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domingo, 21 de junio de 2015

Santidad interna y externa Parte XIX


COLLARES

Cuando se hace referencia al término collar, se está hablando de un accesorio que posee una forma de cadena que las personas ubican en la parte del cuello como adorno. En relación a sus parientes (anillos y brazaletes), el collar tiene muchos más años en historia porque los collares se han encontrado en excavaciones que datan de miles de años.

En la época prehistórica, los collares eran confeccionados con elementos rudimentarios y extraídos de huesos, como podrían ser los dientes de algún animal. También las piedras se utilizaban como elementos para la confección de estos collares.

Una vez llegada la Edad de los Metales, al collar se le introdujeron distintos cambios en su confección por intermedio del oro y el cobre. Luego se le agregó el barro cocido y se fueron modificando los motivos de diseño ya que se les introdujo la argolla y algunos collares ya se confeccionaban con una estructura rígida. De todos estos collares, se encontraron ejemplares muy antiguos y con diversas formas en algunas excavaciones.

El collar fue pieza clave de la orfebrería egipcia de hace 4000 años. Los collares anchos fueron los más típicos de Egipto y el mundo antiguo. Los había también más sencillos, y los usaban hombres y mujeres. Aunque en muchos lugares el collar siempre se ha considerado un adorno femenino, en los pueblos indígenas y en otras culturas, los hombres también usaban collares.

En todo el Medio Oriente también fueron parte de las costumbres; en Asiria se los hacía con cuentas de piedras preciosas.

Los griegos limitaron su uso a las mujeres y fueron ellos los que crearon el collar en forma de cadena.

Los romanos utilizaban los collares de cuentas, grandes aros y también cadenas. Eran de oro, pedrerías, y perlas que bajaban hasta la cintura, dando dos o tres vueltas. De ellos pendían unos amuletos protectores contra varias enfermedades.

En las diferentes regiones y pueblos de la antigüedad, los collares más comunes eran confeccionados con dos elementos importantes que sobresalían: una cinta y sus colgantes. Estos dos elementos representaban el arte: la cinta podía estar confeccionada con materiales como el oro (hilos de oro) y los adornos podían ser de barro cocido, metales, perlas y vidrio. Muchas veces estos elementos eran mezclados para lograr diseños distintos. De acuerdo a cada civilización, se utilizaban distintos materiales para incrustar como adornos en los collares.

En la Edad Media europea, no se utilizó el collar hasta el siglo XII, en que las mujeres de los medios cortesanos pusieron de moda la gargantilla de tela ajustada al cuello, y en la que se cosía un hilo de pequeñas perlas.

Más tarde, ya en el siglo XV, se puso de moda lucir un collar sobre el escote, y no sobre el vestido, como había sido el caso en siglos anteriores. Eran famosos los collares españoles, de filigrana de oro con esmaltes.

Los collares de este periodo se distinguían, en particular, porque estaban confeccionados con monedas de oro, con medallas y con piedras preciosas que poseían algún valor económico relativamente importante.

En la Edad Moderna, los collares que se usaban estaban confeccionados con esferas o bolas huecas que se encontraban caladas.

En algunos casos, el collar se ha utilizado como prenda de gran distinción al agregarle una medalla y este objeto aumenta u otorga al que lo recibe un gran prestigio. Con el tiempo, este símbolo se utilizó para realizar condecoraciones.

El collar es uno de los símbolos más antiguos. Su círculo cerrado tenía relaciones estrechas con la magia, ya que representaba los poderes del mundo oculto y la energía. Ningún rey, sacerdote o poderoso hubo en la antigüedad que no lo llevara alrededor de su cuello, y aún hoy, entre los motivos externos para aludir al poder o la preeminencia social se encuentra este viejo objeto entre ornamental, político y suntuario. Por ejemplo, en el caso de la cultura católica se utiliza el collar con el dije de cruz.

Los collares, en la actualidad, se usan por varios motivos; uno de ellos es el adorno personal, como puede ser el uso de un collar o cadena para una fiesta importante o cena de gala; también vemos su utilización en algunas regiones como parte de la identidad de algunos pueblos; algunos grupos utilizan este objeto como escudo de protección; y muchas otras personas usan un collar para identificarse o mostrar su adhesión a alguna creencia o pertenencia a una institución determinada: por ejemplo, una medalla de algún santo o virgen, el collar con el dije del ying-yang que manifiesta la adhesión a una cultura específica que marca un modo de vida, un collar con el emblema o el escudo de un club deportivo o algo similar, etc.

PULSERAS Y BRAZALETES

Una pulsera es un cerco de metal u otro material que se utiliza como elemento decorativo en las muñecas. También existen modelos fabricados para los tobillos pero a esos comúnmente se les llama "tobilleras". Este es un objeto que también se usa como complemento y sobre todo es utilizado por mujeres.

La antigüedad de la pulsera es similar a la del anillo (si no es superior), pues se han encontrado ejemplares en las momias del Antiguo Egipto y en sepulturas prehistóricas europeas de la Edad de bronce y se observa a menudo representado en los relieves de personajes del antiguo Imperio asirio. Los más antiguos se remontan al Neolítico, siendo éstos en forma de trozos de conchas perforadas.

Se sabe de la existencia de pulseras y brazaletes de todas las civilizaciones antiguas, comenzando con la prehistórica de la Edad del Bronce, los cuales suelen tener forma espiral o circular sencilla. Le siguen los egipcios, de forma cilíndrica y de dos piezas, adornados con incrustaciones de pedrería y emblemas propios del estilo. Los fenicios confeccionan a manera de anillos abiertos y terminados en cabezas de animales. Los griegos y romanos presentan formas circulares o espirales, imitando una serpiente y se adornan a menudo con piedras y medallas. Del imperio bizantino consta, por los mosaicos y miniaturas de su procedencia, que también se usaba el brazalete por las clases altas. Sin embargo, no debió ser muy común y menos aún en Occidente (a excepción de las regiones del Norte de Europa) a juzgar por los escasísimos restos que de tales complementos nos ha dejado la Edad Media. En el siglo XV restablecieron su uso los caballeros como divisa en los juegos de armas y en la Edad Moderna, las señoras como artículo de lujo.

