Definitivamente,
un verdadero predicador que sigue al Maestro no predica por dinero.
“Y yendo,
predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos,
limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia
recibisteis, dad de gracia” (Mt.
10:7, 8).
Jesús enseñó a sus discípulos una lección que jamás
olvidaron: “Cristo les dio todo a ellos y nunca les cobró ni les exigió dinero;
luego, los llamó a predicar gratuitamente el evangelio para que el dinero no
sea la motivación de su ministerio”. De igual forma, si Cristo nos dio y nos da
su amor, su perdón y su salvación de gracia (sin merecerlo y sin cobrarnos un
solo peso), entonces también debemos predicar el evangelio de gracia (no por
dinero ni buscando el favor económico de nadie); jamás debemos pedir o exigir
dinero a cambio de un servicio espiritual.
Cristo jamás le cobró a nadie por predicar; él lo
hizo por amor; sin embargo, la gente apoyó su ministerio con sus ofrendas y
esto fue suficiente para viajar por Judea, Galilea y otros lugares, sustentando
con todo a los 12 discípulos durante 3 años y medio aproximadamente.
El es el único modelo a seguir; aprendamos de su
ejemplo e imitemos su fe y su desprendimiento de lo material.
Si en la soberanía de Dios, por un tiempo (corto o
largo) él permitiera que nadie nos apoyara económicamente… gloria a Dios pero
su bondad y generosidad son mucho más grandes que muchas personas que diezmen y
ofrenden. Pronto Dios nos llevará de la prueba a la bendición.
Dios es más que suficiente, aún si no hubiese ni
siquiera un solo creyente que entienda el principio de dar. El tiempo de Dios
es perfecto y veremos su gloria.
Si alguien decide no dar nada… si alguien no desea
aportar económicamente para el trabajo de una iglesia local… si alguien no ha
comprendido o no quiere comprometerse con Dios en el apoyo financiero... Dios
es más que suficiente y nunca dejará a sus hijos en vergüenza. Es más
vergonzoso depender de los hombres cambiantes y limitados y no depender de un
Dios inmutable y todopoderoso. Esto reflejaría que nuestra fe es muerta y que
no tiene valor ante Dios.
¿Por qué poner nuestra confianza en los hombres
mortales si tenemos un Dios que vive para siempre? ¿por qué depender de los
recursos de los hombres limitados si tenemos un Dios que nunca se le acaban los
recursos y que es el dueño del oro y de la plata y de todo el universo? ¿por
qué poner la mirada en lo que los hombres puedan dar y no poner la mirada en la
superabundante gracia de Dios? ¿por qué esperar en la contribución de los
hombres si tenemos una provisión infinita y eterna en Dios? Los hombres empobrecen,
se enferman, cambian, se mueven de un lugar a otro, toman decisiones de
momento, a veces quieren y otras veces no, tienen un POCO de capital de forma
temporal, pero Dios nunca empobrece sino que es INFINITAMENTE rico y dispone de
TODO todo el tiempo para ayudarnos; Dios nunca se envejece ni se enferma, no
cambia de opinión, se mantiene firme en su propósito, siempre quiere cumplir
sus promesas y nunca falla.
Decidamos en quién vamos a confiar pero en
definitiva, sería más sensato depender única y exclusivamente de Dios.
La FE es poner todo el peso sobre algo; si ponemos
toda nuestra vida sobre lo efímero de los hombres, siempre seremos defraudados
y avergonzados, pero si ponemos toda nuestra vida sobre Cristo, siempre seremos
honrados, bienaventurados y felices.
Dios es poderoso para salvar vidas, para cambiar
corazones, para transformar familias, para libertar a los cautivos por el
pecado y las tinieblas, para limpiar conciencias y para renovar la mente a
través de su palabra; ¿será que Dios no puede formar en los creyentes el
carácter de Cristo en el área financiera y en el principio del dar? Dejemos que
Cristo sea formado en cada persona según la gracia de Dios y entonces veremos
la entrega del corazón y el compromiso de aquellos que Dios mismo trata y guía
a cumplir con su perfecta voluntad.
En realidad, no debemos ni necesitamos exigir a
nadie que diezme o que aporte dinero para la obra que Dios nos encomendó, sino
que debemos y necesitamos confiar en que la gracia divina es suficiente para sustentar
al ministro que ha sido llamado y que es suficiente para terminar la obra que
empezó y para llevarnos a donde él desee.
Aquí podemos recordar cientos de personajes de la
Biblia… fue la fe la clave de la bendición de Dios y su poder siempre honró a
quienes decidieron creer y nadar en contra de la corriente. Aunque millones de
predicadores enseñen diezmos a las iglesias, la Biblia nos enseña algo
superior: la generosidad que Dios pone en un corazón agradecido y guiado por el
Señor.
La Gracia siempre ha sido y será superior a la Ley;
vivamos bajo la Gracia en Cristo y experimentemos el multiforme favor de Dios.
El patrón más importante del principio de dar
Este patrón lo
encontramos en las siguientes palabras de Pablo: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por
necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:7).
¿Quién puede
imponer sobre otro cuánto debe dar? El que enseña, pide o exige diezmos está
poniendo una medida para dar pero el N.T. ratifica que el dar es voluntario en
el propósito de cada corazón. Además, Dios quiere que el creyente dé con
alegría, con consciencia de que hay necesidad y que su apoyo es útil.
Pablo dice que
Dios ama al dador alegre… es decir, él se agrada de quien lo hace de verdad y
de corazón; no con tristeza ni pensando en que Dios va a devolverle más para
suplir su necesidad. La clave aquí es la alegría de dar, la satisfacción de
servir a los demás, el gozo de hacer bien y el contentamiento de compartir con
otros de la bendición que Dios nos da.
Mientras que en
la Ley de Moisés Dios estableció el diezmo como una obligación nacional o como
un impuesto necesario para la equidad social en Israel, en el N.T. Dios
estableció que el principio de dar solo
es voluntario y no proviene de una exigencia; así lo entendió Pablo:
“Cuanto a la ministración para los santos, es por
demás que yo os escriba; pues conozco vuestra buena voluntad, de la cual yo me
glorío entre los de Macedonia, que Acaya está preparada desde el año pasado; y
vuestro celo ha estimulado a la mayoría. Pero he enviado a los hermanos, para
que nuestro gloriarnos de vosotros no sea vano en esta parte; para que como lo
he dicho, estéis preparados; no sea que si vinieren conmigo algunos macedonios,
y os hallaren desprevenidos, nos avergoncemos nosotros, por no decir vosotros,
de esta nuestra confianza. Por tanto, tuve por necesario exhortar a los
hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad
antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de
exigencia nuestra” (2
Cor. 9:1-5).
Los libros del N.T. hablan de dar para servir a los
demás:
“Y la multitud de los que habían creído era de un
corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino
que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban
testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre
todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los
que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y
lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que
traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una
heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hch. 4:32-37).
Este pasaje
debemos entenderlo en el contexto y es que hubo tal unidad entre los creyentes
que ellos tenían todo en común; sin embargo, hay que tener cuidado en cómo
interpretamos estos versículos. Sencillamente, en este relato de Hechos vemos
la manifestación del amor y la unidad de la iglesia en ese momento de su
historia pero si estudiamos todo el N.T. no hay evidencias para decir que esta
forma de dar se siguió aplicando luego en todas las iglesias que se fundaron y
se constituyeron. Por ende, esto no es un principio a seguir para todos los
cristianos ni es el modelo ideal para la Iglesia el que vendamos nuestros
bienes y demos todo a los demás. No obstante, la idea de compartir unos con
otros (con sabiduría de Dios, con amor y con una motivación correcta) sí es un
principio que debemos practicar pero nadie nos puede obligar o presionar para
darle a otros para sus necesidades ya que es de forma voluntaria y debemos
evaluar cada caso porque hay muchas personas conchudas, astutas y mentirosas
que buscan cualquier oportunidad para pedir a los creyentes, a las iglesias o a
los pastores; es más, hay gente perversa que presiona a los creyentes para que
den propiedades, joyas, vehículos y demás bienes, con falsos argumentos tomados
de pasajes bíblicos fuera de contexto.
Dios quiere que
nos dejemos guiar por el Espíritu Santo en nuestro dar. Encontremos maneras de
dar a las personas que necesitan de nuestro apoyo de una manera eficaz pero no
caigamos en engaños y cuentos de gente que aparenta necesidad pero que son
maestros de la hipocresía. Oremos a Dios que siempre nos guíe a dar con
sabiduría y no a vagos ociosos y mentirosos que usan hasta la Biblia o el
nombre de Cristo para manipular y mover emociones.
El N.T. habla del concepto de la siembra y la
cosecha aplicándolo al principio del dar:
“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también
segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también
segará”
(2 Cor. 9:6).
Dios recompensa
la generosidad de un corazón que da con voluntad y disposición, pero también
puede permitir momentos de escasez debido a una actitud egoísta cuando el
corazón se cierra para dar; sin embargo, esta obra la hace Dios en su trato con
cada persona. Por ende, un predicador sabio jamás presionará a la gente a dar más
para recibir más sino que enseñará sobre la fidelidad de Dios para retribuir a
quien ayuda a una persona en necesidad o coopera con un ministerio de buen
testimonio; de igual manera, un predicador sabio jamás tratará de manipular las
emociones de las personas, ofreciéndoles el favor de Dios si dan más o pronosticando
la escasez si dan menos. Repito: la soberanía de Dios y su gracia son
suficientes para tratar a cada persona y no necesitamos usar estrategias
psicológicas para ilusionar o amedrantar a los hijos de Dios porque él tiene el
control de cada situación y guiará a los creyentes con su multiforme sabiduría.
Dios es todo
suficiente para suplir todas nuestras necesidades pero la gracia de dar y
compartir estimula en Dios su capacidad para darnos aún más allá de lo que
pedimos, anhelamos o necesitamos.
“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en
vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo
suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a
los pobres; Su justicia permanece para siempre” (2 Cor. 9:8,
9).
Todo lo que
tenemos es de Dios; él nos da todo lo que hoy disfrutamos; por consiguiente, si
yo doy de lo que he recibido, debo reconocer que esta semilla no viene de mí
sino de Dios.
“Y el que da semilla al que siembra, y pan al que
come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de
vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad,
la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios” (2 Cor. 9:10,
11).
Dios multiplica
nuestra siembra y nuestra cosecha para que aumenten los frutos y para que
tengamos mayor capacidad para ser generosos; quienes se benefician de nuestro
apoyo darán a Dios las gracias y su nombre será glorificado.
Nota: El N.T. es
muy claro para enseñarnos más principios financieros que nos forman en el
manejo del dinero:
* Cada cristiano
debe proveer para su casa y para su familia (1 Tim. 5:8). Esta es una prioridad
para que seamos ejemplo y buen testimonio a nuestra familia y a todos los que
nos rodean.
* Cada cristiano
debe cumplir con sus obligaciones financieras, pagar sus deudas y pagar sus
impuestos (Rom. 13:7).
* Cada cristiano
debe ser responsable en su trabajo y debe compartir con aquellos que realmente
necesitan de su apoyo (Ef. 4:28).
* Cada cristiano
debe ser generoso y hacer buenas obras con su dinero (1 Tim. 6:17, 18).
* Cada cristiano
debe disfrutar de la bendición de Dios y darse gusto (Ecl. 2:24).
Conclusiones
- Ningún
cristiano o predicador estudioso de la Biblia puede demostrar que los
cristianos del N.T. practicaban el diezmo; no existe ningún fundamento bíblico
que lo evidencie; no hay pruebas bíblicas de que Cristo diezmó ni siquiera de
que los apóstoles o las iglesias lo hicieran; mucho menos hay referencias de
que algún apóstol o predicador del N.T. enseñe diezmos para los cristianos,
como tampoco lo hizo Cristo.
