La mala
costumbre de la vanidad
Volviendo al
tema de la santidad externa y al valor de una conducta decente y digna del
evangelio, es triste ver cómo la gente se ha estado acostumbrando a vivir bajo
una máscara de vanidad y con un traje de mentira porque su apariencia no es
natural sino artificial; no quieren quitarse la máscara ni el traje de mentira
porque tienen miedo a la realidad de su rostro y a la realidad de la figura de
su cuerpo. Les espanta el ser rechazados por lo que realmente son pero viven
“felices” (engañados) cuando los demás les elogian por todo lo que utilizan
para verse y sentirse mejor (aunque en el fondo hay un vacío que solo Dios
puede llenar).
Al pensar en las
palabras máscara y mentira, entonces tendríamos que ser
honestos para hablar de la farsa de la industria de la vanidad, la cual es la
única que realmente se beneficia con miles de millones de dólares cada año que
salen de los bolsillos de los que hacen parte de este sistema. En esencia, usar
una máscara — y enmascararse como algo que no somos — es una conducta que está
al servicio de nuestra vanidad y de la belleza idealizada de la sociedad que
está lejos de Dios; por ende, este comportamiento no glorifica a Dios ni es de
buen testimonio para nosotros como cristianos que profesamos la Palabra de Dios
como nuestro manual de vida.
Nunca olvidemos
el consejo de Dios: “¿O ignoráis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual
tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los
cuales son de Dios” (1 Cor. 6:19, 20).
Este principio
es tan claro cuando el corazón se ha desprendido de todo para agradar al dueño
de nuestra vida... pensemos solamente: ¿cómo glorifica a Dios nuestra vanidad?
¿es el nombre de Cristo honrado cuando vivimos de apariencias y no de forma
auténtica? ¿reflejamos las virtudes de Cristo a quienes nos observan si
seguimos el sistema artificial de la belleza ideal que el mundo sin Dios inventó?
Miremos algo
más: el término “cosméticos” tiene un origen revelador porque viene de la
palabra griega kosmos, la cual significa “mundo”. Así pues, para que las
mujeres supuestamente sean aceptadas por el mundo, ellas deben ajustarse al
sistema de belleza ideal que incluye maquillaje y toda clase de accesorios
relacionados con la vanidad. No obstante, la Biblia dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama
al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo,
los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que
hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17). Usted
decide a quién quiere complacer: al mundo que pasa con sus deseos o a Dios que
permanece para siempre.
Hay quienes
dicen: “lo más importante es el amor; las apariencias no importan”; sin
embargo, quien vive según el mundo, amando los deseos de la carne, los deseos
de los ojos y la vanagloria de la vida, no tiene el amor del Padre en su vida.
Este principio es bíblico. El verdadero amor de Dios nos enseña a aborrecer el mal
y a obedecer su Palabra por encima de todo. No nos dejemos engañar por palabras
y sentimientos.
Historia antigua
Otras preguntas
importantes que podemos hacernos son: ¿cuál es la historia más antigua del
maquillaje? ¿dónde y cuándo se originó? ¿qué propósito tenía en los tiempos
antiguos? Las respuestas a estas preguntas le ayudarán a comprender mejor sobre
el tema.
Al considerar el
origen del maquillaje, debemos preguntarnos ¿dónde fue usado por primera vez?
Las antiguas raíces del maquillaje ofrecen el primer gran vistazo de por qué es
usado hoy. Las siguientes citas demuestran su uso temprano.
Si usted es de
los que piensa que la historia no tiene importancia, entonces tome nota de las
sabias palabras de la Biblia: “Vanidad de
vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué
provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el
sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El
viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus
giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se
llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se
sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será.
¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del
sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los
siglos que nos han precedido” (Ecl. 1:2-10).
El uso de cosméticos
es muy antiguo. Se ha encontrado evidencia del uso de maquillaje para los ojos
y ungüentos aromáticos en tumbas egipcias que datan del año 3500 A.C.
“Para el siglo I
d.C., los egipcios, los romanos, los griegos y las culturas del Medio Oriente
habían desarrollado cosméticos tales como polvos para emblanquecer la piel,
antimonio para oscurecer los párpados, cejas y pestañas, y rubor para las
mejillas…” (Enciclopedia Británica, Vol. 5, p. 196).
Las tumbas
egipcias representan las más antiguas referencias que se registran del uso del
maquillaje, pero los egipcios no fueron, de ninguna manera, la única cultura
que lo usó. Muchos otros siguieron esta costumbre.
Durante el
período Predinástico [finalizando en 3200 a.C.], tanto hombres como mujeres se
aplicaban una línea de pintura verde alrededor de los ojos. En tiempos
dinásticos el color de la pintura usada era gris oscuro, mientras que el rojo
ocre parece haber sido usado para colorear las mejillas y el alheña para teñir
las palmas, uñas, y al menos, a finales del período, el cabello.
“Los asirios
recurrían al tinte negro para las cejas, cabello y barba, mientras que los
persas usaban alheña, la cual produce un color anaranjado rojizo, un estilo que
existió desde 1900 a.C. El polvo dorado, el hilo dorado y el almidón amarillo
perfumado eran usados algunas veces en el cabello y la barba para ocasiones
festivas…” (Enciclopedia Británica, Vol. 5, Ed. 1979, pp. 1017-1018).
Claramente, el
uso del maquillaje tuvo gran fuerza en Egipto y fue una de las civilizaciones
que más lo promovió. En este sentido, tengamos presente que la Biblia usa a
Egipto como una ilustración de los pecados de este mundo, de los cuales a los
cristianos se les ordena salir.
Aún antes de su
uso en Egipto, hay una imagen de Semiramis, la esposa-madre de Nimrod y
fundadora de la que podría ser considerada la primera religión apóstata y
contraria al Dios del cielo, la religión de los misterios babilónicos; esta
mujer es reconocida en la historia como una ramera y obviamente, ella aparece usando
maquillaje.
Nimrod (que
significa rebeldía), era hijo de Cush, nieto de Cam, hijo de Noé (Gn. 10:8, 9;
1 Crón. 1:10); según la historia universal, Nimrod fue el fundador del sistema
babilónico y según la historia bíblica, Nimrod tuvo mucha influencia en la
construcción de la torre de Babel, Nínive y otras ciudades (Gn. 10:10-12). Así
pues, él fue quien comenzó la gran apostasía mundial organizada que ha dominado
al mundo hasta ahora porque este sistema religioso de idolatría siempre se ha
perpetuado en cientos de religiones que deshonran al Dios único y verdadero,
Creador del cielo y de la tierra.
Según la
historia universal, él murió prematuramente y Semiramis su esposa, propagó la
historia de la supervivencia de Nimrod como ser espiritual en su hijo Tammuz.
Semiramis se convirtió entonces en la “reina del cielo, la madre del niño-dios”
babilónica y Tammuz (que era supuestamente Nimrod renacido) ha tomado diversos
nombres en otras culturas y civilizaciones antiguas, y se convirtió en el
divino “hijo del dios-sol”. En este sistema babilónico, “la madre y el hijo” se
convirtieron en los principales objetos de adoración. Esta figura era
ampliamente conocida en la antigua Babilonia y se desarrolló en un culto bien
establecido, el culto de la madre y el hijo. Numerosos monumentos de Babilonia
muestran la diosa madre Semiramis con su hijo Tammuz en sus brazos.
Posteriormente,
cuando el pueblo de Babilonia fue disperso en muchas áreas de la tierra,
llevaron consigo el culto a la divina madre y al dios–hijo. En los diversos
países donde se extendió este culto, la madre y el hijo eran llamados de
diferentes nombres debido a la división de los lenguajes en Babel, pero la
idolatría básica seguía siendo la misma. Veamos algunos ejemplos:
- Entre los
chinos, se llamaba a la diosa madre Shingmoo o Santa madre, y se representa a
un niño en los brazos de la madre y rayos de gloria alrededor de su cabeza.
- Los germanos
veneraban a la virgen Herthar con un niño en los brazos.
- Los
escandinavos le llamaban Disa y también la representaban con un niño en los
brazos.
- Los etruscos
la llamaban Nutria.
- En la India,
la llamaban la Idranina y tenía un niño en los brazos.
- Entre los
druidas, adoraban a la Virgo Parituda como la madre de Dios.
- La madre
Babilónica era conocida como Afrodita o Ceres por los griegos; Nana, por los
sumerios, y como Venus o Fortuna, por sus devotos de los viejos días de Roma;
su hijo era conocido como Júpiter.
- Por algunos
tiempos Isi, la gran diosa y su hijo Iswara, han sido venerados en la India,
donde se han elegido grandes templos para su culto.
- En Asia, era
conocida como Cibeles y su hijo como Deoius.
- En las
religiones cananeas, era la esposa de Baal y la reina virgen del cielo, quien
dio fruto sin haber concebido.
