COLLARES
Cuando se hace referencia al término collar, se está
hablando de un accesorio que posee una forma de cadena que las personas ubican
en la parte del cuello como adorno. En relación a sus parientes (anillos y
brazaletes), el collar tiene muchos más años en historia porque los collares se
han encontrado en excavaciones que datan de miles de años.
En la época prehistórica, los collares eran
confeccionados con elementos rudimentarios y extraídos de huesos, como podrían
ser los dientes de algún animal. También las piedras se utilizaban como
elementos para la confección de estos collares.
Una vez llegada la Edad de los Metales, al collar se
le introdujeron distintos cambios en su confección por intermedio del oro y el
cobre. Luego se le agregó el barro cocido y se fueron modificando los motivos
de diseño ya que se les introdujo la argolla y algunos collares ya se
confeccionaban con una estructura rígida. De todos estos collares, se
encontraron ejemplares muy antiguos y con diversas formas en algunas
excavaciones.
El collar fue pieza clave de la orfebrería egipcia de
hace 4000 años. Los collares anchos fueron los más típicos de Egipto y el mundo
antiguo. Los había también más sencillos, y los usaban hombres y mujeres.
Aunque en muchos lugares el collar siempre se ha considerado un adorno
femenino, en los pueblos indígenas y en otras culturas, los hombres también
usaban collares.
En todo el Medio Oriente también fueron parte de las
costumbres; en Asiria se los hacía con cuentas de piedras preciosas.
Los griegos limitaron su uso a las mujeres y fueron
ellos los que crearon el collar en forma de cadena.
Los romanos utilizaban los collares de cuentas,
grandes aros y también cadenas. Eran de oro, pedrerías, y perlas que bajaban hasta
la cintura, dando dos o tres vueltas. De ellos pendían unos amuletos
protectores contra varias enfermedades.
En las diferentes regiones y pueblos de la antigüedad,
los collares más comunes eran confeccionados con dos elementos importantes que
sobresalían: una cinta y sus colgantes. Estos dos elementos representaban el
arte: la cinta podía estar confeccionada con materiales como el oro (hilos de
oro) y los adornos podían ser de barro cocido, metales, perlas y vidrio. Muchas
veces estos elementos eran mezclados para lograr diseños distintos. De acuerdo
a cada civilización, se utilizaban distintos materiales para incrustar como
adornos en los collares.
En la Edad Media europea, no se utilizó el collar
hasta el siglo XII, en que las mujeres de los medios cortesanos pusieron de
moda la gargantilla de tela ajustada al cuello, y en la que se cosía un hilo de
pequeñas perlas.
Más tarde, ya en el siglo XV, se puso de moda lucir un
collar sobre el escote, y no sobre el vestido, como había sido el caso en siglos
anteriores. Eran famosos los collares españoles, de filigrana de oro con
esmaltes.
Los collares de este periodo se distinguían, en
particular, porque estaban confeccionados con monedas de oro, con medallas y
con piedras preciosas que poseían algún valor económico relativamente
importante.
En la Edad Moderna, los collares que se usaban estaban
confeccionados con esferas o bolas huecas que se encontraban caladas.
En algunos casos, el collar se ha utilizado como
prenda de gran distinción al agregarle una medalla y este objeto aumenta u
otorga al que lo recibe un gran prestigio. Con el tiempo, este símbolo se
utilizó para realizar condecoraciones.
El collar es uno de los símbolos más antiguos. Su
círculo cerrado tenía relaciones estrechas con la magia, ya que representaba
los poderes del mundo oculto y la energía. Ningún rey, sacerdote o poderoso
hubo en la antigüedad que no lo llevara alrededor de su cuello, y aún hoy,
entre los motivos externos para aludir al poder o la preeminencia social se
encuentra este viejo objeto entre ornamental, político y suntuario. Por
ejemplo, en el caso de la cultura católica se utiliza el collar con el dije de
cruz.
Los collares, en la actualidad, se usan por varios
motivos; uno de ellos es el adorno personal, como puede ser el uso de un collar
o cadena para una fiesta importante o cena de gala; también vemos su
utilización en algunas regiones como parte de la identidad de algunos pueblos;
algunos grupos utilizan este objeto como escudo de protección; y muchas otras
personas usan un collar para identificarse o mostrar su adhesión a alguna
creencia o pertenencia a una institución determinada: por ejemplo, una medalla
de algún santo o virgen, el collar con el dije del ying-yang que manifiesta la
adhesión a una cultura específica que marca un modo de vida, un collar con el
emblema o el escudo de un club deportivo o algo similar, etc.
PULSERAS Y BRAZALETES
Una pulsera es un cerco de metal u otro material que
se utiliza como elemento decorativo en las muñecas. También existen modelos
fabricados para los tobillos pero a esos comúnmente se les llama
"tobilleras". Este es un objeto que también se usa como complemento y
sobre todo es utilizado por mujeres.
La antigüedad de la pulsera es similar a la del anillo
(si no es superior), pues se han encontrado ejemplares en las momias del
Antiguo Egipto y en sepulturas prehistóricas europeas de la Edad de bronce y se
observa a menudo representado en los relieves de personajes del antiguo Imperio
asirio. Los más antiguos se remontan al Neolítico, siendo éstos en forma de
trozos de conchas perforadas.
Se sabe de la existencia de pulseras y brazaletes de
todas las civilizaciones antiguas, comenzando con la prehistórica de la Edad
del Bronce, los cuales suelen tener forma espiral o circular sencilla. Le
siguen los egipcios, de forma cilíndrica y de dos piezas, adornados con
incrustaciones de pedrería y emblemas propios del estilo. Los fenicios
confeccionan a manera de anillos abiertos y terminados en cabezas de animales.
Los griegos y romanos presentan formas circulares o espirales, imitando una
serpiente y se adornan a menudo con piedras y medallas. Del imperio bizantino
consta, por los mosaicos y miniaturas de su procedencia, que también se usaba
el brazalete por las clases altas. Sin embargo, no debió ser muy común y menos
aún en Occidente (a excepción de las regiones del Norte de Europa) a juzgar por
los escasísimos restos que de tales complementos nos ha dejado la Edad Media.
En el siglo XV restablecieron su uso los caballeros como divisa en los juegos
de armas y en la Edad Moderna, las señoras como artículo de lujo.
Con el paso del tiempo han ido evolucionando y se han
fabricado de distintas formas y con diferentes elementos.
Las civilizaciones antiguas usaban pulseras o
brazaletes en sus muñecas porque creían que los metales tenían relación con los
astros e influían en los ciclos vitales del hombre. En el subcontinente hindú,
los habitantes, en especial las mujeres, usaban múltiples accesorios, para el
pelo, el cuello y las orejas, y en especial, los brazos, porque los usaban
totalmente cubiertos por pulseras y brazaletes. Los griegos, más que una
realización de accesorios y pulseras, se dedicaron más a la escultura; por eso los
ornamentos que ellos llevaban en sus manos y cuerpo en general, eran miniaturas
esculpidas que representaban figuras religiosas y mitológicas o escenas
heroicas.
Actualmente, los ornamentos que se utilizan no son tan
primitivos como los que se usaban en aquellas épocas. Con tanta tecnología,
ahora se ha logrado labrar en oro, plata, diamantes, esmeraldas y rubíes,
figuras que van desde la muy famosa cruz, hasta caritas felices, zapatos,
llaves, corazones y un sinnúmero de objetos que observamos en la vida
cotidiana.
El brazalete se diferencia de la pulsera por el hecho
de ser más ornamentado que la pulsera común, puesto que generalmente lleva
incrustadas piedras preciosas u otras elaboraciones. También tiende a usarse
más arriba de la muñeca, o en algunos casos, del codo; por eso, suelen ser muy
grandes.
La pulsera tejida artesanal, a diferencia de los
brazaletes y pulseras comunes, que suelen ser fabricadas con metales o
plásticos, es hecha con hilos o fibras textiles. Por el material con el que se
hace se puede producir de muchos colores y diseños. Aunque forma parte de la
artesanía de muchas culturas, también es producida en masa.
Debido al simbolismo con el que se les suele
acompañar, estas pulseras reciben nombres como brazaletes de la amistad o
pulseras de la amistad. También existen las pulseras publicitarias o manillas
comerciales.
Las pulseras y los brazaletes se pueden usar además
para identificarse con alguna cultura, un club deportivo u otro grupo
semejante.
ARETES Y PIERCINGS
Hay registros de la costumbre de perforarse las orejas
en el Medio Oriente hacia el 3000 a.C., y su objetivo era mostrar a los
extraños un vistazo rápido de la religión o identidad política o tribal de
quien lo hacía o para indicar que una persona es ya madura. Los pendientes
también eran un indicador del estatus social en la comunidad y se usaban para
denotar el orgullo de los poderosos, y también como etiqueta de vergüenza por
inferioridad para los esclavos. Originalmente, se fabricaban en metales blandos
que pudieran doblarse, aplanarse y torcerse para lograr diseños variados.
Pueblos como los indios, persas, babilonios, hebreos,
germanos, árabes y galos, los usaban como talismán (tanto hombres como
mujeres). Llevarlos se consideraba la mejor forma de alejar enfermedades e
influencias maléficas y atraer la buena suerte.
Los esquimales emplearon los perforados de nombre
labrets, y en su cultura se hacían en los jóvenes que pasaban de ser niños a
adultos responsables con cualidades y actitudes para salir a cazar con sus
mayores.
Otro de los orígenes de la perforación corporal está
en las tribus mursi y masái (en concreto en la población femenina), que
deforman su cavidad bucal con discos para aumentar de tamaño la boca y también alargan
los lóbulos de las orejas, llevando unos carretes metálicos de gran tamaño.
Actualmente, algunas tribus han heredado dicha
práctica de antaño. Los guerreros Potok portan en su boca un disco labial y se
atraviesan el tabique nasal con una hoja de árbol. Las mujeres de Nueva Guinea
atraviesan con una espina de pez las aletas nasales y el tabique, mientras que
los hombres llevan en el tabique dientes de pez. Por otro lado, las mujeres Tinglit
se agujerean su cuerpo como muestra de paso de la pubertad a una madurez en
todos los sentidos, pero sobre todo a nivel sexual.
Antiguamente, las tribus Sioux, hacían a los jóvenes
someterse a una prueba consistente en perforarse el pecho con garfios
colgándose con cuerdas a un árbol hasta lacerar la piel; de esta forma
demostraban que estaban preparados para ser guerreros.
Los antiguos mayas practicaban el perforado penetrando
el labio, la nariz y las orejas con las joyas más caras que podían permitirse y
los indios Cashinawa se perforaban la nariz para insertarse plumas de colores
que indicaban su rango y su madurez.
En épocas bastante antiguas, en pueblos como Grecia,
Arabia, Egipto y algunos anglosajones, los aretes eran usados exclusivamente
por los hombres.
Se sabe, por ejemplo, que en Grecia, la adquisición de
un arete era el eje de la educación del joven griego a fin de convertirse en un
ciudadano.
El poeta griego Homero usaba el concepto de arete para
definir la excelencia humana y la superioridad de los seres excelsos como los
dioses, así como el valor y la rapidez de los caballos nobles; por esa razón,
si se usaba arete, éste era de valor… de oro, plata, con diamantes, esmeraldas
y otras piedras preciosas.
En esas épocas no era costumbre que el hombre común y
corriente usara arete; si era un esclavo (pero de origen noble) se le dejaba
usar solo uno.
Los aretes consistían en piedras y plantas, hasta
figuras que representaban dioses y animales, vegetales u otros objetos. Así
pues, el uso de los aretes fue generalizado mundialmente.
En las excavaciones realizadas por arqueólogos en
Egipto, Roma, Grecia, Europa, Asia y América, se han encontrado vestigios de
aretes de todas las clases. Los preincas e incas sudamericanos, así como los aztecas,
usaban aretes de oro con piedras de jade, esmeraldas y turquesas.
