Los libros apócrifos contradicen
enseñanzas vitales de la Biblia
Los libros de los Macabeos
Existen
cuatro libros de los Macabeos:
-
1 y 2 Macabeos: estos libros son agregados en algunas versiones de la Biblia (especialmente, la Vulgata y
otras biblias, como la versión Dios Habla Hoy) y se encuentran ubicados
después del libro de Ester. Ninguno
de los dos se hallan en el canon de los judíos, y los cristianos bíblicos siguieron
a los judíos en cuanto a los libros que formaban el canon del A.T.; por esta
causa, no fueron comprendidos entre los libros sagrados.
-
3 y 4 Macabeos: estos libros no son incluidos en ninguna versión de la Biblia;
por tanto, en este estudio solo son mencionados. Cabe anotar que existen muchos
libros apócrifos y el lector puede investigar más acerca de ellos según su
interés; por el momento, la prioridad en esta presentación es profundizar en
los libros apócrifos más relevantes y de mayor divulgación.
Primer
libro de Macabeos
Este libro contiene la historia de 40 años
desde el principio del reinado de Antíoco Epifanes hasta la muerte de Simón. El nombre del
autor todavía es desconocido. Analizando el texto, sabemos que se trataba de un
judío y que fue escrito aparentemente hacia el año 100 a.C., o sea hacia
finales del reinado de Juan Hircano, aunque sus originales se han perdido y solo
se conserva la versión griega de los LXX. Es, por consiguiente, casi
contemporáneo de los hechos que narra, ya que la rebelión de los Macabeos se
registró entre los años 175 y 135 a.C.
1
Macabeos narra el intento de helenizar por la fuerza a los judíos, por parte de
Antíoco IV Epífanes, un rey de la dinastía seléucida. Los judíos más radicales
no se resignan a esta situación y por tanto, se sublevan y se revelan,
conducidos por Matatías, un anciano líder religioso. Los cinco hijos de éste se
llaman Juan, Simón, Judas, Lázaro y Jonatán, y pronto se convierten en actores
principales de la unificación del pueblo judío en la resistencia contra los
invasores.
El
autor toma un hecho histórico real (la rebelión de los Macabeos) y que es
trascendental de por sí para la historia de su pueblo, ya que se le considera
la primera revolución nacionalista hebrea, y lo describe de forma clara y con
detalles. Sin embargo, aunque es una obra literaria con algún valor histórico, no
debemos considerarlo como un libro inspirado por Dios.
Segundo
libro de Macabeos
Esta
obra probablemente fue realizada en el siglo I a.C. y describe las hazañas de
los tres hermanos Macabeos: Judas, Jonatan y Simón. Valga aclarar que no es una
continuación de 1 Macabeos sino un relato paralelo, ocupándose especialmente de
las victorias de Judas Macabeo, el cual suele ser el más mencionado y el de mayor
trascendencia. Por otra parte, consideremos algunos aspectos con respecto a su
contenido:
-
En 3.26 dice: “Y se le aparecieron también otros dos jóvenes,
extraordinariamente vigorosos y de resplandeciente hermosura, vestidos con
ropajes magníficos; se pusieron uno a cada lado y lo azotaban sin parar,
descargándole una lluvia de golpes”. Estas descripciones no armonizan con la
forma en que los libros canónicos hablan acerca de los ángeles de Dios.
-
En 5.2, 3 dice: “Ocurrió que casi durante cuarenta días aparecieron por toda la
ciudad jinetes galopando por el aire, con vestiduras de oro, y escuadrones de
tropas armadas con las espadas desenvainadas, compañías de caballería en
formación, ataques y cargas por ambas partes, escudos que se agitaban, bosques
de lanzas, disparos de flechas, fulgor de armaduras de oro y corazas de todo
tipo”. Aquí vemos otras descripciones imaginarias y que no son armónicas con
los libros canónicos porque reflejan representaciones exageradas con respecto a
los ángeles.
- En 10.29, 30 dice: “En lo más recio del combate,
los enemigos vieron en el cielo cinco hombres resplandecientes montando
caballos con frenos de oro que se pusieron a la vanguardia de los judíos, colocaron
en medio al Macabeo y lo cubrieron con sus propias armas, para mantenerlo
invulnerable, mientras disparaban flechas y rayos contra los enemigos; éstos,
desconcertados y deslumbrados, se desorganizaron, llenos de pánico”. Estas
narraciones son fantasiosas y tampoco tienen paralelo en los libros canónicos.
Lo que sucede es que el autor de este libro intenta darle a su narrativa algún
matiz espiritual pero en el contenido del texto se nota que no hay un carácter
autoritativo, inspirado por Dios y verídico.
