se fundaron y se constituyeron. Por ende, esto no es un principio a seguir para todos los cristianos ni es el modelo ideal para la Iglesia el que vendamos nuestros bienes y demos todo a los demás. No obstante, la idea de compartir unos con otros (con sabiduría de Dios, con amor y con una motivación correcta) sí es un principio que debemos practicar pero nadie nos puede obligar o presionar para darle a otros para sus necesidades ya que es de forma voluntaria y debemos evaluar cada caso porque hay muchas personas conchudas, astutas y mentirosas que buscan cualquier oportunidad para pedir a los creyentes, a las iglesias o a los pastores; es más, hay gente perversa que presiona a los creyentes para que den propiedades, joyas, vehículos y demás bienes, con falsos argumentos tomados de pasajes bíblicos fuera de contexto.

Dios quiere que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo en nuestro dar. Encontremos maneras de dar a las personas que necesitan de nuestro apoyo de una manera eficaz pero no caigamos en engaños y cuentos de gente que aparenta necesidad pero que son maestros de la hipocresía. Oremos a Dios que siempre nos guíe a dar con sabiduría y no a vagos ociosos y mentirosos que usan hasta la Biblia o el nombre de Cristo para manipular y mover emociones.

El N.T. habla del concepto de la siembra y la cosecha aplicándolo al principio del dar:

“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Cor. 9:6). 

Dios recompensa la generosidad de un corazón que da con voluntad y disposición, pero también puede permitir momentos de escasez debido a una actitud egoísta cuando el corazón se cierra para dar; sin embargo, esta obra la hace Dios en su trato con cada persona. Por ende, un predicador sabio jamás presionará a la gente a dar más para recibir más sino que enseñará sobre la fidelidad de Dios para retribuir a quien ayuda a una persona en necesidad o coopera con un ministerio de buen testimonio; de igual manera, un predicador sabio jamás tratará de manipular las emociones de las personas, ofreciéndoles el favor de Dios si dan más o pronosticando la escasez si dan menos. Repito: la soberanía de Dios y su gracia son suficientes para tratar a cada persona y no necesitamos usar estrategias psicológicas para ilusionar o amedrantar a los hijos de Dios porque él tiene el control de cada situación y guiará a los creyentes con su multiforme sabiduría.

Dios es todo suficiente para suplir todas nuestras necesidades pero la gracia de dar y compartir estimula en Dios su capacidad para darnos aún más allá de lo que pedimos, anhelamos o necesitamos.

“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre” (2 Cor. 9:8, 9).

Todo lo que tenemos es de Dios; él nos da todo lo que hoy disfrutamos; por consiguiente, si yo doy de lo que he recibido, debo reconocer que esta semilla no viene de mí sino de Dios.

“Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” (2 Cor. 9:10, 11). 

Dios multiplica nuestra siembra y nuestra cosecha para que aumenten los frutos y para que tengamos mayor capacidad para ser generosos; quienes se benefician de nuestro apoyo darán a Dios las gracias y su nombre será glorificado.

Nota: El N.T. es muy claro para enseñarnos más principios financieros que nos forman en el manejo del dinero:

* Cada cristiano debe proveer para su casa y para su familia (1 Tim. 5:8). Esta es una prioridad para que seamos ejemplo y buen testimonio a nuestra familia y a todos los que nos rodean.
* Cada cristiano debe cumplir con sus obligaciones financieras, pagar sus deudas y pagar sus impuestos (Rom. 13:7).
* Cada cristiano debe ser responsable en su trabajo y debe compartir con aquellos que realmente necesitan de su apoyo (Ef. 4:28).
* Cada cristiano debe ser generoso y hacer buenas obras con su dinero (1 Tim. 6:17, 18).
* Cada cristiano debe disfrutar de la bendición de Dios y darse gusto (Ecl. 2:24).