Eventualmente, los pendientes se convirtieron en un
artículo más elaborado hacia el siglo II d.C., cuando se introdujeron las gemas
surtidas. Durante la Edad Media en Europa, la moda de lujo había atrapado a la
elite de la sociedad y se manifestaba en sombreros gigantes, pelucas altísimas
y cuellos altos, una combinación que oscurecía cualquier tipo de ornamentación
que colgara de las orejas porque ésta se enredaría en telas y voluminosos
mechones de cabello. Posteriormente, en el Renacimiento (siglos XIV al XVI), la
moda de usar un arete se extendió por toda Europa y los piratas se ponían dos
aretes como una característica que los identificaba.
Con la evolución de los escotes y peinados más
discretos en las cortes italianas del siglo XVII, los pendientes volvieron a
ser populares y fue un accesorio que una dama caprichosa podía exigir a su
marido para mantener su lujo frívolo. Un siglo más tarde, sin embargo, los
aretes volvieron a pasar de moda con el advenimiento de los bonetes (gorros)
que enmarcaban la cara y abrazaban ambos lados de la cabeza con sus anchas
fajas.
A partir de los siglos XVII, XVIII y XIX el uso de los
aretes en los hombres casi se extinguió pero en el siglo XX, el cabello
elegante, peinado hacia atrás en un rodete o recogido por encima de la cabeza,
no solo deleitó a los joyeros una vez más, sino que llevó a la innovación de
los pendientes sin perforaciones, que se consideraban más higiénicos y
predominaron los aretes con una especie de clips, para prensarlos en la oreja,
sin necesidad de hacer los dolorosos agujeros.
El auge de las industrias del cine y la moda colocaron
a los pendientes en su fama máxima, con mujeres de todas las edades tratando de
emular a las estrellas de cine y las chicas de portada que “sabían qué
accesorios utilizar para sentirse más hermosas”. Para los hombres, la opción de
usar pendientes data de antes de los tiempos bíblicos, y en tiempos más
recientes, están asociados a piratas y exploradores.
A fines del siglo XX y a inicios de siglo XXI, la
costumbre de hacer agujeritos en los lóbulos de las niñas recién nacidas se ha
vuelto muy común y los métodos para perforar han mejorado tanto que el proceso
es barato y además indoloro.
Por otra parte, el uso de los aretes se ve tanto en
hombres como en mujeres y se lleva en las dos orejas. La moda se ha extendido
tanto que la clase social no interesa, la raza menos, así como la edad o el
sexo. Además, se ha puesto de moda el piercing, el cual consiste en un
pendiente o arete que se puede poner en la lengua, el ombligo, las orejas, los
labios, las mejillas, las cejas, la nuca, los pezones, los genitales y
prácticamente, en muchas partes del cuerpo. Esta palabra viene del verbo to pierce que significa agujerear,
perforar o atravesar. Estas perforaciones son una forma de modificación corporal y reflejan
una identidad con grupos y tribus urbanas.
Actualmente, se encuentra en las tiendas y mercados
todo tipo de aretes y piercings de todos los precios y de todos los materiales:
oro, plata o platino, cobre y alpaca; con piedras (turquesas, jades,
brillantes, diamantes y demás piedras preciosas y semipreciosas); de material
plástico y acrílico; industriales y artesanales, con piedras y cuentas
artificiales, de fibras y lanas, semillas, plumas, conchas de caracol, hueso,
madera, entre otros; de fantasía fina y muy económica.
Algunas perforaciones incluyen orificios en varias
partes de la oreja para insertar barras o anillos metálicos. En su mayor parte,
los orificios son permanentes, pero se cerrarán gradualmente si no se usan
pendientes. Los pendientes tipo "clip" son desmontables y tienen una
bisagra que rodea la oreja, y en el caso de los pendientes con tornillo, éste
puede ajustarse en el lóbulo. Los pendientes magnéticos tienen dos piezas, una
frontal y una posterior que se sostienen juntas por magnetismo. Los aros colgantes
se extienden de 2 a 5cm por debajo de los lóbulos. Las argollas recuerdan a
anillos y vienen en varios tamaños; los más grandes recuerdan el estilo gitano.
Los hilos y agujas para orejas son palillos plásticos con cadenas cosidas para
los más osados. Los pendientes adhesivos tienen bandas y normalmente se usan
una sola vez como un accesorio novedoso. Las esposas para orejas son bandas
metálicas o plásticas que se enganchan en distintos sitios de la oreja.
Los aretes y los piercings pueden tener cualquier
tamaño, desde gemas o piezas metálicas pequeñas como la punta de un lápiz hasta
pendientes tan grandes como el espacio entre la oreja y el hombro. Por ejemplo,
en las civilizaciones primitivas, como en algunas partes de África, se aplican
objetos sucesivamente más pesados en las orejas de las niñas para agrandar sus
lóbulos con el tiempo y se busca encajar con el concepto de belleza femenina de
dicha cultura.
Referencias bíblicas
Hemos revisado un recuento histórico del uso de
collares, pulseras, brazaletes, aretes y piercings; por ende, la Biblia también
registra esta realidad en el contexto histórico en que fue escrita. El uso de
estos accesorios fue una costumbre común en las civilizaciones antiguas, tanto
para el adorno del cuerpo como para el intercambio de objetos de valor y para
pagos, compras y ventas, cuando no existía dinero corriente. Por ejemplo, los
habitantes del Oriente Medio eran y siguen siendo muy aficionados a adornarse
con estos ornamentos. Miremos unas citas bíblicas:
El uso de un collar de oro era una señal de honra y
autoridad en el imperio egipcio y en el babilónico:
- “Entonces
Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo
vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello”
(Gn. 41:42).
- “El rey gritó
en alta voz que hiciesen venir magos, caldeos y adivinos; y dijo el rey a los
sabios de Babilonia: Cualquiera que lea esta escritura y me muestre su
interpretación, será vestido de púrpura, y un collar de oro llevará en su
cuello, y será el tercer señor en el reino” (Dn. 5:7).
