Visitas por países (actualizando)

Flag Counter

Bienvenida

Agradecemos su visita

Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

Le invitamos a participar con sus comentarios y opiniones

Mayor informes:

Barrio Robledo Parque - Medellín, Colombia

Alejandro Ocampo -2646825 - 3122958775

Barrio El Playón - Medellín, Colombia

Juan Carlos Sánchez -4619040 - 3136619531

domingo, 7 de diciembre de 2014

La salvación de la pena del pecado Parte III



e. La salvación como la obra terminada de Cristo

Cuando se contempla la obra de Dios para los hombres (todos pecadores y dignos del justo juicio de Dios), es importante distinguir entre la obra acabada de Cristo por todos, la cual está completa en una perfección infinita, y la obra salvadora de Dios, la cual es aplicada para y en el individuo en el momento en que él cree en Cristo.

1. La obra perfecta de Cristo

Cristo dijo: “consumado es” (Jn. 19:30); ésta es la última frase registrada de Cristo antes de su muerte. Aquí es evidente que él no se estaba refiriendo a su propia vida, su servicio o su sufrimiento, sino mas bien a una obra especial que su Padre le había encomendado y que fue completada cuando murió. Esta obra era definitivamente en favor de todo el mundo (Heb. 2:9-15; 1 Tim. 2:5, 6).

En otras palabras, la sangre del Unigénito y amado Hijo de Dios fue lo más precioso delante de sus ojos; sin embargo, fue el pago para el rescate del pecador. La ofensa del pecado había separado al pecador de Dios, pero él proveyó a su propio Cordero para quitar el pecado para siempre. Los santos juicios de Dios están dispuestos contra el pecador a causa de su desobediencia; no obstante, Cristo fue la propiciación para el pecado de todo el mundo (1 Jn. 2:2).

2. La obra de la salvación para el que cree

El hecho de que Cristo haya muerto, no salva a los hombres, pero provee una base suficiente sobre la cual Dios puede salvar, aún al peor de los pecadores. Estas son las buenas nuevas, el evangelio que debemos proclamar a todo el mundo, para que los hombres se reconcilien con Dios a través de Cristo (2 Cor. 5:19). No obstante, el pecador debe creer en Cristo y en el evangelio para arrepentirse y volverse a Dios, en gratitud por su misericordia y por el regalo inmerecido del perdón y de la salvación.

Esta obra salvadora de Dios se cumple solo en el momento en que alguien cree pero incluye varias fases de acción divina en un corazón arrepentido y dispuesto: redención, reconciliación, propiciación, perdón, regeneración, justificación, santificación, perfección y glorificación. Por medio de estas fases somos:

·         Hechos hijos de Dios (Jn. 1:12, 13)
·         Participes de la herencia de los santos (Col. 1:12).
·         Aprobados delante de Dios en el Amado (Ef. 1:6).
·         Hechos ciudadanos de los cielos (Fil. 3:20).
·         Hechos una nueva creación (2 Cor. 5:17).
·         Hechos miembros de la familia de Dios (Ef. 2:19).
·         Hechos justicia de Dios (2 Cor. 5:21).
·         Hechos cercanos a Dios (Ef. 2:13).
·         Hechos completos en Cristo (Col. 2:10).

El creyente, hijo de Dios, nacido de nuevo, pecador arrepentido y convertido a Cristo, ha sido liberado del poder de las tinieblas y trasladado al reino del amado Hijo de Dios, y ahora posee toda bendición espiritual (Col. 1:13).

Gracias a Cristo, la culpa y la pena del pecado han sido quitadas, porque el pecador reconciliado con Dios es salvo y es perdonado de todas sus transgresiones y justificado para siempre. Dios no podría perdonar y justificar aparte de la cruz de Cristo, porque él murió y abrió el único camino a la comunión perfecta con Dios. Por tanto, quien rechaza a Cristo, no puede acceder al perdón de Dios por otros medios.

f. La salvación en relación al pecado del salvo

El perdón de los pecados se recibe cuando el pecador mira a Cristo, se arrepiente y se vuelve a Dios; ésta es la esencia de su salvación. Sin embargo, el nuevo creyente no estará exento de pecar porque sigue siendo un ser imperfecto. Cuando esto ocurre, su deber es confesar a Dios el pecado y ser sincero en su relación con Dios (1 Jn. 1:9).

El efecto del pecado del cristiano, entre otras cosas, es la pérdida de la comunión con Dios, quien mora en él, pero será restaurado, siempre y cuando haya un corazón arrepentido y dispuesto a obedecer a Dios.

La Palabra de Dios es nuestra guía y siempre nos lleva a ser fieles a Dios, a honrar sus mandamientos y produce en nosotros un aborrecimiento profundo por el pecado; sin embargo, cuando pecamos, debemos recordar que tenemos a Cristo, nuestro abogado en los cielos y que él intercede por nosotros (Rom. 8:34; 1 Jn. 2:1, 2; Heb. 9:24).

El pecado separaría a los cristianos de Dios para siempre. Sin embargo, en Cristo tenemos la seguridad del perdón y la reconciliación con Dios porque su sangre es eficaz y su amor es perdonador. No obstante, si pecamos de forma reiterativa y consciente, si nos complacemos en el mal, si no hay un corazón arrepentido, no podemos esperar en la misericordia de Dios porque él no es un juego ni se deja manipular de nadie.

Leamos lo que dice la Escritura: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gál. 6:7, 8).

La Biblia enseña que un corazón no arrepentido no podrá escapar del juicio de Dios porque está atesorando ira divina sobre sí y en el tiempo justo habrá un castigo sin acepción de personas (Rom. 2:1-11).

La Biblia dice muy claro: “el que practica el pecado es del diablo” (1 Jn. 3:8). En otras palabras, quien convierte el pecado en una práctica personal, está manifestando que no es de Dios y que su vida está influenciada por Satanás.

Ahora bien, miremos lo que dice Ef. 2:8-10: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”

La salvación es por la fe en Cristo y por la gracia… es un don (un regalo) de Dios; sin embargo, Dios preparó de antemano buenas obras para que anduviésemos en ellas… no para salvación, pero sí para testimonio de un verdadero cristianismo.

No debemos gloriarnos de las buenas obras pero sí debemos reflejar la imagen de Jesús en todo lo que hablamos y hacemos. Lamentablemente, muchos han convertido la gracia de Dios en libertinaje (Jud. 1:4) y creen que tienen licencia para pecar y vivir como les dé la gana. Este no es el evangelio de Cristo.

Conclusión
Somos salvos por Cristo (Rom. 5:1), por medio de la fe y de la gracia; no podemos ganarnos el cielo ni la salvación con nuestras buenas obras, pero debemos vivir a la altura de la vocación con la que fuimos llamados (Ef. 4:1). Es verdad que las obras no salvan, pero los frutos de integridad y amor son la mejor manera de demostrar quién gobierna en nuestras vidas: Cristo o el diablo. No hay puntos intermedios.

No debemos pretender una vida cristiana que esté en contradicción con el ejemplo de Cristo; no debemos ser una avergüenza al evangelio porque la gente creerá o dejará de creer, no tanto por lo que decimos, sino por lo que hacemos. Y si la gente no cree en los cristianos cuando tienen malas obras, ¿insistiremos en que Dios aprobará nuestra fe con malas obras? (Stg. 2:17).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario