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martes, 16 de junio de 2015

Santidad interna y externa Parte XVIII


ACCESORIOS PARA LA CABEZA Y EL CABELLO

Recuento histórico
Los adornos o tocados para el cabello y la cabeza tienen también su historia y han sido usados por hombres y mujeres en casi todas las civilizaciones; sin embargo, no en todos los casos los accesorios se relacionan con adornos sino que también existe una simbología amplia que necesitamos apreciar.

Durante la época del Antiguo Egipto, los tocados eran utilizados por todas las clases sociales, ya fuera en forma de gorros, sombreros o las lujosas diademas que utilizaban las clases nobles.

Durante la época de Grecia y Roma se tiene constancia del uso de diademas, velos y cintas que adornaban los complicados peinados tan característicos de estos períodos.

En  la  Edad Media se comienza a dar al tocado un uso más moral que estético y se comienza a cubrir los cabellos como signo de pudor.

En el Renacimiento comienza la moda del uso de las redecillas de pedrería, la “cofia (gorro) francesa” con forma de herradura, o los casquettes (gorros) que iban decorados con pedrería, terciopelos, sedas, plumas, pieles, etc.

Ya en el Barroco, con el uso de pelucas, los tocados adquieren mayor volumen, complejidad y altura. En España, la moda era usar armazones de alambre sobre los que se enrolla el pelo y se decoran con joyas, plumas y encajes.

En la época del Rococó, la figura más representativa es la famosa María Antonieta, para la cual Monsieur Larseneur creaba los tocados más impensables con joyas y plumas en formas muy variadas. Posteriormente, los tocados tienden a la simplificación y al uso de las cintas en los peinados.

Con el Realismo llegan los tocados románticos en forma de grandes sombreros con multitud de lazos, coquetos sombreritos con plumas y estrellas de diamantes para asistir a fiestas.

Ya en el siglo XX se vieron muchos cambios:
- En los años 20, se impone el uso de lentejuelas.
- En los años 30, Chanel impuso las melenas garçon adornadas con cintas minimalistas de una perla y una pluma.
- En los años 40 y 50, las estrellas de Hollywood lo encumbran al uso diario, y ya en los años 60 es Jackie Onassis quién pone de moda el sombrerito estilo “azafata” y los pañuelos.
- En los años 70 se lleva el look hippie con flores en el pelo y sombreros de ala ancha de paja.
- Después de los años 70, las personas que usaban sombreros, por lo general, eran mujeres de la clase noble y la aristocracia, para acudir a las mejores y más lujosas fiestas. Para elaborarlos usaban, además de velos, telas de seda y grandes plumas, ostentosas joyas, brillantes y perlas. Además, a estos complejos y sofisticados adornos, se le sumaban unos grandes y elaborados peinados.
- De esta época hasta la actualidad vemos toda clase de tocados para el cabello (pañoletas, diademas, moños, pinzas, palillos, cordones, entre otros) y accesorios para la cabeza (sombreros, gorras, cachuchas, pasamontañas, boinas, etc.). Estos implementos se usan en todas las clases sociales y en diferentes contextos.

Otro accesorio muy común en la historia universal ha sido la corona. Según algunos estudiosos, el origen de la corona se remonta a los tiempos prehistóricos, y en opinión de muchos historiadores se derivó su nombre de «cornius» (cuernos), pues los cuernos de los animales eran tenidos en aquellas épocas por señales de dignidad real. Los hebreos y los gentiles los consideraban como marcas de honor y de poder soberano, y así se consigna en el A.T. de la Biblia. Posteriormente, en el N.T. también se refleja el uso de este simbolismo.

Los gentiles adoraban a Júpiter Amnón, que tenía la cabeza cargada de astas, en la figura de un  carnero; los egipcios tenían la figura del buey Apis, y los griegos a Marte y a Diana, dioses que eran representados ordinariamente con una corona de dos astas.

Una idea muy generalizada era pensar que aquellos que soñaban con tener estas insignias en su cabeza, estaban próximos a obtener alguna dignidad o empleo preeminente.