Conclusiones
- Ningún cristiano o predicador estudioso de la Biblia puede demostrar que los cristianos del N.T. practicaban el diezmo; no existe ningún fundamento bíblico que lo evidencie; no hay pruebas bíblicas de que Cristo diezmó ni siquiera de que los apóstoles o las iglesias lo hicieran; mucho menos hay referencias de que algún apóstol o predicador del N.T. enseñe diezmos para los cristianos, como tampoco lo hizo Cristo.
- Muchos insisten en que el diezmo sigue vigente como un principio que los cristianos deben practicar como reconocimiento a Dios, en gratitud por sus bendiciones y como una responsabilidad con un ministerio o iglesia local; sin embargo, ya hemos visto muchos argumentos que nos llevan a concluir que el diezmo no debe ser considerado como un principio eterno y permanente, pues tuvo su contexto solo en relación con el pueblo de Israel. El único principio eterno y divino es el principio de dar voluntariamente, con amor, generosidad y alegría, como lo hace Dios mismo.
- El N.T. tiene mucho que decir acerca del dar pero nunca este principio se relaciona con el diezmo. El problema de diezmar (establecer una medida) es que se tiende a ignorar el valor de las enseñanzas de Cristo y del N.T. sobre el dar; por tanto, el N.T descarta completamente la idea de enseñar o pedir diezmos en la Iglesia de Cristo.
- Los cristianos estamos llamados a ofrendar, no a diezmar. Por ejemplo, la iglesia cristiana tuvo su desarrollo realmente en el libro de los Hechos. Al estudiar este texto en busca de la práctica del diezmo, nos encontramos con la sorpresa que este tema brilla por su ausencia; ni siquiera se hace mención al diezmo ni como una enseñanza, ni como una práctica; solo se menciona pero como una referencia en Heb. 7 (pero no como una costumbre cristiana). Así pues, al profundizar en el N.T., es interesante notar que los cristianos no estamos obligados ni llamados a diezmar; después de la muerte de Jesús no se encuentra ninguna escritura bíblica (desde Hechos hasta Apocalipsis) en donde los cristianos tengamos que cumplir con esta medida.
- Algunos creen que la ausencia de enseñanzas sobre el diezmo en el Libro de Hechos y en las epístolas demuestra que el diezmo era un principio tan universalmente aceptado que no necesitaba ser mencionado. Esa conclusión es falsa y rebuscada porque el Nuevo Pacto es un cambio total en la forma en que el hombre se relaciona con Dios. El cambio en la relación es la razón del por qué el diezmo no es mencionado; es que no necesita ser mencionado, no tiene sentido y es irrelevante. Lastimosamente, muchas iglesias y predicadores han perdido de vista el verdadero significado del Nuevo Pacto en Cristo que es la libertad del pecado y la gracia de Dios que transforma el corazón del hombre para entregarse con amor y no por miedo o por un interés personal de recibir beneficios de Dios.
- Para los cristianos del N.T. no existen más pactos según la Ley de Moisés; el único pacto que tenemos los cristianos es el que realizó Cristo al entregarse en sacrificio en la cruz por nosotros; éste es el único pacto al que estamos sometidos los cristianos; el diezmo ya no tiene nada que ver con este Nuevo Pacto, ni mucho menos con nosotros que somos considerados como cristianos gentiles (no judíos). Por otra parte, nadie tiene derecho ni argumentos bíblicos para invitarnos a hacer pactos con Dios mediante ofrendas materiales porque el hombre no pacta con Dios… es Dios quien pacta con el hombre (esto lo vemos en el Antiguo Pacto con Israel y lo vemos en el Nuevo Pacto con los creyentes). Lo único que un seguidor de Cristo y predicador del Nuevo Pacto puede hacer es enseñar con su ejemplo y con la Biblia el principio de dar voluntariamente, motivando a los creyentes, pero no debe ofrecer de parte de Dios a la gente, milagros, sanidades, liberaciones, conversiones, salvación de familiares o conocidos, bendiciones económicas, prosperidad, negocios, etc. a cambio de un pacto económico, una ofrenda o un diezmo; esto es convertir el evangelio en un negocio y Dios aborrece y castiga este pecado de avaricia.
- Aunque el diezmo (antes y durante la Ley) hace referencia a una medida específica, vemos que en el N.T. los creyentes, no solo daban con generosidad, sino que algunos daban más allá de sus posibilidades, pero jamás un verdadero ministerio de Cristo se aprovechará de la nobleza de la gente sino que será sencillo y desprendido de lo material (como lo hizo el Maestro); así pues, cada persona es libre para apoyar según su capacidad pero nadie debe ser forzado, presionado o manipulado por falsas promesas para que ofrende. Debemos limitarnos a enseñar el principio de dar y las promesas que realmente aplican para los creyentes del Nuevo Pacto.
- La nueva relación con Dios a través de Cristo opera diferente a la Ley de Moisés; por tanto, los cristianos son libres del concepto de diezmar porque ellos son llamados a dar como lo proponen en su corazón. ¿Por qué retroceder y buscar la clase de vida espiritual que tuvo Abraham? ¿Por qué no ir en pos de aquello que está disponible para nosotros en Cristo hoy en día? El asunto ahora es la fe que nos permite ser guiados por el Espíritu Santo para hacer las cosas que agradan a Dios: el amor, la solidaridad, la unidad, el compañerismo, el servicio a los demás, la justicia y la santidad; así pues, no es necesario diezmar.
- Pablo dice: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley” (Rom. 3:19); “pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Rom. 6:14); “pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gál 5:18). Entonces, si queremos practicar los diezmos, debemos vivir bajo la Ley porque en la Ley se instituyeron; pero se supone que estamos bajo la Gracia en Cristo. Entonces, no podemos estar bajo la Ley y a la misma vez bajo la Gracia. Si estamos bajo la Gracia, el Espíritu de Dios nos guía a toda verdad, nos motiva a dar de corazón, con generosidad y alegría, pero si estamos bajo la Ley, entonces estamos obligados a dar el 23% de todos nuestros ingresos según los 4 tipos de diezmos que se enseñaron anteriormente; de lo contrario, estamos bajo maldición por estar sujetos a la Ley, si no la cumplimos.
- En el N.T., nuestro Señor Jesucristo fue la máxima expresión del sistema de culto de la Ley de Moisés y trascendió todos los sacrificios y ofrendas que jamás pudieron justificar ni perfeccionar a los judíos; Cristo no vino a dar un porcentaje o una medida de sí mismo sino que lo dio todo por amor. Él se ofreció a sí mismo como el sacrificio definitivo (Heb. 7:27; 9:14). De igual forma, los creyentes que somos fieles al Señor debemos presentarnos en sacrificio vivo ante Dios y a favor de los demás (Rom. 12:1; Fil. 2:17). Esta entrega es lo más valioso para Cristo.
- No somos llamados a dar un 10% ni un 50% sino un 100% al Señor y al cumplimiento de su voluntad en la tierra que es la salvación de la humanidad. Ya no hay medida para dar sino que el Señor quiere todo para él (no para un hombre, no para un levita, no para un sacerdote, no para una iglesia, no para un predicador, no para un pastor sino para él).
- Recordemos que Dios siempre nos ha superado en su capacidad para dar porque él nos da aún más de lo que merecemos y siendo dignos de su juicio por causa de nuestros pecados, él nos dio lo más excelente: a su Hijo en la cruz. A cambio de este amor, lo que Dios pide es nuestra entrega al 100% y en este sentido, cuando nos entregamos a él, recibimos de él mismo el don de dar, a fin de ser generosos con otros (sean personas necesitadas, sean hermanos en la fe o sean ministerios comprometidos a predicar el evangelio por amor y no por dinero); por ende, ofrendemos con amor, gratitud y consciencia de la voluntad de Dios.
- Nunca podremos ganarle a Dios en el dar porque él siempre nos sorprenderá con su misericordia; aprendamos a confiar en su bondad y su justicia porque con toda seguridad él siempre será mucho más generoso que nosotros.
- En el Nuevo Pacto, Dios es el primero, el último, y todo lo que haya en medio. El es lo único. Es el todo en todos. No hay nada más. En Cristo todo es dedicado a Dios y todo es usado para su propósito eterno. La prioridad del creyente del Nuevo Pacto es Cristo porque él es todo y todo lo que el creyente fiel hace es para Cristo. Si ofrenda lo hace para Cristo; si comparte con los demás en momentos de necesidad, lo hace para Cristo.
- Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes (1 Jn. 4:19). Por ende, todo lo que hacemos es por su gracia, todo lo que sabemos es por su bondad y todo lo que tenemos es suyo; aprendamos a dar con amor y a compartir según la generosidad que Dios nos muestra cada día;  no seamos indiferentes a la necesidad de otros y sirvamos con nuestros bienes a quienes podemos ayudar. De igual manera, no seamos indiferentes a la Gran Comisión de Cristo y sirvamos a la proclamación del evangelio en donde el Señor nos guíe a congregarnos y trabajar unidos por la salvación de muchas vidas que necesitan de Dios.
- Hay una frase que me encanta: NINGÚN MENSAJE A FAVOR DEL DIEZMO QUE SE PRESENTE PODRÁ MOTIVAR AL PUEBLO A DAR MÁS QUE LO QUE HARÍA UN CORAZÓN MOVIDO POR DIOS, AGRADECIDO Y GENEROSO.
- Hay algo interesante y es que muchos pastores que enseñan, piden o exigen diezmos, relatan que la mayoría de los miembros de la iglesia no diezman o que no lo hacen con regularidad; definitivamente es mejor ajustarnos a las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles acerca de la importancia de dar y no necesitamos usar el concepto del diezmo porque nada garantiza que la gente apoye con sus finanzas; solo nos basta la gracia infinita de Dios que puede mover los corazones para que sean generosos y cooperen con amor y alegría para la gloria de Dios. Esto sí es vivir por fe y predicar por fe.
- Después de meditar en este estudio, es una bendición tener una posición bíblica clara acerca de este tema porque nuestro deber es reflejar como cristianos, como predicadores y como iglesia, que nuestra prioridad no es el dinero sino la salvación de la gente y esto genera confianza y credibilidad, estimulando el corazón para dar como Dios enseña en las Sagradas Escrituras.
- El evangelio tiene un valor tan alto que ninguna medida de dinero podría comprar la salvación que Cristo nos da gratuitamente; si se reuniera todo el oro, la plata, los metales, las piedras preciosas, todos los bienes materiales y todo el dinero que existe en el mundo, jamás se podría comprar el cielo, la vida eterna y mucho menos, se podría salvar un alma de la condenación eterna; por ende, el solo pensamiento de cobrar dinero (sean diezmos, ofrendas o algo similar) por predicar el evangelio, es un insulto y un irrespeto abominable a Cristo, quien pagó con su propia sangre el precio de nuestra salvación. Entonces, quien predica el evangelio solo lo debe hacer por amor y su deber es enseñar el principio de dar con amor, con alegría, de forma voluntaria y generosa, ayudando al necesitado y apoyando la Gran Comisión y a quienes se dedican a ganar almas para el reino de los cielos. Todo esto tiene como fin el servir a los propósitos de Cristo; nadie tiene el derecho o la autoridad para ponerle al evangelio un precio, una medida o una cantidad de dinero (como por ejemplo con los diezmos); cada creyente debe ser libre para dar según la gracia de Dios. 

sábado, 8 de agosto de 2015

El sostenimiento financiero de la iglesia local Parte XI


- Es muy interesante que la misma Biblia haga la diferencia entre diezmar y ofrendar (Dt. 12:17). En cuanto al N.T., desde Hch. 2 vemos que la iglesia necesitó de financiamiento y los cristianos del primer siglo ofrendaban de una manera muy especial, superando de esta manera la medida del diezmo. En sus ofrendas podemos ver varias características importantes:

Los cristianos del N.T. ofrendaban con generosidad y sacrificio

“Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (2 Cor. 8:1-3).

Pablo entendió que el dar es un don, un regalo de Dios que les permite a los creyentes compartir con generosidad; en este caso, el destino de esta ofrenda era suplir las necesidades de otros hermanos en la fe que estaban atravesando una crisis financiera.

Notemos que la entrega de los creyentes es primeramente al Señor y luego al servicio de los demás; esa es la diferencia de dar por amor al prójimo en una entrega sincera al Señor. Quien no se siente complacido en dar, no debería hacerlo y sería conveniente que ore a Dios para que guíe su vida para estar convencido y saber en dónde puede ser útil y hacerlo con alegría y con amor.

En general, la Iglesia del N.T. se preocupó por atender a las necesidades de los creyentes con menos recursos y suplió para las necesidades del trabajo que realizaron los apóstoles y los discípulos que el Señor llamó a predicar el evangelio (este punto se ampliará posteriormente). En este sentido, cada cristiano debe ser consciente y responsable con el manejo de sus finanzas para tener la disposición de ofrendar.

“En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si fuere propio que yo también vaya, irán conmigo” (1 Cor. 16:1-4).

El servicio de dar a los creyentes con generosidad para suplir sus necesidades cuando hay una crisis financiera es una muestra de obediencia al evangelio del amor que Cristo y sus seguidores predican. Esta generosidad es un don que Dios concede a sus hijos.

“Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Cor 9:12-15). 

Qué hermoso es ver la superabundante gracia de Dios para suplir lo que se necesita; notemos que esta obra de Dios es llamada superabundante, como diciendo ilimitada e inagotable. Gloria a Dios porque a él no se le agotan los recursos y tiene el poder, la creatividad y la generosidad para poner en cada creyente el deseo de ofrendar y dar para servir a los demás.

Además, Pablo enseñó que para servir a los demás y ayudar a los necesitados debemos entender las sabias palabras del Maestro “Más bienaventurado es dar que recibir”; es decir, cuando damos somos más bendecidos, tenemos mayor satisfacción y alegría, que cuando recibimos. Esto parece contradictorio pero es la verdad divina y necesitamos asimilarla para alcanzar madurez en el Señor.

Notemos la diferencia entre dar con miedo, como una obligación, con un interés personal de ser bendecidos o beneficiados, y dar con alegría, con un sentido del deber y la responsabilidad con Dios y con los demás, sin buscar beneficios personales.

Por eso, el gran Maestro, Jesús, dijo:

“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mt. 7:12).

Ahora veamos las prioridades de Dios:

“Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mr. 12:28-33).

Estas palabras le dan completo sentido a la enseñanza bíblica sobre el valor de dar; debe ser el amor a Dios y a los demás el mayor estímulo para dar. Aquí encuentra eco la frase: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Cuando damos a los demás, los más felices somos nosotros, así no recibamos una retribución humana, pero ciertamente Dios nos recompensará.

Los cristianos del N.T. ofrendaban para el sostenimiento de los ministerios que Cristo llamó

La iglesia del N.T. dio el sostenimiento a los que estaban trabajando en la Gran Comisión de Cristo que consiste básicamente en predicar el evangelio y hacer discípulos en todo lugar. Así pues, el deber del creyente es apoyar también a quienes predican el evangelio con vocación, llamamiento divino, frutos dignos de un verdadero Cristianismo y sana doctrina, pero si alguien enseña doctrinas contrarias a la Biblia o su vida no refleja un buen testimonio delante de Dios y de los hombres, es mejor orar a Dios y buscar una iglesia cristiana en donde se vea una evidencia de fidelidad a Dios para congregarse, aprender de las Escrituras, servir al Señor y cooperar con un ministerio que ponga en alto el evangelio, alcanzando vidas para Cristo y cumpliendo sus propósitos en la tierra.

“Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades” (Fil. 4:15, 16). 

Pablo describe que al principio de su ministerio de predicación ninguna iglesia en donde él trabajó, enseñando el evangelio, quiso apoyar financieramente su ministerio pero que la iglesia en la ciudad de Filipos sí lo había hecho; fue tanto su cooperación que hasta le enviaron sus ofrendas a la ciudad de Tesalónica, pero en ningún momento Pablo habla de que pidió o exigió diezmos sino que Dios enseñó a los creyentes el principio de dar para el ministerio que él recibió de Cristo. 

“¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor. Contra los que me acusan, esta es mi defensa: ¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar? ¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño?” (1 Cor. 9:1-7). 

