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lunes, 1 de diciembre de 2014

El pecado: su carácter y universalidad


a. Las especulaciones humanas sobre el pecado

Puesto que el pecado es un factor dominante en la experiencia humana, a la vez que uno de los temas principales de la Biblia, ha sido motivo de discusiones sin fin. Aquellos que rechazan la revelación escritural tienen con frecuencia conceptos inadecuados acerca del pecado; miremos algunos de ellos:

- Una característica familiar del modo no bíblico de enfocar la cuestión es considerar el pecado hasta cierto punto como una ilusión, es decir, que el pecado es solo un mal concepto basado sobre la falsa teoría de que existe el bien y el mal en el mundo. Por supuesto, esta teoría fracasa al enfrentarse a los hechos de la vida diaria, porque tenemos que reconocer que todos pecamos y que la maldad humana es cada vez más evidente en nuestra sociedad; hemos tratado de cambiar y no hemos podido; hemos buscado tantas estrategias para remediar esta situación y nada ha sido efectivo (ni las buenas intenciones ni la educación ni la religión ni el dinero ni la tecnología). Además, la mayoría reconocemos que Dios es la fuente de todo bien y que tiene principios morales.

- Otro antiguo enfoque del problema del pecado es mirarlo como un principio inherente al mundo físico. Esto se encuentra en la filosofía oriental y también en el gnosticismo griego y es el trasfondo, tanto para el ascetismo (la negación de los deseos del cuerpo), como para el epicureísmo (la tolerancia con los deseos del cuerpo). El hecho, sin embargo, es que atribuye demasiada influencia al ámbito físico y niega que el hombre peque realmente y que sea responsable ante Dios.

- Otro concepto común, aunque inadecuado, es que el pecado es nada más que egoísmo. Si bien es cierto que el pecado es a menudo egoísmo, este concepto no es aplicable a todos los casos, porque el hombre peca a veces contra sí mismo.

Todas estas teorías no alcanzan el nivel bíblico y son una negación de la revelación bíblica del carácter y de la universalidad del pecado.

b. La doctrina bíblica del pecado

Reconociendo que hay varios pecados definidos en la Palabra de Dios, llegamos a la conclusión de que el pecado es cualquier falta de conformidad al carácter de Dios, ya sea en obra, disposición o estado. En las Escrituras se definen varios pecados, como se ilustran, por ejemplo, en los Diez Mandamientos que Dios dio a Israel y que son la base de los principios de Dios para toda la humanidad:

Éx. 20:3  No tendrás dioses ajenos delante de mí.
Éx. 20:4  No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
Éx. 20:5  No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
Éx. 20:6  y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Éx. 20:7  No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
Éx. 20:8  Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
Éx. 20:9  Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
Éx. 20:10  mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
Éx. 20:11  Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Éx. 20:12  Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
Éx.  20:13  No matarás.
Éx. 20:14  No cometerás adulterio.
Éx. 20:15  No hurtarás.
Éx. 20:16  No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
Éx. 20:17  No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.

El pecado se evidencia claramente porque es diferente de lo que Dios es, y Dios es eternamente santo. El pecado siempre es contra Dios, aún cuando pueda ser dirigido contra seres humanos.

“Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (Sal. 51:4).

“Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc. 15:18).

En síntesis, el pecado desfigura la imagen de Dios en el hombre y lo hace culpable del juicio de Dios.

La doctrina del pecado se presenta en 2 aspectos en la Biblia:

*  El pecado personal:

Incluye todo lo que en la vida diaria está en contra del carácter de Dios (actos de omisión o de comisión). La idea esencial es que el hombre no alcanza a la norma divina y fracasa en alcanzar el nivel del carácter de santidad que Dios demanda.

Los hombres son conscientes con frecuencia de sus pecados personales, y estos pecados pueden tomar una gran variedad de formas. Hablando de manera general, el pecado personal se relaciona con algún mandamiento particular de Dios en la Biblia y siempre es un acto de rebelión o desobediencia contra Dios.

*  La naturaleza pecaminosa del hombre:

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).

Todos los hombres que han vivido en la tierra han pecado y no hay nadie justo delante de Dios; aquí evidenciamos que la naturaleza humana se corrompió después de la caída de Adán y Eva. A causa de esto, la muerte espiritual (la separación del hombre de la comunión con Dios) ha sido la peor consecuencia que ha venido sobre todo el género humano.

“entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Ef. 2:3).

De acuerdo a este texto, todos los hombres “éramos por naturaleza hijos de ira”, y toda la naturaleza del hombre es depravada, es decir, el hombre está corrompido por el pecado. Tengamos presente que esto no significa que en el hombre no haya nada bueno o que el hombre sea completamente malo; en parte, el ser humano conserva la imagen de Dios, aunque está caído delante de él.

Ningún ser humano se ha visto libre de esta naturaleza de pecado, excepto el caso de Cristo, el cual fue el hombre perfecto y sin pecado.

El asunto del pecado no es simplemente que los hombres pequen y se conviertan en pecadores; mas bien es que los hombres pecan porque tienen una naturaleza pecaminosa, aunque esto no significa que no tengan una responsabilidad y que sean inocentes; antes bien, todo pecado es un acto voluntario y es una deuda contraída con Dios que recibirá una recompensa. No obstante, el remedio divino para esta situación es la obra de Cristo en la cruz para salvarnos y transformarnos en nuevas criaturas (2 Cor. 5:17).

Notemos que el pecado inicial de Adán le llevó a la caída, y en la caída él se volvió un ser depravado y degenerado y solo capaz de engendrar seres caídos como él mismo. Por lo tanto, cada hijo de Adán es nacido con la naturaleza adámica y siempre está inclinado a pecar; sin embargo, Cristo juzgó la naturaleza pecaminosa del hombre en la cruz para que cada creyente pueda vencer el mal por medio de la fe en su sangre que nos limpia de todo pecado y por medio de su Palabra que nos enseña a obedecer a la perfecta voluntad de Dios. No obstante, hay una tendencia natural que permanece en nuestro ser y que nos induce al pecado pero la bendición del creyente fiel a Cristo es que también recibe una naturaleza divina inclinada al bien, al amor y a la fidelidad a Dios, procurando cada día ser más como Cristo a través de la operación del Espíritu Santo que forma nuestro carácter a la semejanza del Hijo de Dios. Esta naturaleza divina nos guía a aborrecer toda especie de mal, haciendo morir el pecado en nosotros (Rom. 8:1-16).

En la Biblia nunca se dice que la naturaleza pecaminosa es quitada o erradicada en nuestra vida cuando creemos en Cristo, pero el verdadero cristiano tiene el poder divino para vencer el mal, el cual es provisto a través del Espíritu que mora en él (Gál. 5:16, 17).

Por otro lado, cuando el hombre vive en contra de la voluntad de Dios y no obedece sus mandamientos, ésta es su condición:

- Tiene el entendimiento en tinieblas y es ajeno a la vida de Dios debido a su ignorancia, por la dureza de su corazón (Ef. 4:18).
- Su conciencia está cauterizada (quemada), por lo cual está afectada y trata de justificar el mal, complaciéndose en el pecado y rechazando el bien (1 Tim. 4:2).
- Está cegado por el diablo debido a su incredulidad y no puede percibir la luz del evangelio de Cristo (2 Cor. 4:4).
- No aprueba el tener en cuenta a Dios y como consecuencia, Dios mismo lo entrega a una mente reprobada para hacer cosas que no convienen (Rom. 1:28).
- Detiene con injusticia la verdad y la ira de Dios está sobre él (Rom. 1:18).

En conclusión, la Biblia enseña claramente que toda la raza humana está bajo la condición de pecado delante de Dios (Rom. 3:9; 11:32).

Desde el punto de vista divino, el estar “bajo pecado” es estar contado sin ningún mérito que pueda contribuir a la justificación ante Dios. En este sentido, la salvación es solamente por gracia y excluye todos los méritos humanos. Este estado “bajo pecado” solo es remediado cuando el individuo, a través de las riquezas de la gracia divina, es justificado por la fe en los méritos de Cristo, quien llevó nuestros pecados y nuestro castigo al morir como nuestro sustituto: “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). En otras palabras, nosotros merecemos el justo juicio de Dios que es la muerte pero Cristo sufrió la muerte en lugar de nosotros para darnos el perdón y cambiar nuestra vida a través de su evangelio.

Dios ha tenido misericordia y por eso envió a su Hijo al mundo, para buscar y salvar lo que sea había perdido (Lc. 19:10). Así pues, los creyentes en Cristo reciben vida eterna al oír su voz y seguirle (Gál. 3:22; Jn. 10:27-29).

El correcto entendimiento de la doctrina de pecado es esencial para entender el remedio de Dios para el mismo.

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