Con el paso del tiempo han ido evolucionando y se han fabricado de distintas formas y con diferentes elementos.

Las civilizaciones antiguas usaban pulseras o brazaletes en sus muñecas porque creían que los metales tenían relación con los astros e influían en los ciclos vitales del hombre. En el subcontinente hindú, los habitantes, en especial las mujeres, usaban múltiples accesorios, para el pelo, el cuello y las orejas, y en especial, los brazos, porque los usaban totalmente cubiertos por pulseras y brazaletes. Los griegos, más que una realización de accesorios y pulseras, se dedicaron más a la escultura; por eso los ornamentos que ellos llevaban en sus manos y cuerpo en general, eran miniaturas esculpidas que representaban figuras religiosas y mitológicas o escenas heroicas.

Actualmente, los ornamentos que se utilizan no son tan primitivos como los que se usaban en aquellas épocas. Con tanta tecnología, ahora se ha logrado labrar en oro, plata, diamantes, esmeraldas y rubíes, figuras que van desde la muy famosa cruz, hasta caritas felices, zapatos, llaves, corazones y un sinnúmero de objetos que observamos en la vida cotidiana.

El brazalete se diferencia de la pulsera por el hecho de ser más ornamentado que la pulsera común, puesto que generalmente lleva incrustadas piedras preciosas u otras elaboraciones. También tiende a usarse más arriba de la muñeca, o en algunos casos, del codo; por eso, suelen ser muy grandes.

La pulsera tejida artesanal, a diferencia de los brazaletes y pulseras comunes, que suelen ser fabricadas con metales o plásticos, es hecha con hilos o fibras textiles. Por el material con el que se hace se puede producir de muchos colores y diseños. Aunque forma parte de la artesanía de muchas culturas, también es producida en masa.

Debido al simbolismo con el que se les suele acompañar, estas pulseras reciben nombres como brazaletes de la amistad o pulseras de la amistad. También existen las pulseras publicitarias o manillas comerciales.

Las pulseras y los brazaletes se pueden usar además para identificarse con alguna cultura, un club deportivo u otro grupo semejante.

ARETES Y PIERCINGS

Hay registros de la costumbre de perforarse las orejas en el Medio Oriente hacia el 3000 a.C., y su objetivo era mostrar a los extraños un vistazo rápido de la religión o identidad política o tribal de quien lo hacía o para indicar que una persona es ya madura. Los pendientes también eran un indicador del estatus social en la comunidad y se usaban para denotar el orgullo de los poderosos, y también como etiqueta de vergüenza por inferioridad para los esclavos. Originalmente, se fabricaban en metales blandos que pudieran doblarse, aplanarse y torcerse para lograr diseños variados.

Pueblos como los indios, persas, babilonios, hebreos, germanos, árabes y galos, los usaban como talismán (tanto hombres como mujeres). Llevarlos se consideraba la mejor forma de alejar enfermedades e influencias maléficas y atraer la buena suerte.

Los esquimales emplearon los perforados de nombre labrets, y en su cultura se hacían en los jóvenes que pasaban de ser niños a adultos responsables con cualidades y actitudes para salir a cazar con sus mayores.

Otro de los orígenes de la perforación corporal está en las tribus mursi y masái (en concreto en la población femenina), que deforman su cavidad bucal con discos para aumentar de tamaño la boca y también alargan los lóbulos de las orejas, llevando unos carretes metálicos de gran tamaño.

Actualmente, algunas tribus han heredado dicha práctica de antaño. Los guerreros Potok portan en su boca un disco labial y se atraviesan el tabique nasal con una hoja de árbol. Las mujeres de Nueva Guinea atraviesan con una espina de pez las aletas nasales y el tabique, mientras que los hombres llevan en el tabique dientes de pez. Por otro lado, las mujeres Tinglit se agujerean su cuerpo como muestra de paso de la pubertad a una madurez en todos los sentidos, pero sobre todo a nivel sexual.

Antiguamente, las tribus Sioux, hacían a los jóvenes someterse a una prueba consistente en perforarse el pecho con garfios colgándose con cuerdas a un árbol hasta lacerar la piel; de esta forma demostraban que estaban preparados para ser guerreros.

Los antiguos mayas practicaban el perforado penetrando el labio, la nariz y las orejas con las joyas más caras que podían permitirse y los indios Cashinawa se perforaban la nariz para insertarse plumas de colores que indicaban su rango y su madurez.

En épocas bastante antiguas, en pueblos como Grecia, Arabia, Egipto y algunos anglosajones, los aretes eran usados exclusivamente por los hombres.

Se sabe, por ejemplo, que en Grecia, la adquisición de un arete era el eje de la educación del joven griego a fin de convertirse en un ciudadano.

El poeta griego Homero usaba el concepto de arete para definir la excelencia humana y la superioridad de los seres excelsos como los dioses, así como el valor y la rapidez de los caballos nobles; por esa razón, si se usaba arete, éste era de valor… de oro, plata, con diamantes, esmeraldas y otras piedras preciosas.

En esas épocas no era costumbre que el hombre común y corriente usara arete; si era un esclavo (pero de origen noble) se le dejaba usar solo uno.

Los aretes consistían en piedras y plantas, hasta figuras que representaban dioses y animales, vegetales u otros objetos. Así pues, el uso de los aretes fue generalizado mundialmente.

En las excavaciones realizadas por arqueólogos en Egipto, Roma, Grecia, Europa, Asia y América, se han encontrado vestigios de aretes de todas las clases. Los preincas e incas sudamericanos, así como los aztecas, usaban aretes de oro con piedras de jade, esmeraldas y turquesas.

Eventualmente, los pendientes se convirtieron en un artículo más elaborado hacia el siglo II d.C., cuando se introdujeron las gemas surtidas. Durante la Edad Media en Europa, la moda de lujo había atrapado a la elite de la sociedad y se manifestaba en sombreros gigantes, pelucas altísimas y cuellos altos, una combinación que oscurecía cualquier tipo de ornamentación que colgara de las orejas porque ésta se enredaría en telas y voluminosos mechones de cabello. Posteriormente, en el Renacimiento (siglos XIV al XVI), la moda de usar un arete se extendió por toda Europa y los piratas se ponían dos aretes como una característica que los identificaba.

Con la evolución de los escotes y peinados más discretos en las cortes italianas del siglo XVII, los pendientes volvieron a ser populares y fue un accesorio que una dama caprichosa podía exigir a su marido para mantener su lujo frívolo. Un siglo más tarde, sin embargo, los aretes volvieron a pasar de moda con el advenimiento de los bonetes (gorros) que enmarcaban la cara y abrazaban ambos lados de la cabeza con sus anchas fajas.

A partir de los siglos XVII, XVIII y XIX el uso de los aretes en los hombres casi se extinguió pero en el siglo XX, el cabello elegante, peinado hacia atrás en un rodete o recogido por encima de la cabeza, no solo deleitó a los joyeros una vez más, sino que llevó a la innovación de los pendientes sin perforaciones, que se consideraban más higiénicos y predominaron los aretes con una especie de clips, para prensarlos en la oreja, sin necesidad de hacer los dolorosos agujeros.

El auge de las industrias del cine y la moda colocaron a los pendientes en su fama máxima, con mujeres de todas las edades tratando de emular a las estrellas de cine y las chicas de portada que “sabían qué accesorios utilizar para sentirse más hermosas”. Para los hombres, la opción de usar pendientes data de antes de los tiempos bíblicos, y en tiempos más recientes, están asociados a piratas y exploradores.

A fines del siglo XX y a inicios de siglo XXI, la costumbre de hacer agujeritos en los lóbulos de las niñas recién nacidas se ha vuelto muy común y los métodos para perforar han mejorado tanto que el proceso es barato y además indoloro.

Por otra parte, el uso de los aretes se ve tanto en hombres como en mujeres y se lleva en las dos orejas. La moda se ha extendido tanto que la clase social no interesa, la raza menos, así como la edad o el sexo. Además, se ha puesto de moda el piercing, el cual consiste en un pendiente o arete que se puede poner en la lengua, el ombligo, las orejas, los labios, las mejillas, las cejas, la nuca, los pezones, los genitales y prácticamente, en muchas partes del cuerpo. Esta palabra viene del verbo to pierce que significa agujerear, perforar o atravesar. Estas perforaciones son una forma de modificación corporal y reflejan una identidad con grupos y tribus urbanas.

Actualmente, se encuentra en las tiendas y mercados todo tipo de aretes y piercings de todos los precios y de todos los materiales: oro, plata o platino, cobre y alpaca; con piedras (turquesas, jades, brillantes, diamantes y demás piedras preciosas y semipreciosas); de material plástico y acrílico; industriales y artesanales, con piedras y cuentas artificiales, de fibras y lanas, semillas, plumas, conchas de caracol, hueso, madera, entre otros; de fantasía fina y muy económica.

Algunas perforaciones incluyen orificios en varias partes de la oreja para insertar barras o anillos metálicos. En su mayor parte, los orificios son permanentes, pero se cerrarán gradualmente si no se usan pendientes. Los pendientes tipo "clip" son desmontables y tienen una bisagra que rodea la oreja, y en el caso de los pendientes con tornillo, éste puede ajustarse en el lóbulo. Los pendientes magnéticos tienen dos piezas, una frontal y una posterior que se sostienen juntas por magnetismo. Los aros colgantes se extienden de 2 a 5cm por debajo de los lóbulos. Las argollas recuerdan a anillos y vienen en varios tamaños; los más grandes recuerdan el estilo gitano. Los hilos y agujas para orejas son palillos plásticos con cadenas cosidas para los más osados. Los pendientes adhesivos tienen bandas y normalmente se usan una sola vez como un accesorio novedoso. Las esposas para orejas son bandas metálicas o plásticas que se enganchan en distintos sitios de la oreja.

Los aretes y los piercings pueden tener cualquier tamaño, desde gemas o piezas metálicas pequeñas como la punta de un lápiz hasta pendientes tan grandes como el espacio entre la oreja y el hombro. Por ejemplo, en las civilizaciones primitivas, como en algunas partes de África, se aplican objetos sucesivamente más pesados en las orejas de las niñas para agrandar sus lóbulos con el tiempo y se busca encajar con el concepto de belleza femenina de dicha cultura.

Referencias bíblicas
Hemos revisado un recuento histórico del uso de collares, pulseras, brazaletes, aretes y piercings; por ende, la Biblia también registra esta realidad en el contexto histórico en que fue escrita. El uso de estos accesorios fue una costumbre común en las civilizaciones antiguas, tanto para el adorno del cuerpo como para el intercambio de objetos de valor y para pagos, compras y ventas, cuando no existía dinero corriente. Por ejemplo, los habitantes del Oriente Medio eran y siguen siendo muy aficionados a adornarse con estos ornamentos. Miremos unas citas bíblicas:

El uso de un collar de oro era una señal de honra y autoridad en el imperio egipcio y en el babilónico:
- “Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello” (Gn. 41:42). 
- “El rey gritó en alta voz que hiciesen venir magos, caldeos y adivinos; y dijo el rey a los sabios de Babilonia: Cualquiera que lea esta escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará en su cuello, y será el tercer señor en el reino” (Dn. 5:7). 
- “Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino” (Dn. 5:16). 
- “Entonces mandó Belsasar vestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él era el tercer señor del reino” (Dn. 5:29). 

Era común que la gente que vivió en los tiempos bíblicos tuviera todo tipo de joyas:
- “Y cuando los camellos acabaron de beber, le dio el hombre un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez” (Gn. 24:22).
- “Y cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, que decía: Así me habló aquel hombre, vino a él; y he aquí que estaba con los camellos junto a la fuente” (Gn. 24:30). 
- “Entonces le pregunté, y dije: ¿De quién eres hija? Y ella respondió: Hija de Betuel hijo de Nacor, que le dio a luz Milca. Entonces le puse un pendiente en su nariz, y brazaletes en sus brazos” (Gn. 24:47). 

Rebeca recibió un pendiente (arete) y dos brazaletes de parte del criado de Abraham, los cuales él puso en ella; este acto evidencia que el uso de aretes y brazaletes era una costumbre muy antigua en el Medio Oriente. Todavía hoy, algunas mujeres del Cercano Oriente llevan un anillo suspendido de la nariz. Por otra parte, los brazaletes antiguos son similares a los que las jóvenes de Siria y Arabia todavía llevan; se ponen desde el codo hasta la muñeca, y son hechos comúnmente de plata, cobre, bronce o cuero. Además, se han usado en uno o en dos brazos a la vez.

- “Yo entonces me puse sobre él y le maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída; y tomé la corona que tenía en su cabeza, y la argolla que traía en su brazo, y las he traído acá a mi señor” (2 Sam. 1:10). Se acostumbraba que algunos hombres usaran un brazalete en la parte superior del brazo, mientras que las mujeres lo ponían en la parte inferior. En el caso de la argolla de Saúl, algunos estudiosos consideran que era un signo de realeza.

- “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem” (Gn. 35:4). Los zarcillos (aretes) solían usarse como amuletos, de manera que estaban asociados a ciertas prácticas supersticiosas e idolátricas y por tanto, debían ser destruidos porque Dios puso en el corazón de Jacob el deseo de honrarle con toda su familia y sus acompañantes.

- “Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón” (Éx. 32:2, 3). El material con el cual se hizo el becerro de oro que Israel adoró provino de los zarcillos que estaban en las orejas de las mujeres, de los hijos y de las hijas de los que dieron sus joyas para cometer este pecado de idolatría. Aquí también se confirma la costumbre de usar zarcillos en las orejas; el pueblo de Israel y otros pueblos del Medio Oriente tenían este hábito y la Biblia menciona esta realidad.

Cuando Dios determinó que se hiciera un santuario para él, pidió al pueblo de Israel que se despojaran voluntariamente de todas sus joyas de oro y otros metales para que se fundiera este material y se usara en la fabricación de los implementos del tabernáculo:
- “Vinieron así hombres como mujeres, todos los voluntarios de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrenda de oro a Jehová” (Éx. 35:22). 
- “Por lo cual hemos ofrecido a Jehová ofrenda, cada uno de lo que ha hallado, alhajas de oro, brazaletes, manillas, anillos, zarcillos y cadenas, para hacer expiación por nuestras almas delante de Jehová” (Núm. 31:50). 

Los ismaelitas eran comerciantes de todo tipo de objetos y de esclavos en el Medio Oriente; entre sus productos estaban las joyas de diversos materiales:
- “Y les dijo Gedeón: Quiero haceros una petición; que cada uno me dé los zarcillos de su botín (pues traían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas). Ellos respondieron: De buena gana te los daremos. Y tendiendo un manto, echó allí cada uno los zarcillos de su botín. Y fue el peso de los zarcillos de oro que él pidió, mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles y vestidos de púrpura que traían los reyes de Madián, y sin los collares que traían sus camellos al cuello” (Jue. 8:24-26). Aquí se puede notar que también era costumbre poner collares en el cuello de algunos animales; por ejemplo, en los camellos.

Salomón elogia las mejillas y el cuello de su esposa, y menciona los pendientes y los collares que ella utiliza:
- “Hermosas son tus mejillas entre los pendientes, tu cuello entre los collares” (Cnt. 1:10). Aquí se sigue confirmando la costumbre de que las mujeres del Medio Oriente (y también de Israel) usaran este tipo de adornos.

Salomón habla de fabricar zarcillos y de agregarle plata; esto demuestra que en Israel también elaboraban estas joyas:
- “Zarcillos de oro te haremos, tachonados de plata” (Cnt. 1:11). 

Salomón usa el simbolismo del adorno del collar para ilustrar cómo la instrucción y la dirección de los padres se evidencian y son un adorno en los hijos que les honran y les obedecen:
- “Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Pr. 1:9). Por otro lado, en Egipto, los jueces y oficiales de alta categoría llevaban collares que simbolizaban un servicio ejemplar; sin embargo, los frutos de una educación familiar basada en los principios de Dios siempre serán mejores y causarán mucho más agrado en los ojos de los demás (suscitando profunda admiración) que los adornos externos del cuerpo.

Dios amonesta a las mujeres de Israel por su vanidad y menciona el uso de collares, pendientes, brazaletes y otros accesorios para el cuerpo:
- “los collares, los pendientes y los brazaletes, las cofias, los atavíos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos, y los joyeles de las narices” (Is. 3:19-21). El profeta revela la altivez y la vanidad de las mujeres de Jerusalén, y se fija precisamente en las que centran su vida en torno a sus adornos y joyas. Es admirable la descripción que nos hace Isaías; las presenta caminando, con la cabeza altiva, mirando a los transeúntes para captar la impresión que les causa su apariencia externa, como aún se ve entre las mujeres que practican este hábito inadecuado hoy. Según la profecía de Isaías para las mujeres de Israel, en pago de su insolencia y su vanidad, Dios anuncia un juicio donde serán privadas de lo que más estiman: su vanidad, su cabello y todas sus joyas y objetos de tocador, cuyo inventario se describe con todo detalle precisamente para ridiculizar el lujo desmesurado de estas doncellas desvergonzadas. No se nos olvide que el Dios que inspiró a Isaías no ha cambiado y sigue rechazando la vanidad de hombres y mujeres que profesan piedad con sus labios pero que con sus hechos demuestran actitudes contrarias a los valores de la Biblia. Más adelante confirmaremos y veremos a profundidad qué tiene que decir la Biblia en contra del pecado de la vanidad.

Dios ilustra la honra que dio a su pueblo mediante una comparación con una mujer adornada según la costumbre de la época:
- “Te atavié con adornos, y puse brazaletes en tus brazos y collar a tu cuello. Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza” (Ez. 16:11, 12). Este pasaje es muy utilizado por aquellos que quieren justificar la vanidad pero si leemos el capítulo 16 de Ezequiel, entenderemos que Israel es descrita de forma simbólica en tres etapas: una niña, una reina y luego una prostituta. En ningún momento se está expresando aprobación o reprobación por el uso de estos accesorios de parte de Dios en este pasaje; sencillamente, se usa la descripción de la moda del contexto cultural e histórico de la época como parte de la ilustración.

Un pasaje similar a éste lo encontramos en 2 Sam. 12:1-10, donde Dios usa al profeta Natán para recriminarle a David el asesinato de Urías heteo y el adulterio cometido con Betsabé. En el Medio Oriente la costumbre era que el rey entrante heredaba las mujeres del rey fallecido (en este caso, de Saúl) y Dios había permitido esto (v. 8), aún cuando nunca ha estado de acuerdo con este sistema inmoral de la poligamia. En el mensaje de Natán, Dios usa un lenguaje entendible para la cultura del Medio Oriente que aprobaba la poligamia; así pues, Dios le dice a David que “le había dado las mujeres de su señor” y debemos saber interpretar bien estas expresiones; no obstante, él ha tenido misericordia de los personajes de la Biblia aunque sus vidas no han sido muchas veces acordes con sus mandamientos, al igual que nosotros hoy. Por esta razón, nunca debemos justificar lo malo, citando pasajes bíblicos donde Dios aparentemente no habló ni actuó en contra de prácticas que claramente son incongruentes con su perfecta voluntad a la luz de los principios de toda la Biblia. Entonces, si miramos el contexto de estos dos pasajes, el lenguaje tiene un sentido específico y debemos analizar bien la fraseología empleada a fin de no atribuirle a Dios la aprobación de la vanidad, la inmoralidad o cualquier otro pecado que sabemos que está en contra de la santidad, la piedad, el buen testimonio y la sencillez de corazón. Simplemente, Dios usa al mensajero para hacer una comparación que los oyentes y lectores de la época puedan asimilar de forma más clara. Por otra parte, podemos recordar cuando el criado de Abraham puso un pendiente en la nariz y brazaletes en el cuerpo de Rebeca, la futura esposa de Isaac (Gn. 24:47) y es un pasaje paralelo donde la mujer descrita es la esposa escogida por Dios (así como la nación de Israel). En este sentido, la ilustración de Ezequiel es semejante y tiene como fin encajar con una mujer con costumbres orientales de la época.

Dios habla de dos mujeres rameras, ilustrando a Israel y a Judá; en este mensaje menciona el uso de las pulseras por parte de las mujeres:
- “Y se oyó en ella voz de compañía que se solazaba con ella; y con los varones de la gente común fueron traídos los sabeos del desierto, y pusieron pulseras en sus manos, y bellas coronas sobre sus cabezas” (Ez. 23:42). 

Dios compara a Israel con una prostituta que se adorna con zarcillos y joyeles para atraer admiradores, olvidándose de Dios:
- “Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se adornaba de sus zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jehová” (Os. 2:13). Notemos que la Biblia asocia el deseo de seducción con el uso de joyas para llamar la atención de otros. Por tanto, aquí podemos deducir que estas prácticas tienen una connotación de vanidad y que hay una búsqueda de aprobación desmedida por el descontento con la belleza natural que Dios da a cada persona. Así pues, cuando una persona pierde la perspectiva de aceptarse tal y como es (como Dios le creó), busca adornos y accesorios con los cuales supuestamente se siente más atractiva y bella. Obviamente, no debemos llevar esto al extremo porque es importante cuidar, limpiar y vestir nuestro cuerpo, pero bajo los principios de la Palabra de Dios.
  
Aplicaciones en el contexto del Cristianismo
La historia y la Biblia mencionan el uso de collares, pulseras, brazaletes, aretes y piercings en diferentes civilizaciones y culturas, incluida la nación de Israel; sin embargo, si revisamos la historia de la iglesia cristiana y los principios bíblicos en cuanto al ideal de la belleza según Dios, tenemos que considerar que las iglesias conservadoras han tenido una identidad común, absteniéndose del uso de estos implementos y esto ha sido una marca de identidad y distinción como un pueblo apartado de la vanidad y consagrado para Dios. Por consiguiente, los accesorios que usamos definen nuestra personalidad o nuestra tendencia de comportamiento y si nuestro deseo es reflejar a Cristo, debemos honrar los valores esenciales de la Biblia: la modestia, el recato, el pudor, el decoro, el buen testimonio, la humildad, la sencillez y la naturalidad.

El propósito original de Dios siempre ha sido que disfrutemos de su creación y que vivamos contentos con nuestro cuerpo y con nuestra vida porque fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios y el cuerpo es un templo del Espíritu Santo cuando venimos a Cristo para seguirle y obedecerle; por tanto, no necesitamos añadirle accesorios de vanidad para buscar ser más hermosos o atractivos. Dios ya nos dio unas características suficientes para que disfrutemos de una vida plena, feliz y al servicio de los demás.

Si vamos a la historia del Cristianismo, en el N.T. y en los comienzos de la iglesia cristiana primitiva no hay referencias a la aprobación del uso de este tipo de joyas; antes bien, hay dos pasajes esenciales del N.T. que deben ser usados para promover la abstención de las joyas:
“Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Tim. 2:9, 10).

“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Ped. 3:3, 4).

El trasfondo cultural de las cartas de 1 Timoteo y 1 Pedro revela aspectos importantes del contexto de las iglesias de Asia Menor en el siglo I de la era cristiana. El texto Efesíaca del Jenofonte de Éfeso (siglo II d.C.) contiene importantes paralelismos con la terminología utilizada en el N.T. para el adorno femenino. Los mismos términos griegos utilizados por Pablo en 1 Timoteo para referirse al adorno femenino están presentes en este texto para describir los adornos utilizados en el culto de Artemisa de Éfeso. De hecho, en 1 Tim 2:10 Pablo parece contrastar el culto idolátrico a Artemisa de Éfeso (gr. eusebeia) con el servicio a Dios (gr. theosebeia).

Además, por ser socialmente reprimidas, las mujeres veían en las joyas la oportunidad para la liberación social. Mientras que los hombres buscaban el reconocimiento público a través de insignias, las mujeres buscaban en la joyería su realización personal (y este panorama no ha cambiado mucho realmente en la sociedad moderna).

Plinio el Joven relata que las mujeres “gastan más dinero en los pendientes de perlas que otro aspecto personal”.

De hecho, es sorprendente que las declaraciones de Pablo y Pedro son muy similares a lo que Plutarco escribió en su tomo Moralia: “No es el oro o piedras preciosas o escarlata que la hacen así [decorosa], pero todo lo que simboliza la dignidad, el buen comportamiento y la modestia”.

Otro personaje interesante fue Séneca, quien elogió a su madre por el rechazo que demostró a la ostentación exterior.

Para Pablo (en consonancia con muchos autores de su época), las cuatro virtudes de la cultura greco-romana, es decir, la prudencia, la moderación, el coraje y la justicia, eran virtudes dignas ser imitadas por las mujeres cristianas.

Las críticas al adorno femenino del primer siglo fueron también una reacción por parte de los maridos romanos frente a la libertad femenina en la “nueva mujer romana” que se oponía a la figura tradicional de la mujer romana modesta. Así pues, los maridos romanos podían prohibir a sus esposas participar en muchas actividades, tales como beber vino y usar adornos; además, ciertas leyes locales prohibían a las mujeres usar el oro y vestidos floreados por su asociación con la prostitución. 

La tendencia de controlar el progreso de la feminidad romana se puede ver en el hecho de que las monedas y esculturas intentaron influir en las esposas romanas, representando los peinados modestos y sencillos para las mujeres de los emperadores.

Y al igual que Pablo, Pedro sigue las convenciones sociales de la época al asociar la moderación en el adorno a la sumisión de la mujer a su marido (1 Ped. 3:1-5).

La extravagancia en los adornos y el uso de ciertos trajes tenían la connotación de sensualidad, incluso para la vana e idólatra mente romana. Eso aplicaba no solo para los romanos, sino que esta idea puede verse en el texto judío El Testamento de Rubén 5 (200 d.C.), que establece que las mujeres dominadas por el espíritu de la fornicación llevaban el adorno para “engañar las mentes [de los hombres]”. En este sentido, la sensualidad de las mujeres romanas se asociaba claramente a la inmoralidad sexual y a la prostitución.

Las mujeres casadas romanas debían usar la stola, un largo traje que vestían sobre otras ropas que se habían convertido en el símbolo de la modestia, mientras las hetairai, las prostitutas, se vestían de un modo peculiar con mucha ornamentación y vestido con tonos de púrpura y dorados. Por lo tanto, debemos tener en cuenta estas características del entorno social (en el mundo greco-romano) en el cual escriben Pablo y Pedro (inspirados por el Espíritu Santo); definitivamente, es un cuadro que no ha cambiado mucho.

Pablo y Pedro (guiados por Dios) enseñaron en las iglesias que las mujeres cultivasen el temor de Dios en lugar de la vanidad y así debemos hacer en la Iglesia de Cristo porque la gente tiene la tendencia a desbocarse en la supuesta LIBERTAD que dice tener cuando realmente somos libres cuando hacemos la perfecta voluntad de Dios y no cuando hacemos las cosas a nuestra manera. Si hacemos siempre lo que queremos, entonces somos esclavos de nuestra voluntad, pero si hacemos siempre la voluntad de Dios, entonces somos verdaderos servidores de Dios.

Aprendamos del ejemplo supremo de obediencia al Padre que Cristo nos dio:
“… Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Jn. 4:34). 
“… porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Jn. 5:30). 
“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn. 6:38). 
“no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22:42).

Y Pablo dice: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Ef. 5:17). 

Usted puede hacer todo lo que quiera (aunque dará cuentas a Dios por sus obras) pero no debe hacer todo lo que quiere sino que debe conocer y comprobar todo lo que Dios demanda conforme a las Escrituras (si es que realmente le interesa honrar y obedecer a Dios).