Pablo fue llamado por Dios a predicar el evangelio y él entendió que este trabajo demandaba tiempo y esfuerzo, por lo cual el Señor estableció que los creyentes deben aportar con sus finanzas para el sostenimiento del obrero que se dedica a esta tarea a fin de que esa persona pueda cumplir su misión.

Pablo nunca habló de diezmos pero sí habló de la necesidad de apoyar económicamente a los ministerios que Dios levanta.

“¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo” (1 Cor. 9:8-12). 

Pablo menciona un principio que está en la Ley de Moisés y que aplica a los que predican el evangelio en el Nuevo Pacto: Dios tiene cuidado de aquellos que llama a la labor de predicar el evangelio y por eso, los creyentes deben apoyarles de forma material. 

“¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria. Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada. ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio. Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número” (1 Cor. 9:13-19). 

Pablo está afirmando claramente que los que anuncian el evangelio deben vivir (deben suplir sus necesidades) del evangelio (con base en esta tarea), pero son los creyentes quienes tienen la responsabilidad de contribuir con esta parte.

Pablo presenta el apoyo económico de los creyentes como un derecho dado por Dios pero él no impone sobre nadie que paguen diezmos sino que aporten de forma voluntaria y según la medida de generosidad de cada uno. Pablo no cobra por predicar el evangelio; él lo hace gratuitamente porque no quiere poner tropiezo a nadie a fin de ganar a mayor número de personas para Cristo.

Aunque hay un derecho que Dios otorga, Pablo no abusa de este derecho; aunque hay una responsabilidad material para los creyentes, Pablo no obliga a nadie; simplemente, Pablo expone los principios de Dios para el sostenimiento de los obreros llamados a predicar el evangelio a fin de contribuir a la Gran Comisión de Cristo.

“Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario” (1 Tim. 5:17, 18). 

“El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gál. 6:6) 

Dios es el que llama y Dios es el que paga; por tanto, Dios usa a la iglesia para sustentar a quienes se dedican a predicar y enseñar el evangelio. Ellos son dignos de doble honor; ellos merecen consideración, justo reconocimiento y aprecio de parte de los creyentes. Una de las formas en que esto se logra, es cuando cada creyente apoya con sus ofrendas un ministerio y una iglesia local. En este sentido, la Biblia tampoco habla de diezmos o de una medida sino que cada uno da lo que propone en su corazón y el Espíritu Santo se encarga de guiar a cada persona.

Hoy debemos ofrendar para la expansión del reino de Dios y la invitación es que lo hagamos libremente, sin tristeza, sin dudas, sin miedos, sin pensar en que Dios se acordará de nuestras necesidades si ofrendamos… sin amenazas, sin presiones, sin competencias, sin dejarnos manipular por los que engañan y tuercen las Escrituras, sin buscar intereses personales, sin pretender negociar con Dios un milagro, una respuesta a una petición y mucho menos debemos tratar de comprar la salvación con nuestro dinero porque es gratuita.

Si leemos las cartas de Pablo en el N.T., veremos que él aceptó el apoyo financiero que recibió de los creyentes por causa de su ministerio pero nunca impuso una medida o un diezmo para dar porque confiaba en la suficiencia de Dios para satisfacer todas sus necesidades materiales.

“Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:18, 19).

“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:32-35).

Esta es la mentalidad y el corazón de un verdadero predicador que ha sido llamado por Dios y que no es movido por la codicia. Aún Pablo estuvo dispuesto a trabajar con sus propias manos para nunca exigir de nadie dinero y para que Dios le sustentara según su poder ilimitado. 

jueves, 6 de agosto de 2015

El sostenimiento financiero de la iglesia local Parte X


- En el Nuevo Pacto que hizo el Señor Jesucristo con la Iglesia, en la Gracia, todos somos sacerdotes para Dios: “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (Ap. 1:6); “vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio” (1 Ped. 2:9).

Por esta razón, es absolutamente anti bíblico que alguien se atribuya el derecho de ser sacerdote o levita para pedir o cobrar los diezmos, apoyándose en la Ley de Moisés. Además de eso, somos sacerdotes para ofrecer sacrificios espirituales, NO MATERIALES. Mire lo que dice la Biblia: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, ara ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Ped. 2:5).