- “Yo, pues, he
oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora
puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura,
y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino”
(Dn. 5:16).
- “Entonces
mandó Belsasar vestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de
oro, y proclamar que él era el tercer señor del reino” (Dn. 5:29).
Era común que la gente que vivió en los tiempos
bíblicos tuviera todo tipo de joyas:
- “Y cuando los
camellos acabaron de beber, le dio el hombre un pendiente de oro que pesaba
medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez” (Gn. 24:22).
- “Y cuando vio
el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, que decía: Así me
habló aquel hombre, vino a él; y he aquí que estaba con los camellos junto a la
fuente” (Gn. 24:30).
- “Entonces le
pregunté, y dije: ¿De quién eres hija? Y ella respondió: Hija de Betuel hijo de
Nacor, que le dio a luz Milca. Entonces le puse un pendiente en su nariz, y
brazaletes en sus brazos” (Gn. 24:47).
Rebeca recibió un pendiente (arete) y dos brazaletes
de parte del criado de Abraham, los cuales él puso en ella; este acto evidencia
que el uso de aretes y brazaletes era una costumbre muy antigua en el Medio Oriente.
Todavía hoy, algunas mujeres del Cercano Oriente llevan un anillo suspendido de
la nariz. Por otra parte, los brazaletes antiguos son similares a los que las
jóvenes de Siria y Arabia todavía llevan; se ponen desde el codo hasta la
muñeca, y son hechos comúnmente de plata, cobre, bronce o cuero. Además, se han
usado en uno o en dos brazos a la vez.
- “Yo entonces
me puse sobre él y le maté, porque sabía que no podía vivir después de su
caída; y tomé la corona que tenía en su cabeza, y la argolla que traía en su
brazo, y las he traído acá a mi señor” (2 Sam. 1:10). Se acostumbraba que
algunos hombres usaran un brazalete en la parte superior del brazo, mientras
que las mujeres lo ponían en la parte inferior. En el caso de la argolla de
Saúl, algunos estudiosos consideran que era un signo de realeza.
- “Así dieron a
Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que
estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba
junto a Siquem” (Gn. 35:4). Los zarcillos (aretes) solían usarse como
amuletos, de manera que estaban asociados a ciertas prácticas supersticiosas e
idolátricas y por tanto, debían ser destruidos porque Dios puso en el corazón
de Jacob el deseo de honrarle con toda su familia y sus acompañantes.
- “Y Aarón les
dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres,
de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo
apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón”
(Éx. 32:2, 3). El material con el cual se hizo el becerro de oro que Israel
adoró provino de los zarcillos que estaban en las orejas de las mujeres, de los
hijos y de las hijas de los que dieron sus joyas para cometer este pecado de
idolatría. Aquí también se confirma la costumbre de usar zarcillos en las
orejas; el pueblo de Israel y otros pueblos del Medio Oriente tenían este
hábito y la Biblia menciona esta realidad.
Cuando Dios determinó que se hiciera un santuario para
él, pidió al pueblo de Israel que se despojaran voluntariamente de todas sus
joyas de oro y otros metales para que se fundiera este material y se usara en
la fabricación de los implementos del tabernáculo:
- “Vinieron así
hombres como mujeres, todos los voluntarios de corazón, y trajeron cadenas y
zarcillos, anillos y brazaletes y toda clase de joyas de oro; y todos
presentaban ofrenda de oro a Jehová” (Éx. 35:22).
- “Por lo cual
hemos ofrecido a Jehová ofrenda, cada uno de lo que ha hallado, alhajas de oro,
brazaletes, manillas, anillos, zarcillos y cadenas, para hacer expiación por
nuestras almas delante de Jehová” (Núm. 31:50).
Los ismaelitas eran comerciantes de todo tipo de
objetos y de esclavos en el Medio Oriente; entre sus productos estaban las
joyas de diversos materiales:
- “Y les dijo
Gedeón: Quiero haceros una petición; que cada uno me dé los zarcillos de su
botín (pues traían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas). Ellos
respondieron: De buena gana te los daremos. Y tendiendo un manto, echó allí
cada uno los zarcillos de su botín. Y fue el peso de los zarcillos de oro que
él pidió, mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles y vestidos
de púrpura que traían los reyes de Madián, y sin los collares que traían sus
camellos al cuello” (Jue. 8:24-26). Aquí se puede notar que también era
costumbre poner collares en el cuello de algunos animales; por ejemplo, en los
camellos.
Salomón elogia las mejillas y el cuello de su esposa,
y menciona los pendientes y los collares que ella utiliza:
- “Hermosas son
tus mejillas entre los pendientes, tu cuello entre los collares” (Cnt.
1:10). Aquí se sigue confirmando la costumbre de que las mujeres del Medio
Oriente (y también de Israel) usaran este tipo de adornos.
Salomón habla de fabricar zarcillos y de agregarle plata;
esto demuestra que en Israel también elaboraban estas joyas:
- “Zarcillos de
oro te haremos, tachonados de plata” (Cnt. 1:11).
Salomón usa el simbolismo del adorno del collar para
ilustrar cómo la instrucción y la dirección de los padres se evidencian y son
un adorno en los hijos que les honran y les obedecen:
- “Porque adorno
de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Pr. 1:9). Por otro
lado, en Egipto, los jueces y oficiales de alta categoría llevaban collares que
simbolizaban un servicio ejemplar; sin embargo, los frutos de una educación
familiar basada en los principios de Dios siempre serán mejores y causarán
mucho más agrado en los ojos de los demás (suscitando profunda admiración) que
los adornos externos del cuerpo.
