Adiciones al libro de
Ester
Aproximadamente
entre el siglo I y II a.C., un escritor judío (hasta hoy desconocido) tradujo
el libro canónico de Ester al griego y, al mismo tiempo, intercaló un total de
107 versículos, dentro de seis lugares donde creyó que una nota religiosa
debería ser agregada. Esas inclusiones mencionan el nombre de Dios y oraciones
dirigidas a él, pero ninguna de ellas aparecen en el libro canónico de Ester,
siendo éste el único caso entre los libros del A.T en el que no se hace mención
del nombre de Dios; además, en el libro canónico se afirma que Ester y
Mardoqueo ayunaron pero no aparecen oraciones explícitas. Así pues, para
compensar supuestamente este punto, las adiciones tienen largas oraciones
atribuidas a estos dos personajes junto con dos cartas escritas por Artajerjes.
Las
adiciones apócrifas agregan 10 versículos al capítulo 10 de Ester y 6 capítulos
adicionales, desde el 11 hasta el 16. Sin embargo, en la Septuaginta griega los
versículos suplementarios son distribuidos a través del texto a fin de hacer
una narración continua.
Al
leer las adiciones de Ester nos damos cuenta de que son especulaciones humanas
acerca de lo que pudo suceder y de la forma en que el autor se imagina que
Mardoqueo y Ester pidieron a Dios su favor en momentos de crisis. Sin embargo,
el Espíritu Santo, quien inspiró todos los libros canónicos, se reservó el
revelar este tipo de información en el libro de Ester; por ende, no debemos especular
ni aceptar estas adiciones. Además, la Biblia dice: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este
libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que
están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de
esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad
y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap. 21:18, 19). En el
contexto de Apocalipsis se refiere al contenido de este libro; no obstante, este
principio tiene aplicación a toda la Escritura porque no debemos añadir ni
quitar a lo que Dios estableció. Por ejemplo, en Pr. 30:5, 6 dice también: “Toda palabra de Dios es limpia; él es
escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras, para que no te
reprenda, y seas hallado mentiroso”.
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