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jueves, 17 de septiembre de 2015

Evangelismo Bíblico Parte XII


VI. Sistemas religiosos e ideologías diversas

Como creyentes salvos que queremos cumplir la gran comisión de Cristo y predicar el evangelio a toda criatura, debemos entender las creencias religiosas y filosóficas que hay en el mundo y en el entorno en donde estamos, a fin de ayudar a otros a ver su error y confiar en Cristo como Salvador según la Biblia.

En diferentes partes del mundo, los lectores de este estudio estarán más preocupados por leer y comprender mejor ciertas creencias, ideologías y sistemas religiosos debido a su influencia en el lugar donde viven, mientras que otros casi nunca se encuentran gente de ciertas religiones. Por lo tanto, en este material se procurará hacer una descripción general para que todas las personas tengan información práctica de los grupos, organizaciones y religiones más representativas con respecto a los temas relacionados con la salvación, el evangelio y la persona de Cristo. En otra oportunidad se abordarán estos grupos y muchos más (con sus creencias) a mayor profundidad con el objetivo de comprender sus enseñanzas y sus prácticas a la luz de la Biblia, pero en esta ocasión no es el propósito de este estudio.

INTRODUCCIÓN
En sesiones anteriores se trató sobre algunos falsos evangelios dentro del llamado cristianismo (y existen muchos más). Ahora veremos sistemas enteros de falsas creencias religiosas en el mundo. Esta revisión no pretende hacer una exposición completa sino plantear algunos elementos precisos, particularidades de cada religión y cómo abordar a personas que pertenecen a dichas organizaciones con el fin de compartir el evangelio de Cristo de forma eficaz y con argumentos objetivos y bíblicos.

Antes de desarrollar este estudio, consideremos un paralelo para ver qué representa una vida religiosa y qué representa el evangelio de Cristo:

Una vida religiosa
El evangelio de Cristo
1. «Obedezco; luego soy aceptado»
1. «Soy aceptado; luego obedezco»
2. La motivación se basa en el miedo y la inseguridad.
2. La motivación se basa en un gozo agradecido.
3. Obedezco a Dios para conseguir cosas de él.
3. Obedezco a Dios para acercarme a él, deleitarme en él y parecerme a él.
4. Cuando las circunstancias de mi vida no van bien, me enojo con Dios o conmigo mismo porque creo que todo el que es bueno merece ser feliz.
4. Cuando las circunstancias de mi vida no van bien, lucho, pero sé, que si bien Dios puede permitir que eso me suceda para enseñarme y moldear mi carácter, me dará su amor y su paz para afrontar con valor y con fe cada situación que se presenta.
5. Cuando me critican, me siento enojado o afectado porque para mí es esencial pensar que soy una «persona buena». Las amenazas a esa imagen de mí mismo deben ser destruidas a toda costa.
5. Cuando me critican, aunque lucho, no es esencial que piensen que soy una «persona buena». Mi identidad no se fundamenta solo en mi actuación sino en la gracia, la justicia y el amor que Dios me da en Cristo, a pesar de mi humanidad propensa a fallar.
6. Mi vida de oración consiste principalmente en peticiones y solo soy ferviente cuando estoy en necesidad. El objetivo principal de mi oración es controlar las condiciones que me rodean.
6. Mi vida de oración consiste en momentos abundantes de alabanza y adoración. El objetivo principal de mi oración es tener comunión con él.
7. La visión de mí mismo oscila entre dos polos. Si vivo a la altura de mis estándares, me siento seguro, pero entonces tiendo a ser orgulloso y antipático con la gente que falla. Si no vivo a la altura de los estándares, me siento inseguro y fracasado, pero si peco y rezo, empato.
7. La visión de mí mismo no se basa en una visión propia como alguien que alcanza logros morales. En Cristo soy un pecador arrepentido y aceptado por gracia y no por méritos propios; vivo cada día con pasión para Cristo y mi prioridad es ser más como él. Soy tan malo que él tuvo que morir por mí, y soy tan amado que él voluntariamente murió por mí. Esto me hace ser más humilde y sentirme más seguro; si fallo, de todo corazón vuelvo a Cristo y encuentro perdón, porque mi deseo no es pecar sino agradar siempre al Señor.
8. Mi identidad y autoestima propias se basan principalmente en lo arduo que trabajo o cuán íntegro soy; por eso tiendo a menospreciar a quienes no viven según estos parámetros. Así pues, me siento superior a ellos.
8. Mi identidad y autoestima se centran en el que murió en la cruz por todos los pecadores y yo soy el primero. Solo por pura gracia soy lo que soy; por eso no debo menospreciar a quienes creen o practican otra cosa. No soy superior a otros; sencillamente, soy un hijo de Dios que está dispuesto a servir a los demás con el amor de Dios.
9. Yo miro a mi propia calidad o actuación para mi aceptación espiritual y mi corazón fabrica ídolos; éstos pueden ser mis talentos, mi capacidad intelectual, mis títulos, mis logros humanos, mi disciplina personal, mi registro moral, mi condición social, etcétera. Definitivamente necesito tenerlos para que sean mi mayor esperanza, significado, felicidad, seguridad, y fundamento.
9. Tengo muchas cosas buenas en la vida: familia, trabajo, talentos, capacidades, etcétera, pero ninguna de ellas son más importantes que Dios. Además, mi felicidad no depende de ellas sino de vivir en la voluntad de Dios y en la paz que viene de él.

El mundo ha tenido diversidad de costumbres, creencias y religiones de toda clase; por tanto, si estudiamos las Escrituras y la historia universal, veremos que el hombre se inclina frecuentemente en busca de un ser superior o de una explicación de la vida; en este sentido, Satanás ha tomado oportunidad y siempre ha querido imitar las cosas de Dios, ofreciendo al hombre sustitutos que desvíen la adoración al Dios único y verdadero, Creador de todo, para que honre a las criaturas, los objetos inmateriales, los seres humanos, y toda clases de cosas, por encima de Dios (Rom. 1:18-25).

En cuanto a la salvación en Cristo, Satanás conocía el plan de Dios de enviar un Mesías para salvar a las personas por gracia, no por obras (Gn. 3:15). Así pues, Satanás sabe que la salvación solo requiere dos cosas: fe verdadera y que esa fe sea puesta en lo correcto. Por lo tanto, desde el principio de la historia humana, Satanás ha tratado de confundir a las personas con creencias erróneas, falsos dioses, mitos, leyendas, supersticiones, ritos y prácticas paganas que contrastan con la revelación divina, los mandamientos y los principios de Dios en las Escrituras.

Ahora bien, no debería sorprendernos que las falsas opciones que Satanás ofrece tengan un aspecto muy similar a la verdad de Dios. Tampoco debemos sorprendernos si Satanás ofreció estas falsas alternativas, incluso antes de que Dios enviara a su verdadero Mesías, el cual fue anunciado en detalle y profetizado en la Biblia miles de años antes de su manifestación en la tierra.

A medida que analicemos los falsos sistemas religiosos, encontraremos que muchos de ellos son similares al cristianismo, pero cada uno deja de lado o añade suficiente veneno o error como para desviar la mirada del hombre de la salvación en Cristo y ese es el principal objetivo del diablo.

CADA RELIGIÓN Y SECTA TIENE SUS PROPIAS PARTICULARIDADES...

Saber esto, sin duda, ayudará al cristiano a abordar una conversación que conduce hacia Cristo; sin embargo, hablar de esas diferencias es rara vez lo primero que deberíamos hacer para predicar el evangelio. Antes de mirar a cada una de las principales religiones, vamos a hablar de cómo dirigirse a una persona con el mensaje del evangelio, independientemente de su creencia actual.

a. Tu meta es Jesús
Es importante comprender que en cualquier diálogo que procura la evangelización, tu objetivo debe ser el hablar de Jesús, no de todos los hechos, creencias o doctrinas acerca cualquier religión… tu prioridad debe ser el tratar de llevar a la persona un paso más cerca de Jesús.

Una persona necesita hacer un viaje o un trayecto desde que no es salva hasta que recibe la salvación y luego, a través de su crecimiento espiritual; este proceso se podría describir en (12) pasos observables para llegar a ser un cristiano maduro.

1) Conocimiento de un ser supremo, pero ningún conocimiento efectivo del evangelio.
* La persona también puede tener dudas o negar verbalmente la existencia de un ser supremo.
2) Conocimiento inicial del evangelio.
3) Conocimiento de las bases del evangelio.
4) Comprensión de las implicaciones del evangelio.
5) Actitud positiva hacia el evangelio.
6) Considerar el costo de seguir a Cristo.
7) Decisión de actuar.
8) Arrepentimiento sincero y fe en Cristo como Salvador.
9) Regeneración: nuevo nacimiento y transformación por la obra del Espíritu Santo.
10) Evaluación posterior a la decisión
11) Incorporación al cuerpo de Cristo que es la Iglesia
12) Una vida de crecimiento en Cristo en busca de ser más como el Maestro (discipulado)

Independientemente de la religión que una persona esté practicando, el objetivo primordial al evangelizar es entablar un diálogo para tratar de llevarla por lo menos un paso más hacia el conocimiento de la salvación en Cristo y esto no se hace hablando sobre su sistema de creencias sino presentando a Jesús y al evangelio bíblico.

En lo que respecta a Dios y la labor del Espíritu Santo, su tarea se va a concentrar en traer convicción. Al momento de la conversión, él va a obrar la regeneración. Finalmente, su foco va a estar en la santificación para que el creyente sea cada más como el Maestro.

En lo que respecta a nuestra tarea como creyentes salvos y dispuestos a servir en el Reino de Dios, en las primeras instancias del desarrollo de un nuevo cristiano, nuestro rol es ser testigos eficaces de Cristo; por ende, nos toca compartir la Palabra de Dios, testificar lo que Dios ha hecho en nuestra vida, evangelizar, proclamar, enseñar y dialogar.

En el momento de la regeneración, tal como si fuera un nacimiento, lo mejor es celebrar. Hay quienes en este momento tan sensible no se tardan en ponerle nuevas cargas al recién nacido pero esto es algo sumamente inconveniente. Finalmente, en las etapas posteriores de su crecimiento espiritual, nuestro rol va a estar asociado al cultivo de la identidad cristiana, la edificación y el seguimiento. Lo que subrayo de todo esto es la importancia de no intentar intercambiar roles con Dios, ya que terminaremos siendo negligentes con nuestra parte y afectaremos el proceso divino con los creyentes.

b. Tu forma de dirigirte (tu enfoque)
Como tu meta es Jesús, tu enfoque casi siempre debería ser:
1. Iniciar una conversación y desarrollar relaciones saludables con las personas.
2. Si es posible, tratar de determinar en qué paso está la persona y cuál es el siguiente paso que le toca dar. Esto nos permite pensar mejor en la necesidad específica que tiene una persona, y mejorar el aspecto comunicacional porque el contenido de nuestro mensaje no será el mismo para quien no tiene aún conciencia de la existencia de Dios, para quien no conoce las Sagradas Escrituras o para aquel que recién ha tomado la decisión de confiar en Cristo como Salvador. A veces, por la ansiedad de ver resultados, pretendemos que las personas brinquen etapas en su desarrollo espiritual; esto nos hace ver la realidad de forma distorsionada y entorpece la formación de un creyente en Cristo.
3. Hacer una pregunta guía que te permita tratar cada paso y, de ser posible, presentar el evangelio bíblico a la persona.
4. Centrar la conversación sobre este asunto. Si la persona hace una pregunta o un comentario que intente desviarte, dile: lo que has dicho es muy interesante; permíteme terminar lo que estoy diciendo y luego vamos a tratar tu pregunta (o tu comentario). No ataques inmediatamente su sistema de creencias; dedícate a presentar el evangelio de Cristo y la salvación.
5. Si tienes oportunidad, presenta tu propio testimonio personal.
6. Si encuentras resistencia, simplemente la persona aún no está preparada para el siguiente paso. No hace bien tratar de recolectar frutos antes que estén maduros. Inténtalo de nuevo en otro momento; mientras tanto ora a Dios para que obre en el corazón de la persona y te la dirección y la gracia para compartir su palabra.
7. Aborda cualquier pregunta que la persona tenga y dirige siempre su atención a Cristo y al evangelio.

La clave aquí es que, independientemente del sistema de creencias que la persona tenga, debes hablarle de Jesús y no centrarte en sus opiniones. Todo lo que realmente necesitas saber y enseñar es la verdad sobre Jesús y el evangelio, y tu propio testimonio servirá para que compartas tu fe de manera efectiva con otros.

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