Dios amonesta a las mujeres de Israel por su vanidad y
menciona el uso de collares, pendientes, brazaletes y otros accesorios para el
cuerpo:
- “los collares,
los pendientes y los brazaletes, las cofias, los atavíos de las piernas, los
partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos, y los
joyeles de las narices” (Is. 3:19-21). El profeta revela la altivez y la
vanidad de las mujeres de Jerusalén, y se fija precisamente en las que centran
su vida en torno a sus adornos y joyas. Es admirable la descripción que nos
hace Isaías; las presenta caminando, con la cabeza altiva, mirando a los
transeúntes para captar la impresión que les causa su apariencia externa, como
aún se ve entre las mujeres que practican este hábito inadecuado hoy. Según la
profecía de Isaías para las mujeres de Israel, en pago de su insolencia y su
vanidad, Dios anuncia un juicio donde serán privadas de lo que más estiman: su
vanidad, su cabello y todas sus joyas y objetos de tocador, cuyo inventario se
describe con todo detalle precisamente para ridiculizar el lujo desmesurado de
estas doncellas desvergonzadas. No se nos olvide que el Dios que inspiró a
Isaías no ha cambiado y sigue rechazando la vanidad de hombres y mujeres que
profesan piedad con sus labios pero que con sus hechos demuestran actitudes
contrarias a los valores de la Biblia. Más adelante confirmaremos y veremos a
profundidad qué tiene que decir la Biblia en contra del pecado de la vanidad.
Dios ilustra la honra que dio a su pueblo mediante una
comparación con una mujer adornada según la costumbre de la época:
- “Te atavié con
adornos, y puse brazaletes en tus brazos y collar a tu cuello. Puse joyas en tu
nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza” (Ez.
16:11, 12). Este pasaje es muy utilizado por aquellos que quieren justificar la
vanidad pero si leemos el capítulo 16 de Ezequiel, entenderemos que Israel es
descrita de forma simbólica en tres etapas: una niña, una reina y luego una
prostituta. En ningún momento se está expresando aprobación o reprobación por
el uso de estos accesorios de parte de Dios en este pasaje; sencillamente, se
usa la descripción de la moda del contexto cultural e histórico de la época como
parte de la ilustración.
Un pasaje similar a éste lo encontramos en 2 Sam.
12:1-10, donde Dios usa al profeta Natán para recriminarle a David el asesinato
de Urías heteo y el adulterio cometido con Betsabé. En el Medio Oriente la
costumbre era que el rey entrante heredaba las mujeres del rey fallecido (en
este caso, de Saúl) y Dios había permitido esto (v. 8), aún cuando nunca ha
estado de acuerdo con este sistema inmoral de la poligamia. En el mensaje de
Natán, Dios usa un lenguaje entendible para la cultura del Medio Oriente que aprobaba
la poligamia; así pues, Dios le dice a David que “le había dado las mujeres de
su señor” y debemos saber interpretar bien estas expresiones; no obstante, él
ha tenido misericordia de los personajes de la Biblia aunque sus vidas no han
sido muchas veces acordes con sus mandamientos, al igual que nosotros hoy. Por
esta razón, nunca debemos justificar lo malo, citando pasajes bíblicos donde
Dios aparentemente no habló ni actuó en contra de prácticas que claramente son
incongruentes con su perfecta voluntad a la luz de los principios de toda la
Biblia. Entonces, si miramos el contexto de estos dos pasajes, el lenguaje
tiene un sentido específico y debemos analizar bien la fraseología empleada a
fin de no atribuirle a Dios la aprobación de la vanidad, la inmoralidad o
cualquier otro pecado que sabemos que está en contra de la santidad, la piedad,
el buen testimonio y la sencillez de corazón. Simplemente, Dios usa al
mensajero para hacer una comparación que los oyentes y lectores de la época
puedan asimilar de forma más clara. Por otra parte, podemos recordar cuando el
criado de Abraham puso un pendiente en la nariz y brazaletes en el cuerpo de
Rebeca, la futura esposa de Isaac (Gn. 24:47) y es un pasaje paralelo donde la
mujer descrita es la esposa escogida por Dios (así como la nación de Israel).
En este sentido, la ilustración de Ezequiel es semejante y tiene como fin
encajar con una mujer con costumbres orientales de la época.
Dios habla de dos mujeres rameras, ilustrando a Israel
y a Judá; en este mensaje menciona el uso de las pulseras por parte de las
mujeres:
- “Y se oyó en
ella voz de compañía que se solazaba con ella; y con los varones de la gente
común fueron traídos los sabeos del desierto, y pusieron pulseras en sus manos,
y bellas coronas sobre sus cabezas” (Ez. 23:42).
Dios compara a Israel con una prostituta que se adorna
con zarcillos y joyeles para atraer admiradores, olvidándose de Dios:
- “Y la
castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se adornaba de sus
zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice
Jehová” (Os. 2:13). Notemos que la Biblia asocia el deseo de seducción con
el uso de joyas para llamar la atención de otros. Por tanto, aquí podemos
deducir que estas prácticas tienen una connotación de vanidad y que hay una
búsqueda de aprobación desmedida por el descontento con la belleza natural que
Dios da a cada persona. Así pues, cuando una persona pierde la perspectiva de
aceptarse tal y como es (como Dios le creó), busca adornos y accesorios con los
cuales supuestamente se siente más atractiva y bella. Obviamente, no debemos
llevar esto al extremo porque es importante cuidar, limpiar y vestir nuestro
cuerpo, pero bajo los principios de la Palabra de Dios.
Aplicaciones en el contexto del Cristianismo
La historia y la Biblia mencionan el uso de collares,
pulseras, brazaletes, aretes y piercings en diferentes civilizaciones y
culturas, incluida la nación de Israel; sin embargo, si revisamos la historia
de la iglesia cristiana y los principios bíblicos en cuanto al ideal de la
belleza según Dios, tenemos que considerar que las iglesias conservadoras han
tenido una identidad común, absteniéndose del uso de estos implementos y esto
ha sido una marca de identidad y distinción como un pueblo apartado de la
vanidad y consagrado para Dios. Por consiguiente, los accesorios que usamos
definen nuestra personalidad o nuestra tendencia de comportamiento y si nuestro
deseo es reflejar a Cristo, debemos honrar los valores esenciales de la Biblia:
la modestia, el recato, el pudor, el decoro, el buen testimonio, la humildad,
la sencillez y la naturalidad.
El propósito original de Dios siempre ha sido que
disfrutemos de su creación y que vivamos contentos con nuestro cuerpo y con
nuestra vida porque fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios y el cuerpo
es un templo del Espíritu Santo cuando venimos a Cristo para seguirle y
obedecerle; por tanto, no necesitamos añadirle accesorios de vanidad para
buscar ser más hermosos o atractivos. Dios ya nos dio unas características
suficientes para que disfrutemos de una vida plena, feliz y al servicio de los
demás.
Si vamos a la historia del Cristianismo, en el N.T. y
en los comienzos de la iglesia cristiana primitiva no hay referencias a la
aprobación del uso de este tipo de joyas; antes bien, hay dos pasajes
esenciales del N.T. que deben ser usados para promover la abstención de las
joyas:
“Asimismo que
las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado
ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como
corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Tim. 2:9, 10).
“Vuestro atavío
no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos
lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Ped. 3:3, 4).
El trasfondo cultural de las cartas de 1 Timoteo y 1
Pedro revela aspectos importantes del contexto de las iglesias de Asia Menor en
el siglo I de la era cristiana. El texto Efesíaca del Jenofonte de Éfeso (siglo
II d.C.) contiene importantes paralelismos con la terminología utilizada en el
N.T. para el adorno femenino. Los mismos términos griegos utilizados por Pablo
en 1 Timoteo para referirse al adorno femenino están presentes en este texto
para describir los adornos utilizados en el culto de Artemisa de Éfeso. De
hecho, en 1 Tim 2:10 Pablo parece contrastar el culto idolátrico a Artemisa de
Éfeso (gr. eusebeia) con el servicio a Dios (gr. theosebeia).
Además, por ser socialmente reprimidas, las mujeres
veían en las joyas la oportunidad para la liberación social. Mientras que los
hombres buscaban el reconocimiento público a través de insignias, las mujeres
buscaban en la joyería su realización personal (y este panorama no ha cambiado
mucho realmente en la sociedad moderna).
Plinio el Joven relata que las mujeres “gastan más
dinero en los pendientes de perlas que otro aspecto personal”.
De hecho, es sorprendente que las declaraciones de
Pablo y Pedro son muy similares a lo que Plutarco escribió en su tomo Moralia:
“No es el oro o piedras preciosas o escarlata que la hacen así [decorosa], pero
todo lo que simboliza la dignidad, el buen comportamiento y la modestia”.
Otro personaje interesante fue Séneca, quien elogió a
su madre por el rechazo que demostró a la ostentación exterior.
Para Pablo (en consonancia con muchos autores de su
época), las cuatro virtudes de la cultura greco-romana, es decir, la prudencia,
la moderación, el coraje y la justicia, eran virtudes dignas ser imitadas por
las mujeres cristianas.
Las críticas al adorno femenino del primer siglo
fueron también una reacción por parte de los maridos romanos frente a la
libertad femenina en la “nueva mujer romana” que se oponía a la figura
tradicional de la mujer romana modesta. Así pues, los maridos romanos podían
prohibir a sus esposas participar en muchas actividades, tales como beber vino
y usar adornos; además, ciertas leyes locales prohibían a las mujeres usar el
oro y vestidos floreados por su asociación con la prostitución.
La tendencia de controlar el progreso de la feminidad
romana se puede ver en el hecho de que las monedas y esculturas intentaron
influir en las esposas romanas, representando los peinados modestos y sencillos
para las mujeres de los emperadores.
Y al igual que Pablo, Pedro sigue las convenciones
sociales de la época al asociar la moderación en el adorno a la sumisión de la
mujer a su marido (1 Ped. 3:1-5).
La extravagancia en los adornos y el uso de ciertos
trajes tenían la connotación de sensualidad, incluso para la vana e idólatra
mente romana. Eso aplicaba no solo para los romanos, sino que esta idea puede
verse en el texto judío El Testamento de Rubén 5 (200 d.C.), que establece que
las mujeres dominadas por el espíritu de la fornicación llevaban el adorno para
“engañar las mentes [de los hombres]”. En este sentido, la sensualidad de las
mujeres romanas se asociaba claramente a la inmoralidad sexual y a la prostitución.
Las mujeres casadas romanas debían usar la stola, un
largo traje que vestían sobre otras ropas que se habían convertido en el
símbolo de la modestia, mientras las hetairai, las prostitutas, se vestían de
un modo peculiar con mucha ornamentación y vestido con tonos de púrpura y
dorados. Por lo tanto, debemos tener en cuenta estas características del
entorno social (en el mundo greco-romano) en el cual escriben Pablo y Pedro
(inspirados por el Espíritu Santo); definitivamente, es un cuadro que no ha
cambiado mucho.
Pablo y Pedro (guiados por Dios) enseñaron en las
iglesias que las mujeres cultivasen el temor de Dios en lugar de la vanidad y
así debemos hacer en la Iglesia de Cristo porque la gente tiene la tendencia a
desbocarse en la supuesta LIBERTAD que dice tener cuando realmente somos libres
cuando hacemos la perfecta voluntad de Dios y no cuando hacemos las cosas a
nuestra manera. Si hacemos siempre lo que queremos, entonces somos esclavos de
nuestra voluntad, pero si hacemos siempre la voluntad de Dios, entonces somos
verdaderos servidores de Dios.
Aprendamos del ejemplo supremo de obediencia al Padre
que Cristo nos dio:
“… Mi comida es
que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Jn. 4:34).
“… porque no
busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Jn. 5:30).
“Porque he
descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió” (Jn. 6:38).
“no se haga mi
voluntad, sino la tuya” (Lc. 22:42).
Y Pablo dice: “Por
tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Ef.
5:17).
