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lunes, 29 de diciembre de 2014

La Existencia de Dios Parte II


A continuación, revisemos otras evidencias a favor de la existencia de Dios:

- El hombre es un ser inteligente y moral; su Creador debe ser superior en su inteligencia y en su carácter moral para tener la capacidad de crearlo y gobernar sobre él.

La complejidad del cerebro humano muestra una inteligencia superior tras él.

• El cerebro humano procesa simultáneamente una asombrosa cantidad de información. Tu cerebro capta todos los colores y objetos que ves, la temperatura a tu alrededor, la presión de tus pies sobre el piso, los sonidos a tu alrededor, lo seco de tu boca, hasta la textura de tu teclado. Tu cerebro registra y procesa todas tus emociones, pensamientos y memorias. Al mismo tiempo monitorea continuamente las funciones de tu cuerpo como la respiración, el parpadeo, el hambre y el movimiento de los músculos en tus manos.
• El cerebro humano procesa más de un millón de mensajes por segundo. Tu cerebro evalúa la importancia de todos estos datos, filtrando lo que relativamente no tiene importancia. Esta función de filtrado es lo que te permite enfocar y funcionar efectivamente en tu mundo. Un cerebro que procesa más de un millón de datos por segundo, mientras evalúa la importancia de ellos y te permite actuar de acuerdo a la información más relevante... ¿surgió como producto de la mera casualidad?
• ¿Fueron simplemente causas biológicas, las que formaron perfectamente el tejido adecuado, el flujo sanguíneo, las neuronas, y la estructura perfecta de tu cuerpo? El cerebro funciona de manera muy distinta que otros órganos. Hay inteligencia en él, la habilidad de razonar, generar sentimientos, soñar, planear, actuar y relacionarse con otras personas. ¿Cómo podríamos explicar el cerebro humano, ignorando a Dios, quien tiene la inteligencia infinita?

- La humanidad siempre ha creído en un ser universal.

Para afirmar con seguridad que no hay Dios, la persona tiene que ignorar la realidad de que existe un número de millones de individuos que han creído durante muchos siglos y otros millones que creen actualmente en la existencia de Dios. Sin embargo, el hecho de que muchos crean no es suficiente para que algo sea cierto; esta idea es válida pero miremos algunos argumentos más sólidos:

La Ciencia, por ejemplo, ha descubierto nuevas verdades acerca del universo que prevalecen sobre conclusiones previas que han tenido millones de seguidores. No obstante, mientras la ciencia ha progresado, no hay descubrimiento científico que contradiga la probabilidad numérica de un Ser Inteligente existente detrás de todo el universo. De hecho, mientras más la ciencia descubre acerca de la vida humana y el universo, más nos sorprendemos de la complejidad de todo. En vez de apuntar a otras fuentes (aparte de Dios), la evidencia se acumula y nos orienta hacia una fuente Inteligente.

Por otro lado, hay un argumento contundente y mucho más grande: a través de la historia, billones de personas en el mundo han atestiguado sus convicciones esenciales y firmes acerca de la existencia de Dios -alcanzadas desde su subjetiva y personal relación con Dios obviamente. Hoy por hoy, millones de personas podrían dar cuenta detallada de su experiencia con Dios. Ellos nos hablarían de sus oraciones atendidas y las asombrosas maneras en que Dios obró en sus necesidades, y los guió a través de importantes decisiones personales. Ellos ofrecerían, no solo una descripción de sus creencias, sino reportes detallados de las acciones de Dios en sus vidas. Muchos están seguros de que un Dios amoroso existe y les ha mostrado ser fiel.

Si tú eres escéptico, agnóstico, ateo o dudas de la existencia de Dios, puedes decir con seguridad: “Yo estoy absolutamente en lo cierto y todos ellos están equivocados acerca de Dios”. No hay problema… pero sigamos revisando otras evidencias para corroborar la existencia de Dios.

- El bien y el mal existen por todo el mundo; entonces, debemos asumir que hay una ley moral que divide el bien y el mal.

El hombre es un ser moral que busca la perfección moral; por lo tanto, debe existir un ser superior que dio origen a esta aspiración humana. Además, muchas veces en el hombre existe un sentido de justicia para sancionar el mal comportamiento humano y para premiar el buen comportamiento. Por lo tanto, debe existir un "Gran Árbitro” que ejerce justicia.

Dado que hay una ley moral, debe haber un dador de esa ley. Este dador de la ley nos busca constantemente porque nos ama y quiere que disfrutemos de sus propósitos, cumpliendo con sus leyes.

Dios quiere ser conocido y nos ha creado con la intención de que lo conozcamos. Nos ha rodeado de evidencias acerca de él, y mantiene el tema de su existencia directamente ante nosotros. Aún los ateos no pueden dejar de pensar acerca de la posibilidad de la existencia de Dios.

Malcolm Muggeridge, autor socialista y filosófico, escribió: “Tenía la noción que de alguna manera, además de estar buscando, yo estaba siendo buscado”.

A diferencia de cualquier otra revelación de Dios, Jesucristo es la imagen más clara y más específica de un Dios que nos busca.

¿Por qué Jesús? Mira a través de las principales religiones del mundo y encontrarás que Buda, Mahoma, Confucio, etc... todos ellos, se autoidentifican como maestros o profetas pero ninguno de ellos jamás dijo ser igual a Dios. Sorprendentemente, Jesús lo hizo. Eso es lo que separa a Jesús de todos los demás. Aunque él habló de su Padre en el cielo, no fue desde la posición de separación, sino de estrecha unión. Jesús enseñó que cualquiera que lo viese, había visto al Padre… cualquiera que creyese en él, creía en el Padre (Jn. 14:7-10).

Él dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12). El habló sobre tener atributos que solo pertenecen a Dios: poder perdonar los pecados de la gente, liberarlos de los malos hábitos, dar una vida más abundante y darles vida eterna.

A diferencia de otros maestros que solo hacían enfocar a la gente en sus palabras, Jesús dirigía la gente a sí mismo. Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por de mí” (Jn. 14:6).