- Muchos
insisten en que el diezmo sigue vigente como un principio que los cristianos
deben practicar como reconocimiento a Dios, en gratitud por sus bendiciones y
como una responsabilidad con un ministerio o iglesia local; sin embargo, ya
hemos visto muchos argumentos que nos llevan a concluir que el diezmo no debe
ser considerado como un principio eterno y permanente, pues tuvo su contexto
solo en relación con el pueblo de Israel. El único principio eterno y divino es
el principio de dar voluntariamente, con amor, generosidad y alegría, como lo
hace Dios mismo.
- El N.T. tiene
mucho que decir acerca del dar pero nunca este principio se relaciona con el
diezmo. El problema de diezmar (establecer una medida) es que se tiende a
ignorar el valor de las enseñanzas de Cristo y del N.T. sobre el dar; por
tanto, el N.T descarta completamente la idea de enseñar o pedir diezmos en la Iglesia
de Cristo.
- Los cristianos
estamos llamados a ofrendar, no a diezmar. Por ejemplo, la iglesia cristiana tuvo
su desarrollo realmente en el libro de los Hechos. Al estudiar este texto en
busca de la práctica del diezmo, nos encontramos con la sorpresa que este tema
brilla por su ausencia; ni siquiera se hace mención al diezmo ni como una
enseñanza, ni como una práctica; solo se menciona pero como una referencia en
Heb. 7 (pero no como una costumbre cristiana). Así pues, al profundizar en el
N.T., es interesante notar que los cristianos no estamos obligados ni llamados
a diezmar; después de la muerte de Jesús no se encuentra ninguna escritura
bíblica (desde Hechos hasta Apocalipsis) en donde los cristianos tengamos que
cumplir con esta medida.
- Algunos creen
que la ausencia de enseñanzas sobre el diezmo en el Libro de Hechos y en las
epístolas demuestra que el diezmo era un principio tan universalmente aceptado
que no necesitaba ser mencionado. Esa conclusión es falsa y rebuscada porque el
Nuevo Pacto es un cambio total en la forma en que el hombre se relaciona con
Dios. El cambio en la relación es la razón del por qué el diezmo no es
mencionado; es que no necesita ser mencionado, no tiene sentido y es irrelevante.
Lastimosamente, muchas iglesias y predicadores han perdido de vista el
verdadero significado del Nuevo Pacto en Cristo que es la libertad del pecado y
la gracia de Dios que transforma el corazón del hombre para entregarse con amor
y no por miedo o por un interés personal de recibir beneficios de Dios.
- Para los
cristianos del N.T. no existen más pactos según la Ley de Moisés; el único
pacto que tenemos los cristianos es el que realizó Cristo al entregarse en
sacrificio en la cruz por nosotros; éste es el único pacto al que estamos
sometidos los cristianos; el diezmo ya no tiene nada que ver con este Nuevo
Pacto, ni mucho menos con nosotros que somos considerados como cristianos
gentiles (no judíos). Por otra parte, nadie tiene derecho ni argumentos bíblicos
para invitarnos a hacer pactos con Dios mediante ofrendas materiales porque el
hombre no pacta con Dios… es Dios quien pacta con el hombre (esto lo vemos en
el Antiguo Pacto con Israel y lo vemos en el Nuevo Pacto con los creyentes). Lo
único que un seguidor de Cristo y predicador del Nuevo Pacto puede hacer es
enseñar con su ejemplo y con la Biblia el principio de dar voluntariamente,
motivando a los creyentes, pero no debe ofrecer de parte de Dios a la gente, milagros,
sanidades, liberaciones, conversiones, salvación de familiares o conocidos,
bendiciones económicas, prosperidad, negocios, etc. a cambio de un pacto
económico, una ofrenda o un diezmo; esto es convertir el evangelio en un
negocio y Dios aborrece y castiga este pecado de avaricia.