Usted puede hacer todo lo que quiera (aunque dará
cuentas a Dios por sus obras) pero no debe hacer todo lo que quiere sino que
debe conocer y comprobar todo lo que Dios demanda conforme a las Escrituras (si
es que realmente le interesa honrar y obedecer a Dios).
No se trata de un concepto humano… ¿si yo siento que
algo es malo, entonces es malo? ¿si yo no me siento mal haciendo algo, entonces
es agradable a Dios? No dejemos que nuestro corazón decida qué es bueno y qué
es malo porque la Biblia dice que el corazón humano es engañoso y perverso
(Jer. 17:9). Permitamos que el Espíritu Santo (a través de la Biblia) nos
permita comprobar la voluntad de Dios en cada área de nuestra vida.
Pablo también dijo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1, 2).
Decide hoy qué quieres cultivar hoy en tu vida: ¿la
santidad y el buen testimonio que refleja el carácter de Cristo… o la vanidad
que no refleja el carácter de Cristo?
Pablo hace énfasis en el hecho de que son las “buenas
obras” y no tanto el aspecto exterior, lo que debe marcar la naturaleza de la
mujer cristiana (al igual que en el hombre cristiano). El acento debe ponerse
en honrar a Dios, sin que necesariamente haya un descuido con la apariencia.
Sobre todo, debe primar el autocontrol (la moderación) que era la virtud por
excelencia de la mujer romana en los tiempos de Pablo y él mismo resalta la
importancia de este valor en sus cartas.
El concepto es tan importante que Pablo lo repite en 1
Tim. 2:15, aconsejando a las mujeres a que permanezcan en fe, amor y
santificación.
Las dos palabras [modestia y moderación] expresan el
decoro propio la mujer cristiana y que se opone a la seducción y la ostentación
de belleza artificial de la mujer no cristiana. En otras palabras, la falta de
moderación en el adorno y en el vestir es lo que abre las puertas a la vanidad,
la indecencia y la sensualidad.
En el caso de Pedro, su énfasis estuvo en la conducta
casta y respetuosa en relación con la sujeción al marido para que con su
ejemplo las mujeres cristianas fieles tuvieran una influencia poderosa en la
conversión de sus esposos no cristianos; no se trataba tanto de palabras sino
de un ejemplo visible en su vida diaria (1 Ped. 3:1, 2).
Notemos que ambos pasajes advierten sobre la
inutilidad de las acciones que manifiestan ostentación (lo que busca llamar la
atención y que refleja vanidad), los adornos de oro y los vestidos lujosos.
Por otra parte, el abuso de poner lo externo por
encima de lo interno puede llevar a muchos cristianos a pretender que son más
santos o mejores que otros si guardan ciertos aspectos en su vestido o en su
apariencia física, lo cual también es peligroso para una vida cristiana bien
balanceada. Entonces, el punto clave es simple: el exterior no es lo que debe
marcar la vida del cristiano, pero sí debe procurar un buen testimonio en su
conducta externa.
El mensaje que un hombre cristiano o una mujer
cristiana le deben dar a la gente que los observa y los evalúa todo el tiempo
(en relación con su forma de vestir y adornarse) es que a Dios le interesa más
la belleza de una vida dedicada a él que la belleza artificial que busca
encajar en los patrones de la sociedad alejada del amor verdadero y de la
santidad que provienen solo de Dios.
La gente que no tiene la Palabra de Dios califica la
belleza según estos parámetros vanos y superficiales, pero el verdadero
cristiano, que tiene la Palabra de Dios en su corazón, califica la belleza
según la sabiduría eterna de la Biblia.
La Escritura es muy clara para hablar en contra de la
vanidad y del deseo excesivo de llamar la atención, seducir o tratar de ser más
atractivo. Aquellos que buscan justificar el uso de estos accesorios de vanidad
usualmente mencionan historias en la Biblia en las que algunos personajes los
usaron, pero el hecho de que solo aparezcan en la Biblia no quiere decir que
Dios los apruebe. La Biblia simplemente registra la fiel historia de sus
personajes, incluyendo sus costumbres (sean adecuadas o inadecuadas). Por
ejemplo: Noé bebió vino, se emborrachó y se desnudó (Gn. 9:20, 21); las hijas
de Lot tuvieron relaciones sexuales con él y quedaron en embarazo (Gn.
19:30-38); Judá tuvo relaciones sexuales con una prostituta, la embarazó y
después descubrió que ella era su nuera (Gn. 38:12-26)… y podríamos mencionar
cientos de casos similares pero no debemos asumir que Dios aprueba tales
prácticas solo porque son mencionadas en la Biblia. Obviamente, hay pasajes de
las Escrituras que claramente nos dicen que Dios rechaza el alcohol, el
incesto, la prostitución y otros pecados, pero también se han expuesto cientos
de argumentos basados en la Biblia durante este estudio sobre la santidad que
Dios demanda, con los cuales entendemos que él aborrece la vanidad, la
seducción inmoral, la búsqueda de atracción al sexo opuesto, el orgullo, y todo
tipo de pecados que la mayoría de personas quiere justificar usando la misma
Biblia como pretexto.
Ahora quiero hacer un paréntesis para ilustrar la
necesidad de poner límites en nuestra vida cristiana y establecer principios
que guíen la conducta de los creyentes en cada iglesia local; consideremos un
tema interesante: el uso de ciertos productos como el cigarrillo, el tabaco, la
marihuana, las sustancias psicoactivas, la cerveza, etc.; la Biblia no habla de
una prohibición literal para consumir estas cosas, pero como cristianos tenemos
una conciencia que nos guía a conducirnos de la mejor manera ante Dios y ante
los hombres; por esta razón, podemos hacernos algunas preguntas:
- Si está bien fumarme un cigarrillo, ¿por qué no
fumarme 5 o 10?
- Si no hay problema de tomarme una cerveza, ¿por qué
no tomarme 3 o 4?
- Si la Biblia no me prohíbe literalmente consumir
sustancias psicoactivas, ¿por qué no probar todas las que existen?
