El cristianismo
tiene como fin primordial el establecer una relación personal y profunda con
Dios mediante la obra de Cristo en la cruz. Uno de los medios más importantes
para mantener esa relación personal con él es la oración; existen otros medios
como la lectura diaria y el estudio de la Biblia, la obediencia a Dios y a su
Palabra, la adoración mediante cánticos (los cuales expresan muchas veces
diversas oraciones), el congregarnos como hermanos en Cristo en una iglesia
local, entre otros. Sin embargo, en esta ocasión vamos a concentrarnos en la
oración…
a. ¿Qué es la oración?
Orar es el acto
de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo (compañero, hermano, padre,
maestro, consejero, guía, etc.) y hablar con él de forma personal. En otras
palabras, la oración es una parte vital de nuestra vida como creyentes, en
especial porque a través de ella nos comunicamos con Dios y él se comunica con
nosotros.
b. ¿Cuáles son los propósitos de la oración?
- Dios conoce
nuestra vida y sabe todo lo que hay dentro de nosotros y todo lo que nos rodea
(Sal. 139:1-4; Mt. 6:8). Ahora bien, podríamos pensar que no necesitamos
decirle lo que sentimos o lo que nos preocupa o lo que nos falta, pero el hecho
de saber que Dios todo lo conoce, más bien debe llevarnos a confiar en que Dios
está enterado de nuestras necesidades mejor que nosotros mismos, y sabe lo que
vamos a pedir, incluso antes de pensarlo o decirlo. El motivo para orar no es
para contarle algo que no sepa, sino
para desarrollar una relación cada vez más profunda y sólida con él, en una
comunión diaria y constante, donde recibimos gracia, favor, dirección,
consuelo, gozo y fuerzas para enfrentar cada situación que se presenta y
aprendemos a confiar en él. Realmente, es maravilloso saber que Dios nos escucha,
nos comprende y que podemos reposar en él, entregarle nuestras cargas y encontrar
paz y esperanza en su presencia.
- La oración no
fue diseñada para mover a Dios para que cambie sus propósitos porque él es
soberano e inmutable (Stg. 1:17). Todo lo bueno viene de Dios; él es sabio y
perfecto en sus métodos; no podemos hacer cambiar de opinión a Dios. Su deseo
siempre es hacer el bien y ayudarnos; por tanto, no tenemos que convencerlo de
que cambie su forma de pensar o actuar frente a nosotros. Más bien, la oración
nos permite entender más sobre su carácter y podemos descansar en su perfecta
voluntad. En oración podemos rendir nuestra voluntad inestable, caprichosa,
voluble y cambiante, a la voluntad sabia, perfecta, inquebrantable e inmutable
de Dios.
- La oración se
convierte en una oportunidad para reflexionar en la presencia de Dios y adecuar
nuestra vida a la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Rom. 12:1, 2:
Mt. 6:10; 1 Jn. 5:14). Así pues, la oración eleva nuestra mente a los
pensamientos de Dios (Is. 55:6-9).
- Normalmente,
Dios actúa de acuerdo a nuestras oraciones; si le tenemos en cuenta y buscamos
su dirección, él nos habla y nos muestra el camino. Sin embargo, hay momentos
en los cuales sin haber orado, Dios también manifiesta sus propósitos, o por el
contrario, estamos orando por algo y Dios parece no responder, pero él sabe
manejar los tiempos para cada situación; solo debemos confiar en su sabiduría y
amor que se muestran a favor de nosotros.
- Otro motivo
que nos lleva a la oración es la necesidad de la sabiduría de Dios para
comprender su palabra, para enfrentar situaciones y crisis, para mejorar cada
día en todas las áreas de nuestra vida… y la lista sería interminable (Stg.
1:5).
- La oración nos
ayuda a permanecer en contacto con Dios y a perseverar en una condición
espiritual segura. Descuidar la oración hace que nuestra mente se centre de
forma exclusiva en lo terrenal, y podríamos relajarnos moralmente, tomando
decisiones inadecuadas, hasta llevar una conducta desordenada. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el
que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Así pues, la oración sincera y piadosa
(acompañada de fe y obediencia) nos ayuda a permanecer en Cristo y así tener la
capacidad para dar mucho fruto para Dios.
- La oración es
la llave de Dios que abre las puertas en el mundo espiritual, porque cuando
usamos la autoridad del nombre de Jesús y confiamos en las promesas de Dios, en
su poder y en su fidelidad, veremos cómo Dios abre las puertas que están
cerradas (Jn. 16:23, 24). Muchas veces no vemos esta realidad porque no usamos
la llave de la oración o porque la usamos de forma incorrecta, o porque
queremos que todas las puertas se abran, ignorando la soberanía de Dios para
responder conforme a su perfecta voluntad.
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