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sábado, 1 de agosto de 2015

El sostenimiento financiero de la iglesia local Parte VI


- El profeta Amós menciona en su libro el diezmo judío en el contexto de la decadencia espiritual de la nación.

“Id a Bet-el, y prevaricad; aumentad en Gilgal la rebelión, y traed de mañana vuestros sacrificios, y vuestros diezmos cada tres días. Y ofreced sacrificio de alabanza con pan leudado, y proclamad, publicad ofrendas voluntarias, pues que así lo queréis, hijos de Israel, dice Jehová el Señor” (Am. 4:4, 5).

Esta referencia del diezmo aquí en el libro de Amós no tiene nada que ver con los cristianos del N.T. ni mucho menos con las iglesias; tomar esta escritura para pedir los diezmos a los cristianos es torcer el mensaje real del por qué fue escrito este pasaje en el libro de Amós.

Si leemos bien, las palabras de Amós contienen ironía y sarcasmo porque el pueblo practicaba lo malo y a la vez traía sacrificios, diezmos, alabanza y ofrendas voluntarias a Dios, sin importar su condición espiritual corrupta y caída delante de Dios. En esta situación, Dios rechaza la maldad porque no se deja llevar por las apariencias del hipócrita, así se desprenda de muchas cosas materiales como muestra de supuesta piedad.

- El profeta Malaquías también habló del diezmo y la ofrenda y presenta la maldición de Dios para la nación de Israel porque no diezmaba ni ofrendaba como la Ley estipulaba. En este pasaje, Dios habla de traer todos los diezmos al alfolí, pero como se dijo antes, mucha gente ignora que éste era una granero con espacio suficiente para albergar frutos de la tierra (y ganado) que los israelitas traían para el sostenimiento del ministerio levítico. Dios estaba llamando a su pueblo Israel a traer alimento para su casa (el templo).

Esta referencia de Malaquías suele ser la más utilizada por los que pretenden exigir el diezmo a los creyentes, pero se ignoran todas las enseñanzas que el libro completo da con respecto a la responsabilidad del sacerdote para con el pueblo; de hecho, el libro comienza con una amonestación fuerte contra los sacerdotes, pero la mayoría de predicadores que están a favor del diezmo solo enfatizan este punto pero no se habla del pecado de los que estaban al frente del pueblo porque habían descuidado la obediencia estricta a la palabra de Dios, alterando el significado de sus mandamientos y habían descuidado su rebaño, buscando su propio beneficio.

Luego, el profeta Malaquías muestra que el pueblo de Israel se había desviado de la voluntad de Dios al punto que sus corazones ya no eran rectos con respecto a la obediencia que Dios quería; una prueba de ello es que traían animales defectuosos para el sacrificio, animales cojos, enfermos y hasta ciegos; todo ello estaba muy lejos de lo que Dios les ordenó según la Ley que debían cumplir (Lv. 22:19; Dt. 15:21) pero los sacerdotes también aceptaron este pecado. Este tipo de conducta no agradó a Dios y Malaquías se los hizo saber (Mal. 1:8). Era una condición moral y espiritual terrible por la que estaba atravesando el pueblo de Israel a causa de su mala conducta pero ¿cómo fue que el pueblo de Israel se desvió de la Ley? Pues aquí hay algo muy importante para aprender, y es que la responsabilidad de tal desviación recayó primero en los sacerdotes, quienes tenían la función de guiar correctamente al pueblo de Israel, y en lugar de eso, toleraron lo malo.

“Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos. Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos” (Mal. 2:7, 8).

Las autoridades (pastores y predicadores) de muchas iglesias deberían reflexionar en este pasaje antes de enseñar sobre cualquier tema (incluido el de los diezmos) porque podrían estar en aprietos cuando alguien que no traga entero les exponga con argumentos bíblicos la verdad sobre los diezmos.

En el libro de Malaquías encontramos un mensaje duro de parte de Dios para la nación de Israel a causa de su desobediencia en cuanto a cumplir con los diezmos y las ofrendas: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos? ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos” (Mal. 3:6-12).

