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domingo, 29 de marzo de 2015

Los libros apócrifos del A.T. Parte III


Tobías
Es un relato centrado en los acontecimientos que ocurren a dos familias israelitas que viven en el destierro. El jefe de una de ellas, Tobit, es un israelita piadoso que reside en Nínive, donde se distingue por sus obras de caridad en favor de sus compatriotas, pero pierde sus bienes y al final queda ciego. En esta situación, se dirige en oración a Dios. Al mismo tiempo, en Ecbatana, Sara, hija única de Ragüel, que siete veces ha visto impedido su matrimonio, también hace oración, y Dios, por medio del ángel Rafael viene en ayuda de Tobit y de Sara.

Tobit decide enviar a su hijo Tobías a Media, y el ángel, sin darse a conocer, se ofrece como compañero y guía. En Media, Tobías conoce a Sara y se casa con ella. Los recién casados regresan con el ángel a Nínive; Tobías cura a su padre, aplicando una sustancia extraída de un pez (bajo la orientación del ángel); luego, finalmente Rafael se da a conocer. Tobit alaba a Dios, da consejos a su hijo y muere de edad avanzada. Para concluir, se cuenta cómo Tobías se traslada a Ecbatana, donde muere, no sin antes haber oído la noticia de la destrucción de Nínive.

El libro, cuyo texto original no se conserva, fue escrito probablemente en una lengua semítica (hebreo o arameo). Existen, no obstante, diversas traducciones a otras lenguas antiguas (sobre todo al griego, al latín y al siríaco), a veces bastante diferentes entre sí.

El libro sitúa la acción del relato en los siglos VIII-VII a.C. (poco antes de la destrucción de Nínive en el 612 a.C.), después que una parte de la población del reino de Israel, en el norte, había sido deportada a Asiria (2 Rey. 15:29). Sin embargo, el libro fue escrito mucho tiempo después, posiblemente hacia el siglo III o a comienzos del siglo II a.C.

La intención principal del escrito era, por una parte, la de inculcar entre los judíos que vivían en la dispersión, la confianza en la ayuda de Dios en medio de las pruebas; y, por otra, la de animar a los lectores para que practicaran los deberes tradicionales, en particular la caridad con los necesitados.

Si hacemos una revisión del texto, encontraremos puntos interesantes de discusión al compararlo con los libros canónicos e inspirados por Dios. Por ejemplo:

- En Tobías 4.17, el escritor usa la expresa: “maldito demonio Asmodeo”. Este lenguaje nunca se usa en los libros canónicos para referirse al diablo o a los demonios; antes bien, en Jud. 1:9 dice: “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda”.
- En esta misma cita de Tobías, se dice que el demonio Asmodeo mató a siete hombres consecutivamente, los cuales se casaron con Sara, la hija de Ragüel. Este tipo de narraciones no tienen paralelo en la Biblia; sin embargo, en las Escrituras entendemos que Dios podría permitir que Satanás o los demonios tuvieran influencia en la muerte de los seres humanos, pero en este caso es algo ficticio y está lejos de la perspectiva bíblica.
- En Tobías 6.17 dice: “Y cuando vayas a entrar en la alcoba, toma un poco del hígado y del corazón del pez y échalo en el brasero del incienso. Al esparcirse el olor, en cuanto el demonio lo huela, escapará y ya no volverá a aparecer cerca de ella” (lea también Tobías 8.2, 3). Este tipo de relatos están distantes del concepto bíblico con respecto a cómo enfrentar a Satanás y a los demonios, pues abre la puerta al uso de recursos humanos y naturales para ahuyentar a los espíritus inmundos, lo cual es inútil. No obstante, los recursos divinos para someter las tinieblas son: la obediencia a la palabra de Dios (Stg. 4:7), la fe en Jesús y el uso correcto de su nombre (Mr. 16:17).
- Hay dos referencias a las limosnas que no armonizan con la Biblia: Tobías 4.10 dice: “Porque la limosna libra de la muerte y no deja caer en las tinieblas” y Tobías 12.9 dice: “La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los que dan limosnas gozarán de una larga vida”. La Biblia habla sobre las limosnas y de las buenas obras a favor de las personas, pero nunca les atribuye la facultad para purificar el pecado, salvar el alma de la condenación y dar vida eterna. Miremos algunas citas bíblicas al respecto: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt. 6:1-4). Notemos que Jesús habla de una recompensa del Padre hacia aquellos que comparten con los necesitados… en ningún momento habla de que sus pecados sean limpiados o perdonados ni de la vida eterna. Esta recompensa es verídica porque Dios bendice (aquí en la tierra) a quienes son generosos pero no tiene nada qué ver con la salvación del alma, pues es gratuita a través de la fe en Cristo y no es por obras, para que nadie se gloríe (Ef. 2:4-10). Las buenas obras son el resultado de la fe y de la obediencia a la voluntad de Dios y no la causa de la purificación de los pecados, los cuales son limpiados por la sangre de Cristo, cuando hay un verdadero arrepentimiento (1 Jn. 1:5-10).
- Otra referencia peligrosa del libro de Tobías es la mención que se hace del ángel Rafael, el cual nunca ha sido nombrado en los libros canónicos. En el relato aparecen tres puntos en contra del supuesto ángel Rafael que nos deben hacer reflexionar acerca de la veracidad de la narración:
a) En Tobías 5.5, el ángel dice: “soy un israelita compatriota tuyo y he venido aquí buscando trabajo”. Realmente, no era un israelita; esto es una mentira, y un ángel de Dios no necesita mentir y nunca lo hará. Si tiene una misión de parte de Dios, sencillamente hará la voluntad de Dios en la tierra, sin necesidad de mentir o engañar.
b) En Tobías 5.13, el ángel dice: “soy Azarías, hijo del ilustre Ananías, compatriota tuyo”. Aquí dijo otra mentira porque tomó el nombre de otra persona para ganar la confianza de las personas con las que habló. Sin embargo, si leemos la Biblia, siempre los ángeles enviados por Dios cumplieron la encomienda y dieron el mensaje de Dios, sin necesidad de usar artimañas ni mentiras. Por otra parte, la Biblia dice: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Heb. 13:2). Es probable que un ángel tome una figura humana y se manifieste entre nosotros con un propósito divino, pero tengamos la certeza que nunca usará una mentira, porque será guiado por Dios que todo lo conoce y le mostrará lo que necesita para actuar de forma recta, santa y sabia.  
c) En Tobías 12.12, el ángel dice: “cuando Sara y tú estaban rezando, yo presentaba sus oraciones ante la presencia gloriosa del Señor, para que él las tuviera en cuenta. Lo mismo cuando enterrabas a los muertos”. Según el ángel Rafael, él intercedió en oración, delante de Dios, por Sara y por Tobit (el padre de Tobías). En ninguno de los libros canónicos se habla de la intercesión de los ángeles; antes bien, se enfatiza que el único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo (1 Tim. 2:5). Lamentablemente, la narración de Tobías alimenta en los lectores la opción de confiar en la intercesión de los ángeles, y esto jamás ha sido parte del plan de Dios. No debemos invocar los ángeles y mucho menos pedirles su intercesión porque Satanás y sus demonios pueden tomar ocasión (2 Cor. 11:14).

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