En los
siguientes títulos Dios es descrito por algunos de sus atributos: el Dios de
gloria (Hch. 7:2), el Dios de paz (Rom. 15:33; 16:20; Fil. 4:9; 1 Ts. 5:23;
Heb. 13:20), el Dios de amor y paz (2 Cor. 13:11), el Dios de la paciencia y de
la consolación (Rom. 15:5), Dios de toda consolación (2 Cor. 1:3), Dios de
esperanza (Rom. 15:13), y el Dios de toda gracia (1 Ped. 5:10). Estos atributos
le definen, no en distinción de otras personas, sino como la fuente de todas
estas bendiciones.
Dios
es Espíritu infinito, eterno e inmutable, en su ser, sabiduría, poder,
santidad, justicia, bondad y verdad. Dios es un ser personal, no material,
consciente de sí mismo y autodeterminante. Está en todas partes; todo en todas
partes está inmediatamente en su presencia. Su omnisciencia es todo inclusiva:
conoce eternamente lo que ha conocido en el pasado y lo que conocerá en el
futuro. Su omnipotencia es la habilidad de hacer con poder todo lo que él
determine, controlando todo el poder que hay o que puede haber. Dios es eterno,
sin principio ni fin temporal. Por otra parte, cuando se expresa que Dios es
inmutable, en el lenguaje bíblico, señala la autoconstancia perfecta del
carácter de Dios a lo largo de toda la eternidad y en sus relaciones con sus
criaturas.
La
Deidad eterna (Col. 2:9;), el Ser Supremo en la Divinidad (Hch. 17:29), en su
naturaleza perfecta, dotado de todo poder, dominio, autoridad, sabiduría,
conocimiento y voluntad, ejerció su capacidad para crear como él quiso los
cielos y la tierra, manifestando las cosas invisibles de él en lo visible,
revelando su eterno poder y su naturaleza divina (Rom. 1:20); así pues, su ser
invisible se conoce por medio de sus obras en la creación. Por su voluntad hizo
todas las cosas y solo él es digno de recibir la gloria y la honra y el poder
(Ap. 4:11).
Es
habitual hacer una distinción entre revelación natural, todo lo que Dios ha
creado, y revelación especial, la Biblia. Se conoce a Dios por fe, más allá del
sentido cognoscitivo, en comunión con su pueblo. Así pues, la Biblia abunda en
invitaciones para buscar y hallar comunión con Dios.
Dios existe, y
puede ser conocido. Estas dos afirmaciones forman la base y la inspiración de
la Palabra de Dios. La primera es una afirmación de fe… la segunda viene de la
experiencia. Como la existencia de Dios no está sujeta a demostración
científica, debe ser un postulado de la fe; y dado que Dios trasciende toda su
creación, solo podemos conocerlo en la medida en que se revela a sí mismo. Es maravilloso
pensar en la existencia eterna de Dios. El ateísmo es una locura y los ateos
son los mayores locos del mundo, puesto que ven un universo tan sorprendente,
tan exuberante, tan hermoso, que no pudo hacerse a sí mismo, y aún así rehúsan
reconocer a un Creador. Con su negación de Dios ostentan haber estado en todo
el Universo a la misma vez para afirmar que no han visto a Dios. En otras
palabras se hacen dioses a sí mismos.
¿Quién
podría asegurar que Dios no existe?... tendría que haber viajado por todo el
cosmos buscando a Dios, y tendría que movilizarse por todas las galaxias al
mismo tiempo para no llegar a un lugar determinado cuando Dios se hubiere
trasladado a otro lugar.
Al afirmar que
Dios existe, nosotros los creyentes tenemos tres pruebas irrefutables, ya que
solo él podría obrar en ellas:
- La inspiración sobrenatural de la Biblia: la palabra de
Dios demuestra su realidad.
“Tenemos también la palabra profética más segura, a
la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la
Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo” (1 Ped. 1:18-20).
- La creación magnífica de todo lo que existe: sus obras
demuestran su poder infinito.
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el
firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1).
- La creación espiritual del hombre: la
transformación moral que Dios efectúa en el hombre demuestra el amor y la
bondad que tiene para cambiar su corazón y su vida entera.
“habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Col.
3:9, 10).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario