b. Su naturaleza
En su naturaleza, Dios es espíritu puro, lo cual
quiere decir que habita en el ámbito espiritual; no obstante, puede
manifestarse en el ámbito material humano.
Cristo hizo la siguiente revelación acerca de Dios
Padre como objeto de nuestra adoración:
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario
que adoren” (Jn. 4:24). En esta expresión se hace referencia a la
naturaleza de Dios como espíritu puro y espíritu divino. Asimismo, en la carta
a los Hebreos se le llama Padre de los espíritus (Heb. 12:9).
Ahora bien, debemos distinguir entre Dios y las
criaturas espirituales (ángeles, hombres). Cuando decimos que Dios es espíritu
puro lo hacemos para poner de manifiesto que no es parcialmente espíritu y
parcialmente cuerpo, como es el caso del hombre.
Dios no tiene presencia física en su naturaleza,
pero puede llegar a manifestarse como él quiera según el momento y el lugar:
·
Como tres
varones (Gn. 18).
·
Como un varón
con una espada en la mano (Jos. 5:13-15).
·
Como un ángel
(Gn. 21:17, 18; 22:11, 12).
·
Como fuego
(Éx. 3:2; 40:38).
·
Con partes
similares a las del cuerpo humano: mano, espaldas (Éx. 33:18-23; 34).
·
En una nube
(Éx. 34:5,6; 40:34,35).
·
Desde un
torbellino (Job. 38:1).
·
Hablando
audiblemente (Éx. 34:10; Mt. 3;17).
·
En sueños (1
Rey. 3:5:15).
·
Sentado en su
trono ante millones de ángeles en el cielo (Job 1:6).
·
Sentado en un
trono alto y sublime, y sus faldas llenando el templo, pues tiene vestiduras
(Is. 6:1, 2).
·
Con semejanza
de hombre, sentado sobre un trono, con apariencia de fuego y resplandor
alrededor; con lomos, que es la parte inferior y central de la espalda (Ez.
1:26-28).
· Como un Anciano
de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como
lana limpia; su trono es
como llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente (Dn. 7:9).
·
Como paloma
(Mt. 3:16).
·
Cristo se
transfiguró (cambió su apariencia humana) delante de los discípulos: rostro
resplandeciente y vestidos blancos como la luz (Mt. 17:1, 2).
·
Al resucitar,
su cuerpo glorificado tenía pies (Mt. 28:9; Lc. 24:40; Jn. 20:27), boca (v.
18), y manos (Lc. 24:35, 40; Jn. 20:27).
Existen muchas referencias más que nos enseñan que
Dios se manifiesta como él quiere, cuando él quiere, donde él quiere y a quién
él quiere; sin embargo, todos estos versículos hay que interpretarlos de
acuerdo al contexto donde se encuentran y es necesario entender que siempre
tienen un plan específico y una revelación concreta. Por consiguiente, hay
revelaciones simbólicas y hay revelaciones literales; cada uno debe pedir al
Espíritu Santo el entendimiento para comprender bien.
Cuando la Biblia muestra que Dios tiene ojos, oídos,
manos, y pies, lo hace en un intento de trasmitir la idea de que está dotado de
las facultades que corresponden a dichos órganos en el cuerpo, porque si no
habláramos de Dios en términos físicos, no podríamos hablar de él de ninguna
manera, ya que esto nos permite comprenderlo desde nuestra óptima humana. Por
cierto que esto representa la autenticidad de la palabra de Dios, ya que utiliza
escritores humanos para describirnos al Dios eterno, aunque él es Espíritu y esta
característica no es una forma limitada o restringida de existencia, sino la
unidad perfecta del ser.
Es muy complejo saber cómo es Dios, cuál es su forma
o su figura espiritual; lo más especial es saber que nos creó con sus
facultades, sentidos y capacidades, a su imagen y semejanza.
Dios es infinito en sus facultades, nosotros somos
finitos. Dios tiene una visión, una audición, un entendimiento y unos sentidos
ilimitados; nosotros tenemos una visión, un oído, una inteligencia y unos
sentidos limitados.
Cuando decimos que Dios es espíritu infinito, nos
encontramos completamente fuera del alcance de nuestra experiencia, ya que
nosotros estamos limitados con respecto al tiempo y el espacio, al conocimiento
y el poder. Dios es esencialmente ilimitado, y cada elemento de su naturaleza
es ilimitado. Llamamos a su infinitud con respecto al tiempo, eternidad…
con respecto al espacio, omnipresencia… con respecto al conocimiento, omnisciencia…
y con respecto al poder, omnipotencia.
Su infinitud significa también que Dios trasciende
todo el universo; pone de manifiesto su independencia de todas sus criaturas
como espíritu autoexistente. No está limitado por lo que llamamos la
naturaleza, sino infinitamente exaltado por encima de ella. Incluso aquellos
pasajes de la Escritura que dan realce a su manifestación local y temporal también
nos muestran su exaltación y omnipotencia ante el mundo como Ser eterno,
Creador y Juez soberano.
“¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y
los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los
montes con balanza y con pesas los collados? ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó
enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le
enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la
prudencia? He aquí que las naciones le son como la gota de
agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he
aquí que hace desaparecer las islas como polvo. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus
animales para el sacrificio. Como nada son todas las naciones delante de él; y en
su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es” (Is.
40:12-17)
Al mismo tiempo, la infinitud de Dios expresa su inmanencia.
Con ello queremos hacer referencia a su presencia en todo lo creado y su poder
dentro de su creación. No se mantiene apartado del mundo, como simple
espectador de la obra de sus manos; está en todo, lo orgánico y lo inorgánico,
y actúa desde adentro hacia fuera, desde el centro de cada átomo, y desde las
más recónditas fuentes del pensamiento, la vida y el sentimiento.
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