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domingo, 13 de septiembre de 2015

Evangelismo Bíblico Parte X


c. Evangelios que son falsos porque contienen falsas promesas

En el mundo de hoy, al igual que en el primer siglo, hay muchos falsos maestros de muchas iglesias en diferentes denominaciones. Algunos enseñan equivocadamente, simplemente porque son ignorantes de la verdad bíblica. Tal vez no han tenido formación bíblica o teológica y sencillamente hablan de lo que han escuchado enseñar a otros; sin embargo, hay muchos otros que ven el cristianismo como un medio para obtener poder humano, reconocimiento, estatus social, fama y dinero. Para ellos, atraer a más personas a una iglesia es una manera de ganar más admiración y más dinero y por eso, ofrecer falsas promesas es una forma de facilitar su objetivo, pero cuando se hacen falsas promesas, la gente sin conocimiento bíblico suficiente confía en esas promesas y luego, porque son falsas y no se cumplen, estas personas se desilusionan y dejan la iglesia y su fe en Cristo. Así pues, estas falsas promesas son mentiras acerca de lo que Dios ha prometido y afectan la fe de muchos.

- Cualquier evangelio que enseña que Dios promete riqueza y abundancia en la tierra a los que creen en Cristo… es un falso evangelio

Esta es una falsa promesa porque la Biblia plantea una perspectiva diferente sobre las riquezas; a continuación, veamos algunos aspectos:

* Usualmente hay beneficios en la vida material y económica de los que obedecen a Dios y en los que son diligentes, sabios y justos. Por ejemplo, en el libro de Proverbios se habla de riquezas, prosperidad y bendición de Dios (Pr. 28:20; 10:22; 3:16; 14:24; 22:4) pero esto no debe ser interpretado ni enseñado como una regla o una promesa para todos porque Dios es soberano y da su bendición conforme a su sabio propósito en cada persona; además, Dios puede permitir la escasez y la carencia material para formarnos y tratar nuestra vida a fin de que aprendamos lecciones que de otra manera quizás no asimilamos.
* Si somos piadosos y generosos con los demás, tendremos todas nuestras necesidades básicas satisfechas porque Dios nos bendice (2 Cor. 9:8).
* Las riquezas no siempre implican la bendición y el agrado de Dios porque el ser humano podría prosperar en sus finanzas pero no tener su favor (Stg. 5:1-6).
* Incluso en la época del A.T., los creyentes no siempre recibieron las bendiciones materiales de parte de Dios que ellos esperaban (Sal. 73:1-12; Ecl. 8:14, 15). Es más, un ejemplo más claro de esto es que muchos profetas del A.T. sufrieron pobreza y persecución por causa de su ministerio pero Dios estaba con ellos y suplía sus necesidades (Heb. 11:37, 38). Qué contraste con los que se proclaman supuestos siervos de Dios, pastores y predicadores, pero que viven en excesos, lujos y riquezas materiales desmedidas, mientras otros pastores viven en pobreza y muchos creyentes de sus iglesias pasan necesidades y ellos ni se inmutan por ayudarles.
 * El apóstol Pablo, así como otros predicadores fieles de la iglesia del primer siglo, tuvieron momentos de crisis económica y situaciones difíciles, aún siguiendo a Cristo; por eso, él dijo: “hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija” (1 Cor. 4:11); esto no fue debido a su falta de fe sino a la soberana voluntad de Dios. Si ellos vivieron este tipo de pruebas y las soportaron según la gracia de Dios, ¿cómo vamos a decir que Dios promete a todos sus hijos prosperidad, abundancia material, riquezas y bendiciones como si fuese una regla en la Biblia? Obviamente, Dios puede hacer estas cosas según su propósito pero no es una promesa para todos los que creen en Cristo.
* Pablo dijo: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí” (Fil. 1:29, 30). El seguir a Cristo representa el ser enemigos del mundo y de Satanás; por tanto, muchas veces tenemos que padecer en diversos aspectos (tentaciones, persecuciones, escasez económica, críticas, rechazo, etc.). Esta sí es una regla porque es necesario que vengan las pruebas para desarrollar la fe y moldear el carácter del que dice seguir a Cristo; sin embargo, esto es un privilegio que nos concede el Señor para que participemos de su proceso y recibamos su bendición, su consolación y su formación, aprendiendo lecciones de vida maravillosas y profundas (Lc. 6:21-26); sin embargo, no todos somos probados de la misma manera y el Señor sabe hasta dónde podemos soportar y siempre nos da la salida para que seamos vencedores (1 Cor. 10:13).

- Cualquier evangelio que promete sanidad para todos los creyentes… es un falso evangelio

Esto no quiere decir que Jesús no sane al que cree en ningún modo porque él es bueno, poderoso y soberano y muchas veces hace maravillas, milagros y prodigios a favor de creyentes convertidos y aún de personas no convertidas e incrédulas (Stg. 5:14, 15). Sin embargo, existe un concepto errado de que Dios promete sanar físicamente a todos los salvos porque él es soberano y libre para sanar una enfermedad y puede hacerlo cuando él quiera, como él quiera y con quien él quiera, pero también puede no sanar y permitir aún la muerte a través de una enfermedad porque él es Dios soberano y sabio.

Esta idea errónea sobre la sanidad muchas veces se obtiene de una interpretación incorrecta de varios pasajes bíblicos; por ejemplo:

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:4, 5).

“Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mt. 8:16, 17). 

“El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Sal. 103:3).

Es verdad que Cristo vino a traer sanidad para el alma y para el cuerpo, y que su ministerio estuvo caracterizado por múltiples sanidades sobre diversas enfermedades; es más, este poder divino para sanar estuvo en la iglesia del primer siglo (de lo cual hay muchos testimonios en el N.T.) y sigue vigente en la iglesia de Cristo (de lo cual también hay muchos testimonios genuinos de la intervención de Dios) mediante la fe y la oración; todo esto evidencia la realidad del reino de Dios en la tierra pero debemos tener cuidado de no crear falsas expectativas en la gente no convertida y en los creyentes, porque algunos han pretendido que toda enfermedad debe ser sanada si se recibe a Cristo, si conocemos del evangelio, si hay fe porque supuestamente es una promesa de Dios sanar a todo aquel que le clame.

En estos pasajes bíblicos (o en otros textos de la Escritura) no hay una promesa universal de sanidad para todos los creyentes ni tampoco hay una garantía de que siempre Dios responderá sí a la oración de sanidad; ahora bien, si miramos otros pasajes de la Biblia encontraremos que hubo creyentes fieles al Señor que tuvieron algunas enfermedades, lo cual evidenciaría que Dios puede permitir aún las enfermedades en sus hijos y que no está obligado a sanar toda dolencia que ellos tengan; miremos algunos casos:

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Cor. 12:7-9). Muchos estudiosos de la Biblia han considerado que Pablo habla aquí de una enfermedad que él tuvo en sus ojos y se apoyan en la siguiente cita bíblica: “Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. ¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos” (Gál. 4:13-15).

Por otra parte, el mismo Pablo habla de los quebrantos de salud de Timoteo, quien fue un fiel predicador del evangelio en sus tiempos: “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Tim. 5:23).

En conclusión, cualquier evangelio que promete la salud o sanación universal como parte del evangelio es un evangelio falso.

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