En algunas culturas hubo una costumbre muy peculiar y es que los príncipes y caballeros acostumbraban colocarse en los yelmos y cascos cuando iban a los combates, grandes astas de cabra, como se observa en las armas de los Duques de Bretaña y de otros.

Algunas civilizaciones antiguas representaban a sus dioses con unas coronas particulares:
- En Egipto, Isis se coronó primeramente de espigas de trigo, porque había enseñado a los hombres el arte de sembrarle y cultivarle.
- Saturno era coronado de higos tiernos o de pámpanos, cuyo fruto, negro y blanco, representaba la noche y el día; Júpiter, de encina o de laurel; Juno, de hojas de membrillo; Baco, de uvas, de pámpanos y alguna vez de hiedra; Ceres, de espigas; Mercurio, de hojas de olivo, de moral o de hiedra; Cío, de laurel; Cibeles y Pan, de ramas de pino; Hércules, de álamo; Venus, de mirto y de rosas; Minerva y las Gracias, de olivo; Vertumno, de heno; Pomona, de frutos; los dioses Lares, de mirto y de romero; Flora y las Musas, de flores, y los Ríos, de cañas. También, frecuentemente daban coronas radiantes a Júpiter, a Juno, a Vesta y a Hércules, del mismo modo que a los Príncipes deificados o colocados entre los dioses.

En casi todas las culturas la corona fue el símbolo del poder y los reyes tenían una.

Hay historiadores que mencionan la corona de oro y piedras preciosas que se fabricó con rayos derechos y ondados (con forma de onda); ésta fue hecha para Apolonio, el Rey latino que se decía nieto de Apolo.

Hornero, hablando de las coronas de los reyes, cuyas proezas cantó, las comparaba al cielo, por la perfección de su forma redonda y por el eminente lugar en que se colocan.

Dos médicos griegos, Muesithée y Colimaco, compusieron algunas obras acerca de la virtud de las coronas puestas en las sienes, en el cuello y en el pecho.

Entre los romanos, los nuevos esposos se adornaban con coronas el día de sus bodas. Los griegos ornaban sus embarcaciones con coronas de flores y laurel, después de haber ganado una batalla naval.

Las de los juegos nemeos fueron primero de olivo y luego de apio silvestre; las de los juegos olímpicos, de olivo silvestre o de laurel, y las de los juegos istmios, de pino, después de apio y, por último, volvieron a ser de pino.

La de laurel se concedía a los poetas sublimes.

Las fúnebres eran de ciprés, de álamo o de apio. Se las ponían a los cadáveres antes de enterrarlos y se colocaban después sobre sus sepulcros.

Las que se consideraban mágicas eran de lana y cera.

La natalicia era de ramas de olivo y se colocaba colgada de la puerta de la casa al nacer un hijo. Si era niña, la corona se hacía de lana.

La radiante (compuesta de radios), servía para adornar la estatua del Sol, para expresar así los rayos luminosos que despide. Esta corona pasó a ser el símbolo de la eternidad y del poder supremo. Los Reyes de Oriente fueron los primeros que usaron la corona radiante; así se ve algunas veces en la tiara (corona larga) de los Reyes de Armenia y en la de los partos, como también en la cabeza de los Reyes de Egipto y Siria.

La de oro entre los griegos y los romanos significó, en un principio, recompensa extraordinaria al valor. Los griegos, hallándose próximo el día que tenían destinado para la solemnidad de los juegos istmios, que tanto gustaban al pueblo, enviaron quince embajadores a Alejandro Magno con una corona de oro, en testimonio y reconocimiento de las gloriosas victorias que había obtenido en beneficio de la salvación y libertad de Grecia.
                       
Los primeros emperadores romanos de la familia de los Césares no traían más coronas que las de hojas de laurel, no solo a causa de ser instituidas por coronas triunfales, cuanto por la creencia que se tenía de que las hojas de laurel no eran tocadas por el rayo de Júpiter. Esos mismos emperadores no se atrevieron a llevar coronas de oro porque el Senado y el pueblo no querían darlas sino como insignias militares de honor y de valor.

Domiciano fue el primero que se puso corona de oro en ciertos juegos o espectáculos, pero en calidad de un dios fantástico que en él se representaba, y no como Príncipe de Roma.

