La Biblia
provee de una revelación extensa acerca de este tema tan importante; sin
embargo, la doctrina de la santificación está sujeta a malos entendidos ya que
ha sido malinterpretada muchas veces por la gente en general y por aquellos que
profesan la fe cristiana; por tanto, es esencial estudiarla a profundidad y con
el propósito de aplicarla a la vida diaria.
A la luz de
la historia y de la doctrina de la santificación, es importante observar tres
leyes de interpretación:
I. El
entendimiento correcto de toda doctrina bíblica depende de todo lo que la
Escritura contenga con relación a cualquier tema (incluyendo el tema de la
santidad).
II. La
doctrina de la santificación no debo interpretarla a partir de mi experiencia
personal. Por lo tanto, la enseñanza de la Palabra de Dios no debe sustituirse
por un análisis de alguna experiencia personal, sino que la función de la
Biblia es interpretar la experiencia, antes que ésta pretenda interpretar la
Biblia. Toda experiencia que viene por obra de Dios debe estar de acuerdo a las
Escrituras.
II. La
doctrina de la santificación debe encuadrarse en el contexto de la doctrina
bíblica en general. El dar un énfasis desproporcionado a cierta doctrina, o el
hábito de buscar toda la verdad siguiendo solamente una línea de enseñanza
bíblica, conduce a serios errores. La doctrina de la santificación, al igual
que cualquier otra doctrina de las Escrituras, representa y define un aspecto
dentro del propósito de Dios, y puesto que ella tiende a fines bien
determinados, sufre tanto cuando es exagerada, como cuando es presentada en
forma incompleta.
Teniendo
estos puntos claros, a continuación, vamos a desarrollar este tema a partir de
preguntas habituales que nos ayudarán a comprender mucho mejor lo que Dios
demanda de nosotros sus hijos, los creyentes que somos salvos por la gracia y
por la fe en la obra de Cristo en la cruz y que hemos nacido de nuevo por el
Espíritu Santo.
a. ¿Qué es la santidad?
La palabra
«santificar», en sus varias formas, es usada 106 veces en el A.T. y 31 veces en
el N.T. y significa «poner aparte»; es decir, es un estado de separación. En
este sentido, la santificación tiene que ver con POSICIÓN y RELACIÓN. Así pues,
un objeto, un lugar o una persona es puesta aparte y está separada de los
demás, en una posición de cercanía con Dios y de distanciamiento con el pecado;
además, es una relación de consagración, reconciliación y obediencia con
respecto a Dios. Este es el significado general de la palabra.
El término
«santo», en sus varias formas, es usado alrededor de 400 veces en el A.T. y 12
veces en el N.T., con relación a los creyentes y dando a entender el estado de
separación o ser puesto aparte, o ser separado de aquello que no es santo.
Cristo fue “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores”. Por
consiguiente, él estaba santificado. El es el ejemplo supremo de consagración y
entrega al Padre; por tanto, debemos procurar todos los días seguir sus pasos.
Sin embargo, hay algunas consideraciones con respecto a las palabras «santo» y
«santificar» en proporción a los creyentes; por ejemplo, santificarse para Dios
no implica necesariamente la impecabilidad, pues leemos en la Biblia de gente
santa, sacerdotes santos, profetas santos, apóstoles santos, hombres santos y
mujeres santas, pero ninguno de ellos estaba sin pecado delante de Dios. Eran
santos de acuerdo a su separación para Dios y a su relación con Dios. Por
consiguiente, la palabra «santo» no implica necesariamente una obra terminada
de Dios en nosotros, pero todos los creyentes santificados por Dios son
llamados repetidamente a unos niveles más altos de santidad. Si Cristo lo
entregó todo por nosotros y fue santo y sin mancha delante de Dios, ¿qué
estamos dispuestos a entregar por amor a él? (nuestros conceptos propios,
nuestros malos hábitos, nuestra forma de hablar, de ser, de vivir… en fin,
nuestra vida entera).
El término
«santo» se usa con relación a Israel cerca de 50 veces y con relación a los
creyentes alrededor de 72 veces; esto se aplica a su posición ante Dios. En
este caso, la palabra no se asocia estrictamente con la perfección de vida de
los creyentes sino que ellos son santos porque han sido particularmente
separados en el plan y propósito de Dios. Obviamente, este plan tenía como fin
último que Israel viviera al nivel de las demandas de Dios; lamentablemente,
ellos rechazaron sus leyes y vivieron a su manera… y por eso vino a Cristo: a
restaurar a su pueblo y a enseñarle la verdadera santidad que Dios busca.
Por otro
lado, santificar es una palabra que proviene del latín santus que significa
consagrado, sagrado, intachable. Así pues, usamos la palabra santificación para describir el proceso
de crecimiento integral que nos lleva a ser más semejantes a Cristo. Este
proceso comienza al creer en Cristo y recibirle en nuestro corazón de forma
sincera y genuina, con el deseo de obedecer su palabra.
La Iglesia,
la cual es el cuerpo de Cristo, ha sido llamada a apartarse, a ser un pueblo
separado de toda especie de mal; nosotros los creyentes, los seguidores de
Cristo, somos los santos en el N.T. De acuerdo al uso de estas palabras, los
verdaderos cristianos están santificados y todos ellos son santos. No obstante,
debido a que muchos cristianos ignoran la posición que tienen en Cristo, no
creen que ellos son santos o no procuran una vida de santidad cada vez más al
nivel de la imagen de Cristo. Sin embargo, entre los títulos que el Espíritu da
a los hijos de Dios, solo hay uno que se usa más que el de santos. Los
creyentes son llamados «hermanos» 184 veces, «santos» 62 veces y «cristianos»
solamente 3 veces.
En otro
aspecto, la palabra santo tiene el
sentido de completo y saludable. Lo que la salud es para el cuerpo, así es la
santidad para el ser integral: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:21-24). Por tanto,
la santidad no es tema de conciencia o de opiniones personales, es un asunto de
salud integral para el cristiano que anhela agradar a Aquel que le amó tanto
que se despojó de sí mismo para hacerse hombre, morir en la cruz para llevar su
castigo y su culpabilidad, trayendo un camino de reconciliación con Dios y vida
eterna.
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