3.
En las Escrituras se nos dan muchas ilustraciones de la imputación. Veamos
algunos ejemplos:
-
Dios proveyó túnicas de pieles para Adán y Eva; para obtenerlas fue necesario
el derramar sangre inocente (Gn. 3:21).
-
A Abraham le fue imputada justicia por haber creído a Dios (Gn. 15:6; Rom.
4:9-22; Stg. 2:23).
-
Los sacerdotes del A.T. se vestían de justicia (Sal. 132:9).
-
El profeta Isaías dijo: “En gran manera
me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con
vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió,
y como a novia adornada con sus joyas” (Is. 61:10).
-
Dios le ha concedido a la Iglesia que se vista de lino fino, limpio y
resplandeciente; porque el lino fino es
las acciones justas de los santos en Cristo (Ap. 19:8), es decir, los resultados
de la justificación en Cristo son las acciones justas que tienen que verse en la
vida de los creyentes fieles porque fuimos creados y regenerados por el Espíritu
Santo para mostrar buenas obras como testimonio de nuestra fe (Ef. 2:10).
-
La actitud del apóstol Pablo hacia Filemón (Flm. 1:17, 18) es una ilustración
tanto del mérito como del demérito imputado; el demérito hace referencia al
deterioro o pérdida que pueda sufrir una persona. En este caso, Pablo habla del
esclavo Onésimo: “Así que, si me tienes
por compañero, recíbele como a mí mismo (imputación de mérito). Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a
mi cuenta (la imputación de demérito)”.
4.
La imputación afecta la posición y no el estado de la persona implicada.
Existe, por lo tanto, una justicia de Dios, que nada tiene que ver con las
obras humanas, y que Dios pone en aquel que cree.
Esta
justicia de Dios en Cristo Jesús, es la posición eterna de todos los que son
salvos. En su vida diaria, o estado, ellos se hallan muy lejos de ser perfectos,
y es en este aspecto de su relación con Dios que deben crecer en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Ped. 3:18).
5.
La justicia imputada es la base de la justificación. Dios declara justificado a
aquel que él ve en Cristo. Este es un principio perfecto, ya que la persona
justificada está vestida de la justicia de Dios. La justificación no es una
ficción o un estado emotivo, sino más bien una consideración inmutable en la
mente de Dios. Al igual que la justicia imputada, la justificación es por fe en
Cristo, por la gracia de Dios y por la obra gloriosa del Espíritu Santo (Rom.
3:24; 4:23-25; 5:1; Tito 3:4-7).
Esta
justicia es permanente e inmutable, pues descansa solamente en los méritos del
eterno Hijo de Dios. La justificación es más que el perdón, porque el perdón es
la cancelación de la deuda del pecado, mientras que la justificación es la
imputación de justicia. El perdón es negativo (supresión de la condenación), en
tanto que la justificación es positiva (otorgamiento del mérito y posición de
honra en Cristo).
En
el N.T. hay dos perspectivas acerca de la justicia:
-
Santiago se refirió a la posición del creyente delante de los hombres y habló
sobre la importancia de las obras para evidenciar una fe genuina en Dios (Stg.
2:14-26).
-
Pablo se refirió a la posición del creyente delante de Dios y habló sobre la
suficiencia de la fe en Cristo para ser justificado con Dios (Rom. 5:1).
Analicemos
el caso de Abraham, el cual Santiago expone claramente…
Abraham
fue justificado delante de los hombres demostrando su fe por medio de sus obras
(Stg. 2:21); asimismo, él fue justificado delante de Dios por fe porque la
justicia divina le fue imputada (Stg. 2:23).
Este
planteamiento, en vez de llevarnos a vivir de forma liviana e indiferente a las
buenas obras, justificando el pecado o rebajando el nivel moral en nuestra
vida, nos debe llevar a la siguiente reflexión:
“YO
SOY SALVO Y DEBO REFLEJAR A CRISTO EN MI VIDA; TODO PECADO ES INACEPTABLE EN MI
CAMINAR DIARIO; SOY LLAMADO DE PARTE DE DIOS A VIVIR EN SANTIDAD, OBEDIENCIA Y
FIDELIDAD ABSOLUTA HACIA AQUEL QUE ES MI EJEMPLO Y MODELO”
Si
tenemos otra mentalidad, tristemente no hemos conocido a Dios y nuestro corazón
está lejos del verdadero sentido el evangelio porque si nuestro cristianismo
está desprovisto de la imagen de Cristo y de sus principios de santidad,
tenemos que preguntarnos si realmente estamos en comunión con Cristo.
Quien
ve en la cruz una licencia para seguir pecando, no tiene la fe que salva; la
marca de la fe es la lucha contra el pecado.
d. La justicia
impartida por el Espíritu
Un
último aspecto acerca de la justicia tiene que ver con el Espíritu Santo.
El
hijo de Dios, creyente en Cristo y nacido de nuevo…
-
Producirá las obras de la justicia que Dios demanda mediante la acción del
Espíritu en su vida (Rom. 8:4).
-
Tendrá la evidencia del fruto del Espíritu que consiste en amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gál. 5:22, 23).
En
la Biblia se establece claramente que estos resultados se deben a la obra que
el Espíritu realiza en y a través del creyente. En otras palabras, ésta es la
vida en el Espíritu de la que Pablo habla en varias de sus cartas (Rom. 7:6;
8:1, 9; Gál. 5:16, 17; 2 Cor. 6:6; Ef. 3:16; 5:9; 2 Ts. 2:13; Tito 3:5).
Estas
evidencias espirituales nunca podrían ser producidas por el creyente en sí
mismo y mucho menos por una persona que no se haya convertido a Cristo porque
ésta es la justicia impartida por el Espíritu.
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