Esta comparación podría ser fuerte para muchos pero la
vanidad crea una adicción psicológica en donde la persona se aferra tanto a sus
costumbres que sus actitudes dicen: “no soy capaz de abandonar la vanidad,
nunca dejaré de utilizar las cosas que me gustan, me veré muy simple (o muy
fea) si no me maquillo o si no me pongo aretes, collares, etc… ¿qué van a decir
mis amigas y mis familiares?, prefiero seguir con mis costumbres, yo busco a
Dios a mi manera, nadie me va a decir qué uso y qué no uso…”
La gente se ha habituado a muchas cosas que no son
apropiadas ni útiles ni provechosas para la vida y las considera normales, pero
miremos lo que dice el apóstol Pablo: “un
poco de levadura leuda toda la masa” (Gál. 5:9). Para los judíos, la levadura representaba casi siempre
una mala influencia y Pablo quiere alertar a los gálatas (a quienes escribió
esta carta) del peligro de permitir que un poco de lo malo dañe la totalidad
del corazón. Otras frases similares que tienen el mismo mensaje son las
siguientes:
- Una sola manzana podrida corrompe todas las manzanas
de la canasta.
- Un 2% de veneno en el cereal matará a los ratones.
- Un pequeño tumor maligno pronto destruye el cuerpo.
- Un poco de fuego puede quemar todo un bosque.
- Por falta de un clavo se perdió la herradura; por
falta de la herradura, se perdió el caballo; por falta del caballo se perdió el
soldado; y por falta del soldado se perdió la batalla; y por perder la batalla
se perdió el reino. Todo esto por falta de un clavo (Benjamín Franklin, citado
por Hendriksen).
Todas estas expresiones indican el gran mal que puede
causar algo aparentemente inofensivo; por tanto, se recomienda a los creyentes
que se abstengan del uso de estos accesorios de vanidad y que procuren siempre
una belleza natural en su cuerpo, honrando la palabra del Señor de todo
corazón.
Dejo muy en claro que la salvación que Cristo nos
ofrece no depende de nuestras obras sino de la fe y de la gracia de Dios, pero
nuestro deber como creyentes salvos es vivir de acuerdo a los principios de la
Biblia porque Dios y el mundo quieren ver muestras visibles y frutos de un
verdadero arrepentimiento en todo aspecto.
Como cristianos no debemos condenar a otros porque los
usen ni mucho menos rechazarlos y decir que no irán al cielo. Sencillamente,
estoy planteando unas recomendaciones para que nuestro testimonio sea digno,
irreprensible, coherente con el evangelio y ajustado a la Palabra de Dios.
El propósito de estas enseñanzas es que las personas
caminen con Dios de acuerdo a una sana doctrina y a un estilo de vida con un
perfil conservador (y no liberal); personalmente he visto cómo muchas
congregaciones que antes guardaban principios de santidad se han abierto a las
modas de la vanidad y han dado libertad a la gente para que se vista y se
adorne según le parezca a cada uno y esto no es de buen testimonio para el
evangelio de Cristo porque entonces no habrá una identidad clara como Iglesia
del Señor.
Algunos se preguntarán: ¿la santidad, la forma de
vestir, el uso de accesorios para el cuerpo, el maquillaje y otros aspectos
relacionados con la conducta externa son parte de la doctrina bíblica? La
respuesta es muy concreta: todo lo que la Biblia describe es doctrina; hay
temas que son fundamentales (porque se enfocan en la salvación) y otros que son
generales (porque se enfocan en la historia, los testimonios de los personajes
de la Biblia, la vida familiar, social, personal y espiritual, los valores
cristianos, entre otros temas) pero todo lo que leemos en la Biblia es
doctrina. Entonces, una sana doctrina es el resultado de una interpretación de
la Biblia que es correcta, equilibrada, en su contexto y con una aplicación
adecuada.
Ahora pues, en relación con los accesorios de vanidad
hay muchas preguntas que también podemos hacernos para reflexionar acerca de
este tema…
- Si está bien que las niñas y las mujeres se pongan
aretes, ¿por qué no los niños y los hombres a la edad que ellos quieran?
- Si un collar o una pulsera son aceptables, ¿por qué
no usar 4, 5 o 7?
- Si un arete en la oreja está bien, ¿por qué no usar
un hueso colgando de nuestras narices?
- Si no hay problema en usar accesorios en las orejas,
¿por qué no ponerlos también en la lengua, el ombligo, los labios, las
mejillas, las cejas, la nuca, y en otras partes del cuerpo?
Nota: Pueden existir excepciones en casos donde no
sería inadecuado el usar ciertos accesorios para el deporte, la recreación o para
eventos específicos que lo requieran, pero cada creyente tiene la oportunidad
de evaluar cada situación y puede orar al Señor por dirección. No se trata de
llevar este tema al extremismo.
Cada iglesia tiene normas y reglas que considera
necesarias para un buen funcionamiento y para la formación integral de sus
miembros; en este caso, la Iglesia Cristiana Sión plantea estas enseñanzas para
la edificación de los creyentes y mi objetivo es que la Biblia sea el manual de
nuestra conducta, teniendo a Cristo como el modelo perfecto que debemos imitar.
Si algún hermano en la fe o un creyente que busca de Dios no está de acuerdo
con los estudios realizados, es nuestra oración que el Señor le guíe a hacer su
voluntad en donde quiera que se congregue. Es imposible que estemos siempre de
acuerdo, pero pidamos a Dios sabiduría, amor y santidad para seguir a Cristo de
la mejor manera posible.
Si Cristo lo dejó todo por mí, lo mínimo que él espera
de mí es que yo lo deje todo por él.
La obra de santificación la hace el Señor y no
necesitamos presionar a nadie ni atacar a nadie para que renuncie o abandone
una costumbre o un hábito en su vida. Nuestra responsabilidad es ser ejemplo
para otros y enseñar la Biblia con humildad y autoridad en el Señor, viviendo
de acuerdo a sus principios para poder ser luz y testimonio.
Dios nos ayude a entregarlo todo por amor a él.
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