Visitas por países (actualizando)

Flag Counter

Bienvenida

Agradecemos su visita

Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

Le invitamos a participar con sus comentarios y opiniones

Mayor informes:

Barrio Robledo Parque - Medellín, Colombia

Alejandro Ocampo -2646825 - 3122958775

Barrio El Playón - Medellín, Colombia

Juan Carlos Sánchez -4619040 - 3136619531

miércoles, 17 de diciembre de 2014

La salvación del poder del pecado Parte III



e. El único camino de victoria

Se han sugerido varias enseñanzas que pretenden señalar el camino por el cual el cristiano puede liberarse del poder del pecado.

1. Se ha dicho que el cristiano será impulsado a vivir para la gloria de Dios si observa suficientes reglas de conducta. Este principio humano está condenado al fracaso porque hace que la victoria dependa de la misma carne de la cual se busca la liberación pero la Biblia muestra que si estamos bajo la gracia, el pecado no se enseñoreará de nosotros (Rom. 6:14).

2. Se ha afirmado muchas veces que el cristiano debe buscar la erradicación de la vieja naturaleza, para así quedar permanentemente libre del poder del pecado, pero esta teoría tiene sus objeciones:

a) No hay base bíblica para la enseñanza de que la naturaleza adámica (que está inclinada de forma natural al pecado) pueda erradicarse.
b) La vieja naturaleza es una parte de la carne, y es claro que ella debe tratarse en la misma forma en que Dios trata a la carne. La carne es uno de los tres enemigos del cristiano: el mundo, la carne y el diablo. Dios no erradica al mundo ni a la carne ni al diablo porque es necesario que estén activos para probar a todos los moradores de la tierra y para formar el carácter del creyente fiel; además, Dios mismo provee la victoria sobre estos enemigos por medio del Espíritu Santo (Gál. 5:16; Rom. 8:1, 2), porque él está con nosotros (1 Jn. 4:4) y por la fe que recibimos de él (1 Jn. 4:4).
c) Ninguna experiencia humana actual confirma la teoría de la erradicación, y si esta teoría fuera verdadera, los padres cristianos fieles al Señor engendrarían hijos no inclinados al pecado.
d) Cuando se acepta la teoría de la erradicación, no habría necesidad del ministerio del Espíritu que mora en cada hijo de Dios. Por el contrario, los cristianos más espirituales son advertidos de la necesidad de andar en el Espíritu, rindiéndose a la voluntad de Dios, impidiendo que el pecado reine en sus cuerpos mortales, renunciando a las obras de la carne y permaneciendo en el Señor.

3. Algunos cristianos suponen que, aparte del Espíritu y simplemente por el hecho de que ya son salvos, podrán vivir para la gloria de Dios.

En Rom. 7:15-25 el apóstol Pablo testifica de su propia experiencia con esta teoría:

- Pablo entiende que hay una inclinación natural hacia el pecado en su vida (Rom. 7:15).
- Pablo reconoce el pecado mora en él (v. 16, 20).
- Pablo especifica que en su carne no mora el bien (v. 18).
- Pablo dice: “el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (v. 18). En otras palabras, hay una intención de hacer el bien pero no hay una capacidad natural para cumplir con la voluntad perfecta de Dios, debido al pecado que existe en la naturaleza caída que todos tenemos.
- Pablo encontró una ley en la carne (una inclinación natural) y lo describió diciendo: “el mal está en mí” (v. 21).
- Pablo habla de la ley de la mente (la conciencia y la esencia de la ley de Dios) y dice: “según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (v. 22).
- Pablo dice: “veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (v. 23).
- Pablo dice: “Miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (v. 24, 25). En Cristo tenemos el perdón y la victoria sobre el poder del pecado, ya que él murió por nuestros pecados y nos ha dado su Espíritu para vencer.

Notemos que después de haber expuesto la naturaleza caída y algunas de sus características, Pablo habla de la necesidad de estar en comunión con Cristo y con el Espíritu Santo para obtener la victoria sobre el pecado (Rom. 8:1-4).