- Cuando los
hijos de Israel cayeron en apostasía, ellos también se descarriaron con este
culto de la diosa madre. Como podemos
leer en el libro de Jue. 2:13, dejaron al Señor y adoraron a Baal y a Astaroth.
Astaroth era el nombre bajo el cual la diosa era conocida por los hijos de
Israel. Da vergüenza el pensar que aún aquellos que conocían al Dios verdadero,
se alejaban de él y adoraban a la madre pagana.
- Otro de los
títulos que tenía la diosa venerada por los israelitas era “reina del cielo”
(Jer. 44:17, 19).
- En Éfeso, la
gran madre era conocida como Diana y el templo dedicado a ella en esa ciudad
era una de las siete maravillas del viejo mundo. Y no solamente en Éfeso, sino
también a través de Asia y el mundo entero era venerada la divina madre (Hch.
19:27).
- En Egipto, la
madre babilónica era conocida como Isis, y su hijo como Horus. Estas figuras se
pueden evidenciar en los monumentos religiosos de Egipto, donde el infante
Horus está sentado en el regazo de su madre.
- El culto a la
madre y al hijo era conocido también en Inglaterra en tiempos pasados, pues en
1747 se encontró un monumento religioso en Oxford, de origen pagano, del cual
exhibe a una mujer alimentando a un infante. Así vemos que la virgen y el hijo
eran venerados en tiempos anteriores, desde China hasta Gran Bretaña.
- Aún en México,
la madre y el hijo eran venerados.
- Este culto
falso se esparció desde Babilonia a muchas naciones, con diferentes nombres y
formas; finalmente, se estableció en Roma y a través del imperio romano. Y como
dice un notable escritor de esa época: “el culto a la gran diosa madre... era
muy popular en el imperio romano”.
- Existen
muchísimas evidencias que prueban que los dos (madre e hijo) recibían honores
divinos, no solamente en Europa sino en muchos puntos del planeta. Fue durante
este periodo de culto prominente a la madre divina, que el Salvador, nuestro
Señor Jesucristo, se hizo hombre y dio testimonio del evangelio para libertar a
los hombres de todo pecado (incluyendo a la idolatría). Lamentablemente, con el
pasar de los años, los seguidores de la fe cristiana se contaminaron con el
paganismo y en el tercer y cuarto siglo d.C., hubo una decadencia terrible que
ya la Biblia había anunciado como los tiempos peligrosos que vendrían (2 Tim.
3). De ahí comenzó el culto antibíblico a María y al niño Jesús en sus brazos.
De la imagen de
Semiramis se ha reproducido el mismo sistema religioso que adora a una diosa
madre y a su hijo en brazos, el cual aparece en numerosas culturas de todos los
tiempos, pero la Biblia nos manda a adorar solamente a Dios.
Semiramis es
conocida como la madre de todas las rameras y el significado de su nombre es
“la que es amorosa como las palomas”. El contraste de su nombre y de su
conducta nos muestra mucho de su carácter porque aparenta devoción espiritual
pero sus actos reflejan todo lo contrario: falsedad, engaño, sensualidad,
vanidad, inmoralidad, prostitución, apostasía, idolatría, etc.
Ella usó
maquillaje, así como vestidos sugestivos y sensuales (propios de una ramera),
para varios rituales sexuales y religiosos. La siguiente cita describe el tipo
de vestimenta seductora que ella (y posteriormente los egipcios) usaron: “El
conocimiento moderno que se tiene de la vestimenta del antiguo Egipto deriva en
su mayor parte de antiguas pinturas y esculturas, debido a que muy pocas
vestiduras han sido preservadas… Las representaciones más antiguas de mujeres
las muestran, ya sea desnudas o ataviadas en faldas ajustadas de lino blanco a
los tobillos” (Enciclopedia Británica, Vol. 5, Ed. 1979, pp. 1016-1017).
Junto con varias
estatuas, pinturas y bustos que aún existen de los tiempos antiguos, las
descripciones muestran cómo los egipcios usaban cosméticos y vestimenta
específica para realzar su sensualidad. Ellos adoptaron esta vestimenta en su
cultura a partir de Semiramis, en un intento por parecerse más a los muchos
dioses y diosas que ellos adoraban.
Históricamente,
el maquillaje siempre ha estado y sigue estando ligado a la sensualidad, lo
cual refleja el distanciamiento de esta práctica con respecto a la
autenticidad, la modestia y la virtud que un creyente cristiano (hombre o
mujer) debe profesar en su conducta según la Biblia.
