Visitas por países (actualizando)

Flag Counter

Bienvenida

Agradecemos su visita

Este blog ha sido creado para brindar un espacio donde queremos compartir el mensaje de la Palabra de Dios mediante diversas herramientas: texto, audio, video, entre otras.

La Iglesia Cristiana Sión tiene como misión el predicar el evangelio a toda criatura y en todas las naciones. Además, la tarea es hacer discípulos auténticos que sigan a Cristo y reflejen su carácter.

Le invitamos a participar con sus comentarios y opiniones

Mayor informes:

Barrio Robledo Parque - Medellín, Colombia

Alejandro Ocampo -2646825 - 3122958775

Barrio El Playón - Medellín, Colombia

Juan Carlos Sánchez -4619040 - 3136619531

martes, 30 de junio de 2015

La Iglesia de Cristo Parte I



Muchas personas y aún muchos cristianos ignoran qué es la Iglesia de Cristo, quién la compone, cuáles son sus características y cuáles son los propósitos que Dios diseñó para ella. Por tal motivo, en este estudio se procurará exponer cada uno de estos conceptos a la luz de las Sagradas Escrituras y el creyente fiel tendrá la capacidad de comprender cuál es su naturaleza y su papel en la tierra, siendo un digno representante del reino de los cielos como luz que brilla en medio de las tinieblas.

a. ¿Qué es la Iglesia de Cristo?

Definiciones
- La Iglesia de Cristo en la tierra no es una religión ni una denominación sino que es el conjunto de creyentes salvos y nacidos de nuevo por la fe en Cristo y su obra en la cruz, y que por el conocimiento y la vivencia de la palabra de Dios se han convertido de corazón a Cristo, le siguen y buscan hacer la voluntad de Dios.

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).

 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2:8-10).

“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28).

“pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7).

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 7:21).

¿Cuándo comenzó la Iglesia?
- La Iglesia es la comunidad del Nuevo Pacto de Dios a través de Cristo; por ende, ella comenzó cuando Cristo vino a la tierra a cumplir el plan de Dios; en su ministerio, él reunió a sus discípulos, los preparó y los envió a proclamar el evangelio a todas las naciones. En otras palabras, la Iglesia fue fundada por el mismo Cristo y él es el fundamento; por tanto, ella ha sido y será edificada solamente por Cristo (Mt. 16:18).

¿Quiénes la componen?
- La Iglesia está compuesta por el remanente creyente de Israel (que acepta a Cristo como Salvador) y por los gentiles creyentes; esta comunidad de hombres y mujeres de todos los tiempos incluye a los que ya murieron y esperan la resurrección y a los que van a creer de verdad en el Mesías hasta que venga otra vez.
- Actualmente, existen muchos cristianos en el mundo y miles de iglesias que reconocen a Jesús como Salvador y a la Biblia como la Palabra de Dios, pero no todos los que se congregan en esos lugares son parte de la Iglesia de Cristo porque ella solo se compone de verdaderos creyentes (no de creyentes nominales y falsos que profesan piedad pero que la niegan con sus hechos). Por tanto, es importante creer en Cristo pero también debemos seguir el ejemplo del Maestro, buscar el reino de Dios y su justicia, dando un testimonio vivo de consagración a Dios en medio de una sociedad corrompida y alejada de la verdad divina.

¿Qué significa la palabra iglesia?

La palabra iglesia viene de la raíz griega “eklesia” que significa asamblea, congregación o comunidad; así pues, los creyentes fieles son llamados a vivir en comunidad, a reunirse y a congregarse de forma constante para expresar su fe y devoción hacia Cristo, pero la Iglesia de Cristo trasciende más allá de un lugar de reunión, un local o un edificio porque ella debe reflejar el carácter de Cristo y debe defender los valores que su fundador y sustentador honró: el amor verdadero, la obediencia absoluta a Dios, la santidad, la justicia, el servicio a los demás, la entrega, la fe, el evangelismo, el discipulado, la sana enseñanza de la Biblia, entre otros. 

lunes, 29 de junio de 2015

Divorcio y recasamiento Parte VI


- Oísteis que fue dicho
En el libro de Mateo encontramos que Cristo usó un estilo de enseñanza en el cual mostraba una afirmación de la Ley de Moisés y luego emitía una afirmación que trascendía para acentuar que los mandamientos que el Padre le dio (es decir su Palabra y su mensaje) estaban por encima de la Ley de Moisés:

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:21, 22). 

“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:27, 28). 

Cristo dijo: “Y yo os digo” (Mt. 19:9). Si su palabra trasciende y cumple la Ley de Moisés (en cuanto a las leyes que Dios le dio), ¿será que la Palabra de Cristo puede trascender las concesiones de Moisés (no establecidas por Dios)?

En realidad, existe gran confusión en torno a lo que dijo Jesús cuando habló acerca del divorcio en Mateo capítulo 19. Muchos piensan que Jesús estaba respaldando o estableciendo una “nueva” causa para permitir el divorcio pero en realidad no es eso lo que ocurre.

La verticalidad y la rectitud de Cristo en su enseñanza son razones inquebrantables para entender que Jesús no altera los principios divinos ni favorece la desobediencia a lo establecido en su palabra; un ejemplo clarísimo de esto lo hallamos en el contexto de la enseñanza del Sermón del Monte en Mateo capítulo 5.

Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt. 5:17-19).

El Señor establece que él no vino a abrogar (eliminar) la ley sino para cumplirla. Cristo recalca la importancia de la ley y los mandamientos; esto nos indica lo serio que es Dios con respecto a sus ordenanzas. Así pues, él continúa diciendo algo que nos debe hacer entender mejor su enseñanza: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20).

Jesús les propone a sus oyentes que la entrada al reino de los cielos no es tan fácil como ellos piensan o como pensarían “los escribas y fariseos”. Jesús dice que la justicia debe ser mayor que la de los escribas y fariseos para poder entrar al cielo. Pero ¿por qué dice esto Jesús? Él lo dice porque la gente creía que los escribas y los fariseos eran “los más santos de todos” y pensaban que verdaderamente cumplían con los requerimientos de “la ley de Dios” y que ciertamente ellos seguían todo lo que ésta requería, pero Jesús dice lo contrario. ¡Vaya decepción! Estos religiosos no habían entendido el verdadero significado de la ley divina porque la tomaban a su manera, pero Cristo les da una sorpresa cuando les aclara cuál es el verdadero significado de lo que Dios requiere. Recordemos las palabras de Jesús: “oísteis que fue dicho... mas yo os digo”. En verdad, Cristo no está cambiando los mandamientos sino que él está aclarando el verdadero significado del mandamiento. Lo que Cristo está haciendo aquí es declarando la verdadera interpretación a la ley dada por Moisés, la cual dijo al comienzo que no había venido a abrogar sino a cumplir. Veamos a continuación la enseñanza de Jesús y los siguientes puntos en paralelo:
  
La ley de Moisés (oísteis que fue dicho)
La aclaración de Jesús (mas yo os digo)
“No matarás” (Éx. 20:13).
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio” (Mt. 5:22).
“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt. 5:22).
“No cometerás adulterio” (Éx. 20:14).
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio” (Mt. 5:27).
“Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:28).
“El que repudia a su mujer dele carta de divorcio” (Dt. 24:1)
“Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mt. 19:9).
“Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová” (Lv. 19:12)
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos” (Mt. 5:33).

“Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mt. 5:34-37).
“Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.” (Éx. 21:23-25).
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente” (Mt. 5:38).

“Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mt. 5:39-42).
“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová” (Lv. 19:18).
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo” (Mt. 5:43).
A la frase “amarás a tu prójimo” los judíos añadieron después (de forma incorrecta) “y aborrecerás a tu enemigo”, quizás interpretando mal algunas expresiones como las del salmista David: “¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos” (Sal. 139:21, 22).
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:44-48)


El que piense que la Ley de Moisés era más exigente que Jesús, está completamente equivocado porque no conoce el carácter santo, celoso y vertical del Maestro. Así pues, los “escribas y fariseos” entendían y enseñaban sobre el divorcio, haciendo que el hombre repudiara a su mujer por cualquier causa, como lo indicaron al preguntarle a Jesús si era lícito “repudiar a la mujer por cualquier causa” (Mt. 19:7) a lo que Jesús contestó de forma recta y sabia. Ahora bien, Jesús dice que la única causa para dar carta de divorcio a la mujer (bajo la ley de Moisés) es la “fornicación”. Como vemos, Jesús no está dando una nueva concesión sino que está diciendo cuál es la razón por la que el divorcio fue permitido en la ley de Moisés.

Al leer el evangelio de Mateo en contexto, Cristo lo que hizo fue hacer entender a todos sus oyentes que ellos no eran lo suficientemente justos (con una justicia mayor que la de los escribas y fariseos) como para poder entrar al reino de los cielos, pues si “los más santos” no son los suficientemente justos, ¿en dónde queda entonces el resto del pueblo?... no tiene esperanza. Asimismo hoy: todos los que promueven y justifican el divorcio y el recasamiento no tienen una justicia mayor que la de los escribas y fariseos del tiempo de Jesús; por tanto, no podrán entrar al reino de los cielos.

Para cerrar el discurso, Cristo les dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). En otras palabras, el estándar es más alto de lo que ellos pensaban, más alto aún que lo que los escribas y fariseos pensaban; el estándar es ser perfecto como Dios es perfecto; sin embargo, la interpretación de perfecto apunta hacia el amor y la misericordia de Dios (Lc. 16:36) y no hacia la infalibilidad divina, pues ningún hombre podría alcanzar esta condición de perfección, pero sí podría con la gracia de Dios a través de Cristo, inclinar su corazón al amor verdadero y a la misericordia divina hacia el prójimo y cuánto más hacia el cónyuge (en caso de que cometiera algún acto de inmoralidad antes de que llegara la boda y aún en el trayecto del matrimonio).

Qué difícil se les puso la situación a los hombres machitas que solo querían aplicar la Ley a la mujer. Por eso es que necesitamos a Cristo, pues solamente a través de él es que tenemos acceso al reino de los cielos, tanto los hombres como las mujeres porque somos iguales ante Dios. Debemos recordar que Jesús cumplió la ley en toda su perfección y en la cruz dijo: “consumado es” (Jn. 19:30). La ley, como medio de justificación, no logró cumplir las demandas de Dios y nadie halló justificación ante Dios por medio de la ley, pero en Cristo podemos cumplir con las demandas de Dios y en él somos justificados por su sangre.

Cuando Cristo da la respuesta sobre el divorcio, lo que está haciendo es aclarar de lo que Dios demanda. Si se interpreta que Cristo está estableciendo una causal de divorcio como norma, él se estaría contradiciendo a sí mismo, pues primero dice que en el principio Dios determinó una unión permanente mientras ambos viven y que luego Moisés toleró el divorcio. Recordemos por milésima vez que dicha concesión fue hecha por Moisés y no por Dios; el hecho de que Dios permita (en su soberanía sobre la voluntad del hombre) que algo suceda o se establezca como regla en una comunidad o sociedad específica, no quiere decir que Dios esté de acuerdo con ello. Así pues, Cristo saca a luz el motivo por el cual la concesión fue hecha: POR LA DUREZA DEL CORAZÓN.

Si consideramos de nuevo la reacción de los discípulos y la respuesta final dada por Jesús, podemos estar seguros que Cristo no estaba dando ninguna vía de “salida humana” del matrimonio.

“Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mt. 19:10-12). 

El que alguien se pueda divorciar de su esposa por causa de inmoralidad sexual y luego casarse con otra es cosa fácil de recibir… los corazón inclinados al mal lo reciben con alegría porque podrían divorciarse y casarse todas las veces que ellos quisieran. Ahora, decir que un hombre y una mujer van a luchar por mantener el amor y la unidad a pesar de todas las situaciones que se puedan presentar, es algo que no todos pueden recibir, sino solo aquellos a quienes es dado (es decir, aquellos que tienen un corazón lleno del amor y la misericordia de Dios, que son perfectos en el amor de Dios). Así que es mejor, según Cristo, ser eunuco o no tocar mujer, como también dice el apóstol Pablo (2 Cor. 7:1), y de esa manera no se corre el riesgo de caer en adulterio o estar ligado toda la vida a un cónyuge dado a la inmoralidad sexual.

- La dureza del corazón
Tristemente muchos cristianos y teólogos no han entendido el verdadero significado de las palabras de Jesús sobre el matrimonio.

Podríamos preguntarnos: ¿a quién o a qué se refirió Jesús cuando dijo estas palabras?  Muchos dicen que Jesús se estaba refiriendo a los varones que querían dejar sus esposas “por cualquier causa”. En parte, el machismo se ve reflejado en estos temas pero Dios no cambia ni ajusta sus leyes de acuerdo a los antojos de nadie o para conformarse a los gustos del hombre.

Más allá de la dureza del corazón del hombre hacia la mujer, también existe una dureza del corazón hacia Dios y hacia sus leyes; en otras palabras, la nación de Israel tenía un corazón terco y rebelde para hacer su propia voluntad y no la voluntad divina que se ajusta solo a los principios de la Biblia. Asimismo, la mayoría de cristianos de hoy tienen un corazón duro para rechazar la santidad y la obediencia a Dios, y anteponen sus sentimientos, sus miedos y sus deseos al llamado supremo del Creador del universo: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Dt. 10:12, 13).

Si Cristo lo entregó todo por nosotros, y obedeció al Padre en todo, ¿será mucho pedir que lo entreguemos todo por él y que obedezcamos al Padre en todo?

Recordemos que Dios tomó la ilustración del matrimonio para enseñar a Israel el vínculo espiritual que le unía con ellos. Dios era el esposo (Is. 54:5) e Israel era la esposa (Jer. 3:20). No obstante, Israel endureció su corazón y esto le llevó a cometer toda clase de pecados que Dios miró como fornicación o prostitución (Dt. 31:16; Os. 4:12) y adulterio (Ez. 16:30-32) en el sentido espiritual. En este contexto, la palabra fornicación también está asociada a los términos prostitución e inmoralidad sexual.

Ante la infidelidad de Israel, Dios usa la concesión de Moisés como ilustración para enseñar sobre su misericordia con Israel: “Así dijo Jehová: ¿Qué es de la carta de repudio de vuestra madre, con la cual yo la repudié? ¿O quiénes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido? He aquí que por vuestras maldades sois vendidos, y por vuestras rebeliones fue repudiada vuestra madre” (Is. 50:1).

Sión es “la madre”; los judíos, los hijos; y Dios, el Marido y el Padre (Jer. 3:14). Dios utiliza el simbolismo del matrimonio y la carta de repudio tolerada por Moisés para expresar su desagrado hacia Israel, pero esto no quiere decir que él apruebe el divorcio. Ahora bien, si Israel se volvía a Dios, él estaría dispuesto a perdonar su infidelidad y a recibirla de nuevo; aún hoy, Dios muestra su amor y su paciencia porque Israel será restaurado según las profecías bíblicas cuando el Mesías vuelva a reinar sobre la tierra.

Dios hubiera podido aplicar simbólicamente la ley que sentenciaba la infidelidad conyugal con la pena de muerte hacia Israel, pero tuvo misericordia. Si así no hubiera sido, la nación de Israel hubiera desaparecido desde la primera infidelidad pues Dios mismo, siendo su marido, con todo derecho le hubiera aplicado la sentencia de muerte sobre ella, por sus fornicaciones (relacionas con la idolatría) que ocurrieron en toda su travesía por el desierto hasta la tierra prometida y siguieron mucho tiempo después que Josué les hubo introducido en Canaán. Dios pudo haber destruido la nación de Israel desde la primera infidelidad pero no lo hizo para preservarla con vida, para tener misericordia de ellos porque era un pueblo duro de corazón y finalmente, después de ser paciente con ellos, les da carta de repudio; esto sigue siendo una ilustración en el contexto de una cultura que practicaba el divorcio y no es una excusa para que el hombre invalide el pacto matrimonial y pretenda recasarse.

Estos asuntos van mucho más allá de lo físico y visible; son ilustraciones que Dios hace con un fin espiritual en mente y hasta que no veamos eso, no podemos entender la profundidad de la Palabra de Dios. Ahora, bajo el Nuevo Pacto prometido, Dios ha dado un corazón de carne (contrario al corazón de piedra) a su pueblo y por lo tanto, su corazón de piedra es transformado en un corazón nuevo (Jer. 32:39, 40).

Dios hizo lo que tenía que hacer: solucionó el problema; cambió el corazón de piedra por un corazón de carne. Por eso, ya no hay dureza de corazón en el verdadero pueblo de Dios y al contrario, el mandamiento ahora es que el “amor cubra las faltas” (1 Ped. 4:8; Pr. 10:12), que el esposo ame a su esposa como Cristo ama la Iglesia “incondicionalmente” y como a sí mismo, restaurando su corazón constantemente (Ef. 5:25-27, 33) y que la esposa ame y respete a su marido (Ef. 5:33). Por eso Pablo dijo con respecto al matrimonio: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Ef. 5:32).

Cristo y la Iglesia forman una unión indisoluble que trascenderá a la eternidad; aquí está el ejemplo perfecto que Cristo quiero darnos:

* El esposo ama, cuida y protege a su esposa (como Cristo); nunca la abandona y es siempre fiel.
* La esposa ama y respeta a su esposo (como la Iglesia pura y santa de Cristo); nunca lo abandona y es siempre fiel.
* El ideal de Dios en la Biblia es que si Cristo mora en el corazón del esposo y de la esposa, entonces la unión será por toda la vida, hasta que la muerte los separe. Si alguno de los dos falla, el ideal divino es que haya perdón y reconciliación; si no es posible una reconciliación, Dios nos enseña con su palabra cómo debemos conducirnos pero jamás tolerará el divorcio y mucho menos el recasamiento.

Espero que este estudio bíblico haya dado suficientes argumentos para comprender la posición de Dios frente al divorcio y el recasamiento; decida usted a quién va a obedecer: a Dios o a los hombres… a una sana interpretación de la Biblia o a los conceptos errados de quienes buscan pretextos para vivir a su manera y no a la manera que Dios manda. Por mi parte, seguiré practicando, predicando y poniendo en alto lo que la Biblia declara: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”  (Heb. 13:4).

- Casos especiales
Ya se ha expuesto lo que la Biblia presenta acerca del divorcio; sin embargo, debemos considerar algunos casos especiales que aunque la Biblia no los registre, sí debemos tenerlos en cuenta. Lo más importante es que siempre estemos en armonía con la Escritura y honremos los principios de Dios, orando y buscando la guianza del Espíritu Santo.

* Si una persona se casa con otra y fue engañada en el siguiente aspecto: la otra persona ya estaba casada legalmente y con mentiras, buscó otra relación sentimental pero ante Dios todavía está casada; por tanto, este segundo matrimonio no tiene validez ante Dios.

* Si una persona se casa con otra y fue engañada en el siguiente aspecto: la otra persona es consciente de que tiene problemas a nivel sexual que le impiden brindarle a su cónyuge una relación sexual satisfactoria  pero por miedo a ser rechazado o rechazada oculta esta situación y se casa, simulando su capacidad para asumir el deber conyugal; por tanto, después del matrimonio, el cónyuge que desconoce este tema se da cuenta de la situación y obviamente esto impide una primera relación sexual que consume la unión matrimonial como lo enseña la Biblia: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:24). Por tal motivo, el afectado o afectada está en su derecho en ese momento (porque no ha tenido una unión sexual con su cónyuge) y debe manifestar ante un ministro del evangelio o una autoridad espiritual correspondiente lo que ha sucedido como testimonio de su integridad ante Dios. Así pues, dado que no hubo una consumación del matrimonio, esta unión no tiene validez ante Dios y no se debe obligar al afectado o a la afectada a que permanezca con una persona que le ha engañado en algo que es supremamente importante y vital para la vida en pareja.

Es muy probable que este caso no se presente en personas que nunca han tenido una relación sexual ya que no conocen su incapacidad sexual, a no ser que hubiesen indicios psicológicos o físicos para dudar; por consiguiente, si alguien tuviera dudas al respecto, su obligación moral con su futuro cónyuge (antes del matrimonio) es consultar a un especialista y verificar si es idóneo para una vida sexual activa como lo demanda el matrimonio; además, en el noviazgo debe existir una comunicación suficiente al respecto y en la iglesia local debe haber una enseñanza bien diseñada y fundamentada en la Biblia que brinde información esencial para parejas que buscan llegar al matrimonio.

Otro caso que se puede presentar es que después de estar casados, se den dificultades psicológicas o físicas a nivel sexual y su deber es apoyarse mutuamente con amor, sabiduría y dirección de Dios, buscando una orientación profesional y espiritual al respecto pero esto no invalida el matrimonio porque ya hubo una primera relación sexual que consumó el pacto matrimonial y una vida sexual activa durante determinado tiempo.

* Si una persona es forzada a casarse y es menor de edad, en unas condiciones en las cuales no tiene la capacidad de decidir por sí mismo (a), este matrimonio no debería ser considerado como algo válido ante Dios porque no ha sido hecho bajo la voluntad dispuesta y consciente sino bajo presión y por amenazas o intereses de terceros. Según la Biblia, el matrimonio es un compromiso formal, consciente y voluntario pero en el caso expuesto no existe un carácter voluntario. Ahora bien, sea un menor de edad o un adulto, es necesario evaluar en oración y en un diálogo abierto con la persona implicada para saber en qué condiciones reales ocurrieron los hechos para juzgar si es válido ante Dios o no; sin embargo, si la persona está mintiendo en este aspecto, tendrá que rendir cuentas ante Dios y él no tendrá por inocente al culpable.

domingo, 28 de junio de 2015

Divorcio y recasamiento Parte V


- ¿Qué es adulterio?
Aunque ya se ha explicado sobre este punto, quisiera ampliar este tema a fin de que estemos suficientemente claros al respecto. El diccionario define la palabra “adulterar” como “hacer algo impuro, fraudulento y añadir algo extraño”. Eso es lo que pasa con el matrimonio cuando se comete adulterio: se hace impuro, se ensucia, pero no se disuelve. Si el adulterio disolviera el matrimonio, aquellos que se reconcilian después de que uno de los cónyuges ha sido infiel y continúan viviendo juntos, estarían en un matrimonio disuelto y anulado; sin embargo no es así. Además, de acuerdo a Cristo, adulterio no es solo el acto sexual consumado con una persona que no es su cónyuge, sino que lo es también el pensamiento o el deseo impuro hacia alguien que no es su cónyuge (Mt. 5:27, 28). Por lo tanto, si una persona sorprende a su cónyuge con un deseo sexual hacia otra persona o viendo pornografía, entonces tendría razones para divorciarse de su pareja, pero no es así. Entonces, la idea de que el matrimonio se disuelve por causa del adulterio o que la Biblia ofrece respaldo para esto, es algo absurdo, y una vez desaprobado por la Escritura, queda sin fundamento. Quienes insisten en esto muestran que su interés no es honrar a Dios conforme a la verdad bíblica sino complacerse a sí mismos conforme a sus deseos desordenados. A los tales los juzgará el Señor.

El adulterio, definitivamente, sí afecta la relación de la pareja, pero de ninguna manera rompe los lazos del pacto que hacen una sola carne, uniendo al hombre y a la mujer. Esta verdad es eterna y no cambiará porque Cristo lo dijo: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:6).

Aunque un hombre se divorcie de su esposa y se case con otra, delante de Dios, esa mujer de la cual se divorció sigue siendo su esposa. El adulterio o infidelidad no hace nula la unión que una vez fue hecha ante Dios. Un ejemplo de la seriedad del matrimonio lo vemos en la actitud de Juan el Bautista: “Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana” (Mr. 6:17-20). Aquí vemos que Herodes sabía que Juan era justo y santo, y que su amonestación era real y razonable. Este mismo suceso acontece siempre: el que quiere encontrar excusas para cometer adulterio mirará de forma negativa a quien se opone con argumentos bíblicos sólidos y aunque quiere silenciarlo, su conciencia y la Palabra de Dios siempre le recordarán que ese instrumento que Dios usa para amonestarle actúa en la justicia y en la santidad de Dios.

La Biblia declara que Herodes se había casado con la que había sido una vez esposa de Felipe; esto significa que tuvo que haber una separación entre Felipe y su esposa para que ésta estuviera ahora casada con Herodes; sin embargo, aunque esta mujer se había casado con Herodes y tenía un matrimonio con él, seguía siendo esposa de Felipe y la relación entre Herodes y Herodías no era legítima sino que era una relación de adulterio; por este motivo, Juan le dijo a Herodes la verdad de frente y sin miedo: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano”.

Otra historia interesante que narra la Biblia sobre el matrimonio, es el caso de la mujer samaritana: “Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Vé, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (Jn. 4:16-18). Esta mujer tuvo 5 matrimonios y actualmente tenía una relación sentimental con un hombre sin estar casada.

Cristo conoce la condición moral de cada persona; por tanto, él está muy interesado en sanar el corazón y ajustar nuestra conducta a la perfecta voluntad de Dios expresada en la Biblia. Un ejemplo de ello lo encontramos cuando Jesús dio la explicación sobre el matrimonio a sus discípulos que al parecer no entendían bien lo que él acababa de decir sobre el divorcio y el recasamiento: “En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo, y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mr. 10:10-12).

Jesús deja muy claro que el que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra su verdadera esposa (Mr. 10:11), y también es claro que el hecho de que uno de los dos se haya ido y se haya divorciado de su primera pareja y se haya casado con otra (cometiendo adulterio), no libera de la relación al cónyuge que quedó solo. Si el que ha sido dejado, se casa con otra persona porque su primer cónyuge cometió adulterio, al haberse casado con otra persona, éste también comete adulterio si se une a otra persona; Jesús mismo lo dijo: “Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera” (Lc. 16: 18).

Los discípulos entendieron exactamente lo que Jesús les estaba diciendo y esto es comprobado por la respuesta que tuvieron después de haber escuchado a Jesús y la contra respuesta que él mismo les dio: “Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mt. 19:10-12).

La reacción de los discípulos al darse cuenta de lo que Jesús enseñó sobre el matrimonio fue decir: “no conviene casarse”. Ellos entendieron exactamente que Jesús les hablaba de que la relación matrimonial era para toda la vida, irrevocable e indisoluble. Por tanto, los casados siguen siendo una sola carne delante de Dios aunque estén separados.

- ¿De veras Jesús permitió el divorcio por adulterio?
Se han expuesto muchos argumentos bíblicos contra la falsa interpretación de que Cristo tolera el divorcio por adulterio y que aprueba el recasamiento; sin embargo, usted todavía está leyendo este estudio porque está interesado en investigar mejor sobre el tema y no tener más dudas o por el contrario, sigue pensando equivocadamente a favor del divorcio y el recasamiento.

Ahora, supongamos que la interpretación popular y de moda hoy, de que la Biblia justifica el divorcio y recasamiento por inmoralidad sexual, es cierta. Entonces tenemos un problema en lo que SUPUESTAMENTE Jesús está diciendo. Leamos el texto completo de Mt. 19:1-12 otra vez y analicemos lo siguiente:

* La Biblia dice: “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mt. 19:4) Ante esta pregunta, dice la Biblia: “El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,  y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:5, 6). Notemos que Jesús les muestra a los fariseos que el divorcio nunca fue la intención de Dios en el principio de la creación del hombre y la mujer. En otras palabras, el divorcio nunca ha sido ni será parte del propósito de Dios porque la Biblia dice claramente: “no son ya más dos, sino una sola carne” (v. 6). Este patrón divino no ha cambiado y está vigente en toda la Biblia. Esta verdad la ratifica Cristo al decir: “por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (v. 6). Cristo no dio ninguna causa para tolerar el divorcio y el recasamiento; antes bien, afirmó la indisolubilidad del matrimonio. En este orden de ideas, Cristo usa el libro de Génesis para enseñar el diseño divino para el matrimonio desde el principio y los fariseos conocían el Génesis.

* Ante la respuesta de Cristo, la Biblia sigue el relato sobre de los fariseos: “Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?” (Mt. 19:7). Los fariseos no indagaron sobre el propósito de Dios ni quisieron entender mejor los beneficios del diseño divino para el matrimonio, pero sí buscaron una evasiva malinterpretando la concesión de Moisés para hacer según su voluntad y no según la voluntad de Dios. Así pues, Cristo descubre la raíz del problema: “El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mt. 19:8). Queda muy claro que la fragilidad del matrimonio según el patrón humano está ligada a la inclinación egoísta y pecaminosa del corazón. No obstante, Dios le dio al matrimonio una solidez para toda la vida y es inquebrantable; estas cosas solo las entienden y las honran aquellos que tienen un corazón dispuesto para obedecer a Dios y amar sin egoísmo, a pesar de los conflictos que se puedan presentar con la pareja.

* La respuesta de Cristo apuntaba a la concesión de Moisés la cual no había sido establecida por Dios. Jesús aclara que fue una cláusula permitida por Moisés (no por Dios) porque Dios no cambia y lo que era desde el principio seguía firme y todavía está vigente en el tiempo actual y hasta la eternidad.

* La enseñanza de Cristo continúa: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mt. 19:9). Aquí se reafirma el patrón divino para el matrimonio, pero Cristo cita la cláusula de Moisés, no como una aprobación divina sino para mostrar la tolerancia que en este caso se tenía. Como se dijo anteriormente, esta cláusula, en sí misma, tenía un tinte machista porque el pecado moral del varón no fue considerado sino el de la mujer; pero ya vimos que este argumento no provenía de Dios sino de Moisés. Por este motivo, solo aplicó al tiempo de la Ley de Moisés y no aplica al tiempo de la gracia en Cristo que es hoy.

* Como vimos antes, Cristo da una instrucción clara acerca del matrimonio pero dentro de esta enseñanza, él está citando la tolerancia de Moisés (no el permiso de Dios) en el caso de fornicación, pero esta cláusula solo es aplicable antes de que el matrimonio sea consumado con la primera relación sexual, la cual cumple en parte el propósito de Dios y es que sean una sola carne.

* Notemos que el tiempo establecido por Moisés para repudiar a la mujer era cuando el marido la toma como esposa y tienen intimidad sexual, no después (Dt. 22:13-21; 24:1, 2). Por otra parte, la Ley de Moisés no toleraba el adulterio entre personas ya casadas ni mucho menos justificaba el recasamiento por este motivo (antes bien, juzgaba este pecado con la muerte); lo único que toleraba era que hubiese una disolución matrimonial cuando se presentara un acto inmoral antes de la primera relación sexual de la pareja pero la mujer que fuere hallada culpable también sufría pena de muerte.

* Con este análisis, vemos que no hay ninguna causa justificable para Dios (según el contexto general de la Biblia) que dé vía libre al divorcio y mucho menos al recasamiento. 

sábado, 27 de junio de 2015

Divorcio y recasamiento Parte IV


- ¿Salvo por causa de fornicación?
Ya leímos que Cristo expresa la frase “salvo por causa de fornicación” en Mt. 19:9. Lamentablemente, muchos han tomado este punto y tergiversan las palabras, anotando que la infidelidad conyugal o adulterio está incluido en este contexto, malinterpretando el término griego usado para fornicación.

Esta teoría se ha vuelto muy popular y ha ganado muchísimos adeptos (pastores, predicadores y creyentes de diferentes denominaciones evangélicas), los cuales se están divorciando y recasando, sumándole a eso el enseñar y promover esta práctica. Ellos encuentran supuestas bases para aprobar el divorcio y el recasamiento por causa de la infidelidad conyugal. Es decir, ellos creen que si una persona ha sido infiel a su pareja, la parte inocente puede o tiene la opción de divorciarse y casarse con otra persona, ya que su matrimonio ha sido quebrantado; no obstante, debemos comenzar por aclarar que la Biblia en ninguna parte enseña tal cosa. Esta posición es producto de la interpretación errada de UN SOLO verso bíblico y es el que tomamos antes: Mt. 19:9. Sin embargo, existe solo una interpretación posible y correcta a la frase “salvo por causa de fornicación”, la cual no contradice la enseñanza bíblica completa al respecto.

Miremos los siguientes argumentos:

* En un sentido general, cuando una persona no casada tiene relaciones sexuales con otra no casada, este acto se llama fornicación (del griego porneía que significa prostitución) pero cuando personas casadas tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio, entonces el acto se llama adulterio (del griego moichea que significa adulterio), porque la persona está adulterando o deformando su matrimonio.
* Ahora bien, en el griego, la palabra fornicación se traduce como prostitución y es una palabra que incluye todo acto sexual ilícito. Por ejemplo, la palabra pornografía precisamente viene del término porneía. Así pues, porneía tiene que ver con todo acto sexual ilícito, ya sea homosexualismo, adulterio, prostitución, bestialismo o sexo pre-marital (lo que conocemos como fornicación).
* La palabra fornicación viene del latín fornicari que significa tener relaciones sexuales con una prostituta; este término deriva de fornix (del latín fornus, significa horno), por la forma abovedada de los lugares donde se ubicaban las prostitutas romanas (ellas se hacían bajo los arcos de ciertos edificios y eran reconocidas socialmente por su inmoralidad sexual).
* Como se dijo antes, el término fornicación (en la traducción al español) es usado  en referencia a la relación sexual fuera del ámbito matrimonial, es decir, aquella relación sexual que se da entre dos personas que no están unidas por este vínculo conyugal.
* El error de los que quieren usar estas definiciones en el contexto de Mt. 19 es que pretenden que el término griego da lugar a todo tipo de inmoralidad sexual y por tanto, al adulterio como causa de divorcio; sin embargo, para evaluar el significado de porneía en este pasaje debemos estudiar todo el tema del divorcio en la Biblia y no solo un versículo.
* El mejor sentido que debemos darle al término porneía en cualquier contexto es que la Biblia atribuye a todo tipo de inmoralidad sexual el carácter de prostituir el cuerpo; entonces sea fornicación (sexo pre-marital), adulterio, homosexualismo, etc. constituyen una falta común: corromper el diseño de Dios y prostituirse. El término prostitución proviene del latín prostitutio y éste último viene de otro término latino que es prostituere, el cual significa literalmente exhibir para la venta. En la Biblia y para los efectos de Dios, la persona que cobra por tener relaciones sexuales (prostituta de profesión) y la que no cobra (prostituta de acción), son iguales (y aplica al hombre y a la mujer). Ambos actos son llamados prostitución, sea que se practique una sola vez o muchas veces. En otras palabras, quien practica el sexo por fuera de los principios establecidos por Dios en la Biblia, se prostituye y deshonra su cuerpo, el cual fue creado a la imagen de Dios y para glorificar a Dios.

En este contexto, podemos ver claramente que “adulterio” es el nombre del acto de prostitución de personas casadas, “fornicación” es el acto de prostitución de personas solteras y homosexualismo es el acto de prostitución de personas del mismo sexo. Este concepto siempre ha sido igual en las Escrituras; tristemente, cada vez la sociedad moderna y la mentalidad liberal buscan apaciguar la conciencia y llamar a lo malo bueno y a lo bueno malo. Para ellos hay una sola sentencia de Dios: “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo” (Is. 5:20).

Si esto le parece a alguien muy exagerado, consideremos las palabras de Jesucristo en Mt. 5:27-30: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”

El inmoralidad y la corrupción sexual comienzan al codiciar en el corazón a otra persona que no es legalmente su esposo(a) ante Dios; además, Cristo afirma categóricamente que ocurre adulterio cada vez que una persona se casa con otra después de haberse divorciado (o separado) porque la nueva relación matrimonial es llamada adulterio (Mt. 19:9).

Volviendo a la expresión “salvo por causa de fornicación” (Mt. 19:9), muchos se han apresurado a interpretar de forma incorrecta las palabras griegas de manera que aprueban el divorcio por causa de infidelidad conyugal (estando la pareja casada); sin embargo, leyendo bien la Biblia (no uno o dos versículos, sino todos los pasajes paralelos en otros libros bíblicos), vemos que la ley de Moisés permitía el divorcio por fornicación (infidelidad sexual antes de la unión matrimonial de hecho), pero Jesús establece claramente que eso fue solo una concesión hecha por Moisés (no por Dios) a causa de la dureza del corazón de los israelitas. Así pues, un hombre podía, bajo la ley de Moisés, divorciarse de su esposa por fornicación; veamos el claro ejemplo de la historia de José y María:

“Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lc. 1:26-28).

“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (Mt. 1:18-20).

Como vemos en el texto bíblico, María estaba desposada o comprometida para ser esposa de José y fue llamada por el ángel del Señor “mujer de José” pero ella no había llegado a tener relaciones sexuales con José; sin embargo, había un compromiso formal de noviazgo, con miras al matrimonio de hecho.

El tiempo de compromiso o desposorio era un periodo de promesa antes de que se llevara a cabo la unión sexual matrimonial o consumación donde el hombre recibía a su mujer (Mt. 1:20). Fue durante este tiempo que José se da cuenta que el vientre de María estaba creciendo y que él no tenía nada que ver en el asunto. La Ley indicaba que este acto era considerado como fornicación y que el hombre debía traer su mujer a su padre y a las autoridades, acusarla de este pecado de fornicación y entonces ella sería apedreada hasta la muerte: “Cuando alguno tomare mujer, y después de haberse llegado a ella la aborreciere, y le atribuyere faltas que den que hablar, y dijere: A esta mujer tomé, y me llegué a ella, y no la hallé virgen; entonces el padre de la joven y su madre tomarán y sacarán las señales de la virginidad de la doncella a los ancianos de la ciudad, en la puerta; y dirá el padre de la joven a los ancianos: Yo di mi hija a este hombre por mujer, y él la aborrece; y he aquí, él le atribuye faltas que dan que hablar, diciendo: No he hallado virgen a tu hija; pero ved aquí las señales de la virginidad de mi hija. Y extenderán la vestidura delante de los ancianos de la ciudad. Entonces los ancianos de la ciudad tomarán al hombre y lo castigarán; y le multarán en cien piezas de plata, las cuales darán al padre de la joven, por cuanto esparció mala fama sobre una virgen de Israel; y la tendrá por mujer, y no podrá despedirla en todos sus días. Mas si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti” (Dt. 22:13-21).

Aquí vemos que al tomar la mujer, el hombre se juntaría con ella en la intimidad sexual y “en algunos casos” descubriría que no es virgen porque ella no emitiría un sangrado en la vagina y se sentiría engañado. En este aspecto, es importante aclarar que no todas las mujeres vírgenes sangran en su primera relación sexual, debido a los siguientes motivos:
* La vagina tiene un tejido flexible que se llama himen y su forma puede permitir tanto el dolor como la sensación de ruptura para el hombre y la mujer, pero no siempre se produce sangrado.
* El himen puede desflorarse o arrugarse por otras causas diferentes a una primera relación sexual: por ejemplo, hacer ejercicio o deporte, montar a caballo o bicicleta, tener una caída o un movimiento brusco.
* El himen de algunas mujeres puede ser resistente o muy elástico y no desflorarse ni sangrar por causa de una primera relación sexual. En algunos casos, hay mujeres que no sangran hasta el momento de dar a luz o incluso hay mujeres que nacen sin himen.

Todos estos aspectos se conocen hoy debido a los avances científicos y podemos entender mejor el funcionamiento del cuerpo humano, pero en el tiempo de Moisés se establecieron leyes influenciadas por la cultura, las tradiciones y los conocimientos médicos de la época, y quedaron en la Biblia, no para interpretarlas según nuestro criterio actual, sino a la luz del contexto histórico y cultural correspondiente.

Volviendo al tema de la ley de Moisés, hay otro texto asociado al tema del divorcio: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre” (Dt. 24:1, 2).

Parece que la práctica de los divorcios se dio en época temprana, muy común entre los israelitas, quienes con toda probabilidad, se habían familiarizado con esta costumbre desde la influencia cultural de Egipto. Quizás Moisés pensó: esta costumbre está demasiado arraigada en el pueblo de Israel y habrá resistencia a ser abolida pronto o fácilmente; por esta razón, voy a tolerarla (Mt. 19:8). No obstante, en el A.T. no hay aprobación de Dios y cuando Cristo vino al mundo quedaron escritas sus palabras divinas e inalterables, dando honra al matrimonio y reprobando la tolerancia de Moisés.

En la Ley de Moisés, el derecho de repudiar se concede solo al marido, conforme a la cultura machista del entorno del Medio Oriente, la cual siempre ponía en un segundo plano los derechos de la mujer. Las causas del repudio en el Deuteronomio están muy vagamente expresadas y se prestan a muchos abusos. En efecto, se dice que, si el esposo notare en la mujer alguna cosa indecente, puede repudiarla. La expresión “alguna cosa indecente” viene de la palabra hebrea ervá y alude a algún defecto corporal vergonzoso. En tiempos de Cristo, la escuela rabínica de Sammai lo interpretaba en el sentido de infidelidad conyugal, mientras que Hillel lo tomaba en un sentido amplio, de forma que bastara que la mujer disgustara por cualquier cosa a su marido para poder repudiarla (por ejemplo, por haber dejado quemarse la comida). En este entorno judío, a Cristo le preguntan si es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa, esperando que se decidiera por una de las dos escuelas, la laxista de Hillel o la rigorista de Sammai. Sin embargo, en el conjunto de la legislación mosaica la expresión “alguna cosa indecente” de este pasaje no aplica a la fornicación, pues este acto era sancionado con la lapidación (morir apedreada). El contexto, pues, favorece la interpretación de que bastaba que no agradara ya la esposa al marido, para que la pudiera abandonar. Con toda razón Cristo habló sobre la dureza del corazón.

Ahora bien, la práctica del divorcio era permitida (bajo la tolerancia de Moisés y no por la aprobación de Dios) con dos condiciones:
1. Que el acto del divorcio había de estar certificado en un documento escrito, cuya preparación, con formalidad legal, proporcionaría tiempo para reflexión y arrepentimiento.
2. Que, en caso de que la esposa divorciada se casara con otro marido, ella no podría, al terminarse este segundo casamiento, ser restaurada a su primer marido, por deseoso que él estuviera de recibirla (Dt. 24:3, 4).

Volviendo al tema de José y María, la Biblia dice: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente” (Mt. 1:19).

Debemos recalcar que José no tenía la intención de que María fuera infamada (exponiéndola a las autoridades para que fuera acusada de fornicaria y luego sería apedreada, como establecía la Ley de Moisés), sino que quiso dejarla secretamente. Este acto de dejarla tampoco ayudaría porque al verla embarazada, probablemente las autoridades judías los llamarían a los dos y serían juzgados; sin embargo, Dios intervino, tratando con José y preservó la integridad de ambos porque no fueron sancionados conforme a la Ley. Finalmente, José obedeció a la voz del ángel del Señor: “Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS” (Mt. 1:24, 25).

Leyendo los evangelios, es muy probable que María haya sido tenida como una mujer indigna y José haya sido tenido como un hombre inmoral, puesto que los judíos hacen un comentario que parece referirse a Cristo: “…nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios”. Recordemos que los judíos conocían la familia de Jesús, su lugar de crianza y en esa época (mucho más que hoy), cuando una mujer quedaba en embarazo y se sabe cuándo se casó, se cuentan los meses del embarazo y se evalúa si la relación sexual fue antes o después del matrimonio oficial y el tiempo de convivencia. Así pues, José llevó la infamia pero demostró su obediencia a Dios y su amor hacia María, sin importar lo que dijeran los demás. Este es el ejemplo a seguir: el amor todo lo soporta y todo lo sufre. José no tenía un corazón duro como el de muchos judíos que escuchaban a Jesús hablar sobre el matrimonio y buscaban excusas para divorciarse de sus esposas y recasarse, malinterpretando sus palabras e inventando pretextos para hacer lo malo.

Con base en estos elementos de juicio y con toda claridad, podemos expresar correctamente que el pecado sexual antes del matrimonio es fornicación, pero el pecado sexual después de formalizado el matrimonio se llama adulterio por lo que causa al matrimonio, es decir, porque lo adultera, lo deforma y lo afecta pero no lo invalida ni lo anula delante de Dios.

A decir verdad, Pablo expresa que los pecados así practicados llevan a quienes los practican a perder el reino de los cielos si no se procede al arrepentimiento y a la conversión sincera para hacer la voluntad de Dios; en otras palabras, no pueden ir al cielo: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Cor. 6:9).

Recordemos que Jesús dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mt. 5:27-30).

Cristo está hablando de hombres casados porque adulteran pero lo mismo aplica a hombres solteros; de igual forma, las mujeres casadas que codician sexualmente son adúlteras y las mujeres solteras que codician son fornicarias.

Claramente la inmoralidad sexual tendrá como recompensa el infierno y Cristo no se anda por las ramas sino que llama a sus oyentes (y a nosotros) a desechar todo pecado porque nos lleva a la condenación eterna. Cristo es amor pero también es justicia y no tendrá por inocente al culpable.

Si alguien tiene dudas al respecto, recuerde lo que dice la Biblia: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”  (Heb. 13:4).
  

Si revisamos bien, en estas 3 citas el original griego es pornos (para fornicación) y moichos (para adulterio). El término moichos literalmente significa adulterar (en relación con el matrimonio).

En palabras definitivas, la Biblia muestra que los fornicarios prostituyen su cuerpo (y su mente) y no honran el matrimonio; por eso, no hacen un compromiso formal de matrimonio delante de Dios y con una persona para toda la vida; ellos deciden que es mejor no casarse y están con una o más personas diferentes pero tendrán que rendir cuentas ante Dios. Por otro lado, los adúlteros prostituyen su cuerpo (y su mente) y corrompen su matrimonio porque no respetan el pacto hecho ante Dios ni respetan a su cónyuge; ellos deciden estar con una o más personas diferentes a su cónyuge pero tendrán que rendir cuentas ante Dios.

Usted está leyendo este estudio bíblico y ahora es mucho más consciente y responsable ante Dios para obedecer sus leyes.

Dios nunca va a aceptar y justificar la fornicación o el adulterio, olvidando los principios que él mismo estableció en la Biblia.

El amor de Dios jamás estará por encima de su justicia y nunca pasará por alto la desobediencia de la gente (mucho menos de aquellos que leen la Biblia y profesan ser cristianos). Si usted realmente quiere seguir el ejemplo de Cristo, obedezca a Dios en todas las áreas de su vida (incluyendo el área moral y sexual). Precisamente, Dios muestra su amor para con nosotros en que nos exige integridad, santidad y obediencia completa. Asimismo, quien predica la Palabra de Dios debe practicar y enseñar estos principios sin importarle las reacciones de la gente, si es aceptado o rechazado. A Cristo no lo aceptaban porque predicaba la verdad sin miedo y sin preferencias por nadie.

Ore al Señor que lo guíe y no permita que los hombres lo engañen, dándole supuestas bases bíblicas para tolerar la fornicación, el adulterio, el recasamiento y todo tipo de inmoralidad sexual.  


En conclusión, cuando Cristo habla de la cláusula mosaica “salvo por causa de fornicación” (Mt. 19:9), existe una sola interpretación bíblica del contexto y que no contradice la enseñanza bíblica completa al respecto y es la siguiente: Cristo está mencionando la concesión de Moisés (no de Dios) y los judíos tenían esta excepción que consistía en darle al varón la oportunidad de rechazar a su mujer (con la que formalizó un compromiso previo al matrimonio de hecho); la concesión de Moisés consiste en que cuando el varón hallare inmoralidad sexual en su mujer, podría deshacer el compromiso de matrimonio. Por ejemplo, si la mujer no era virgen o cometía fornicación luego de estar desposada o comprometida en matrimonio (es decir, por causa de fornicación); por esta razón, el hombre le daría carta de divorcio, quedando libre de casarse otra vez. Ahora bien, esta cláusula no es para nosotros la Iglesia de Cristo porque nuestro corazón ha sido sanado de la dureza y somos llamados a honrar el matrimonio como al principio y no según la tolerancia de Moisés con Israel. Por ende, el consejo bíblico para todas las parejas cristianas que han de casarse en este tiempo de la gracia, es que tengan un diálogo claro y que sean abiertos para hablar sobre el tema de la virginidad y ser sinceros el uno con el otro, para que después no estén buscando excusas para romper el pacto matrimonial.

Un punto que no podemos pasar por alto al escudriñar este tema es que solamente Mateo es quien escribe la frase “salvo por causa de fornicación”. La Biblia es aplicable para todos los cristianos en todos los tiempos pero la propia interpretación y hermenéutica bíblica requiere que miremos quién fue la primera audiencia o a quién se escribió el texto primordialmente. Así pues, Mateo escribió a los judíos y esto tiene un contexto interesante. Ni Marcos (que escribió a los Romanos), ni Lucas (que escribió a los Griegos), ni Pablo (que escribió sobre el tema del matrimonio a los Corintios y a los Romanos)… presentan la cláusula mosaica “salvo por causa de fornicación”. ¿Cuál es la razón? Esto nos deja ver que los judíos entenderían que lo que se estaba escribiendo tenía que ver con su cultura, tradición y conocimiento de la ley de Moisés, tal como hemos visto en la historia de José y María. Si esta cláusula mosaica fuera aplicable para los cristianos, ¿por qué ningún otro escritor del N.T. menciona algo al respecto?

Volviendo al asunto del término fornicación, es lamentable que muchos interpreten que la palabra fornicación (en el contexto que la usa Cristo) se puede aplicar a la infidelidad conyugal dentro del matrimonio y esto ha despertado una ola impresionante de divorcios y recasamientos en la mayoría de iglesias cristianas; sin embargo, aunque la palabra fornicación (porneía en el griego) tiene un significado muy amplio y no se restringe solo a relaciones sexuales antes del matrimonio sino que también aplica a todo acto inmoral (como lo hemos revisado antes), en este pasaje, Cristo no está dando vía libre al divorcio y al recasamiento, sino que está haciendo una referencia a la Ley de Moisés y cómo éste había sido tolerante con el pueblo de Israel por la dureza de sus corazones, pero que en el principio de la creación no fue así. Esto nos demuestra que Cristo está interesado en la preservación del matrimonio según el diseño original de Dios. Claro está que hay casos complejos que deben ser revisados con oración y dirección del Espíritu Santo, en los cuales es probable que una pareja decida no convivir más debido a los problemas que se estén presentando pero no deben volver a casarse. En este sentido, Pablo dice: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer? Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias” (1 Cor. 7:10-17).

Notemos varios puntos claros:
* El Señor manda: “la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” (v. 10). La voluntad de Dios es que haya armonía entre esposos y que se conserve la relación de pareja estable, satisfactoria y para toda la vida; sin embargo, hay situaciones en las cuales puede haber una separación, ya que la pareja no puede convivir debido a problemas diversos que hacen muy difícil la relación o existen riesgos de maltrato, violencia física, psicológica y/o sexual (que en la mayoría de los casos, los afectados son la esposa o los hijos), transmisión de enfermedades, entre otros. Si alguien se separa por estos motivos o por otras razones lógicas y coherentes, la voluntad de Dios es que la persona se quede sin casar, o finalmente, si hay una alternativa para arreglar las cosas, que se reconcilie la pareja. Así pues, Dios (usando a Pablo) en ningún momento está promoviendo el divorcio o el recasamiento; por el contrario, anima a la mujer a que no se separe del marido y al marido le dice que no abandone a su mujer. Dios no autoriza excusas para el divorcio y mucho menos, aprueba otra unión.
* Pablo insiste de forma personal en promover la unión matrimonial cuando dice: “Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (1 Cor. 7:12-14). El hecho de que una persona se convierta al evangelio no quiere decir que va romper el vínculo matrimonial que tuvo antes de conocer a Cristo; antes bien, debe procurar siempre que su cónyuge conozca a Cristo y que viva para él (que sea motivado a la santificación y a la búsqueda de Dios). De igual forma, los hijos serán beneficiados de la búsqueda de Dios por parte de los padres, ya que serán también motivados a vivir en santidad para Dios. Por otro lado, cuando los padres no buscan de Dios, los hijos se inclinan fácilmente a vivir lejos de Dios y en inmundicia. Pablo enseña estas cosas no como un mandato del Señor sino como un consejo; sin embargo, las palabras de Pablo son absolutamente congruentes con los principios bíblicos que Dios nos enseña.
* Pablo también dice: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer? Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias” (1 Cor. 7:15-17). En otras palabras, en algunos casos especiales el creyente tiene la opción de decidir una separación ya que no está sujeto a servidumbre sino que ha sido llamado por Dios a vivir en paz (aún si está separado del cónyuge). No obstante, hay que orar a Dios y procurar la salvación del cónyuge no convertido. Además, vemos que Pablo tenía estos parámetros espirituales sobre el matrimonio en relación a los problemas que se pueden presentar en todas las iglesias y sus enseñanzas tienen la inspiración sobrenatural del Espíritu Santo; por consiguiente, es nuestro deber acatar el consejo de la Palabra de Dios.