Vamos a estudiar
qué dice la Biblia sobre la oración eficaz que Dios espera de nosotros:
- La oración
debe hacerse con fe porque la duda y la incredulidad pueden afectar la
respuesta de Dios (Stg. 1:6, 7). Esto es una cuestión de confianza en la
fidelidad y en el poder de Dios; si pedimos a Dios, desconfiando de él, el
Señor no se agrada de nosotros. Cuando alguien desconfía, ahora está a tu lado,
luego no, cambiando de opinión y de parecer. Igualmente sucede en nuestra
relación con Dios; solo confiando en Dios de forma plena, tendremos seguridad y
no andaremos dudando y cambiando de parecer con respecto a los atributos de Dios
y a nuestra posición como sus hijos que profesamos amor, obediencia y respeto
hacia él.
- La oración
debe hacerse con perseverancia. Jesús presenta la necesidad de orar siempre y
no desmayar (Lc. 18:1-8). Normalmente, Dios no nos da las cosas que pedimos en
el mismo instante que lo pedimos aunque hay casos en los que Dios lo hace (aún
antes de que expresemos una palabra de lo que anhelamos o pensamos). Asimismo,
lo vemos en la familia: un padre o una madre no suelen dar a sus hijos lo que
le pidan al instante (aunque a veces lo pueden hacer), porque no queremos tener
hijos malcriados y caprichosos que lo tienen todo con solo pedirlo. Dios
también nos enseña a tener paciencia en muchas ocasiones. En otros momentos, al
igual que un niño no puede entender más allá (por su limitación humana y por su
inexperiencia) las consecuencias o los motivos por los que no puede recibir un regalo
o algo que está pidiendo, del mismo modo Dios ve más allá de las cosas que
nosotros podemos percibir, y por motivos que él solo conoce, nos niega algunas
cosas o aplaza el tiempo para otorgarlas. Aunque no lo comprendamos, debemos
saber que todo es por nuestro bien y hace parte de su formación y su proceso en
nosotros.
- La oración
debe hacerse en obediencia y fidelidad a Dios y conforme a su voluntad (1 Jn.
3:22). Solo miremos el ejemplo de sumisión perfecta al Padre que nos dejó
Cristo en su oración en Getsemaní (Mt. 26:39-42). Sencillamente, cuando
obedecemos sus mandamientos y él se agrada de nosotros, nuestra forma de orar
siempre estará basada en la voluntad de Dios y en este sentido, su respuesta
será oportuna, segura y confiable. Además, Dios nos sorprenderá, dándonos aún
más de lo que pedimos o entendemos (Ef. 3:20). Sin embargo, esta respuesta más
abundante no siempre coincidirá con nuestras expectativas, ya que Dios
realmente nos dará lo que necesitamos (en cantidad y forma) y podremos estar
confiados en su soberanía y en su sabiduría infinita.
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