Lamentablemente hoy en día muchos líderes de iglesias que se han alejado de las ordenanzas divinas, han aplicado una imposición humana con el diezmo y demuestran con ello ignorancia bíblica o motivaciones incorrectas.

Cabe aclarar que hay muchos pastores que predican diezmos por ignorancia de las Escrituras pero en otras áreas honran al Señor y tienen un buen testimonio; sin embargo, no hay bases bíblicas para enseñar el diezmo. Por consiguiente, si un pastor está enseñando o pidiendo diezmos, y estudia bien la Biblia, debe corregir su posición y solo enseñar el principio de dar de corazón y con alegría.

Los pastores o predicadores que piden o exigen el diezmo en sus iglesias están malinterpretando este tema porque a ellos jamás les ha correspondido ese beneficio (el cual solo aplicó para los levitas en el Antiguo Pacto). El diezmo fue ordenado por el Señor para ellos porque no se les dio herencia en la tierra prometida, y hoy, muchos de los que viven ilegítimamente del diezmo son los que tienen las mayores y mejores propiedades y hasta negocios muy rentables, trayendo descrédito al evangelio y vergüenza al nombre de Cristo.

Quiero decir que no estoy en contra del derecho que tiene cada persona (sea creyente o predicador) de poseer propiedades o de abrir negocios rentables para vivir dignamente, pero un pastor o un predicador honesto y de buen testimonio no debe estar en busca de riquezas en abundancia sino que debe confiar en la bendición de Dios para no ser tropiezo a otros que le observan y debe evitar lujos, extravagancias y excesos. Lastimosamente, hay muchos pícaros y mentirosos que se aprovechan de la fe de los ingenuos, y serán cada vez más ricos pero siempre habrá hombres y mujeres íntegros que no predican por dinero sino por amor a Cristo y a la gente porque dependen de Dios y él es su proveedor.

Nunca encontraremos que Pablo, Pedro, Juan o cualquiera de los discípulos del Señor se enriquecieran o que tuvieran esa inclinación por el dinero; es más, muchos de ellos pasaron por diversas situaciones de crisis financiera pero fueron fieles a Cristo hasta la muerte.

Jesús mismo nos enseñó: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:15-20).

Si te encuentras en una iglesia donde los frutos son malos y se ve la codicia de los que predican o presiden la congregación, huye de allí y no sigas apoyando a personas inescrupulosas que buscan enriquecerse a costillas de la fe de la gente. Busca un lugar donde haya buen testimonio, sana enseñanza, santidad, amor de Dios, evangelismo y discipulado bíblico; apoya ministerios de Dios y de buenos frutos… obviamente, no hay iglesia perfecta pero ora al Señor y él te guiará qué hacer y a dónde ir.

- ¿Es correcto diezmar en una iglesia cristiana? ¿es el lugar donde la Biblia dice que debe llevarse el diezmo?

“sino que el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis. Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas” (Dt. 12:5, 6).

“Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; sino que en el lugar que Jehová escogiere, en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando” (Dt. 12:13, 14).

NO ERA EN CUALQUIER LUGAR, NO ERA EN CUALQUIER NACION, SINO EN ISRAEL

“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado” (Mal 3:9).

NO DICE TODAS LAS NACIONES, SINO LA NACIÓN, HACIENDO REFERENCIA A ISRAEL

Este era un mandamiento para la nación de Israel, para el pueblo judío y no es para los cristianos.

Hoy, cuando se trata del dar, a menudo se habla de Malaquías 3 en el A.T. que dice a los judíos “Traed todos los diezmos al alfolí” (Mal. 3:10). A muchos predicadores les gusta igualar el alfolí de Malaquías con su propia iglesia para que puedan aplicar estas Escrituras a ellos mismos, pero la realidad es muy diferente; el alfolí de Malaquías no tiene ninguna similitud con la estructura de la iglesia de hoy. Como ya se ha dicho antes, el alfolí no fue ningún lugar de reuniones, ni un lugar de adoración; fue simplemente un almacén para los productos diezmados, que desde allí fueron repartidos a los levitas que no tenían herencia.

