k. La santidad
vs la vanidad
Ya hemos tenido
un amplio desarrollo con respecto a los valores bíblicos que promueven la santidad
en aquellos que profesan seguir a Cristo; ahora miremos algunas definiciones de
la vanidad para que no tengamos duda sobre lo que Dios declara en su palabra
porque su fin es sanarnos de todo concepto inadecuado para el buen testimonio
del evangelio.
- La palabra
vanidad, del latín vanĭtas, es la cualidad de vano (vacío, hueco o falto de
realidad, sustancia o solidez). Este adjetivo está vinculado a lo insustancial,
a la arrogancia, la presunción y el envanecimiento. De igual modo, este término
es usado para hacer referencia al conjunto de cosas que existen en nuestro
mundo y que dejarán de existir porque son pasajeras.
- La vanidad es
una manifestación de la soberbia y la arrogancia. La persona vanidosa se siente
superior al prójimo, ya sea desde un punto de vista intelectual o físico. El
vanidoso no duda en destacar su supuesta capacidad cada vez que puede,
menospreciando al resto de la gente. En este sentido, la vanidad encubre un
sentimiento de inferioridad y el deseo de ser aceptado por el otro. Al hacer
gala de sus virtudes, el vanidoso intenta demostrar que no es menos que nadie
(lo que en realidad siente) y espera el aplauso y la admiración de quienes le
rodean.
- La vanidad se
define como la creencia excesiva en las habilidades propias o la atracción
causada hacia los demás. Es un tipo de arrogancia, engreimiento, una expresión
exagerada de la soberbia. De acuerdo a la teología cristiana clásica, la
vanidad consiste en depositar la confianza en forma excluyente en las cosas
mundanas, lo que hace pensar al hombre que no necesita de Dios. Es considerado
muy a menudo como el «vicio maestro», es decir, la fuente de todo mal porque
parte del egoísmo humano, el cual siempre pone al yo por encima de Dios y de
los demás.
- La vanidad ha
sido considerado el peor de los pecados porque contiene la semilla de todo el
mal y es el comienzo de todos los pecados.
- La vanidad
refleja el orgullo de una persona que tiene en un alto concepto sus propios
méritos y un afán excesivo de ser admirado y considerado por ellos; sin
embargo, la vanidad se nutre del uso de todo tipo de apariencias para mostrar
algo que no se tiene o que no se es.
- La vanidad es
considerada como una forma de egolatría, en que la persona (en función de sus
deseos y actos pecaminosos) rechaza a Dios en su vida cotidiana y desprecia los
valores primordiales del Cristianismo porque Cristo ha sido el único hombre que
vivió de verdad por encima de toda vanidad. En contraposición, Satanás ha sido
el principal promotor de la vanidad y se jacta de que éste es su pecado
favorito.
- La vanidad ha
sido uno de los pecados más letales en la historia del universo y su primera
víctima fue Lucifer; luego, pervirtió a millones de ángeles que no guardaron su
dignidad y posteriormente, contaminó a la raza humana. La vanidad corrompe todo
lo que toca y es un tumor en el alma que solo Dios puede sanar.
- Por la vanidad,
la criatura humana rechaza la obra maravillosa del Creador y pretende alterar
el diseño original de Dios.
- La vanidad es
una compensación de carencias emocionales; por la vanidad, negamos nuestra
apariencia (hasta el extremo de querer alterar nuestro cuerpo a través de todo
tipo cirugías y tratamientos, y hasta cambiar de sexo). La vanidad siempre está
ligada a malos deseos y se alimenta por la búsqueda de encajar en paradigmas
sociales o ideales de otros.
- La vanidad es
un parche que no logra cubrir una autoestima herida; en vez de arreglarnos por
fuera y aparentar lo que no somos, arreglemos nuestro corazón y disfrutemos de
las bendiciones que Dios nos da.
El salmista
dijo: “Aparta mis ojos, que no vean la
vanidad; avívame en tu camino” (Sal. 119:37). El significado de estas
palabras apunta a que el escritor bíblico no quiere desviarse tras la vanidad y
salirse del camino de los mandamientos de Dios; antes bien, él quiere
mantenerse vivo, apasionado y fiel en la perfecta voluntad de Dios.
Si todavía usted
tiene dudas sobre el peligro del pecado de la vanidad y sobre la vanidad de
todas las cosas de este mundo, por favor lea los siguientes versículos de la
Palabra de Dios:
“Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había
hecho con sus padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y
siguieron la vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que
estaban alrededor de ellos, de las cuales Jehová les había mandado que no
hiciesen a la manera de ellas” (2 Rey. 17:15)
“No confíe el iluso en la vanidad, porque ella será
su recompensa”
(Job 15:31).
“Ciertamente Dios no oirá la vanidad, ni la mirará
el Omnipotente”
(Job 35:13).
“Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi
honra en infamia, amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira?” (Sal. 4:2).
“Con castigos por el pecado corriges al hombre, y
deshaces como polilla lo más estimado de él; ciertamente vanidad es todo
hombre”
(Sal. 39:11).
“Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres,
mentira los hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza, serán
menos que nada”
(Sal. 62:9).
“Rescátame, y líbrame de la mano de los hombres
extraños, cuya boca habla vanidad, y cuya diestra es diestra de mentira” (Sal.
144:11).
“Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des
pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario” (Pr.
30:8).
“Donde abundan los sueños, también abundan las
vanidades y las muchas palabras; mas tú, teme a Dios” (Ecl.
5:7).
“Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu
carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad” (Ecl.
11:10).
“Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de
vanidad, y el pecado como con coyundas de carreta” (Is. 5:18).
“No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue
por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan
a luz iniquidad”
(Is. 59:4).
“Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí
vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se
hicieron vanos?”
(Jer. 2:5).
“Porque las costumbres de los pueblos son vanidad;
porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril” (Jer.
10:3).
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no
andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente” (Ef.
4:17).
Decidamos a
quién queremos imitar… ¿a Cristo o al diablo? Cristo aborreció la vanidad y nos
llama a vivir con un corazón limpio, mientras que Satanás ama la vanidad y la
promueve de mil formas para que el corazón viva contaminado.
Decidamos qué
queremos cultivar… ¿la santidad o la vanidad? Ciertamente, cada uno es
responsable de sí mismo y no podemos echarle la culpa a otros de nuestras malas
acciones.
Decidamos qué
queremos reflejar… ¿un corazón sano y libre de la vanidad o un corazón enfermo
y esclavo de la vanidad?
Si estudiamos la
Biblia de forma sincera hallaremos que el plan perfecto del Padre es que Cristo
sea formado en nosotros con todos sus atributos espirituales y morales, y que
él y la gente puedan ver su carácter puro y santo en nosotros; por este motivo,
él se hizo hombre y nos dio un ejemplo intachable.
Si después de
leer estas declaraciones de la Biblia usted todavía cree que Dios se agrada de
la vanidad, del pecado y de la desobediencia y que tolera que sus hijos sean
esclavos del mal, entonces no me queda más que orar al Señor para que abra su
entendimiento y le ayude a tomar en serio la santidad en su vida.
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