c. Obediencia
Hay muchos cristianos
y predicadores en diversas iglesias que insisten en que la obediencia es un
requisito necesario para la salvación. En concreto, dicen que si alguien es
salvo y luego peca (desobedeciendo a Cristo), entonces pierde su salvación y
debe arrepentirse y pedirle de nuevo a Cristo que sea su Salvador. Esta
posición, al igual que las anteriores, implica que la salvación depende de las
obras de los seres humanos; además, niega que la salvación sea completamente un
regalo porque sugiere que después de la promesa de vida eterna en Cristo y el
regalo del Espíritu Santo, como prueba de esa promesa, Dios cambia de opinión y
quita el Espíritu Santo cuando el creyente desobedece a Dios. Ninguna de estas
ideas es cierta porque es imposible que un creyente obedezca siempre a Dios en
todos sus mandamientos ya que sigue siendo un ser humano propenso a fallar y a
pecar en su naturaleza.
1. Tengamos en mente
dos cuestiones claves en esta posición errada:
a. En primer lugar,
todos los cristianos admiten que a veces hay personas que dicen confiar en Cristo
como su Salvador y comienzan a vivir para él. Sin embargo, algún tiempo
después, vuelven a sus antiguas y pecaminosas formas de vida, y algunos,
incluso niegan creer que Cristo es Dios o que es el Salvador. ¿Cómo podemos
explicar esto? Generalmente, hay dos maneras de explicar esto:
- Una explicación es
decir que estas personas tenían la fe salvadora pero la perdieron.
- Una segunda manera
de explicarlo es que estas personas dijeron que tenían fe verdadera, pero, en
realidad, su fe no era la fe salvadora, sino que era solo un sentimiento
superficial (es decir, eran como el segundo tipo de terreno descrito por Jesús
en la parábola del sembrador en Mr. 4:5, 6). Esta posición bíblica se denomina
LA DOCTRINA DE LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS y afirma que la verdadera fe es
solo la fe que persevera hasta el final, o más específicamente, las personas
con fe verdadera perseveran hasta el final de su vida, porque Dios hará que
perseveren y los protegerá personalmente, para que perseveren hasta el fin.
Esta posición se basa en un gran número de pasajes; por ejemplo,
“Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré
atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no
se aparten de mí” (Jer. 32:40).
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí
viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he
dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da,
vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es
la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda
yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que
me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna;
y yo le resucitaré en el día postrero” (Jn. 6:35-40).
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me
siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará
de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede
arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:27-30).
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación,
o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está
escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como
ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 8:35-39).
“Y el Señor me librará de toda obra mala, y me
preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los
siglos. Amén” (2 Tim. 4:18).
“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y
presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio
Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por
todos los siglos. Amén” (Jud. 1:24, 25).
b. En segundo lugar,
está la cuestión de la importancia de obedecer a Cristo. El propósito de Dios
es que siempre obedezcamos a su palabra pero nadie debería decir que nunca peca
porque en realidad todos fallamos de alguna manera. 1 Jn. 1:8 nos dice sin
rodeos que los que afirman no tienen pecado no son solo pecadores, sino también
mentirosos. Entonces, los que afirman ser salvos y sin embargo, llevan una vida
tan llena de pecado como los no creyentes, ¿son realmente salvos? Algunos
consideran que toda desobediencia hace perder la salvación; no obstante, lo que
la Escritura nos muestra es que LA OBEDIENCIA ES UN SIGNO DE LA SALVACIÓN Y NO
UN REQUISITO.
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus
frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los
abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos
malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos
buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así
que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:15-20).
“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra
guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El
que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía,
sino del Padre que me envió” (Jn. 14:23, 24).
Por este motivo es
que Pablo dice: “Examinaos a vosotros
mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a
vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis
reprobados?” (2 Cor. 13:5). La clave aquí es determinar la naturaleza de la
salvación y de la obediencia, es decir, es definir cuál es la raíz y cuál es el
fruto. ¿La salvación es el fruto de la obediencia, o la obediencia es el fruto
de una experiencia de salvación y de una conversión sincera a Cristo? La raíz
de un árbol no es el fruto ni es el fruto del árbol es la raíz. No puedes
convertir cualquier árbol en un árbol de manzanas solo pegándole manzanas, pero
si un árbol tiene manzanas, sin duda es un árbol de manzanas. Si no lleva
manzanas, sin duda no es un árbol de manzanas. En síntesis, aunque la
obediencia no es un requisito para la salvación, debe ser enfatizada como una evidencia
natural en todos los cristianos que son sinceros en su fe y ponen en práctica
los mandamientos de Dios. Ahora bien, la Biblia desconoce a los cristianos que
son desobedientes en su forma de vida; es decir, cuando se practica el pecado
de forma reiterativa y voluntaria, la conclusión es que la salvación no ha sido
efectiva en la persona. No es coherente con la Biblia el confiar en Jesús como
Salvador, y al mismo tiempo menospreciarlo como Señor. Este es un
comportamiento inaceptable en la Iglesia de Cristo, pero no deberíamos decir
que la salvación se pierde por causa de la desobediencia sino más bien que la
salvación se evidencia cuando aprendemos a obedecer la voluntad de Dios.
2. Ahora, veamos
varios pasajes bíblicos que algunos utilizan erróneamente para argumentar que
la obediencia es un requisito para la salvación.
a. Heb. 6:1-6 “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la
doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el
fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la
doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los
muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.
Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don
celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron
de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean
otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos
al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Algunos toman esta Escritura
para sostener que una persona que alguna vez fue cristiana puede perder su
salvación y que no puede ser salvo de nuevo y esto debido al pecado. Mas bien,
lo que el escritor quiere mostrar es que la salvación está en Cristo y que él
no puede volver a morir por nuestros pecados; por tanto, lo que un creyente que
se aparta del evangelio necesita es mirar otra vez a la cruz y reconciliarse
con Cristo para experimentar su amor y su perdón porque su sacrificio fue
suficiente para dar salvación a todo aquel que crea en él de verdad.
b. 1 Jn. 2:1-6 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para
que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre,
a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Y en esto
sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice:
Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad
no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de
Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo”. Este pasaje simplemente dice que las personas
que realmente conocen a Jesús y son salvas, obedecerán sus mandamientos, pero
no dice que la obediencia es un requisito para la salvación. De igual forma, en
este pasaje se considera la posibilidad del creyente de pecar (desobedecer los
mandamientos de Dios) y se brinda la respuesta: pedir perdón y buscar
reconciliación con Dios a través de Cristo; pero nunca se dice que el creyente
que peque pierde su salvación. Así pues, debemos ser cuidadosos de no confundir
el fruto con la raíz.
c. 1 Jn. 3:9 “Todo aquel que es nacido de Dios, no
practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede
pecar, porque es nacido de Dios”. Cuando Juan dice que no practica el
pecado, significa que no lleva el pecado como una forma de vida (como un hábito
o de modo continuo) y cuando dice que no puede pecar se refiere a la naturaleza
divina que ha recibido el creyente, la cual lo lleva a procurar siempre el
hacer la voluntad de Dios y que siente fastidio por el mal.
La conclusión
entonces es que la Biblia no muestra que la obediencia es necesaria para la
salvación sino que la obediencia es la evidencia natural del creyente salvo que
conoce, ama y respeta a Dios, siguiendo el ejemplo de Cristo el Maestro porque
quiere reflejar su carácter en cada área de su vida.
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