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martes, 24 de febrero de 2015

El pecado en la presencia de Dios Parte III


 

- La Biblia dice: “Después mandó Jeremías a Baruc, diciendo: A mí se me ha prohibido entrar en la casa de Jehová. Entra tú, pues, y lee de este rollo que escribiste de mi boca, las palabras de Jehová a los oídos del pueblo, en la casa de Jehová, el día del ayuno; y las leerás también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades. Quizá llegue la oración de ellos a la presencia de Jehová, y se vuelva cada uno de su mal camino; porque grande es el furor y la ira que ha expresado Jehová contra este pueblo” (Jer. 36:5-7). Aquí vemos que Jeremías tenía la esperanza de que si el pueblo de Israel se volvía a Dios, el Señor les perdonaría y no traería el castigo que había anunciado, pero miremos lo que dice después en este mismo capítulo: “Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el brasero había. Y no tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos el rey y todos sus siervos que oyeron todas estas palabras. Y aunque Elnatán y Delaía y Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no los quiso oír. También mandó el rey a Jerameel hijo de Hamelec, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel, para que prendiesen a Baruc el escribiente y al profeta Jeremías; pero Jehová los escondió. Y vino palabra de Jehová a Jeremías, después que el rey quemó el rollo, las palabras que Baruc había escrito de boca de Jeremías, diciendo: Vuelve a tomar otro rollo, y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim rey de Judá. Y dirás a Joacim rey de Judá: Así ha dicho Jehová: Tú quemaste este rollo, diciendo: ¿Por qué escribiste en él, diciendo: De cierto vendrá el rey de Babilonia, y destruirá esta tierra, y hará que no queden en ella ni hombres ni animales? Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David; y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche. Y castigaré su maldad en él, y en su descendencia y en sus siervos; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de Jerusalén y sobre los varones de Judá, todo el mal que les he anunciado y no escucharon” (Jer. 36:23-31).

De Dios nadie se burla… cuando el hombre rechaza al Creador y pretende vivir en contra de sus leyes, vendrán consecuencias y será inevitable. Este cuadro no contrasta con el amor de Dios, sencillamente él da oportunidades y es paciente, bueno y misericordioso, pero su paciencia tiene límites y su justicia será manifestada.
 
Todo esto sucede cuando persistimos en el pecado, es decir, la sentencia de juicio por nuestro pecado se ratificará y no podremos escapar de la ira de Dios.

- La Escritura sigue diciendo: “Oh Jehová Dios de Israel, tú eres justo, puesto que hemos quedado un remanente que ha escapado, como en este día. Henos aquí delante de ti en nuestros delitos; porque no es posible estar en tu presencia a causa de esto” (Esd. 9:15). El pecado nos impide disfrutar de la plenitud de la presencia de Dios, aunque por misericordia él podría tocarnos, quebrantarnos y concedernos peticiones según su gracia, pero esto no quiere decir que se complace de nosotros porque él aborrece la maldad.

- “Cuando el arca se movía, Moisés decía: Levántate, oh Jehová, y sean dispersados tus enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen” (Núm. 10:35). Para aquellos que persisten en pecar y aborrecen el consejo de Dios, la ira de Dios se manifiesta contra ellos, porque rechazar su Palabra es rechazarlo a él y esto fue lo que sucedió con muchas naciones gentiles en los tiempos de Moisés, las cuales eran dadas a la idolatría, la inmoralidad sexual y muchas prácticas que Dios aborrecía. Así pues, la presencia de Dios hace que aquellos que le aborrecen prefieran huir, antes que humillarse ante Dios y convertirse del pecado.
 
- “Métete en la peña, escóndete en el polvo, de la presencia temible de Jehová, y del resplandor de su majestad. La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día. Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido” (Is. 2:10-12). Cuando la ira de Dios se manifieste en la gran tribulación que vendrá sobre la tierra, los hombres se esconderán de la presencia y de la ira de Dios (Ap. 6:12-17).

- “Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia temible de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra. Aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase, y se meterá en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia formidable de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando se levante para castigar la tierra. Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz; porque ¿de qué es él estimado?” (Is. 2:19-22). Aquí el profeta muestra la reacción de la gente no arrepentida ante el castigo de Dios por la ira que brota de su presencia. Pero luego, dice: “dejaos del hombre”, o sea, no pongamos la confianza en el hombre porque no tiene la fuerza para defenderse o para ayudarle a otro ante la manifestación de la ira de Dios.
 
Es triste ver que la respuesta del pecador ante este Dios santo y maravilloso, es miedo, temblor y el querer huir, pero nadie puede huir realmente de su presencia; se meterán en cavernas, en grietas en las rocas, pero nada los puede librar del castigo de Dios.
 
Muchos piensan que Dios no castiga la maldad y están equivocados porque Dios no es alcahueta del pecado sino que es justo; si un delincuente en la tierra es juzgado por los tribunales humanos, cómo podemos afirmar que Dios va a tolerar la desobediencia a sus leyes… lo que pasa es que queremos justificar nuestra maldad y autoconsolarnos con la idea errada de que Dios es solo amor y misericordia. Al leer los evangelios encontramos a Jesús hablando sin pelos en la lengua: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc. 13:3). Jesús es amor y misericordia, pero también está en contra del mal y no le pesa la lengua para llamarnos al arrepentimiento y para anunciar el castigo de Dios para quienes perseveran en el pecado.

Hoy muchos predicadores dan un mensaje de solo amor pero están lejos del modelo de Cristo, el gran predicador que habló siempre la verdad, sin importar las reacciones de sus oyentes; muchos de ellos lo despreciaron, lo aborrecieron, querían apedrearlo y finalmente, lo mataron por predicar el evangelio puro y sin mancha. Lo mismo sucedió con los profetas y con los mensajeros fieles del Señor que están las Escrituras. No busquemos que la gente nos ame y nos aprecie, vendiendo el mensaje de santidad y obediencia a Dios y acomodando la Biblia a los caprichos de los oyentes. El que ama a Dios y el que ama su Palabra, nos apreciará por enseñarla y vivirla con integridad y fidelidad… y ya sabemos que este grupo es pequeño porque la mayoría nos aborrecerá por decir la verdad de Dios.

Si somos de Cristo, tenemos que identificarnos con su mensaje y con el desprecio que conlleva el seguir sus pisadas.

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