- Aunque el
diezmo (antes y durante la Ley) hace referencia a una medida específica, vemos
que en el N.T. los creyentes, no solo daban con generosidad, sino que algunos
daban más allá de sus posibilidades, pero jamás un verdadero ministerio de
Cristo se aprovechará de la nobleza de la gente sino que será sencillo y
desprendido de lo material (como lo hizo el Maestro); así pues, cada persona es
libre para apoyar según su capacidad pero nadie debe ser forzado, presionado o
manipulado por falsas promesas para que ofrende. Debemos limitarnos a enseñar
el principio de dar y las promesas que realmente aplican para los creyentes del
Nuevo Pacto.
- La nueva
relación con Dios a través de Cristo opera diferente a la Ley de Moisés; por
tanto, los cristianos son libres del concepto de diezmar porque ellos son
llamados a dar como lo proponen en su corazón. ¿Por qué retroceder y buscar la
clase de vida espiritual que tuvo Abraham? ¿Por qué no ir en pos de aquello que
está disponible para nosotros en Cristo hoy en día? El asunto ahora es la fe
que nos permite ser guiados por el Espíritu Santo para hacer las cosas que
agradan a Dios: el amor, la solidaridad, la unidad, el compañerismo, el
servicio a los demás, la justicia y la santidad; así pues, no es necesario
diezmar.
- Pablo dice: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice,
lo dice a los que están bajo la ley” (Rom. 3:19); “pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Rom. 6:14); “pero si sois guiados por el Espíritu, no
estáis bajo la ley” (Gál 5:18). Entonces, si queremos practicar los
diezmos, debemos vivir bajo la Ley porque en la Ley se instituyeron; pero se
supone que estamos bajo la Gracia en Cristo. Entonces, no podemos estar bajo la
Ley y a la misma vez bajo la Gracia. Si estamos bajo la Gracia, el Espíritu de
Dios nos guía a toda verdad, nos motiva a dar de corazón, con generosidad y
alegría, pero si estamos bajo la Ley, entonces estamos obligados a dar el 23%
de todos nuestros ingresos según los 4 tipos de diezmos que se enseñaron
anteriormente; de lo contrario, estamos bajo maldición por estar sujetos a la
Ley, si no la cumplimos.
- En el N.T.,
nuestro Señor Jesucristo fue la máxima expresión del sistema de culto de la Ley
de Moisés y trascendió todos los sacrificios y ofrendas que jamás pudieron
justificar ni perfeccionar a los judíos; Cristo no vino a dar un porcentaje o
una medida de sí mismo sino que lo dio todo por amor. Él se ofreció a sí mismo
como el sacrificio definitivo (Heb. 7:27; 9:14). De igual forma, los creyentes
que somos fieles al Señor debemos presentarnos en sacrificio vivo ante Dios y a
favor de los demás (Rom. 12:1; Fil. 2:17). Esta entrega es lo más valioso para
Cristo.
- No somos
llamados a dar un 10% ni un 50% sino un 100% al Señor y al cumplimiento de su
voluntad en la tierra que es la salvación de la humanidad. Ya no hay medida
para dar sino que el Señor quiere todo para él (no para un hombre, no para un
levita, no para un sacerdote, no para una iglesia, no para un predicador, no
para un pastor sino para él).
- Recordemos que
Dios siempre nos ha superado en su capacidad para dar porque él nos da aún más
de lo que merecemos y siendo dignos de su juicio por causa de nuestros pecados,
él nos dio lo más excelente: a su Hijo en la cruz. A cambio de este amor, lo
que Dios pide es nuestra entrega al 100% y en este sentido, cuando nos
entregamos a él, recibimos de él mismo el don de dar, a fin de ser generosos
con otros (sean personas necesitadas, sean hermanos en la fe o sean ministerios
comprometidos a predicar el evangelio por amor y no por dinero); por ende,
ofrendemos con amor, gratitud y consciencia de la voluntad de Dios.
- Nunca podremos
ganarle a Dios en el dar porque él siempre nos sorprenderá con su misericordia;
aprendamos a confiar en su bondad y su justicia porque con toda seguridad él
siempre será mucho más generoso que nosotros.
- En el Nuevo
Pacto, Dios es el primero, el último, y todo lo que haya en medio. El es lo
único. Es el todo en todos. No hay nada más. En Cristo todo es dedicado a Dios
y todo es usado para su propósito eterno. La prioridad del creyente del Nuevo
Pacto es Cristo porque él es todo y todo lo que el creyente fiel hace es para
Cristo. Si ofrenda lo hace para Cristo; si comparte con los demás en momentos
de necesidad, lo hace para Cristo.
- Dios no nos
pide nada que no nos haya dado antes (1 Jn. 4:19). Por ende, todo lo que
hacemos es por su gracia, todo lo que sabemos es por su bondad y todo lo que
tenemos es suyo; aprendamos a dar con amor y a compartir según la generosidad
que Dios nos muestra cada día; no seamos
indiferentes a la necesidad de otros y sirvamos con nuestros bienes a quienes
podemos ayudar. De igual manera, no seamos indiferentes a la Gran Comisión de
Cristo y sirvamos a la proclamación del evangelio en donde el Señor nos guíe a
congregarnos y trabajar unidos por la salvación de muchas vidas que necesitan
de Dios.
- Hay una frase
que me encanta: NINGÚN MENSAJE A FAVOR DEL DIEZMO QUE SE PRESENTE PODRÁ MOTIVAR
AL PUEBLO A DAR MÁS QUE LO QUE HARÍA UN CORAZÓN MOVIDO POR DIOS, AGRADECIDO Y
GENEROSO.
- Hay algo
interesante y es que muchos pastores que enseñan, piden o exigen diezmos,
relatan que la mayoría de los miembros de la iglesia no diezman o que no lo
hacen con regularidad; definitivamente es mejor ajustarnos a las enseñanzas de
Jesús y de los apóstoles acerca de la importancia de dar y no necesitamos usar
el concepto del diezmo porque nada garantiza que la gente apoye con sus
finanzas; solo nos basta la gracia infinita de Dios que puede mover los
corazones para que sean generosos y cooperen con amor y alegría para la gloria
de Dios. Esto sí es vivir por fe y predicar por fe.
- Después de meditar
en este estudio, es una bendición tener una posición bíblica clara acerca de
este tema porque nuestro deber es reflejar como cristianos, como predicadores y
como iglesia, que nuestra prioridad no es el dinero sino la salvación de la
gente y esto genera confianza y credibilidad, estimulando el corazón para dar
como Dios enseña en las Sagradas Escrituras.
- El evangelio
tiene un valor tan alto que ninguna medida de dinero podría comprar la
salvación que Cristo nos da gratuitamente; si se reuniera todo el oro, la
plata, los metales, las piedras preciosas, todos los bienes materiales y todo
el dinero que existe en el mundo, jamás se podría comprar el cielo, la vida
eterna y mucho menos, se podría salvar un alma de la condenación eterna; por
ende, el solo pensamiento de cobrar dinero (sean diezmos, ofrendas o algo
similar) por predicar el evangelio, es un insulto y un irrespeto abominable a
Cristo, quien pagó con su propia sangre el precio de nuestra salvación.
Entonces, quien predica el evangelio solo lo debe hacer por amor y su deber es
enseñar el principio de dar con amor, con alegría, de forma voluntaria y
generosa, ayudando al necesitado y apoyando la Gran Comisión y a quienes se
dedican a ganar almas para el reino de los cielos. Todo esto tiene como fin el
servir a los propósitos de Cristo; nadie tiene el derecho o la autoridad para
ponerle al evangelio un precio, una medida o una cantidad de dinero (como por
ejemplo con los diezmos); cada creyente debe ser libre para dar según la gracia
de Dios.