- Para los cristianos, los aspectos rituales de la Ley tales como la circuncisión, los días sagrados, la abstención de alimentos impuros, las fiestas judías, etc. dejaron de estar vigentes a partir del sacrificio de Jesús en la cruz (Nuevo Pacto); sin embargo, de los diezmos planteados antes de la Ley y durante la Ley en el A.T. podemos aprender principios muy claros sobre el tema de “dar”. Desafortunadamente, existen cristianos, predicadores y congregaciones que utilizan testimonios de prosperidad y de bendiciones materiales para atribuir al diezmo un poder divino y motivar a otros a que también lo practiquen pero toman frases fuera de contexto para explicar estas cosas.

“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal. 3:10).

Debemos recordar que este pasaje de Malaquías fue dicho solo para los “judíos” que no estaban cumpliendo la Ley; su compromiso se debe al Pacto que tuvieron con Dios; por ende, ni la maldición y la bendición anunciada a ellos aplica para los cristianos.

Si Dios bendice a los creyentes del N.T. no se debe al hecho de pagar un diezmo; es por su gracia y porque ellos confían en su provisión pero nadie tiene argumentos bíblicos ni tiene derecho a reclamar la bendición de Malaquías, solo el pueblo judío. De igual forma, los llamados a probar la fidelidad de Dios en cuanto al diezmo es la nación de Israel, no los creyentes del Nuevo Pacto.

Para los creyentes que siguen de verdad a Cristo, las ventanas de los cielos están abiertas por su gracia y las bendiciones del Señor son abundantes pero no necesitamos probar si Dios es fiel en este tema financiero.

- Es cierto que en el A.T. aprendemos muchos “principios” que son importantes para nuestras vidas y que el N.T. los confirma; con estos principios de Dios crecemos como cristianos pero existe una enorme diferencia entre aprender los principios del A.T. e imitar todos los actos del A.T.; por ende, no debemos imitar todo lo que hacían los israelitas (A.T.) como si fuese una regla absoluta de fe y conducta para los creyentes.

Miremos algunos ejemplos:

Algunos hechos del A.T.
* ¿Los cristianos sacrificaríamos a nuestro hijo primogénito?
* ¿Los cristianos sacrificaríamos animales para adorar a Dios?
* ¿Los cristianos diezmaríamos de los alimentos y animales como lo hicieron los israelitas?
* ¿Un cristiano viviría con su esposa pero también tendría relaciones íntimas con la empleada doméstica, tal cual lo hizo Abraham?

Obviamente, los cristianos no somos llamados a hacer estas cosas porque el N.T. nos orienta acerca de qué cosas debemos imitar del A.T. y qué cosas no debemos imitar. Por ejemplo,  miremos algunos principios aplicados del A.T. en el N.T.:

· Los cristianos sí debemos imitar la “fe” de Abraham.
· Los cristianos sí debemos estar agradecidos con Dios y entregarnos a él en sacrificio vivo.
· Los cristianos sí debemos ofrecer adoración como lo hicieron los patriarcas.
· Los cristianos sí debemos aprender a “dar” con generosidad y con alegría.
· Los cristianos sí debemos considerar los errores de los personajes del A.T. para aprender a obedecer a Dios y así confiar más en sus promesas.

Obviamente, los cristianos sí somos llamados a hacer estas cosas…

Oremos al Señor para que nos enseñe qué cosas debemos imitar de los personajes de la Biblia pero sobre todo debemos imitar el ejemplo supremo de Cristo y honrar los principios de Dios que encontramos en las Escrituras.

Nosotros los cristianos que vivimos bajo la “Gracia” tenemos formas diferentes de llevar a cabo dichos principios de adoración, agradecimiento, fe y apoyo financiero. Debemos tener claro que la “Ley” fue superada por la “Gracia” de Jesucristo y esto incluye el diezmo como parte de esa antigua “Ley”; sin embargo, el estándar de la “Gracia” es que debemos ser generosos pero nadie nos debe presionar ni debemos competir con otros porque la medida de cuánto damos la decide cada uno según la dirección de Dios y la generosidad del corazón.