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jueves, 23 de abril de 2015

Los libros apócrifos del A.T. Parte XI


Los libros apócrifos contradicen 
enseñanzas vitales de la Biblia

Los libros de los Macabeos
Existen cuatro libros de los Macabeos:

- 1 y 2 Macabeos: estos libros son agregados en algunas versiones de la Biblia (especialmente, la Vulgata y otras biblias, como la versión Dios Habla Hoy) y se encuentran ubicados después del libro de Ester. Ninguno de los dos se hallan en el canon de los judíos, y los cristianos bíblicos siguieron a los judíos en cuanto a los libros que formaban el canon del A.T.; por esta causa, no fueron comprendidos entre los libros sagrados.

- 3 y 4 Macabeos: estos libros no son incluidos en ninguna versión de la Biblia; por tanto, en este estudio solo son mencionados. Cabe anotar que existen muchos libros apócrifos y el lector puede investigar más acerca de ellos según su interés; por el momento, la prioridad en esta presentación es profundizar en los libros apócrifos más relevantes y de mayor divulgación.

Primer libro de Macabeos
Este libro contiene la historia de 40 años desde el principio del reinado de Antíoco Epifanes hasta la muerte de Simón. El nombre del autor todavía es desconocido. Analizando el texto, sabemos que se trataba de un judío y que fue escrito aparentemente hacia el año 100 a.C., o sea hacia finales del reinado de Juan Hircano, aunque sus originales se han perdido y solo se conserva la versión griega de los LXX. Es, por consiguiente, casi contemporáneo de los hechos que narra, ya que la rebelión de los Macabeos se registró entre los años 175 y 135 a.C.

1 Macabeos narra el intento de helenizar por la fuerza a los judíos, por parte de Antíoco IV Epífanes, un rey de la dinastía seléucida. Los judíos más radicales no se resignan a esta situación y por tanto, se sublevan y se revelan, conducidos por Matatías, un anciano líder religioso. Los cinco hijos de éste se llaman Juan, Simón, Judas, Lázaro y Jonatán, y pronto se convierten en actores principales de la unificación del pueblo judío en la resistencia contra los invasores.

El autor toma un hecho histórico real (la rebelión de los Macabeos) y que es trascendental de por sí para la historia de su pueblo, ya que se le considera la primera revolución nacionalista hebrea, y lo describe de forma clara y con detalles. Sin embargo, aunque es una obra literaria con algún valor histórico, no debemos considerarlo como un libro inspirado por Dios.

Segundo libro de Macabeos
Esta obra probablemente fue realizada en el siglo I a.C. y describe las hazañas de los tres hermanos Macabeos: Judas, Jonatan y Simón. Valga aclarar que no es una continuación de 1 Macabeos sino un relato paralelo, ocupándose especialmente de las victorias de Judas Macabeo, el cual suele ser el más mencionado y el de mayor trascendencia. Por otra parte, consideremos algunos aspectos con respecto a su contenido:
  
- En 3.26 dice: “Y se le aparecieron también otros dos jóvenes, extraordinariamente vigorosos y de resplandeciente hermosura, vestidos con ropajes magníficos; se pusieron uno a cada lado y lo azotaban sin parar, descargándole una lluvia de golpes”. Estas descripciones no armonizan con la forma en que los libros canónicos hablan acerca de los ángeles de Dios.
- En 5.2, 3 dice: “Ocurrió que casi durante cuarenta días aparecieron por toda la ciudad jinetes galopando por el aire, con vestiduras de oro, y escuadrones de tropas armadas con las espadas desenvainadas, compañías de caballería en formación, ataques y cargas por ambas partes, escudos que se agitaban, bosques de lanzas, disparos de flechas, fulgor de armaduras de oro y corazas de todo tipo”. Aquí vemos otras descripciones imaginarias y que no son armónicas con los libros canónicos porque reflejan representaciones exageradas con respecto a los ángeles.
- En 10.29, 30 dice: “En lo más recio del combate, los enemigos vieron en el cielo cinco hombres resplandecientes montando caballos con frenos de oro que se pusieron a la vanguardia de los judíos, colocaron en medio al Macabeo y lo cubrieron con sus propias armas, para mantenerlo invulnerable, mientras disparaban flechas y rayos contra los enemigos; éstos, desconcertados y deslumbrados, se desorganizaron, llenos de pánico”. Estas narraciones son fantasiosas y tampoco tienen paralelo en los libros canónicos. Lo que sucede es que el autor de este libro intenta darle a su narrativa algún matiz espiritual pero en el contenido del texto se nota que no hay un carácter autoritativo, inspirado por Dios y verídico.
- En 11.2, 3 dice: “Cuando los del Macabeo recibieron la noticia de que Lisias estaba asediando las plazas fuertes, sollozando y llorando suplicaban al Señor, junto con el pueblo, que enviara un ángel bueno para salvar a Israel. El Macabeo en persona fue el primero en empuñar las armas, luego arengó a los demás, animándolos a socorrer a sus hermanos, y a enfrentar el peligro junto con él. Se lanzaron todos animosos, y allí, cerca todavía de Jerusalén, se les apareció, al frente del ejército, un jinete con vestiduras blancas, esgrimiendo armas de oro. Todos a una alabaron al Dios misericordioso, y quedaron enardecidos, dispuestos a derribar no sólo a hombres, sino a las fieras más feroces y a murallas de hierro. Avanzaban ordenadamente, teniendo un aliado celestial, porque el Señor se había compadecido de ellos”. Estos versos siguen la misma línea de pensamiento que las referencias anteriores asociadas a manifestaciones angelicales. Quien haya estudiado los libros canónicos y conozca acerca de lo que la Biblia habla de los ángeles, percibirá en estas narraciones la inventiva humana y no la veracidad de la inspiración divina.
- En 12.40-45 dice: “Y bajo la túnica de cada muerto encontraron amuletos de los ídolos de Yamnia, que la ley prohíbe a los judíos. Todos vieron claramente que aquélla era la razón de su muerte. Así que todos alababan las obras del Señor, justo juez, que descubre lo oculto, e hicieron rogativas para pedir que el pecado cometido quedara borrado por completo. Por su parte, el noble Judas arengó a la tropa a conservarse sin pecado, después de ver con sus propios ojos las consecuencias del pecado de los caídos. Después recogió dos mil dracmas de plata en una colecta y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea es piadosa y santa. Por eso hizo una expiación por los caídos, para que fueran liberados del pecado”. En este pasaje se está elogiando de forma errónea el acto de interceder por los muertos a fin de que Dios perdone el pecado y conceda el favor de Dios para ellos. Este pensamiento es completamente antibíblico porque jamás en las Escrituras se invita a orar por los muertos y mucho menos a pedir el perdón de Dios por los pecados que ellos cometieron en vida. La intercesión por otros y el perdón de Dios aplican solo para quienes tienen vida (Is. 55:6, 7; Ecl. 9:4).
- En 15.11-16 dice: “Así los alegró a todos, armando a cada uno no tanto con la seguridad que dan los escudos y las lanzas cuanto con el ánimo que dan las palabras de aliento. Además les contó un sueño totalmente fidedigno, una especie de visión, que los alegró a todos. En el sueño vio lo siguiente: Onías, el antiguo sumo sacerdote, un hombre bueno y excelente, de aspecto venerable, de carácter suave, digno en su hablar, ejercitado desde niño en la práctica de la virtud, extendía las manos y rezaba por toda la comunidad judía. Después, en igual actitud, se le apareció a Judas un personaje extraordinario por su ancianidad y su dignidad, revestido de una dignidad soberana y majestuosa. Onías tomó la palabra para decir: –Éste es Jeremías, el profeta de Dios, que ama a sus hermanos e intercede continuamente por el pueblo y la Santa Ciudad. Entonces Jeremías extendió la mano derecha y entregó a Judas una espada de oro, mientras decía: –Toma la santa espada, don de Dios, con la que destruirás a los enemigos”. Esta narración apoya la idea de que los muertos interceden por los vivos delante de Dios, lo cual es absolutamente falso y no es apoyado por la Biblia porque son los vivos los que deben orar e interceder ante Dios. Lamentablemente, esta mentalidad antibíblica alimenta en la gente ignorante la falsa creencia de pedir la intercesión de muertos o de santos para buscar el favor de Dios.
- En 15.37, 38 dice: “Así acabó la historia de Nicanor. Como desde aquel tiempo la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también pondré aquí punto final a nuestra historia. Si he logrado dejarla bien escrita y construida, eso es lo que yo quería. Si me ha salido vulgar y mediocre, he hecho lo mejor que he podido”. Estas palabras son una evidencia muy clara de que este libro no pudo ser inspirado por Dios ya que no expresan veracidad ni credibilidad; además, el mismo autor no pretende haber escrito bajo la inspiración divina pues termina su libro inseguro de haber hecho una obra digna de confianza.

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