¿Qué pruebas dio Jesús de su divinidad? El hizo lo que la gente no puede hacer; Jesús hizo milagros, sanó ciegos, paralíticos, sordos… incluso resucitó a un par de personas de la muerte. El tenía poder sobre los objetos... sacó comida de la nada cuando multiplicó los panes y los peces; y fue suficiente para alimentar a miles de personas. El hizo milagros en la naturaleza: caminó sobre las aguas, ordenó detenerse a una fuerte tormenta para ayudar a sus discípulos, etc. Gente por todas partes seguía a Jesús porque él constantemente satisfacía sus necesidades, haciendo milagros.

El dijo: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras” (Jn. 14:11).

Jesucristo nos mostró a un Dios tierno, amoroso, consciente de nuestro egoísmo y limitaciones, aún así deseando profundamente una relación personal con nosotros. Jesús revela que aunque Dios nos ve como pecadores, y merecedores de su castigo, su amor por nosotros prevaleció, y trazó un plan para restaurarnos.

Jesucristo –siendo Dios- tomó la forma de un hombre y aceptó el castigo por nuestros pecados, en nuestra representación. ¿Suena absurdo? Quizás sí… pero ¿sería viable que un padre amoroso cambiara de lugar con su hijo enfermo de cáncer si pudiese?

La Biblia dice que la razón para que amemos a Dios es porque él nos amó primero. Jesús nos amó y murió en nuestro lugar para que nosotros seamos perdonados. En todas las religiones conocidas por la humanidad no existe un paralelo con el amor de Jesús porque solo a través de él verás a Dios acercándose hacia la humanidad, brindándonos un camino para tener una relación con él.

Jesús nos prueba un corazón divino de amor. Debido a su muerte y resurrección, él nos ofrece una nueva vida hoy. Nosotros podemos ser perdonados, completamente aceptados por Dios y genuinamente transformados por Dios.

Dios dice: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jer. 31:3). Ese es Dios en acción.

¿Dios existe? Si tú quieres saber, investiga a Jesucristo. La Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

Recuerda…

Dios no nos fuerza a creer en él, aunque pudiera. En vez de eso, él nos ha provisto de suficientes pruebas de su existencia para que nosotros voluntariamente le respondamos: la perfecta distancia de la Tierra al Sol, las propiedades químicas del agua, el cerebro humano, el ADN, el número de personas que atestiguan conocer a Dios, el ansia en nuestros corazones y mentes por determinar si Dios está allí, la ley moral que separa el bien y el mal, el enorme deseo de Dios de ser conocido a través de Jesucristo.

Si quieres saber más acerca de Jesús y quieres tener razones para creer en él, ve más allá y búscale. Si quieres iniciar una relación con Dios ahora, tú puedes hacerlo. Esa es tu decisión.

Si tú quieres ser perdonado por Dios y alcanzar una relación con él, puedes empezar ya mismo pidiéndole que te perdone y venga a tu vida.

Jesús dijo:

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Jn. 14:21).

“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23).

Todo depende de aceptar su palabra que es la ley moral que determina el bien y el mal, la verdad y el error.

Si tú quieres hacerlo, pero no encuentras palabras para decirlo, considera la siguiente guía de oración: “Jesús, gracias por morir por mis pecados. Tú conoces todo lo que soy y que necesito de ti. Te pido perdón por todo lo malo que he hecho; te entrego mi corazón. Ven a mi vida; quiero conocerte realmente y tener una relación personal contigo”.

Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn. 10:27-29).

Lee la Biblia y aprende a conocer la voluntad de Dios; ora todos los días y pídele al Señor que te ayude a obedecer su palabra.

jueves, 25 de diciembre de 2014

La Existencia de Dios Parte I

 

Si una persona se opone aún a la posibilidad de que haya un Dios, podría cuestionar o descartar cualquier evidencia; sin embargo, en este estudio se presentarán evidencias razonables.

Cuando se refiere a la existencia de Dios, la Biblia dice que hay personas que han visto suficiente evidencia, pero que ellos han suprimido la verdad acerca de Dios: “porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Rom. 1:19-22).

En cambio, para aquellos que quieren saber si Dios está allí, él dice: “y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13).

Antes de ver los hechos y las evidencias que manifiestan la existencia de Dios, pregúntate: “¿Si Dios existe, quisiera conocerlo?” Si la respuesta es NO, no importa cuáles evidencias veas… tu corazón no podrá encontrarse con Dios; pero si tu respuesta es SI, entonces sigue leyendo.

La pregunta de si hay un argumento concluyente o una prueba siquiera para demostrar la existencia de Dios, ha sido debatida a través de la historia por gente de todo tipo (intelectuales, científicos, filósofos, escritores, agnósticos, ateos, etc.). En tiempos recientes, los argumentos contra de la posibilidad de la existencia de Dios han asumido un espíritu militante que acusa a cualquiera que se atreva a creer en Dios, como alguien delirante, irracional, fanático y religioso. Por ejemplo: Karl Marx aseguraba que cualquiera que creyera en Dios debía tener un desorden mental que causaba la invalidación del intelecto. El psiquiatra Sigmund Freud escribió que una persona que creyera en un Dios Creador, era una persona delirante, y que solo sostenía esas creencias debido a un factor de “cumplimiento de un deseo”, lo que causó que Freud lo considerara como una posición injustificable. El filósofo Frederick Nietzsche dijo abiertamente que la fe equivalía a negarse a conocer lo que es verdadero. Las voces de estas tres figuras de la historia (junto con otras), ahora son simplemente repetidas por una nueva generación de ateos quienes claman que la creencia en Dios está intelectualmente injustificada.

¿Realmente es éste el caso? ¿El creer en Dios es mantener una posición racionalmente inaceptable? Fuera de lo referente a la Biblia, ¿puede establecerse un caso de la existencia de Dios que refute la posición tanto de los viejos como de los nuevos ateos, y ofrecer suficiente garantía para creer en un Creador? La respuesta es que sí se puede. Por otra parte, al demostrar la validez de un argumento a favor de la existencia de Dios, la posición del ateísmo resulta ser intelectualmente débil.

A continuación, revisemos la máxima evidencia de la existencia de Dios:

- La realidad del universo demanda que haya un Creador

Para formar un argumento para la existencia de Dios, debemos comenzar por hacer las preguntas correctas. Comenzamos con la pregunta más básica: ¿Por qué tenemos algo, en vez de nada en absoluto? Esta es la pregunta básica de la existencia: ¿Por qué estamos aquí… por qué está la Tierra aquí… por qué está aquí el universo en vez de la nada? Comentando sobre este punto, un teólogo ha dicho: “En un sentido, el hombre no hace las preguntas acerca de Dios; su existencia misma levanta la pregunta acerca de Dios”.

Al formular esta pregunta, hay cuatro posibles respuestas del por qué tenemos algo, en vez de nada en absoluto:

1. La realidad es una ilusión.
2. La realidad es/fue auto-creada.
3. La realidad es auto-existente (eterna)
4. La realidad fue creada por algo que es auto-existente.

Así que, ¿cuál es la respuesta más lógica?
Comencemos con la realidad siendo simplemente una ilusión, lo cual es la creencia de varias religiones orientales (hinduismo, budismo, entre otras). Esta opción fue excluida hace siglos por el filósofo Rene Descartes quien es famoso por su declaración, “Pienso, luego existo”. Descartes argumentó que si él estaba pensando, entonces él debía existir. En otras palabras, “Pienso, por lo tanto, no soy una ilusión”. Las ilusiones requieren de algo o alguien que experimente la ilusión, y por otra parte, tú no puedes dudar de la existencia de ti mismo sin probar tu existencia; es un argumento auto-excluyente. Así que la posibilidad de que la realidad sea una ilusión queda eliminada y toda creencia que la promueva es contraria a la razón, absurda y falsa.

La siguiente es la opción de que la realidad sea auto-creada. Cuando estudiamos filosofía, aprendemos sobre las declaraciones “analíticamente falsas”, lo que significa que son falsas por definición. La posibilidad de que la realidad sea auto-creada es uno de esos tipos de declaraciones por la simple razón de que algo no puede ser anterior a sí mismo. Si tú te creaste a ti mismo, entonces tú debes haber existido antes para que te crearas a ti mismo, pero eso simplemente no puede ser (es ilógico). En la evolución, a veces se refieren a esto como la “generación espontánea” (algo que procede de la nada); esta posición es absolutamente irracional simplemente porque no puedes obtener algo de la nada. Aún el ateo David Hume dijo: “Yo nunca juzgué tan absurda una proposición como la de que cualquier cosa puede surgir sin una causa”. Puesto que algo no puede proceder de nada, la alternativa de la realidad como algo auto-creado es excluida. En este caso, las teorías (falsamente llamadas científicas) sobre el Big Bang y la evolución también entran en la categoría de irracionales, contrarias a la lógica y absurdas.

Ahora quedan solo dos elecciones: la realidad es auto-existente (eterna) o la realidad fue creada por algo que es auto-existente.

Así se podría resumir esta encrucijada:

• Algo existe.
• La nada no puede crear algo.
• Por tanto, existe un “algo” necesario y eterno.

Tenemos que regresar a un “algo” eterno. El ateo que se burla del creyente en Dios por creer en un Creador eterno, debe recapacitar y aceptar la existencia de un universo eterno; es la única otra puerta que puede elegir. Pero ahora la pregunta es, ¿a dónde conduce la evidencia? ¿acaso la evidencia apunta a la existencia de la materia antes que la mente, o a la mente antes que la materia?

Hasta ahora, todos los puntos clave de la evidencia científica y filosófica apuntan lejos de un universo eterno y se acercan más a la creencia en un Creador eterno. Desde el punto de vista científico, los científicos honestos admiten que el universo tuvo un principio, y todo lo que tiene un principio no es eterno. En otras palabras, todo lo que tiene un principio tiene una causa, y si el universo tuvo un principio, tuvo una causa.

Las leyes que rodean la causalidad hablan en contra de que el universo sea la causa última de todo lo que conocemos por este simple hecho: un efecto debe asemejarse a su causa. Siendo esto así, ningún ateo puede explicar cómo un universo impersonal, sin propósito, sin significado y amoral, accidentalmente produjo seres (por ejemplo, los seres humanos) que tienen personalidad y están buscando el propósito, el significado y los códigos que deberían regir la conducta ideal para una convivencia armoniosa en la sociedad. Tal cosa, desde el punto de vista causal, refuta por completo la idea de un universo natural dando origen a todo lo que existe. Así que al final, el concepto de un universo eterno es eliminado porque es completamente absurdo e incoherente.

El filósofo J. S. Mill (que no es cristiano) resumió en una frase la idea principal de esta discusión: “Es evidente en sí, que solo la Mente puede crear mente”. La única conclusión racional y razonable es que un Creador eterno es el responsable por la realidad tal como la conocemos.

Ahora bien, si ponemos todo sobre la mesa, analicemos esta síntesis:

• Existe algo.
• Tú no obtienes algo de nada.
• Por tanto, necesariamente existe “algo” eterno.
• Las únicas dos opciones son un universo eterno y un Creador eterno.
• La ciencia y la filosofía han descartado el concepto de un universo eterno.
• Por tanto, existe un Creador eterno.

El alguna vez ateo, Lee Strobel, quien llegó a esta conclusión final hace muchos años, ha comentado: “esencialmente, me di cuenta de que siendo ateo, tendría que creer que la nada produce todo; que la no-vida produce vida; la aleatoriedad produce sincronización; que el caos produce información; que la inconsciencia produce consciencia; y la no-razón produce razón. Estos saltos de fe simplemente fueron demasiado grandes para que los aceptara, especialmente a la luz del caso afirmativo para la existencia de Dios… En otras palabras, en mi evaluación, la cosmovisión cristiana justificó la totalidad de la evidencia mucho mejor que la cosmovisión atea”.