No se trata de un concepto humano… ¿si yo siento que algo es malo, entonces es malo? ¿si yo no me siento mal haciendo algo, entonces es agradable a Dios? No dejemos que nuestro corazón decida qué es bueno y qué es malo porque la Biblia dice que el corazón humano es engañoso y perverso (Jer. 17:9). Permitamos que el Espíritu Santo (a través de la Biblia) nos permita comprobar la voluntad de Dios en cada área de nuestra vida.

Pablo también dijo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1, 2).

Decide hoy qué quieres cultivar hoy en tu vida: ¿la santidad y el buen testimonio que refleja el carácter de Cristo… o la vanidad que no refleja el carácter de Cristo?

Pablo hace énfasis en el hecho de que son las “buenas obras” y no tanto el aspecto exterior, lo que debe marcar la naturaleza de la mujer cristiana (al igual que en el hombre cristiano). El acento debe ponerse en honrar a Dios, sin que necesariamente haya un descuido con la apariencia. Sobre todo, debe primar el autocontrol (la moderación) que era la virtud por excelencia de la mujer romana en los tiempos de Pablo y él mismo resalta la importancia de este valor en sus cartas.

El concepto es tan importante que Pablo lo repite en 1 Tim. 2:15, aconsejando a las mujeres a que permanezcan en fe, amor y santificación.

Las dos palabras [modestia y moderación] expresan el decoro propio la mujer cristiana y que se opone a la seducción y la ostentación de belleza artificial de la mujer no cristiana. En otras palabras, la falta de moderación en el adorno y en el vestir es lo que abre las puertas a la vanidad, la indecencia y la sensualidad.

En el caso de Pedro, su énfasis estuvo en la conducta casta y respetuosa en relación con la sujeción al marido para que con su ejemplo las mujeres cristianas fieles tuvieran una influencia poderosa en la conversión de sus esposos no cristianos; no se trataba tanto de palabras sino de un ejemplo visible en su vida diaria (1 Ped. 3:1, 2).

Notemos que ambos pasajes advierten sobre la inutilidad de las acciones que manifiestan ostentación (lo que busca llamar la atención y que refleja vanidad), los adornos de oro y los vestidos lujosos.

Por otra parte, el abuso de poner lo externo por encima de lo interno puede llevar a muchos cristianos a pretender que son más santos o mejores que otros si guardan ciertos aspectos en su vestido o en su apariencia física, lo cual también es peligroso para una vida cristiana bien balanceada. Entonces, el punto clave es simple: el exterior no es lo que debe marcar la vida del cristiano, pero sí debe procurar un buen testimonio en su conducta externa.

El mensaje que un hombre cristiano o una mujer cristiana le deben dar a la gente que los observa y los evalúa todo el tiempo (en relación con su forma de vestir y adornarse) es que a Dios le interesa más la belleza de una vida dedicada a él que la belleza artificial que busca encajar en los patrones de la sociedad alejada del amor verdadero y de la santidad que provienen solo de Dios.

La gente que no tiene la Palabra de Dios califica la belleza según estos parámetros vanos y superficiales, pero el verdadero cristiano, que tiene la Palabra de Dios en su corazón, califica la belleza según la sabiduría eterna de la Biblia.

La Escritura es muy clara para hablar en contra de la vanidad y del deseo excesivo de llamar la atención, seducir o tratar de ser más atractivo. Aquellos que buscan justificar el uso de estos accesorios de vanidad usualmente mencionan historias en la Biblia en las que algunos personajes los usaron, pero el hecho de que solo aparezcan en la Biblia no quiere decir que Dios los apruebe. La Biblia simplemente registra la fiel historia de sus personajes, incluyendo sus costumbres (sean adecuadas o inadecuadas). Por ejemplo: Noé bebió vino, se emborrachó y se desnudó (Gn. 9:20, 21); las hijas de Lot tuvieron relaciones sexuales con él y quedaron en embarazo (Gn. 19:30-38); Judá tuvo relaciones sexuales con una prostituta, la embarazó y después descubrió que ella era su nuera (Gn. 38:12-26)… y podríamos mencionar cientos de casos similares pero no debemos asumir que Dios aprueba tales prácticas solo porque son mencionadas en la Biblia. Obviamente, hay pasajes de las Escrituras que claramente nos dicen que Dios rechaza el alcohol, el incesto, la prostitución y otros pecados, pero también se han expuesto cientos de argumentos basados en la Biblia durante este estudio sobre la santidad que Dios demanda, con los cuales entendemos que él aborrece la vanidad, la seducción inmoral, la búsqueda de atracción al sexo opuesto, el orgullo, y todo tipo de pecados que la mayoría de personas quiere justificar usando la misma Biblia como pretexto.

Ahora quiero hacer un paréntesis para ilustrar la necesidad de poner límites en nuestra vida cristiana y establecer principios que guíen la conducta de los creyentes en cada iglesia local; consideremos un tema interesante: el uso de ciertos productos como el cigarrillo, el tabaco, la marihuana, las sustancias psicoactivas, la cerveza, etc.; la Biblia no habla de una prohibición literal para consumir estas cosas, pero como cristianos tenemos una conciencia que nos guía a conducirnos de la mejor manera ante Dios y ante los hombres; por esta razón, podemos hacernos algunas preguntas:
- Si está bien fumarme un cigarrillo, ¿por qué no fumarme 5 o 10?
- Si no hay problema de tomarme una cerveza, ¿por qué no tomarme 3 o 4?
- Si la Biblia no me prohíbe literalmente consumir sustancias psicoactivas, ¿por qué no probar todas las que existen?