- En 11.2, 3 dice: “Cuando los del Macabeo
recibieron la noticia de que Lisias estaba asediando las plazas fuertes, sollozando
y llorando suplicaban al Señor, junto con el pueblo, que enviara un ángel bueno
para salvar a Israel. El Macabeo en persona fue el primero en empuñar las
armas, luego arengó a los demás, animándolos a socorrer a sus hermanos, y a
enfrentar el peligro junto con él. Se lanzaron todos animosos, y allí, cerca
todavía de Jerusalén, se les apareció, al frente del ejército, un jinete con vestiduras
blancas, esgrimiendo armas de oro. Todos a una alabaron al Dios misericordioso,
y quedaron enardecidos, dispuestos a derribar no sólo a hombres, sino a las
fieras más feroces y a murallas de hierro. Avanzaban ordenadamente, teniendo un
aliado celestial, porque el Señor se había compadecido de ellos”. Estos versos
siguen la misma línea de pensamiento que las referencias anteriores asociadas a
manifestaciones angelicales. Quien haya estudiado los libros canónicos y
conozca acerca de lo que la Biblia habla de los ángeles, percibirá en estas
narraciones la inventiva humana y no la veracidad de la inspiración divina.
- En 12.40-45 dice: “Y bajo la túnica de cada
muerto encontraron amuletos de los ídolos de Yamnia, que la ley prohíbe a los
judíos. Todos vieron claramente que aquélla era la razón de su muerte. Así que
todos alababan las obras del Señor, justo juez, que descubre lo oculto, e
hicieron rogativas para pedir que el pecado cometido quedara borrado por
completo. Por su parte, el noble Judas arengó a la tropa a conservarse sin
pecado, después de ver con sus propios ojos las consecuencias del pecado de los
caídos. Después recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a
Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran
rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la
resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los
muertos. Pero considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba
reservado un magnífico premio, la idea es piadosa y santa. Por eso hizo una
expiación por los caídos, para que fueran liberados del pecado”. En este pasaje
se está elogiando de forma errónea el acto de interceder por los muertos a fin
de que Dios perdone el pecado y conceda el favor de Dios para ellos. Este
pensamiento es completamente antibíblico porque jamás en las Escrituras se
invita a orar por los muertos y mucho menos a pedir el perdón de Dios por los
pecados que ellos cometieron en vida. La intercesión por otros y el perdón de
Dios aplican solo para quienes tienen vida (Is. 55:6, 7; Ecl. 9:4).
- En 15.11-16 dice: “Así los alegró a todos,
armando a cada uno no tanto con la seguridad que dan los escudos y las lanzas
cuanto con el ánimo que dan las palabras de aliento. Además les contó un sueño
totalmente fidedigno, una especie de visión, que los alegró a todos. En el
sueño vio lo siguiente: Onías, el antiguo sumo sacerdote, un hombre bueno y
excelente, de aspecto venerable, de carácter suave, digno en su hablar,
ejercitado desde niño en la práctica de la virtud, extendía las manos y rezaba
por toda la comunidad judía. Después, en igual actitud, se le apareció a Judas
un personaje extraordinario por su ancianidad y su dignidad, revestido de una
dignidad soberana y majestuosa. Onías tomó la palabra para decir: –Éste es
Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus hermanos e intercede continuamente
por el pueblo y la Santa Ciudad. Entonces Jeremías extendió la mano derecha y
entregó a Judas una espada de oro, mientras decía: –Toma la santa espada, don
de Dios, con la que destruirás a los enemigos”. Esta narración apoya la idea de
que los muertos interceden por los vivos delante de Dios, lo cual es absolutamente
falso y no es apoyado por la Biblia porque son los vivos los que deben orar e
interceder ante Dios. Lamentablemente, esta mentalidad antibíblica alimenta en
la gente ignorante la falsa creencia de pedir la intercesión de muertos o de
santos para buscar el favor de Dios.
- En 15.37, 38 dice: “Así acabó la historia de
Nicanor. Como desde aquel tiempo la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo
también pondré aquí punto final a nuestra historia. Si he logrado dejarla bien
escrita y construida, eso es lo que yo quería. Si me ha salido vulgar y
mediocre, he hecho lo mejor que he podido”. Estas palabras son una evidencia
muy clara de que este libro no pudo ser inspirado por Dios ya que no expresan
veracidad ni credibilidad; además, el mismo autor
no pretende haber escrito bajo la inspiración divina pues termina su libro inseguro
de haber hecho una obra digna de confianza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario