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domingo, 29 de marzo de 2015

Los libros apócrifos del A.T. Parte III


Tobías
Es un relato centrado en los acontecimientos que ocurren a dos familias israelitas que viven en el destierro. El jefe de una de ellas, Tobit, es un israelita piadoso que reside en Nínive, donde se distingue por sus obras de caridad en favor de sus compatriotas, pero pierde sus bienes y al final queda ciego. En esta situación, se dirige en oración a Dios. Al mismo tiempo, en Ecbatana, Sara, hija única de Ragüel, que siete veces ha visto impedido su matrimonio, también hace oración, y Dios, por medio del ángel Rafael viene en ayuda de Tobit y de Sara.

Tobit decide enviar a su hijo Tobías a Media, y el ángel, sin darse a conocer, se ofrece como compañero y guía. En Media, Tobías conoce a Sara y se casa con ella. Los recién casados regresan con el ángel a Nínive; Tobías cura a su padre, aplicando una sustancia extraída de un pez (bajo la orientación del ángel); luego, finalmente Rafael se da a conocer. Tobit alaba a Dios, da consejos a su hijo y muere de edad avanzada. Para concluir, se cuenta cómo Tobías se traslada a Ecbatana, donde muere, no sin antes haber oído la noticia de la destrucción de Nínive.

El libro, cuyo texto original no se conserva, fue escrito probablemente en una lengua semítica (hebreo o arameo). Existen, no obstante, diversas traducciones a otras lenguas antiguas (sobre todo al griego, al latín y al siríaco), a veces bastante diferentes entre sí.

El libro sitúa la acción del relato en los siglos VIII-VII a.C. (poco antes de la destrucción de Nínive en el 612 a.C.), después que una parte de la población del reino de Israel, en el norte, había sido deportada a Asiria (2 Rey. 15:29). Sin embargo, el libro fue escrito mucho tiempo después, posiblemente hacia el siglo III o a comienzos del siglo II a.C.

La intención principal del escrito era, por una parte, la de inculcar entre los judíos que vivían en la dispersión, la confianza en la ayuda de Dios en medio de las pruebas; y, por otra, la de animar a los lectores para que practicaran los deberes tradicionales, en particular la caridad con los necesitados.

Si hacemos una revisión del texto, encontraremos puntos interesantes de discusión al compararlo con los libros canónicos e inspirados por Dios. Por ejemplo:

- En Tobías 4.17, el escritor usa la expresa: “maldito demonio Asmodeo”. Este lenguaje nunca se usa en los libros canónicos para referirse al diablo o a los demonios; antes bien, en Jud. 1:9 dice: “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda”.
- En esta misma cita de Tobías, se dice que el demonio Asmodeo mató a siete hombres consecutivamente, los cuales se casaron con Sara, la hija de Ragüel. Este tipo de narraciones no tienen paralelo en la Biblia; sin embargo, en las Escrituras entendemos que Dios podría permitir que Satanás o los demonios tuvieran influencia en la muerte de los seres humanos, pero en este caso es algo ficticio y está lejos de la perspectiva bíblica.
- En Tobías 6.17 dice: “Y cuando vayas a entrar en la alcoba, toma un poco del hígado y del corazón del pez y échalo en el brasero del incienso. Al esparcirse el olor, en cuanto el demonio lo huela, escapará y ya no volverá a aparecer cerca de ella” (lea también Tobías 8.2, 3). Este tipo de relatos están distantes del concepto bíblico con respecto a cómo enfrentar a Satanás y a los demonios, pues abre la puerta al uso de recursos humanos y naturales para ahuyentar a los espíritus inmundos, lo cual es inútil. No obstante, los recursos divinos para someter las tinieblas son: la obediencia a la palabra de Dios (Stg. 4:7), la fe en Jesús y el uso correcto de su nombre (Mr. 16:17).
- Hay dos referencias a las limosnas que no armonizan con la Biblia: Tobías 4.10 dice: “Porque la limosna libra de la muerte y no deja caer en las tinieblas” y Tobías 12.9 dice: “La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los que dan limosnas gozarán de una larga vida”. La Biblia habla sobre las limosnas y de las buenas obras a favor de las personas, pero nunca les atribuye la facultad para purificar el pecado, salvar el alma de la condenación y dar vida eterna. Miremos algunas citas bíblicas al respecto: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt. 6:1-4). Notemos que Jesús habla de una recompensa del Padre hacia aquellos que comparten con los necesitados… en ningún momento habla de que sus pecados sean limpiados o perdonados ni de la vida eterna. Esta recompensa es verídica porque Dios bendice (aquí en la tierra) a quienes son generosos pero no tiene nada qué ver con la salvación del alma, pues es gratuita a través de la fe en Cristo y no es por obras, para que nadie se gloríe (Ef. 2:4-10). Las buenas obras son el resultado de la fe y de la obediencia a la voluntad de Dios y no la causa de la purificación de los pecados, los cuales son limpiados por la sangre de Cristo, cuando hay un verdadero arrepentimiento (1 Jn. 1:5-10).
- Otra referencia peligrosa del libro de Tobías es la mención que se hace del ángel Rafael, el cual nunca ha sido nombrado en los libros canónicos. En el relato aparecen tres puntos en contra del supuesto ángel Rafael que nos deben hacer reflexionar acerca de la veracidad de la narración:
a) En Tobías 5.5, el ángel dice: “soy un israelita compatriota tuyo y he venido aquí buscando trabajo”. Realmente, no era un israelita; esto es una mentira, y un ángel de Dios no necesita mentir y nunca lo hará. Si tiene una misión de parte de Dios, sencillamente hará la voluntad de Dios en la tierra, sin necesidad de mentir o engañar.
b) En Tobías 5.13, el ángel dice: “soy Azarías, hijo del ilustre Ananías, compatriota tuyo”. Aquí dijo otra mentira porque tomó el nombre de otra persona para ganar la confianza de las personas con las que habló. Sin embargo, si leemos la Biblia, siempre los ángeles enviados por Dios cumplieron la encomienda y dieron el mensaje de Dios, sin necesidad de usar artimañas ni mentiras. Por otra parte, la Biblia dice: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Heb. 13:2). Es probable que un ángel tome una figura humana y se manifieste entre nosotros con un propósito divino, pero tengamos la certeza que nunca usará una mentira, porque será guiado por Dios que todo lo conoce y le mostrará lo que necesita para actuar de forma recta, santa y sabia.  
c) En Tobías 12.12, el ángel dice: “cuando Sara y tú estaban rezando, yo presentaba sus oraciones ante la presencia gloriosa del Señor, para que él las tuviera en cuenta. Lo mismo cuando enterrabas a los muertos”. Según el ángel Rafael, él intercedió en oración, delante de Dios, por Sara y por Tobit (el padre de Tobías). En ninguno de los libros canónicos se habla de la intercesión de los ángeles; antes bien, se enfatiza que el único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo (1 Tim. 2:5). Lamentablemente, la narración de Tobías alimenta en los lectores la opción de confiar en la intercesión de los ángeles, y esto jamás ha sido parte del plan de Dios. No debemos invocar los ángeles y mucho menos pedirles su intercesión porque Satanás y sus demonios pueden tomar ocasión (2 Cor. 11:14).

jueves, 26 de marzo de 2015

Los libros apócrifos del A.T. Parte II


2ª de Esdras (en la Vulgata es IV Esdras)
Este es el título del libro en la mayoría de los manuscritos de América; sin embargo, en la versión inglesa lo llaman "El segundo libro del profeta Esdras".

Los autores modernos a menudo lo llaman el Apocalipsis de Esdras porque es una obra que contiene 7 supuestas revelaciones apocalípticas que recibió Esdras en Babilonia; se dice que Martín Lutero se vio tan confundido por estas visiones que arrojó el libro al río Elba.

Este libro no se ha conservado en el texto original griego, pero tenemos traducciones del mismo en latín, siríaco, árabe (dos versiones independientes), de Etiopía, y el armenio. El texto latino generalmente está impreso en el apéndice de las ediciones de la Vulgata, pero en estas ediciones se omiten aproximadamente 70 versos. El fragmento que falta, que fue leído en las otras versiones, fue descubierto en un manuscrito en latín por RL Bensly, en 1874, y ha sido ya varias veces impreso. En los manuscritos de América, el libro está dividido en 17 capítulos.

El tema más cuestionado del libro es precisamente el supuesto hecho de que Esdras haya recibido estas 7 visiones de parte de Dios.

Esdras se lamenta por la aflicción de su pueblo, y el ángel Uriel viene a darle instrucciones. Sin embargo, este ángel no aparece en ninguno de los libros canónicos. Por otra parte, el ángel Uriel utiliza un lenguaje con expresiones distintas a los ángeles manifestados en los libros canónicos. Por ejemplo, en el cap. 4 y v. 5 dice: “vuelve a llamar hacia mí”. Esta expresión implica que Esdras invoque al ángel para que éste venga. Este pensamiento está completamente en contra de los principios bíblicos, pues solo Dios debe ser invocado en oración.

Otro caso que debemos considerar está en el cap. 14, el cual narra que Esdras, con la ayuda de 5 sabios, escribió 94 libros. Esto ocurrió en el desierto, durante 40 días. Esdras recibía supuestamente la revelación divina y ellos escribían. Este relato es realmente fantasioso y no existe en los libros canónicos un método divino de revelación con estas características.

El autor de esta obra todavía no se conoce y la fecha de redacción se sitúa a finales del  siglo I d.C.

Los pasajes apocalípticos de estos capítulos muestran un sesgo cristiano que es inadmisible en un contexto histórico y cultural distante (en particular, 2 Esdras 1:24-40). Además, se dice que los capítulos 15 y 16 se adjuntaron después (270 d.C.).

lunes, 23 de marzo de 2015

Los libros apócrifos del A.T. Parte I



A. Los libros apócrifos del Antiguo Testamento:

1.   Libros apócrifos de Esdras

Existen dos libros apócrifos de Esdras y algunos consideran que originalmente estaban unidos en un solo libro. Sin embargo, vamos a estudiarlos por separado:

1 Esdras (en la Vulgata es III Esdras)
Este libro fue escrito alrededor del 150 a.C.; cuenta acerca de la restauración de los judíos a Palestina, después del exilio babilónico; tiene gran cantidad de material de 2 Crónicas, Esdras, y Nehemías. Se podría decir que 1 Esdras es una paráfrasis griega de un texto hebreo que contiene el libro canónico de Esdras, que forma parte de los cap. 7 y 8 del libro canónico de Nehemías y 2 Crónicas 35:1-36:21.

1 Esdras empieza de repente con una cuenta de la Pascua del rey Josías de Judea; también habla de la caída posterior de Judá, del exilio o cautividad en Babilonia, desde la caída de Jerusalén en el 586 a.C. hasta la reconstrucción en Palestina de un nuevo estado judío después de 538 a.C. y de los acontecimientos en Jerusalén durante el período posterior al exilio inmediato. Luego termina con una descripción del sacerdote y reformador hebreo Esdras (1 Esdras 9:45).

