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domingo, 15 de febrero de 2015

El gozo en la presencia de Dios Parte IV


 

k. Otro personaje que experimentó el gozo de Dios fue David (a pesar de tantos momentos de crisis, soledad, persecución y desesperación). Él expresaba el gozo que sentía por el poder de Dios manifestado y por sus obras de salvación, liberación y protección (Sal. 21:1); por otro lado, experimentaba el gozo de su presencia (Sal. 21:6), porque su presencia es tan especial que tiene la facultad de llenar el corazón de alegría cuando confiamos en él, aún en medio de un callejón sin salida.

l. David dijo: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Sal. 16:11). El salmista confiaba en Dios (v. 1), reconocía que fuera de él no hay bien (v. 2), amaba la santidad y aborrecía la maldad (v. 3, 4), entendía que Dios era el todo para su vida (v. 5), vivía agradecido con Dios por sus favores (v. 6), recibía el consejo de Dios y bendecía su nombre (v. 7), ponía a Dios siempre delante de él (v. 8), se gozaba en Dios (v. 9), confiaba a Dios su alma (v. 10; y dependía de Dios para seguir la senda de la vida (v. 11). Todas estas características nos enseñan quién era David, pero al final, aparece una joya única, una verdad eterna: David había experimentado que en la presencia de Dios hay plenitud (abundancia, totalidad) de gozo y que al estar a su diestra, solo se disfruta de momentos deliciosos para el alma que son inolvidables (v. 11). Esta expresión tiene su aplicación en la eternidad, en donde gozaremos de la plenitud de la presencia de Dios y delicias a su diestra para siempre.

m. En realidad, el ser humano no necesita nada ni nadie para ser verdaderamente feliz. Tan solo necesita seguir al Señor y andar de su mano, porque en ello consiste la senda de la vida. Cuando nosotros andamos en su voluntad y buscando su rostro, encontraremos en él los mayores deleites para el alma, los cuales no se encuentran en ninguna persona (esposo o esposa, hijos o hijas, amigos o amigas, etc.) ni en ningún logro humano (profesión, títulos, posiciones, trabajo, posesiones, riquezas, fama, éxito, reconocimiento, etc.). No hay placer o gozo terrenal que pueda compararse en lo más mínimo al deleite que encontramos en la presencia de Dios. Por eso, Pablo decía: “y vosotros estáis completos en él” (Col. 2:10); el término griego usado aquí es pleróo que significa estar lleno; en otras palabras, estamos satisfechos y felices siempre, todos los días, en cualquier situación que estemos atravesando.

n. Por otra parte, el gozo debe expresarse de forma auténtica y espontánea (y todos tenemos diferentes maneras de hacerlo). Por ejemplo, el gozo se puede mostrar mediante nuestra alabanza y a través de cánticos espirituales en los cuales somos consolados, edificados e inspirados en la presencia de Dios, declarando sus virtudes y postrándonos de rodillas para adorarle (Sal. 95:1-4). En este sentido, el Sal. 100:1, 2 nos invita a cantar alegres a Dios, a servir a Dios con alegría y a venir ante su presencia con regocijo. Aquí aparecen 3 elementos primordiales con los cuales se manifiesta el gozo: el acto de cantar, el acto de servir y el acto de venir ante su presencia. Así pues, el gozo de Dios en nosotros debe estar presente siempre en todo lo que hacemos.

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