Pero la próxima pregunta que debemos abordar es la siguiente: si existe un Creador eterno (y ya hemos demostrado que así es), ¿qué clase de Creador es él? ¿Podemos inferir opiniones acerca de él con base en las cosas que ha creado? En otras palabras ¿podremos entender la causa por sus efectos? La respuesta a esto es sí, podemos hacerlo, deduciendo las siguientes características:

• Él debe ser de naturaleza sobrenatural (puesto que él creó el tiempo y el espacio).
• Él debe ser omnipotente (excesivamente poderoso).
• Él debe ser eterno (auto-existente).
• Él debe ser omnipresente (él creó el espacio y no está limitado por él).
• Él debe ser eterno e inmutable (él creó el tiempo).
• Él debe ser inmaterial porque trasciende el espacio y lo físico.
• Él debe ser personal (lo impersonal no puede crear la personalidad).
• Él debe ser infinito y único ya que no puedes tener dos infinitos.
• Él debe ser plural y sin embargo tener unidad puesto que la unidad y la diversidad existen en la naturaleza.
• Él debe ser omnisciente (supremamente inteligente). Solo un ser cognoscitivo puede producir seres cognoscitivos.
• Él debe tener propósito puesto que creó todo deliberadamente y sus criaturas (por ejemplo, los seres humanos) tienen la capacidad de tomar decisiones.
• Él debe ser moral (ninguna ley moral puede obtenerse sin un dador).
• Él debe ser protector (o no habrían sido dadas leyes morales).

Siendo ciertas estas cosas por la evidencia presentada, ahora preguntamos si existe alguna filosofía, literatura,  sistema de creencias, religión (o como quieran llamarla) en el mundo que describa las características antes mencionadas de tal Creador. La respuesta a esto es sí: solo la Biblia describe al Dios que se ajusta perfectamente a este perfil.

Según este libro, Dios es sobrenatural (Gn. 1:1), todopoderoso (Jer. 32:17), eterno (Sal. 90:2), omnipresente (Sal. 139:7), eterno e inmutable (Mal. 3:6), inmaterial (Jn. 4:24), personal (Gn. 3:9), necesario (Col. 1:17), infinito y único (Jer. 23:24; Dt. 6:4), plural pero con unidad (Mt. 28:19), inteligente (Sal. 147:4, 5), con propósito (Jer. 29:11), moral (Dn. 9:14), y protector (1 Ped. 5:6, 7).

Otro punto por abordar sobre el tema de la existencia de Dios, es el asunto de cuán justificable es en realidad la posición del ateísmo. Puesto que el ateo afirma que la posición del creyente no es convincente, solo es razonable voltear la pregunta y dirigirla de regreso a él. Por ejemplo, alguien puede asegurar que las águilas rojas existen y alguien más puede asegurar que las águilas rojas no existen: el primero solo necesita encontrar una sola águila para probar su afirmación, pero el segundo debe revisar el universo entero y literalmente estar en todo lugar al mismo tiempo para asegurarse que él no ha pasado inadvertida ninguna águila roja en alguna parte y en algún momento, lo cual es imposible de hacer. Esto es por lo que los ateos intelectualmente honestos, admitirán que ellos no pueden probar que Dios no existe.

Así que ¿el creer en Dios tiene una garantía intelectual? ¿Existe un argumento racional, lógico y razonable para la existencia de Dios? Absolutamente. Mientras que los ateos tales como Freud aseguran que aquellos que creen en Dios simplemente quieren el cumplimiento de un deseo, tal vez es Freud y sus seguidores quienes realmente sufren del cumplimiento de un deseo: la esperanza y el deseo de que no haya un Dios, ni a quién entregar cuentas, y por lo tanto, tampoco un juicio. Pero refutando a Freud está el Dios de la Biblia, quien afirma su existencia y el hecho de que verdaderamente vendrá un juicio para aquellos que sabían dentro de ellos mismos la verdad de que él existe, pero que suprimieron esa verdad (Rom. 1:20). Pero para aquellos que responden a la evidencia de que realmente existe un Creador, él ofrece el camino de salvación que ha sido logrado a través de su Hijo Jesucristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:12, 13).

Volviendo al tema de la existencia del universo, tenemos que afirmar que todo lo que existe tiene una causa; por tanto, el universo tiene una causa infinita y no pudo originarse a sí mismo. El magnífico diseño que podemos ver en el universo demanda un diseñador omnipotente, un ser infinitamente inteligente que creó todo con un propósito.

La explicación alternativa a un Dios Creador es que todo lo que existe alrededor de nosotros apareció por causa natural y al azar; éstas son especulaciones sin argumentos objetivos.

Lo que Pasteur intentó probar siglos atrás, y la ciencia confirma, es que la vida no puede surgir de la no-vida. ¿De dónde vienen la vida humana, animal y vegetal?

Asimismo, las “causas naturales” son una explicación inadecuada para la cantidad de precisa información contenida en un ADN humano. Una persona que descarta a Dios queda con la conclusión de que todo esto apareció sin causa, sin diseño, producto simplemente del azar; está observando un diseño complejo, detallado y perfecto, pero lo atribuye a la suerte.

La complejidad de todo lo que existe apunta a un Diseñador, quien deliberadamente no solo creó nuestro Universo sino que lo sustenta hoy en día.

Hay un sinfín de ejemplos que podríamos analizar para considerar el diseño maravilloso del universo:

La Tierra... su tamaño es perfecto. El tamaño de la Tierra y su respectiva gravedad contienen una capa delgada compuesta en mayoría de nitrógeno y oxígeno que se extiende a 80 kilómetros sobre la superficie de la Tierra. Si la Tierra fuese más pequeña, sería imposible que tuviese atmósfera, como es el caso del planeta Mercurio. Si la Tierra fuera más grande, su atmósfera contendría hidrógeno libre, como Júpiter. En estos dos casos, no puede haber un ambiente favorable para la vida.

La Tierra es el único planeta conocido equipado con una atmósfera compuesta por una mezcla adecuada de gases que dan sustento a las plantas, animales y seres humanos.

La Tierra está ubicada a la distancia adecuada del sol. Considere que las temperaturas que tenemos, aproximadamente varían desde -35º C a 50º C. Si la Tierra estuviese un poco más lejos del sol, todos nos congelaríamos. Si estuviese un poco más cerca, nos quemaríamos. Incluso una pequeña variación -una fracción- en la posición de la Tierra con respeto al sol haría imposible la vida sobre la Tierra. La Tierra permanece a una distancia perfecta del sol mientras rota alrededor de él a una velocidad cerca de 107.000 kilómetros por hora. Además, está rotando sobre su eje, permitiendo que la superficie entera de la Tierra sea perfectamente calentada y enfriada cada día.

La Luna tiene el tamaño y la distancia de la Tierra perfectos para su atracción gravitacional. La Luna crea las mareas y los movimientos de los océanos de tal manera que sus aguas no se estanquen, y al mismo tiempo evita que estas mismas inunden los continentes.

El Agua es incolora, inodora y sin sabor… aun así, ningún ser viviente puede sobrevivir sin ella. Las plantas, los animales y los seres humanos están compuestos en su mayoría por agua (alrededor de dos tercios del cuerpo humano está compuesto por agua). Ahora veamos por qué las características del agua son únicas y especiales para la vida:

• El agua tiene los puntos de ebullición y de congelamiento inusualmente altos. El agua nos permite vivir en un ambiente de temperaturas cambiantes, mientras mantiene a nuestros cuerpos a una temperatura de 37º C.
• El agua es un disolvente universal. Esta propiedad del agua permite que miles de químicos, minerales y nutrientes sean transportados a través de nuestros cuerpos y hacia los conductos sanguíneos más pequeños.
• El agua es también químicamente neutra. Sin afectar la composición de las substancias, el agua hace posible que la comida, medicinas y minerales sean absorbidos y usados por el cuerpo.
• El agua tiene una única tensión superficial que permite que en las plantas pueda fluir hacia arriba a pesar de la gravedad, lo que lleva agua y nutrientes vitales hasta la copa de los árboles más altos.
• El agua se congela de arriba hacia abajo, y flota de tal manera que los peces pueden sobrevivir en el invierno.
• El 97% del agua de la Tierra está en los océanos, pero en nuestra Tierra hay un sistema diseñado que remueve la sal del agua y luego la distribuye por todo el globo. La evaporación toma el agua de los océanos, deja la sal, y forma nubes que son fácilmente movidas por el viento para que dispersen agua sobre la tierra, para la vegetación, los animales y las personas. Es un sistema de purificación y abastecimiento que sustenta la vida del planeta, es un sistema de reciclar y reutilizar agua.

No hay ninguna duda de que la naturaleza posee un diseño inteligente que jamás podría ser el producto del azar o de la casualidad. Solo un corazón necio podría descartar la existencia de Dios e ignorar las pruebas tangibles que hay en su creación.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Cuatro aspectos de la justicia de Dios Parte III

 

3. En las Escrituras se nos dan muchas ilustraciones de la imputación. Veamos algunos ejemplos:

- Dios proveyó túnicas de pieles para Adán y Eva; para obtenerlas fue necesario el derramar sangre inocente (Gn. 3:21).
- A Abraham le fue imputada justicia por haber creído a Dios (Gn. 15:6; Rom. 4:9-22; Stg. 2:23).
- Los sacerdotes del A.T. se vestían de justicia (Sal. 132:9).
- El profeta Isaías dijo: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas” (Is. 61:10).
- Dios le ha concedido a la Iglesia que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente;  porque el lino fino es las acciones justas de los santos en Cristo (Ap. 19:8), es decir, los resultados de la justificación en Cristo son las acciones justas que tienen que verse en la vida de los creyentes fieles porque fuimos creados y regenerados por el Espíritu Santo para mostrar buenas obras como testimonio de nuestra fe (Ef. 2:10).
- La actitud del apóstol Pablo hacia Filemón (Flm. 1:17, 18) es una ilustración tanto del mérito como del demérito imputado; el demérito hace referencia al deterioro o pérdida que pueda sufrir una persona. En este caso, Pablo habla del esclavo Onésimo: “Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo (imputación de mérito). Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta (la imputación de demérito).

4. La imputación afecta la posición y no el estado de la persona implicada. Existe, por lo tanto, una justicia de Dios, que nada tiene que ver con las obras humanas, y que Dios pone en aquel que cree.

Esta justicia de Dios en Cristo Jesús, es la posición eterna de todos los que son salvos. En su vida diaria, o estado, ellos se hallan muy lejos de ser perfectos, y es en este aspecto de su relación con Dios que deben crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Ped. 3:18).

5. La justicia imputada es la base de la justificación. Dios declara justificado a aquel que él ve en Cristo. Este es un principio perfecto, ya que la persona justificada está vestida de la justicia de Dios. La justificación no es una ficción o un estado emotivo, sino más bien una consideración inmutable en la mente de Dios. Al igual que la justicia imputada, la justificación es por fe en Cristo, por la gracia de Dios y por la obra gloriosa del Espíritu Santo (Rom. 3:24; 4:23-25; 5:1; Tito 3:4-7).

Esta justicia es permanente e inmutable, pues descansa solamente en los méritos del eterno Hijo de Dios. La justificación es más que el perdón, porque el perdón es la cancelación de la deuda del pecado, mientras que la justificación es la imputación de justicia. El perdón es negativo (supresión de la condenación), en tanto que la justificación es positiva (otorgamiento del mérito y posición de honra en Cristo).

En el N.T. hay dos perspectivas acerca de la justicia:

- Santiago se refirió a la posición del creyente delante de los hombres y habló sobre la importancia de las obras para evidenciar una fe genuina en Dios (Stg. 2:14-26).
- Pablo se refirió a la posición del creyente delante de Dios y habló sobre la suficiencia de la fe en Cristo para ser justificado con Dios (Rom. 5:1).

Analicemos el caso de Abraham, el cual Santiago expone claramente…

Abraham fue justificado delante de los hombres demostrando su fe por medio de sus obras (Stg. 2:21); asimismo, él fue justificado delante de Dios por fe porque la justicia divina le fue imputada (Stg. 2:23).

Este planteamiento, en vez de llevarnos a vivir de forma liviana e indiferente a las buenas obras, justificando el pecado o rebajando el nivel moral en nuestra vida, nos debe llevar a la siguiente reflexión:

“YO SOY SALVO Y DEBO REFLEJAR A CRISTO EN MI VIDA; TODO PECADO ES INACEPTABLE EN MI CAMINAR DIARIO; SOY LLAMADO DE PARTE DE DIOS A VIVIR EN SANTIDAD, OBEDIENCIA Y FIDELIDAD ABSOLUTA HACIA AQUEL QUE ES MI EJEMPLO Y MODELO”

Si tenemos otra mentalidad, tristemente no hemos conocido a Dios y nuestro corazón está lejos del verdadero sentido el evangelio porque si nuestro cristianismo está desprovisto de la imagen de Cristo y de sus principios de santidad, tenemos que preguntarnos si realmente estamos en comunión con Cristo.

Quien ve en la cruz una licencia para seguir pecando, no tiene la fe que salva; la marca de la fe es la lucha contra el pecado.

d. La justicia impartida por el Espíritu

Un último aspecto acerca de la justicia tiene que ver con el Espíritu Santo.

El hijo de Dios, creyente en Cristo y nacido de nuevo…

- Producirá las obras de la justicia que Dios demanda mediante la acción del Espíritu en su vida (Rom. 8:4).
- Tendrá la evidencia del fruto del Espíritu que consiste en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gál. 5:22, 23).

En la Biblia se establece claramente que estos resultados se deben a la obra que el Espíritu realiza en y a través del creyente. En otras palabras, ésta es la vida en el Espíritu de la que Pablo habla en varias de sus cartas (Rom. 7:6; 8:1, 9; Gál. 5:16, 17; 2 Cor. 6:6; Ef. 3:16; 5:9; 2 Ts. 2:13; Tito 3:5).

Estas evidencias espirituales nunca podrían ser producidas por el creyente en sí mismo y mucho menos por una persona que no se haya convertido a Cristo porque ésta es la justicia impartida por el Espíritu. 

domingo, 21 de diciembre de 2014

Cuatro aspectos de la justicia de Dios Parte II


c. La justicia imputada de Dios

Como se ha expuesto en estudios anteriores, hay unos principios por los cuales Dios condena al pecador no arrepentido ni convertido y unos principios por los cuales Dios salva al creyente fiel en Cristo, el cual es un pecador arrepentido, convertido y nacido de nuevo por la Palabra de Dios.

Notemos los siguientes planteamientos:

1. Después del pecado de Adán, vino el pecado de toda la raza humana, por cuanto todos pecaron (Rom. 3:23). Este concepto se conoce como la imputación del pecado de Adán a toda la humanidad, porque todos los hombres (hijos de Adán) son considerados pecadores delante de Dios (y son responsables de pecado ya que tienen conciencia del bien y del mal y escogen el mal).

- No solo el pecado se transfirió a todos los hombres sino también las consecuencias por el pecado (especialmente la muerte).

 “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).

“No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir” (Rom. 5:14).

“por la transgresión de aquel uno murieron los muchos” (Rom. 5:15).

“porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación” (Rom. 5:16).

“por la transgresión de uno solo reinó la muerte” (Rom. 5:17).

“por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres” (Rom. 5:18).

“por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Rom. 5:19).

“la ley se introdujo para que el pecado abundase” (Rom. 5:20).

“el pecado reinó para muerte” (Rom. 5:21).

2. A pesar de la condición caída de toda la raza humana, en Cristo hay una esperanza de salvación para el pecador, porque el pecado del hombre fue imputado a Cristo cuando él se entregó como ofrenda por el pecado del mundo. En otras palabras, todos nuestros pecados fueron puestos sobre Cristo al morir en la cruz… él cargó con nuestra maldad y con nuestro castigo al morir en nuestro lugar (Is. 53:5, 6).

“…si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Cor. 5:14, 15).

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21).

“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Heb. 2:9).

“Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Jn. 2:2).

“si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo” (Rom. 5:15).

“el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación” (Rom. 5:16).

“si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Rom. 5:17).

“por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida” (Rom. 5:18).

“por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Rom. 5:19).

“…cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Rom. 5:20, 21).

Así como el pecado de Adán es imputado a todos los hombres, (y todos cometen pecado), también la justicia de Dios es imputada a todos los que creen en Cristo, para que ellos puedan permanecer delante de Dios en la gracia de Cristo. Por causa de esta provisión se puede decir de todos los que son salvos en Cristo que ellos son hechos justicia de Dios en él (2 Cor. 5:21).

“Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Cor. 1:30, 31).

Esta justicia fue testificada por la ley y por los profetas, y se manifestó en Cristo (Rom. 3:21).

Esta justicia es de Dios y no del hombre y según lo afirma la Escritura, ella existe aparte de toda obra u observancia de algún precepto. Así pues, es obvio que esta justicia imputada no es algo que el hombre pueda lograr por sí mismo.

Los resultados de esta imputación se ven en que la justicia de Dios es imputada al creyente sobre la base de que el creyente está en Cristo por medio del Espíritu Santo. A través de esa unión vital con Cristo por el Espíritu, el creyente queda unido a Cristo como un miembro de su cuerpo (1 Cor. 12:13), o como un pámpano (rama) a la Vid verdadera (Jn. 15:1-5)

Por causa de la realidad de esta unión, Dios ve al creyente como una parte viviente de su propio Hijo. Por lo tanto, él ama al creyente como ama a su propio Hijo (Ef. 1:6).

Los creyentes genuinos y fieles al Señor pueden ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Ped. 2:5).

Ellos están completos en él y perfeccionados en él para siempre, pero su deber es permanecer en él (Heb. 10:10, 14).

sábado, 20 de diciembre de 2014

Cuatro aspectos de la justicia de Dios Parte I


Una diferencia vital entre Dios y el hombre, que la Escritura enfatiza, es que Dios es justo (1 Jn. 1:5). Por el contrario, del hombre se dice: “no hay justo, ni aun uno” (Rom. 3:10).

A pesar de esta realidad, Dios ha provisto la justificación para el creyente en Cristo y él la da de forma gratuita.

“la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:22-24).

Para comprender mejor esta verdad maravillosa, analicemos cuatro aspectos de la justicia que se encuentran en la Biblia:

a. Dios es justo

Esta justicia de Dios es invariable e inmutable. Él es infinitamente justo en su propio ser e infinitamente justo en todos sus caminos.

Dios ofreció a Cristo como un sacrificio vivo y santo; lo que debemos hacer todos nosotros (como pecadores) es recibirle por la fe, creyendo que en él somos perdonados y justificados.  Anteriormente,  en su paciencia,  Dios había pasado por alto los pecados, pero en el tiempo del evangelio ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús (Rom. 3:25, 26).

Dios es justo en su ser. Es imposible que él se desvíe de su propia justicia, ni siquiera como por una sombra de variación (Stg. 1:17). Él no puede mirar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia. Por consiguiente, puesto que todos los hombres son pecadores, tanto por naturaleza como por práctica, el juicio divino ha venido sobre todos ellos para condenación. La aceptación de esta verdad es vital para llegar a un correcto entendimiento del evangelio de la gracia divina.

Dios es justo en sus caminos. Debe también reconocerse que Dios es incapaz de considerar con ligereza o con ánimo superficial, el pecado, o de perdonarlo en un acto de laxitud o debilidad moral. El triunfo del evangelio no radica en que Dios haya tratado con blandura el pecado, sino más bien en el hecho de que todos los juicios que la justicia divina tenía necesariamente que imponer sobre el culpable, el Cordero de Dios los sufrió en nuestro lugar, y que este plan que procede de la mente del mismo Dios es, de acuerdo a las normas de su justicia, suficiente para la salvación de todo el que cree en Cristo. Por medio de este plan, Dios puede demostrar su amor, salvando al pecador sin menoscabo de su justicia inmutable; y el pecador, que en sí mismo está sin ninguna esperanza, puede verse libre de toda condenación (Jn. 3:18; 5:24;1 Cor. 11:32).

No es raro que los hombres definan a Dios como un ser justo, pero donde fallan a menudo es en reconocer que cuando Dios efectúa la salvación del hombre pecador, la justicia de Dios no es ni puede ser disminuida; en otras palabras, él sigue aborreciendo el pecado y por esta razón, el creyente fiel a Cristo también debe mirar y tratar el pecado con desprecio y aborrecimiento, comprendiendo y haciendo la perfecta voluntad de Dios en su vida.

b. La justicia del hombre

Ya hemos confirmado por las Escrituras que solo Dios es justo; ahora consideremos cómo es la justicia del hombre ante los ojos de Dios.

“Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Rom. 10:3, 4).

El hombre siempre ha tenido la tendencia a establecer su propia justicia, desconociendo o rechazando la justicia de Dios, pero el Señor mismo da su veredicto acerca a la justicia del hombre y lo hace a través del profeta Isaías; leamos…

“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Is. 64:6).

El estado pecaminoso del hombre se revela constantemente a través de las Escrituras pero especialmente en Rom. 3:9-18.
- Pablo dice que judíos y gentiles, todos están bajo pecado (v. 9).
- Pablo dice: “no hay justo, ni aun uno” (v. 10).
- Pablo dice: “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (v. 12).

En esencia, todas estas descripciones se hacen en la Biblia para que “toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (v. 19).

Es verdad que los hombres han establecido normas para la familia, la sociedad y el estado, pero ellas no siempre se basan en la justicia de Dios.

Por otra parte, los hombres que transgreden estas normas son sancionados y otros tantos evaden las consecuencias de ir en contra de la ley humana, pero la sanción divina a quienes transgredan su justicia será inalterable e ineludible porque nadie podrá sobornar a Dios, ni podrá esconderse de él ni podrá escapar de su mano, ni quedará en la impunidad sino que pagará todo lo que hizo mientras estuvo en la tierra.

En conclusión, no hay esperanza alguna fuera de la gracia divina porque nadie puede entrar en la gloria del cielo si no es aceptado por Dios a menos que se refugie en la justicia de Dios en Cristo. Para esta necesidad del hombre, Dios ha hecho una provisión abundante a través de la sangre del Cordero. Sin embargo, en el caso de los que no escucharon el evangelio ni conocieron al Salvador, Dios les juzgará de acuerdo a sus conciencias (Rom. 2:14-16).

miércoles, 17 de diciembre de 2014

La salvación del poder del pecado Parte III



e. El único camino de victoria

Se han sugerido varias enseñanzas que pretenden señalar el camino por el cual el cristiano puede liberarse del poder del pecado.

1. Se ha dicho que el cristiano será impulsado a vivir para la gloria de Dios si observa suficientes reglas de conducta. Este principio humano está condenado al fracaso porque hace que la victoria dependa de la misma carne de la cual se busca la liberación pero la Biblia muestra que si estamos bajo la gracia, el pecado no se enseñoreará de nosotros (Rom. 6:14).

2. Se ha afirmado muchas veces que el cristiano debe buscar la erradicación de la vieja naturaleza, para así quedar permanentemente libre del poder del pecado, pero esta teoría tiene sus objeciones:

a) No hay base bíblica para la enseñanza de que la naturaleza adámica (que está inclinada de forma natural al pecado) pueda erradicarse.
b) La vieja naturaleza es una parte de la carne, y es claro que ella debe tratarse en la misma forma en que Dios trata a la carne. La carne es uno de los tres enemigos del cristiano: el mundo, la carne y el diablo. Dios no erradica al mundo ni a la carne ni al diablo porque es necesario que estén activos para probar a todos los moradores de la tierra y para formar el carácter del creyente fiel; además, Dios mismo provee la victoria sobre estos enemigos por medio del Espíritu Santo (Gál. 5:16; Rom. 8:1, 2), porque él está con nosotros (1 Jn. 4:4) y por la fe que recibimos de él (1 Jn. 4:4).
c) Ninguna experiencia humana actual confirma la teoría de la erradicación, y si esta teoría fuera verdadera, los padres cristianos fieles al Señor engendrarían hijos no inclinados al pecado.
d) Cuando se acepta la teoría de la erradicación, no habría necesidad del ministerio del Espíritu que mora en cada hijo de Dios. Por el contrario, los cristianos más espirituales son advertidos de la necesidad de andar en el Espíritu, rindiéndose a la voluntad de Dios, impidiendo que el pecado reine en sus cuerpos mortales, renunciando a las obras de la carne y permaneciendo en el Señor.

3. Algunos cristianos suponen que, aparte del Espíritu y simplemente por el hecho de que ya son salvos, podrán vivir para la gloria de Dios.

En Rom. 7:15-25 el apóstol Pablo testifica de su propia experiencia con esta teoría:

- Pablo entiende que hay una inclinación natural hacia el pecado en su vida (Rom. 7:15).
- Pablo reconoce el pecado mora en él (v. 16, 20).
- Pablo especifica que en su carne no mora el bien (v. 18).
- Pablo dice: “el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (v. 18). En otras palabras, hay una intención de hacer el bien pero no hay una capacidad natural para cumplir con la voluntad perfecta de Dios, debido al pecado que existe en la naturaleza caída que todos tenemos.
- Pablo encontró una ley en la carne (una inclinación natural) y lo describió diciendo: “el mal está en mí” (v. 21).
- Pablo habla de la ley de la mente (la conciencia y la esencia de la ley de Dios) y dice: “según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (v. 22).
- Pablo dice: “veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (v. 23).
- Pablo dice: “Miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (v. 24, 25). En Cristo tenemos el perdón y la victoria sobre el poder del pecado, ya que él murió por nuestros pecados y nos ha dado su Espíritu para vencer.

Notemos que después de haber expuesto la naturaleza caída y algunas de sus características, Pablo habla de la necesidad de estar en comunión con Cristo y con el Espíritu Santo para obtener la victoria sobre el pecado (Rom. 8:1-4).

- No hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (v. 1).
- “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (v. 2).
- La ley señalaba y juzgaba el pecado; ella no podía librarnos del dominio del pecado ni cambiar el corazón humano. No obstante, Dios envió a Cristo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, y condenó al pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (v. 3, 4). Cristo condenó (venció) al pecado en la carne (al morir en la cruz); en otras palabras, condenó al pecado a perder su dominio sobre los hombres. Por esta obra maravillosa y contundente nosotros tenemos la libertad y la victoria sobre el poder del pecado. Por tanto, no debemos andar en la carne porque en ella fue condenado el pecado, sino que debemos andar conforme al Espíritu (de acuerdo a su poder y a su palabra).

En síntesis, podemos concluir lo siguiente:

a) Pablo procuraba hacer lo mejor pero era siempre derrotado por una ley que aún estaba presente en sus miembros, rebelándose contra la ley de su mente (Rom. 7:23).
b) Su estado era espiritualmente miserable (Rom. 7:24).
c) Pablo era salvo y comprendió que lo que le dio la libertad fue la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, y no sus propias obras (Rom. 8:2).
d) La completa voluntad de Dios se cumple en el creyente, pero nunca por el creyente (Rom. 8:4).

El problema del pecado concierne a la santidad de Dios y la liberación del poder del pecado puede venir solamente por medio de Jesucristo. El Espíritu Santo no podría ejercer dominio sobre una naturaleza caída que todavía no estuviese juzgada, pero en Rom. 6:1-10 se afirma que la naturaleza caída del creyente fue ya juzgada al ser crucificada, muerta y sepultada con Cristo, lo que hizo posible para el Espíritu darnos la victoria a los creyentes.

Debido a esta provisión de la gracia de Dios, el creyente puede caminar en el poder de un nuevo principio de vida que consiste en depender solamente del Espíritu, reconociéndose a sí mismo muerto en verdad al pecado (Rom. 6:4, 11). Por lo tanto, la liberación del poder del pecado es por medio de Cristo y por el Espíritu.

f. Victoria por el Espíritu Santo

Como se ha dicho en los puntos anteriores, un creyente puede ser liberado del poder del pecado por el Espíritu Santo (Gál. 5:16). La salvación del poder del pecado, al igual que la salvación de la pena del pecado, es de Dios y, desde un punto de vista humano, depende de una actitud de fe, así como la salvación de la pena del pecado depende de un acto de fe. El que ha sido justificado vivirá por fe y la fe consiste en depender del poder de Dios; por ende, la persona justificada siempre dependerá del Espíritu y nunca debe perder este principio de victoria… de lo contrario, experimentará el fracaso en su vida espiritual.

Existen tres razones para una vida de dependencia del Espíritu:

1. Bajo las enseñanzas de la gracia, el creyente se encuentra ante una norma de vida que humanamente sería imposible alcanzar; sin embargo, el creyente salvo es:

- Un ciudadano de los cielos (Fil. 3:20).
- Un miembro del cuerpo de Cristo (Ef. 5:30).
- Un miembro de la familia de Dios (Ef. 2:19).

Así pues, él es llamado a vivir de acuerdo a su elevada posición espiritual y este modo de vida es diferente al sistema del mundo y a la inclinación natural de la carne (Jn. 13:34; 2 Cor. 10:5; Ef. 4:1-3, 30; 1 Ts. 5:16, 17; 1 Ped. 2:9).

Por este motivo, el hijo de Dios debe depender completamente del Espíritu que mora en su corazón.

2. El creyente salvo se enfrenta a Satanás, el príncipe de este mundo. A causa de esto, debe fortalecerse en el Señor y en el poder de su fuerza (Ef. 6:10-12; 1 Jn. 4:4; Jud. 1:9).

3. El creyente salvo posee la vieja naturaleza, la cual le es incapaz de controlar por sí mismo.

La Escritura revela que no solamente Dios nos salva de la culpa del pecado, sino que también nos libera del poder del pecado.

Finalmente, cuando el cristiano se encuentre en el cielo, será liberado de la presencia del pecado.