El siguiente esquema muestra suficientemente los contenidos y señala los paralelos canónicos:

Texto I Esdras
Texto canónico
Tema
I Esdras 1
2 Crón. 35, 36
Historia del Reino de Judá desde la gran pascua de Josías a la cautividad
I Esdras 2:1-15
Esdras 1
Decreto de Ciro. Retorno de Sanabasar
I Esdras
2:16-26
Esdras 4:6-24
Oposición a la reconstrucción del Templo
I Esdras 3:1-5:6
-
Historia de los tres personajes. Regreso de Zorobabel
I Esdras 5:7-46
Esdras 2
Lista de los que vuelven con Zorobabel
I Esdras
5:47-73
Esdras 3:1-4:5
Altar de los holocaustos. Se ponen los cimientos del templo y oposición
I Esdras 6:7
Esdras 5:6
Templo terminado
I Esdras
8:1-9:36
Esdras 7 - 10
Regreso de Esdras
I Esdras
9:37-56
Esdras 7:73-8:12
Lectura de la Ley por Esdras

El autor ha añadido mucho material legendario acerca de Zorobabel. Esta narración no se encuentra en otro lugar en el A.T. En este libro se narra la historia de los tres guardianes de la corte persa que tuvieron una competencia (1 Esdras 3:1-5:6). El relato habla de estos tres hombres jóvenes, guardaespaldas del rey Darío, que trataban de mantenerse despiertos, discutiendo qué era lo más fuerte del mundo; uno dijo el vino, otro dijo el rey y el tercero (Zorobabel), la verdad. Ellos pusieron estas tres respuestas debajo de la almohada del rey y cuando éste requirió que los tres hombres defendieran su respuesta, la decisión unánime fue: la verdad es grande y supremamente fuerte. A causa de que Zorobabel fue el autor de esta respuesta, se le permitió como recompensa reconstruir el templo de Jerusalén. No obstante, recordemos que estos relatos no están en armonía con los libros canónicos, por lo cual no pueden considerarse divinamente inspirados.

sábado, 21 de marzo de 2015

Los libros apócrifos


La palabra apócrifo muchas veces se usaba para la literatura secreta de alguna secta que no revelaba sus más profundas enseñanzas sino a los adeptos. Este término, en la iglesia primitiva, vino a representar las escrituras apocalípticas o difíciles de comprender y más tarde las que eran espurias (falsas) o heréticas; es decir, los libros apócrifos son los que han sido juzgados NO canónicos por los judíos y por la iglesia cristiana.

El problema de los libros apócrifos surge en el siglo II a.C. (los cuales se originan en el periodo entre el A.T. y el N.T.), cuando por iniciativa de Tolomeo II Filadelfo (un rey egipcio amante de las letras y la sabiduría) se llevó a cabo el trabajo de traducir todos los libros religiosos de origen hebreo. Los 70 eruditos judíos seleccionados por el rey egipcio llevaron al griego los libros del A.T. (22 en aquel tiempo), más otros 15 libros hebreos que no pertenecían al canon judío. Sin embargo, la Biblia hebrea y los judíos seguían conservando solo los libros inspirados.

A comienzos del siglo V, el escritor cristiano Agustín (354-430), en su opinión de las Sagradas Escrituras, propuso diferentes grados de autoridad o canonicidad, dando pie a que la Iglesia Católica Romana, al paso de los años, aceptara otros más en el A.T. Por consiguiente, las Biblias Católico-Romanas incluyen textos apócrifos en sus versiones.

9 libros completos:
Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 de Macabeos, 1 y 2 de Esdras.
* Nota: hay quienes agrupan los libros de 1 y 2 de Macabeos, 1 y 2 de Esdras en dos libros. En este caso, se habla de 7 libros. Por otra parte, existen otros dos libros llamados 3 y 4 de Macabeos, los cuales son incluidos en la versión Dios Habla Hoy (realizada para la Iglesia Católica Romana).

Adiciones a 2 libros canónicos:
- Adiciones de un texto griego al libro de Ester (el cap. 10 tiene añadidos 10 versículos y además, hay 6 capítulos completos); así que el libro de Ester, en la versión Vulgata Latina tiene 16 capítulos en total.
- El cap. 3 del profeta Daniel, tiene añadidos 66 versículos, desde el 24 al 90, y además 2 capítulos completos, el 13 y el 14, que cuentan las leyendas de Susana, y Bel y el Dragón.

La mayoría de estos textos fueron añadidos oficialmente en el concilio de Trento (1545-1563 d.C., unos 1700 años después de que fueron escritos) por líderes católicos, llamándoles "deuterocanónicos", es decir, un segundo canon (con otro grado de canonicidad). Todos fueron escritos alrededor del s. II a.C. a excepción de 3 y 4 de Macabeos que fueron escritos probablemente en el s. III d.C.

En 1826, las Sociedades Bíblicas Unidas tomaron la resolución de excluir los libros apócrifos de sus ediciones, pero en 1968 se comprometieron a una cooperación con la Iglesia Católica Romana; fruto de ello, la Biblia Dios Habla Hoy incluyó 12 libros apócrifos: 1 y 2 de Esdras, Tobías, Judit, 1, 2, 3 y 4 de Macabeos, Oración de Manasés, Sabiduría, Sirac y Baruc.

Nuestro deber como seguidores de Cristo es mantener la pureza de la Palabra de Dios, sin quitarle y sin añadirle (Ap. 22:18, 19). En este sentido, es elogiable la posición de las Sociedades Bíblicas Británicas, quienes no pueden incluir los apócrifos en sus ediciones de la Biblia, puesto que sus estatutos lo impiden.





jueves, 19 de marzo de 2015

Los requisitos que Dios exige para una oración eficaz Parte V


- La oración debe ser hecha en el Espíritu, es decir, bajo la guía, la iluminación y el poder del Espíritu Santo (Jud. 1:20). Dios quiere que dependamos del Espíritu Santo en cada área de nuestra vida y eso incluye nuestra oración. El Espíritu de Dios es quien nos guía como hijos de Dios (Rom. 8:14), quien nos ayuda en nuestra debilidad para pedir lo que conviene y quien intercede por nosotros con gemidos indecibles. Dios (que escudriña los corazones) sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios él intercede por los santos (Rom. 8:26, 27).

Hay momentos en que el Espíritu Santo trae un lenguaje divino (con gemidos y lágrimas que salen de lo profundo del alma y que son espontáneos en oración o en lenguas espirituales); Pablo dijo: “el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios” (1 Cor. 14:2). Sin embargo, también dijo lo siguiente: “Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento” (1 Cor. 14:13-15). La oración debe ser hecha con entendimiento, pero hay momentos en los cuales el Espíritu traerá lenguas para hablar con Dios y será una experiencia en la cual debemos pedir iluminación para crecer en el conocimiento de Dios e interpretación para entender las lenguas.

El Espíritu Santo nos ayuda a orar de manera eficaz. A veces no sabemos cómo, cuándo, en dónde, por qué o por quién orar… por eso necesitamos del Espíritu Santo para que nos enseñe a orar correctamente y con resultados.

El Espíritu Santo es el Consolador que Cristo dio a su pueblo. La palabra Consolador es la palabra griega parakletos que, entre otras cosas, significa ayudador.

- La oración debe incluir la intercesión, la cual se hace, no en beneficio personal, sino en beneficio de otras personas. Como cristiano, cuando intercedes te colocas en el lugar de otro; te pones en medio de Dios y la persona (en el nombre de Jesús), orando a favor de ella. Tu oración puede ser por su salvación, su sanidad o cualquier otro motivo.

En 1 Tim. 2:1-4, Pablo anima a los creyentes a que hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. En este pasaje, él resalta que la intercesión es algo bueno y agradable ante Dios, porque él quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

En Gál. 6:2, el mismo Pablo aconseja que llevemos las cargas de los otros, cumpliendo así la ley de Cristo, porque al interceder, tomas la carga de otro como si fuera tuya, procurando que esa persona pueda alcanzar la victoria en el Señor.

martes, 17 de marzo de 2015

Los requisitos que Dios exige para una oración eficaz Parte IV


- La oración debe hacerse con peticiones a Dios. Muchas veces no tenemos algo porque no lo hemos pedido en oración (Stg. 4:2); simplemente lo pensamos, lo deseamos, pero olvidamos lo más primordial… pedir a Dios en oración. 

En la historia del ciego Bartimeo (Mr. 10:46-52) también podemos ver este principio: él tenía una necesidad especifica, y fue eso lo que le pidió a Jesús: “Maestro, que recobre la vista”. Y fue eso lo que recibió: la vista.

- La oración debe basarse en las promesas de Dios, las cuales encontramos en su palabra. Si no leemos ni estudiamos la Biblia, no tendremos la capacidad para comprender sus promesas; además, no podremos recordarlas en oración.

Debemos ir una y otra vez a las promesas de la palabra para anhelar y pedir lo que podemos recibir de Dios, hasta que se haga una realidad en nuestra vida (2 Cor. 4:13).

- La oración debe hacerse con acción de gracias (Fil. 4:6; Rom. 4:20-22). Al orar debemos darle gloria a Dios por su misericordia, por su bondad, por su fidelidad y por todo lo que él es, por lo que ha hecho y por lo que hará. La confianza en Dios nos ayudará a comprender más su poder y su amor, dándole gracias sin haber visto aún su respuesta. Así pues, la alabanza a Dios es el nivel más alto de fe porque tú estás dando gracias a Dios por la respuesta aunque todavía no hayas confirmado su respuesta con los sentidos (es decir, no has visto, no has oído, no has palpado la respuesta divina, pero descansas en él y le das gracias).

- La oración debe ser hecha con un corazón libre de resentimientos y odios. Jesús dijo que cuando oremos, debemos perdonar para que también el Padre celestial nos perdone (Mr. 11:25, 26). Todos ofendemos a otros de muchas formas y pecamos contra Dios frecuentemente; así pues, no hay razón para no perdonar, ya que todos necesitamos el perdón de Dios y el perdón de los demás. De igual forma, no hay pecado que no podamos perdonar y no hay una persona que no podamos perdonar, ya que Dios mismo nos ofrece el perdón a todos y sin distinguir la clase de pecado.

Si tienes falta de perdón decide caminar en el amor de Dios y perdonar a la persona que te ofendió; así le abrirás la puerta a Dios para que pueda responder tus oraciones.

domingo, 15 de marzo de 2015

Los requisitos que Dios exige para una oración eficaz Parte III

 

En 1 Jn. 5:15 dice: “Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.

La palabra “sabemos” es un verbo en el tiempo presente que significa principalmente ver o percibir; de ahí que saber es tener conocimiento de algo, sea absoluto en el caso divino, o por observación, en el caso del conocimiento humano.

La palabra “tenemos” en griego es echo, que significa entre otras cosas, tener, agarrar o poseer. Entonces, otra forma de entender el texto de 1 Jn. 5:15 sería: “Y si tenemos pleno conocimiento que él nos responde en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que poseemos las peticiones que le hayamos hecho”.

Así pues, al estudiar estos versos, vemos que la voluntad de Dios es responder a todas nuestras oraciones, siempre y cuando oremos conforme a su palabra. Obviamente, su respuesta siempre estará en el plano de su soberana voluntad, la cual es perfecta e infinitamente sabia.

- La oración debe hacerse no solo con el espíritu (con profundidad, con el corazón, con pasión) sino también con el entendimiento (1 Cor. 14:15); en otras palabras, no solo debemos tener una actitud piadosa ferviente y apasionada… también debemos estar claros en el conocimiento bíblico acerca de la oración (estudiando más y más al respecto en las Escrituras), en la forma como venimos ante Dios, en la actitud del corazón, en las palabras que usamos para orar, etc.

- La oración debe ser específica en lo que pedimos (Mt. 7:7-11). En este pasaje, Cristo habla de pedir cosas específicas: pan y pescado. Además, habla de pedir el Espíritu Santo.

Muchas veces los creyentes no sabemos realmente lo que queremos y por este motivo, podemos perder la oportunidad de ver una respuesta clara de Dios con respecto a un asunto específico. En ocasiones, vagamos en medio de la oración, expresando palabras repetidas que ya tenemos programadas o hacemos las mismas peticiones sin un sentimiento y un entendimiento profundo. Sin embargo, Dios nos invita a que definamos qué es lo que realmente queremos (lo que nos apasiona, lo que necesitamos, lo que hemos anhelado desde hace mucho tiempo pero que lo hemos dejado en el olvido) y que busquemos su dirección para pedir conforme a su palabra y a su voluntad. 


Por otra parte, si nos ponemos de acuerdo varios creyentes y oramos con un propósito definido, Cristo promete la respuesta del Padre (Mt. 18:19).

jueves, 12 de marzo de 2015

Los requisitos que Dios exige para una oración eficaz Parte II


Cuando oramos en conformidad con la voluntad de Dios (1 Jn. 5:14, 15), el Señor nos dará la sabiduría y la gracia para esperar lo mejor de él, sin angustiarnos y en paz porque habrá confianza en nuestro corazón.

Alguien podría preguntar: ¿Dónde encontramos la voluntad de Dios? La respuesta correcta es: en su palabra que es la Biblia. Así pues, para recibir las cosas que deseamos de Dios, debemos ir a su palabra.

La palabra “confianza” viene del término griego parresia. Esta palabra viene de otros dos términos: pas que significa todo y rhesis que significa parlamento. Otra definición para parresia es “libertad de habla o audiencia”.

Estudiemos un ejemplo al respecto en Est. 4:10, 11; 5:1-3. Para poder entrar en la presencia del rey Asuero, Ester tenía que hallar gracia ante él. Según el texto bíblico, ella tuvo libertad de audiencia para entrar en la presencia del Rey. De igual forma, en Heb. 10:19-22 dice: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.

Nosotros tenemos libertad de audiencia para entrar en la presencia de Dios a través de Cristo pero debemos acercarnos con un corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Todo esto habla de tener motivaciones limpias, confianza plena en Dios y una vida santificada para él.

Nosotros somos hijos de Dios y tenemos total libertad de audiencia con Dios. Por esta razón podemos citar 1 Jn. 5:14 de esta manera: “Esta es la libertad total de audiencia que tenemos en él”.

Pasemos ahora a la segunda parte de este verso: “que si pedimos alguna cosa”

La palabra “pedir” es aiteo que significa hacer una petición o presentar una solicitud. Esta palabra la encontramos muchas veces en la Biblia, con un énfasis en la promesa de que la oración será respondida (Mt. 7:7, 11; Mr. 11:24; Lc. 11:13; Jn. 14:13, 14; 15:7; 16:23, 24). Así pues, la palabra aiteo, la mayoría de las veces sugiere la actitud de un suplicante… es la petición de alguien que está en menor posición con respecto a quien oye la petición; por ejemplo, en Mt. 7:7 se ve el caso de un hombre pidiendo algo a Dios; en Mt. 7:9, 10 nos habla de un hijo hablando a su padre; en 1 Jn. 5:14, 15 se encuentra en referencia a una petición dirigida a Dios. En Jn. 14:13, 14; 16:23 nos habla de peticiones dirigidas al Padre en el nombre de Jesús. En otras palabras, siempre que vemos aiteo en relación con la oración nos encontramos con pedidos hechos a Dios, y cómo Dios responde a la oración de sus hijos.

Pasemos ahora a la tercera parte de este verso: “conforme a su voluntad”

La palabra “conforme” es kata que significa estar de acuerdo, bajo o cerca de. Am. 3:3 nos da una idea de lo que significa esta palabra: “Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo”. Por ende, no podemos caminar con Dios si no estamos de acuerdo con él y ahí se aplica la expresión “conforme a su voluntad”.

Pablo dependía de la voluntad de Dios para lograr hacer un viaje a Roma a fin de visitar a los creyentes y a la iglesia en esa ciudad (Rom. 1:10). Además, él mismo expresó que su llamamiento provino de la voluntad de Dios (1 Cor. 1:1) y que el apoyo de los hermanos en la fe hacia su ministerio fue por la voluntad de Dios (2 Cor. 8:5).

De igual forma, la adopción en Cristo, como hijos de Dios para salvación, fue el resultado de la voluntad de Dios (Ef. 1:3-11). Note que al final Pablo plantea que la voluntad de Dios es el fundamento de todas sus obras. Por este motivo, Cristo mismo se sujetó a la voluntad del Padre y por esta obediencia, nosotros hemos sido santificados por la obra de Cristo hecha en la cruz (Heb. 10:7, 10). Asimismo, el hacer la voluntad de Dios asegura la promesa y el galardón de Dios en relación con la vida eterna (Heb. 10:35, 36).

En síntesis, si queremos estar de acuerdo con Dios y orar conforme a la voluntad de Dios, necesitamos estar dispuestos a hacer las cosas en armonía con su palabra (la Biblia).

En 1 Jn. 5:14 dice: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”. Otra forma de entender el texto sería: “Y esta es la libertad total de audiencia que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su palabra, él nos oye”.

La palabra “oye” es akouo y es traducida como audiencia, oír, escuchar e informar. En otras palabras, Dios atiende y responde a la oración cuando se hace de acuerdo a su palabra y conforme a su voluntad.

martes, 10 de marzo de 2015

Los requisitos que Dios exige para una oración eficaz Parte I


Vamos a estudiar qué dice la Biblia sobre la oración eficaz que Dios espera de nosotros:

- La oración debe hacerse con fe porque la duda y la incredulidad pueden afectar la respuesta de Dios (Stg. 1:6, 7). Esto es una cuestión de confianza en la fidelidad y en el poder de Dios; si pedimos a Dios, desconfiando de él, el Señor no se agrada de nosotros. Cuando alguien desconfía, ahora está a tu lado, luego no, cambiando de opinión y de parecer. Igualmente sucede en nuestra relación con Dios; solo confiando en Dios de forma plena, tendremos seguridad y no andaremos dudando y cambiando de parecer con respecto a los atributos de Dios y a nuestra posición como sus hijos que profesamos amor, obediencia y respeto hacia él.

- La oración debe hacerse con perseverancia. Jesús presenta la necesidad de orar siempre y no desmayar (Lc. 18:1-8). Normalmente, Dios no nos da las cosas que pedimos en el mismo instante que lo pedimos aunque hay casos en los que Dios lo hace (aún antes de que expresemos una palabra de lo que anhelamos o pensamos). Asimismo, lo vemos en la familia: un padre o una madre no suelen dar a sus hijos lo que le pidan al instante (aunque a veces lo pueden hacer), porque no queremos tener hijos malcriados y caprichosos que lo tienen todo con solo pedirlo. Dios también nos enseña a tener paciencia en muchas ocasiones. En otros momentos, al igual que un niño no puede entender más allá (por su limitación humana y por su inexperiencia) las consecuencias o los motivos por los que no puede recibir un regalo o algo que está pidiendo, del mismo modo Dios ve más allá de las cosas que nosotros podemos percibir, y por motivos que él solo conoce, nos niega algunas cosas o aplaza el tiempo para otorgarlas. Aunque no lo comprendamos, debemos saber que todo es por nuestro bien y hace parte de su formación y su proceso en nosotros.

- La oración debe hacerse en obediencia y fidelidad a Dios y conforme a su voluntad (1 Jn. 3:22). Solo miremos el ejemplo de sumisión perfecta al Padre que nos dejó Cristo en su oración en Getsemaní (Mt. 26:39-42). Sencillamente, cuando obedecemos sus mandamientos y él se agrada de nosotros, nuestra forma de orar siempre estará basada en la voluntad de Dios y en este sentido, su respuesta será oportuna, segura y confiable. Además, Dios nos sorprenderá, dándonos aún más de lo que pedimos o entendemos (Ef. 3:20). Sin embargo, esta respuesta más abundante no siempre coincidirá con nuestras expectativas, ya que Dios realmente nos dará lo que necesitamos (en cantidad y forma) y podremos estar confiados en su soberanía y en su sabiduría infinita.

domingo, 8 de marzo de 2015

La oración Parte IV


h. ¿A quién debemos dirigir nuestra oración?

- Podemos orar al Padre en el nombre de Jesús (Mt. 6:9; Jn. 16:23, 24; 14:13, 14). Lamentablemente, muchos han malinterpretado las palabras de Jesús, limitando la oración al Padre. Recordemos que Jesús está hablando en el contexto como humano y está enfocando a sus discípulos hacia el Padre, a fin de que confíen en él. No obstante, Jesús reveló a sus discípulos su divinidad y la divinidad del Espíritu Santo. Por tanto, al leer todas las Escrituras (y no solo los versículos que hablan sobre la oración al Padre en el nombre de Jesús), encontramos que tenemos la oportunidad y el privilegio de elevar nuestra oración de forma directa y por nombre propio (al Padre, a Hijo y al Espíritu Santo), confiando en la gracia, el amor y el poder de Dios para escuchar y responder a nuestro clamor (Hch. 7:59; Ez. 37:9). Así pues, hay un solo Dios pero manifestado en tres personas co-iguales. Oremos al Señor para que nos de entendimiento y que podamos desarrollar una relación personal con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.

i. ¿Cuáles son los requisitos que Dios exige para una oración eficaz?


Alguien puede decir que Dios es injusto o egoísta porque condiciona ciertas respuestas a las oraciones de sus hijos; nada más lejos de la realidad… lo que sucede es que Dios quiere formar nuestro carácter y por eso, sus respuestas a la oración dependen en gran medida de nuestra disposición; obviamente, él es soberano y no podemos esperar que siempre las circunstancias sean las mismas o que el tiempo de respuesta sea el mismo para cada persona; recordemos que Dios nos conoce y sabe lo que es mejor para todos y es él quien decide cómo y cuándo responde. El hecho de que Dios no responda en la forma o en el tiempo que esperamos, no significa que no esté respondiendo porque muchas veces su silencio es un NO o un NO AHORA, ESPERA MI DIRECCIÓN. Así pues, no desmayemos en la oración; sigamos buscando la iluminación del Espíritu Santo, quien con toda certeza nos dará claridad. Solo confiemos en su gracia, su sabiduría y su poder ilimitado, honrando su palabra y aprendiendo a conocer la multiforme operación de Dios cada día.

jueves, 5 de marzo de 2015

La oración Parte III


f. ¿Qué debemos expresar en la oración?

