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viernes, 5 de septiembre de 2014

El contenido de la Biblia Parte III



Hemos venido desarrollando una presentación general sobre la historia del pueblo de Israel desde el libro de Génesis hasta Josué. El libro de los Jueces, que viene a continuación, nos dará una imagen un poco más matizada de este período histórico.

Jueces. Después de la muerte de Josué sobrevino para las tribus de Israel una etapa difícil y fue la época de los jueces.

Es importante notar que estos «jueces» no eran simples magistrados que administraban justicia, sino «caudillos» (o, como suele decirse, «líderes carismáticos») que el Señor fue suscitando en los momentos de crisis para liberar a su pueblo de la opresión. Cuando una o varias tribus israelitas se veían amenazadas por un ataque enemigo, estos caudillos (llenos del Espíritu del Señor) se levantaron para combatir a los enemigos de su pueblo (Jue. 3:10; 11:29).

Las amenazas provenían de los pueblos vecinos de Israel. Poco después de la entrada de los israelitas en Canaán, tuvo lugar, a su vez, el asentamiento de los filisteos en la costa sur de Palestina (hacia el año 1175 a.C.). Estos se organizaron en cinco ciudades (la famosa Pentápolis filistea: Ascalón, Asdod, Ecrón, Gaza y Gat), y por su poderío militar y su monopolio del hierro, constituyeron un peligro constante para los israelitas. La hostilidad de los filisteos, sumada a la que provenía de los nativos del país (los cananeos) y de los pueblos vecinos (madianitas, moabitas, amonitas, entre otros), llegó algunas veces a poner en peligro la existencia misma de las tribus hebreas.

Cuando se producía una de estas crisis, el Señor suscitaba un «juez» o caudillo, que obtenía para su pueblo una victoria resonante. Estos jueces actuaron en distintos lugares y en diferentes épocas, y cada uno en su estilo particular. Gedeón, por ejemplo, reunió varias tribus para ir al combate; Sansón, en cambio, fue un hombre de fuerza extraordinaria, que más de una vez puso en aprietos a los filisteos. Además, la misión de los jueces era personal y temporal: una vez pasado el peligro, ellos solían volver a sus ocupaciones ordinarias.

El Cántico de Débora (Jue. 5) muestra muy bien cómo se encontraba el pueblo de Israel durante el período de los jueces. El poema celebra la victoria de una coalición de tribus hebreas contra los cananeos, en la llanura de Jezreel. Según Jue. 5:14-17, seis de las tribus respondieron a la convocatoria hecha por Débora: Efraín, Benjamín, Maquir (Manasés), Zabulón, Isacar y Neftalí. En cambio, otras cuatro tribus (Rubén, Galaad o Gad, Dan y Aser) son recriminadas severamente por no haber socorrido a sus hermanos. Las tribus del sur (Judá, Simeón y Leví) ni siquiera se mencionan, sin duda porque una especie de barrera geográfica las separaba de las otras tribus. Uno de los principales enclaves que se interponían entre el norte y el sur era la fortaleza de Jerusalén, que aún estaba en poder de los jebuseos (Jos. 15:63; Jue. 19:10-12).

El libro de los Jueces pronuncia un juicio severo sobre la situación religiosa de Israel en aquel período. Los israelitas pasaban por un proceso de sedentarización y de cambio a nuevas formas de vida. Y la asimilación de algunas costumbres cananeas (relacionadas, sobre todo, con el ejercicio de la agricultura) introdujo prácticas religiosas contrarias al auténtico culto de Jehová. Estas prácticas estaban relacionadas con Baal, el dios cananeo de la fecundidad. De este dios se esperaba que diera fertilidad a la tierra, buenas cosechas de granos y abundancia de vino y aceite.

También es severo el pronunciamiento que se hace sobre la falta de unidad y de organización política entre los grupos hebreos: “En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jue. 17:6; 18:1; 19:1; 21:25).

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