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lunes, 22 de junio de 2015

Santidad interna y externa Parte XX


k. La santidad vs la vanidad

Ya hemos tenido un amplio desarrollo con respecto a los valores bíblicos que promueven la santidad en aquellos que profesan seguir a Cristo; ahora miremos algunas definiciones de la vanidad para que no tengamos duda sobre lo que Dios declara en su palabra porque su fin es sanarnos de todo concepto inadecuado para el buen testimonio del evangelio.

- La palabra vanidad, del latín vanĭtas, es la cualidad de vano (vacío, hueco o falto de realidad, sustancia o solidez). Este adjetivo está vinculado a lo insustancial, a la arrogancia, la presunción y el envanecimiento. De igual modo, este término es usado para hacer referencia al conjunto de cosas que existen en nuestro mundo y que dejarán de existir porque son pasajeras.

- La vanidad es una manifestación de la soberbia y la arrogancia. La persona vanidosa se siente superior al prójimo, ya sea desde un punto de vista intelectual o físico. El vanidoso no duda en destacar su supuesta capacidad cada vez que puede, menospreciando al resto de la gente. En este sentido, la vanidad encubre un sentimiento de inferioridad y el deseo de ser aceptado por el otro. Al hacer gala de sus virtudes, el vanidoso intenta demostrar que no es menos que nadie (lo que en realidad siente) y espera el aplauso y la admiración de quienes le rodean.

- La vanidad se define como la creencia excesiva en las habilidades propias o la atracción causada hacia los demás. Es un tipo de arrogancia, engreimiento, una expresión exagerada de la soberbia. De acuerdo a la teología cristiana clásica, la vanidad consiste en depositar la confianza en forma excluyente en las cosas mundanas, lo que hace pensar al hombre que no necesita de Dios. Es considerado muy a menudo como el «vicio maestro», es decir, la fuente de todo mal porque parte del egoísmo humano, el cual siempre pone al yo por encima de Dios y de los demás.

- La vanidad ha sido considerado el peor de los pecados porque contiene la semilla de todo el mal y es el comienzo de todos los pecados.

- La vanidad refleja el orgullo de una persona que tiene en un alto concepto sus propios méritos y un afán excesivo de ser admirado y considerado por ellos; sin embargo, la vanidad se nutre del uso de todo tipo de apariencias para mostrar algo que no se tiene o que no se es.

- La vanidad es considerada como una forma de egolatría, en que la persona (en función de sus deseos y actos pecaminosos) rechaza a Dios en su vida cotidiana y desprecia los valores primordiales del Cristianismo porque Cristo ha sido el único hombre que vivió de verdad por encima de toda vanidad. En contraposición, Satanás ha sido el principal promotor de la vanidad y se jacta de que éste es su pecado favorito.

- La vanidad ha sido uno de los pecados más letales en la historia del universo y su primera víctima fue Lucifer; luego, pervirtió a millones de ángeles que no guardaron su dignidad y posteriormente, contaminó a la raza humana. La vanidad corrompe todo lo que toca y es un tumor en el alma que solo Dios puede sanar.

- Por la vanidad, la criatura humana rechaza la obra maravillosa del Creador y pretende alterar el diseño original de Dios.

- La vanidad es una compensación de carencias emocionales; por la vanidad, negamos nuestra apariencia (hasta el extremo de querer alterar nuestro cuerpo a través de todo tipo cirugías y tratamientos, y hasta cambiar de sexo). La vanidad siempre está ligada a malos deseos y se alimenta por la búsqueda de encajar en paradigmas sociales o ideales de otros.

- La vanidad es un parche que no logra cubrir una autoestima herida; en vez de arreglarnos por fuera y aparentar lo que no somos, arreglemos nuestro corazón y disfrutemos de las bendiciones que Dios nos da.

El salmista dijo: “Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino” (Sal. 119:37). El significado de estas palabras apunta a que el escritor bíblico no quiere desviarse tras la vanidad y salirse del camino de los mandamientos de Dios; antes bien, él quiere mantenerse vivo, apasionado y fiel en la perfecta voluntad de Dios.

Si todavía usted tiene dudas sobre el peligro del pecado de la vanidad y sobre la vanidad de todas las cosas de este mundo, por favor lea los siguientes versículos de la Palabra de Dios:

“Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había hecho con sus padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y siguieron la vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que estaban alrededor de ellos, de las cuales Jehová les había mandado que no hiciesen a la manera de ellas” (2 Rey. 17:15) 

“No confíe el iluso en la vanidad, porque ella será su recompensa” (Job 15:31).

“Ciertamente Dios no oirá la vanidad, ni la mirará el Omnipotente” (Job 35:13).

“Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira?” (Sal. 4:2). 

“Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él; ciertamente vanidad es todo hombre” (Sal. 39:11).

“Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza, serán menos que nada” (Sal. 62:9). 

“Rescátame, y líbrame de la mano de los hombres extraños, cuya boca habla vanidad, y cuya diestra es diestra de mentira” (Sal. 144:11). 

“Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario” (Pr. 30:8). 

“Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras; mas tú, teme a Dios” (Ecl. 5:7).  

“Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad” (Ecl. 11:10). 

“Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como con coyundas de carreta” (Is. 5:18).

“No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad” (Is. 59:4). 

“Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos?” (Jer. 2:5). 

“Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril” (Jer. 10:3). 

“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente” (Ef. 4:17). 

Decidamos a quién queremos imitar… ¿a Cristo o al diablo? Cristo aborreció la vanidad y nos llama a vivir con un corazón limpio, mientras que Satanás ama la vanidad y la promueve de mil formas para que el corazón viva contaminado.

Decidamos qué queremos cultivar… ¿la santidad o la vanidad? Ciertamente, cada uno es responsable de sí mismo y no podemos echarle la culpa a otros de nuestras malas acciones.

Decidamos qué queremos reflejar… ¿un corazón sano y libre de la vanidad o un corazón enfermo y esclavo de la vanidad?

Si estudiamos la Biblia de forma sincera hallaremos que el plan perfecto del Padre es que Cristo sea formado en nosotros con todos sus atributos espirituales y morales, y que él y la gente puedan ver su carácter puro y santo en nosotros; por este motivo, él se hizo hombre y nos dio un ejemplo intachable.

Si después de leer estas declaraciones de la Biblia usted todavía cree que Dios se agrada de la vanidad, del pecado y de la desobediencia y que tolera que sus hijos sean esclavos del mal, entonces no me queda más que orar al Señor para que abra su entendimiento y le ayude a tomar en serio la santidad en su vida.

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