Visitas por países (actualizando)

Flag Counter

Bienvenida

Agradecemos su visita

Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

Le invitamos a participar con sus comentarios y opiniones

Mayor informes:

Barrio Robledo Parque - Medellín, Colombia

Alejandro Ocampo -2646825 - 3122958775

Barrio El Playón - Medellín, Colombia

Juan Carlos Sánchez -4619040 - 3136619531

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La salvación de la pena del pecado Parte I


a. El significado de la salvación

Cada creyente nacido de nuevo en Cristo debe tener la capacidad de comprender y enseñar a otros el tema de la salvación de una forma clara… 1) porque ha tenido la experiencia de la salvación; 2) porque es el mensaje que Dios ha comisionado al creyente para proclamar al mundo.

De acuerdo al amplio significado que se usa en la Escritura, la palabra “SALVACIÓN” representa la obra completa de Dios por medio de la cual él rescata al hombre de la maldición y de la ruina del pecado, librándolo de la condenación eterna; además, le confiere las riquezas de su gracia, dándole la vida eterna ahora y después de la muerte.

“La salvación es de Jehová” (Jon. 2:9); por tanto, en cada aspecto, es una obra de Dios en favor del hombre, y no es, en ningún sentido, una obra del hombre a favor de Dios.
 
Esta obra de Dios ha sido eficaz en todos los tiempos: antes de la Ley, durante la Ley y en la Gracia que vino con el evangelio de Cristo. Estamos seguros de que, comenzando con Adán y continuando con Cristo, aquellos individuos que ponen su confianza en Dios y andan en sus caminos, han sido justificados por su gracia. Obviamente, la revelación de Jesucristo, su ministerio, su muerte y resurrección, son la máxima expresión del propósito de Dios para salvar al hombre.

b. La salvación como el remedio de Dios para el pecado

Aún cuando se hacen ciertas distinciones en la doctrina bíblica del pecado, hay dos hechos universales que deben considerarse en primer lugar:

1. El pecado es siempre repugnante y abominable ante los ojos de Dios, ya sea que lo cometa una persona poco instruida o una persona intelectual, una persona regenerada por el evangelio o una persona no regenerada. Así pues, todo acto de desobediencia a la voluntad de Dios es invariablemente «pecaminoso» en sí mismo, porque constituye una ofensa contra la santidad de Dios.

2. El único remedio para el pecado está en la sangre derramada por Cristo, el Hijo de Dios. Él es el Cordero inmolado de Dios, sin defecto y santo. Todos los sacrificios del A.T. apuntaban al Cordero ofrecido por Dios mismo para perdón de pecados.

Si la pena del pecado puede ser perdonada es porque hubo otro que, en su carácter de sustituto, satisfizo todas las demandas que la justicia divina tenía contra el pecador. En la Ley de Dios para Israel, el pecador no era perdonado sino hasta que el sacerdote había presentado el sacrificio de un animal para expiación, el cual anticipaba la muerte de Cristo en la cruz (Lv. 4:20; 26, 31, 35; 5:10, 13, 16, 18; 6:7; 19:22; Núm. 15:25, 26, 28).

En este sentido, el sacrificio del Hijo de Dios se consumó y su sangre derramada en el Calvario es la base del perdón para todo pecador (Col. 1:14; Ef. 1:7).

La muerte de Cristo como nuestro sustituto es infinitamente perfecta en su eficacia redentora y por lo tanto, el pecador que confía en él no solamente es perdonado, sino también justificado en Cristo (Rom. 3:24).

Dios nunca ha tratado el pecado con ligereza y nunca cambiará su actitud frente al pecado. Sin embargo, el castigo divino por el pecado cayó con todo su rigor sobre el Cordero de Dios y todo el que ponga su mirada en Cristo, será justificado en él. No obstante, el creyente debe permitir que el evangelio transforme su vida para ser más como Jesús; además, debe aborrecer el pecado, no complacerse en el mal y no practicar lo que Dios rechaza; de lo contrario, no habrá una evidencia de que realmente ha conocido la verdadera libertad que Cristo da.

Notemos que la Biblia nos manda a morir al pecado y a vivir para la justicia; éste fue el propósito esencial de la muerte de Cristo (1 Ped. 2:24). Cristo murió para llevarnos a Dios pero si seguimos practicando el pecado, habrá una barrera y una ruptura en la comunión con Dios que nos alejará de su voluntad, y no podremos agradar a Dios y mucho menos entrar al cielo en esa condición (1 Ped. 3:18).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario