II. El contenido del evangelio
Ya se ha planteado de
forma general qué es el evangelismo, quién puede ser llamado evangelista, qué
es el evangelio y cuáles son las razones primordiales que deben mover a los
verdaderos discípulos de Cristo a predicar el evangelio; sin embargo, hay algo
que muchas veces se descuida en la práctica del evangelismo de la mayoría de
las iglesias y de los creyentes y es definir y entender el contenido exacto del
evangelio bíblico. Así pues, enfoquémonos en lo que es esencial en el
evangelio, en lo que implica el evangelio y lo que no es el evangelio.
a. Lo que es esencial en el Evangelio
1. Si bien se puede decir
que muchos pasajes del N.T. hablan acerca del evangelio, hay un pasaje que
resume todo el evangelio y que habla acerca de la resurrección de Cristo: “Además os declaro, hermanos, el evangelio
que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado,
sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce” (1 Cor. 15:1-5).
2. Según el
entendimiento de Pablo por la revelación del Espíritu Santo que recibió,
podemos corroborar que el evangelio de Cristo se centra en lo siguiente: el
evangelio viene de Dios, brinda la seguridad de la salvación en Cristo por la
fe en lo que las Escrituras presentan y no se basa en conceptos y opiniones
personales porque entonces la fe sería inútil.
3. Notemos cuál el
contenido del Evangelio que Pablo proclama en este pasaje bíblico:
* Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras.
* Fue sepultado.
* Resucitó al tercer
día, conforme a las Escrituras.
* Se apareció a sus
discípulos.
Eso es todo. No hay
nada más que se le pueda agregar y no hay nada que se le pueda quitar.
¡ESTE ES EL
CONTENIDO ESENCIAL DEL EVANGELIO!
b. Ahora, aclaremos cada parte del Evangelio
Aquí hay dos hechos y
una prueba para cada uno:
Hecho uno: Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras.
Prueba: Fue sepultado; esa es una prueba de que murió.
Hecho dos: Resucitó de entre los
muertos, conforme a las Escrituras
Prueba: Se apareció a sus discípulos (a Pedro, a los doce, a más de quinientos
y a Pablo).
Examinemos estos
puntos en profundidad…
Hecho uno: Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras.
Esta afirmación
incluye el siguiente contenido en el que debemos creer:
• Jesús es Dios
manifestado en carne.
• Cristo murió para
llevar sobre sí la culpa y el castigo por nuestros pecados (como el Cordero de
Dios y como sustituto por los hombres).
• Todo esto estaba
anunciado en las Escrituras (Is. 53:4-7).
Prueba: Fue sepultado; esa es una prueba de que murió.
Hecho dos: Resucitó de entre los
muertos, conforme a las Escrituras
Algunos creen que la
única parte del Evangelio que es importante es la muerte de Cristo, pero esto
no era lo más importante para los apóstoles. Si ellos solamente hubieran
insistido en que Cristo murió, no hubieran tenido ningún problema con los
judíos o con los romanos porque ellos no creían en esto. Así pues, fue su
insistencia en que Cristo resucitó de entre los muertos lo que los metió en
problemas y fue por esta verdad que murieron. Esta verdad debe ser también
igual de importante para nosotros porque es una parte esencial del Evangelio.
Las Buenas Nuevas (buenas noticias)
consisten en proclamar el hecho de que Cristo murió por nuestros pecados pero
está vivo y es nuestro abogado a la diestra del Padre y nos salvará de la ira
venidera si ponemos toda nuestra confianza en él como Salvador (Rom. 5:9, 10).
Prueba: Se apareció a sus discípulos (a Pedro, a los doce, a más de quinientos
y a Pablo). En otras palabras, cientos de testigos lo vieron vivo después de su
muerte; esa es una prueba de que resucitó.
c. Ahora, hagamos un resumen del evangelio:
“El Mesías prometió
en las Escrituras que vendría, que moriría y que pagaría por nuestros pecados,
que luego resucitaría de entre los muertos y viviría con nosotros para siempre…
y todo lo que dijo lo cumplió porque es Dios verdadero y fiel”
Esta es otra forma de
definir todo el contenido del evangelio. Fue éste el evangelio que Pablo
presentó a los otros apóstoles en Jerusalén y fue aprobado (Hch. 15). Es éste
el evangelio que Pablo dice que no debe ser modificado de ninguna manera porque
esta desviación trae el justo juicio de Dios (Gál. 1:8). Además, para poder ser
salvos, cada uno debe creer en este evangelio bíblico.
En el idioma griego,
las palabras creencia y fe son lo mismo: pisteuo que significa
poner todo el peso de uno sobre algo.
Miremos un ejemplo
Supongan que les
pregunto si una silla podría sostenerlos. Ustedes dicen: Sí. Luego, les pido
que se sienten en ella. En vez de sentarse en la silla, apoyan la mano poniendo
un poco de peso, luego ponen más peso hasta que al final se sientan
completamente. Lo que demostrarían no sería fe sino duda. Si tuvieran la clase
de fe que salva, se sentarían y pondrían todo su peso sobre la silla.
Este el tipo de fe o
creencia que salva: es una convicción que pone todo su peso sobre lo que Cristo
hizo, y no confía de modo alguno en lo que nosotros hacemos para ser buenos
delante de Dios. No se trata solo de saber que la muerte de Jesús es la paga
por nuestros pecados… es confiar plenamente en esa verdad, dependiendo
completamente de ella para nuestra salvación personal.
El N.T. está lleno de
declaraciones de que el único medio de salvación es creer/depender
personalmente del contenido del Evangelio. Por favor, mire los siguientes
versos:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna” (Jn. 3:16).
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo
aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el
día postrero” (Jn. 6:40).
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe” (Ef. 2:8, 9).
“sabiendo que el hombre no es justificado por las
obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en
Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la
ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gál. 2:16).
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