Heliogábalo tuvo una corona de oro adornada de pedrería; ésta era la misma que había llevado antes de ser emperador, como sacerdote del Sol, no osando ponérsela en público.

Cuando los emperadores morían, el pueblo no les daba tampoco coronas de oro; únicamente las toleraba en sus medallas y estatuas, o cuando los deificaban y colocaban entre sus dioses, pero esta austeridad romana cayó al fin destruida por la vanidad de otros emperadores, que no solo llevaron coronas de oro y ornamentos reales, sino que se atribuyeron en vida títulos divinos, que anteriormente solo se les concedía después de muertos.

Por ejemplo, el Emperador Aurelio se hizo fabricar una corona de oro guarnecida de piedras preciosas, imitándole en esto sus sucesores, que reinaron ya tiránicamente.

Otra costumbre era que los reyes timbraban los escudos y los cascos oficiales con coronas, culminando su uso en el siglo XV.

Los reyes, en diversas ocasiones, se vieron precisados a reprimir la usurpación de las coronas por personas cuyo título no les autorizaba para llevarlas, pues se veía a Condes tomar coronas de Duque o de Marqués, y aún hombres del común que querían también timbrar sus armas con coronas pertenecientes a los más altos títulos.

En la actualidad, también vemos el uso de coronas en los países donde gobiernan reyes (España, Inglaterra, entre otros) y en diversos lugares donde simbolizan poder y autoridad; por ejemplo, en algunas tribus y etnias. De igual forma, se realizan concursos de belleza y la persona que gana es coronada en público en señal de reconocimiento. Además, en algunas instituciones religiosas ciertos líderes usan coronas como símbolo de su posición dentro de la organización.

Referencias bíblicas
La Biblia también menciona coronas, diademas y accesorios para el cabello y la cabeza; miremos los pasajes que las Escrituras nos enseñan:

- “y pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa” (Éx. 29:6). Aquí se nombran dos accesorios que Dios determinó para el uso del sumo sacerdote en el servicio del tabernáculo: la mitra y la diadema. La mitra era un turbante de lino que se ponía el sumo sacerdote para cubrir su cabeza cuando ministraba delante de él y era señal de respeto y obediencia a Dios; por otra parte, los sacerdotes usaban una tiara con el mismo propósito.

La diadema era una lámina hecha de oro puro (Éx. 39:30), tenía la inscripción SANTIDAD A JEHOVÁ e iba adherida a la mitra por un cordón de azul en la parte de arriba (en frente) según Lv. 8:9, para que fuera visible a los ojos del pueblo de Israel; éste es un símbolo que representaba la consagración del sumo sacerdote a Dios y a su oficio pero también era un recordatorio para el pueblo sobre el llamamiento de Dios a vivir en santidad para él. Esta diadema es una corona de santidad y sigue siendo una enseñanza para todos aquellos que profesan creer en Dios y seguir sus mandamientos. De forma figurativa, nuestra vida debe llevar en alto la santidad (la consagración a Dios) para que todos los que nos miren puedan ver un testimonio intachable e irreprensible ante Dios y ante los hombres.

- “Me vestía de justicia, y ella me cubría; como manto y diadema era mi rectitud” (Job 29:14). Según la historia, el libro de Job es muy antiguo, aún más que la ley de Moisés; no obstante, Job entendió que el testimonio de una persona que invoca el nombre de Dios y que dice amarle y honrarle es como un manto y una diadema porque evidencia externamente la rectitud delante de Dios y delante de los hombres. Un manto y una diadema son accesorios externos pero ilustran cómo la santidad debe reflejarse de adentro hacia afuera (en la conducta y en todo lo que los hombres pueden percibir).

La Biblia menciona varios reyes y funcionarios que usaron corona:
- Saúl tenía una corona en el momento de su muerte (2 Sam. 1:10). 
- David venció a Rabá y quitó la corona de la cabeza de su rey, la cual pesaba un talento de oro y tenía piedras preciosas; luego se la puso (2 Sam. 12:30; 1 Crón. 20:2). 
- El sumo sacerdote Joaida puso una corona sobre Joás, el hijo del rey Ocozías (quien había muerto) y fue constituido como nuevo rey (2 Rey. 11:1-12; 2 Crón. 23:1-11).
- El rey persa Asuero tenía una corona real y podía honrar a quien quisiera al permitirle usarla delante de sus súbditos (Est. 6:8).
- Mardoqueo usó una gran corona de oro por disposición del rey Asuero para ser honrado debido al favor de Dios y a sus buenas acciones en beneficio del reino persa (Est. 8:15).
                    
Lo mismo sucede con algunas mujeres en la Biblia que ocuparon lugares de honor:

- Asuero mandó llamar a la reina Vasti para mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza; además, la Biblia dice que ella tenía la corona regia (Est. 1:11). En este pasaje vemos la motivación equivocada de quienes no tienen principios de santidad; ellos están buscando mostrar la belleza física por vanidad y soberbia. Este patrón se repite en el mundo todo el tiempo: la gente quiere mostrarse o mostrar a otros para vanagloriarse de las apariencias de la carne, pero Cristo jamás compaginó con estos antivalores… solo leamos lo que decía de la inutilidad de las apariencias…

“hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,  y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí” (Mt. 23:5-7).

“Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt. 23:12).

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mt. 23:27, 28).

¿Será que Cristo ha cambiado con los tiempos y es tolerante con la vanidad de los que profesan ser sus seguidores? La respuesta es: JAMÁS porque él es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Heb. 13:8).

- Tiempo después, la reina Vasti fue destituida y su corona fue dada a Ester porque el rey Asuero la amó más que a todas las otras mujeres (Est. 2:17). Esta es la realidad del mundo sin Dios: siempre hay alguien que puede reemplazar a quien ya no parece tener tantos encantos (sea por la rutina, por una enfermedad o por el desgaste natural del cuerpo). Este es no es el verdadero amor que Dios nos enseña; el amor de Asuero es egoísta, caprichoso y oportunista porque cuando viene una mujer más joven o más atractiva, entonces es la codicia la que mueve el corazón perverso de quien no sabe valorar a la gente por lo que es (sino no por lo que tiene o por lo que puede ofrecer).

En el contexto de esta historia, es verdad que Dios usó estas circunstancias para librar a su pueblo de la sentencia de muerte de Amán, pero Dios no se agrada ni de la inmoralidad sexual ni de la poligamia ni de la vanidad que siempre han gobernado los corazones perversos de los hombres y de las mujeres que no respetan los principios eternos y santos establecidos en su Palabra.

La Biblia ilustra la deshonra de una persona mediante las siguientes expresiones:
- Job dice: “me ha despojado de mi gloria, y quitado la corona de mi cabeza” (Job 19:9). Job se sentía en deshonra por causa de la providencia de Dios pero no entendía todavía su propósito.
- “Rompiste el pacto de tu siervo; has profanado su corona hasta la tierra” (Sal. 89:39). 
- “Con los pies será pisoteada la corona de soberbia de los ebrios de Efraín” (Is. 28:3).
- “Dí al rey y a la reina: Humillaos, sentaos en tierra; porque la corona de vuestra gloria ha caído de vuestras cabezas” (Jer. 13:18).
- “Cayó la corona de nuestra cabeza; ¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos” (Lam. 5:16) 
- “así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto” (Ez. 21:26). 

En todos estos versículos vemos la ilustración de la deshonra y la crisis, usando el símbolo de una corona depuesta o quitada; sin embargo, la Biblia también ilustra la honra de los hombres o de Dios para una persona o a una nación, mediante las siguientes expresiones:
- Job dice: “Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro, y me lo ceñiría como una corona” (Job 31:36). Job espera que Dios testifique de su justicia ante su adversario y que Job entonces pondrá en honra a su adversario.
- “El que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” (Sal. 103:4). 
- “A sus enemigos vestiré de confusión, mas sobre él florecerá su corona” (Sal. 132:18). 
- “Porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien; corona de oro fino has puesto sobre su cabeza” (Sal. 21:3). 
- “Tú coronas el año con tus bienes, y tus nubes destilan grosura” (Sal. 65:11). 
- “Tomarás, pues, plata y oro, y harás coronas, y las pondrás en la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac” (Zac. 6:11).
- “Las coronas servirán a Helem, a Tobías, a Jedaías y a Hen hijo de Sofonías, como memoria en el templo de Jehová” (Zac. 6:14). 

La Biblia habla de forma simbólica acerca de la aparente gloria que tienen aquellos que deshonran a Dios:
- “Por tanto, la soberbia los corona; se cubren de vestido de violencia” (Sal. 73:6). 
- “¡Ay de la corona de soberbia de los ebrios de Efraín, y de la flor caduca de la hermosura de su gloria, que está sobre la cabeza del valle fértil de los aturdidos del vino!” (Is. 28:1). 

La sabiduría de Dios honrará a quienes la busquen y la apliquen en su vida:
- “Adorno de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará” (Pr. 4:9). 

La mujer virtuosa trae honra a su marido:
- “La mujer virtuosa es corona de su marido; mas la mala, como carcoma en sus huesos” (Pr. 12:4). 

Las riquezas de los sabios les dan honra ante Dios y ante los hombres:
- “Las riquezas de los sabios son su corona; pero la insensatez de los necios es infatuación” (Pr. 14:24).  Esta riqueza no es material sino espiritual porque los sabios tienen la inteligencia y el consejo de Dios como su mayor tesoro.

La vejez del justo es una honra ante Dios y ante los hombres:
- “Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia” (Pr. 16:31). 

La honra de los viejos son los nietos:
 - “Corona de los viejos son los nietos, y la honra de los hijos, sus padres” (Pr. 17:6). 

La Biblia muestra que la corona (el gobierno de los hombres) no durará para siempre:
- “Porque las riquezas no duran para siempre; ¿y será la corona para perpetuas generaciones?” (Pr. 27:24).

La Biblia confirma que los judíos tenían por costumbre que el novio usara una corona en el día de su matrimonio:
- “Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio, y el día del gozo de su corazón” (Cnt. 3:11).

Los gobiernos humanos reparten coronas a quienes quieren otorgar autoridad sobre pueblos y naciones:
- “¿Quién decretó esto sobre Tiro, la que repartía coronas, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra?” (Is. 23:8).

Dios es comparado con una corona de gloria y una diadema de hermosura para los que son fieles en Israel:
- “En aquel día Jehová de los ejércitos será por corona de gloria y diadema de hermosura al remanente de su pueblo” (Is. 28:5).

Dios ilustra la honra que dará al pueblo de Israel que será restaurado en los postreros tiempos:
- “Y serás corona de gloria en la mano de Jehová, y diadema de reino en la mano del Dios tuyo” (Is. 62:3).  
- “Y los salvará en aquel día Jehová su Dios como rebaño de su pueblo; porque como piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra” (Zac. 9:16).

Dios ilustra la honra que dio a su pueblo mediante una comparación con una mujer adornada según la costumbre de la época: “Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza” (Ez. 16:12). Este pasaje será analizado más a fondo cuando se hable sobre los aretes y los piercings; por el momento, se puede explicar que el uso de la diadema simboliza el recibir honra de parte de Dios como una reina.

Dios describe a Israel con una mujer que tiene una corona de doce estrellas, la cual simboliza la autoridad delegada por Dios en las doce tribus: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap. 12:1).

Judá e Israel (los dos reinos) son comparados con dos prostitutas y sus amantes les traen regalos; entre ellos, les ponen bellas coronas sobre sus cabezas: “Y se oyó en ella voz de compañía que se solazaba con ella; y con los varones de la gente común fueron traídos los sabeos del desierto, y pusieron pulseras en sus manos, y bellas coronas sobre sus cabezas” (Ez. 23:42).

Cristo fue rechazado e insultado por los hombres al poner sobre su cabeza una corona de espinas:
- “y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!” (Mt. 27:29). 
- “Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas” (Mr. 15:17).  
- “Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura” (Jn. 19:2). 
- “Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!” (Jn. 19:5).

