a. Las
especulaciones humanas sobre el pecado
Puesto
que el pecado es un factor dominante en la experiencia humana, a la vez que uno
de los temas principales de la Biblia, ha sido motivo de discusiones sin fin.
Aquellos que rechazan la revelación escritural tienen con frecuencia conceptos
inadecuados acerca del pecado; miremos algunos de ellos:
-
Una característica familiar del modo no bíblico de enfocar la cuestión es
considerar el pecado hasta cierto punto como una ilusión, es decir, que el
pecado es solo un mal concepto basado sobre la falsa teoría de que existe el
bien y el mal en el mundo. Por supuesto, esta teoría fracasa al enfrentarse a
los hechos de la vida diaria, porque tenemos que reconocer que todos pecamos y
que la maldad humana es cada vez más evidente en nuestra sociedad; hemos
tratado de cambiar y no hemos podido; hemos buscado tantas estrategias para
remediar esta situación y nada ha sido efectivo (ni las buenas intenciones ni
la educación ni la religión ni el dinero ni la tecnología). Además, la mayoría
reconocemos que Dios es la fuente de todo bien y que tiene principios morales.
-
Otro antiguo enfoque del problema del pecado es mirarlo como un principio
inherente al mundo físico. Esto se encuentra en la filosofía oriental y también
en el gnosticismo griego y es el trasfondo, tanto para el ascetismo (la
negación de los deseos del cuerpo), como para el epicureísmo (la tolerancia con
los deseos del cuerpo). El hecho, sin embargo, es que atribuye demasiada
influencia al ámbito físico y niega que el hombre peque realmente y que sea
responsable ante Dios.
-
Otro concepto común, aunque inadecuado, es que el pecado es nada más que
egoísmo. Si bien es cierto que el pecado es a menudo egoísmo, este concepto no
es aplicable a todos los casos, porque el hombre peca a veces contra sí mismo.
Todas
estas teorías no alcanzan el nivel bíblico y son una negación de la revelación
bíblica del carácter y de la universalidad del pecado.
b. La doctrina
bíblica del pecado
Reconociendo
que hay varios pecados definidos en la Palabra de Dios, llegamos a la
conclusión de que el pecado es cualquier falta de conformidad al carácter de
Dios, ya sea en obra, disposición o estado. En las Escrituras se definen varios
pecados, como se ilustran, por ejemplo, en los Diez Mandamientos que Dios dio a
Israel y que son la base de los principios de Dios para toda la humanidad:
Éx. 20:3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.
Éx. 20:4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de
lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo
de la tierra.
Éx. 20:5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás;
porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los
padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me
aborrecen,
Éx. 20:6 y hago misericordia a millares, a los que me
aman y guardan mis mandamientos.
Éx. 20:7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en
vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
Éx. 20:8 Acuérdate del día de reposo para
santificarlo.
Éx. 20:9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
Éx. 20:10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu
Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni
tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
Éx. 20:11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y
la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo
día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
Éx. 20:12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus
días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
Éx. 20:13
No matarás.
Éx. 20:14 No cometerás adulterio.
Éx. 20:15 No hurtarás.
Éx. 20:16 No hablarás contra tu prójimo falso
testimonio.
Éx. 20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni
su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
El
pecado se evidencia claramente porque es diferente de lo que Dios es, y Dios es
eternamente santo. El pecado siempre es contra Dios, aún cuando pueda ser
dirigido contra seres humanos.
“Contra ti,
contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas
reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (Sal. 51:4).
“Me levantaré e
iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc. 15:18).
En
síntesis, el pecado desfigura la imagen de Dios en el hombre y lo hace culpable
del juicio de Dios.
La
doctrina del pecado se presenta en 2 aspectos en la Biblia:
* El pecado
personal:
Incluye
todo lo que en la vida diaria está en contra del carácter de Dios (actos de
omisión o de comisión). La idea esencial es que el hombre no alcanza a la norma
divina y fracasa en alcanzar el nivel del carácter de santidad que Dios
demanda.
Los
hombres son conscientes con frecuencia de sus pecados personales, y estos
pecados pueden tomar una gran variedad de formas. Hablando de manera general,
el pecado personal se relaciona con algún mandamiento particular de Dios en la
Biblia y siempre es un acto de rebelión o desobediencia contra Dios.
* La naturaleza pecaminosa del hombre:
“Por tanto, como
el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).
Todos
los hombres que han vivido en la tierra han pecado y no hay nadie justo delante
de Dios; aquí evidenciamos que la naturaleza humana se corrompió después de la
caída de Adán y Eva. A causa de esto, la muerte espiritual (la separación del
hombre de la comunión con Dios) ha sido la peor consecuencia que ha venido
sobre todo el género humano.
“entre los
cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra
carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás” (Ef. 2:3).
De
acuerdo a este texto, todos los hombres “éramos
por naturaleza hijos de ira”, y toda la naturaleza del hombre es depravada,
es decir, el hombre está corrompido por el pecado. Tengamos presente que esto
no significa que en el hombre no haya nada bueno o que el hombre sea
completamente malo; en parte, el ser humano conserva la imagen de Dios, aunque
está caído delante de él.
Ningún
ser humano se ha visto libre de esta naturaleza de pecado, excepto el caso de
Cristo, el cual fue el hombre perfecto y sin pecado.
El
asunto del pecado no es simplemente que los hombres pequen y se conviertan en
pecadores; mas bien es que los hombres pecan porque tienen una naturaleza
pecaminosa, aunque esto no significa que no tengan una responsabilidad y que
sean inocentes; antes bien, todo pecado es un acto voluntario y es una deuda
contraída con Dios que recibirá una recompensa. No obstante, el remedio divino
para esta situación es la obra de Cristo en la cruz para salvarnos y
transformarnos en nuevas criaturas (2 Cor. 5:17).
Notemos
que el pecado inicial de Adán le llevó a la caída, y en la caída él se volvió
un ser depravado y degenerado y solo capaz de engendrar seres caídos como él
mismo. Por lo tanto, cada hijo de Adán es nacido con la naturaleza adámica y
siempre está inclinado a pecar; sin embargo, Cristo juzgó la naturaleza
pecaminosa del hombre en la cruz para que cada creyente pueda vencer el mal por
medio de la fe en su sangre que nos limpia de todo pecado y por medio de su
Palabra que nos enseña a obedecer a la perfecta voluntad de Dios. No obstante,
hay una tendencia natural que permanece en nuestro ser y que nos induce al
pecado pero la bendición del creyente fiel a Cristo es que también recibe una
naturaleza divina inclinada al bien, al amor y a la fidelidad a Dios,
procurando cada día ser más como Cristo a través de la operación del Espíritu
Santo que forma nuestro carácter a la semejanza del Hijo de Dios. Esta naturaleza
divina nos guía a aborrecer toda especie de mal, haciendo morir el pecado en
nosotros (Rom. 8:1-16).
En
la Biblia nunca se dice que la naturaleza pecaminosa es quitada o erradicada en
nuestra vida cuando creemos en Cristo, pero el verdadero cristiano tiene el
poder divino para vencer el mal, el cual es provisto a través del Espíritu que
mora en él (Gál. 5:16, 17).
Por
otro lado, cuando el hombre vive en contra de la voluntad de Dios y no obedece
sus mandamientos, ésta es su condición:
-
Tiene el entendimiento en tinieblas y es ajeno a la vida de Dios debido a su
ignorancia, por la dureza de su corazón (Ef. 4:18).
-
Su conciencia está cauterizada (quemada), por lo cual está afectada y trata de
justificar el mal, complaciéndose en el pecado y rechazando el bien (1 Tim.
4:2).
-
Está cegado por el diablo debido a su incredulidad y no puede percibir la luz
del evangelio de Cristo (2 Cor. 4:4).
-
No aprueba el tener en cuenta a Dios y como consecuencia, Dios mismo lo entrega
a una mente reprobada para hacer cosas que no convienen (Rom. 1:28).
-
Detiene con injusticia la verdad y la ira de Dios está sobre él (Rom. 1:18).
En
conclusión, la Biblia enseña claramente que toda la raza humana está bajo la
condición de pecado delante de Dios (Rom. 3:9; 11:32).
Desde
el punto de vista divino, el estar “bajo
pecado” es estar contado sin ningún mérito que pueda contribuir a la
justificación ante Dios. En este sentido, la salvación es solamente por gracia
y excluye todos los méritos humanos. Este estado “bajo pecado” solo es remediado cuando el individuo, a través de
las riquezas de la gracia divina, es justificado por la fe en los méritos de
Cristo, quien llevó nuestros pecados y nuestro castigo al morir como nuestro
sustituto: “el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo” (Jn. 1:29). En otras palabras, nosotros merecemos el
justo juicio de Dios que es la muerte pero Cristo sufrió la muerte en lugar de
nosotros para darnos el perdón y cambiar nuestra vida a través de su evangelio.
Dios
ha tenido misericordia y por eso envió a su Hijo al mundo, para buscar y salvar
lo que sea había perdido (Lc. 19:10). Así pues, los creyentes en Cristo reciben
vida eterna al oír su voz y seguirle (Gál. 3:22; Jn. 10:27-29).
El
correcto entendimiento de la doctrina de pecado es esencial para entender el remedio
de Dios para el mismo.
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