- En la oración es prioritario expresar nuestra gratitud a Dios (1 Ts. 5:17, 18), con adoración de corazón (Sal. 95:6) y reconociendo sus atributos y cualidades. Así pues, es recomendable leer el libro de los Salmos para que seamos ilustrados e iluminados; muchas veces no encontramos qué palabras expresar pero el Espíritu Santo ha inspirado la Biblia para que aprendamos a orar como conviene y como agrada al Señor. Es más, el mismo Jesús nos enseñó el Padre Nuestro pero no para repetirlo como un rezo sino para aprender a hablar con Dios de forma correcta y sincera (Mt. 6:9-13).

- Por otro lado, Jesús dijo: “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lc. 11:9, 10). La oración debe contener peticiones, expresiones de búsqueda espiritual y palabras de ruego, como quien suplica, toca una puerta y espera recibir de parte de Dios su favor y su misericordia para el beneficio de su vida o para el beneficio de otros.

- Jesús también dijo: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc. 21:36). La oración también debe expresar temor reverente hacia a Dios, considerando su poder, su soberanía y su sentido de justicia sobre el pecado, pidiendo a Dios su misericordia ante las profecías y las señales que la Biblia ha anunciado como parte del juicio de Dios sobre la humanidad.

g. ¿Cómo debe hacerse la oración?

- Jesús dijo: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mt. 6:7, 8). Como se ha mencionado antes, la oración debe ser espontánea, fresca y auténtica… es decir, que salga del corazón y que no esté programada para repetirse de forma religiosa como un rezo.

- También debemos orar con el entendimiento, de forma que comprendamos las palabras y si hay oyentes, es muy importante que sea un lenguaje claro y práctico, a fin de que ellos sean edificados y estimulados a tener una relación personal con Dios. Así pues, la oración debe expresar necesidades específicas y su enfoque principal debe ser Dios y todos sus atributos (con base en la Biblia).

- Existe una herramienta muy útil para la oración y es poner música espiritual de fondo; sin embargo, no debe convertirse en un factor de distracción. En este sentido, debemos considerar la calidad de nuestra oración y analizar en qué momento la podemos usar y en qué momento debemos estar en silencio (sin música). Lo fundamental es que tengamos un ambiente propicio para reflexionar, evaluar nuestra vida, escuchar la voz de Dios, planificar en la presencia de Dios, tomar decisiones, etc.

martes, 3 de marzo de 2015

La oración Parte II


c. ¿En qué tiempo debemos orar?
           
- La Biblia dice: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Ts. 5:17, 18). En otras palabras, la actitud constante de oración hacia Dios debe estar presente en todo tiempo (en cualquier momento del día). Ahora bien, la oración no significa que pasemos el día entero de rodillas, sino que estemos en comunión continua con Dios (en oración y gratitud). Así pues, Dios debe ser nuestro compañero diario en cada instante.

- Además de tener una actitud constante de oración, la Palabra de Dios menciona 3 momentos que son de bendición para la oración: “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Sal. 55:17). En este sentido, vemos que Daniel oraba tres veces al día: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Dn. 6:10). No obstante, la Biblia no establece un mandato sobre cuántas veces orar pero estudiando las Escrituras aprendemos a orar en todo tiempo con un corazón apasionado por Dios. Por ende, debemos escoger en qué momento del día es más provechoso el tiempo de oración (en la madrugada, en un espacio libre del día, en la noche); lo importante es no tener distracciones al orar y desarrollar este maravilloso hábito con pasión, alegría, disciplina y perseverancia en la vida diaria porque si lo dejamos para cuando tengamos tiempo, siempre habrá una excusa o un motivo para postergar el tiempo de la oración. Si nunca has desarrollado un tiempo de oración diaria o has perdido la pasión por la oración o siempre encuentras excusas para no hacerlo, es recomendable empezar con unos 10 o 15 minutos al día y progresivamente, este tiempo lo vamos ampliando a 30 minutos, 1 hora o más, hasta que veamos que tenemos un tiempo de calidad que disfrutamos a plenitud en la presencia del Señor. Seamos constantes y cumplamos con un tiempo cada día durante 1 semana y en un mismo horario; luego podemos establecer otra meta de oración… dejemos que el Espíritu Santo nos guíe y nos enseñe cómo orar, qué pedir y cuánto tiempo dedicar en el lugar secreto de la intimidad con Dios. Entre más tiempo será mejor porque tendremos la oportunidad de hablar de más temas con el Señor, de escuchar su voz, su dirección; sin embargo, la oración debe ser de calidad y productiva; de lo contrario, seremos como religiosos que repiten siempre las mismas palabras y no disfrutaremos de la alegría de una vida de oración diaria que es un deleite para el alma enamorada de Cristo.

d. ¿En qué lugar debemos orar?

- La Biblia dice: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Tim. 2:8). En otras palabras, la oración puede ser realizada prácticamente en cualquier lugar; sin embargo, es conveniente buscar un lugar que esté lejos de las distracciones del día para poder dedicar un tiempo suficiente y establecer un hábito diario de oración en el secreto con Dios. Jesús dijo: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt. 6:6). Otra alternativa es ir a un lugar o un templo que esté consagrado especialmente para Dios (un lugar donde el Señor sea honrado, respetado y obedecido). En Hch. 3:1 dice: “Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración”.

- En síntesis, podemos decir que cualquier lugar es apropiado para orar a Dios con un corazón sincero, siempre y cuando tengamos un ambiente favorable para la vida espiritual.
  
e. ¿En qué posición se debe orar?

