d. El Espíritu Santo se
deleita en las cosas de Dios, mientras la carne se deleita en las cosas de este
mundo. ¿En cuál estas andando? ¿En cuál te deleitas? La verdad es clara: si
siembras para la carne, de la carne segarás corrupción (Gál. 6:8). La mayoría
de los cristianos pasan mucho tiempo alimentando la carne, comiendo, bebiendo,
entreteniéndola, satisfaciéndola, aún con cosas "lícitas", y solo una
minúscula cantidad de tiempo sembrando para el Espíritu. ¿Entonces cuál va a
ser el más fuerte? Si de forma disciplinada y continuamente siembras para el
Espíritu, tu hombre espiritual será fuerte, y del Espíritu segarás la vida
eterna.
e. Quizás tú digas hoy: “no
me deleito en las cosas de Dios, pero ¿cómo puedo hacerlo? ¿Cómo puedo deleitarme más en Dios? ¿Dónde
comienzo?” Todo comienza en la cruz. Vuelve a la cruz (Gál. 2:20). La carne que
todavía dicta sus deseos tiene que ir a la cruz y ser crucificada juntamente
con Cristo. Gritará y pataleará hasta el final, sin duda, pero necesita ser
juzgada. Persiste en hacer morir la naturaleza humana (la voluntad de la carne)
hasta que ella sea dominada completamente y se mantenga sometida a Cristo por
la obra del Espíritu Santo. Todo lo que haya en tu vida que sabes que está
asociado con el mundo, con la carne y con el pecado, y sabes que no agrada a
Dios, necesita ser rendido. Ninguna auto-justificación está permitida. Si lo
que piensas, dices o haces, está en contra de los principios de las Escrituras,
o si sabes en tu corazón que no glorifica a Dios, deshazte de ello. Si es
dudoso, deshazte de ello. Algo que te impide tener una conciencia absolutamente
pura, necesita ser tratado y crucificado juntamente con Cristo. Permite que la
obra de Cristo en la cruz tenga su efecto completo, porque es solo así puedes
empezar a disfrutar de una comunión plena con Cristo.
f. Mientras continuamente
crucifiques la carne y siembres para el Espíritu, andando en el Espíritu con
una conciencia pura, tu espíritu (hombre interior) será edificado y hecho
fuerte, y tu corazón será purificado continuamente por fe y sus deseos llegarán
a ser verdaderamente santos, en comunión con la presencia de Dios. Tu corazón
tendrá hambre y sed de justicia, y cuando seas lleno con el bendito fruto del
Espíritu, encontrarás la verdadera delicia interna en Dios, e incluso podrás
testificar como David el salmista: “¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu
misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus
alas. Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú los abrevarás
del torrente de tus delicias” (Sal. 36:7, 8). Cuando vivimos la experiencia
real de disfrutar de la presencia de Dios en nuestras vidas, y deleitarnos en
él, y no en las cosas de este mundo, amando las cosas que él ama y
deleitándonos en las cosas en las que él se deleita, siendo llenos del Espíritu
continuamente, anhelando la santidad más profunda, disfrutando de las riquezas
de su gracia, entonces nosotros comprenderemos la vida cristiana que él diseñó
para nosotros su pueblo, porque su propósito es que encontremos el deleite y el
placer supremo solamente en él. Ya no hay que deleitarnos en satisfacer los
deseos de los ojos, los deseos de la carne, o la vanagloria de la vida, en las
cosas de este mundo, sino que nos deleitarnos en conocerle, amarle, obedecerle,
servirle y servir a los demás. Por eso, la Biblia dice: “Así dijo Jehová: No se
alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el
rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar:
en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y
justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jer. 9:23, 24).
g. Tristemente, la mayoría
de los cristianos no experimentan la bendición de caminar con Dios llenos del
gozo de su presencia, porque ellos llevan una vida con muchos altibajos y no
permanecen en Cristo, dependiendo de las emociones y de la programación mental
que tienen para sentirse satisfechos, esperando cumplir sus expectativas. Así
pues, cuando contristamos al Espíritu Santo, el gozo divino no puede
manifestarse de forma plena en nosotros; con respecto a esto, Pablo decía: “Y
no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el
día de la redención” (Ef. 4:30).
h. Si verdaderamente
permanecemos bajo la sombra del Omnipotente, viviendo en su presencia todos los
días, estaremos contentos continuamente, completamente satisfechos en él.
Nosotros no necesitaremos las cosas sensuales ni carnales para sentir gozo,
“porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en
el Espíritu Santo” (Rom. 14:17). Aquí se reitera el papel que desempeña el
Espíritu Santo para que nuestro gozo sea completo.
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