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domingo, 6 de septiembre de 2015

Evangelismo Bíblico Parte V


IV. Lo que no es un requisito para la salvación
Muchos podrían preguntar: ¿qué pasa con la confesión pública de la fe en Cristo, el bautismo en agua, la obediencia a Dios y cualquier buena obra? ¿son éstos requisitos para la salvación?

Lo primero que debemos afirmar por las Escrituras es que estas cosas son importantes para tener una relación saludable con Cristo y un testimonio limpio y digno del evangelio ante los hombres pero no son requisitos para la salvación.

Las buenas obras no nos salvan, pero ellas revelan el carácter nuevo que hemos recibido en Cristo y manifiestan la realidad de una fe verdadera que se va haciendo cada vez más sólida y coherente con las demandas de Dios según su gracia y en el proceso de Cristo en la vida del creyente. Vea lo que dice Stg. 2:17, 18: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”.

Estudiemos estos puntos con mayor profundidad:

a. Confesar a Cristo públicamente
1. La palabra griega para confesar es homologeo y significa “estar de acuerdo”. Los dos siguientes versos son a veces usados por aquellos que dicen que confesar a Cristo públicamente es un requisito adicional para la salvación:

“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:32, 33).

“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Rom. 10:9, 10).

2. Comencemos explorando Mt. 10:32, 33.

En los métodos de estudio de la Biblia, es importante interpretar de forma objetiva el texto, sin apresurarnos a deducir algo que el pasaje no expresa.

Analicemos las siguientes preguntas:

- En el v. 32, cuando Jesús dice: “a cualquiera, pues, que me confiese”, ¿a qué se refiere? ¿Se refiere a que ellos simplemente deben reconocer su existencia como persona? ¿Qué es lo que deben reconocer?
- ¿Menciona el pasaje qué es lo que pasará si una persona no confiesa a Jesús o al menos menciona acaso qué pasará si lo confiesa o si lo rechaza, en relación con la salvación?
- ¿Basados solo en este pasaje, podemos asegurar que las personas que no confiesan a Jesús no serán salvas?

3. Ahora, exploremos Rom. 10:9, 10.

Para algunos, este pasaje parece sugerir de alguna manera que debemos hacer algo, además de creer que podemos tener salvación en Cristo; con esta mentalidad, se estaría planteando que la muerte de Cristo no fue suficiente para salvarnos, a menos que hagamos declaraciones o confesiones públicas de nuestra fe, pero esta interpretación presenta muchos problemas serios. Además, sería el único pasaje que enseñaría esto (si es que lo hace) y por ende, contrastaría con numerosos pasajes claros que afirman que la salvación es un regalo y que nada que hagamos (incluyendo las confesiones verbales) puede darnos la salvación. Además, esta creencia excluye a los niños que murieron antes de poder hablar al igual que los mudos y personas con problemas mentales o problemas para hablar (incluso, si ellos creen que Jesús es su Salvador).

En los métodos de estudios de la Biblia, existe la regla cuatro (4) de interpretación y dice: Interpretar comparando Escritura con Escritura, es decir, interpretar lo oscuro con lo claro y no construir doctrinas en los pasajes oscuros.

Por tal motivo, si usamos las mismas preguntas que utilizamos en Mt. 10, podemos ver fácilmente que este pasaje no dice que vamos a perder nuestra salvación si no hacemos una confesión pública. Simplemente, la Biblia dice que seremos salvos si creemos de verdad en Jesús como Salvador. Dado que muchos pasajes bíblicos afirman que seremos salvos solo por creer y no menciona la confesión como requisito, hay que suponer que la confesión no es más que una respuesta normal para las personas que son salvas, pero no es un requisito para la salvación.

Si establecemos que la confesión pública es indispensable para la salvación, estaríamos contradiciendo otras afirmaciones claras de la Biblia y negaríamos la esencia de la doctrina de la salvación por gracia.

En síntesis, la confesión pública no es un requisito para la salvación; sin embargo, es una respuesta natural de aquellos que confían en Cristo como su Salvador. Debemos hacer esto incluso, si no es un requisito para la Salvación, porque es un mandato.

b. El bautismo en agua
Mucha gente usa equivocadamente algunos pasajes bíblicos para apoyar la idea de que el bautismo con agua es un requisito para la salvación; por ejemplo:

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38).

“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hch. 22:16).

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Mr. 16:16).

“porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gál. 3:27).

“El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Ped. 3:21).
1. El problema con esta posición es que contradice la doctrina bíblica de la salvación solo por gracia. Si hemos de ser bautizados para ser salvos, entonces la muerte de Cristo no fue suficiente para salvarnos. Así pues, tendríamos que añadir esta obra a la suya, por lo que la salvación no sería entonces un regalo de Dios sino que sería por obras. Por supuesto, esta idea es errónea. Además, hay muy buenos argumentos bíblicos para desvirtuar esta posición equivocada.

2. Hch. 2:38 y Mr. 16:16 responden varias de estas cuestiones. Estos versos no dicen que la falta del bautismo con agua nos apartará del cielo; simplemente, señalan que el bautismo con agua es una respuesta a la conversión en una persona que ha creído en Cristo. Como tal, tenemos que recordar que Cristo mismo nos da el mandato de ser bautizados en Mt. 28:19, 20 y nuestro deber es cumplirlo, pero el hecho de no bautizarse tampoco es motivo para condenarse.

3. Gál. 3:27 y 1 Ped. 3:21 tienen una respuesta diferente. Cuando nos encontramos con el término bautismo en la Biblia, tenemos que preguntarnos cuál es su significado y en qué contexto se habló, porque hay varias referencias en la Biblia:

- El bautismo de Juan el Bautista (Hch. 19:3).
- El bautismo de los discípulos de Jesús (Jn. 4:2).
- El bautismo con agua de los cristianos (Hch. 2:38).
- El bautismo de Moisés (1 Cor. 10:2).
- El bautismo con el Espíritu Santo y con fuego (Mt. 3:11; Hch. 1:5).
- El bautismo de Jesús con sufrimiento (Lc. 12:50; Rom. 6:3).

Notemos que los tres primeros son bautismos literales que se realizan con agua pero los últimos tres no implican el sumergirse en agua.

Ahora, el término bautismo proviene de la palabra griega, baptizo. Esta palabra significa “sumergir en”. Miremos una aplicación de la palabra bautizar aparte de sumergirse en agua: cuando un fabricante de ropa sumergía su tela en la tinta para darle color, se decía que la tela era bautizada en la tinta. Salía igual que la tinta y se había identificado totalmente con ella. En pocas palabras, Gál. 3:27 se refiere a identificarnos con Cristo y ser semejantes a él; por otra parte, 1 Ped. 3:21 en su contexto está hablando de la identificación con Cristo que nos lleva a ser librados del juicio de Dios, así como Noé y su familia entraron al arca y fueron salvos del diluvio. Por tanto, estos versos no enseñan que el bautismo con agua es necesario para la salvación ni tampoco enseñan que hay que añadir otra obra para ser salvos.

El bautismo de Moisés que menciona el apóstol Pablo se puede entender de la siguiente forma: Moisés representa el pacto de Dios con el pueblo judío mediante la Ley en el A.T., así como Jesús, el Hijo de Dios, representa el nuevo pacto para la salvación de toda la humanidad (Jn. 1:17; Heb. 3:5, 6). El pueblo de Israel fue convencido de que Moisés era un siervo de Dios por el milagro de la nube que los protegía y por haberlos conducido a salvo a través del mar Rojo (entre otros milagros innumerables que Dios hizo por medio de él); por tanto, se dice que fueron bautizados en Moisés. El término “bautizados” aquí equivale a decir que se identificaron con Moisés y con el propósito de Dios; otra forma de expresarlo es que los israelitas fueron “iniciados” en el pacto de Dios que vendría luego por medio de Moisés en el monte Sinaí (Éx. 14:31; 24:12).

Hay una semejanza entre el bautismo en agua del N.T. y los símbolos de la nube y el mar en el A.T. porque estos elementos tenían agua; de ahí que Pablo los relacione. Ahora bien, los israelitas fueron bautizados en Moisés pero esto no les salvó de los juicios de Dios cuando se rebelaron contra sus leyes; de igual forma, el bautizarse en agua en el evangelio tampoco garantiza la salvación porque es por gracia y por fe en Cristo; si fuese por obras, ningún ser humano podría entrar al cielo porque todos somos pecadores y muchas veces desobedecemos las leyes de Dios pero en Cristo tenemos el único sustituto que pagó con su muerte por nuestra redención y ya no tenemos que enfrentar el juicio de Dios porque hemos creído en la obra perfecta que Cristo consumó en la cruz, llevando el castigo por todos nuestros pecados.

En cuanto al bautismo del Espíritu Santo y con fuego, analicemos los siguientes argumentos:

- Pablo dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Cor. 12:13). La identificación del creyente con Cristo por medio de la obra del Espíritu Santo se hace efectiva cuando creemos en Cristo y hacemos parte del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Esta realidad es para todos los creyentes en Cristo que han sido salvos; sin embargo, hay muchos que creen que la señal de que hemos sido bautizados con el Espíritu Santo es el hablar en otras lenguas pero esto no es bíblico realmente porque las lenguas son un don del Espíritu Santo y no todos los creyentes hablan en lenguas.

- El bautismo por el Espíritu Santo imparte seguridad de parte de Dios porque en Cristo tenemos la bendición de ser salvos e ir al cielo, pero no es una señal de que estamos completamente comprometidos con él ni es un requisito para la salvación (Ef. 1:13, 14; 5:18).

4. Hch.  22:16 puede ser comprendido usando la gramática. Este verso dice: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”. No podemos forzar este texto diciendo que es el bautismo el que perdona o el que limpia los pecados; sin embargo, sí podríamos afirmar que invocar el nombre de Cristo o poner la fe en él, puede llevar al creyente a recibir el perdón de Dios.

La práctica habitual en la iglesia del primer siglo era que después de la conversión, de inmediato se bautizaban pero realmente la salvación siempre ha sido y será recibida por la fe en Jesucristo. En cuanto a la iglesia de Cristo, el tiempo para bautizarse depende de las normas y reglas establecidas en cada congregación, aunque sería ideal que los nuevos convertidos tengan un discipulado bíblico y se evidencien frutos dignos de un verdadero arrepentimiento como lo muestra la Escritura (Mt. 3:5-10).

5. En síntesis, en ninguna parte de la Biblia se enseña que el bautismo con agua es un requisito para la salvación.

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