Es terrible el mal uso que muchos predicadores hacen de este pasaje bíblico, aplicando este mensaje para explicar que los cristianos de hoy deben dar sus diezmos, sin considerar el contexto por el cual fue escrito; claro está, muchos cristianos de hoy que no estudian la Biblia con seriedad y disciplina, creen que este pasaje bíblico les está hablando a ellos y se sienten amedrantados y atemorizados porque supuestamente Dios les llama ladrones y los maldice si no diezman ni ofrendan.

Para entender correctamente este pasaje, debemos primero leer todo el libro de Malaquías y evaluar el contexto del mismo; asimismo, debemos tener en mente a quiénes fueron dirigidas estas palabras (destinatarios); para ello revisemos los siguientes versículos del libro:

“Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías” (Mal. 1:1).

“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado” (Mal. 3:9).

En esencia, el mensaje está dirigido a la nación de Israel y no a los creyentes en Cristo.

Quien aplique este mensaje literal para los creyentes de hoy, está malinterpretando las Escrituras porque todo el libro de Malaquías es una reprensión severa al pueblo de Israel y a sus sacerdotes quienes se habían desviado de la “Ley”; esto lo dice claramente Dios en Mal. 3:7 en donde Dios se refería a la “Ley” y no a otra cosa. Los cristianos del Nuevo Pacto estamos excluidos de esa “Ley”; la maldición no era ni es ni será para nosotros. No permitamos que los hombres nos atemoricen con falsas interpretaciones de la Biblia.

La maldición que Dios pronuncia en el libro de Malaquías era solamente para los israelitas que debían cumplir la “Ley” y de esto advirtió el mismo Dios muchos años antes, si ellos se apartaban de la “Ley”; leamos este pasaje bíblico que lo reafirma: “Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir” (Dt. 28:15-19). 

Dios no espera de nosotros que cumplamos la “Ley” antigua, sino que vivamos bajo la gracia en Cristo; de no ser así, ¿qué sentido tendría el que Jesús haya venido? Hubiese sido más fácil para Dios reafirmar sus “leyes” sin necesidad de sacrificar a Jesús, pero los que estudian a profundidad la Biblia saben que sí era necesario un Nuevo Pacto porque la Ley no pudo perfeccionar a nadie (Heb. 7:18, 19) pero en Cristo somos santificados, justificados y perfeccionados por su obra en la cruz; ahora los cristianos debemos ser fieles a Cristo y obedecer sus enseñanzas; sin embargo, Jesús no ratificó el diezmo ni lo enseñó como un principio para practicar y eso lo veremos más adelante con suficientes argumentos bíblicos en el N.T.

Tengamos claro lo siguiente y es que cuando algún predicador quiera usar un pasaje bíblico, deberá asegurarse de que su mensaje esté dentro del contexto correcto; para ello tiene que respetar ciertas reglas y principios de interpretación bíblica, evitando de esta manera cometer un grave error “exegético”.

¿Qué es la exégesis? La palabra exégesis significa ‘extraer el significado de un texto dado’. En general, la exégesis presupone un intento de ver el texto objetivamente. La exégesis tradicional requiere lo siguiente:

* Análisis de palabras significativas en el texto, en el marco de la traducción.
* Examen del contexto general histórico y cultural.
* Confirmación de los límites de un pasaje.
* Examen del contexto dentro del texto.

Si alguien ignora estas reglas esenciales en la interpretación de la Biblia, siempre cometerá muchos errores al tratar de entender y enseñar a otros. Por tanto, debemos tener mucho cuidado en este aspecto.

- No existe referencia bíblica que diga específicamente que los cristianos tengamos que diezmar en este tiempo de la gracia. En Mal. 3:9 dice “toda la nación” que es Israel; no dice las naciones ni la Iglesia de Cristo. Por ende, los diezmos no aplican para la Iglesia de Cristo.

Si nos ceñimos a una buena interpretación bíblica en estos temas, no se debe pedir ni exigir diezmos, sino que el deber de un pastor o predicador es servir a la gente, predicando el evangelio de forma gratuita y sin imponer medidas de dinero a quienes desean escuchar y vivir la Palabra de Dios. La Biblia en general y el N.T. nos estimulan a ofrendar de corazón voluntario y con alegría para apoyar ministerios de buen testimonio que están dedicados a la expansión del reino de Dios. Estos son los verdaderos principios divinos y eternos que siempre han estado en la Biblia, y serán profundizados posteriormente en este estudio.