- La posición ideal es de rodillas, puesto que expresa entrega y rendición del creyente hacia Dios (Sal. 95:6). Sin embargo, hay casos en la Biblia, en los cuales se pone el rostro en tierra delante de Dios (Gn. 17:3; Lv. 9:24; Mt. 26:39). También hay otros casos, en los que se ora de pie o con la cabeza agachada (Lc. 18:11-13), incluso estando sentado (Hch. 1:14; 2:1, 2), postrado en la cama o acostado (1 Rey. 1:47).

- Todo depende de la ocasión, del momento y del lugar pero debemos hacerlo con una actitud de respeto y devoción para con Dios; ésta debe ser nuestra prioridad cuando venimos ante él en oración (Sal. 62:8). Debemos abrir el corazón y hablar con Dios de forma personal, esperando también que él nos hable, nos guíe y nos fortalezca en fe con el gozo del Espíritu Santo.

domingo, 1 de marzo de 2015

La oración Parte I


El cristianismo tiene como fin primordial el establecer una relación personal y profunda con Dios mediante la obra de Cristo en la cruz. Uno de los medios más importantes para mantener esa relación personal con él es la oración; existen otros medios como la lectura diaria y el estudio de la Biblia, la obediencia a Dios y a su Palabra, la adoración mediante cánticos (los cuales expresan muchas veces diversas oraciones), el congregarnos como hermanos en Cristo en una iglesia local, entre otros. Sin embargo, en esta ocasión vamos a concentrarnos en la oración…

a. ¿Qué es la oración?

Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo (compañero, hermano, padre, maestro, consejero, guía, etc.) y hablar con él de forma personal. En otras palabras, la oración es una parte vital de nuestra vida como creyentes, en especial porque a través de ella nos comunicamos con Dios y él se comunica con nosotros.

b. ¿Cuáles son los propósitos de la oración?

- Dios conoce nuestra vida y sabe todo lo que hay dentro de nosotros y todo lo que nos rodea (Sal. 139:1-4; Mt. 6:8). Ahora bien, podríamos pensar que no necesitamos decirle lo que sentimos o lo que nos preocupa o lo que nos falta, pero el hecho de saber que Dios todo lo conoce, más bien debe llevarnos a confiar en que Dios está enterado de nuestras necesidades mejor que nosotros mismos, y sabe lo que vamos a pedir, incluso antes de pensarlo o decirlo. El motivo para orar no es para contarle algo que no sepa,  sino para desarrollar una relación cada vez más profunda y sólida con él, en una comunión diaria y constante, donde recibimos gracia, favor, dirección, consuelo, gozo y fuerzas para enfrentar cada situación que se presenta y aprendemos a confiar en él. Realmente, es maravilloso saber que Dios nos escucha, nos comprende y que podemos reposar en él, entregarle nuestras cargas y encontrar paz y esperanza en su presencia.

- La oración no fue diseñada para mover a Dios para que cambie sus propósitos porque él es soberano e inmutable (Stg. 1:17). Todo lo bueno viene de Dios; él es sabio y perfecto en sus métodos; no podemos hacer cambiar de opinión a Dios. Su deseo siempre es hacer el bien y ayudarnos; por tanto, no tenemos que convencerlo de que cambie su forma de pensar o actuar frente a nosotros. Más bien, la oración nos permite entender más sobre su carácter y podemos descansar en su perfecta voluntad. En oración podemos rendir nuestra voluntad inestable, caprichosa, voluble y cambiante, a la voluntad sabia, perfecta, inquebrantable e inmutable de Dios.

- La oración se convierte en una oportunidad para reflexionar en la presencia de Dios y adecuar nuestra vida a la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Rom. 12:1, 2: Mt. 6:10; 1 Jn. 5:14). Así pues, la oración eleva nuestra mente a los pensamientos de Dios (Is. 55:6-9).

- Normalmente, Dios actúa de acuerdo a nuestras oraciones; si le tenemos en cuenta y buscamos su dirección, él nos habla y nos muestra el camino. Sin embargo, hay momentos en los cuales sin haber orado, Dios también manifiesta sus propósitos, o por el contrario, estamos orando por algo y Dios parece no responder, pero él sabe manejar los tiempos para cada situación; solo debemos confiar en su sabiduría y amor que se muestran a favor de nosotros.

- Otro motivo que nos lleva a la oración es la necesidad de la sabiduría de Dios para comprender su palabra, para enfrentar situaciones y crisis, para mejorar cada día en todas las áreas de nuestra vida… y la lista sería interminable (Stg. 1:5).

- La oración nos ayuda a permanecer en contacto con Dios y a perseverar en una condición espiritual segura. Descuidar la oración hace que nuestra mente se centre de forma exclusiva en lo terrenal, y podríamos relajarnos moralmente, tomando decisiones inadecuadas, hasta llevar una conducta desordenada. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Así pues, la oración sincera y piadosa (acompañada de fe y obediencia) nos ayuda a permanecer en Cristo y así tener la capacidad para dar mucho fruto para Dios.

- La oración es la llave de Dios que abre las puertas en el mundo espiritual, porque cuando usamos la autoridad del nombre de Jesús y confiamos en las promesas de Dios, en su poder y en su fidelidad, veremos cómo Dios abre las puertas que están cerradas (Jn. 16:23, 24). Muchas veces no vemos esta realidad porque no usamos la llave de la oración o porque la usamos de forma incorrecta, o porque queremos que todas las puertas se abran, ignorando la soberanía de Dios para responder conforme a su perfecta voluntad.