k. Otro personaje que
experimentó el gozo de Dios fue David (a pesar de tantos momentos de crisis,
soledad, persecución y desesperación). Él expresaba el gozo que sentía por el
poder de Dios manifestado y por sus obras de salvación, liberación y protección
(Sal. 21:1); por otro lado, experimentaba el gozo de su presencia (Sal. 21:6),
porque su presencia es tan especial que tiene la facultad de llenar el corazón
de alegría cuando confiamos en él, aún en medio de un callejón sin salida.
l. David dijo: “Me
mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a
tu diestra para siempre” (Sal. 16:11). El salmista confiaba en Dios (v. 1),
reconocía que fuera de él no hay bien (v. 2), amaba la santidad y aborrecía la maldad
(v. 3, 4), entendía que Dios era el todo para su vida (v. 5), vivía agradecido
con Dios por sus favores (v. 6), recibía el consejo de Dios y bendecía su
nombre (v. 7), ponía a Dios siempre delante de él (v. 8), se gozaba en Dios (v.
9), confiaba a Dios su alma (v. 10; y dependía de Dios para seguir la senda de
la vida (v. 11). Todas estas características nos enseñan quién era David, pero
al final, aparece una joya única, una verdad eterna: David había experimentado
que en la presencia de Dios hay plenitud (abundancia, totalidad) de gozo y que
al estar a su diestra, solo se disfruta de momentos deliciosos para el alma que
son inolvidables (v. 11). Esta expresión tiene su aplicación en la eternidad,
en donde gozaremos de la plenitud de la presencia de Dios y delicias a su
diestra para siempre.
m. En realidad, el ser
humano no necesita nada ni nadie para ser verdaderamente feliz. Tan solo
necesita seguir al Señor y andar de su mano, porque en ello consiste la senda
de la vida. Cuando nosotros andamos en su voluntad y buscando su rostro,
encontraremos en él los mayores deleites para el alma, los cuales no se
encuentran en ninguna persona (esposo o esposa, hijos o hijas, amigos o amigas,
etc.) ni en ningún logro humano (profesión, títulos, posiciones, trabajo,
posesiones, riquezas, fama, éxito, reconocimiento, etc.). No hay placer o gozo
terrenal que pueda compararse en lo más mínimo al deleite que encontramos en la
presencia de Dios. Por eso, Pablo decía: “y vosotros estáis completos en él”
(Col. 2:10); el término griego usado aquí es pleróo que significa estar lleno;
en otras palabras, estamos satisfechos y felices siempre, todos los días, en
cualquier situación que estemos atravesando.
n. Por otra parte, el gozo
debe expresarse de forma auténtica y espontánea (y todos tenemos diferentes
maneras de hacerlo). Por ejemplo, el gozo se puede mostrar mediante nuestra
alabanza y a través de cánticos espirituales en los cuales somos consolados,
edificados e inspirados en la presencia de Dios, declarando sus virtudes y
postrándonos de rodillas para adorarle (Sal. 95:1-4). En este sentido, el Sal.
100:1, 2 nos invita a cantar alegres a Dios, a servir a Dios con alegría y a
venir ante su presencia con regocijo. Aquí aparecen 3 elementos primordiales
con los cuales se manifiesta el gozo: el acto de cantar, el acto de servir y el
acto de venir ante su presencia. Así pues, el gozo de Dios en nosotros debe
estar presente siempre en todo lo que hacemos.
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