La Biblia compara la corona corruptible que reciben los que compiten como atletas o en otros deportes con la corona incorruptible que Dios dará a quienes luchan por su salvación, por amarle de verdad, por servirle y por ser fieles a él:
- “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Cor. 9:25).
 - “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:8).
- “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stg. 1:12).
- “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 Ped. 5:4).
- “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap. 2:10).
- “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Ap. 3:11).
- “Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas” (Ap. 4:4).
- “los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:” (Ap. 4:10).

Pablo percibe a los hermanos en la fe (a quien sirve en el reino de Dios) como una corona suya:
- “Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados” (Fil. 4:1). 
- “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?” (1 Ts. 2:19). 

La Biblia hace una descripción de los demonios y utiliza el simbolismo de coronas de oro para hablar de la autoridad que se les permite tener: “El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas” (Ap. 9:7). 

El anticristo es descrito en la Biblia y también se habla de una autoridad permitida por Dios mediante el simbolismo de una corona y de 10 diademas:
- “Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer” (Ap. 6:2).
- “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (Ap. 13:1). 

Satanás también es descrito con siete diademas y esto evidencia una autoridad permitida por Dios para cumplir exactamente lo que Dios ha determinado en su soberana voluntad sobre la tierra: “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas” (Ap. 12:3).  

Cristo es descrito en la Biblia usando una corona de oro y muchas diademas como símbolo de autoridad suprema:
- “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda” (Ap. 14:14).
- “Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo” (Ap. 19:12). 

Aplicaciones en el contexto del Cristianismo
- Debemos comprender que nuestra cabeza y nuestros cabellos son perfectos porque hacen parte de la obra magistral de Dios; por este motivo, se recomienda siempre ser modestos, sencillos y pudorosos en el uso de accesorios para adornarlos y nunca buscar atraer al sexo opuesto o seducir porque son actitudes malsanas de un corazón que no tiene respeto a Dios ni a sus mandamientos.
- En cuanto al uso de toda clase de tocados para el cabello (pañoletas, diademas, moños, pinzas, palillos, cordones, entre otros) y accesorios para la cabeza (sombreros, gorras, cachuchas, pasamontañas, boinas, etc.), el consejo de la Biblia es claro: “Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1 Ts. 5:21, 22). Dependiendo de la ocasión se pueden utilizar cierto tipo de accesorios y lo más esencial es que nuestra vida y lo que usamos reflejen el carácter de Cristo. Por tanto, evitemos todo tipo de excesos y que nuestra cabeza y nuestro cabello no tengan una apariencia que desvirtúe nuestro testimonio; recordemos que la Biblia dice: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Ped. 3:3, 4). La belleza del creyente se centra en su corazón y no debe estar buscando llamar la atención y ostentando riquezas y apariencias falsas.
- Otro tema interesante es el uso de extensiones para el cabello y pelucas, lo cual no armoniza con los principios bíblicos que hemos estado exponiendo de forma clara porque se pierde la naturalidad y la autenticidad, aparentando algo que no se posee; sin embargo, hay casos en los que una persona pierde todo su cabello (o una parte sustancial) debido a alguna enfermedad y es difícil enfrentar esta situación. Así pues, la persona debe orar al Señor y buscar su dirección para manejar este tema de la manera más adecuada, y buscar consejo espiritual de hermanos y hermanas con madurez y buen testimonio, si es el caso.
- El mundo honra al rico, al poderoso, a la mujer que cumple con los parámetros de belleza artificial de la sociedad, al que obtiene logros, al que gana una carrera, al que obtiene más goles en un partido de fútbol, basketball o cualquier otra competencia deportiva; sin embargo, Dios honra a los que le honran y la prioridad del verdadero cristiano es que pueda recibir del Señor la aprobación aquí en la tierra (según los principios de la Biblia) y en la eternidad ser coronado de honra porque él viene pronto y dará a cada uno su recompensa (Col. 3:24).
- Siempre debemos enfatizar que la salvación es por gracia y por fe en Cristo; éste es el regalo de la vida eterna y no se consigue por obras; teniendo esto suficientemente claro, los consejos y recomendaciones de este estudio tienen como fin el orientar al creyente en su nueva vida en Cristo para que su conducta honre a Dios y su testimonio ante todos sea de bendición y ejemplo siempre.

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