- No hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (v. 1).
- “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (v. 2).
- La ley señalaba y juzgaba el pecado; ella no podía librarnos del dominio del pecado ni cambiar el corazón humano. No obstante, Dios envió a Cristo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, y condenó al pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (v. 3, 4). Cristo condenó (venció) al pecado en la carne (al morir en la cruz); en otras palabras, condenó al pecado a perder su dominio sobre los hombres. Por esta obra maravillosa y contundente nosotros tenemos la libertad y la victoria sobre el poder del pecado. Por tanto, no debemos andar en la carne porque en ella fue condenado el pecado, sino que debemos andar conforme al Espíritu (de acuerdo a su poder y a su palabra).

En síntesis, podemos concluir lo siguiente:

a) Pablo procuraba hacer lo mejor pero era siempre derrotado por una ley que aún estaba presente en sus miembros, rebelándose contra la ley de su mente (Rom. 7:23).
b) Su estado era espiritualmente miserable (Rom. 7:24).
c) Pablo era salvo y comprendió que lo que le dio la libertad fue la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, y no sus propias obras (Rom. 8:2).
d) La completa voluntad de Dios se cumple en el creyente, pero nunca por el creyente (Rom. 8:4).

El problema del pecado concierne a la santidad de Dios y la liberación del poder del pecado puede venir solamente por medio de Jesucristo. El Espíritu Santo no podría ejercer dominio sobre una naturaleza caída que todavía no estuviese juzgada, pero en Rom. 6:1-10 se afirma que la naturaleza caída del creyente fue ya juzgada al ser crucificada, muerta y sepultada con Cristo, lo que hizo posible para el Espíritu darnos la victoria a los creyentes.

Debido a esta provisión de la gracia de Dios, el creyente puede caminar en el poder de un nuevo principio de vida que consiste en depender solamente del Espíritu, reconociéndose a sí mismo muerto en verdad al pecado (Rom. 6:4, 11). Por lo tanto, la liberación del poder del pecado es por medio de Cristo y por el Espíritu.

f. Victoria por el Espíritu Santo

Como se ha dicho en los puntos anteriores, un creyente puede ser liberado del poder del pecado por el Espíritu Santo (Gál. 5:16). La salvación del poder del pecado, al igual que la salvación de la pena del pecado, es de Dios y, desde un punto de vista humano, depende de una actitud de fe, así como la salvación de la pena del pecado depende de un acto de fe. El que ha sido justificado vivirá por fe y la fe consiste en depender del poder de Dios; por ende, la persona justificada siempre dependerá del Espíritu y nunca debe perder este principio de victoria… de lo contrario, experimentará el fracaso en su vida espiritual.

Existen tres razones para una vida de dependencia del Espíritu:

1. Bajo las enseñanzas de la gracia, el creyente se encuentra ante una norma de vida que humanamente sería imposible alcanzar; sin embargo, el creyente salvo es:

- Un ciudadano de los cielos (Fil. 3:20).
- Un miembro del cuerpo de Cristo (Ef. 5:30).
- Un miembro de la familia de Dios (Ef. 2:19).

Así pues, él es llamado a vivir de acuerdo a su elevada posición espiritual y este modo de vida es diferente al sistema del mundo y a la inclinación natural de la carne (Jn. 13:34; 2 Cor. 10:5; Ef. 4:1-3, 30; 1 Ts. 5:16, 17; 1 Ped. 2:9).

Por este motivo, el hijo de Dios debe depender completamente del Espíritu que mora en su corazón.

2. El creyente salvo se enfrenta a Satanás, el príncipe de este mundo. A causa de esto, debe fortalecerse en el Señor y en el poder de su fuerza (Ef. 6:10-12; 1 Jn. 4:4; Jud. 1:9).

3. El creyente salvo posee la vieja naturaleza, la cual le es incapaz de controlar por sí mismo.

La Escritura revela que no solamente Dios nos salva de la culpa del pecado, sino que también nos libera del poder del pecado.

Finalmente, cuando el cristiano se encuentre en el cielo, será liberado de la presencia del pecado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario