El gozo en la presencia de Dios Parte I
El andar y permanecer en la
presencia favorable de Dios, y el estar en oración constante y profunda,
produce en nosotros una paz que sobrepasa todo entendimiento y que guarda
nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:7); además, hay
un gozo inefable (que no se puede expresar) y glorioso (1 Ped. 1:8), es decir,
un gozo que no se puede explicar con el lenguaje humano, el cual es
maravilloso, incomparable y precioso.
Tomemos algunos versículos
de la Biblia para entender cómo el gozo divino se experimenta en su presencia:
a. Pedro, lleno del
Espíritu Santo, en un discurso a los judíos en la ciudad de Jerusalén, les
dijo: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros
pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hch.
3:19). Cuando el corazón se arrepiente y hay una verdadera conversión, se
experimentan tiempos de refrigerio para el alma en la presencia del Señor. En
el texto griego, el término usado para refrigerio es anápsuxis que significa
“recuperar el aliento” (figurativamente, revivir); en otras palabras, cuando el
alma vive una experiencia de conversión en la presencia de Dios, vuelve a tomar
aliento, vuelve a respirar y es algo que llena de paz y gozo.
b. ¿Por qué muchos de los
que profesan ser cristianos no encuentran un gozo profundo en las cosas de
Dios? ¿Por qué no encuentran gozo en su presencia? La razón es que muchos de
ellos todavía aman el mundo en sus corazones y por este motivo, sus corazón
están insatisfechos (es que realmente no se han convertido); sin embargo, Juan
dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los
deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que
hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17). Obviamente,
este amor del Padre está relacionado con el gozo y el deleite del corazón en la
comunión con él. El mundo no puede saciar el alma pero el amor del Padre es
suficiente para llenarla de paz.
c. Cuando no hay una
experiencia genuina con Dios, el corazón de muchos supuestos cristianos no
disfruta el gozo de la presencia de Dios, porque andan en la carne y no en el
Espíritu. La oración se torna aburridora y no encuentran qué decir; además, no
se deleitan en estudiar profundamente la Palabra de Dios. A decir verdad, la
carne quiere gobernar sobre el espíritu y pretende imponer sus deseos
desordenados; la carne odia ser sometida al gobierno de Dios y odia pasar
tiempo genuino de calidad en oración, buscando a Dios; la carne odia todo lo
que provenga del Espíritu Santo (Gál. 5:17). No obstante, cuando la carne es
crucificada y el hombre interior es avivado por el Espíritu de Dios, tiene vida
de Dios, es dirigido por él, le da poder espiritual y llega a ser una delicia
verdadera acercarnos a él por medio de la oración y encontramos el alimento
esencial en las profundas verdades de la Palabra de Dios; llega a ser un clamor
del corazón experimentar la presencia de Dios como una realidad diaria. Por
eso, entre más ores, más quieres orar; entre más estudies la Biblia, más
quieres seguir leyendo e investigando la Palabra de Dios. Por ende, si el
hombre interior está sometido a la Palabra de Dios, comienza a disfrutar de las
cosas de Dios. Cuando tú disfrutas de Dios, y te deleitas en él, él comienza a
manifestar más y más de su presencia en tu vida y el gozo que recibes es algo
indescriptible que no se puede comparar con nada aquí en la tierra (Sal.
73:25).
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