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sábado, 7 de febrero de 2015



El gozo en la presencia de Dios Parte I
 
El andar y permanecer en la presencia favorable de Dios, y el estar en oración constante y profunda, produce en nosotros una paz que sobrepasa todo entendimiento y que guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:7); además, hay un gozo inefable (que no se puede expresar) y glorioso (1 Ped. 1:8), es decir, un gozo que no se puede explicar con el lenguaje humano, el cual es maravilloso, incomparable y precioso.

Tomemos algunos versículos de la Biblia para entender cómo el gozo divino se experimenta en su presencia:

a. Pedro, lleno del Espíritu Santo, en un discurso a los judíos en la ciudad de Jerusalén, les dijo: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hch. 3:19). Cuando el corazón se arrepiente y hay una verdadera conversión, se experimentan tiempos de refrigerio para el alma en la presencia del Señor. En el texto griego, el término usado para refrigerio es anápsuxis que significa “recuperar el aliento” (figurativamente, revivir); en otras palabras, cuando el alma vive una experiencia de conversión en la presencia de Dios, vuelve a tomar aliento, vuelve a respirar y es algo que llena de paz y gozo.

b. ¿Por qué muchos de los que profesan ser cristianos no encuentran un gozo profundo en las cosas de Dios? ¿Por qué no encuentran gozo en su presencia? La razón es que muchos de ellos todavía aman el mundo en sus corazones y por este motivo, sus corazón están insatisfechos (es que realmente no se han convertido); sin embargo, Juan dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17). Obviamente, este amor del Padre está relacionado con el gozo y el deleite del corazón en la comunión con él. El mundo no puede saciar el alma pero el amor del Padre es suficiente para llenarla de paz.

c. Cuando no hay una experiencia genuina con Dios, el corazón de muchos supuestos cristianos no disfruta el gozo de la presencia de Dios, porque andan en la carne y no en el Espíritu. La oración se torna aburridora y no encuentran qué decir; además, no se deleitan en estudiar profundamente la Palabra de Dios. A decir verdad, la carne quiere gobernar sobre el espíritu y pretende imponer sus deseos desordenados; la carne odia ser sometida al gobierno de Dios y odia pasar tiempo genuino de calidad en oración, buscando a Dios; la carne odia todo lo que provenga del Espíritu Santo (Gál. 5:17). No obstante, cuando la carne es crucificada y el hombre interior es avivado por el Espíritu de Dios, tiene vida de Dios, es dirigido por él, le da poder espiritual y llega a ser una delicia verdadera acercarnos a él por medio de la oración y encontramos el alimento esencial en las profundas verdades de la Palabra de Dios; llega a ser un clamor del corazón experimentar la presencia de Dios como una realidad diaria. Por eso, entre más ores, más quieres orar; entre más estudies la Biblia, más quieres seguir leyendo e investigando la Palabra de Dios. Por ende, si el hombre interior está sometido a la Palabra de Dios, comienza a disfrutar de las cosas de Dios. Cuando tú disfrutas de Dios, y te deleitas en él, él comienza a manifestar más y más de su presencia en tu vida y el gozo que recibes es algo indescriptible que no se puede comparar con nada aquí en la tierra (Sal. 73:25).





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