- Existen movimientos religiosos y predicadores que psicológicamente esclavizan a sus miembros con la “Ley” al decirles que si no dan sus diezmos están robando a Dios e inmediatamente citan la Escritura de Mal. 3:9, aplicando de forma errónea las palabras de este libro.

Si nosotros aceptamos cumplir la ley del diezmo, estaríamos aceptando la esclavitud de la “Ley” y rechazando la libertad en Cristo a través de su “gracia”.

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gál. 3:13, 14).

La salvación de Cristo no requiere de dinero porque es gratuita; quien pretende cobrar dinero por la salvación es un ladrón y Dios le juzgará.

La justificación ante Dios no depende de dar dinero; quien intente manipular a otro, ofreciéndole la falsa esperanza de que Dios lo ve justo si diezma y ofrenda, es un embaucador y deja ver su codicia (o sencillamente es un ignorante en el concepto correcto del diezmo en la Biblia).

La bendición de Dios tampoco está condicionada a dar diezmos; quien promete la bendición divina con base en la cantidad de dinero que diezme está engañando a la gente porque la Biblia contiene principios superiores que trascienden la medida del diezmo y nos dan confianza y paz para recibir la bendición material de Dios para nuestra vida.

Mi intención no es entrar en polémicas o discusiones basadas en opiniones o puntos de vista personales; este estudio está 100% basado en la Biblia y estoy abierto a compartir con la persona que quiera para evaluar si los argumentos aquí expuestos contradicen las Escrituras. Si con argumentos bíblicos correctos soy convencido que estoy en un error o tengo interpretaciones equivocadas de la Biblia, entonces mi deber como cristiano es reconocer mi error y cambiar mi posición; de lo contrario, seguiré firme en la palabra del Señor y no aceptaré opiniones de hombres.

Que el Señor nos guíe a toda verdad por medio de la Escritura y por la gracia del Espíritu Santo…

- Muchos pueden tener una buena intención al diezmar o al enseñar sobre los diezmos, pero siempre estarán sinceramente equivocados porque la Biblia no aprueba esta práctica para los creyentes del Nuevo Pacto.

Puede parecer un acto noble el hecho de dar un diezmo en nombre de Dios, pero recordemos que todo lo que hacemos debe estar basado en la verdad bíblica y no en buenas intenciones o conceptos personales. Si hacemos esto, entonces ¿cuál será el ejemplo que daremos a quienes nos oyen o nos ven? ¿con qué autoridad enseñaremos la Biblia si somos movidos por sentimientos y opiniones personales? ¿tendremos la absoluta seguridad que les enseñamos la verdad divina o son conceptos humanos?

Por tanto, el llamado supremo de un predicador es honrar a Cristo y no debe poner cargas sobre los creyentes que Dios no aprueba ni debe esclavizar a la Iglesia con prácticas fuera del contexto del N.T., ignorando la libertad que Cristo nos ofreció con su muerte y resurrección.

Soy consciente que existen personas que después de leer o estudiar este material aún insistirán con la práctica del “diezmo” pero yo cumplo con mi responsabilidad de enseñar lo que la Biblia dice sobre este tema. Si alguien quiere pagar el diezmo o quiere enseñar el diezmo a la Iglesia, después de leer todo lo que la Escritura dice al respecto, cada cual dará cuentas a Dios de sí mismo; simplemente me limito a enseñar la Biblia pero dejo a Dios la parte que a él le corresponde: guiarnos a toda verdad.

- Volviendo al tema de Malaquías, hay una pregunta interesante: si usted interpreta que la maldición de Malaquías es para usted como cristiano si no diezma ni ofrenda, entonces ¿dónde queda la expresión de Pablo en 2 Cor. 9:7 que dice: “Dios ama al dador alegre”?

El “dar” es un acto cristiano también, pero los cristianos no somos llamados a diezmar, sino que somos llamados a ofrendar de forma voluntaria, generosa y con alegría; por eso, Dios toma en cuenta este tipo de ofrendas y sabe recompensar muy bien, pero si alguien aplica la maldición de Malaquías para la Iglesia de Cristo hoy, ¿será que tendremos alegría para dar o estaremos movidos por el miedo a ser llamados ladrones?

Cuando lleguemos al estudio del N.T. y el sostenimiento financiero de la iglesia cristiana, veremos cuáles son los principios que Dios quiere que aprendamos con respecto al dar con alegría.

Con todo esto surgen nuevamente más preguntas:

¿A cuál de los dos pactos nos sometemos los cristianos: al de la Ley o al de la Gracia? ¿al Antiguo Pacto con Moisés o al Nuevo Pacto con Jesucristo?

- Diezmar durante la Ley no tiene nada que ver con la vida del Nuevo Pacto. Todos los mandamientos, instrucciones, exhortaciones, bendiciones, y maldiciones relativas al diezmo durante la Ley fueron para el pueblo que estuvo bajo la Ley. Todo esto no es para la Iglesia. Es incorrecto tomar las Escrituras que fueron dadas a Israel cuando ellos vivieron bajo la Ley de Moisés y usarlas para enseñar diezmo a los cristianos porque esto trae confusión dentro de la Iglesia y da lugar a prácticas de manipulación y amenazas de parte de predicadores y pastores que están en busca de beneficios económicos al predicar el evangelio. Eso es lo que se hace cada vez que alguien lee Malaquías 3:10: “Traed vuestros diezmos al alfolí…” o declara “el diezmo es del Señor” (Lv. 27:30), con el propósito de convencer al pueblo para que diezme. Muchas de estas expresiones fuera de contexto infunden en los creyentes la enseñanza mal aplicada de Malaquías 3:9 con el fin de obtener los diezmos al decirles que “el hombre no debe robarle a Dios”; este lenguaje, en vez de inspirar a la gente a buscar de Dios, puede dar lugar a dudas y sospechas con respecto a las verdaderas motivaciones de los pastores o predicadores y se convierte en un escándalo, siendo ellos mismos quienes terminan robando y engañando al hombre en el nombre de Dios.

- Otro punto importante a tener en cuenta es que los judíos en la actualidad no diezman. Por ejemplo, los rabinos judíos, quienes por obvias razones tienen un conocimiento vasto de la Ley y saben cómo aplicar mejor estas cosas, ellos no piden diezmos porque ellos saben que únicamente los levitas pueden recibir el diezmo y en la actualidad ya no existen levitas reconocidos a quienes dar sus diezmos.

Los judíos no pagan el diezmo, y la explicación que dan es muy lógica y fácil de comprender: el diezmo, que pertenece a la Ley y que ellos se esfuerzan por cumplir, ordena a los de la nación de Israel a diezmar para la manutención del templo de Jerusalén y de los sacerdotes levitas. Hoy no existe el templo ni hay sacerdotes levitas; así que no se debe pedir en las sinagogas el diezmo, donde además no existe un sacerdote de la tribu de Leví, sino que simplemente es un rabino o maestro.

Ya dijimos anteriormente: en el tiempo de Jesús, los judíos pagaban sus diezmos en especies en el templo judío para que no faltara la comida allí pero el Señor sabía perfectamente que ese templo pronto sería destruido. Hoy no existe el templo en Israel y no hay sacerdotes ni levitas. Todos los registros de los archivos genealógicos que se guardaban en el templo fueron destruidos en el año 70 d.C.

Así pues, es obvio que los rabinos de hoy no pidan diezmos porque ellos, conocedores de las Sagradas Escrituras, saben que únicamente los levitas podrían hacerlo, y si estuvieran en el templo de Jerusalén.

Ahora sabemos que la “Ley” era solo para los judíos; también sabemos que el diezmo era para el sostenimiento de los Levitas, y que este diezmo debía ser llevado al templo o al tabernáculo judío.

La Ley fue oficializada por Dios a través de Moisés y estuvo vigente para todo el A.T. hasta los días del ministerio de Jesús, pero la Ley fue cumplida y trascendida con la muerte de Jesús en la cruz, dando paso al nacimiento del Cristianismo y al tiempo de la Gracia.

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