El uso de
cosméticos se propagó de cultura a cultura y la Enciclopedia Columbia añade más
acerca de cómo cada civilización adoptó sus propios métodos de aplicación y
producción de cosméticos. Lo siguiente muestra cómo las culturas asiria,
babilonia, persa y griega, todas tomaron su guía de Egipto: “las preparaciones
[eran] aplicadas externamente para cambiar o mejorar la belleza de la piel, el
cabello, las uñas, los labios y los ojos. El uso de pintura corporal para
propósitos ornamentales y religiosos ha sido común… Los egipcios usaban kohol
para oscurecer sus ojos; una pintura cruda era usada sobre la cara, y los dedos
eran teñidos frecuentemente con alheña… Los auxiliares para la belleza
alcanzaron un auge en la Roma imperial — especialmente tiza para la cara y
rubor…” (Sexta Edición, 2001). El énfasis del maquillaje siempre ha sido sobre
la belleza artificial y obviamente siempre ha estado relacionado con el orgullo
y la vanidad, y nunca ha glorificado ni glorificará a Cristo porque contradice
los valores más elevados del Cristianismo bíblico (que se han expuesto en toda esta
serie de estudios).
Nota: Si no ha
leído todas las enseñanzas anteriores, le animo que tome el tiempo necesario
para leer con calma y con la Biblia en la mano, a fin de corroborar si la
posición planteada está fundamentada en las Escrituras o son conceptos
meramente humanos.
Volviendo a la
historia, muchas mujeres que usaron cosméticos en estas culturas también
tomaron la guía de Semiramis y adoptaron el uso de los cosméticos para ejercer
la prostitución. La historia muestra cómo las mujeres se aplicaban maquillaje
para cambiar su apariencia y seducir a los hombres. Las prostitutas y
“matronas” (las lideresas de los círculos de prostitución) eran reconocidas
específicamente por las sedas, las joyas y los cosméticos.
He aquí un
ejemplo de cómo las mujeres que usaban cosméticos en la antigua Esparta eran
conocidas específicamente por ser prostitutas: “Las mujeres usaban vestidos
brillantes de colores… Ellas usaban muchos cosméticos… los cuales… una mujer
solo usaría si se ganase la vida a través de la prostitución” (Magna Grecia,
una visión general, Profesor Gino Gullace - 1988).
Según la
historia universal, la mayoría de las mujeres en la antigüedad que usaron
maquillaje fueron las prostitutas. El cambiar la apariencia personal a través
de pintura facial es una costumbre que las antiguas prostitutas le han
transmitido a las generaciones posteriores y que llegó a nuestra época como una
práctica socialmente aceptada. Los cosméticos no eran más que un dispositivo
usado por las rameras para enseñarles a los hombres a quebrantar el séptimo
mandamiento: “no cometerás adulterio”
(Éx. 20:14); además, este mandamiento fue ampliado por Cristo cuando dijo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.
Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de
caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha
te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda
uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mt.
5:27-30).
En este sentido,
la mujer tiene una gran responsabilidad en la práctica del adulterio mental que
Cristo menciona porque si ella se viste y se arregla de forma seductora,
provocativa y llamativa, obviamente el varón será estimulado a mirar y codiciar
más. No nos engañemos, si una mujer es piadosa y su apariencia externa no es
provocativa ni sensual, no será objeto de tanta codicia como una mujer que su
apariencia externa es intencionalmente seductora. No obstante, el adulterio
comienza en el corazón del que mira, pero precisamente la Biblia nos enseña
cómo debemos santificar el cuerpo, para no ser tropiezo a otros ni participar
del pecado de otros.
Valga aclarar
que un hombre que tiene temor de Dios y principios bíblicos, guardará su mirada
y su vida del adulterio mental y será fiel a Dios y a su esposa (si es casado),
pero si un hombre vive apartado de Dios o tiene una vida espiritual mediocre
(así sea supuestamente cristiano), cederá fácilmente ante las apariencias
sensuales de mujeres que no profesan piedad en su cuerpo.
Lo mismo aplica
para la mujer; si ella tiene temor de Dios y principios bíblicos, guardará su
corazón y su cuerpo de toda especie de mal y será fiel a Dios y a su esposo (si
es casada).
Este es el
trasfondo de la historia del maquillaje pero la mayoría de personas (incluyendo
a muchos cristianos y cristianas) vive en la ignorancia de estos hechos, pero
la ignorancia no es excusa ni justificación; ahora usted está más consciente;
usted decide qué hacer y mi oración es que Dios ilumine su corazón para honrar
la Palabra de Dios por encima de sus conceptos y gustos personales, y los
patrones corruptos de esta sociedad sin Cristo.
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