Esta comparación podría ser fuerte para muchos pero la vanidad crea una adicción psicológica en donde la persona se aferra tanto a sus costumbres que sus actitudes dicen: “no soy capaz de abandonar la vanidad, nunca dejaré de utilizar las cosas que me gustan, me veré muy simple (o muy fea) si no me maquillo o si no me pongo aretes, collares, etc… ¿qué van a decir mis amigas y mis familiares?, prefiero seguir con mis costumbres, yo busco a Dios a mi manera, nadie me va a decir qué uso y qué no uso…” 

La gente se ha habituado a muchas cosas que no son apropiadas ni útiles ni provechosas para la vida y las considera normales, pero miremos lo que dice el apóstol Pablo: “un poco de levadura leuda toda la masa” (Gál. 5:9). Para los judíos, la levadura representaba casi siempre una mala influencia y Pablo quiere alertar a los gálatas (a quienes escribió esta carta) del peligro de permitir que un poco de lo malo dañe la totalidad del corazón. Otras frases similares que tienen el mismo mensaje son las siguientes:
- Una sola manzana podrida corrompe todas las manzanas de la canasta.
- Un 2% de veneno en el cereal matará a los ratones.
- Un pequeño tumor maligno pronto destruye el cuerpo.
- Un poco de fuego puede quemar todo un bosque.
- Por falta de un clavo se perdió la herradura; por falta de la herradura, se perdió el caballo; por falta del caballo se perdió el soldado; y por falta del soldado se perdió la batalla; y por perder la batalla se perdió el reino. Todo esto por falta de un clavo (Benjamín Franklin, citado por Hendriksen).

Todas estas expresiones indican el gran mal que puede causar algo aparentemente inofensivo; por tanto, se recomienda a los creyentes que se abstengan del uso de estos accesorios de vanidad y que procuren siempre una belleza natural en su cuerpo, honrando la palabra del Señor de todo corazón.

Dejo muy en claro que la salvación que Cristo nos ofrece no depende de nuestras obras sino de la fe y de la gracia de Dios, pero nuestro deber como creyentes salvos es vivir de acuerdo a los principios de la Biblia porque Dios y el mundo quieren ver muestras visibles y frutos de un verdadero arrepentimiento en todo aspecto.

Como cristianos no debemos condenar a otros porque los usen ni mucho menos rechazarlos y decir que no irán al cielo. Sencillamente, estoy planteando unas recomendaciones para que nuestro testimonio sea digno, irreprensible, coherente con el evangelio y ajustado a la Palabra de Dios.

El propósito de estas enseñanzas es que las personas caminen con Dios de acuerdo a una sana doctrina y a un estilo de vida con un perfil conservador (y no liberal); personalmente he visto cómo muchas congregaciones que antes guardaban principios de santidad se han abierto a las modas de la vanidad y han dado libertad a la gente para que se vista y se adorne según le parezca a cada uno y esto no es de buen testimonio para el evangelio de Cristo porque entonces no habrá una identidad clara como Iglesia del Señor.

Algunos se preguntarán: ¿la santidad, la forma de vestir, el uso de accesorios para el cuerpo, el maquillaje y otros aspectos relacionados con la conducta externa son parte de la doctrina bíblica? La respuesta es muy concreta: todo lo que la Biblia describe es doctrina; hay temas que son fundamentales (porque se enfocan en la salvación) y otros que son generales (porque se enfocan en la historia, los testimonios de los personajes de la Biblia, la vida familiar, social, personal y espiritual, los valores cristianos, entre otros temas) pero todo lo que leemos en la Biblia es doctrina. Entonces, una sana doctrina es el resultado de una interpretación de la Biblia que es correcta, equilibrada, en su contexto y con una aplicación adecuada.

Ahora pues, en relación con los accesorios de vanidad hay muchas preguntas que también podemos hacernos para reflexionar acerca de este tema…
- Si está bien que las niñas y las mujeres se pongan aretes, ¿por qué no los niños y los hombres a la edad que ellos quieran?
- Si un collar o una pulsera son aceptables, ¿por qué no usar 4, 5 o 7?
- Si un arete en la oreja está bien, ¿por qué no usar un hueso colgando de nuestras narices?
- Si no hay problema en usar accesorios en las orejas, ¿por qué no ponerlos también en la lengua, el ombligo, los labios, las mejillas, las cejas, la nuca, y en otras partes del cuerpo?

Nota: Pueden existir excepciones en casos donde no sería inadecuado el usar ciertos accesorios para el deporte, la recreación o para eventos específicos que lo requieran, pero cada creyente tiene la oportunidad de evaluar cada situación y puede orar al Señor por dirección. No se trata de llevar este tema al extremismo.

Cada iglesia tiene normas y reglas que considera necesarias para un buen funcionamiento y para la formación integral de sus miembros; en este caso, la Iglesia Cristiana Sión plantea estas enseñanzas para la edificación de los creyentes y mi objetivo es que la Biblia sea el manual de nuestra conducta, teniendo a Cristo como el modelo perfecto que debemos imitar. Si algún hermano en la fe o un creyente que busca de Dios no está de acuerdo con los estudios realizados, es nuestra oración que el Señor le guíe a hacer su voluntad en donde quiera que se congregue. Es imposible que estemos siempre de acuerdo, pero pidamos a Dios sabiduría, amor y santidad para seguir a Cristo de la mejor manera posible.

Si Cristo lo dejó todo por mí, lo mínimo que él espera de mí es que yo lo deje todo por él.

La obra de santificación la hace el Señor y no necesitamos presionar a nadie ni atacar a nadie para que renuncie o abandone una costumbre o un hábito en su vida. Nuestra responsabilidad es ser ejemplo para otros y enseñar la Biblia con humildad y autoridad en el Señor, viviendo de acuerdo a sus principios para poder ser luz y testimonio.

Dios nos ayude a entregarlo todo por amor a él. 

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